#me toy dando cuenta de muchas cosas
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En este rincón del mundo siempre es verano. Calor y lluvia. Y 140 metros sobre el nivel del mar. No tengo alergias. Pero hay sapos. Me dan miedo los sapos y me molestan las alergias. Riesgo beneficio. El ser humano está preparado para todo excepto para dejar de mirar a quien se quiere, y para el calor de verano. He podido con lo segundo. Es más fácil colocar un ventilador que perder la memoria. No es el tiempo sino lo que hacemos mientras pasa lo que nos dice que quizás este ventilador sí sople un poco y cuando llegue el verdadero verano, en las ciudades altas a menos dos grados, con bufanda y guantes amarillos, a medio día mientras me tiritan los dientes y pienso en que prefiero el frío con mi vasito de café deslactosado, cuando sea un verano que no se sienta verano, miraré la herida que ya no es herida y ha cicatrizado junto al miedo de sentir tanto, porque el sol puede quemar pero ya no volverá a arder mi corazón que alguna vez fue tu casa.
Clara Ajc
#dentro de las fases del duelo adivinen donde estoy#me toy dando cuenta de muchas cosas#muchacha ojos de papel#a donde vas#clara ajc#herida#verano#calor#roto#escrito#texto
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25 años
Mañana será el día que cumpla 25 largos años en este mundo. ¿Quién lo diría no? Ha sido todo un logro. De mi niñez tengo muchos recuerdos, los más vívidos: Cuando tenía 7 años, mi mejor amigo de esa época me contó de Oswaldo Sánchez, que era un buen portero y que pintaba para ser el mejor de su generación. No se equivocó. Y desde entonces yo quise ser como él. Cada día en la escuela yo pedía ser el portero y me aventaba, incluso sin importar que fuera concreto en el que jugaba. Años más tarde, en 2005, mis Reyes Magos fue un Perder de portero ¿Y sabes de quién? Sí, están en lo correcto: Oswaldo Javier Sánchez Ibarra. No saben la emoción y el cariño que le he tenido a esa sudadera de portero. Me quedaba hasta las rodillas, enorme. Y lo conservo hasta el día de hoy. Y sí, me queda justo. Es decir que no crecí mucho, ja, ja, ja. Ese año fue el primero en el que el concepto de muerte llegó a mi vida por vez primera, fue dos semanas después de mi cumpleaños. Nunca lo entendí del todo, solo que mi abuelo Teodoro, que en paz descanse, se durmió profundamente en el hospital y nunca volvió a despertar. Y yo quise hacerme el fuerte, pero a la larga me haría mucho daño, muchísimo. Ahora sé que cuando se tiene que llorar, se llora, sin más. Tiempo después, mi madre me regaló el Play Station 1. Ella me cuenta que jamás olvidará mi cara cuando lo recibí. Mi primera consola. Aún conservo solo el lector de discos. Los controles los vendí y los cables dejaron de funcionar. Así que solo lo conservo de recuerdo. Quizá aún sirva. Lee discos pirata ja, ja, ja. ¿Qué jugaba? Tarzán, Crash Bandicoot y Crash Team Racing, ah winning eleven o liga mexicana ja, ja, y Toy Story Racing. Mi familia me contaba que desde que tenía uso de razón yo siempre decía que mi equipo favorito eran las Chivas, hasta la fecha no saben de quién tomé la afición. Me preguntaban a menudo: ¿eres chica grande o Chiva chica? Yo respondía que era Chiva chica. Y el primer título que me tocó vivir fue el de 2006. Hay una historia muy curiosa: un torneo antes de salir campeones, un viejo amigo me regaló un jersey del Rebaño. Me quedó enorme, más que el del portero, pero que a la postre, sería uno de los más emblemáticos de Chivas: el jersey de los cuernos, y pese a que con ese no salieron campeones, queda el antecedente de que Guadalajara innovó. Jamás olvidaré ese torneo. Fue agridulce, por un lado, me perdí parte de los juegos del título y la final fue contra el equipo favorito de mi tío el más chico, y por otra, fue la primera final que vi sin mi abuelo. A veces envidio a mi hermano porque él sí vio a su equipo favorito campeón en brazos de él, pero estoy contento de saber que, cada que me siento a ver un juego de mis Chivas, él se sienta a un lado de mí para acompañarme y verlos junto a mí. Te extraño abuelito. Años más tarde se dio el boom de Javier Chicharito Hernández, un tipo al que lo admiré por mucho, muchísimo tiempo y quise ser como él, tanto que me gané su apodo. ¿Lo más lindo? El gol contra Francia en 2010. Lo grité como loco. Tengo un álbum de sus portadas aquí en Facebook. En esos años tuve una de las etapas que, a diferencia de muchos, no fue la mejor: la secundaria. Recuerdo la preparatoria como la etapa donde me aislé de muchas cosas y busqué mi camino interior. Muchas personas me recuerdan como el tipo que tenía amigos por doquier y una confianza tremenda, pero que, pese a ello, se la pasaba solo gran parte del tiempo, y no me mal interpreten, no es que nadie me quisiera, al contrario, era querido por mis amistades, pero me gustaba estar solo, lo disfrutaba de verdad. Encontraba paz estando conmigo. Sin olvidar que fue la etapa donde perdí a mi tío abuelo, su pérdida me conectaría más adelante con una de las historias que marcaron mi vida. La universidad estuvo marcada como la etapa dende encontré mi primer amor, uno de los más puros. Incluso hasta le hice un libro, y que espero lo haya guardado o al menos, le haya dado una despedida digna y memorable. Fue también la etapa donde empecé a recibir muchas señales de parte de Dios, señales que indicaban que él tenía (tiene) cosas o planes para mí, que espero algún día entender, pero que acepto con toda la responsabilidad que conlleva. Fue además la etapa donde perdí a mi bisabuelo, y aunque a veces me recrimino el no haberlo disfrutando tanto, sé que está contento de ver hasta dónde he llegado. La sensación de saber que completaste todos los créditos para poder titularte es muy chingona, pero es todavía más chingona, cuando gracias a Dios trabajas de lo que estudias y es en ese primer trabajo donde recibes la noticia de que oficialmente podrás ser llamado: Licenciado Oscar Mota. Ver a tu familia llorando de felicidad por ese logro en conjunto es de las cosas que no tienen precio, mucho menos, el tener el título en tus manos y decirle a tu madre: Jefa, lo logramos. Sublime. Y aunque después llegó una temporada muy oscura en mi vida, que me hizo perder el rumbo de mi vida y sentir que no valía nada, Dios jamás me abandonó y puso a mi lado a un tipo al que, además de deberle un cartón de chelas o vino por ser el primero en confiar en mí para mí primer empleo, fue el que me guío por gracia de Dios en esos tiempos tan abrumadores. El tipo que me hizo no alejarme de mi familia y apreciarla como se debe, el que me enseñó muchas cosas y siempre me regala una lección diaria. Gracias Iván. Dicen que siempre hay luz al final del túnel, y la mía fue el entrar a una estación de radio muy importante en la región, y no solo eso, poder estar al aire y regalar sonrisas a todo aquel que nos escuchara. Fue el tiempo donde más crecí y aprendí. Hubo muchos momentos que quedarán guardados en fotografías y podré revivirlos una vez más, pero hay otros que, aunque haya archivos de imagen de por medio, quedarán marcados en mi memoria: estar en un escenario ante miles de personas, entrevistar a grandes artistas, tener el cariño de la gente, y estar en el programa especial de fin de año. Detrás de mi carrera como “locutor” estuvo un tipo con 20 años allí, que confío en mí y me dió la oportunidad de compartir micrófono con él, y a su lado una mujer con 25 años allí que me guardó mucho cariño y me “adoptó como su hijo”, sin olvidar a un tipo de mi edad que siempre decía que lo más importante son los amigos y siempre me animaba a seguir adelante: gracias Lety Salgado, Israel Ruiz y Luis Vidal. Ahora, a un día de cumplir un cuarto de siglo, me encuentro en casa, con mi familia, dando gracias a Dios por tenerlos un año más, y aunque mi vida en estos momentos se está empezando a escribir en la Ciudad de México, sé que cuando todo esto termine, la voy a romper, como siempre lo he hecho, concientes de lo frágil que es la vida, de lo corto que es el