#myrwatch
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The Elder Scrolls: Skyrim
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stymshots · 1 year ago
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Marshland oubliette.
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loshijosdebal · 1 year ago
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Capítulo XX: La Guardia de Myr
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Caminó hasta el establo, cabizbajo y arrastrando los pies. Después de lo que acababa de pasar con Alicent, lo único que le daba fuerzas era la posibilidad de encontrar alguna evidencia lo bastante sólida como para desenmascarar a Seth y ganar así el perdón tanto de ella como de su hermana. Se encontró allí a Gorm, el edecán de la familia. Además de velar por su seguridad, Gorm cuidaba del Salón de la Luna Alta y también de los animales que poseían.
—¿A qué viene esa cara larga muchacho? —saludó el nórdico. 
Joric se limitó a encogerse de hombros. No tenía ganas de dar explicaciones. 
—Un mal día. Voy a dar una vuelta con Tiber, a ver si se me pasa —se justificó mientras se acercaba a su caballo, al cual saludó con una caricia en la crin. 
Gorm lo miró vacilante, pero, por suerte, quizá motivado por su mala cara, no puso demasiadas pegas. 
—Está bien. Pero vuelve antes de que anochezca o los dos estaremos en un lío. 
Joric lo miró y asintió. Se sintió algo mal por él, pero se aferró a la convicción de que, para cuando anocheciera, ya habría regresado a Morthal con las pruebas que necesitaba contra Athan. Al pensar en él cayó en la cuenta de algo que había obviado hasta la fecha; el establo era pequeño y allí solo estaban los caballos de su familia.
—Oye, Gorm, ¿y el caballo de Athan?
El nórdico se rascó la barbilla y luego se encogió de hombros.
—Nunca lo ha dejado aquí. 
Joric frunció el ceño. Menudo capullo. Con el frío que hacía, dejar a un animal a la intemperie durante horas no era lo más humano. Como fuera, todavía tenía una misión que cumplir, así que montó sobre Tiber, su purasangre bayo, y tras asegurarle a Gorm que volvería pronto, partió rumbo al Cerro Pedregoso.
Don Dogma tenía razón. La niebla aquel día estaba mucho más dispersa y permitía ver el camino lo suficiente como para poder cabalgar sin miedo a estamparse contra algún risco o terminar perdido en el bosque. Siguió la carretera y en menos de una hora llegó al Cerro. El lugar lo componían tres casas que formaban entre sí una pequeña plaza, frente a la cual estaba la entrada a la mina. Una era una choza de madera y tejado de paja, Joric dedujo que ahí vivían los trabajadores. Luego estaba la casa del matrimonio que regentaba las minas, de piedra y madera, y por último estaba la casa de Seth, la cual había estado en ruinas hasta ese mismo año, pero que ahora se destacaba sobre las tres.
Joric llevó al caballo hasta la plazoleta y, donde desmontó. Los hijos de Sorli y Pactur dejaron de jugar tan pronto lo vieron y un par de ellos salieron corriendo hacia la casa familiar. Los niños lo miraban curiosos, pero no se acercaron aunque él alzó la mano para saludar. Sorli, la mujer de la casa, no tardó en salir a su encuentro.
—Joven lord, ¿ha ocurrido algo? No esperábamos visita.
Joric la miró a los ojos. Sorli tenía exactamente la mirada que esperaba no tener que ver nunca en el rostro de Alicent, cargaba un bebé consigo y tenía una tripa de embarazada tan grande que le dio apuro pensar que podría ponerse de parto en cualquier momento. No recordaba la última vez que había visto a Sorli sin estar encinta.
Apretó los labios mirando a su alrededor, con rabia. Cuatro críos de edades dispares lo miraban con curiosidad. Jesper, que era un par de años mayor que él, se apostó en la entrada de la casa y observó la escena desde allí. Seth había dicho que el Cerro estaba vacío para convencerlos de que su plan era el mejor. ¿Cómo puede ser tan egoísta? Exponer a aquella familia al peligro de los nigromantes solo por hacerse el protagonista parecía muy propio de él. 
—Está todo bien, Sorli. Tengo asuntos que tratar con Athan —dijo, relajando la expresión para no preocupar más a la mujer. Sin embargo, notó que ella se tensaba. 
—Lord Athan está en las minas con mi marido en este momento, joven lord. Pero… lo puedo hacer llamar. 
Notó los nervios en su voz. Mentía. Claro que lo hacía, Seth estaba en Morthal con Idgrod y con Falion. ¿Por qué miente? Casi sintió alivio al darse cuenta del detalle. Durante todo el trayecto se había sentido angustiado ante la posibilidad de no encontrar nada y haber hecho todo aquello en vano, pero la actitud de Sorli era un buen indicio; allí había gato encerrado.
Joric asintió. Miró en dirección a la casa de Seth y se frotó los hombros, dando a entender que tenía frío.
—Gracias, Sorli. Vive ahí, ¿verdad? Lo esperaré en la casa, ¿puedo? Aquí está helado. 
La mujer asintió sin pensarlo demasiado. 
—Por supuesto, joven lord. Espere un minuto, enseguida vuelvo con la llave. 
Sorli se ausentó y Sirgar, que había salido de la casa, se acercó a donde estaba. La chica tenía su misma edad y Joric tenía la sensación de que ella intentaba flirtear con él cada vez que se cruzaban.
—¡Joric! ¿Has venido a visitarnos? No deberías viajar tú solo entre la niebla. Dicen que este año no hiciste tu ofrenda.
—Sirgar —saludó. Encogió un solo hombro, restándole importancia a su comentario—. Athan hace este trayecto casi a diario y él tampoco hizo sus ofrendas.
Ella asintió, con la boca semiabierta, y luego se balanceó sobre sí al mismo tiempo en que apretaba los labios formando un puchero, sin quitarle la mirada de encima pero sin saber qué decir. Sirgar era una muchacha dulce, pero tenía un problema: no era Alicent. Además, tenía la clase de padre que azuzaba a sus hijas para casarse con otros nobles. Se preguntó cómo habría cambiado su vida la llegada de Seth. 
—¿Qué tal es vivir con él? Con Seth.
La pregunta pareció cogerla desprevenida.
—Las cosas siguen igual que siempre. Seth no pasa…
Enmudeció tan pronto Joric sintió una presencia a sus espaldas. Se giró y allí estaba el mayor de los hermanos, con la vista clavada en él. 
