#mi vecina me pasó las llaves de su casa para que le diera comida a los gatos y le regara plantas
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dictatorsheep · 1 month ago
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when life give you lemons
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Crepúsculo Defecto perfecto
La realidad es tan sólo una perspectiva, difiere de persona a persona y el filtro que influye en la percepción de los sucesos reside en la individualidad de la mente ajena. Y tal vez esa es la razón por la cuál el Sábado 22 de Marzo del 2014, los asistentes a mi fiesta de cumpleaños recuerdan la noche como una buena historia, ¿y yo? como una de mis primeras actuaciones en un largometraje, ¿el papel? mi persona; exagerada y apasionada, como salido del método teatral. El insufrible suceso empezó desde el momento en que se gestó la reunión unos días antes,  donde conversaba con un amigo: Ándre – Su nombre se pronuncia André, pero lo terminé desinhibiendo con el repetido mal uso –. Le mencioné que contemplaba una fiesta, pero que hacía falta el lugar para realizarlo, a lo que él respondió que su familia y él se encontrarían fuera de la Ciudad atendiendo a Cumbre Tajín, por lo que me dejaría las llaves para poder hacer lo que quisiese con el lugar, con la única condición de que le prestara mi cámara fotográfica. Accedí y procedimos a vernos el 21 de Marzo, recogí las llaves y empezamos a ver cómo funcionaría todo.
“Ten cuidado, nadie puede entrar a la casa más que tú y tu chava, solamente usen el patio, cuida que la gata no se salga porque es esquizofrénica y neta, neta no muevas nada de la casa que mi mamá tiene memoria fotográfica.” Accedí al trueque y a las condiciones, proseguí con el llamado virtual para comunicar el lugar, la hora y la fecha a los amigos íntimos de cualquier procedencia. Cité a mi mejor amigo, Chompy, para que llegara temprano conmigo para ubicar las reservas junto con la bocina. Entramos, tomamos lugar, checamos espacios, posibilidades y precauciones. Tomé fotografías de todos los rincones de la casa, por si acaso. Proseguí al patio trasero, dejando como guardia gatuno a mi amigo, al volver, justo en donde solicité asistencia, ahí estaba una mancha negra, fugándose de cualquier aprehensión humana y entre gritos de “¡Agárrala!” nos volvimos a la situación donde la sombra gatuna estaba lejos a dos bardas de distancia. Vaya forma de iniciar la noche, la esquizofrenia negra, andaba suelta, por lo que inútilmente colocamos un camino de comida que le llevaba al tesoro marrón con forma de cruces y pescados.

Después de los intensos minutos de relajación forzada, procedimos a recoger más comida humana a unas cuantas calles. A mis espaldas, llegó una moto con dos viejos amigos, Luis Victor y Kaletri, tras el gran saludo de viejos camaradas, Kaletri me dijo que me subiera al vehículo para que me diera una vuelta, tomé asiento y proseguimos a llegar de 0 a 50 en un instante, tras un caballito y con algunos metros más, arribamos a la puerta de la casa Tasqueñera. Kale pensó que era una buena idea quemar llanta y la manifestación me aterrorizó, se supone nada debía de parecer fuera de lo normal, pero ¿qué iba a ser normal? Había llevado conmigo a la Barra de Pumas, a los Bohemios de Acatlán, a los Sureños de la Secundaria y al reto Tokio, más los que faltaban. 

Persona por persona llegó a la locación, todo iba bien, inclusive ocasionalmente veíamos si la gata regresaba, sin logro aparente. Ya había oscurecido y la velada se teñía con esta cálida sensación de que las diferentes amistades disfuncionales podían coexistir en un mismo lugar. 

Solamente faltaban unos cuantos invitados más, menos los que cancelaban y al final estaba, Diana, mi novia, quien andaba perdida en el taxi. Recibí su texto de que saliera a ayudarla, en cuanto salí, vi el taxi llegar a la esquina y pararse, Diana descendió, caminó hacia mí y en ese momento me intervino una señora, preguntándome el paradero de Ándre. Le comenté que él llegaría más tarde, a lo que ella respondió: “¿Acaso no está en Cumbre?”, después de unas cuantas palabras más, me quedó claro que era su familiar, no una vecina, y que tal vez eso causaría problemas; solicitó mi nombre y en cuanto se march��, Diana me llenó de besos cálidos con sus labios colorados; le pedí un segundo para llamar y corroborar información, inclusive tal vez tomar la hora de caducidad de aquella fiesta. Ándre respondió, hizo unas preguntas respecto al físico de la señora y concluyó con: “Ah, es mi abuela. No te preocupes, güey, yo hablo con ella.” – Claro que no podía mencionar lo de la gata aún. –
Proseguimos a la fiesta, entramos, convivimos, presenté, platiqué, intercambiábamos las buenas nuevas, me encontraba yendo de circulo en circulo y así hasta que algunos se empezaron a retirar, por ahí de las 9:00 P.M. A tal hora llegaron dos amigos, Dan y Ulises, drogados con jarabe, los coloqué dentro de la casa en un sillón hasta que estuvieran ‘decentes’. Sin notarlo, en esta reunión de veintitantas personas, mi novia ya había pasado bastante tiempo dentro, conversando con Dan y Ulises, lo cual no me ocasionaba problema alguno hasta que noté el coqueteo por parte de ella. Como era de esperarse de mí en aquella época, recurrí a seguir platicando con mis compañeros preparatorianos, Kale, Luis Víctor y compañía, pero éstos de inmediato preguntaron qué sucedía, a lo que solamente comenté: “No sé, velo tú mismo, asómate adentro y dime si estoy mal.” Se asomaron, uno a uno y todos corroboraron lo visto; empezaron a decirme: “¿Neta eso hace tu novia? Mándala a la verga, es tu fiesta, güey, córrela.” Pero claro que no iba a afrontar tal situación, los Coyotes – referente a Prepa 6 – solamente me dieron bebidas para el trago amargo.