tiempo y de lo maravilloso que son los días. Y aunque técnicamente no pase mi cumpleaños desde la oficina de mi trabajo, sí será trabajando en la modalidad a distancia. Uno de los tipos detrás de mi aventura por la Ciudad tiene nombre y apellido: Alejandro Bautista. Gracias hermano, sin ti no sabría qué hacer en tan enorme Ciudad. Pienso ahora que no cumplimos años, sino más bien que nos descubrimos, nos reinventamos y nos volvemos más sabios. Aunque a veces en mí no lo parezca. La verdad no me la creo que ya tendré 25, y que a partir de hoy mis pasos deben ser más concientes, más firmes, con mayor decisión y determinación. Pero de todo esto, hay algo que no haré de lado, y será el olvidar a aquel pequeño Oscar con sueños y metas, con la sonrisa de oreja a oreja y que de vez en cuando dejaré que me visite para hacerme ver de nuevo, lo bello que es la vida, porque cuando niño todo te hace feliz, todo. Siempre con la protección y guía del Oscar (hoy en día) de 25 años. Comprendo que de mi vida se irán muchas personas, algunas dolerán lo que resta de mi vida, otras algunos años, pero con la firme convicción de seguir siempre adelante. Recordar el siempre levantarse. Hay un ser que me dolerá mucho perderlo, porque estuvo prácticamente toda mi adolescencia, presente en momentos clave de vida, pero con la fe de que regresará a mí en diferente raza y tamaño, como la película de “La razón de estar contigo”: mi Bombón. Y aunque ahora no vivo con mi Coco, cuando la veo me siento muy feliz. Disfruto de su compañía, de mi abuela y de mi madre. Deseo que se queden en mi vida muchos años más, al menos hasta ver a mis hijos crecer. Mis tres amores. Los amo ¿Mi hermano? Un ejemplo de superación. El tipo que cuando nadie cree en él, él es el único que cree en sí mismo. Me ha dado lecciones de vida en muchos momentos, el tipo que me acompañará, Dios quiera, hasta mis últimos días. Te quiero cabrón. ¿Mis tíos? Unos tipos súper cabrones, ejemplos de vida. Lo que quieren lo trabajan y lo dan todo. Mis guías. Lo quiero un chingo. ¿Yo? Un tipo que escribe a las 2 de la mañana para recordar, años más tarde, lo que era. No sé qué será de mí en algunos años, pero la única certeza que tengo es que no perderé la fe en mi ni en Dios, y que todo estará bien. Que lucharé por lo que creo y quiero, y buscaré ser más conciente para apreciar lo que tengo ahora. El Oscar de la foto abraza al Oscar de 25 años con mucho amor y le dice: vamos Oscar, ayúdame a cumplir nuestros sueños. Así será pequeño, así será. Gracias por leer.
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41 / Alejandro Giraldo
Amor, tinta negra, mar y agua salada, así es el trabajo del ilustrador paisa Alejandro Giraldo. Conoce hoy en UnoWork las ideas que dan origen a su maravilloso trabajo.
AlejoGiraldo.com
Para comenzar, cuéntanos un poco sobre ti: Tengo 30 años, soy de Medellín y estudié diseño gráfico. Actualmente me dedico a ser ilustrador independiente y trabajo para diferentes marcas y agencias.
¿En qué momento te diste cuenta de que la ilustración era el camino que querías tomar? Desde que tengo memoria me ha gustado ilustrar, en el colegio no ponía atención y me dedicaba a dibujar a mis amigos. Luego decidí estudiar Diseño Gráfico, aunque mi primer trabajo fue como ilustrador de una marca infantil.
¿Cómo es tu método de trabajo? Recibo un brief de parte del cliente, empiezo a bocetar, luego de aprobado el boceto paso a finalizar en computador.
¿Cómo ha sido para ti la experiencia de vivir de tu trabajo como ilustrador? Es lo mejor que me ha pasado: trabajo desde mi casa, manejo mi propio tiempo y comparto mucho con mi familia. También es increíble cuando a personas de otro país les gusta tu trabajo y te invitan a trabajar con ellos.
Cuéntanos un poco sobre Velmost. Velmost empezó hace casi 5 años, es un proyecto paralelo donde exploro otro tipo de gráficas inspiradas en el mar. Me gusta decir que es mi alter-ego. La satisfacción más grande es ver en la calle a alguien que no conoces con una camiseta de la marca.
¿De qué forma conviven tus proyectos personales con el trabajo para clientes y proyectos comerciales? Los proyectos personales son mis favoritos, estos ocupan aproximadamente el 50% de mi tiempo y son los que más me llenan, aunque soy consciente de que los proyectos comerciales son los que me dan para vivir.
¿Cuál crees que es la cualidad más importante que debe cultivar alguien que se quiere dedicar a la ilustración? Hacer las cosas con amor, ser constante y perseverante.
¿Cuál es el ilustrador o artista que más admiras en este momento? Admiro mucho a Leo Espinosa, lo sigo desde la universidad y siempre ha sido un norte para mi. Lo más importante que he aprendido de él es que se puede vivir de ser ilustrador y se pueden tener clientes de cualquier parte del mundo. También admiro mucho a Manifiesto 79, Calidoso y a David Avend, ellos hacen parte de una nueva ola de diseñadores e ilustradores colombianos.
¿Cómo ves el campo de la ilustración en Colombia? Está creciendo, hay muchísimo talento y gracias a internet se está dando a conocer. Aparte, hay muchas escuelas y congresos de ilustración que ayudan a que la profesión crezca.
¿Si tuvieras que definir en una frase tu experiencia como ilustrador, ¿cuál sería?
Fight Your Fears.
¿En qué estás trabajando actualmente? Estoy pintando en Medellín unos murales para Selina, un nuevo hostal que se presenta como galería de arte, ¡el más grande de Latinoam��rica!
¿Hay algo de lo que sabes hoy que te hubiera gustado saber cuando empezaste tu carrera? Que no tenía que vincularme a una empresa y que podía trabajar por mi propia cuenta. También, cómo se hace una declaración de renta. ¡Eso lo deberían enseñar desde el colegio! Las dos cosas las aprendí echándome al agua y con ayuda de mi familia y amigos.
¿Cual es ese proyecto que aún no has podido hacer pero que sueñas con realizar algún día? Pintar un mural con aerosol, por el momento todos han sido con vinilos.
¿Cuáles son tus planes a futuro? Me gustaría hacer más proyectos en la calle y hacer de manera seriada un Vinyl Toy de uno de mis personajes. Hace un par de años logré hacer un prototipo con mis amigos de Tu Taller pero el alto costo de la producción impidió que saliera al mercado.
Sigue el trabajo de Alejandro Giraldo en: Facebook / Instagram / Twitter / Society6 / Behance
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La startup KidTech SuperAwesome ahora tiene un valor de $ 100 + millones y es rentable
Nueva Noticia publicada en https://noticiasq.com/la-startup-kidtech-superawesome-ahora-tiene-un-valor-de-100-millones-y-es-rentable/
La startup KidTech SuperAwesome ahora tiene un valor de $ 100 + millones y es rentable
Las empresas tecnológicas como Facebook y Google están luchando por comprender el hecho de que los niños se han unido a un sitio web creado originalmente para adultos y lo utilizan como adultos: apreciar y comentar, compartir, hacer clic en recomendaciones personalizadas y visualización de anuncios. Pero la tecnología detrás de las aplicaciones y los sitios creados para niños no puede funcionar de la misma manera que las grandes. Aquí es donde entra en juego SuperAwesome.
SuperAwesome, con menos de cinco años, aprovecha la creciente necesidad de tecnologías amigables para los niños, que incluyen publicidad segura para niños, herramientas para la participación social, autenticación y control parental. Entre sus clientes se encuentran algunos de los nombres más importantes en el mercado infantil, incluyendo Activision, Hasbro, Mattel, Cartoon Network, Spin Master, Nintendo, Bandai, WB, los creadores de Shopkins Moose Toys y cientos de otros, muchos de ellos no pueden nombrar razones legales.
Ahora, la empresa está obteniendo ganancias.
SuperAwesome dice que alcanzó la rentabilidad por primera vez en el cuarto trimestre de 2017 y alcanzó una tasa de ejecución de $ 28 millones, después de ver un año de crecimiento del 70% anual.
Este año, espera un crecimiento del 100 por ciento, con una tasa de ganancia de $ 50 millones.