—No pasa demasiado tiempo con nosotros. Está ocupado en las minas con nuestro padre —zanjó. 
Joric se dio cuenta de la dureza con la que miró a su hermana. Le recordó a la forma en la que Idgrod le miraba a él cuando estaba a punto de decir algo que no debía. Le hubiera gustado indagar más, pero Sorli salió de la casa con las llaves y se dirigió hacia la casa de Seth. Joric la siguió tras despedirse de los hermanos. 
—Póngase cómodo, joven lord. Nuestras minas son amplias y es posible que lord Athan tarde un poco.
Hizo un esfuerzo por parecer neutral y asintió. Tras eso, Sorli volvió a su casa y Joric saboreó la victoria de tener un rato para husmear entre las cosas de Seth. Entró a la vivienda y cerró la puerta tras de sí. Le bastó un rápido vistazo para darse cuenta de que algo no cuadraba. Conociendo a Athan, cabría esperar que viviera en una casa tan ostentosa como lo era él mismo. Sin embargo, por dentro estaba desnuda. Ni una biblioteca, ni un tocador, ni una bañera. Nada. Las estanterías estaban casi vacías, a excepción de un par de libros viejos y algunos frascos de pociones apilados. Cuando se acercó para verlo mejor, se dio cuenta de que el polvo lo cubría todo. Abrió un par de cajones, descubriendo que también estaban vacíos. Lo mismo pasaba con el armario, donde solo encontró unas ropas ajadas que, a juzgar por el tamaño, no podían pertenecer a Seth. Era como si la casa fuera de atrezo. Por descontado, la empuñadura no estaba por ninguna parte. 
Aquello no tenía sentido. No había ninguna otra casa deshabitada por la zona; como hijo de la jarl, lo sabía bien. Entonces, ¿dónde vives? La incógnita le empezó a palpitar en la cabeza. Ansioso, se dio cuenta de que había desvelado algo y, sin embargo, no tenía más prueba que su palabra de aquello. Viendo lo indulgentes que podían ser Alicent y su hermana con Seth, tuvo la seguridad de que no darían crédito a lo que él les dijera, y menos en la situación en la que se encontraban. 
Con el ceño fruncido siguió buscando algo, casi de forma desesperada. Solo unos minutos más tarde escuchó afuera los cascos de un caballo. Se asomó a la ventana a tiempo de ver a Jesper salir al galope del Cerro. Decidido como estaba a resolver aquel misterio, no dejó pasar la oportunidad. Salió de la casa a paso acelerado y, sin avisar de que se iba, avanzó a zancadas hasta Tiber, montó al animal y siguió la misma ruta que había tomado el chico. 
Jesper había seguido el camino que conectaba el Cerro con Morthal. Joric se desanimó al creer que se dirigía rumbo al pueblo para avisar a Seth, pero más o menos a la mitad del trayecto, este se desvió por un nuevo sendero. El camino estaba mal escondido entre dos árboles desnudos que tal vez en otra época del año tendrían las hojas suficientes como para ocultar la vereda que, supuso, llevaría a la auténtica casa de su rival. Te tengo, Athan. 
Al poco de seguir el camino, una ola de niebla más espesa que el resto lo envolvió, jugándole una mala pasada y haciendo que perdiera la pista al chico. Siguió avanzando, mucho más despacio que antes, mirando a su alrededor y tratando de buscar alguna pista de por dónde podría haber ido. Fue entonces cuando vio al caballo de Jesper atado al tronco de un árbol cerca del nuevo camino. 
Joric desmontó de Tiber y examinó los alrededores. Pronto detectó unas huellas en la nieve. Huellas que se adentraban en el bosque. Respiró hondo, pensando en qué debía hacer. Si aquello no tenía nada que ver con Seth, estaría poniendo en riesgo su vida para nada. Pero, ¿y si sí que lo hacía? Miró al cielo. No quedaba demasiado para el atardecer e, incluso con la niebla dispersa, era peligroso estar a la intemperie cuando cayera la noche. La posibilidad de descubrir el secreto de Athan volvió a su mente y, pese a todos los motivos que encontró por los que no debía hacerlo, siguió las huellas. 
Se internó en el bosque. En él, sus botas se hundían en la nieve virgen y la densidad de los árboles hacían que la luz que llegaba fuera mucho menor. No obstante, los pasos por donde Jesper había pasado estaban bien marcados y no tuvo dificultad en seguirlos. Después de varios minutos caminando llegó a una nueva vereda entre los árboles, con la nieve pisada y sin maleza. Era como si hubieran dejado así el tramo previo a propósito para ocultar aquel sendero. 
Casi sin darse cuenta, avanzó aferrado a la empuñadura de la espada que colgaba de su cinturón. Las arañas gigantes y los osos eran frecuentes en la comarca. Cuando un cuarto de hora más tarde llegó al final del camino, se sentía afortunado por no haberse cruzado con ninguna bestia salvaje. Pero también sorprendido, pues reconoció el lugar. 
Frente a él se encontraba el nacimiento del río Hjaal. Allí, la nieve que bajaba de la montaña se derretía y formaba un gran lago, en cuyo centro había un islote aislado. En dicho islote todavía estaban los restos de la Guardia de Myr, la torre que en su día ocupó el mago legendario que había sido elegido por Magnus para combatir a las fuerzas de Molag. Pero, aunque la torre estaba en ruinas y el islote era inaccesible, Joric comprobó que los pasos salían de la vegetación y se dirigían hacia el lago. 
Se quedó agazapado entre la maleza, sin saber qué hacer. No estaba tan loco como para sumergirse en las aguas heladas del Hjaal con aquel frío; se congelaría antes de llegar a Morthal. Además, aunque afinó el oído, no escuchó ningún ruido proveniente del islote. Decidió esperar a que Jesper regresara por donde había venido y, entonces, confrontarlo para que le dijera la verdad. Era la alternativa más viable. 
Esperó en la misma posición, aguantando el frío gracias a que se distraía imaginando cómo enfrentaría a Jesper a su regreso cuando, de pronto, sintió una mano sobre el hombro. Se giró como un resorte por el susto y desenvainó la espada como un acto reflejo. Entonces vio a Alva frente a sí y suspiró sonoramente, echando el aire por la boca. 
