#me paso más tardecita
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10 cosas randoms y aleatorias sobre mi (parte III)
1.No puedo dormir sin medias, me da grima el contacto de la piel de los pies entre sí y más si está reseca.
2. Early bird, me acostumbré a levantarme temprano, las mañanas son mi terreno ganado.
3. Retomé acrobacia aérea después de que pasaron 12 años sin haberlo hecho; hay algo de estar colgada en el aire que me gusta, la altura me da cosquillas en la panza.
4. Perseguí a un chico que siempre me cruzo en el centro y ahora sé dónde trabaja, para mi fue un juego inocente, mis amigas piensan que fui media psycho, prefiero creer en lo primero.
5. Una de las mejores sensaciones del mundo, que pude y puedo experimentar, es andar en bici por mi barrio en una tardecita de verano; la temperatura baja y alivia, vecinos que riegan, olor a tierra mojada, plazas y niñxs jugando, árboles, mi piel al descubierto y la brisa que refresca.
6. Voy a confesar algo que no sé si debería, por favor, no pienses mal de mí, o si, como prefieras…ahí voy: no estoy muy segura de que me gusten los perros. Antes de que creas que no soy una persona de fiar quiero justificarme; me crié con perros en casa y suelo dar paseos con mis amigas y sus canes, lo disfruto. Pero no puedo lidiar con su lado B, me ladran cuando voy en bici y me da miedo, sobre todo que me muerdan las piernas o la cara, siempre te saltan y huelen cuando llegas a un lugar de forma invasiva, hay algo del espacio personal que no respetan (claro que no todos), conclusión: me siento demasiado felina para lidiar con esa energía.
7. A veces sueño con ser actriz de cine.
8. Muchas veces saco libros de la biblio pero casi nunca los leo, los saco a pasear en la mochi o descansan en la mesa de luz.
9. En una valija guardo varios cuadernos escritos desde la adolescencia, intenté leerlos con el paso de los años para pasar en limpio lo interesante pero me dieron ganas de vomitar.
10. Me encantan las conversaciones donde no hay un hilo de coherencia exacta sino que podés ir saltando de tema en tema sin llegar a ninguna conclusión, me resulta divertido, liberador, algo parecido a hacer zapping.
// La foto data de un verano aventurándome sola por las calles de Florencia, Italia, post pandemia (2021).
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JUNTA DE DIBUJANTES!!!
Organizado por @abbychuelas y su servidora~
Hace rato teníamos ganas de hacer una juntadita bonita y bien organizada ✨ en este caso elegimos el parque Avellaneda, un muy bonito lugar para pasarlo bonito! 💕 En este caso les diré que con "bien organizada" me refiero a seguir el paso de hacer grupos, contestar preguntas, etc, así que si tienen preguntas no duden en hacérmelas!
Segundo! Elegimos ese horario para que las personas puedan salir o más temprano o más tardecita, yo sé que la hora de la siesta no es un lindo momento para salir así que saldríamos más tempranito!
Tercero! Es un lugar donde siempre hay gente, así que no teman a sus alrededores, si tienen miedo en perderse, les daré mi número en privado y en el momento en el que estemos allí, me llaman!
Cuarto! Lleven su cuaderno y útiles! Cositas para compartir! Y sus ganas de pasarla bien! Su felicidad y seguridad es lo primero y eso me importa! Sin más que decir besitos!!! 💕💕
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En Línea, parte 12: Pasión
Parte 1, Parte 2, Parte 3, Parte 4, Parte 5, Parte 6, Parte 7, Parte 8, Parte 9, Parte 10, Parte 11
—¿Como has estado, hijo? —le preguntó con interés su padre.
—Bien —respondió escuetamente Jaime.
Estaban ambos sentados a la mesa del comedor, junto a los hermanos menores de Jaime, mientras la madre volvía de la cocina con la panera llena de pan recién calentado. Hacía casi dos meses que Jaime no veía a su padre, que tenía turnos de trabajo en el norte prácticamente incompatibles con la vida familiar, así que apenas pudo pedir unos días se arrancó a ver a su familia.
—Hoy se fue a matricular —anunció con orgullo la madre, sentándose al lado de su marido en la mesa.
—¿Ah si? —preguntó levantando las cejas—, ¿ya estás listo para ser traductor?
—Sí —respondió con orgullo Jaime—. Empiezo en marzo.
—¿Y con quien fuiste? —quiso saber—, ¿invitaste a la famosa Katia?
Jaime se puso un poco nervioso con la pregunta, aunque no quiso demostrarlo.
—No, nada que ver —respondió finalmente, intentando mantener la calma—. Fui con el Rorro —dijo sin mirarlo a los ojos.
—¿Y cómo está Rodrigo?, ¿sigue tan conversador como siempre? —el padre de Jaime recordaba con nostalgia la época en que lo citaron a la escuela innumerables veces porque su hijo hablaba mucho en clases con su amigo.
—Igual que siempre —se rió Jaime.
El padre de Jaime se puso a contarles sobre su trabajo en el norte, que la construcción de las nuevas instalaciones y laboratorios de la empresa en la que trabajaba, en pleno desierto, estaba siendo más demandante de lo que habían presupuestado.
Poco a poco Jaime dejó de prestar atención a lo que hablaba su padre, y su mente lo llevó a recordar el día que había pasado junto a Daniel en La Serena.
—¿Qué te parece? —preguntó su padre, trayéndolo de vuelta al mundo real.
—¿Qué cosa? —quiso saber Jaime, confundido.
—¿Qué te parece si mañana vamos todos juntos a la playa, en familia? —dijo entusiasmado su padre.
Jaime tuvo un conflicto interno, pensando en que quería pasar el día siguiente junto a Daniel, pero sabía que su padre no estaría presente por muchos días más.
—No insistas —intervino la madre—, ya te dije que no puedo pedir permiso mañana en el trabajo. Tendrían que ir ustedes cuatro nomas.
—Pero podemos ir en la tardecita mejor —propuso nuevamente el hombre—, cuando salgas del trabajo nos vamos.
—¿Y si vamos el sábado mejor? —ofreció Jaime—. Así nos aseguramos que todos estaremos disponibles. Aparte mi mami va a estar cansada mañana después del trabajo.
Todos estuvieron de acuerdo con la propuesta de Jaime, así que decidieron que lo harían así.
Continuaron tomando té todos juntos, en familia, y disfrutando la compañía de cada uno, con el padre poniéndose al día con las vidas de cada uno de sus seres amados.
Ya era bastante tarde cuando terminaron de conversar en familia, así que Jaime, completamente cansado por el día agotador que había tenido, se fue directo a la cama y no despertó si no hasta el mediodía siguiente.
Daniel le envió un mensaje de buenos días por MSN a Jaime en la mañana, el cual fue respondido poco antes de la hora de almuerzo, junto con una invitación:
x.x.J4imith0.x.x dice:
hola!
como estay?
quieres salir a la noche?
Dany (Y) dice:
contigo?
obvio :D
x.x.J4imith0.x.x dice:
bacan!
te paso a buscar a las 9
espérame listo
o no
depende de ti
1313
Daniel se recostó en la cama con una amplia sonrisa en el rostro. Se sentía un poco estúpido por entusiasmarse tanto a la expectativa de volver a ver a Jaime. ¿Hacia dónde irían?, ¿saldrían los dos solos o Jaime le presentaría a sus amigos? Estaba muy intrigado.
Pasó la tarde jugando a las cartas junto a su abuela, alternando entre el poto sucio y el carioca.
—¿Cómo está tu amigo, Daniel? —quiso saber la Abuela, intentando deslizar la pregunta como algo casual.
—Está bien, mucho mejor de hecho —respondió Daniel. "Perfecto" y "hermoso" fueron algunas respuestas que también le vinieron a la cabeza, pero decidió no verbalizarlas.
—¿De sus golpes todo bien?, ¿se aplicó el agüita de matico que le dije? —a la abuela siempre le interesaba hacer seguimiento a las personas a quienes les recomendaba sus hierbas medicinales.
—Si, ya está perfecto de sus golpes. Apenas tiene unas pequeñas cicatrices.
—Me parece estupendo —respondió ella, mientras dejaba expuesta su escala real de corazones.
—¿Como lo haces para ganar siempre? —preguntó sorprendido Daniel. Era la octava vez consecutiva que perdía contra su abuela.
—Se cuenta el milagro, pero no el santo —respondió ella, de forma misteriosa, y le guiñó el ojo—. Siempre estoy atenta a todo —lo miró fijamente a los ojos, y Daniel no supo si seguía hablando del juego a no. La abuela le sonrió y se levantó a buscar un vaso de agua a la cocina—. Con tu madre iremos donde la Gloria más tardecito —anunció la abuela—. Nos invitó a tomar té. Nos invitó a los tres —lo miró fijamente a los ojos, con un brillo de complicidad—. De hecho insistió en que fueras. No te preocupes —agregó cuando notó que Daniel se sonrojaba—, le dije que no podrías asistir, que tenías planes con tus amigos —Daniel sonrió con alivio.
—Gracias por eso —dijo Daniel.
—No hay problema —respondió la abuela—. Así que apenas llegue tu madre nos vamos, y quedarás a cargo de la casa —volvió a mirarlo fijamente, por sobre sus gafas—. Puedes invitar a la Ximenita, o al apuesto joven malandra —dijo guiñándole el ojo nuevamente.
—No es un malandra —la corrigió él, sonrojándose al sentirse extrañamente cómodo hablando de Jaime con su abuela.
Ella sonrió con satisfacción.
—Bueno, sus heridas le daban cierto aire de chico malo —explicó ella, volviendo a sentarse frente a su nieto.
—Es cierto —concordó Daniel—. Le daban su toque —no pudo evitar morderse el labio inferior al sonreir pensando en la apariencia de chico malo de Jaime, y el contraste con su personalidad tierna.
—Bueno, yo me iré a preparar para más tardecito —anunció la Abuela.
—¿Abuela? —la llamó Daniel, indeciso—, ¿sabe mi mamá que podré invitar a mi amigo? —preguntó lentamente—, ¿...o a la Xime?
La abuela se volteó y le sonrió con afecto.
—En esta casa mando yo —respondió escuetamente—. Ahora, como te premiaremos con la casa sola, te corresponde lavar la loza —le comunicó la mujer, y se fue riendo hacia su habitación.
Daniel protestó hundiendo la cara entre sus brazos, y recostándose en la mesa.
El corazón le latía con fuerza por la conversación que acababa de tener con su abuela. Se sentía emocionado por haber podido hablar de Jaime con ella, y tenía la impresión de que ella sabía el nivel de relación que tenía con él, y que no le importaba.
No podía estar más feliz al respecto, así que de todas maneras se levantó a lavar la loza con entusiasmo.
Se quedó solo en casa desde las siete de la tarde, viendo televisión y esperando que pase la hora para comenzar a arreglarse para cuando llegara Jaime. Se duchó poco antes de la hora prevista del encuentro, y cuando se estaba vistiendo en su habitación, escuchó un golpecito en la ventana.
El corazón se le detuvo por un instante porque sabía quién había golpeado.
Se acercó a la ventana, aún sin polera, y lo vio ahí de pie frente a él, con una sonrisa de oreja a oreja, inocente como siempre, vestido con una camisa manga corta y un short de mezclilla.
—Que te ves lindo —comentó en un susurro Daniel, para que no lo oyeran los vecinos.
—Tú también —respondió Jaime, dando un breve vistazo al torso desnudo de Daniel. Ambos se sonrojaron levemente.
Daniel se alejó de la ventana sin decir una palabra más, se puso una sencilla polera negra y se dirigió a la puerta principal de la casa para hacer pasar a Jaime.
Asomó la cabeza por el umbral y le hizo señas para que se acercara. El corazón le latía a mil, por tener a Jaime ahí frente a él, con la casa completamente sola para hacer lo que estimaran conveniente.
Jaime entró a la casa, y Daniel después de cerrar la puerta a sus espaldas, se acercó a su invitado y lo abrazó por la espalda y le besó el cuello. Jaime se estremeció por el contacto de los labios de su anfitrión con su piel, y soltó una risita nerviosa. Se giró para quedar frente a frente y lo besó en los labios.
—¿Y tu mamá con tu abuela? —le preguntó mirando a todos lados, en busca de alguna señal de vida.
—Salieron —respondió Daniel con una sonrisa amplia, con una mezcla de emoción y nerviosismo en su interior.
Jaime sintió un calor interno que no supo cómo interpretar. ¿Esto quería decir que por fin iba a perder su virginidad?, ¿estaba realmente preparado para hacerlo? Comenzó a temblar casi de inmediato, y Daniel se dio cuenta.
—¿Para donde iremos? —le preguntó Daniel, intentando llevar su mente hacia otro lugar.
—Mi amigo el Rorro me invitó a su casa a lesear un rato. Le pregunté si podía invitarte y me dijo que sí —respondió con su habitual sonrisa inocente.
—¿Le hablaste de mí? —preguntó Daniel abriendo los ojos como platos, por la sorpresa—. ¿Qué le dijiste? —quiso saber, sonrojándose poco a poco.
—Nada, que no me denunciaste por entrar a tu pieza en medio de la noche —explicó escuetamente Jaime—, y que después nos volvimos a encontrar en el puerto. La excusa funciona para ambos lados —le recordó. Ambos sonrieron con complicidad.
—Voy a terminar de arreglarme. Si quieres me puedes esperar aquí —le dijo Daniel. Al ver el nerviosismo de Jaime no quiso hacerlo sentir presionado.
—No —dijo Jaime, intentando sonar despreocupado—. Vamos a tu pieza.
Daniel lo miró a los ojos y sonrió. Le dio un breve beso en los labios y tomó su mano, entrecruzando sus dedos y lo llevó hasta su habitación.