Tras unos minutos sabía que lo que necesitaba era un respiro, por lo que tomé una cerveza y salí, había unos amigos conversando afuera, les dije que se metieran y cerraran; con el argumento de que iba a la tienda, seguí caminando, hasta encontrar algún lugar peculiar por las partes traseras de las casas… lo encontré, un parquesito bien iluminado en medio de la nada. Destapé, respiré, tomé, chequé la hora y noté que faltaba poco para mi cumpleaños. Recibí una llamada, la barra de la 6 estaba preguntando dónde estaba, insistí en que estaba en la tienda y que no tardaba, colgué y a los minutos volvieron a marcar, evadieron todo lo que decía con balazos en forma de preguntas: “¿Dónde estás?”, así hasta que respondí y tuve que mandar la ubicación por whatsapp. 11:56 P.M. y veo en el horizonte de la calle una línea de 8 tipos, caminando como si fuesen a la guerra, como si cada uno viniera a golpear a la barra que no tenía a mis lados. Luis Víctor tomó rienda de la situación junto a Fermín, otro amigo, reiteraron que corriera a mi novia y a mis amigos, “Esos no son tus amigos.” decía Fermín, una y otra vez. Después de unas cuantas palabras vi cómo daban las 12:00, en ese momento, en conjunto, todos me abrazaron… 

Minutos después, Fermín se adelantó a la casa porque querían correr a Dan y Ulises. Cuando retornábamos, entró una llamada a mi Mobil, era Fermín con malas noticias: “La abuela regresó, se metió a la casa, está haciendo llamadas y ya estamos sacando todo.�� Los restantes corrimos al lugar, llegamos y solamente vimos a todos sacar las bocinas, la moto y lo más importante para ellos, ‘el chupe’. Pedí que me informaran de la situación, después les pedí que dejaran de tomar en caso de que llegara la patrulla, le llamé a Ándre, volviéndolo a molestar, me dijo:

“Ya hablé con ella, se alteró pero ya la calmé, solamente sube y habla con ella. Ya le dije que es tu cumpleaños y que te presté la casa como regalo.” Luis Víctor – el mayor, por ende el más ‘maduro’– y yo, subimos, platicamos con ella, aclaramos las cosas, porque el único problema era que la puerta se había quedado abierta en mi ausencia. Dulce y amable, cooperó, nos dijo que solamente estaba preocupada por nuestra seguridad, más cuando no me había visto a mí. La dejamos en la puerta de su carro y se marchó.
En cuanto resolvimos eso, voltee y Dan estaba pateando la puerta, le grité. – Silencio y más silencio. – Era la primera ves que me veían tan alterado. Para mi sorpresa,  eso no era todo, mientras Luis Víctor y yo resolvíamos la situación de la abuela, un conflicto entre amigos se había estado gestando. Luis Mata, el pecoso rebelde, no había dejado de beber después de que indiqué que no lo hicieran, los Coyotes le reclamaron y con un ‘Bitch Please, es vía pública’ Mata había encendido la mecha de los desconocidos. Empecé a recaudar más información de lo sucedido, Mata, había estado diciendo que eran unos fresas…Y sin aviso, Luis Víctor y Kaletri ya estaban confrontando a Mata frente a frente en medio de la calle. Me puse en medio, al mismo tiempo que le estaban soltando sapes y patadas; empecé a gritarles, se calmaron, los separé y al momento siguiente hablé con otro amigo, escuché un poco de lo que tenía que decir, pero Mata pronunció mientras se alejaba a una esquina cerrada: “Si me quieren golpear voy a estar por allá, meando.” 