—Alva, no te había escuchado llegar— reprochó con la voz ahogada. 
Resopló varias veces hasta recobrar la compostura y la miró. Ella lo contemplaba de un modo extraño. Parecía disgustada, pero no era el disgusto característico de siempre, sino que tenía otro matiz. Uno que no supo entender.
—¿Qué haces aquí? —preguntó al ver que no decía nada. 
Alva alzó ambas cejas con una expresión de cinismo.
—Qué curioso, eso mismo te iba a preguntar yo —replicó. 
Una vez recuperado del susto se puso firme, sin perderla de vista. Volvió a envainar la espada y frunció el ceño, recordando las veces que la había visto hablando con Seth en susurros entre las casas de Morthal. También pensó en Benor, en cómo el nórdico había seguido disgustado aún después de que Alva hubiera vuelto de su viaje. Desde entonces no los había vuelto a ver en pareja, como era frecuente antes de que ella se fuera y enfermase. 
—Tienes algo con Athan, ¿no es así? Debí suponerlo, tiene sentido. Por eso Benor y tú habéis roto. 
La mirada de Alva se endureció. Se tocó el interior de la mejilla con la lengua. Ahora estaba enfadada y, sin embargo, su mirada seguía teniendo el mismo deje indescifrable de antes. Parecía culpa, pero no era exactamente eso.
—Ojalá fuera tan simple, Joric. Ven, sígueme —dijo de pronto, con voz cansada. 
Alva siguió los pasos de Jesper y se acercó a la orilla del lago. Joric la siguió de cerca, sin entender nada. Tenía tantas preguntas que formular que se le estaban amontonando en la garganta y, sin embargo, en su pecho nació una sensación de peligro que lo dejó mudo, como si su instinto intentara avisarlo de algo. Si no fuera porque la conocía desde que era un crío, habría salido corriendo.
—Creo que deberíamos volver… —empezó, arrepintiéndose de haber hecho todo aquello. 
Alva ladeó la cabeza y negó. Alzó ambas manos en dirección al lago y de las aguas del Hjaal brotó un puente natural de piedra. Alva esperó al pie de este y le hizo una seña para que avanzara él primero. 
—Debes haberte tomado tus molestias para encontrar este sitio, ¿no tienes curiosidad por saber qué es? 
Joric titubeó, pero Alva tenía razón. Había llegado demasiado lejos para echarse atrás ahora. Fuera lo que fuese que había en aquellas ruinas, pretendía descubrirlo. El hecho de que Alva estuviera al tanto le hizo relajarse, pensar que fuera lo que fuese, debía de haber alguna explicación lógica.
Tan pronto cruzó el puente, ocurrió algo magnífico. Como si hubiera cruzado un velo de ilusión, la imagen de las ruinas antiguas que se veían desde fuera del islote cambió por completo. Ante sí, la Guardia de Myr se alzaba en todo su antiguo esplendor. Era una torre redonda bastante elegante, de varios pisos de altura.
Alva cruzó tras él. Una vez ambos estuvieron en el islote, las piedras que les dieron acceso volvieron a hundirse en el lago. 
—¿Ha reconstruido las ruinas?
Alva asintió. Una vez se le pasó la fascinación, no pudo evitar rodar los ojos. 
—Típico de Athan. No podía vivir en una casa normal y corriente como todo el mundo —farfulló.  
El muy imbécil había tenido que restaurar una torre mítica para convertirla en sus aposentos. Pues él no estaba dispuesto a consentirlo. La torre tenía un valor histórico demasiado importante como para que ese relamido la usase para su propio  beneficio. Además, no podía apropiarse aquellas ruinas así como así, ya que pertenecían a su familia.
—Pronto lo entenderás todo, Joric —se limitó a decir ella, dejándolo confuso.
Alva se acercó a la puerta y la abrió. Una vez más, le cedió el paso. Joric entró a la torre, mirando todo con curiosidad. El interior era mucho más amplio de lo que parecía desde fuera, supuso que por obra de la magia. Joric intentó quedarse con los detalles de cuanto veía. Había una pared redonda concéntrica a los muros exteriores de la torre que dividía el espacio en una zona exterior y otra interior. En la pared un arco de piedra daba lugar a una sala donde se escuchaba la voz de varias personas. Apenas pudo ver lo que había en el círculo exterior al avanzar hacia la sala, ya que Alva lo azuzó para que avanzara hasta el salón central, pero distinguió una mesa de encantamientos y también otra que no supo reconocer, pero que parecía de bastones de mago. 
Joric cruzó el arco de piedra. La sala central estaba iluminada por una esfera azul misteriosa que flotaba sobre las cabezas de los allí presentes, a quienes pudo ver bien por primera vez. Uno era Jesper, había otro hombre al que no conocía y se le heló la sangre al reconocer a la desaparecida Lalette. 
 —¿Lalette? ¿Qué haces aquí? Se supone que tú estabas con los Capas… —enmudeció de pronto, al imaginar una nueva teoría. Se giró, lanzando una mirada acusatoria a Alva —¿Así que de esto va todo? ¿De política? ¿Athan apoya a Ulfric?
 La sorpresa de su voz era sincera, nunca hubiera imaginado que Athan estaba en el bando de Ulfric. Si hubiera tenido que posicionarlo en la guerra, probablemente lo hubiera imaginado del lado de los imperiales. Joric conocía a bastantes nórdicos como para saber que a él le considerarían un bebedor de leche entre sus filas. 
Miró nuevamente a Alva, que se pellizcaba el puente de la nariz y negaba, como si hubiera dicho una tontería. Luego volvió a mirar a Lalette, molesto porque nadie le estuviera dando ni una sola respuesta, solo nuevas dudas que sumar a todas las que ya tenía. Vio que Lalette se quedaba mirando al hombre desconocido, quien se levantó de la mesa con parsimonia. 
Debía ser de la edad de sus padres, pero era mucho más fuerte y, además, estaba completamente calvo.
—Lo pillé husmeando entre la maleza —explicó Alva—. Debe de haber seguido al chico.
Jesper clavó la mirada en la mesa de forma sumisa.
—Se suponía que esperaría en el Cerro… —se justificó. Luego lanzó a Joric una mirada. Aunque esta contenía una acusación, se parecía un poco a la de Alva—. ¿Por qué tuviste que seguirme? 