Jaime se sentó en la cama de Daniel, con la espalda apoyada en la pared, mientras lo veía mirarse al espejo y buscar el mejor perfume para la ocasión.
—¿Quién más estará? —le preguntó Daniel, para alivianar la tensión del ambiente.
—El Rorro y la Mena, que yo sepa —respondió Jaime, aún temblando levemente.
—Espero caerle bien a tu amigo —comentó Daniel—. A la polola al menos ya me la gané.
—No son pololos —descartó Jaime—. Creo —intentó recordar si su amigo le había dicho lo contrario.
—Bueno, pero algo son —Daniel se sentó al lado de Jaime y lo miró con ternura a los ojos—. Ya estoy listo —anunció.
Jaime comenzó a temblar nuevamente, por la cercanía con Daniel. Se debatía entre hacer lo que quería hacer y escapar de ahí por el miedo a algo “nuevo”.
Finalmente se decidió y besó a Daniel en los labios. Un beso lento y tierno en un principio, pero que gradualmente fue aumentando en intensidad, y lo culminaron mirándose a los ojos, sonriendo con complicidad.
Daniel se acomodó, recostó a Jaime en la cama, y se inclinó encima de él, presionando suavemente su cuerpo contra el suyo. Acarició el cabello de Jaime y volvió a besarlo, con la misma suavidad y calidez del principio.
Jaime sintió las manos de Daniel recorriendo su cuerpo, desde su pecho y su abdomen, hasta su pelvis y sus piernas. Él intentó hacer lo mismo, acariciando la espalda de su compañero y posando sus manos finalmente en las caderas de él.
Disfrutaba los besos de Daniel como si fueran lo mejor que había probado en la vida, y no quería dejar de sentirlos, pero de igual manera, una oleada de pánico se comenzó a apoderar de él. La respiración se le aceleró, al igual que los latidos de su corazón.
—¿Qué pasó? —preguntó preocupado Daniel, después de que Jaime interrumpió el beso.
—No sé —respondió finalmente Jaime, después de un largo suspiro para recuperar el aliento—. No sé si estoy listo aún —bajó la mirada en señal de vergüenza.
—Oye —le dijo Daniel, buscándole la mirada—. Si no te sientes listo no lo haremos. No tienes que sentirte mal por esto—. Se acercó a besarlo para confortarlo, y en medio del beso, sonó el celular de Jaime.
Jaime buscó su celular en el bolsillo de su short, y se aclaró la garganta antes de contestar.
—¿Aló? —dijo al contestar. Daniel se acomodó a su lado en la cama, y notó que Jaime comenzaba a temblar levemente—. Sí, estoy aquí donde el Dani. Sí, de aquí nos vamos a tu casa. Nos vemos. Chau —presionó el botón con el auricular rojo, y volvió a guardar el dispositivo en el bolsillo.
Daniel lo miró con una sonrisa de oreja a oreja, como si lo que estuviera pensando fuera muy divertido.
—¿Qué? —preguntó desconcertado Jaime.
—Nada —respondió escuetamente Daniel, aún sonriendo.
—Dime —pidió Jaime.
—Estás muy nervioso porque me vas a presentar a tus amigos —comentó Daniel—. Por eso estas así, todo tiritón —Jaime se sonrojó por la vergüenza—. Tienes que estar tranquilo, que no voy a hacer nada para delatarnos. Lo prometo.
—Gracias —dijo finalmente Jaime, exhalando un largo suspiro—. Perdona por ser tan imbécil.
—No digas eso —se rió Daniel—. Es super normal que te sientas nervioso en una situación así —lo tranquilizó, y se acercó a besarlo—. Y recuerda —continuó, acercándolo a él tomándolo de la cintura, y le acarició el muslo que acomodó encima del suyo—: cuando tú quieras seguimos —lo volvió a besar, y se sintió un poco tonto por esa última demostración innecesaria de fuerza.
Jaime sintió una ola de adrenalina en su interior, por el gesto de Daniel, y simplemente asintió.
Se pusieron de pie y salieron de la pieza. Daniel dejó una nota en la mesa del comedor avisando que iba a salir con Jaime, y que no sabía a qué hora volvería, y salieron a la calle y comenzaron a caminar en dirección desconocida para Daniel.
Después de unos quince minutos de caminata por las calles de Liquime, llegaron a una sencilla casa de un piso, sin rejas, bastante parecida a la gran mayoría de casas que había en el pueblo. Jaime golpeó la puerta y después de unos segundos apareció en el umbral de la puerta un joven delgado y moreno que saludó con efusividad a Jaime.
Daniel esperó con ansiedad a ser presentado, pero Rodrigo se acercó de inmediato apenas se separó de Jaime.
—Tú debes ser el Dani —dijo acercándose a él, y dándole un abrazo igual de efusivo que el que le había dado a Jaime—. Mi hermanito acá no me había dicho que había seguido en contacto contigo —comentó Rodrigo.
—¿Ah no? —en realidad, Daniel no sabía qué tanto le había contado sobre él a su amigo.
—Gracias por no matarlo o algo, con esa presentación —dijo Rodrigo, refiriéndose a la noche en que Jaime entró a la habitación de Daniel vestido solo con ropa interior, y simuló poner un arma blanca en su cuello.
—No tuve mucha opción en verdad —respondió de forma amigable Daniel.
Rodrigo los invitó a pasar a su casa, y sentada en el living, estaba esperando Ximena, la conductora del furgón que llevó a las abuelas del Centro del Adulto Mayor de paseo.
—¡Daniel!, ¿Cómo estas?, ¿qué haces aquí? —saludó con entusiasmo la muchacha, poniéndose de pie.
—El Jaime me invitó —respondió él, dándole un abrazo a modo de saludo.
—¿Y como lo conociste? —quiso saber ella.
—Es una larga historia —dijo Daniel, para no quedar en evidencia por la mentira.
—No importa, tenemos tiempo —insistió ella.
—Lo que pasa es que la semana pasada el Jimmy con el Juan me persiguieron por lo de la Katia —intervino Jaime, intentando parecer tranquilo pero Daniel notó el nerviosismo en su voz.
—Verdad que el Rorro me contó eso —recordó Ximena—. Por meterte donde no debías, dijo.
Jaime miró a su amigo a los ojos, reprochándole su indiscreción.
—Y es verdad —se justificó—. Yo te advertí que no te metieras ahí —dijo levantando las manos.
—Si, tienes razón —aceptó Jaime, derrotado—. Bueno, esa noche, mientras arrancaba de ellos, no tuve una mejor idea que meterme a la primera casa con ventana abierta que me encontré —relató Jaime, que se iba soltando cada vez más, a medida que hablaba—. Me metí a la pieza donde estaba este joven simpático estudiando —miró a Daniel y él le devolvió la mirada. Recordó brevemente la noche en que se conocieron y no pudo evitar sentir como un torbellino en su interior todo lo que había sentido por él desde entonces. Notó que probablemente estaba siendo demasiado obvio con su expresión, así que desvió la mirada.
—Oye pero cuanta complicidad —comentó Ximena, notando la conexión visual entre ambos—. Rorro te salió competencia.
—Cuidaíto, que el Jaime es mío —advirtió Rodrigo, a modo de broma.
Daniel solo atinó a sonreir y levantar las manos en señal de tregua.
—-Unos días después de eso, nos volvimos a encontrar en el puerto —intervino Jaime, intentando sonar casual, aunque seguía levemente sonrojado por la situación anterior—. Ahí conversamos harto rato, nos dimos el MSN y aquí estamos po —terminó de relatar resumidamente.
—¡Que bacan! —comentó Ximena—. Es tan chico este pueblo, que al final igual todos se conocen con todos. ¿Te contó el Dani cómo nos conocimos? —le preguntó a Jaime, a lo que él respondió afirmativamente.
—Yo no sé cómo se conocieron —intervino Rodrigo, curioso.
—¡Pero si te conté el otro día! —dijo ella incrédula—. Acompañó a su abuela al paseo de las señoras del Centro. Es el nieto de la Señora Gladys —le contó al dueño de casa.
—¡Ah, verdad que me contaste! —recordó finalmente Rodrigo—. Me contó maravillas de ti —le comentó a Daniel—, ya me tenía chato —dijo a modo de broma.
—No es cierto —negó ella, riéndose.
Los jóvenes continuaron compartiendo plenamente, a lo largo de la noche, entre bebidas alcoholicas y cosas para comer, y con el MP4 de Rodrigo conectado a un parlante portátil reproduciendo las canciones de reggaetón del momento, Daniel disfrutó bastante la noche, y notó que Jaime, a su lado, se había relajado mucho con respecto a cómo habían llegado, bebía seguidamente las piscolas que se servía, y hablaba con mayor libertad con sus amigos.
—¿Dónde está el baño? —preguntó de repente Daniel. Sentía que ya había bebido mucho y necesitaba ir al baño.
—Jaime, llévalo al baño porfa —le pidió Rodrigo a su amigo.
Jaime aceptó de inmediato, y apenas se puso de pie perdió brevemente el equilibrio. El Rorro y Ximena se rieron de su falta de balance.
Daniel usó todas sus fuerzas para no evidenciar su embriaguez como Jaime, y se sorprendió al ver que su amigo le extendía la mano para que se la tomara.
—Pero Jaime, dudo que se pierdan mucho de camino al baño —comentó a modo de broma Rodrigo.
—No, si es para no caerme —respondió él, sin vacilar.
Daniel le tomó la mano, con una sonrisa en el rostro y un torbellino de adrenalina en su interior, y siguió a Jaime, que lo guió a través de unos pasillos a lo largo de la casa. Abrió una puerta al lado izquierdo del pasillo e ingresó junto a él.
La luz estaba apagada, pero de todas maneras Daniel pudo identificar, con ayuda de la luz de la luna que se colaba por la ventana, que no estaban en ningún baño. Bajo la ventana, había una cama de una plaza, y al lado de la puerta había un escritorio bastante desordenado. Observó que en las paredes había varios posters de futbolistas en el campo de juego, y un par de trofeos coronaban la repisa que estaba sobre el escritorio.
La música llegaba sorprendentemente clara y fuerte desde el living.
—Tienes un cuerpo brutal —comenzó a cantar Jaime, intentando calzar sus palabras con la letra de la canción que llegaba a sus oídos desde el MP4 de Rodrigo—, que todo hombre desearía tocar...
Daniel notó que Jaime lo miraba fijamente a los ojos, en la oscuridad de la habitación, y se acercó a besarlo con pasión, como si por fin pudiera desahogarse de todas las ataduras que tenía.
Sabía que no debían estar ahí, y que debía detener a Jaime antes de que hicieran algo que no quería, pero Jaime de alguna forma lo hizo perder el equilibrio, y sin perder el contacto de sus labios, lo hizo avanzar hasta llegar a la cama, y cayeron sonoramente sobre el colchón de Rodrigo.
Ambos rieron con complicidad, como si fueran dos niños haciendo una travesura. Jaime estaba encima de Daniel, y sostuvo sus manos por encima de su cabeza, evitando que se moviera.
—Jaime, creo que no deberíamos estar aquí —dijo Daniel, intentando apelar al sentido común de su compañero.
—¿Por qué no? Al Rorro no le va a importar que ocupemos su pieza —respondió con dificultad Jaime.
—Nos pueden pillar —le advirtió Daniel.
—No va a pasar nada —lo tranquilizó Jaime, sin importarle nada ya, y se acercó a besarlo nuevamente.
—No. No podemos. No contigo así. No estás en tus cinco sentidos —se rehuzó definitivamente Daniel, y se sentó en el borde de la cama.
—Bueno —Jaime entendió a duras penas la posición de Daniel—. Quédate conmigo un rato más —le pidió, con vergüenza y con un murmullo casi ininteligible.
—Está bien —aceptó con una sonrisa empática. Lo único que quería era poder estar con Jaime, y compartir un momento juntos en el que se fundieran en uno solo. Sentir su cuerpo desnudo contra el suyo y besarse como si no hubiera un mañana. Pero esa no era la forma. Quería que ambos estuvieran en sus plenas capacidades, a pesar de los nervios, pero que fueran concientes de lo que estaban haciendo.
Se recostaron frente a frente, y Daniel puso su mano en la cintura de Jaime, y este último puso la suya en la cadera de Daniel.
Se acercaron lentamente para besarse, suavemente, y entonces Daniel se arrepintió de no haber sido más firme en su posición, de no haber puesto la cordura de la sobriedad entre los dos.
Todo pasó muy rápido.
Daniel sintió que de repente la música comenzó a sonar más fuerte, la luz de la habitación se encendió y Rodrigo dijo el nombre de Jaime en un susurro, con una expresión de sorpresa en su rostro. Acto seguido, el dueño de casa salió de la habitación y Jaime se levantó con la mayor velocidad que le permitieron sus embriagados músculos, y tropezó a un metro de la cama, cayendo al piso y llorando.
Daniel se acercó a su compañero y lo abrazó, intentando calmarlo.
—Tranquilo, no vio nada. Todo va a estar bien —le decía, sintiendo el cuerpo de Jaime temblar entre sus brazos.