Fuentes cercanas a la compañía hicieron su valoración disponible por $ 100 millones. [19659002] La empresa afirma que el cambio a lo digital está impulsando su crecimiento, ya que la televisión está disminuyendo del 10 al 20 por ciento en el año, mientras que los presupuestos digitales para niños están creciendo un 25 por ciento año tras año. año. Al mismo tiempo, las marcas y los propietarios de contenidos para niños se están dando cuenta de que la seguridad y la privacidad deben ser parte de sus experiencias en la web y en los dispositivos móviles.
SuperAwesome voló un poco por debajo del radar, y no es lo que llamarías un nombre familiar. Esto se debe a que su tecnología generalmente no está dirigida a los consumidores: es lo que está alimentando las aplicaciones y sitios web que usan los niños de hoy, ya sea un juego como el Barbie Fashion Closet de Mattel o Monster High, My Little Pony Friendship Club en Hasbro o un sitio web de Roald Dahl, autor de libros para niños.
La clave de todas estas experiencias es una plataforma tecnológica que permite a los desarrolladores crear aplicaciones y sitios que son adecuados para niños. Esto incluye productos como AwesomeAds, que asegura que los anuncios espaciales para niños no estén rastreando datos personales y que los anuncios son adecuados para niños; PopJam, una plataforma de interacción social para niños que permite a los desarrolladores crear experiencias donde los niños pueden disfrutar, comentar, compartir y remezclar contenido en línea; y Kids Web Services, herramientas que simplifican la creación de aplicaciones que requieren el consentimiento y la supervisión de los padres.
Estas herramientas son cada vez más importantes para una red que está despertando al hecho de que las compañías de tecnología más grandes no han tenido en cuenta cuántos niños usarían sus productos. YouTube, por ejemplo, se ha roto en los últimos meses para combatir las amenazas a los niños en su sitio para compartir videos, como contenido inapropiado dirigido a niños, videos de explotación, algoritmos de cálculo, memes peligrosos, discurso de odio y más .
Mientras tanto, los niños mienten sobre su edad, a veces con el permiso de sus padres, uniéndose a plataformas sociales que originalmente fueron construidas para la multitud de 13 personas, como Facebook, Instagram, Snapchat y Musical.ly.
"Es muy fácil salir y vencer a Facebook y Google por algunas de estas cosas, pero la realidad es que no existe un ecosistema para desarrolladores que crean contenido o crean servicios específicos para niños, por lo que comenzamos SuperAwesome", dice. Dylan Collins, CEO de SuperAwesome
Antes de SuperAwesome, Collins fundó la plataforma de juegos Jolt, adquirida por GameStop, y DemonWare, una compañía de videojuegos adquirida por Activision.
Otros ejecutivos de SuperAwesome tienen una trayectoria similar de éxito en términos de creación de empresas. El CEO Max Bleyleben fue COO en la agencia de marketing digital Beamly, adquirida por Coty, y socio del fondo europeo VC Kennet Partner. La directora ejecutiva Kate O & Loughlin fue anteriormente SVP Media en la empresa de alta tecnología Tapad, adquirida por Telenor. El Director de Estrategia Paul Nunn fue anteriormente el CEO del fabricante de aplicaciones para niños Outfit7, adquirido por China Luck Group.
Hoy, el personal de 120 personas de la compañía también incluye un equipo de moderadores de tiempo completo para revisar el contenido antes de que se haga público. La necesidad de hacer una revisión más práctica, en lugar de dejar todo al algoritmo, es algo que las grandes compañías acaban de despertar. Por ejemplo, YouTube dijo que expandía su equipo de moderación al norte de 10.000 personas a raíz de las muchas disputas del sitio.
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Capturas de pantalla 2018-02-16 17.57.47_PopJam [19659018] SuperAwesome es mucho más pequeño que eso, pero entendió la necesidad de verificar los contenidos de los niños con más manos, un enfoque por un tiempo.
"El contenido creado en la plataforma [SuperAwesome’s] pasa por dos niveles de moderación, pasa por la moderación del aprendizaje automático y luego pasa por nuestro equipo de moderadores humanos 24/7", explica Collins. "Con la audiencia infantil, no funciona automatizar por completo esto, tienes que tener participación humana".
Ahora hay decenas de millones de contenido que se ejecuta a través de la plataforma SuperAwesome cada dos semanas, para dar
Este espacio social en línea es algo en lo que las marcas infantiles quieren ingresar, pero en seguridad y de acuerdo con las leyes de EE. UU. y protección internacional de menores, como COPPA y GDPR-K en Europa.
Aunque el enfoque de SuperAwesome hace un par de años fue más que ayudar a los anunciantes y vendedores, hoy, dos tercios de los clientes publicitarios SuperAwesome han adoptado sus herramientas de participación social de PopJam. (Una demostración de esta tecnología también está presente en la aplicación para niños SuperAwesome con el mismo nombre.)
Ahora, SuperAwesome aprovecha su experiencia en el espacio infantil para ayudar a los usuarios de YouTube a cumplir con las normas más estricto de Google, para que puedan garantizar que las marcas sean "seguras para los niños". SuperAwesome ha implementado recientemente un estándar de certificación de contenido para personas influyentes menores de 13 años y mayores de 13 años que se dirigen a una audiencia muy joven con sus videos.
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Esto es algo que los clientes de la marca SuperAwesome han solicitado, ya que están gastando sus dólares publicitarios en YouTube, y a veces encuentran que sus mensajes coinciden con el contenido inapropiada. El problema del contenido tóxico en Facebook y Google podría tener un gran impacto en la industria de la publicidad si continúa sin control. Por ejemplo, uno de los mayores anunciantes en el mundo de Unilever este mes ha amenazado con publicar anuncios de Facebook y Google si no abordan la propaganda, el discurso de odio y el contenido inquietante para los niños.
La nueva certificación voluntaria de SuperAwesome para YouTubers tiene en cuenta el contenido que produce el canal, su comportamiento en la pantalla, sus prácticas de grabación y mucho más.
"YouTube no es una plataforma menor de 13, por lo que sus manos están un poco atadas en términos de algo así", dice Collins. La compañía anunció la certificación a principios de este mes y ya cuenta con 35 YouTubers a bordo, lo que representa 35 millones de suscriptores y entre 8 y 9 mil millones de impresiones mensuales. "Hay un verdadero impulso con esto", agrega.
SuperAwesome cree que ahora está listo para un rápido crecimiento a medida que más marcas y compañías comienzan a satisfacer las necesidades de mantener a los niños seguros en línea.
"Kidtech, como categoría, acaba de ser inventado en los últimos tres o cuatro años; nadie pensó que tendrían que desarrollar una tecnología específica para niños … este es un problema que estamos empezando a resolver", dice Collins.
SuperAwesome recaudó $ 28 millones hasta la fecha según Crunchbase, incluidos $ 21 millones en la serie B de Mayfair Equity Partners a mediados de 2017, que incluyó a Hoxton Ventures e Inspire Ventures. La compañía no tiene planes inmediatos para recaudar fondos nuevamente.
Imagen destacada: Heroes Images / Getty Images
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Dia 111, 13:00hs
Queres que te cuente mi noche de anoche? No podes contestarme, y este es mi Tumblr, así que voy a contártela de todas formas.
Después de que vos te fuiste, aproveche y ordene todo, lleve el plato de la comida, lave, tire la caja de la pizza, me lave los dientes, e hice todas las cosas que tenia que hacer. Eso no me llevo mucho tiempo, pero lo que si me llevo un poco mas de tiempo, fue decidir que hacer en ese momento; una parte quería intentar dormir, y la otra se había quedado con ganas de ver una película, de Pixar obviamente. Y mi idea era ver la que me habías dicho vos que habríamos visto si te hubiera dicho que elijas a vos cual ver. Y te pido perdón, pero Intensamente la vi dos veces, y Toy Story 2 le tengo mas aversión de la que me gustaría. Así que mande el sueño a la mierda, y me puse a ver tu película. Puse Brave, y me acosté en la cama, y de ahi la mire; solo, acostado, y con el gato durmiendo en los pies. No voy a decirte que llore, pero me pase TODA la película viéndote (Obvio, si sos vos...); y con el final, la verdad que si, se me llenaron los ojos de lagrimas. Y termino.