El desconocido se acercó hasta él y le puso una mano sobre el hombro. Era una mano pesada, y le dedicó una mirada tan amenazante que Joric se tensó. 
—Así que el joven hijo de la jarl ha decidido hacernos una visita —se rió. 
Aunque tenía una risa gutural que le puso la piel de gallina, Joric se obligó a mantener la compostura y, aunque estaba intimidado, fingió no estarlo y le mantuvo la mirada.
—¿Nos conocemos? No me suena tu cara —dijo Joric. 
—¿Debería? 
—Todas las personas que estén viviendo en Morthal necesitan la aprobación previa de la jarl… —apuntó sin demasiada convicción, intentando mantener la fachada de seguridad. 
 El hombre estiró una sonrisa apretada. 
—En ese caso, supongo que nunca es tarde para una presentación formal. Mi nombre es Movarth. Movarth Piquine. 
Parpadeó un par de veces tras escucharlo, reprimiendo las ganas de rodar los ojos. Como si fuera estúpido. Ya conocía ese nombre: Movarth Piquine era el protagonista de Sangre Inmortal, un libro bastante popular en la Marca de Hjaal. Joric se lo había leído hacía un par de años, cuando tuvo que pasar una semana sin andar por culpa de una mala caída del caballo. Contaba la historia de Movarth, un entrenador del Gremio de Luchadores que se dedicaba a cazar vampiros y que acabó cayendo en la trampa de un vampiro cyrodiílico.
—Si, claro —bufó, molesto ante la broma—. Y yo soy la reina Barenziah. 
En ese momento la sonrisa de Movarth se ensanchó y sus dientes se alargaron, volviéndose puntiagudos. Joric sintió cómo la sangre se le congelaba. Quiso gritar, pero hasta su voz se paralizó ante el miedo que sintió al ser consciente de que estaba ante un vampiro. No, ante un nido de vampiros. Como explicaba el libro de Sangre Inmortal, los vampiros cyrodiílicos se caracterizaban por su capacidad para pasar desapercibidos entre los humanos. Miró a Lalette y luego a Alva, reparando por primera vez en que están más pálidas que de costumbre. Volvió a mirar a Movarth, quien le devolvió la mirada con burla. 
—Es todo un placer, su majestad.
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jambizzi · 6 months ago
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need opinions!!?!!??!!!! the welfare of nirn itself hangs in the balance!
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dadjoke-ness · 1 year ago
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One of my favorite skyrim playthroughs is a khajit named "Not on the List".
She's not the dragonborn. She's never visited bleak falls barrow.
She's the head of the Assassin's and Thieves' Guilds. She's close friends with several jarls. She joined the Imperial army and she helped Ulfric solve the serial killer problem and married one of his potential victims, Shahvee.
The Khajit and Argonian lesbians own several homes and have adopted two children. Three if you count Babette of the Assassin's Guild.
Not on the List has also become a Vampire Lord in order to optimize her sneaking and magic skills.
She is also both friends with the Jarl of Markarth, while being friends with the escaped Forsworn. While doing the quest for Igmund where I kill a forsworn leader, I didn't realize at first this was the friendly camp so I killed like half my allies without them caring about me. Instead all the forsworn declared war on my poor little fox Sweetroll. I sent Sweetroll back to my pet home, Myrwatch.
Also, I accidentally killed Shadowmere by falling off the largest cliff in the game and she's not respawned yet, but luckily, the reindeer lives right outside the new assassin's guild. Until I can get the ghost horse that is.
Most used spell is conjure undying warrior. My ghost warrior and Cicero love violence, allowing me to stay hidden as I take potshots at powerful enemies that would one shot me.
During the Bard's College quest, I forgot I was a vampire lord and went to talk to an old lady who was asleep and drank her blood. Realized the old teachers at the Bard's College are wonderful for getting blood. Also have started visiting and biting the Jarls as a sidequest to taste every Jarl's blood.
And since I never started any dragon quests, my life is blissfully free of dragon attacks.
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collegeofwinterhold · 4 months ago
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skyrim-screenshots-daily · 1 year ago
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Myrwatch
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snowyknight-17 · 9 months ago
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Skyrim question:
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raezinhell · 1 year ago
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My adventure screenshots of the evening. Myrwatch, Wolf Skull Cave, and Blackreach.
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deathlesun · 6 months ago
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| Sapphire Aurora at Myrwatch
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emicat1159 · 6 months ago
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I just discovered Myrwatch.. my goodness what a wonderful building
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thatpurplewindow · 1 year ago
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ok so i was playing skyrim again and i found myrwatch and as i activated the seal A COURIER WALKED OUT OF THE FLAMES, LITERALLY SPAWNED RIGHT IN FRONT OF ME, GAVE ME A LETTER SAYING I WAS LOUD IN MYRWATCH AND TO FIND A WORD OF POWER, DISAPPEARED IMMEDIATELY AND OPENED THE DOOR TO MYRWATCH?
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dragonbored · 1 year ago
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okay on a real note i do want to give megana an apprentice. she would definitely relate to sissel but there is already a long running series on here about sissel becoming a mage (pls go read @/ehlnofay’s writing, it is so so good). the idea of a new oc is of course alluring… but, really, i’m considering agni
after all, megana lives on the outskirts of morthal and is a very famous, powerful mage. in, say�� three, four years after the game’s events, maybe falion has nothing else to teach agni and still doesn’t approve of her going to the college of winterhold
she settles on the next best thing — the other local mage, who studied for years at the college of winterhold, who still spends half her time there. she waits for megana to be home in myrwatch and then shows up demanding lessons. it would be funny. yknow?
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loshijosdebal · 9 months ago
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Capítulo XXXV: El regreso de Seth a Morthal
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¿Has llegado hasta aquí? Wow! Gracias! No sé ni qué decir...
a) ¿Y el capítulo?
b) No, si yo no lo leí.
>a) Adelante, que lo disfrutes.
>b) Ah... que estás aquí por error. Ya veo. Este es el último capítulo del libro, así que he escrito esto para evitarte spoilers. Y ya que estás aquí, ¿por qué no le echas un ojo? Puedes hacerlo en Tumblr desde el ÍNDICE o leernos en otras plataformas, como AO3, Wattpad, Inkspired o Inkitt.
Ya había caído la tarde cuando Seth llegó a Morthal. Desmontó a Sombra, su caballo, y lo hizo desaparecer. Había entrado por la parte de atrás, movido por la nostalgia. Quería volver a ver los restos de la Cabaña del Taumaturgo, lo único que le quedaba allí de Alicent. 