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“El Paraíso”
“Te doy mis ojos y mis anhelos y tú me traerás las sensaciones”
Tinogasta…Una pequeña ciudad de Catamarca, provincia Argentina que permite la conexión con el hermano estado de Chile a través del transcordillerano Paso de San Francisco. Las tardes, las mañanas, las noches están quietas. A la tardecita luego de haberme desprendido de mi cuerpo físico…estoy sentado frente a la casa junto con los notables del pueblo…Juez…hotelero…jefe de correos, comisario son mis anfitriones. A través de mi bilocación y dualidad astral puedo intervenir en las conversaciones como un pájaro atado a un cordel luminoso que no tiene límite. Como en la dimensión desconocida, conozco las serranías, la caza, los caminos, el pasto, la cosecha. Aprendí casi todos los idiomas. Tan simpático oír a esta gente. No se machacan con obscenidades…cuántos huracanes han vivido estos hombres y aún viven apegados a su ancestral humilde silencio…Así conocí al doctor Wálter Penck, que en ese entonces rondada sus mozos 25 años. Desde Europa en donde el fulgor de la ciencia lo coqueteaba se vino con sus valijas a cuestas a estas tierras remotas quizás las más desoladas del planeta. Con el pude compartir el increíble viaje por la cordillera, de Tinogasta a Copiapó. Advierto…que es Geógrafo…por cuenta del gobierno argentino y observo como levanta a plancheta una topografía expeditiva, suficientemente precisa de los pasos cordilleranos. Además de su trabajo técnico pude advertir el entusiasmo casi llevado a la exaltación con que describe en un cuaderno forrado de cuero sus impresiones, los paisajes, la gente, las soledades. Antes de iniciar la expedición, en un momento de descanso ya más tranquilo me cuenta que su padre fue Alberto Penck el célebre geógrafo y erudito de Leipzig, doctor en filosofía y en ciencias por las universidades del Cabo, Oxford y Nueva York y con trabajos de investigación en todo el mundo. Es maravilloso observar desde mi nido áureo y en primera persona las instancias previas al viaje y ver en detalle como mi amigo se apega a describir detalladamente sus memorias de las que soy parte. El 25 de Febrero de 1913, con Penck, salimos con dos peones y un mozo de mano y once animales, entre mulas cargueras y silloneros para mudar. El 10 de Marzo cruzamos el paso de las Tres Quebradas a 4.870 metros de altura y el 13 alcanzamos otra vez la civilización, comiendo en mesa con hule en la Puerta de Paipote. El 14 del mismo mes llegamos a Copiapó y el 9 montamos otra vez para volver. Lo que impresiona es el ambiente…Como vencer alturas entre 4.000 y 6.000 metros, montado a caballo y básica indumentaria tocando el imponente Inca Huasi, el San Francisco y las cimas secundarias del Bonete. Este gran Señor Teutón, exploró, cartografió y detalló miles de kilómetros cuadrados de la Puna argentina, incluyendo la ascensión de más de una treintena de nuestros picos andinos con sus peones de confianza…Siguiendo, en plena travesía concentrados en la pisada de la mula carguera mirábamos de reojo los picos nevados percibiendo impávidos el descomunal ascender del amarillo disco lunar sobre un obscuro fondo violeta que proyectaba enormes reflejos verdosos sobre las nubes fugitivas. La noche es fresca, grandiosa, alumbrada por las luciérnagas y el Orión que mira desde el firmamento. El pedregullo cruje bajo mis pies y la de mi compañero. Suavísima la noche, clarísima, blandísima a la luz, pero de pronto no se pueden separar las mandíbulas tiesas de frío. ¡Esa es la Puna!". Permanecer o descansar en ese frío sin agua…Se apela a todas las energías y se sigue cabalgando o hasta morir congelado. Pocos espectáculos pueden ser más maravillosos y sublimes que una noche en la Puna…sobre todo en los días diáfanos en que la atmósfera se encuentra limpia y transparente. Durante el día las escasas nubes se disipan y por la noche el contraste entre la negritud del espacio y el cielo fulgurante de estrellas marcan una dialéctica de fenómenos lumínicos en un cuadro digno de contemplar eternamente. Las noches en la Puna, con cielos estrellados, y a más de cuatro mil metros sobre el nivel del mar, es parte de un anfiteatro universal que no tiene valor humano. Es un espectáculo cósmico sideral que tengo el privilegio de observar desde mi óptica astral, como un Don y regalo extraordinario dado por Tata Dios sabiendo que nada es imposible. Las estrellas lucen con un brillo inusitado. La Vía Láctea es un verdadero “río de ungüento” que cruza el firmamento. El contraste del fondo negro del espacio vacío magnifica los fenómenos ópticos. Cada estrella rutila y el conjunto de luces representa miles de millones de luciérnagas en ese universo estático que sabemos se desplaza a velocidades vertiginosas. Me basta aguzar los sentidos para ver cómo esas luminarias se descuelgan dejando una delicada estela luminosa en su caída convirtiéndose en estrellas fugaces. El universo aparece vacío. Salvo la belleza del espacio misterioso, profundamente estrellado, en los días limpios y calmos. Solo el sonido del viento perturba el silencio total. Mudez que asusta ante la soledad del desierto y su cerrazón que nos envuelve. Es como el mutismo de la inmensidad de los salares que aparecen como espejos de las hadas a la luz de la luna. El viento que zarandea las escasas malezas o silba entre las hendiduras de las rocas da chiflidos afónicos e ininteligibles que deben encerrar algún lenguaje oculto como los menhires de mi Tafí del Valle. Hoy desde mi cuerpo físico, y sentado en la computadora añoro a mi amigo Wálter Penck y extraño las noches en que mi ser espiritual se trasladada como un pez volador con temperaturas que tocaban el fondo bajo cero del termómetro y congelaban el aire logrando que la escarcha se convirtiera en cuchillos de hielo plateados a la luz de la luna. Es que la vista al cielo es la contemplación del cuadro más sublime que haya pintado pintor alguno. Visitar la Puna desde mi lugar de privilegio es embriagarse del cielo rutilante. De la luz radiante de millones de estrellas activas que titilan incesantemente antes nuestros ojos en una experiencia surrealista de los cuentos de hadas. Mi compañero de andanzas y enorme amigo con quien todavía me comunico desde el más allá. Desde, El Paraíso Eterno, me confiesa resplandeciente que ha cumplido con la promesa a su Padre… “Te doy mis ojos y mis anhelos y tú me traerás las sensaciones…” Dime, pues, amigo que las almas marchan pero no desaparecen; dímelo, amigo, dímelo, tú lo sabes.
Dr. Jorge Bernabé Lobo Aragón
jorgeloboaragó[email protected]
#Tucumán #Argentina #España
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Vendedora de zacates
¡Ya párate! Es el diálogo de buenos días para su esposo.
Son las cinco de la mañana y él otra vez bebió el día anterior. Ella es muy consciente que de no despertarse ahora, llegará tarde a la construcción y lo despedirán por quinta vez en lo que va del año. Y todavía falta un mes para la semana santa.
Puede que sea la fortuna, pero ella no se ha embarazado después de tres años de matrimonio. ¿Será esa la razón por la cual él siempre se va directo a la pulquería después de la "obra"? Ella sabe que el dinero apenas les alcanza para ellos dos. Y no han sido buenas épocas para vender zacates.
Ella sale al molino. Traer la masa, encender la lumbre y preparar el itacate. Hoy tocan frijoles, chicharrón y salsa bien picante. Apenas van seis días que comen lo mismo, mañana quizá coman arroz, un huevo cada quien y uno de esos mangos grandotes que a ella tanto le gustan.
Hacer las tortillas no es ningún problema para ella, le enseñó su abuela hace más de quince años. Él se lava la cara, se viste y sale. Mientras lo hace, parece rezar algo. -Nos vemos en la noche.
Seis de la mañana, le gusta el color naranja que comienza a sustituir a la oscura noche. Es hora de partir, le esperan cincuenta minutos de caminata. Los zacates que dejó preparados están en su sitio. Los toma. Lleva consigo la bolsa del mandado. Antes de comenzar a vender, pasará con doña Lupe, suele estar de mejor humor en las mañanas y, dar "pilón".
Mientras camina al centro del "Defectuoso", se acuerda de sus hermanos, hace tanto tiempo que no los ve. Piensa en la fotografía que está al lado de la virgencita. Pide por ellos y por sus padres. Mientras camina deja a su paso, el rastro del padre nuestro y el ave María.
Llega con "Lupita", decirlo de esa manera, siempre dibuja una sonrisa en su rostro. Medio kilo de arroz y dos huevos, -¿Se los encargo? Y paso por ellos en la tardecita. Lupita asiente.
Da la vuelta y llega a la esquina donde suele quedarse el resto del día a vender, pero, -¿Y esta qué hace aquí? Se pregunta cuando ve a una mujer con una cámara en el hombro.
-Disculpe seño, la vi hace una semana y quisiera…
Fotografía:
Graciela Iturbide, Vendedora de Zacates, Oaxaca, México, 1974, Consulta en línea [http://www.gracielaiturbide.org/primeras-fotos/14-3/]
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La Coca: La aguadora del barrio
Primero carreteaba el agua con un cochecito viejo, al que solo le quedaban las ruedas y la armazón metálica. Sus seis hijos se habían servido, consecutivamente, del mismo. Ya su hija menor tenía 10 años, mientras la mayor de las hembras contaba con 15 años y ya la ha hecho abuela, de nuevo. Todos viven en la que fue la casa de la mamá de “la Coca”, que ahora es la casa de “la Coca”: los hijos, los nietos, los yernos, las nueras y los perros. Siempre que paso frente a la casa de “la Coca”, la puerta del frente está explayada y, en las tardecitas, cuando baja el despiadado sol marabino, se sientan frente a su casa. En su andar de trotacalles, llevando y trayendo agua, siempre anda con un par de nietos. El traslado del agua se ha hecho más eficiente cuando se consiguió un carrito de supermercado rebuscando entre los escombros de un supermercado saqueado. Carmen, mi tía paterna, vive frente a la casa de “la Coca” o “la Coca” vive frente a la casa de mi tía Carmen, ambas sostienen un trueque hídrico; comida y ropa usada a cambio de agua. Generalmente el agua es carreteada por “la Coca” y su séquito de nietos de una “toma” que hay al frente de una televisora, un poquito más allá del sector de las antenas y las casas eternamente cagadas de zamuros. De allí viene a repartirla entre los vecinos cercanos como mi tía. La semana pasada no fue una semana buena para el negocio informal de “la Coca”. Por mi casa, ubicada en un sector más bajo, comenzó a llegar el agua “por gravedad” ―abren la tuberías de suministro de agua, dada la suspensión del servicio eléctrico, para que el agua llegue a los sectores ubicados en zonas bajas del municipio―, como a las nueve de la mañana y hasta las tres de la tarde carreteamos agua del grifo del frente de la casa, para llenar las “pipas” del patio. Luego que el agua se fue, comí algo y me recosté, pues tenía las manos entumecidas y la espalda hecha trizas. Desde mi estado de somnolencia, escuché una algarabía por los lados de que “la Coca”, que me hicieron levantar en voladas; una cisterna de la Alcaldía estaba llenando “pipas”. La repartición de agua fue caótica, las mujeres se peleaban por colocar los envases frente a la manguera de la cisterna y los niños estaban eufóricos, emparamados como en jaleo de carnaval. La cisterna se fue, muchos se quedaron con los envases vacíos. Yo me regrese con la “pipa” seca y la ropa mojada. Al día siguiente, en razón del “apagón” y el insoportable calor de las tres de la tarde, muchos de mis vecinos estaban frente a sus casas, cogiendo fresco al amparo de los porches. Por la esquina escuchamos venir lo que parecía una cisterna que, en efecto, era un camión mastodóntico de los bomberos en el que uno de ellos nos hacía señas para que lleváramos las “pipas” hasta la esquina. Con los bomberos estaba la presidenta del Consejo Comunal y su esposo, organizando la ubicación de los toneles. A estos, una vecina, a mi lado, les grito: ―¡así es que me gusta, que lleven verga! Mientras otra agregaba: ―¡aja, los chavistas también están secos, nojoda! La cisterna de los bomberos venía escoltada por dos motorizados de la policía regional, en una camioneta había varios funcionarios públicos, entre ellos un reportero con su camarógrafo. Entrevistaron a algunas personas del barrio mientras le llenaban sus envases. La calle se decoró, para el “festival del agua”, con una infinita variedad de envases: pipas, toneles, garrafones, botellones, envases de refresco, olletas, poncheras, baldes, cubos, cuñetes, barriles y bidones. Mientras mi amigo Chuchín caceroleaba lleno de enojo frente a su casa, la cisterna cruzó por la estrecha calle por donde vive “La Coca” y le llenaron el tanque a ella y a mi tía. Pero el agua que parecía inacabable se acabó un par de casas más adelante. La calle quedó mojada y la algarabía se fue silenciando, de a poco, mientras la gente carreteaba el agua al interior de sus casas. Durante el resto de la semana “la Coca” no salió a trabajar. Martha Zen
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Mi primera cita...
Un chico romántico nunca olvida la primera vez que llega una chiquilla a escabullirse en el corazón de uno.
Aquella brillante y alumbrada tarde recuerdo olía a flores y el sonido de las hojas chocar entre sí, por raro que parezca recuerdo ese crepitante sonido de las hojas secas romperse al compás de mis pasos.
Ese día en el cole estuvo todo muy divertido, con mis amigos peleándose entre ellos y pateando la pelota. Como de costumbre, en aquellas soleadas tardes caminaba por el cole con mi amigo Daniel, molestando por ahí a cualquier niñato que me plantara la mirada y silbando atrevidamente a las chicas mayores que se veían lindas. Todo marchaba como un día ordinario en mi vida, cuando repentinamente en lo profundo de mi bolsillo empieza a temblar algo, me asusté por un momento al ver un número DESCONOCIDO en la pantalla de mi móvil y la llamada entrante. Sin miedo y con la fuerte seguridad que me caracteriza respondo con seguridad.
