#mira q no c que respondi pero graziaz x mandar bebasAAAA
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sabine vryzas, griega, cincuenta, dueña de una tienda artesanal, madre adoptiva. “un por favor y gracias nunca están de más.”
Sabine es la de voz suave, sinónimo de tranquilidad. Madre, enfermera, cómplice y amiga, multitareas por excelencia. Capaz de alejar cualquier problema con tan solo una sonrisa y una taza de té. Orgullosa de las arrugas que se marcan en el borde de sus labios, porque son el recuerdo de una vida llena de sonrisas, o al menos eso dice ella. De padre griego y madre española, nació y vivió en barcelona hasta los doce, cuando una oportunidad de trabajo los obligó a mudarse a Creta. De vestidos floreados, cruz en el cuello y domingos de misa, voz angelical que sobresalía entre el coro, pascua era su época favorita, ansiaba llegar a la edad donde pudiese irse de misiones, enseñar y aprender de aquellos que no corrían con la misma suerte. Y entonces, la adolescencia llego, despertando suspiros, intereses en los compañeros de colegio, y era inclusive un alivio para sus progenitores el que ningún muchacho despertara interés en la de hebras doradas, qué alegría el que estuviesen primero los estudios, pero poco sabían que el interés despertaba poco a poco, que el ritmo cardíaco aceleraba y el nerviosismo la atacaba cuando su mirada se posaba en los dulces labios de quien en ese momento era su mejor amiga. No llegaron a nada, jamás se llenó de valor para salir de su zona de confort.
A anthea la conoció cuando cursaba el segundo año del bachillerato, compañeras del laboratorio, un hola y adios, ¿puedo ver tus apuntes? ¿qué tienes en la respuesta dos? La conversación no iba más allá de las preguntas triviales, fueron contadas las veces que se juntaron para realizar alguna tarea, un roce, una mirada, mejillas coloradas y nada más. No fue hasta la fiesta de invierno, donde con licor de más en sus intravenosas de armaron de valor, fue Althea quien dio el primer beso, y Sabine quien dio el segundo, tercero y así hasta quedarse sin aliento. Quince de diciembre, las dos lo recuerdan bien. Desde entonces las cosas fluyeron con una naturalidad impresionante, se volvieron sonrisas, risas, y secretos. Cuando el bachillerato terminó no hubo planes de alguna universidad, no sentía la necesidad de un título académico cuando en el mundo había tantas cosas por hacer. Viajó un año a latinoamérica para trabajar con las comunidades pobres y regresó al momento en el que Althea terminó la academia, para aclararse con sus padres. A diferencia de la familia de la azabache, sus padres (aunque con tiempo) aceptaron la noticia.
Al poco tiempo de llegar a Fira comenzó con un pequeño local de joyería artesanal donde se ganaba lo suficiente para ayudar con los gastos, al momento en el que Athenas llegó el local comenzó a crecer, y con el paso de los años no era novedad encontrarte a la pequeña arriba del mostrador con tu pedido listo y una sonrisa de oreja a oreja. Y en cada lugar nuevo parece que la suerte la acompaña porque su trabajo siempre es bien recibido, actualmente cuenta con un pequeño local en Oslo, donde Athenas la ayuda después de clases y en las vacaciones.
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