Era lo suficientemente tarde como para apagar la compu, e intentar dormir, y eso hice. Pude apagar la compu sin problema, pero obvio que no me pude dormir, y estuve un rato bastante largo dando vueltas. No podia dejar de pensar en absolutamente todo, en todo lo que pasó, en todo lo que habíamos hablado, en las cosas que nos dijimos. No pude evitar pensar en como hubiera sido ese momento con vos ahí, haber visto una película, y después habernos ido a la cama juntos, y cojer, como vos me dijiste que te hubiera gustado hacer... Y cuando me quise dar cuenta, tuve que darme vuelta y ponerme boca arriba. Si, cuando me quise dar cuenta, estaba encarpado. Así que mande todo a la mierda, e intente tocarme. Pero esta vez no agarre las fotos que me mandas para eso. Esta vez me puse a pensar en como seria si estuvieras ahí conmigo, me puse a pensar en hacerlo despacio como querías la ultima vez. En que sea así esta vez en que ambos estábamos completamente rotos, en lo dulce que habría sido ese momento juntos. Para sorpresa de ambos, me llevo menos tiempo del que creeríamos terminar. Y no voy a decir que explote, pero... Casi.(*)
Ya esta, después de una película, de una buena paja... Ahí si tendría que haberme dormido de una, no? No. Seguí exactamente igual que antes, dando vueltas sin poderme dormir, seguía pensando en un montón de cosas, muchas de las que hablamos hoy. Así que de ahí surgió mi próxima idea sobre como seguir pateando el dormirme de verdad... Agarre el celular, y me leí toda, TODA la conversación nuestra de hoy. Desde que llegamos de nuestro lindo desayuno, hasta que te fuiste a dormir, que yo me quede mal por no saber si decirte “Hasta mañana”, o si no. Tranquila que no se me volvió a parar pensando en vos cojiendo con mas gente... Esta vez releer toda la conversación me hizo terminar llorando, pero yo seguía leyendo. Hubo muchas cosas, cosas muy fuertes que nos hacen muy mal a vos y a mi. Cosas que quedaron sin cerrar, y que lamentablemente van a seguir sin cerrar, cosas que no tienen una solución fácil, ni rápida; o que aparentemente incluso no la tienen. Todo ese asunto me tiene muy mal, y obvio que a vos también. Hay, tanta mierda de por medio. Tantas cosas que me gustaría que cambien, que fueran distintas, que me gustaría decirte; pero te prometí mantener la Distancia todo lo que pueda, y mientras pueda evitar hacer cosas que la rompan, voy a hacerlo. Pero todavía me muero por ese abrazo, y esos besos que me quede con ganas de darte ayer...
No estaba roto, pero no podía dejar de llorar, tuve que limpiarme los ojos varias veces para poder seguir leyendo, porque sino no podía. En ese estado, no iba a poderme dormir, así que pensé que otra cosa podía hacer, aprovechando mi estado de semi rotura. Y me acorde tu posteo del Tumblr de ayer, que como nos pasamos todo el tiempo hablando, no pude leer en ningún momento. Sabia perfectamente lo que me esperaba, sabia que me iba a poner peor, sabia que iba a llorar. Iba a leer el dia que se fue todo a la mierda, iba a leer la ultima vez que hablamos antes de que toda a mierda esta aparezca realmente; nuestra ultima conversación de novios de verdad. Y si, fue tan malo como creía, llore todo lo que pensé que iba a llorar. Me hizo mierda leer como lo cague todo de nuevo, es uno de los momentos en los que menos trato de pensar, pero a su vez es el momento mas decisivo que hubo en todo este tiempo. Fue horrible. Pero tanto tiempo leyendo en la oscuridad, llorando, no vino solo. No pude terminar de leer el posteo, porque me quede dormido antes de llegarlo a terminar. En algún punto, no recuerdo ya cual, me dormí, con el celular en la mano, y con lagrimas en la cara todavía.
Me desperté a las 7:50 sin entender nada, no entendiendo que había pasado, con el celular sobre el colchón, y el gato todavía dormido en los pies. Me puse triste, me fije si había algo tuyo nuevo que tuviera que ver en algún lado, y me volví a dormir...
Esa fue mi noche, anoche.
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Animex 2016
[Publicación mudada del blogspot]
¡¡AL FIN ME PUEDO SENTAR DELANTE MI COMPUTADORA A ESCRIBIR UN POCO!! Estos últimos días han sido de correr de mi casa a la oficina, a tiendas, a centros de copiados, a mi cas de nuevo, dormir unas pocas horas y repetir. Y es que en Silma se nos ocurrió ir a una convención de anime, cómics y videojuegos y probar suerte... ¡Y nos fue mejor de lo que soñé en mis fantasías más locas! :'D Todo inició unos meses atrás, cuando comenzamos a apartar nuestro espacio en el artist alley de la convención: fui a buscar un cosmaker al que le tengo toda la confianza del universo, Meruto, y le pedí que me ayudara a realizar uno de mis sueños más locos. Dígase, usar el vestido de Mew Ichigo :) Mientras él se encargaba del cosplay, yo me ocupé de conseguir más calcamonías y memes y las demás tonterías que creí que serían necesarias para el evento. Y los días pasaron. Yolanda terminó ayudando a imprimir muchas de las calcas necesarias, ocurrió la Feria del Libro Independiente, y esas cosas. No estoy muy segura de cómo fue que seguí respirando y parpadeando al mismo tiempo, porque me ocupé en tantas cosas que dejé morir un poco mi vida social y siento que nomás no terminé de rendir en todo lo que tenía que hacer </3 ... Como sea, el día llegó y Yolanda y yo nos coordinamos para ir al sitio donde se haría la convención y montar. Aurora llegó poco después y ahí nos tenían a las tres, listas para comenzar a atender a toda la gente.
Pero ese (el viernes 15) fue un día muy tranquilo. Tuvimos oportunidad de conocer a nuestras vecinas y de entrar en contacto con los organizadores, quienes fueron muy amables y los voluntarios siempre estaban dándose vueltas por la mesas para ver si todo iba bien. A la hora de la salida (me tuve que retirar temprano), me tocó ver esto en el parque adyacente:
... Ok. Estoy segura que no necesito decirlo, pero lo haré: ESTABA TAN EMOCIONADA POR USAR MI NUEVO COSPLAY QUE NOMÁS NO PUDE DORMIR. El trabajo de Meruto se destaca por ser siempre funcional, cómodo y por demás bien elaborado. Este era el segundo traje que le cotizaba y la verdad es que lo amé desde el primer momento en que me lo pude probar.
No sé si lo sepan, lectores bellos, pero yo antes iba a las convenciones en cosplay. Y por antes me refiero a que mi hermano todavía era chaparrito y yo estaba en secundaria. Dejé de ir por diferentes motivos y ya ni mi hermano ni yo hacemos cosplay, pero volver a pisar el recinto de Cintermex con un disfraz animesco puesto fue rejuvenecedor. Yolanda pasó por mí en la mañana y llegamos las dos juntas, aunque Aurora ya nos esperaba en el stand. Aquello fue un viaje en el tiempo para mí, porque hacía DEMASIADOS años que no me sentía de esa forma y que no disfrutaba el frío del aire acondicionador de Cintermex enfundada en telas que usualmente no uso. Añadan a la experiencia el hecho de que la mayoría de los otakus con los que crecí mientras iba a convenciones ya tienen sus propios hijos y los disfrazan con las versiones más bonitas de las series de mi infancia, como esta Ash:
Entonces fue muy chistoso, porque aunque había mil cosplays que no pude reconocer, había muchas sailor scouts, ninjas de Naruto, superhéroes de la era de antes de las películas actuales y hasta me tocó ver a un Pedro Picapiedra. Aunque, la verdad, fotografié más niños con sus primeros cosplays el sábado, porque, no sé, me gusta ver lo entusiasmados que se ponen cuando les pides una foto :)
El sábado fue el día de más vendimia. Las calcamonías que Crankie hizo volaban e incluso los libros resultaron muy populares (algo que me impresionó un poco. Admito que no iba preparada para la cantidad de libros que se vendieron. No sé, no esperaba que en una convención de cómics la gente comprara literatura tal cual... No me malentiendan, por favor.) Conocí a mucha gente muy interesante ese día. Entre ellos, el chico que hace unos meses me robó el corazón con su cosplay del Príncipe Diamante :D Ahora iba en una versión huminizada de Artemis y fue tan lindo que hasta aceptó tomarse una foto conmigo.