-¡Alooo!- medio segundo después, una voz dulce y entusiasta me responde:
- ¡Holaaaa Vinny, no sabes quién soy, pero quiero que sepas que soy tu fan!-
¡Hay Dios mío, me congelo! Es una voz de soprano bellamente entonada y parece acariciar mis oídos con su frase como si la estuviera cantando. Pero la curiosidad puede conmigo. Camino dos pasos y miro a Daniel, que me planta la mirada en modo interrogatorio y con la cabeza asiente. Decido que soy muy fuerte y quiero llevarle el juego y le respondo: -¿Mi fan? ¿Es una broma o algo? ¡Porque yo conozco bien a mis fans, y tu voz no suena como si lo fueras!-
¿Qué acabo de decir? Eso sonó tan arrogante, para sorpresa mía escucho una dulce risa en el auricular. Sí, eso ha funcionado por el momento y ella responde entre risas. - No sabía que tenías tu propio club, pero créeme que esto es algo distinto...-
Ese silencio me hace sentir cosas, y su voz se ha tornado tan hermosa, estoy pensando en que responder cuando de súbito continúa diciendo:
-¡me gustaría verte, sé que me conoces pero quiero que sea una sorpresa!-
Lo pienso y siento que quizá sea una trampa, pero decidido a ir a la par con el juego, le digo con firmeza.
-¡Si nena! Pienso lo mismo, y si ya nos conocemos no habrá mayor misterio -por un momento su voz se me hace tan familiar, suena como alguien que he visto - Dime entonces, señorita fantasma, ¿cómo será que nos veremos?
- Es una sorpresa! tengo algo que te va a gustar...- Y clack! _LLAMADA FINALIZADA_
Me quedo parado con el móvil en mi mano, ¡qué descaro! ¿Me ha cortado? ¿Una chica me ha cortado la llamada? Estoy en shock cuando Daniel se acerca y me empuja...
- ¡hey, ya respira que solo ha sido una chica!-
¡Le miro con ganas de pegarle y porque aun no entiendo que es lo que ha sido eso! -¡Es que no ha sido solo una chica, Daniel, eso ha sido algo más!-
-¿algo más? jajajaja ¡Eso no ha sido nada!- me responde con sarcasmo.
Intento controlarme, pero algo dentro de mí se está alocando con gran fuerza, y no sé qué es eso... sé que Daniel no podrá entenderme, así que me voy corriendo hasta encontrar a mi amiga “Ivonne”. Una chica delgada, de aspecto juguetón y sonrisa contagiosa, ella que tiene la experiencia que yo como un chico de 12 aún no he tenido, ella lo sabe.
Puesto que me ha contado de sus novios y cosas que consiguen que me escandalice y siempre que lo hace me pongo rojo de nervios. Ella, que al mirarme, sabe que algo traigo solo sonríe. Se limita a escuchar todo lo que le digo y le agradezco que sea así, de pronto, que apenas y puede terminar de reírse mientras se agarra su estómago de la risa que le provoca mi historia. Y con gesto amigable toma mi mano y entre risas pero con un tono de seriedad me dice.
-tranquis mi Vinny, ya verás que será algo lindo, no te preocupes que algo sucederá, y pues si es que no es así, solo llama al 911- Risas y más risas. Siempre me hace reír con algo...
- Jajajaja Gracias Ivonne, es que no aguanto esa sorpresa- le digo un poco desesperado pero gracioso.
Por el resto de la tarde no intento llamar al misterioso número, no lo intento, no quiero, me da miedo que sea algo que no espero, pero mi mente no me deja en paz. Sigo intentando reconocer esa voz, me suena, ¿pero dónde? Se siente raro, no puedo ni siquiera mirar a la pizarra, estoy tenso.
¿Qué va a pasar? ¿Quién es la dueña de la voz misteriosa? ¿Acaso está en mi cole? Pienso en tantas cosas, pero lo medito también. Y recuerdo de películas los secuestros a niños de brillante hermosura, y pienso si no seré una próxima víctima de una de esas patrañas. Intento entretenerme cómo puedo, mi amigo Aldo me ha prestado su PSP, y me entretengo jugando como puedo, me divierten mucho los vídeo juegos, y cuando estoy a punto de terminar una brillante partida, empieza nuevamente ese temblor en mi bolsillo. Pauso lo más rápido que puedo y saco a toda prisa mi móvil y veo un mensaje.
_NÚMERO DESCONOCIDO_
<Mi querido Vinny, tenemos una cita hoy...>
Me quedo viendo por largo rato la pantalla. Con incredulidad me pongo a responder de inmediato. <Señorita fantasma, será mejor que no sea un juego>
Le doy en enviar.
Mi amigo Aldo que lo ha visto todo, con un rostro sombrío y lleno de curiosidad me pregunta por qué estoy tan inquieto. -Una chica, mi amigo- veo que se pinta en su rostro un semblante pícaro y con sus puños me da unos ligeros golpecitos en mis brazos, y con su sonrisa leona incapaz de contenerse me dice: -¡Vamos! ¡Que hoy será toda una tardecita!-
No le entiendo bien, total él siempre ha sido un poco raro, pero ha sido un buen amigo, y de cuando en cuando nos escapamos del cole para ir a jugar play, sé que es en buena onda, siempre me apoya en toda locura que quiera hacer, y por más tonto que suene lo que le digo que haremos, el solo sonríe y no dice nada, pero lo hace, es divertido, siempre me cayeron bien la gente que no hace muchas preguntas...
Otro mensaje:
_NÚMERO DESCONOCIDO_
<Me gustan los juegos, de otro modo, ¿cómo nos divertiríamos?> Está bien, no aguanto más y llamo al misterioso número... Timbra una vez... dos veces... tres... -y luego- beep... beep... beep... _LLAMADA FINALIZADA_
No me ha contestado, eso me enfurece. Y lo intento nuevamente... dos... tres... cinco veces, está bien no me ha respondido, quizá si tengo razón y es de mi cole, quizá ahora mismo está en clases... y decido responder en un mensaje. <Está bien querida señorita fantasma, y bien, dime algo, para tu juego ¿hay algo que necesites?>
Le doy en enviar, y al instante recibo un mensaje.
_NÚMERO DESCONOCIDO_
<Si, necesito que hagas lo que yo te pida, así es el juego, ahora dime tú, aceptas jugar conmigo para conocerme>
Wau, esta chica si es interesante, pienso en que voy a responder y llega otro mensaje. <No soy muy paciente, respóndeme>
Hey, yo te he llamado varias veces y no me has contestado y esperas que te responda? Con la poca paciencia que me queda y con mi rostro pintado de emoción respondo... < Está bien, acepto, pero tú también deberás jugar a mi juego> Y lo envío.
Al instante llega un mensaje: <Hey querido, te he dicho que me gustan los juegos> Leer eso me gusta, me emociona, no se qué sentir, siento que todas mis hormonas dentro de mi están en una gran batalla campal pululando por salir y explotar, un ligero cosquilleo se apodera de mis brazos y mi espalda, siento calor y se siente bien. Una hora después recibo su llamada, y de golpe siento eso que me ha gustado tanto. -Hola Vinny, el juego es de la siguiente forma, te veo a las 5 pm en la puerta de la iglesia. Dime, mi querido Vinny, ¿lo has comprendido?-
Hipnotizado por aquella voz tan dulce e infantil, no lo pienso mucho y respondo. -Así será señorita fantasma- escucho una risa juguetona y graciosa detrás del auricular, se escucha tan sexy esta mujer que no puedo esperar más, y con un entusiasmo y gracia que es típica de chicas juguetonas me responde con claridad.
- Esooo! ¡Así me gusta, no puedo esperar que eso pase!- y se hecha a reír.
-beep... beep... beep...-
¡Me ha cortado nuevamente la llamada! Me enojo y pateo una silla, y pienso qué será lo que está tramando. Me detengo a pensarlo por un momento y recuerdo que tengo que verle donde me ha dicho y recuerdo que debo estar ahí a las 5pm, y yo salgo del cole a las 6:30 pm, miro mi reloj y veo 4:12 pm.
¿Cómo voy a hacerlo? Me parece raro todo esto, y decido esperar. A las 4:30 me pongo mi mochila dispuesto a irme entre el cambio de hora. Nunca fui bueno para obedecer a mis profes, pero vaya que ellos me quieren tanto. Entonces salgo caminando dispuesto a irme, espero en la entrada del cole unos minutos a que no haya nadie mirando y salgo caminando como si nada, sin más que la esperanza de conocer a la dueña de la voz fantasma.
Nada más ver la iglesia me lleno de miedo, pero continúo. Miro mi reloj 4:55, pienso en ir como hemos quedado y a las 5.00 puntual aparezco en la puerta, pero no veo a nadie, no hay nadie, me enojo, me desilusiono y pienso que efectivamente me han jugado una broma de mal gusto. Al instante mi móvil empieza a sonar y su voz me dice: -Sabía que llegarías, ahora dirígete hacia la cafetería del frente y sube al segundo piso... beep... beep... - La llamada se corta otra vez, al parecer tiene por costumbre colgar las llamadas...
Pido paciencia y voy a la cafetería, entro y en seguida veo unas cuantas personas en las mesas, chicas y chicos conversando y comiendo alegremente. Nada más verlas ya me he memorizado la cara de todas ellas y sé que no conozco a ninguna, no como la chica fantasma, que me ha dicho que me conoce.
Subo las escaleras hasta el segundo piso esperando encontrar alguien, y en medio de las escaleras recibo su llamada: -Aló- -Me gusta tu elegancia querido Vinny, quiero que te sientes en la mesa que da a la ventana- Intento preguntarle algo pero ya me ha cortado la llamada, intento no desesperarme y cuando he llegado al segundo piso de la cafetería veo que no hay nadie. Camino hasta la última mesa que da a la ventana y me siento a mirar si aparece alguien. Cuando de pronto llega la señora de la cafetería y pone dos tazas en la mesa y se esfuma por donde vino. Estoy pensando en las molestias que se tomó esta chica para poder verme, tanto que me siento halagado.
En ese momento aparece un rostro conocido por en medio de las escaleras, con unos movimientos felinos y de delicada elegancia, la veo acercarse, con seguridad llega y clava en mi sus potentes ojos de color verde intenso, con un grácil movimiento me acaricia el rostro al mismo instante que deposita en mi mejilla un caluroso y largo beso con sus labios rojizos. Sin mediar palabra se sienta al lado mío, por un momento me quedo perdido mirando en sus profundos ojos verdes, intentando no perderme por siempre entre ellos, me toma la mano y con una bella sonrisa me dice con un hilo de voz, que por primera vez en mi vida me ha hecho sentir temor ante una hermosa chica:
-Al fin puedo verte, al fin en frente de ti- el tacto de su suave mano acariciando levemente la mía, era como una electrizante sensación que recorría todo mi cuerpo. En vano intenté parar el frenesí de los latidos de mi corazón, pero ahí estaba, bombeando a toda fuerza, intenté reponerme y mirándole fijamente a los ojos le digo.
-Vaya sorpresa… esto ha sido todo un número-
-¿Pero valió la pena?- me corta en seco a la espera de una respuesta.
-¡Pues eso está por verse Carolina!-
Carolina, una chica hermosa como un sol, de ojos intensamente segadores y de belleza inigualable, cuyos dorados rizos parecen tener su propia personalidad. A menudo nos vemos en reuniones familiares que los amigos de mis padres hacen, casi siempre ella pasa atareada ayudando en la cocina o cuchicheando con otras chicas de su edad que también llegan a esas reuniones, todo es genial. Siempre hay mucha comida y buen vino que mi papá utiliza para entonar mejor los pasillos y boleros que canta apasionado con su guitarra. En esas reuniones a mi mamá le gusta hacer que sus hijos participen de un número haciendo lo que sea, casi siempre me toca cantar y tocar la guitarra junto a mi hermanita menor. Y a esas niñas les gusta mucho lo que hacemos, luego salimos a jugar mientras nuestros padres se quedan sumergidos en conversas de sus años mozos.
-Sí, lo mismo digo, espero no me decepciones- me dice con algo de picardía.
Tan pronto nos echamos a reír y conversamos de cosas que nos divierten, el café sabe muy bien hoy, y los pastelitos de chocolate están exquisitos. No puedo apartar mis ojos de su carita tan guapa, me siento en sueño, ha sido tan genial dejar el cole por esta bella compañía, sus manos son tan suaves y todo ha estado genial, ha sido tan fácil ser yo mismo con esta chica, por qué no lo hicimos antes me preguntaba.
Entre risas y halagos, ella se acerca peligrosamente hacia mí y alargando su mano, pasa con delicadeza su dedo pulgar por el extremo de mis labios limpiándolos de chocolate que se ha quedado ahí por un rato. Wau eso se ha sentido tan bien, con mimo hago lo mismo y consiente del guantazo que me puedo ganar, me acerco hasta ella lo suficiente como para presionar sus hombros a los míos y juguetón le quito el chocolate que tiene en un extremo de los labios y en seguida me chupo el dedo. Intento no mirarle, me siento como un tonto haciendo cosas raras, con el rabillo del ojo veo que se ha sonrojado. Clavo mis ojos en ella y sacando el dedo de mi boca le sonrío graciosamente, y consigo que se ponga a reír. Oh por los cielos, se ve tan linda cuando ríe.
-Carolina, vámonos de aquí, hay un lugar que me gusta y quiero que lo veas-
No puedo esperar un no como respuesta, así que tomo su mano y salimos de la cafetería como dos chiquillos tomados de la mano, caminamos por un rato sintiendo el aire fresco de la tarde en nuestros rostros, montaña arriba ha sido fácil correr de su mano.
En cuanto llegamos, puedo ver en sus ojos su emoción y otra vez ahí su linda sonrisa deslumbrando mis ojos, me gusta verla así, estamos viendo la ciudad caída a nuestros pies y sentados en la hierba verde de la montaña nos tomamos la mano, el sol se encuentra en frente de nosotros y está a punto de esconderse tras las nubes de color rojo que se ha pintado en el cielo, no puedo creerlo, el cielo está rojo anaranjado y el sol se está poniendo en frente de nosotros.
-Este es uno de mis lugares favoritos, aquí puedo sentir magia, y puedo ver la magia y la belleza en todo su esplendor- le digo mirándole fijamente.
-Esto es hermoso…- su voz se corta por un instante y clava sus intensos ojos verdes en mí.