Bordeó el jardín, observando con apatía entre la niebla los restos del edificio que el fuego había devorado. A cada paso que daba, brotaba un recuerdo. Cada recuerdo hacía daño. En el castillo había sido fácil desprenderse de la culpa, pero ahora que estaba lejos de la influencia de su padre sentía que lo devoraba por dentro, como si él fuera una manzana y tuviera un gusano. Esa culpa tenía tal poder en él que, desde que había vuelto a Myrwatch no había sido capaz de mantener la mirada a Joric. 
Myrwatch. Solo había pasado una noche allí, pero el recuerdo de Alicent estaba por todas partes. Era insoportable. Tanto que hasta visitar a su madre parecía más agradable que pasar allí solo la Saturalia. Tanto que ya habría partido a Soledad, si no fuera porque tenía algunas cuentas que ajustar. Ahora que era el adalid de Molag Bal, estaba dispuesto a cumplir con su cometido a cualquier precio. No permitiría que la muerte de Alicent fuera en vano. 
Se detuvo cuando dos figuras aparecieron entre la bruma. Reconoció a Thonir, pero este no lo vio. Se acababa de dar la vuelta y se marchó rápido en dirección al aserradero. Sintió un tirón en el brazo. Seth giró la cabeza, sorprendido. El latido de asombro dolió en su pecho cuando reconoció a la mujer
—¿Lami? —preguntó, confundido. 
La madre de Alicent lo miró desde el interior del chal que cubría su cabeza y sus hombros. Había vuelto a perder peso. No lo había dejado de hacer desde el ataque de los nigromantes.
¿Así es como me veré yo en un tiempo? Sabía que no. Aun así, una risa burlona en su cabeza le hizo desear que así fuera. Que los demás supieran que la había querido de verdad, lo suficiente como para que su aspecto lo evidenciara. 
No digas tonterías. 
Lami se quitó la capucha y Seth tuvo que contenerse para no retroceder un paso. El ambiente frío no ayudaba; quizá con un poco de sol se hubiera visto de otra forma. Su rostro estaba tan cadavérico como rojos estaban sus ojos, sus manos también tenían un ligero temblor. Pero Lami no parecía sudorosa, así que no estaba enferma. 
Skooma. Seth no había probado nunca aquella droga, pero conocía sus efectos. Aunque el Skooma estaba prohibido en todo el Imperio, sobraban sitios donde comprarlo. Sobre todo en Skyrim, donde la situación era tan difícil que siempre había alguien necesitado de evadirse de la realidad. Por ejemplo, de perder a un hijo. A Seth se le hizo un nuevo nudo en el estómago. Él también había perdido a un hijo. Lo había matado. 
—¿Qué…? ¿Qué querías? —preguntó, tras carraspear, fingiendo normalidad.
—Voy a pedir una nueva partida de ingredientes —empezó Lami, con un tono de urgencia—. Hace semanas que no haces un pedido. Si me acompañas puedo tomarte nota y…
Seth tiró del brazo por impulso, para soltarse. No lo pudo evitar. No, ya no necesitaba ingredientes. Ya no había nadie que los preparase para él. La miró en silencio y Lami le devolvió la mirada expectante, con los ojos tan abiertos que, sumado a su aspecto entre la bruma, daba auténtico miedo. 
Ante la ausencia de respuesta, Lami siguió. 
—Me vendría muy bien el dinero, tengo que… tengo que reconstruir la casa, y para eso hace falta mucho dinero, y…
Y estaba mintiendo. Mientras hablaba, había empezado a rascarse un brazo a la vez que miraba a su alrededor con ojos agitados. Seth suspiró, suponiendo que necesitaba el dinero para la droga. Lami lo miró angustiada.
—Por favor. Cualquier pedido estará bien, por muy pequeño que sea.
La mirada de aquella mujer lo estaba incomodando demasiado. Estaba cargada de expectativas. Seth desató una pequeña bolsa de monedas de su zurrón y se la dio. No era mucho, porque no había ido allí con la intención de gastar, pero tendría suficiente  para una botella.
Lami la cogió entre ambas manos, pero no se molestó en contar las monedas. Forzó una sonrisa. Por algún motivo, sus ojos seguían brillando con desesperación. Seth supuso que estaría así hasta que pudiera aliviarse el mono. 
—Yo… Muchas gracias, Seth. Dime lo que quieres y lo anotaré en el pedido. Podrás venir a recogerlo…
—No quiero nada —interrumpió, incómodo—. Solo… La Cabaña del Taumaturgo… Es lo único que me queda de Alicent. Por favor, reconstrúyela. 
Lami se quedó sin habla. Apretó los dedos alrededor de la bolsa de séptims y se le escaparon un par de lágrimas. Después de eso se volvió a cubrir con el chal y se marchó, dejándolo allí, pasmado.
Seth cruzó los restos del puente principal, derrumbado durante el ataque de los nigromantes. Todavía no lo habían restaurado. Al otro lado, la villa estaba completamente desierta. Cuando los edificios calcinados aparecían entre la bruma, el pueblo parecía abandonado. Morthal nunca había vuelto a ser la misma desde aquel día. 
Se superpuso a la mala sensación que le dejó el camino hasta el Salón de la Luna Alta. Tras hablar con Movarth la noche anterior, Seth había tomado una determinación. Quizá no lo había perdido todo, sino casi todo. A fin de cuentas, Idgrod seguía viva. Había perdido la cordura, sí, pero, con suerte, eso podría jugar en su favor.
Ya casi había llegado cuando escuchó dos voces entre la niebla. Discutían. 
—¿Por qué Falion sigue en la corte, Aslfur? —increpó la voz de Benor. 
—Benor —Aslfur sonaba conciliador—. Entiendo tu preocupación, pero debemos mantener la calma. Falion tiene el respaldo de la jarl.
—¡Y eso me preocupa! —Benor alzó la voz—. ¿Por qué lo protege? Su magia es oscura, trae el mal al pueblo, ¿qué más tenemos que perder para que entre en razón?