Luis Víctor y Kale corrieron como sabuesos tras de él, soltándole patadas hasta llevarlo hasta la esquina, tardé en notar lo sucedido puesto que esto pasó demasiado rápido y no había escuchado las palabras de Mata. Llegué lo más rápido que pude y puse a Mata detrás de mí, lo cubrí, pero seguían soltándole golpes donde no podía cubrirlo, cuando menos lo noté, ya estábamos hasta la pared de la esquina, Mata estaba arrinconado, y yo estaba en medio de él y Kale, escuchándolo: “Dile a tu compa que le baje de huevos, porque ahora sí anda bien escondidito.” Al seguir tratando de calmarlo, Luis Víctor encontró un hueco en el que, corriendo, colocó un gancho por encima de mí justo al ojo derecho de Mata, donde conectó, sonó y provocó que le rebotara la cabeza. Tomé a Luis Víctor y lo llevé a la fuerza hasta la casa, ya habían unos cuantos de Acatlán hablando con Mata. Tras amarrar a la jauría amiga, volví con Mata y noté que la hinchazón le estaba brotando, empecé a sobarle el pómulo para evitar su hinchazón mientras los Acatlecos no dejaban de decir “Esos no son tus amigos.”, puesto que no era forma de actuar en mi fiesta, mostrándome una falta de respeto. Tras suficientes minutos me sugirieron que corriera a todos para que ya limpiara la casa. Ellos, decidieron que por la paz, se marchaban y cuidarían de Mata.

De regreso: la intervención de Dan y Ulises, diciéndome que debería de correr a todos y que ellos me ayudarían a limpiar, pero los ‘Prepos’ solicitaron quedarse un rato más, con la promesa de ayudar a recoger. Seguí caminando a la casa y otra intervención, los Coyotes, diciéndome que debería correr a todos, porque “Esos no son tus amigos. ¿Y qué vas a hacer con tu novia? ¿La vas a Correr?”, contesté: “No lo sé, voy a hablar con ella.” Frente a ella… silencio y nada más. “¿A dónde te vas?” – le dije –, “Yo me voy a donde tú vayas: te vas de aquí, nos vamos, te quedas, me quedo contigo, así de simple.” Todos alrededor de mí, incluyéndome, supimos que había dado la respuesta correcta. 

Los demás se marcharon, Dan y Ulises me ayudaron a limpiar, pues el desastre se había filtrado en la casa. Me agaché a lavarme las manos, voltee y vi a Dan con una caja que se me había caído mientras me lavaba las manos: “¿En serio?” – dijo Dan – Alcé los hombros, ellos sonrieron, me regresaron mis pertenencias y se marcharon. 

Fui al patio y les mencioné a los restantes que todo estaba bien, Luis Víctor se me acercó y me dijo en voz baja: “Feliz cumpleaños, cabrón.” y deslizó otra caja en mi bolsillo. Al adentrarme en la casa, los de fuera adoptaron el papel de hijos de espartanos y aullaron, como canto en mi honor, la pena me invadió y llevé esa mascara hasta la habitación. – Ándre había estado viviendo fuera, apenas se iba a volver a mudar con sus padres, la única cama era la de sus padres. – Diana y yo nos recostamos y por primera vez en la noche sentí que podía relajarme, hasta que ella se paró de golpe y me dijo: “Quiero bailar, vamos a bailar.” Entre dientes, cedí y bajamos.
La cara de los espartanos fue de perplejidad pura, y me presionaron con puros picoteos de: “Ve y ya llévatela.” No iba a obligar a nadie, conviví un rato, una hora tal vez; me fui al cuarto pues ya no aguantaba el cansancio, tomé el iPod y puse música de los Smiths, por toda una hora, en oscuridad total…me relajé.  A punto de cerrar mis ojos, entró Diana a la habitación y se recostó a mi lado. Gracias Morrissey por darme la calma para proceder… 6:00 A.M. y nos ahora sí nos acomodamos para dormir, supuestamente por fin acababa la noche. 6:05 A.M. Fermín llama al celular: “Güey, otra vez la abuela, le abrimos y le dijimos que ya nos vamos.” Bajé y empecé a recoger… ¿amigos recogiendo? ¿Dónde? Era yo solo con la abuela limpiando, Diana bajó minutos después, nos ayudó y todo quedó igual que las fotos que había tomado al principio. La abuela dijo que se encargaría de la gata, que no nos preocupáramos. En ese momento partimos y de camino al colectivo oruga, le iba regalando el jugo restante de la fiesta a los indigentes, las cervezas a los señores de los periódicos con una sonrisa en la cara; ya en el vagón, vacío: “Entonces, ¿es oficial? seguimos siendo novios…” – Dijo Diana. Asentí. El metro siguió avanzando rápidamente y disfrutamos de la escena final hasta el fade out.

La gata regresó, Mata hizo fama, y Diana y yo duramos a lo mucho unas tres semanas más; pero este montaje cinematográfico y mi interpretación durante este crepúsculo defecto perfecto, se quedó, para siempre.
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