No sé qué pensar, no sé qué hacer, solo sé que la distancia entre nosotros se está haciendo cada vez más corta, nos miramos fijamente y siento tantos nervios, como nunca he sentido, siento cosquillas en mi estómago y un hormigueo en mis piernas, no aguanto más. Me acerco a ella lo más que puedo o ella me permite, y ella hace lo mismo, en un momento que me pareció una eternidad cierro mis ojos. Y dulcemente toco sus rizos, estoy tan cerca de ella que su aroma se ha hecho tan embriagante, dulce, un aroma dulce inunda mis sentidos, ¿acaso ese aroma son frutos rojos?, pero no importa, su mano me toca dulcemente la mejilla, y sin pensarlo le doy un dulce beso en sus labios, como si apenas los rozara.
Me quedo ahí plantado sintiendo lo suave de sus labios, oh por Dios ¿qué estoy haciendo? Esto se siente tan bien. Me alejo un poco y al abrir mis ojos la veo ahí con sus ojos cerrados como levitando en el sol, esta vez es ella quien lo hace, me sujeta suavemente de la barbilla y me besa, no puedo evitarlo, esta chica me ha gustado tanto. Una sensación de calor se apodera de mí, y no puedo detenerme, ella lo hace igual. Y cada beso se intensifica, mi corazón está latiendo con mucha fuerza, siento su legua pasar suavemente entre mis labios una y otra vez, entonces hago lo mismo, oh si, esto es magia, si alguna vez me he inspirado en mi vida y si alguna vez me he sentido feliz, no se se compara a esto, es hoy, y es ahora, ella no deja de besarme, ¿Acaso es un sueño? De verdad está sucediendo.
Éxtasis, verdadera pasión es lo que ahora me domina, siento como me devora con cada beso, y yo hago lo mismo, mis labios están empapados de su aroma, de su sabor, vaya cuánto me gusta esto, no puedo detenerme, no ahora no. Por un instante en el que apenas podemos respirar, solo le doy tiernos besitos en los labios.
El cielo ha perdido su radiante brillo, el sol se ha ido, o por los cielos, ¿Cuánto tiempo hemos estado perdidos aquí? Hacemos un gran esfuerzo en ponernos de pie e iniciar la caminata de regreso.
Corremos, saltamos entre las flores y todo es risas y besos robados que tan bien nos hacen todo el tiempo, no puedo creer que esto sea real, tengo que seguir besando sus labios, no puedo detenerme, llegamos al parque cuando la noche está entrando y de pronto alguien llama a su teléfono.
-Es mi mamá- asiento para que responda y lo hace- Hola ma! Dígame que pasó… Si… aja… está bien…
Mientras habla por teléfono no resisto un instante más y empiezo a besar sus labios mientras la voz del otro lado del móvil no se detiene. Se aparta bruscamente y escucho que dice –si mami, enseguida voy… aja… si…- al escucharlo la abrazo tiernamente y aprieto sus dorados rizos con mi mano, halo de su cabello hacia atrás y todo su cuello queda justo ante mis labios, como no puedo aguantar un segundo más empiezo a llenar su cuello de besos, suaves, uno tras otro, recorriendo cada rincón.
Que aroma tan delicioso, no puedo detenerme y ella que ha estado hablando normal, empieza a detenerse, hasta que escucho un débil gemido salir de ella y con su otra mano se apresura y se tapa la boca, y empieza a soltar pequeños gemidos, como no puede hablar se zafa de mí. Hasta que termina la llamada como puede más rápido. Me mira con reproche y me suelta algo tan dulce:
-Querido príncipe, si mi mamá supiera lo que estamos haciendo de seguro nos mata a ti y a mí, pero recuerda que te quiero vivo y quiero tus besos- y me da un largo y romántico beso en los labios.
Y continúa: -mañana te veré pronto, será mejor que estés dispuesto a perderte por un tiempo, hay un juego que me gusta mucho… y… y ya lo verás…- Me besa con tierna pasión, camina un par de pasos hacia atrás, me envía un beso volado y me guiña un ojo, se despide moviendo su mano, se voltea y se va sin más…
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11 - Se instalan en otros cuerpos
¿Era real toda esta relación que tenía con esta mujer que enamoraba a cada revelación, a cada reto? De nuevo me venía con esas locuras de que mi percepción me engañaba al punto de trasladarme a otra realidad, y eso me enloquecía. De hecho me trataba de loco. Y me había asaltado con el cuento de que la entrevista había sido un delirio. ¿Un delirio? Un entrenador hablando de su trabajo, nada más. ¿Qué hay de extraño? Le argumenté que a las preguntas de la rutina diaria del club que Mike me había hecho, yo contesté con lujo de detalles cómo había progresado el Port Vale con la incorporación de nuevos instrumentos de entrenamiento. Ahora, ella me dijo que todo eso no se vió en la entrevista, y que lo uncio que se pudo apreciar fueron mis palabras cortadas, editadas, y armadas de cierta forma en que parecía una entrevista coherente. ¡Pero si lo fue! Según ella lo que se vio pareció tan forzado que a veces parecía que habían armado frases nuevas con mis palabras. Frases que no dije. Sinceramente no quería ver tal atropello. Por eso apagué la televisión esa noche. Preferí ignorar todos los noticieros que se hacían eco de mi paso por “Talking to the Mister”, por SkyBet.
En una cosa tenía razón mi ex-traductora: El club me estaba dando muchas oportunidades. No estaba consciente de que mi imagen fuera tan controvertida de cara al público, pero si lo era realmente entonces debe haber sido un esfuerzo enorme para una institución tan mediática y grande como un club de fútbol profesional, mantener a alguien que no hace mas que ponerlos en el tapete por cuestiones que exceden lo futbolístico. ¿O acaso les convenía? Nunca había llegado a pensarlo. Quizás la notoriedad que les daba mi ridículo comportamiento les servía a nivel ventas, o marketing. No lo sabía, ni lo sabría después. Lo único que me interesaba era poder llevar tomo el tumulto de sensaciones que se agolpaban en mis encías y mandíbula, a un papel que pudiera contenerlas. Pronto tendría la devolución de un profesional de las letras de España, y eso me entusiasmaba. Mientras tanto había producido en cantidad: Cuatrocientos poemas (algunos empezados, otros terminados) en las ultimas dos semanas. Nunca volvería a producir en esa cantidad, pero tampoco lo buscaba. Había faltado dos veces al trabajo en estas semanas y había tenido que soportar las palabras de Smurthwaite diciendo que no me darían muchas mas chances. Evidentemente el interés por el marketing tenía un limite. Necesitaban un entrenador probo y yo estaba dejando el trabajo demasiado en manos de Brabin y Norman, mis ayudantes. Cuál era mi función entonces ¿una figura mediática? No lo creo. Sea cual fuere la respuesta, se estaban cansando de mi. No tenía forma de solucionar esta situación. Quizás demasiado evidente para el lector: Ir a trabajar y listo. Pero en mi caso, lo fácil era complicado. Casi que podría asegurar, de manera inversa, que lo complicado era fácil, pero no en todos los casos. Paso a explicar la afirmación en su anverso y su reverso. Lo fácil me era sencillo, en primera instancia, porque el simple acto de ir a cumplir con los entrenamientos… bueno, no podía hacerlo. Debo admitirlo, había desarrollado una especie de debilidad por el alcohol y las resacas no me permitían moverme de la cama. Eran como un estado de parálisis. Al otro día no recordaba nada. Me llegaron a decir que había un grupo de hinchas que habían armado un grupo de comunicación por el cual se organizaban para ir a recogerme al Clayhanger y llevarme a mi casa. Alguno se fijaba si yo estaba y otros me iban a recoger. Y se turnaban. Así es que llegaba a mi casa, casi siempre de forma mágica. Nunca supe si esta gente era subvencionada por el club o si lo hacían por motus propio, aunque prefiero quedarme con la segunda opción. Otro de los motivos por los cuales me era imposible cumplir con la cristiana responsabilidad de cumplir mi horario de trabajo, era mis “arranques de inspiración contenida”, los AIC. Yo los llamaba así porque sentía que toda la inspiración que me salía en aquellas épocas, era a causa de haber pasado casi toda mi vida abocado al deporte, una actividad no creativa. Entonces, luego de años de no expresarme, las palabras, las imágenes, estaban pulsando desde dentro para salir, y salieron. Como no paraban de salir, y yo no les iba a impedir que salieran, me pasaba tardes enteras tirado en cualquier rincón de la casa escribiendo. No atendía el teléfono, ni el timbre de la casa, ni salía cuando escuchaba gritos. ¿Porque iba a salir yo si podía salir otro a ver, o a ayudar? Yo estaba ocupado, seguramente los demás no. Por eso y mucho mas seguramente me era mas difícil, lo que a los demás le era tan fácil. Y por otra parte, lo complicado se me hacía accesible, si hablamos estrictamente de lo futbolístico. No voy a entrar en detalles que agobien a los lectores que no son seguidores de este deporte, pero lo resumiré diciendo que donde los demás entrenadores dudaban, por miles de motivos ajenos al fútbol, yo estaba seguro. No estaba seguro de que fuera a salir bien, pero al menos estaba seguro de lo que quería hacer. “¡Pero que seguridad!” me había dicho una hincha desde las gradas en un partido de local, a lo que contesté dándome vuelta al instante “si me voy a equivocar, me voy a equivocar seguro”. La acotación vino por un cambio arriesgado que hice faltando veinte minutos para que termine un partido que estábamos perdiendo dos a cero. Lo terminamos perdiendo tres a dos, pero los dos goles los hizo el juvenil que introduje en cancha y que despertó la mencionada sorpresa. En fin. Poseía una desfachatez a la hora de hacer mi trabajo (el remunerado, no el ad honorem que era la escritura sin limites) que alegraba a algunos pero incomodaba a otros. Descolocaba a veces a mis jugadores también, pero entraban a la cancha seguros. No los retaba ¿para qué? Ellos eran adultos, sabían lo que habían hecho mal. En algunas ocasiones me venían a preguntar (a veces a reprocharme) porqué no les hacía una critica. Les contestaba que se las haría si me la venían a pedir, ya que en ese único caso yo me daría cuenta de que no lo estaban viendo claramente. En caso de que nadie me preguntara, significaba que no tenían dudas al respecto. Mis palabras se limitaban siempre a decirles lo que haríamos en el siguiente partido. En el caso de que haya estado metido en el asunto, durante esa semana. En el caso contrario, no podía hacer mas que pedirles que hagan lo de siempre, diciéndoselos de otra forma. ¿Sentía a veces que les estaba faltando el respeto? Si, quizás, pero mas hubiera sentido faltarme el respeto a mi y a la humanidad, si no sacaba de mi cuerpo esos poemas, que mal o bien, representaban una parte de la conciencia global. Por supuesto que todo tiene un limite, como se imaginará el lector lúcido. El limite llegaría pronto. Esa noche, del día en que recibí impactos de lata en mi espalda por parte de la traductora barra bailarina, sería el motivo de una de mis peores mañanas y tardes. Pasé a la tardecita por el club por cuestiones administrativas, tratando de ocultar mi rostro lo mas posible para que nadie me reconociera ni me reclamara no haber ido al entrenamiento de ese día, y me quedé charlando con uno de los “cancheros”. Nunca supe el nombre de esa profesión en England, pero yo les decía cancheros y a ellos parecía gustarles. El caso es que los vi haciendo su trabajo con las maquinas esas, cortando y emparejando el césped natural de nuestra cancha y seguí hasta las oficinas donde debía firmar unos papeles. Al volver por el mismo sitio se habían acercado a esta parte por la cual debía volver y uno de ellos me preguntó cómo andaba. Le dije que bien y seguimos hablando del equipo y de algunos jugadores en particular. Sobre todo Julius estaba mas interesado, el mayor y mas experimentado de los tres. Los demás aprovecharon el parate para descansar y limpiar las escobillas de las maquinas. Juluis era un hombre que tenía las marcas de su trabajo en el rostro, y la marca de años que aun no había vivido. Como si cada uno de sus años le hubiera valido por mil. Me hablaba y sus ajadas y oscuras mejillas bailoteaban con la holgura que da la experiencia. No le faltaba razón a lo que me decía pero le entreveía un aire de sermón. Le expliqué cómo me había conectado con la poesía y le presté un libro de Rilke que estaba leyendo pero que no podía terminar de digerir. Me dijo que no prometía leerlo, pero que lo intentaría. Me dijo que no agarraba un libro desde la década del ochenta, cuando tuvo que aprender como funcionaban las nuevas maquinas de cortar césped a través de los anchos manuales. Me sugirió, sobre el final de la charla que el alcohol también lo había atrapado a él, pero a fuerza de apoyo familiar había salido adelante. “Y el Club también me apoyó” agregó. El también quedó resonando en mi interior un rato largo hasta que comenzó a sugerirme que probara algo diferente. Julius era yankee, y su color mestizo se debía a que era descendiente de apaches. Allí, según me contó, había hierbas que permitían conectarse con la “inspiración” (dijo esto haciendo las comillas con sus dedos) que había en otros lugares, y que sin esa hierba era imposible de alcanzar para un ser humano. Para sumar un condimento a favor de esta hierba, agregó que no generaba dependencia como el alcohol y ese era su principal motivo para recomendarmela: “Para que te alejes de los vicios destructivos, esto no te aferra, y te eleva” En ese momento moría por saber qué palabra hubiera usado en lugar de “inspiración” de haber estado hablando con alguien en total confianza. Aunque supongo que de no haber confiado en mi no me habría recomendado esa hierba. Lo acompañé hasta el cuarto de ellos, los cancheros, donde dejaban sus pertenencias y donde se guardan las maquinas e insumos químicos para cuidar el césped, y sacó de su mochila una bolsa de papel madera con unas hojas secas. Me la ofreció y me dijo que debía inhalar su humo. Me entusiasmó de entrada. Esa noche experimenté un vuelo nuevo, y alcancé la “inspiración”. La alarma sonaría al otro día a la hora habitual y, como también era habitual, no la había escuchado. Ocho horas después, cuando mi cuerpo ya comenzaba a sentirse descansado, me desperté pero con el sonido de una llamada. No sería Isabel, ya que me había sentenciado con un “Que te den” la última vez que nos habíamos visto. Amaba cuando se le escapa una gallegueada. En este caso era Julius. Recuerdo su voz y recuerdo que le comenté algunas cosas de las que experimenté con su hierba, pero no pude recordarlas hasta que él mismo me las dijo unos días después: “dijiste algo como que habías sentido un tren, o algo así. Lleno de payasos que iban al infierno. Te hablaban en tono venezolano. Luego me dijiste que eso era un sueño y que después de que terminaras de hacer la cola para pagar me contarías lo de la hierba”. Cuando le confesé que lo había atendido estando acostado en mi sillón, rio por una semana al menos. Qué buen hombre. Un par de horas después golpearon a mi puerta con furia e insistentemente. Escuché los golpes pero reaccioné con calma; seguramente sería alguien que venía a reclamarme algo o a demandar mi presencia en el mundo de los mortales, despojado de la lírica. Mientras tanto, terminaba de tachar algunas lineas de las que había escrito la noche anterior, por considerarlas demasiado delirantes (si, delirantes incluso para aquel yo). Estas eran producto de un delirio provocado pero controlado (por quién, no sé) con la hierba que me había sugerido Julius. Las palabras habían aflorado de una manera sobrenatural (o subnatural) pero ya lo leerán con sus propios ojos. Una vez que terminé de tachar las líneas que mas me molestaban de esos versos, me levanté y me percaté de que ya estaban tratando de forzar la puerta. Mientras me había encontrado esos pocos minutos tirado en el living tachando con fuerza las líneas perversas, me habían estado observando por ventanas mal cerradas las cortinas pero no me molestó. Habían golpeado puertas, ventanas, con fervor, pero no me molestó. Habían tratado de entrar por puertas, por ventanas, por verja de patio, y no me molestó. Habían tratado de entrar en mi conciencia, me habían… Nada me molestaba como ese verso que decía “nada de esto es real”, y lo taché hasta rayar el piso de parquet. Abrí con toda tranquilidad y con el fuerte dolor de cabeza que me provocaba la luz del sol mezclada por supuesto con el humo de aquello. Las palabras que me escupieron en la cara los dos miembros de la comisión directiva que me fueron a buscar me aturdieron tanto que no pude escucharlas. Mi nivel de volumen estaba tan bajo en mi introspectiva búsqueda del verso perfecto, revolviendo papeles de la noche anterior, que al escuchar gritos directamente contra mi cara, los receptores se saturaron. Les pregunté que querían y me contestaron:
─ ¿¡Es que sos idiota!? Norman está al frente del equipo. Estamos jugando con un partido en este preciso momento, en el que vos te estas despertando, acá, al pedo, en tu casa! ─ La camisa parecía que le iba a explotar, pero la corbata lo ahorcaría primero ─ Subite ya mismo a ese auto que vas a dirigir este partido. Y rezá para que no sea el último. “Prefiero guardar los rezos para cosas mas importantes” pensé. Fui a buscar mis cosas, mientras uno de ellos entró y me preguntó: ─ Y… ¿Qué es ese humo? ─ miraba por doquier buscando la fuente del humo, no la encontraría ─ Demonios, está lleno de humo ¿Estás fumando hierba? ¿O es que estás haciendo rituales chamánicos? ─ Dejalo ─ dijo el otro en vos muy baja, tratando de que yo no escuche ─ si esta haciendo un ritual, no tardará en venir con una daga y sacrificarnos. Ambos rieron. Pero en sus risas había algo que me sonaba extraño. Incluso a mi. Volví al living con mi bolso de entrenamiento y subimos al auto. Ninguno de los dos hacía ningún comentario, como si estuvieran avergonzados de sus propios actos. No se sentían en condiciones de reprocharme nada. Estaba totalmente invadido por el humo desde la noche anterior, por lo que no pude oler si ellos habían quedado impregnados de ese amargo aroma, pero lo que si pude hacer es ver que de sus ropas se desprendía un suave humo blanco que contrastaba claramente con el tapizado negro del coche en el que íbamos. Íbamos en total silencio. Era extraño. Esperaba un sermón de todo el camino, o noticias del partido, o directamente una invitación a renunciar, pero nada. Se miraban entre ellos, que iban ambos en la parte delantera del auto, y nada. Solo leves gestos de humor. Todo quedaría claro unas cuadras despues cuando, en una de esas esquinas conflictivas que tienen las ciudades, hubo una fuerte frenada y casi nos estampamos contra una Hammer. ─ ¡Pero qué haces pedazo de imbécil! ─ Gritó mi conductor, mientras el copiloto no podía aguantar la risa ─ Me va a conocer ese idiota. Y dio media vuelta con el auto, dando un coletazo en medio de la calle y se puso a seguir al Hammer. ─ ¡Pero que haces! Tenemos que ir al partido ─ le gritaba el copiloto envuelto en risas frenéticas y que no podía contener ─ ¡Nos están esperando, tenemos que llevar al míster! Deja a ese imbécil, ya te debe haber escuchado. ─ ¡No! No me escuchó, ¡me va a escuchar! Se adelantó por el carril contrario y lo siguió a la por varias cuadras, teniendo con un brazo el volante, y abalanzandose sobre su copiloto para mirarle la cara a su perseguido, y gritarle cosas incongruentes, de una ira que no se condecía con las risas de ambos. La situación pasó a ser surrealista. Hasta estaba sintiendo la necesidad de estar lo antes posible en el partido. Me llamó la atención lo caprichosa que podía ser a voluntad humana. Isabel no se hubiera sorprendido en absoluto, porque lo hubiera atribuido a mis caprichos, no a la voluntad humana. ¿Conveniencia de mi parte? Quizás. Era caprichosa esta voluntad hasta el punto de hacerme faltar a varios entrenamientos en la semana de un partido importante, y ahora empujarme casi desde el interior de mi pecho par ir al partido, a hacer mi trabajo, ahora que me estaban privando de ello. Todo muy adolescente, me dije. Descarté la idea. Me quedé con "lo caprichosa qe podía ser la voluntad humana" ─Hey, señor ─le dije a mi conductor ─apárquese por favor. ─Oh, mira quién habló, el demente del club ─me dijo con sorna, gritando como si estuviéramos envueltos en ruido. La situación lo ameritaba pero mas por el nivel de estrés y frenesí que por el volumen. Un coche de policía nos había empezado a seguir. ─No te lo pregunté ─le grité mas fuerte, tratando de generarle el mayor miedo posible, y si imponerme ─Te lo estoy ordenando. Estaciona a un costado. Tengo que ir a hacer mi trabajo. Estaciona que yo me encargo de la policía. Dejó el carril contrario y se estacionó como le indiqué, sin objetar palabra. Con la sumisión de alguien que se sabe en un estado de descontrol. Me bajé del auto antes de que terminara de detenerse y le abría la puerta al conductor de un golpe. ─Qué te dije, Samuel? ─le grité, sacando de mi interior al actor que tenía guardado desde las épocas del fútbol amateur ─Cuantas veces te lo dije? Me prometiste que si salíamos a manejar te portarías bien. Tendrás que hablarlo con la doctor Jenkins mañana. No puede ser que siga pasando esto! Con la fortuna que me gasto! ─Perdón, está todo bien? ─preguntó el policía que había estacionado detrás nuestro y ya avanzaba cerca nuestro. Mientras el confundido conductor se bajaba de auto lentamente, en actitud de sumisión. ─Si, oficial ─repliqué de forma mas calmada, acomodando mis cabellos ─es que cometo el error de confiar en mi sobrino, pero siempre me hace lo mismo. No se preocupe, le prometo que no volverá a pasar. Si nos permite nos iremos por donde vinimos. Se inclinó para ver al acompañante que de milagro estaba conteniendo esa risa convulsa que les había provocado el humo acumulado en mi casa. Miró con desconfianza, pero no objetó razón alguna. Siguió con la vista cómo se subía a la parte de atrás mi supuesto sobrino con problemas psiquiatricos, y me hizo un gesto para que sigamos circulando. Mientras terminaba de sentarme en el coche, me gritó ─Pero que no se vuelva a repetir. Y vaya a la doctora Heather, yo he llevado mi hijo allí por su problemita de... ─e hizo u gesto circular sobre su sien de locura ─y nos ha ayudado un montón. ─Gracias por el concejo ─dije y y me alejaba de allí ya para dirigirme a ganar ese partido.
Los delanteros lo estaban haciendo bien. Recibían la pelota de espaldas y trataban de darse vuelta para encarar el arco contrario. Les dije que se dividieran y que uno de ellos vaya por las bandas. Los volantes lo estaban haciendo relativamente bien, también. Eran cuatro y no tres como planteaba yo en mis prácticas, por lo que tenían mas "material" para trabajar en el medio campo. No pasaban por las bandas, pero al menos los que debían defender lo hacían con entrega. Les grité que activaran la visión de ataque. Estábamos perdiendo 2-0. Los defensas pasaban ahora mas al ataque y quizás eso nos haya dejado vulnerables al volver en los contraataques del rival, y así habíamos recibido dos goles. Les dije que sean conscientes de lo qué hacían sus compañeros de saga, y que actuaran en consecuencia. Todo funcionaba relativamente bien, ahora. Con un par de ajustes el funcionamiento había mejorado en diez minutos. Y aun faltaban veinte por jugar. No era un partido especialmente trascendente. Nos darían tres puntos por ganarlo, como cualquier otro, y no estábamos ni cerca de la mitad de la temporada, pero el rival era de esos a los que hay que ganarles. La gente pide ganarle a estos rivales. Era un histórico de nuestra categoría y siempre, siempre le ganaba al Port Vale. Nos había eliminado en la última FA Cup, y se fue generando una especie de clásico, o derby, como le llaman ellos. Así , el marco era especial. Especial como lo es un final inesperado pero lento. Especial como lo es perderse sabiendo que no hay un peligro mas que el de tener tiempo de meditar. Especial como dejar de hablar con alguien que te hacía bien, se quien fuere. Especial como ser el indicado para un trabajo que no podes hacer bien. Así de especial era el marco que rodeaba a mis jugadores, a mi cuerpo técnico y a mi. Los cantos de nuestra hinchada se escuchaban especialmente claros, por la claridad que da pronunciar con fervor las palabras de guerra en medio de la contienda. Había mas banderas, había mas público. El partido era intenso aun estando en su parte final. Los jugadores parecían sentir también esta reciente rivalidad creada, y jugaban en consecuencia. Como si llevaran la bandera del Port Vale. Qué digo, la llevaban. La camiseta que tenían puesta, enteramente transpirada, era la bandera. Y lo estaban dejando todo. Fue mas lo que pude hacer observando y nutriéndome de todas esas sensaciones que tiene el fútbol, que lo que realmente les pude gritar desde el banco. Me limité entonces a contemplar. Por lo demás, en lo extra futbolístico, el mundo seguía girando y el aire era nocivamente puro. Las palomas seguían haciendo sus cosas de palomas, pero procuraría no mirarlas demasiado. La mujer juez de línea que correteaba por la banda junto a mi, tenía un cabello rubio tirante espectacular y, dependiendo de cómo le diera el sol y el reflejo de unas chapas de un carrito de golf, se le generaban mechones blancos, resplandecientes: mechones de luz. Dos poemas salieron de allí, cuyos nombres me avergüenza recordar. Supongo que mirar al yo del pasado y verlo como alguien patético es parte de un crecimiento. Quizás deba revisar esto mas tarde. ─¿Estás bien, Cristian? ─me preguntaba Norman, ahora sentado en el banquillo. ─Si, ¿porqué? ¿estoy gritando mucho? ─Es que te estás tambaleando. Te sale humo de la ropa. ¿Quieres ir al vestuario? ─Por favor, no exageres, estoy perfectamente. Los jugadores están comprendiendo las directivas. Me daría cuenta ese día, en ese momento, y de la peor manera, de que así como había muchos simpatizantes del club que me adoraban por lo original y desfachatado, por la impronta fresca y nueva que le daba al banco del Port Vale, algunos me odiaban y no solo pedían mi renuncia o despido, sino que casi que pedían mi cabeza. Y esto a pesar de estar por encima de la mitad de la tabla, cosa que no vivía el club desde hace muchos años. Mientras estaba señalándole al arbitro la zona en la cual se había cometido una falta que no había visto a nuestro favor, algo me impactó en la cabeza. Era una lata de cerveza vacía que cayó cerca de mis pies. Y no era mía en este caso, y no me la había lanzado Isabel tampoco, ni un simpatizante del club rival, sino un hincha de nuestro club. Me di vuelta para ver de donde había venido, y me alcanzó para evadir una botella de plástico de agua, casi llena, que casi me saca un ojo. La pude evadir. Las papas fritas no, porque vinieron de un costado. La gente comenzaba a sumarse a esa lluvia de comida e insultos. A esa humillación. Nunca sentí sensación tal en mi vida. Nunca me había tocado tener que digerir tal circunstancia. Un montón de gente, mujeres, hombres, ancianos y niños, jóvenes, se agolpaban en las gradas de la platea que daban justo por encima de nuestro banco de suplentes a gritarme cosas horrendas, a invitarme a que me vaya del club. Que el club necesitaba gente seria, que el club no era un neuropsiquiatrico, que tome las pastillas, que me mande a internar, que le deje el lugar a gente sana, que me vuelva a mi país, que el míster del club debía ser inglés, y muchas otras cosas irreproducibles. A la vez que mis oídos se llenaban de esta basura recibía en cara y pecho y en mi alrededores vasos de cerveza, botellas de cerveza de vidrio, de plástico, papas fritas y hamburguesas a medio comer. Y yo, consternado, no dejaba de mirarlos, atónito. En ese momento pensé en las palomas que parecían gárgolas testigos desde las cumbres de una ciudad de ornamentos góticos. Aquellas mismas espectadoras desinteresadas que giraban sobre su propio eje, dando algo así como pases de baile sobre una estrecha superficie, estarían una vez mas presentes en el espectáculo que tampoco les interesaba, porque sus existencias dependían de otras cosas. Los seres de piedra viva que comenzaban a moverse saliendo de su solidad estaticidad ¿qué preguntarían al ver esta escena en la que me humillaba mi propia gente? Serían testigos pasivos, o quizás pasarían a la acción generando con sus decrepitas alas una especie de barrera que me protegiera de los proyectiles. Era yo la paloma ahora. Pero no me estaba moviendo. Yo era el testigo de la escena que trataba de hacerme protagonista. Pero la piedra que me componía tardaría en volverse carne. Y dentro, el alma se sacudía agrietando en mil hendijas, con mil cosas que decir, explicaciones para repartir, y perdones en general. Un lento modo de vibración comenzaba a despertarse en mis tripas. Había perdido noción de lo que sucedía en el partido. De hecho, le estaba dando la espalda a la cancha. Evidentemente, al arbitro y a los jugadores no les pasaba inadvertido lo que sucedía a un costado y estaba comenzando a entorpecer el espectáculo, ya que muchas de las cosas que volaban hacia mi, entraban a la cancha y afectaban la carrera de los jugadores. Además de que estaba en riesgo mi integridad física, en ultima, ultimísima instancia. El arbitro se acercó al trote hasta la zona en la que empezaba la alfombra de comida y bebidas, y pitó a la gente para que se detuviera. No hubo caso. Mis players de la cancha se acercaron, aún en la zona en la que podían ser alcanzados por comida (de hecho muchos de ellos los sufrieron en sus caras) y en un gesto de humanidad infinita intentaron calmar a las fieras. Los jugadores con los que había compartido todos esos entrenamientos, los buenos y los malos, los que me habían encontrado en mi mejor forma, y los que me habían visto flaquear y en malas condiciones, ahora me defendían de los hinchas del club que representaban. Tomaban posición del lado del técnico. No podía estar mas orgulloso de ellos. No sería esta la máxima sorpresa del día. Pero a pesar de ese esfuerzo por parte de los jugadores, la gente no se calmó. Siguieron con los gritos, y el partido fue suspendido por unos instantes hasta que la parcialidad local desistiera de esa actitud agresiva. Ahí fue cuando mis piernas ya no pudieron sostenerme. Mi cerebro dejó de saber lo que debía hacer, y no supo si debía mantenerme en pie o dejarme caer. Mi corazón no sabía si seguir latiendo, o dejarme morir. Caí al suelo mientras la voz del estadio decía "atención, se pide a la parcialidad local que deje que el espectáculo se desarrolle con normalidad, o obligará a la seguridad del estadio a tomar cartas en el asunto." Apagón.