Sí, estoy evitando las fotos de cuerpo completo porque se me rompieron las botas... Así como yo me divertí el sábado, espero haber divertido a la gente. Hubo un niño en cosplay de Sans (Undetale) que no paraba de regresar al stand a sacarnos plática, mostrarnos las cosas que se había comprado y presumir las fotos que había logrado con otros personajes. Quiero pensar que si volvía era porque de verdad lo hicimos sentir acogido y porque nuestra vibra le gustó. Como sea, el sábado fue brutal para mí: mis botas se rompieron, mis pies terminaron todos cansados y lastimados, Yoli y yo casi chocamos con un camión que se nos metió delante sin siquiera avisar y hablé tanto que mi garganta terminó adolorida. Cuando volví a mi casa caí rendida en la cama y, por alguna especie de milagro, pude despertar para ir el último día del evento. Debido a que Cintermex es un espacio muy grande, varias expos pueden darse el mismo día y la gente puede seguir transitando. Aquel fin de semana también estuvo Expo Quinceañera. No le había prestado la suficiente atención hasta que colocaron vestidos en el pasillo para que pudiera verse una probadita de lo que había dentro. Fue entonces que divisé esta hermosura.
Fue amor a primera vista y mi Daciel interno comenzó a gritar que quiere ver a Giselle luciendo semejante obra de arte ❤
El domingo ya no iba en cosplay, sino que en ropa de civil... Curiosamente, ahí sí que me dio frío. Andando en vestidito rosa ni cuenta me di que el clima adentro de la convención estaba helado, pero ya en ropa normal tuve miedo de enfermarme :s Como quiera disfruté y mucho :D Seguí viendo cosplayers increíbles y familias pasando el rato.
(Un tatuaje improvisado de Diómedes) Pero lo mejor iba a llegar minutos antes de que tuviera que retirarme... Para nadie es secreto a estas alturas que me encantan los animes de chicas mágicas y que me gusta mucha el ballet, aún y cuando jamás lo he practicado. Pues, bien, esos dos elementos se mezclan de la manera más perfecta en una de mis historias favoritas: Princess Tutu. La historia de Ahiru ha inspirado muchos de mis trabajos, sobre todo La doncella sin nombre. Así que es de entenderse que ME MORÍ DE LA EMOCIÓN cuando esta hermosa chica pasó delante del stand:
Ella y yo pasamos un buen rato hablando de un montón de cosas. De ballet, de nuestras historias personales, de chicas mágicas. Nos tomamos fotos y ELLA COMPRÓ UN TOY-BOX :'D
Siento que no he dormido ni la mitad de horas que el cuerpo humano requiere y que no estoy dando todos los detalles necesarios para que se entienda que me encantó acudir a la Animex, así que lo repito: me encantó ir a la Animex. Deseo de todo corazón que la experiencia se repita. Vendimos más libros de los que esperaba, superamos nuestras expectativas, conocimos muchas personas muy interesantes y nos pasamos el rato más agradable que pudimos haber deseado. Tenía tiempo que no disfrutaba un evento como este de esta manera. Ya hasta estoy fantaseando con los cosplays que quisiera hacer para la siguiente vez que Silma se presente en una convención de cómics. El evento ha ido creciendo con los años y cada vez hay más y más artistas. No me dio el tiempo suficiente para conocerlos a todos, pero sí tomé todas y cada una de las de tarjetas de presentación que pude. ¡Había tanto talento...! Espero pronto poderme sentar a visitar las páginas de cada uno y conocer sus portafolios. A ver qué colaboraciones surgen :) El resto del evento (es decir: las conferencias, talleres y firmas de autógrafos) también recibieron muy buenos comentarios. Con dolor de mi corazón admito que casi no pude ir a pasearme :( Como este era la primera convención que las chicas y yo estábamos de expositoras, no me atreví a separarme mucho ni de ellas ni del stand, aunque parece que bien pude haberlo hecho. Tal parece ser que unos de los actores de voz invitados trabajaron en Popolocrois y yo me los perdí :'D ...Ni modo. Próximamente tendré que irme preparando para la Feria Internacional del Libro de Monterrey y, aunque ya estoy cargada de ideas, sigo sin poder superar todo lo que ocurrió este fin de semana puede que nunca supere a la cosplayer de Princess Tutu. ¿Ustedes fueron? ¿Qué compraron? Yo compré muchas calcamonías cuando tuve oportunidad de separarme del stand. ¿Fueron con sus familias o con sus amigos? A Aurora y a mí nos hicieron llegar esta laptop requete adornada con nuestros personajes :)
No hay nada que me alegre más que saber que están disfrutando junto con nosotras nuestras aventuras. Lamento mucho si resulta evidente que mi cerebro no está pudiendo redactar como es debido, pero espero poderlo compensar después. Espero poder verlos después, queridos lectores :D Los dejo, porque me urge descansar un poco :P
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La voz del campo
LA VOZ DEL CAMPO
Rafael Volta
Ya iba tarde cuando a Vicente lo mordieron aquellos perros flacos en La Soledad. Primero se sintió estúpido y luego le entró el miedo de contagiarse de rabia. ¿A quién podría reclamarle? Si apenas los solitarios tenían tortillas y frijoles para comer. Aquí no hay doctor. Uno se cura como puede.
Siguió bajando por la colina. Quedaron de verse a la una, después de misa, para continuar con la clase de electrónica. Eran las dos y media cuando por fin llegó a la escuela. No lo esperó nadie. Ya no quiso ir a tocar casa por casa para decirles que ya estaba ahí, que si se tardó fue porque calculó mal los tiempos para caminar y que si había ido fue porque necesitaba bañarse, pues ya no soportaba la caspa. Hasta se vino en ayunas para tratar de llegar temprano. Mejor le hubieran dicho que no les interesaba y se hubiera venido hasta el lunes como sus compañeros, que tan campantes se regresaban cada fin de semana a su casa.
Sólo a él se le ocurrió comprometerse a dar la clase los domingos. Sheyla se iba desde el viernes al mediodía. Se subía a la troca de su novio, quien venía por ella y agarraban rumbo al bosque. Mafer se iba a Acámbaro para visitar a sus padres. Viajaba en la camioneta de su primo, Nicolás. Después de dejarla, tomaba el rumbo hacia Querétaro para seguir haciendo sus prácticas en la fábrica de cereales que le pagaba parte de la colegiatura del tec. Nico era afortunado. Le prometieron una plaza si tenía un desempeño más que sobresaliente.
A Vicente no le quedaba de otra mas que aburrirse ese último domingo, cenando agua natural y sandwiches de atún en lata. Con su walkman Sony, al que no le servía el cassette, sintonizaba en medio de ese bosque, estaciones lejanas que se oían como ruidos de fantasmas, como cascadas de ecos. No supo en qué momento se quedó dormido con los audífonos puestos.
El lunes a las nueve de la mañana vio de lejos la camioneta roja Nissan de Nicolás. Mafer iba de copiloto y Sheyla junto a la ventana. Mientras avanzaban dejaban una huella de lodo. La tierra húmeda salpicaba el camino al escurrir desde las llantas. Los tres llegaron limpios y bañados con la cara fresca y una sonrisa honesta. Era su última semana de servicio social en La Soledad.
—¿Cómo te fue? —le dijeron casi en coro.
—Muy bien, les enseñé un poco de teoría y hoy pienso terminar para ya pasar a la práctica. Mañana quiero construir con ellas un circuito sencillo —les mintió mientras untaba su pan tostado con mermelada de fresa y esperaba a que el agua para café hirviera en el pocillo.
—Qué padre, seguro les servirá para su futuro —dijo Mafer, quien desempacaba la ropa de su mochila y revisaba si dentro de la casa de campaña, que habían montado dentro del albergue, estaban todas las cosas tal y como las había dejado.
—En el camino de regreso nos pusimos de acuerdo y decidimos terminar el reporte esta semana —dijo Nicolás—. El próximo semestre nada más llevaré Valores II. Es mi última materia. Quisiera enfocarme nada más en la prácticas de la fábrica.
—Es lo mejor —agregó Sheyla—, yo si voy a llevar la carga completa y me será super complicado reunirnos en el semestre para escribir el reporte. Además nos pidieron chorromil páginas.
—Treinta, con todo y fotos —precisó Mafer—, mientras se recogía los chinos con una liga para no andar con el pelo alborotado.