Si no fuera por el mal cuerpo que tenía tras el encuentro con Lami, Seth habría sonreído. Al menos el plan para volver las sospechas de los vecinos en contra de Falion estaba yendo como esperaba. Había pasado los últimos meses esparciendo rumores y, por fin, el malestar estaba germinando. Era cuestión de tiempo que lo hiciera, tras lo ocurrido. El pueblo necesitaba un chivo expiatorio; Seth se había asegurado de que ese título lo ostentase otro. Falion, concretamente. El mago de la corte sospechaba de él desde hacía tiempo, tras el ataque de los nigromantes. Tanto que hasta se atrevió a acusarlo de practicar magia negra durante una clase, la última que habían tenido. Con ello, había firmado su propia sentencia. 
Cuando escuchó que unos pasos se alejaban, Seth retomó la marcha. Aslfur estaba apoyado contra la entrada del Salón de la Luna Alta, pensativo. 
—Seth, cuánto tiempo —saludó el nórdico. Su tono, cansado, reflejó sorpresa. 
—He visitado a la familia —compartió, y miró discretamente a su alrededor para asegurarse de que no había nadie escuchando—. No quería irme con el pueblo todavía en reconstrucción, pero necesitaba un respiro después de todo lo que ha pasado este año. 
—Ya, lo entiendo. Tampoco me habría sorprendido que te hubieras ido para siempre —admitió Aslfur antes de abrir la puerta de la casa comunal.
Seth entró después que el padre de Idgrod y ambos caminaron en dirección al trono. 
—Aslfur, antes no puede evitar oír lo que te dijo Benor. ¿Llegasteis a investigar a Falion? Me cuesta decir esto, pues ha sido un buen mentor, pero siempre ha sido… raro.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Aslfur con suspicacia.
Seth cargó un suspiro de dramatismo.
—Hay… detalles. En su día, Alicent me contó que él parecía muy interesado en su familia. Le hacía muchas preguntas sobre su padre —forzó un silencio y carraspeó, fingiendo incomodidad—. Además está lo que vi. Tenía una gema negra en casa, Aslfur. Sabes lo que eso significa, ¿verdad?
La mirada del nórdico se endureció. Claro que lo sabía. Las gemas de alma negras eran un artefacto prohibido. Arrancaban las almas humanas y las convertían en consumibles que los brujos podían usar para dar más poder a sus encantamientos. 
—¿Estás seguro de eso? —preguntó el administrador cuando ya habían llegado a la altura del trono. 
Seth asintió y Aslfur se hizo a un lado, con el ceño fruncido. Seth, por su parte, se dirigió al trono, hasta quedar frente a la jarl. Era una Idgrod Cuervo Viejo muy diferente a la que lo había recibido por primera vez en aquella misma sala, hacía poco más de un año. Su presencia seguía imponiendo respeto, pero su sabia mirada se había teñido de paranoia. 
—Veo que has vuelto —saludó despacio, lo estudió con recelo.
Seth inclinó la cabeza en señal de respeto. 
—Aunque no por mucho tiempo, jarl Idgrod. Pasaré otra temporada en Soledad, probablemente un mes. 
¿Buscando el regazo de mamá después de sufrir a papá? Seth ignoró el pensamiento, forzando la apariencia de calma que necesitaba para hacer su petición.
—¿Y por qué has vuelto?
—Tengo asuntos que tratar. Asuntos importantes —la jarl lo estaba tratando de una forma tan fría que Seth se tensó— ¿No soy bienvenido? —preguntó, tanteando el terreno. 
Idgrod Cuervo Viejo lo observó en silencio, antes de mirarlo a los ojos. A pesar de todo, su mirada seguía imponiendo respeto. 
—Eres un chico intrigante, Seth Athan. Te has vuelto indispensable para nosotros y es innegable la ayuda económica que nos has aportado tras la catástrofe. Pero Falion tiene razón cuando apunta que la tragedia siguió tu llegada. Y mi pequeña Idgrod no deja de repetir que te acompaña una sombra oscura.  
En un arrebato de orgullo, Seth perdió la compostura y alzó una ceja, altanero. Aunque lo que había dicho era verdad, ella no tenía ninguna prueba.
—¿A qué viene eso?—se defendió—. No busque enemigos donde no los tiene, jarl Idgrod. En vez de verme como lo que no soy, ¿por qué no me mira como lo que podría ser?. 
—¿Y qué podrías ser? —preguntó la jarl con un cinismo afilado, aferrada al reposabrazos de su trono. 
Se le alzaron las comisuras al escuchar esa pregunta. Había practicado aquel momento. 
—Aproveché el tiempo que pasé con mi familia en Soledad para hacer una propuesta formal. Ahora que sé que ellos están de acuerdo con mi decisión, solo falta que usted lo esté también. 
Aunque su expresión se mantuvo plana, la jarl se acomodó mejor sobre el trono, revelando que sí estaba interesada en lo que él tuviera que decir. 
—Te escucho. Aunque antes quisiera dejar bien claro que, por más dificultades que estemos pasando, Morthal no está en ven…
—No es eso, mi jarl —interrumpió Seth, ignorando la mirada de advertencia que la mujer le dedicó por hacerlo—. Se trata de su hija. 
El semblante de la jarl se volvió vulnerable en cuanto Seth terminó de hablar. Saltaba a la vista que eso era lo último que esperaba oír.
—¿Qué pasa con mi niña? 
—Me gustaría casarme con ella. 
Idgrod Cuervo Viejo se quedó en silencio, sorprendida. Tardó casi un minuto en recuperar el habla y, cuando lo hizo, habló muy despacio.
—¿Quieres… casarte… con mi Idgrod? ¿Por qué?
Seth suspiró, teatrero. Se llevó una mano a la nuca y bajó la mirada a las botas, fingiendo nerviosismo. Un entreacto de vulnerabilidad previo a erguirse y adoptar la seriedad del joven lord que debía ser ante su mirada. 
—No crea que no estoy al tanto de las noticias. Son tiempos oscuros para todos, no solo en Morthal, sino en toda Skyrim —Seth se llevó las manos a la espalda, para dar más seriedad a su enunciado—. Con una guerra civil en ciernes… Nadie sabe lo que pasará el día de mañana, mi jarl. Su hija Idgrod es… —vaciló. No necesitó fingir el paso de la tragedia por su mirada y su voz, no en aquel momento. No cuando el dolor de la pérdida era cierto y la reflexión subyacente, una verdad a medias—. Idgrod es todo lo que me queda, aunque ya no siga siendo ella misma. Solo quiero asegurarme de que, pase lo que pase, estará a salvo. Mi familia no es como la suya, Jarl Idgrod. No dependemos de un título. Ambos sabemos que yo tengo más posibilidades que usted de asegurarle una buena vida si estalla el conflicto. 