“Los concejos dirigenciales de los clubes de fútbol, en este nivel de profesionalidad, no pueden desoír la voluntad de sus socios. No se pueden dejar de lado las opiniones que se vienen reiterando asiduamente durante los últimos tiempos. Era una medida que veníamos manejando, pero que un evento en particular le ha dado vía libre para su continuidad. Si, claro que esto es nuestra exclusiva decisión, y no ha tenido lugar antes porque no somos tan matemáticos ni fríos como la gente cree. Escuchábamos a una gran parcialidad de nuestra gente que lo apoyaba, y que estaba esperanzado en su recuperación. Pero, lamentablemente, nuestro club y la seriedad del mismo, sus objetivos a corto y largo plazo, esta por encima de cualquier individualidad, y todos nos hemos tenido que acomodar en diversas circunstancias. Si, está hecho. No hay vuelta atrás.”
─Míster ─ escuchaba una voz lejana, que insistía en hablarme ─ Míster, hey. ¿Estás ahí? ─Tranquilo, ya contestará ─ otra voz sonaba mucho mas relajada, sabia ─ Ha tenido una descompensación. Ha sido un shock difícil para él. Hay que darle aire. ─ Difícil que tenga aire con la cantidad de gente que hay acá adentro. ─No se van, ya les dije ─ me pareció Montaño, el colombiano y su rústico inglés, casi tan rústico como el mio ─ No los puedo obligar. Creo que se lo van a decir ahora. No pueden hacerlo... ─Eso es cierto. No tienen derecho. Creo que tampoco podemos evitarlo. ─Algo se tiene que poder hacer ─ replicó con ternura el moreno. ─Hasta inconsciente sigue haciendo espectáculos y llamando la atención. ─Shh… Se está despertando, ha movido los parpados. Señor Cristian, ¿Me escucha? De a poco me sentía en condiciones de contestar. Las luces comenzaban a aparecer, y la incomodidad del banco de tablas en mi espalda me generaban deseos de erguirme y ver lo que sucedía al rededor. Un adelanto ya había tenido, pero debía enfrentarme de lleno a la tormenta. ─ Qué… ¿Qué pasó? ¿Ganamos? ─ Me levanté con ayuda de Nathan Smith que estaba allí, y de un doctor que jamás había visto. Montaño estaba también, feliz de verme recuperado. Pude sentarme y contemplar de a poco la escena, adaptándose mi visión a la luz blanca, pura y artificial del vestuario local. ─ Empatamos, míster─ contestó Pope que estaba un poco mas atrás, en el revuelto de gente que intentaba ver mi estado ─ Pregúntele al negro. Montaño le dio un empujón al delantero inglés, y ambos rieron. ─ Estaba aquí para decirle que metí el gol del empate, míster ─ Dijo tímidamente el moreno, en un español simpatiquísimo, que hacía días no escuchaba ─ No quería perderme su recuperación para contárselo yo mismo. ¿Cómo está? ─ Bueno, ahora que me decís que metiste un gol, puedo morir feliz ─ Solo el y yo reímos, y Pope, nervioso, agregó en cavernícola español. ─ Bueno, bueno, gracias, ingles, por favor, ingles. ─ Dijo que tengas cuidado que te puedo sacar el puesto ─ bromeó Montaño, defensor, con Pope, delantero y goleador del team. El doctor revolvió los bolsillos de su bata y sacó una de esas linternas pequeñitas. ─ Es bueno verlo de buen humor ─ comenzó diciendo, a la vez que me invitaba a abrir bien los ojos ─ ha sido un momento duro el que ha vivido. ─ Digame que es hincha de los valiants, doctor ─ le dije mientras me apuntaba con la penetrante luz en las pupilas para revisarme. ─ Lamentablemente no. SI le dijera de qué club soy, moriría apaleado dentro de este vestuario ─ sonrió detrás de su tupido bigote entrecano ─ Aunque debo agradecerle su participación en el incendio de mi amigo Christopher, y de su familia. ─ Oh, Dios. Qué puntería la mía. Un hincha del Stoke aquí, devolviéndome la vida. ─ Bueno! ─ dijo el medico poniéndose de pie ─ no me venda de esa forma, señor Pueblos! ─ Tranquilo, aquí no se respiran esos aires de violencia. Nuestro fútbol es diferente─ y mientras decía esto fui bajando la vista, temiendo que mis palabras estuvieran, como nunca, fuera de lugar. Como situadas en un tiempo diferente, en una realidad alternativa. Y extrañamente, fue una sensación conocida. ─ Bueno, lo lamento ─ el semblante del doctor cambió drásticamente, y desde su altura se inclinó hacia la multitud que habitaba el vestuario, de entre la cual salieron dos miembros de la dirigencia del club. Pope y Smith intentaron detenerlos, y al ver que era inútil, se retiraron con gestos de fastidio. Se apartaron para no ser parte de esa canallada. ─ Pueblos ─ comenzó el mas petizo de los dos, mientras me extendía un sobre con el membrete del club ─ ahora que se ha repuesto, tenemos que comunicarle que a partir de este momento deja de ser el director técnico del Port Vale Fútbol Club, dejar de ser parte del fútbol club, del Port Vale fútbol club, y la gente se va yendo, y dejar de ser parte de, dejar el club, dejar en este momento, en este preciso momento, después de empatar, después del gol de Montaño que me espera para decirme que había hecho un gol, al salir, qué pocos autos de jugadores, casi ninguno salvo los que esperaron, la gente no me esperó salvo algunos, salvo los que me felicitaban, y los que me deseaban una pronta recuperación dejar de ser parte del fútbol, dejar, a partir de este momento, y el doctor, que se levanta y se da vuelta, y hace una seña, y los jinetes del sicalipsis ahora son dos, los demás están con la resaca del humo, dejar de ser parte, a partir de este momento, Pope, Smith, Montaño, el colombiano, que puso el empato, no me venda de esa forma, señor pueblos, no me venda de esa forma señor Cristian pueblos que deje de formar parte en este instante, no me venda de esa forma, debilidad, no me vendas, inconstancia, no me vendas de esa forma, esperemos que se recupere, necesita aire, soy hincha del Stoke, gracias por ayudar a cruzar a mi abuela el otro día, porque el incendio no existió jamas, para dejar de ser parte, en este momento, nadie quedaba cuando me iba, no hay autos de jugadores, no hay autos de hinchas, ellos andan caminando, dejar de ser parte, hay que esperar, hay que darle aire, no me vendas medios de comunicación, aquí te espera Michael, de Skybet, Cristian, por favor, no le tengas, rencor, ¿está aquí? Si, te espera para preguntarte sobre… esto, las paredes no van a caerse Cristian, estas listo para algunas preguntitas, solo avisame cuando está grabando la cámara, dejar de ser parte del fútbol, tenemos entendido que le acaban de informar, vos y cuantos mas, ¿perdón? Que vos y cuantos mas tienen entendido, bien, si me deja continuar, que le acaban de informar que acaba de ser despedido, oh por dios, agárrenlo, sos un hijo de puta, sorete, mercenario del sistema, por culpa tuya el fútbol es un comercio de unos pocos, el nuevo circo romano, pedazo de mierda, Cristian por favor, calmate, queda mucha gente aun en el club, unas pastillas, una cada ocho horas, el humo, de qué era, decime, estamos acá solos, decime, tu madre, Cristian, falleció hace muchos años, lo tuyo es, dejar de ser parte del fútbol, dejar de ser parte de nosotros que te toleramos, queremos dejar de ser parte de los que te toleran, no me vendas de esa forma, Michael, no me vendas como el director técnico argentino con trastornos neurológicos, u obsesivos, dejar de ser parte, no me vendas como el pobrecito, los hashtags no aparecen, tienen gente para eso, todos los clubes, el Chelsea, el Manchester, Cristian soltalo, vino a ver si estaba todo bien, lo escuchó por la radio, Cristian soltalo, policía, por favor, se están peleando, dejalo Walcott, el humo era muy amargo, no era marihuana Cristian, vos te querés matar, ahora supongo que sos mas libre, hasta qué hora esta abierto, los papeles, no están, los papeles, ¡Los papeles! Mi cuaderno, no está, hasta que hora, ok, ah, no cierran, si soy yo, no tranquilo, estoy bien, ahora voy para allá, bueno, si, todo el mundo lo vio, creo que no es ninguna sorpresa, ahora lo hablamos, voy para allá, para mi lo de siempre, dejar de ser parte de los alcohólicos de siempre, y dejar de ser parte de los delirios de alguien mas, o dejar de ser parte del fútbol, que es ese delirio de alguien mas que soy yo, ella sigue detenida Cristian, no nos habías dicho nada, el club dispone de fondos para estas cosas, no nos dijiste nada, ella dice que la fuiste a saludar varias veces, pero no nos dijiste que seguía en la comisaría, te tendrían que haber dejado adentro a vos, no sé qé hiciste, me lo dio el canchero, el de la coleta blanca, ese que es descendiente de indios americanos, no se de que hablas, no hay ningún canchero así acá, solo los gemelos, hijos de Pumpkin, el secretario, y esos niños son mas sanos, te digo que el viejo me lo dio, y no te lo habrá dado tu ex, que vino a visitarte hace unos días, no tengo ex, que vino a decirte lo de tu padre, dejar de ser parte de este plano de sufrimiento, donde la gente muere, venimos a informarte que dejas de ser parte del planeta, pasas a ser parte de la eternidad, cajones, lapices, lapiceras, de todo menos los papeles, paredes, cuadros a la basura, si, los tiré, no sé, no recuerdo haberme vendado la mano, el alcohol, que me cicatrice por dentro y por fuera, no tengo fuerzas ni para reírme, todas, si todas las paredes, no dejo nada sin escribir, lo tengo que entregar limpio el mes que viene, si, el club le rescindió el contrato y ellos son los que pagan, todo escrito, no sé esta en español, mi hija que entiende español dice que decía siempre lo mismo, algo como “soy solo poesía” enfermisamente escrito, en diferentes tamaños, con faltas de ortografía diferentes en cada intento, mal escrito y a veces inentendible, en algunas partes escrito, dejar de ser parte del plano real, escrito con furia, remarcado, del plano plano y pasar al plano curvo, como eran esos versos, el libro que te preste, yo le di mi teléfono para que buscara no se que, y lo destrozó, siempre lo vienen a buscar los hinchas del club, a veces los del Stoke, y a informarte también que tenemos una serie de compromisos estipulados de protocolo, Cristian dejalo, Señor Pueblos, déjelo, Dios, mio qué escándalo, no nos va a dejar tranquilos nunca, le está pasando otra vez, estás bien Michael, ese tipo es un imbécil, pero tengo lo que quería, el material para enterrarte definitivamente pedazo de escoria sudamericana, y en la bañera, y en le patio todo lleno de botellas y latas de cerveza, la heladera era un caos, no hay estacionamiento, esta bien, voy solo, otra por favor, si, estoy bien, no nadie, no espero a nadie, que me han despedido, pero dejame llegar a casa que tengo que escribir algunas cosas, le he contestado a tu colega, no estoy para notas, si le haces entrevistas a los técnicos busca uno, yo ya no lo soy mas, y par encontrar ese papel tapiz ahora, era herencia de mi abuela escocesa, no se consigue mas, todo escrito, que desgracia, y parecía tan serio, no le des mas, tengo que servirle, no parece alterado, otra por favor, dejar de ser parte de las expectativas ajenas, dejar de ser parte, pero cuando, cuando fue, porque no me avisaron, y porque me avisas vos, Cristian por favor, estoy de paso hacia argentina, ya sabías que yo vivo en Londres, vos insististe para venir, yo hice lo posible, Laura, andate, no me podes decir, estaba mal Cristian, tus hermanos te estaban llamando, otra por favor, “soy solo poesía” dejar de formar parte, a partir de este momento, y que ademas mañana debes dar una conferencia de prensa, abierta a preguntas sobre tu salida, hemos decidido aceptar tu renuncia, dejar de ser parte, no me vendas como el ladrón bueno, San Dimas, “soy solo poesía” otra por favor, si, doble, porque no me avisaron, ¡mis papeles! No, no me quiero ir, andate, vení! Soy solo poesía, no entendés, Laura, no se de que me hablas, no necesito ayuda de nadie, Andate o te mato, me estas alterando, otra por favor, me estas siguiendo? Si, me acaban de echar, gente! Acá todos están esperándome, sepan que he hecho lo posible pero ustedes vieron lo que sucedió, Cristian por favor, otra por favor, dejar de ser parte, para siempre, del fútbol, ustedes vieron que parte de los hinchas en la cancha, con las gárgolas de testigo y mis players, con nuestro fútbol poético, soy solo poesía, me acaban de decir que me vaya, Cristian, vamos, no hay nadie, y a partir de este momento me han invitado, le esta pasando otra vez, a dejar de ser parte del fútbol, para siempre. Otra. Por favor.