—Me parece bien, como ustedes quieran —dijo Vicente sin entusiasmo—. Pero no tenemos una computadora.
—Yo me traje mi laptop nueva —contestó Nicolás. Él era el chico listo, el hombre de la misión, en quien Mafer y Sheyla verdaderamente confiaban.
Vicente pensó en contarles que lo habían mordido los perros; que aún le dolía el tobillo izquierdo; que no se había puesto ni siquiera alcohol para limpiar la herida. Trató de tranquilizarse, para no tener un episodio hipocondríaco como el que tuvo hace un año cuando su madre estaba internada y creyó que él también tenía tumores porque se sentía cansado. La mordida le había roto el pantalón pero no el calcetín. La piel estaba roja y apenas inflamada. Era un rasguño.
Además de presumirles su laptop del año, Nicolás sacó de su mochila una cámara profesional analógica. Les dijo que se la habían prestado en el laboratorio de calidad, al enterarse de su labor altruista en el servicio social. Por si fuera poco, el gerente de recursos humanos hizo trámites para donarle cien cajas de cereal de todas las marcas.
—Me dedicaré a tomar fotos para documentar, muy bien, todo lo que estamos haciendo. No te preocupes, Vicente. Si no acabamos, y como no tienes laptop, haz el reporte a mano con letra bonita. Yo lo paso a limpio y listo.
Vicente se sintió menos que sus compañeros. Él no había conseguido nada de donaciones. Sólo había traído un balón, azul con dorado, que compró en oferta para que los niños jugaran fútbol. Sacrificaba sus domingos para dar un taller de electrónica al que casi nadie iba. Terminó de beber su café. Se le había pasado la mano y le supo cargado. No era buena idea empezar el día con la pesadez del desayuno y la de sus compañeros. Prefería estar solo que mal acompañado. A menudo se sentía incómodo con las personas. Desde un principio, Nico y las muchachas no lo dejaron dormir en la casa de campaña. Le dijeron que nada más cabían tres.
Fue a su salón para limpiar la mesa y las bancas de ese polvo de campo que ensucia de gris oscuro cada rincón de los espacios abiertos y cerrados. Ese lodo fino en las suelas de los zapatos, en la ropa y en sus manos, penetraba también en su pensamientos de solitario.
Las clases iniciaban a las diez de la mañana. Vicente enseñaba a puras muchachas. Los chavos no iban a clases porque se iban con su papá a trabajar la milpa o a hacer mandados. Sheyla y Mafer se habían dedicado, en las tres semanas previas, a dar un taller de sexualidad. Desde el primer día llevaron pepinos y repartieron cien condones entre las señoras. Sheyla apartó diez en su mochila sin que nadie se diera cuenta. Por su parte, Nicolás prefirió no complicarse la vida y leía cuentos infantiles por una hora. Luego les contaba películas a sus alumnos para despertar su imaginación: El Rey León, La Sirenita y Toy Story. Películas para niños que nunca habían ido al cine. Nicolás quería fomentar, en ellos, las ganas de que se superaran y juntaran el dinero para comprar una entrada al cine con combo de palomitas y refresco incluidos. El semestre pasado participó en un grupo estudiantil que se dedicaba a colectar fondos en los pasillos de la escuela para invitarles un boleto a los huérfanos de una casa hogar o a niños de otras comunidades que nunca en su vida habían entrado a una sala. En La Soledad era imposible llevarlos. Bien pudo conseguir un proyector y videocasetera, pero ya con la cámara y las cajas de cereal sentía que había hecho más que suficiente.
Vicente tomó el gis y trazó complicados esquemas sobre la rectificación de la energía eléctrica y de los circuitos con diodos y capacitores que eran necesarios para transformarla en una señal continua y de corriente directa. Con ondas de esa naturaleza se podían diseñar las fuentes de poder de las computadoras, radios y televisiones.
«Esa es la diferencia entre electrónica y electricidad. La electricidad estudia a las señales, su potencia; la electrónica las procesa, las transforma y las usa para transmitir información». Les decía mientras miraba con orgullo sus bloques en el pizarrón. Ni sus profesores lo habían explicado tan claro como él se los acababa de decir. Volteó para ver si había manos levantadas. Se dio cuenta al ver los rostros de las muchachas que no entendieron absolutamente nada. Les pregunto si tenían dudas y solamente vio miradas agachadas hacia el piso inerte y cuadriculado. Ellas trataron de anotar en su cuaderno ese lenguaje desconocido. Sus trazos eran torpes como los dibujos de un niño de preescolar. Vicente pensaba que si las muchachas entendían esos conceptos quizá podrían competir por un trabajo en una maquiladora o en la empresa aeronáutica que se iba a instalar el año que entra en el municipio. Con un trabajo así, podrían salir para siempre de La Soledad. Con ello ampliarían sus horizontes y no repetirían el ciclo de sus madres, quienes todavía le estaban dando pecho a su bebé y ya estaban otra vez embarazadas.
Volvió a repetir cómo transformar una señal senoidal en una señal continua, como si al repetirlo en medio de aquel salón con olor a tierra y leña quemada, las muchachas le pudieran entender mejor y entonces podrían convertirse en alguien exitoso como él: un chico tec que había conseguido su beca, gracias a su promedio. Si las muchachas tan solo tuvieran una actitud más abierta, menos dócil y sumisa. Si participaran más, levantando la mano o que le dijeran, “no entiendo profesor, discúlpeme, ¿me lo puede volver a explicar, por favor?”. Pero sólo veía caras apagadas que desviaban la mirada hacia la ventana como si el paisaje pudiera enseñarles algo. Vicente entonces se dio cuenta de su fracaso como profesor y quizá como estudiante. Él no era como Nicolás o sus otras compañeras quienes ya trabajaban medio tiempo, tenían dinero en los bolsillos o la vida planeada al graduarse. Se sintió más ignorante que sus alumnas. La escuela le enseñó que realmente no sabía nada, quizá sólo la ley de Ohm: «voltaje es igual a corriente por la resistencia». Como nadie tenía dudas, despidió a las muchachas. «Es todo por hoy».
Cuando salió la última de sus alumnas, entró una viejecita con un rebozo negro y pelo blanco recogido en trenzas. Llevaba entre sus manos un radio amarillo de segunda mano. Lo había comprado en el tianguis por cincuenta pesos.
Se lo probaron, pero a los tres días dejó de funcionar. La viejecita escuchó rumores de que habían llegado unos estudiantes del tec que daban clases de muchas cosas pues eran personas muy inteligentes y preparadas. Quizá podrían repararle su radio. Le enseñó el aparato a Vicente. Puso una cara de experto con el ceño fruncido. Casi no parpadeaba. En realidad no tenía ni idea de cómo reparar aquellas cosas. Tomó un desarmador de relojero y quitó la tapa. Lo prendió y no sonaba nada. Midió el voltaje de las pilas y sí estaban cargadas. Echó un vistazo de más cerca y se dio cuenta de que el cable que va hacia la bocina no estaba bien soldado. La típica soldadura fría que se da en las manos inexpertas, cuando la gota parece unir las dos partes pero no hay contacto eléctrico. Vicente tomó su cautín con un poco de pasta. Esperó un minuto a que se evaporara y con la punta de metal caliente derritió la gota para que se hundiera el cable y se fijase eternamente a la bocina. Le sopló un poco, para ahuyentar los vapores. La viejecita creyó que era un mago, capaz de curar objetos enfermos. El radio era su única forma de distraerse. Vicente pensó en regalarle el suyo, si no podía repararlo. Al fin que pronto tendría trabajo y dinero para comprarse uno de última generación. Ya faltaban pocos días para que se fuera de ahí. Hallaría la forma de no aburrirse por las noches en vez de sintonizar estaciones rebotadas entre las colinas.
Encendió el radio y el ruido de palabras lejanas a veces se volvía nítido. Entre la interferencia pareció escuchar una voz, un tono conocido. Ajustó suavemente la perilla para ver si podía escuchar más palabras de ella. De pronto una estación de música regional sonó a todo volumen: una canción de mariachi con trompetas y violines tristes. Javier Solís cantaba “yo no sé que será de mi suerte, que de mí no se acuerda mi dios”.