—¿Quieres que crea que no haces esto por mi título? —preguntó la jarl, incrédula. 
Seth apretó la mandíbula y la miró en silencio, antes de suspirar. Pagó su cinismo con condescendencia.
—Con todo respeto, es solo un título. Un título en un pequeño pueblo en ruinas, además. Y no crea que no la admiro, porque lo hago. Puedo imaginar que incluso una comarca tan deshabitada como esta es más difícil de gobernar de lo que aparenta. Pero lo cierto, le guste o no, es que usted no es mucho más poderosa aquí de lo que mi familia lo es en la capital, y sin necesidad de ningún título. —La jarl lo miró en silencio, con una ceja alzada. Tras analizar su mirada, Seth decidió subir la apuesta—. Mi madre está de acuerdo, pero no del todo feliz. Usted sabe cómo funcionan las cosas. Ella quería que me case con Ingun Espino Negro pero… —apretó los puños y desvió la mirada, amagando tristeza y frustración. Ingun pertenecía a otra de las familias más ricas de Skyrim y quería ser alquimista; Seth confió en que la jarl entendiera el conflicto interno que aquello le podría causar—. Lo único que quiero es cuidar de su hija, jarl Idgrod. Déjeme hacerlo, por favor. Por la memoria de Alicent. Y por la de Joric. Tu hija es lo único que me queda de ellos. 
La mención de Joric pareció funcionar, porque la expresión de Idgrod Cuervo Viejo se suavizó. La jarl desvió la mirada, ausente. 
—Saber que a Idgrod no le faltaría de nada incluso cuando yo ya no esté… —musitó—. Eso es más de lo que he podido siquiera soñar desde que perdió la cordura. 
Seth apretó los puños tras la espalda, tenso. 
—¿Eso es un sí?
—Las cosas han empeorado para ella —contestó con una evasiva, volviendo a mirarlo—. A veces corretea por ahí y habla con Alicent y con su hermano. Otras incluso contigo, aunque no estés. Como si nada hubiera cambiado. Todo apunta a que irá a peor con el paso del tiempo.
Seth frunció el ceño, curioso y extrañado. Aquello no era lo que esperaba oír.  Había estado demasiado liado como para descubrir cómo habían cambiado las cosas para Idgrod desde el ataque de los nigromantes. A decir verdad, lo había evitado activamente, acobardado por la idea de tener que confrontarla.
—¿Conmigo?
—Contigo. Siempre que juega a ese juego que le regalaste, al ajedrez, habla contigo.
Seth miró inconscientemente hacia las escaleras y sintió un interés sincero por saber qué se iba a encontrar. Idgrod era una rareza entre los mortales. Una mente tocada por dos daedra; Hermaeus Mora y Sheogorath, destino y locura. 
—¿Quieres subir a verla? —ofreció la jarl.
—¿Puedo? 
—Vé —invitó. A continuación Seth la escuchó hablar en voz baja, para sí misma—. Quizá a tu lado… con el tiempo… vuelva a ser ella misma… —murmuró, pero Seth fingió no oír nada y puso rumbo al cuarto de Idgrod. 
Subió lentamente las escaleras, escuchando el crujido de la madera vieja bajo sus pasos. La petición estaba hecha, solo quedaba esperar. La jarl era inteligente, aceptaría la propuesta. No encontraría a nadie mejor. Ni tampoco a nadie peor. Tarde o temprano, Idgrod Cuervo Viejo tendría que aceptar que Seth era la solución a sus problemas y él se haría con el control de la Comarca del Hjaal. 
Cerró la puerta al entrar y encontró a Idgrod tumbada en la cama, sumida en la lectura de La Habitación Cerrada. La chica reaccionó al ruido levantando la mirada, pero no lo miró a él, sino a la puerta. Tras esto, dejó caer la cabeza y suspiró por la nariz. Lo hizo tan fuerte que Seth la oyó. Era como si estuviera esperando a alguien más. Seth apretó los labios, incómodo.
—¿Por qué parte vas? —empezó, con la intención de romper el hielo. Había leído aquel libro hacía algún tiempo. 
Idgrod sonrió de un modo críptico, indescifrable. 
—Aunque Yana sabe que su maestro es un hombre malvado y horrible, se resiste a creer que pueda usar el asesinato como método didáctico —dijo con la voz apagada y la mirada clavada en él, de tal forma que Seth sintió que lo atravesaba.
Le mantuvo la mirada sin dejarse intimidar, a la vez que contenía un escalofrío. Estuvieron casi un minuto así, en silencio, hasta que Seth se hartó y bufó, siendo el primero en romper el contacto visual. Se acercó a la mesa del escritorio, sobre el que estaba el tablero de ajedrez. Sacó la silla y se sentó, apoyando el antebrazo en una de las esquinas del espaldero. 
—¿Qué crees que sabes, Idgrod? —preguntó directo, sin miedo a su respuesta. 
Dijera lo que dijera, siempre la podría acusar de loca, pero no estaba preparado para su reacción. Donde esperaba un reproche, la chica abrió los ojos de par en par y le entró un tembleque. Bajó la mirada a su propio hombro y recorrió su propio brazo, antes de alzar de forma lenta la mirada hacia el techo, donde la dejó clavada. Aunque Seth miró en la misma dirección, no vio nada. Sí que está loca, pensó decepcionado.
—Tú también los conoces, ¿verdad? —preguntó tras el silencio, con un hilo átono de voz. 
Seth parpadeó un par de veces antes de entrecerrar los ojos, tras comprender que se refería a los daedra. 
—No sé de qué estás hablando, Idgrod —replicó de forma seca. 
Su vieja amiga bajó la mirada, lentamente, desde el techo hasta él. Luego la posó en la pared a sus espaldas e Idgrod esbozó una sonrisa sabihonda. 
—¿Ah no? Tu sombra ha cambiado desde la última vez que te vi. 