Apagó el radio. “En mi casa se escucha requetebien”, dijo la viejecita quién miró agradecida a Vicente. Le quiso pagar con uno de a veinte que sacó entre su rebozo. Vicente no se los aceptó. «Al contrario, para eso estamos», le contestó. Sintió que era la única cosa que había hecho bien en todos esos días y que ahora sí había valido la pena pasar las semanas ahí, intentando servir de algo. Cerró con calma el aparato, apretando muy bien los tornillos y se lo dio. «Cuídelo mucho, con que no lo moje, ni lo deje caer, todo estará bien, no le volverá a fallar».
Regresó al albergue donde Nicolás, Mafer y Sheyla ya lo esperaban en la puerta. Le avisaron que tenían una invitación para comer. La de señora Licha quien vivía sola con sus dos hijos pequeños. Su esposo se fue a probar suerte de mojado hace un mes. Le dejó un huacal de dinero para irla pasando en lo que se asentaba por allá.
Iría a California después de que no lo habían elegido como líder en La Soledad. La gente votó por otro. A los líderes de las comunidades, dependiendo del presidente municipal en turno, se les daba una ayuda económica mensual, en efectivo o en despensa. Licha y su familia se aislaron de los demás y ya casi no salían.
En el camino hacia la casa de la señora Licha, acordaron comerse todo, todo lo que les ofrecieran, hasta dejar el plato limpio. Cuando entraron, ya había montado la mesa con seis platos (dos para sus hijos y cuatro para ellos). Las sillas eran botes de pintura vacíos, de los grandes, de veinte litros. El piso era de tepetate pero bien aplanado. Los niños estaban ansiosos, ya tenían mucha hambre. Por lo general comían a las dos y ya eran casi las cuatro. Licha tomó una cuchara de madera y sacó de la olla de barro una sopa de habas que fue sirviendo en cada plato hasta llenarlo. El olor se confundió con las tortillas recién hechas. Había dos tortilleros hasta el tope y al abrirlos despedían un vapor de maíz puro.
—¿No va a comer con nosotros? —dijo Mafer.
—Ya comí. Cómanle con confianza. Todo está rico.
—Están buenísimas las habas, tiene usted muy buen sazón, señora Licha —dijo Nicolás.
—No sea mala, debería enseñarnos a cocinar —le rogó Sheyla.
—A mí me encantaría aprender cómo hace las tortillas a mano —la halagó Mafer.
Vicente apenas probó dos cucharadas. La sopa había sido recalentada durante tres días. Licha tenía que hacer rendir el dinero que le dejó su esposo y del cual aún no tenía noticias. Las habas eran espesas y amarillentas. Su consistencia le dio asco a Vicente. A pesar de que sus compañeros le acababan de decir a la señora Licha que todo estaba muy rico, apenas habían probado la sopa. No llevaban ni la cuarta parte y mejor se pusieron a comer tortillas con sal y tragos de agua natural. Les supo muy fresca con ese olor y sabor que solamente dan los vasos de barro. La señora Licha les preguntó si querían más. “Ándenles, con confianza”. Vicente le dijo que estaban muy llenos, «es que almorzamos tarde, qué lástima que todo esté en verdad tan delicioso». Siguieron masticando cualquier pretexto y a los cinco minutos, Sheyla les recordó a sus compañeros que ya era hora de regresar otra vez al albergue pues había que seguir escribiendo el reporte, preparar las piñatas y los aguinaldos con dulces porque el viernes
sería su último día en La Soledad.
Habían invitado a todos casa por casa, diciéndoles que les convenía ir porque habría muchos regalos sorpresa. Se despidieron de Licha tomando sus dos manos y agradeciendo su generosidad inclinando un poco la cabeza frente a ella.
Doña Licha se sentó a la mesa y vio comer a sus hijos. Los platos casi llenos de habas los volvió a echar en la olla. Ya los recalentaría otra vez mañana.
—Estaban bien pinches saladas— fue lo primero que dijo Vicente cuando llegaron a su albergue. Pensó en que todos estarían de acuerdo con él. Su comentario no cayó en gracia y mejor le dijeron que los ayudara a rellenar las bolsas con dulces, mientras ellos redactaban el reporte. A Vicente le parecía ridículo organizar una fiesta tipo posada con piñatas y aguinaldos en pleno verano.
Ya casi era medianoche cuando terminaron veinticinco cuartillas de su reporte. Se sintieron felices. Las otras cinco las rellenarían con muchas fotos. Vicente también había terminado de decorar las piñatas con personajes de superhéroes: Batman, Superman, El Hombre Araña. No se sintió plenamente feliz, pero sí satisfecho. Si de algo estaban seguros es que ninguno de ellos estaría la próxima semana en La Soledad y lo más probable es que ya nunca regresarían ¿Para qué? Sheyla veía como un mero trámite completar las 480 horas de servicio social en tan solo veinte días. Así ya podría cumplirle a sus padres con un título. Y después haría lo que se le diera su gana, como casarse. A su vez, Mafer deseaba tomarse unos meses sabáticos y cuando fuera tiempo de regresar, ya conseguiría alguna gerencia. Nicolás, por su parte, quería conseguir la plaza en la fábrica de cereales como parte del equipo de marketing. Sabía que las actividades extra-escolares contaban mucho para elegir al mejor candidato entre todos los becarios. Querían darle fin a ese ciclo lo más pronto posible. Se quedaron platicando hasta quien sabe a qué horas de la madrugada, mientras Vicente seguía buscando en las señales electromagnéticas ese tono de voz, esas palabras que extrañaba.
—A la mierda el tec —susurró Sheyla.
—Sí, a la mierda —contestó Mafer.
—Cuando me gradué la primero que voy a hacer es irme dos meses a Europa.
—Suertuda. Yo también quiero irme de viaje con mi novio. Presiento que ya me va a dar el anillo.
—Yo sí voy a extrañar al tec.
—Nico…no pinches mames —las dos se carcajearon de él.
Vicente se ajustó sus audífonos para ignorarlos. Deslizó suavemente el potenciómetro para captar alguna estación. En la clase de satélites le enseñaron que las ondas de radio durante la noche rebotaban mejor en la atmósfera y eso les permitía viajar distancias más grandes. Aún así la recepción era muy mala. Quizá era porque el pueblo se hallaba entre dos colinas. En sus oídos solo se percibía caos, ruido blanco, ruido triste, sswhizz, ssscccch, ssssh, iuuuooooh, ruido de relámpagos que quemaban árboles allá lejos en la oscuridad, trrroooaam. Recordó que su madre también prendía el radio por las tardes y así se les hacía de noche. Tenía la esperanza de estar los dos sincronizándose al mismo tiempo para no extrañarse, para estar más cerca. Había leído que la NASA utiliza radiotelescopios para buscar vida en otros planetas. Quizá él, con sus audífonos de diadema, podría en el momento menos esperado escuchar esa voz.
No tenía planes de nada en el futuro. ¿Para qué? Si no tenía a quién presumirle que ya iba a terminar la universidad o a quién comprarle un regalo con su primer sueldo. Quería trabajar porque ya estaba harto de usar el mismo pantalón de mezclilla roto en la entrepierna por tantas lavadas. Ya le daba pena usar sus camisas de algodón con agujeros en las axilas.Tenía la misma mochila desde primer semestre. Su papá apenas podía con la colegiatura. A él no le dijo nada, cuando el tec sugirió, casi obligatoriamente, a todos sus alumnos que se compraran una laptop, para que la escuela elevara su puntuación y llegara a ser la mejor universidad de México. Cualquier trabajo que consiguiera era bueno para sus circunstancias. Además tenía que pagar la beca-crédito. Sus aspiraciones eran más modestas. Un trabajo de ingeniero en donde sea. No tenía ingresos como los de Nicolás, ni planes de viajes a Europa como Mafer, ni una pareja como Sheyla.
Vicente se quedó otra vez dormido con los audífonos puestos, por lo menos así no lo molestarían el zumbido de los mosquitos, las ambiciones de sus compañeros, ni el canto de los grillos.
Al otro día, desde temprano, comenzó a llover y la colina se veía a lo lejos llena de neblina. Alrededor de la escuela se formaron charcos en los huecos de la tierra. Vicente salió a orinar y vio, muy quietecito, junto a un charco, a un niño en cuclillas. Atrapaba con su índice y pulgar unas larvas de rana.
—No te las comas, te van a hacer daño —dijo Vicente.
El niño sonrió apenado.
—Me gusta venir aquí cada que llueve. Me gustan mucho los animalitos.
—¿Qué quieres ser de grande?
—Quiero tener unos toros como mi papá.
—¿Y para qué quieres unos toros?
—Para tener una milpa, darles de chicotazos, sembrar maíz y tener mucho qué comer.
—¿No quisieras ser otra cosa? ¿Un ingeniero, un licenciado, un arquitecto o un mecánico?
—A mí me gustan los toros. Quiero tener unos toros como mi papá.
Dejó al niño comiéndose las larvas de rana y le aconsejó que ya se fuera a su casa porque le iban a crecer en la panza y se podía enfermar. El frío le caló en los huesos y se metió a preparar café.
Toda la semana amaneció lloviendo en las mañanas. Las gotas eras gruesas y se estrellaban pesadas en la tierra. Cada noche, Vicente se quedaba dormido recorriendo finamente los cuadrantes de AM y FM para volver a encontrar y escuchar más claramente esas palabras que aparecieron en el aire y que venían desde muy lejos cuando reparó el radio de la viejecita.
El sábado por fin tenían todo listo para cerrar su servicio social con la fiesta. Desde temprano, Sheyla y Mafer se pusieron a rellenar las piñatas con naranjas, cañas, dulces de tamarindo, paletas y chicles. La felicidad cabía en un hueco de papel periódico y engrudo.
Los niños vinieron con su uniforme de los lunes, bien peinaditos. Las señoras sacaron su mejor vestido, estaban contentas cuando vieron la mesa llena de despensas y cereales. Sus esposos se pasaban una botella de mezcal en una bolsa de papel.
La señora Licha llegó a la fiesta con una falda roja y una blusa blanca recién planchada.
Levantó a sus niños desde muy temprano y los bañó en el patio de su casa, entre las gallinas, a cubetazos a pesar de que amaneció con niebla y frío. Los vistió como vaqueritos, con botas, cinturón y un sombrero de paja. Licha tomó al más pequeño entre sus brazos y caminó hacia donde estaba Nicolás que no se despegaba de la lente. Tomaba fotos tratando de captar la sonrisa cuando las señoras recibían su caja de cereal, para demostrar que su servicio social había sido un éxito.
—Joven…joven —le dijo con una voz bajita mientras lo jalaba de la manga—, ¿le toma una foto a mi niño?
Nicolás la volteó a ver molesto. Estaba a punto de encontrar la toma perfecta en una de los niñas mientras destapaba su paleta y la saboreaba con todos los dientes. Revisó el contador de las fotos y vio que aún le quedaban diez.
—No puedo. Nada más me queda una y es para la foto final de todos juntos en el asta bandera.
Licha no dijo nada y tomó a su otro hijo de la mano y con pasos tímidos abandonó la cancha de basquet rumbo a su casa. Nadie le dijo que se quedara, ni que se llevara su despensa. Sus hijos comenzaron a llorar. Querían más dulces y jugar con los demás niños a los que casi no les hablaban. Su mamá les dijo que sus papás habían sido groseros con su marido.
En la cancha, después de romper las piñatas, los niños quisieron jugar una cascarita de alumnos contra profes. Nico no quiso entrarle. Prefirió seguir tomando fotos. Vicente escogió al más alto de los chavitos. «Ustedes cinco contra nosotros dos. El equipo que primero meta cinco goles, gana el balón. ¿Se arma?». “Se arma, profe”.
Al primer bote, el equipo de los niños de La Soledad disparó a la portería limitada por dos piedras y ¡gol! Vaya. Vicente se asombró de lo buenos que eran. No se iba a dejar ganar. En menos de diez minutos los aventajaban por 4-1. A Vicente se le movían las lonjas como un hula-hula alrededor de la cintura. Sus axilas se empaparon y comenzó a respirar por la boca. Le salió su mentalidad de chico tec y aquella cascarita pasó a ser competitiva en vez de divertida. Aprovechó su mayor corpulencia y con pura brusquedad, sin llegar al juego sucio, logró empatar el marcador a un 4-4.
Mientras jugaban, Nicolás les tomaba fotos como testimonios del trabajo en equipo y el fomento al deporte desde temprana edad. Les pasaba el balón cuando se salía de la cancha. Los niños lo limpiaban con su playera cuando se ensuciaba de lodo.
Pasaron otros cinco minutos y el marcador seguía empatado. Los niños querían ganar aquel balón. Vicente empezó a agandallar los rebotes y a juzgar a su favor los saques de meta. Metía fuerte la pierna entre aquellos cuerpos flacos, chaparros y desnutridos. El porterito de La Soledad no tuvo las fuerzas para evitar que Vicente, de un trallazo, le doblara las manos y anotara el 5-4. «¡Gol, gol, golazo!» Celebró Vicente con sus manos en alto. Pateó el balón hacia el cielo para demostrarles cómo es que luce alguien que triunfa y piensa en algo más grande que tener toros para la milpa, alguien que sí tiene para comer cosas decentes y no renacuajos para matar el hambre. Cómo se ve alguien que tiene un walkman Sony con pilas nuevas en vez de radios de segunda mano.
Los chicos se fueron a casa tristes sin decir nada a pesar de que Vicente les regaló el balón y de que cada uno llevaba un aguinaldo con galletas de animalitos y dulces de los más baratos. Cenarían el cereal que tiene ilustrado en la caja a un tigre y a un elefante sonrientes, fuertes, sanos.
Cuando todos se fueron, a los cuatro les dio flojera barrer y meter la basura en bolsas negras. Decidieron dar un último paseo antes de que anocheciera. Bajaron por un sendero lleno de lodo reseco hacia las últimas casas de la comunidad. Sheyla y Mafer se adelantaron y en un momento se abrazaron satisfechas. Nicolás llevaba colgada su cámara y sacó otro rollo para capturar las nubes frías y rosadas del atardecer, los troncos quemados por relámpagos y la tierra húmeda y llena de charcos de La Soledad. Vicente sintió que sólo lo hacía para presumir las imágenes en su trabajo y que todos lo felicitaran.
—¿Por qué no la tomaste? —le dijo a Nicolás.
—Tomar qué.
—La foto al hijo de la señora Licha.
Nicolás encogió los hombros sin dejar de mirar por el obturador, sin voltear a verlo. Ya ni se acordaba. Eso ahora no le preocupaba, ni le iba a importar nunca.
—A mí me gusta que pidan los cosas por favor. Casi me ordenó que la sacara. Además revelar las fotos me sale muy caro.
Al acercarse a una de las casas, un perro pinto y con las costillas pegadas al espinazo, comenzó a ladrarles. Corrió hacia donde estaban las muchachas. Mafer se separó de Sheyla. Las dos llevaban unos shorts de mezclilla que mostraban sus piernas de gallina. Vicente agarró, sin dudarlo, un pedazo de lodo seco, pensando que era una piedra y la lanzó. En el aire, la tierra se fue desmenuzando en una parábola cerca del suelo y se estrelló entre los ojos del perro. Se escuchó un chillido. El flaco se regresó con la cola entre las patas y se metió a la puerta de la casa.
A los cuatro les entró el miedo. No vaya a ser que les salieran más perros bravos. Regresaron al albergue por otro sendero menos seco. Sus tenis se ensuciaron y se hicieron pesados con la suela del lodo que se les pegaba. Nunca habían pasado por ahí. Desde una barda, tres adolescentes con la piel morena, pelados a rapa y con los ojos enrojecidos les gritaban “fresas… tú… mamasita… guerita… voltea”.
Aceleraron el paso para que no los alcanzaran las piedras que les aventaban.
Al otro día, Nico y las muchachas se levantaron a las cinco de la mañana, pues querían llegar a desayunar con sus familias. No había lugar para los cuatro y le dijeron a Vicente que se fuera acostado en la caja de la camioneta. Todavía no salía el sol cuando ya todos estaban arriba.
—Prefiero quedarme. Yo me regreso después.
—¿Estás seguro? —dijo Nicolás.
—Sí… seguro.
La camioneta prendió las luces y arrancó dejando huellas profundas en la tierra.
Hasta que duró la luz del día, Vicente armó y desarmó su walkman Sony. Lo examinaba microscópicamente. Por dentro estaba bien soldado, pero por si acaso calentó, una vez mas, el cautín para asegurarse de que cada componente tuviera un buen contacto eléctrico. Prendió el radio y se quedó buscando, toda la noche, la voz que encontró en el campo.
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