La forma en que lo dijo le hizo dudar. Tocada por el destino y la locura, se repitió, ¿es posible que esté pasando algo por alto? Invocó un hechizo simple que amplificó sus sentidos y entonces lo vio. O mejor, lo pudo percibir. Había haces de energía verde por toda la habitación, expandiéndose como tentáculos, uno de los cuales estaba sobre el hombro de Idgrod, donde ella había mirado antes con espanto. La mayor cantidad de energía pendía sobre sus cabezas, donde ella clavó la mirada. Seth contuvo un nuevo escalofrío mientras se giró, para encarar a su sombra. Parpadeó un par de veces, sin dar crédito a lo que vieron sus ojos. De entre sus rizos salían dos cuernos finos y no muy largos, con una sutil curvatura a media asta. De repente la sombra abrió los ojos. Unos iris del color de la nieve, gélidos como los de su padre, le devolvieron la mirada. Seth apartó la vista por acto reflejo y, al hacerlo, vio otra sombra al lado. Una que no correspondía a ninguno de los allí presentes. Era más pequeña, como de un animal, y salió corriendo al ser percibida. 
¿Qué demonios…?
Estaba por encarar a Idgrod cuando la puerta del cuarto se abrió. Aslfur se asomó y los miró con gesto grave, antes de relajar los hombros. 
—¿Está todo bien? —preguntó, mirando a su hija. 
Seth se giró hacia Idgrod, a tiempo de verla asentir. 
—Si queréis tomar algo…
—Está todo bien, papá —lo cortó Idgrod. 
Aslfur asintió antes de irse, pero dejó la puerta abierta. Seth permaneció mirando a Idgrod, que le devolvió la misma sonrisa sabihonda de antes. Pero aunque sonreía, sus ojos estaban cargados de odio.
—Tu madre dice que has estado practicando al ajedrez —comentó Seth, buscando cambiar de tema.
—¿Quieres jugar? —preguntó Idgrod. De nuevo, tenía esa expresión indescifrable que le ponía los pelos de punta. Estaba muy cambiada.
—Claro… 
Respondió sin demasiado entusiasmo, todavía con la cabeza dando vueltas a lo que acababa de ver. Idgrod montó el ajedrez sobre la cama mientras él contemplaba su propia sombra, en silencio. El hechizo se terminó antes de que ella hubiera colocado todas las piezas y su sombra volvió a ser normal, pero el malestar no abandonó a Seth. Preferiría no haber descubierto aquello; vivir con la incertidumbre de que su padre pudiera espiar cada uno de sus pasos era mejor que hacerlo con la certeza de que lo hacía.
Cuando Idgrod colocó la última pieza, comenzaron la partida. Aunque supuso que sería tan fácil como siempre, en esta ocasión Seth encontró a una rival formidable. Se fue estresando poco a poco al comprobar que daba igual lo que hiciese, porque Idgrod parecía ir siempre un paso por delante. En un momento dado, cuando Idgrod consiguió llevar a uno de sus peones a la octava línea, Seth estaba tan frustrado que volcó el tablero, impidiendo el jaque mate. Lo hizo despacio y sobre la cama, para no formar un estruendo. Luego miró a Idgrod a los ojos, tan cabreado como ofendido. 
—Estás haciendo trampa. Ya has visto esta partida —acusó. 
Era la única forma que se le ocurría de que Idgrod pudiera ganarle. Tensó la mandíbula y frunció el ceño, esperando que ella lo negara. Pero, en lugar de eso, Idgrod solo se rió en un tono bajo y lo volvió a mirar igual, con el odio en las pupilas, pero también con una satisfacción que no logró entender. 
—Ah, si eso fuera todo, Seth. 
Idgrod volvió a mirar al techo y Seth sintió que los pelos se le ponían de punta. 
—¿Qué más has visto? —preguntó, con una mala sensación creciendo en el pecho.
—Tu futuro —respondió ella, volviendo a reír de aquella manera lunática. 
Seth sintió cómo se le encogía el estómago.
—Idgrod, estás loca… —acusó entre dientes. 
Fuera lo que fuera, no lo quería saber. Lo supo por la forma en la que sonreía. 
—Quizá sí, quizá no. No lo podrías saber, pero yo sé algo que tú no. Cuando el ojo de Hermaeus Mora se abra e intentes comer una torre, un peón se convertirá en reina. Y entonces no podrás evitar el jaque mate. Pero no importa. Nada lo hace, porque cuando él nos mire, todos estaremos condenados.
Esta vez Seth no pudo contener el escalofrío que, como un soplo helado, entró por su nuca y bajó por su espalda.
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cyithrel · 1 year ago
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Modded Serana
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Skyrim purists who hate mods look away now!
This is an appreciation post for Serana mods I use. This is the Serana reimagined mod. I'm really liking how regal she looks here and still remains lore friendly, not too over the top. This is how I envisioned an ancient vampire princess to look like Another popular mod I used is the dialogue add on. It opens the door to way more immersive gameplay! She has a way more believable friendship with the DB.
Of course let's not forget how you can set her home,city & adventuring outfits! She changes them depending on the location which is so cool.
Her adventure gear & city outfit
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Other than more interactions with Serana, I love how you can set a new "home" location for her which makes more sense than staying at the fort where Isran and other vampire hunters loom over her.
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I like to let her stay at my Myrwatch home, a mage tower fit for a vampire sorceress. (This is her home outfit with the same mod as her city outfit. I love that mod too they have so many pretty dresses!)
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Myrwatch is right up her alley and I made it her permanent home. Here she can read all the books I looted, experiment on her alchemy etc. A perfect place where my DB and Serana can live their domestic sapphic lives in peace after a tiring day of adventuring.
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titanomarchy · 2 years ago
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I imagine whenever my skyrim character dies, I change my character, or i reload a save, it forms a small Dragon Break. Dragon Breaks are events in canon where time goes wonky. Contradictory events can both be true and they just kind of get resolved and the timeline moves forward.
I had to reload my save this morning to fix a bug with followers from the unarmed perk tree mod, so I lost progress on a major quest (back to beginning) but it does mean I switched homes earlier. I moved from Hendraheim to Myrwatch because I kept getting attacked by dragons when I come home from adventuring. The new home has some better storage anyway. I might move again to Gallows Hall or the homestead property north of Morthal. I think that's Windstead Manor? I know homesteads are kind of mixed with dragon attacks though. No idea for Gallows Hall. A necromancy tower is fitting for a vampire but a poor place for a family. Myrwatch is more generally for mages and has a more lively atmosphere.
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