─Le pedí ayuda al comisario ─ decía la voz del barman del Clayhanger, allá muy lejos de mi conciencia ─ y lo trajimos acá. Si lo dejábamos dormir en la barra se iba a caer. Mas vale que se caía de una silla que de una banqueta en la barra, je. ─Gracias, muchas gracias. Sentí las palabras mas suaves del mundo, y el torbellino comenzaba a frenarse, a disiparse en una brisa que estaba comenzando a amar. No quedaba nada de mi, porque quería ser otro, mas entero, para disfrutar de los encantos de esta voz, y esos besos que me caían. ─ ¿Tomó mucho? ─ Se tomo todo, señora─ y rió como de costado ─ Y yo le tengo que servir, ya sabe como se pone esta gente cuando le dicen que no. ─ Si, entiendo. Gracias de nuevo. ─ No puedo creerlo ─ dije, al darme cuenta de quién eran esos labios, que no podían ser de otra. Nada me importaba de ese momento hacia atrás en el tiempo. ─Estás… oh, por favor… ─ No hubo asqueo en su voz, sino pena ─ Estás hecho un desastre Isabel rió al ver las servilletas de café pegadas en mi frente. ─ Voy a tratar de caminar… ─ intenté levantarme para ir al baño. ─ Vas a encontrar un hermoso desastre─ dijo el barman desde la barra mientras sacaba unos porrones─ y vos sos el autor. Todavía no vino Kevin, el chico de la limpieza. ─Bueno, no me puede molestar si el desastre es mio, creo. Isabel intentó atajarme pero vio que me manejaba bien, que tenía estabilidad. El descanso me había hecho bien. Algunas imágenes de las pasadas horas venían a mi cabeza. EL bar estaba lleno de gente, y me llamó la atención. No lo había visto así de lleno nunca. No parecían interesados en mí ni en mis espectáculos. Realmente hubiera esperado que alguno se riera de mi estado, pero ni siquiera parecían percatarse, y eso me tranquilizó. En el baño había pérdidas por todos lados, típicas en el Clayhanger, y poco mas. Pero quise saber de qué era culpable. Miré en los mingitorios y no había nada fuera de lo común, en los inodoros tampoco. El ultimo estaba clausurado y supe que era el que había padecido de mi ira post-despido. Me agaché hasta el piso y pude ver (y recordar) el porrón de cerveza destrozado junto a un pedazo también destrozado de la taza del inodoro. Despido. Había olvidado ese detalle, y aun no había caído conscientemente, de que no volvería a entrenar a mis chicos, ninguna mañana. La ira y el alcohol debieron ser graves para hacerme destrozar el porrón contra el inodoro. Me percaté en ese instante de las vendas que tenía en mi mano derecha. Toda la palma envuelta y con un leve tono ferroso, en clara muestra del desinfectante por algún corte. Corte producido por ese impacto seguramente. Nubarrones venían a mi mente de forma poco clara. Di media vuelta y me dirigí al espejo para lavarme la cara. Tenía el rostro en la parte izquierda lleno de baba y aun tenia una servilleta pegada en la mejilla. Me sequé con un papel del baño, y me vi los ojos, rojos, las ojeras, el tono pálido de mi piel, estaba colorado en ambas mejillas, y la barba crecida y afeitada de forma despareja, aunque de esto me daba cuenta solo yo, porque era casi imperceptible (me afeitaba a diario). En resumen: estaba destrozado. Demacrado. Me di pena. Me lavé la cara, pero solo para aclararme la visión y despertarme. No iba a borrar las marcas del devenir de las horas ultimas. Si bien la siesta en la mesa del café había borrado parte de los efectos del alcohol y del shock en el estadio esa misma mañana, aun las ojeras y ojos irritados persistirían. El color en mi piel no volvería por el momento, tampoco. Ni con besos de amor repentinos. Volví a la mesa y allí me esperaba Isabel, mirando su teléfono. La luz del café estaba disminuida como era habitual en el Clayhanger a estas horas de la noche. Mas bien tarde noche, ya que el sol estaba casi desapareciendo. La luz de su enorme teléfono móvil iluminaba de azul su dulce y suave rostro y lo contemplé durante la infinidad de minutos que transcurrieron desde la salida del baño hasta mi llegada a la mesa: escasos seis pasos. Ese azul luminoso que bañaba su rostro me hizo pensar si acaso estuviera asomada a un portal celestial mirando por encima a toda la existencia de otro universo diminuto, de otro planeta azul como el nuestro, velando por la integridad física de algún otro idiota como yo, que no hacía mas que intentar autodestruirse y no darse cuenta de que… De que necesita ayuda. Y siempre la necesitó. Me sentía extrañamente bien, y ella me recibió con toda naturalidad. Como si no acabara de despertarme en un café, después de haberme tomado hasta el agua de los floreros, babeado. Como si no acabara de perder mi trabajo de forma escandalosa. Como si no fuera el hombre del momento (de la peor manera posible) para el micro-mundo del fútbol de las categorías bajas. Me senté y la miré. Me miró tiernamente y me pidió, sin decir nada, unos instantes par terminar de escribir un mensaje. Aproveché a mirar alrededor la cantidad de gente que había. Me pregunté si había algún show, porque esta cantidad de gente no era habitual, para nada, salvo cuando tocaba alguna banda, por lo general eran tributos a Robbie Williams o Rod Stewart. Le hice un gesto al barman, el gesto de guitarrista, y se rio diciendo que no. No entendía. Lo dejé. Isabel me preguntó cómo me sentía a la vez que traían un café y un café con leche a ella. Mientras la moza dejaba las tazas en nuestra mesa, mi ex traductora recibió una llamada, y se levantó para atender antes de que yo pudiera contestarle. Cuando la moza terminó de dejarnos todo, un instante después me tocó el hombro y me indicó que mirara a mis espaldas. Me volteé y para mi sorpresa vi camisetas de color blanco y negro en la pantalla del tv del café. Casi sin ser dueño de mi cuerpo, me levanté y me dirigí hacia él. Nadie le daba importancia a la transmisión, pero yo no podía evitar sentirme atraído por esa imagen inusual: Eran todos los jugadores del Port Vale FC parados en línea en una conferencia de prensa, aturdidas sus caras por los flashes de las cámaras, y Pope con el micrófono en sus manos, hablaba. Me di vuelta para pedirle volumen al barman. Pero ya estaba a escasos pasos míos, acercándose, aumentando ese volumen, que nos dejó escuchar: ─ … Y para manifestarnos en contra de la forma en la que se ha tratado a nuestro técnico Cristian Pueblos, en la que se lo ha despedido, y estamos seguros que fue mas por vergüenza mediática, por presión de los medios, que por ineficacia. Nunca ─ comenzó a decir, y miró a un costado para afirmar a un compañero que algo le dijo ─Nunca habíamos oído a un entrenador hablar así, hablarnos así. Algunos de nosotros ya estamos terminando nuestras carreras y hemos pasado por muchos clubes, por muchos entrenadores, y jamás habíamos esperado, ni pensado, salir a la cancha con las ganas y la alegría que salíamos a ganar nuestros partidos. Como si fueran, citando palabras de él, una sinfonía. No lo podía creer. Pope dijo unas palabras mas y pasó el micrófono a uno de los jovenes referentes de la defensa. Todos estaban vestidos con ropas de civil y se habían puesto, encima de sus ropas, la camiseta del equipo. La bandera. ─ Sinceramente, salimos a jugar el segundo tiempo solo por el honor de nuestra gente, primero, antes que todo, y después por el club y estos colores. Algunos nacimos con esta camiseta, yo por ejemplo, y vamos a morir con esta camiseta puesta. Salimos a jugar ese segundo tiempo hoy, pero si no hubiéramos pensado en nuestra gente nos hubiéramos quedado en el vestuario. Realmente manejamos la posibilidad de no salir a jugar el segundo tiempo. Ya nos habían informado del despido de Cristian Pueblos. Y queremos dejar en claro que repudiamos absolutamente la actitud de las autoridades con respecto a nuestro excelente entrenador. Se fueron pasando el micrófono entre los que estaban parados en la fila de en medio. La mitad del plantel habló. Siempre, en el plano de las cámaras, quedaban jugadores por detrás, asintiendo, siempre, las palabras del que hablaba. Se invitaban entre ellos a hablar, como sabiendo que todos estaban de acuerdo y que todos tironeaban para el mismo lado en esta cinchada contra las demandas del dinosaurio capitalista. Cinchada donde la demanda era “¿no puede ser exitoso y reconocido un entrenador que se sale de la norma, y cuyas formas son demasiado diferentes a las de la media inglesa?” Medios, empresas, fútbol, y una parcialidad civil contestaban que no. Mis jugadores, y otra parcialidad civil contestaban que si y defendían esa bandera. En algunos planos del canal que veíamos pude divisar a parte del cuerpo técnico que, habiéndome conocido en las peores condiciones también apoyaban esta moción espontanea. En ese ir y venir del micrófono muchos aprovecharon para contar mínimas anécdotas de mi paso por el club (hoy digo ��paso por el club”, pero en ese instante no caía), como por ejemplo la vez en la que los llevé a todos a ver a la orquesta sinfónica de Winchester, para que vieran lo que era “jugar” en equipo. Contaron de forma graciosa cuando ligué algunos impactos en la cabeza con bollos de papel hechos de folletos del programa de la función, porque no paraba de pararme a darles indicaciones a los jugadores, y a dirigirlos en sus butacas como si fueran estas el banco de suplentes, los bancos del vestuario, o el escenario de la orquesta sinfónica del Burslem. Trataba en esa oportunidad de hacerles ver que cuando el violín tiene un solo, todos los demás violines suenan al unísono y que cuando hacen variaciones, estas están pensadas para complementarse y trabajan con la linea de los otros violines y a su vez se ensamblan con el resto de los instrumentos. Así debían funcionar las líneas de defensa, volantes, y delanteros. Creo que lo entendieron. Recordaron también cuando me introduje con Isabel Peine en el campo de fútbol reducido y contaron la reacción de muchos que no lo podían creer. Isabel me tomó de la mano en ese momento, fuertemente. Con la misma fortaleza que la tomé yo al verla esa mañana llegar al estadio, para empujarla a otra de mis locuras. Otro de los players nombró episodios como los de la fábrica de vasijas. ─ “Ustedes saben ¿porqué tiene esto su camiseta?” nos preguntó un día ─ dijo el moreno y joven ingles, volante por la derecha, señalándose el escudo de su pecho ─ y muchos dijimos, es el escudo míster, mirándolo de reojo. “Si, es el escudo, pero esto de aquí”, muchos nos acercamos a la vez para ver, sin percatarnos de que el mismo escudo estaba en todos nuestros pechos, pantalones, en las gradas locales del estadio y en todo lo que nos rodeaba, prácticamente. Era una vasija, esta de aquí ─ y extendió el escudo y la señaló, mientras la cámara hacía un plano cerrado a modo ilustrativo ─ Nos dijo “hoy se van a enterar el porqué de esta vasija, síganme” y se fue caminando por el túnel. Muchos de nosotros sabían el porque y en el trayecto nos fuimos enterando. La cuestión es que esa mañana corrimos alrededor de la fábrica de vasijas que está cerca del estadio, y recorrimos las casas de los alfareros, la profesión mas antigua de la región, la mas característica. Nos dijo “Esta gente que viene todos los días, practica una profesión mas antigua que sus abuelas, mas antigua que el fútbol, y es la que le ha dado una identidad a este lugar, a Burslem, lugar que ustedes representan” nos hablaba así mientras corríamos. “¡Háganlo bien! Ustedes están representando estas manos” nos decía mientras le tomaba las manos de uno de los trabajadores, que estaban ahí, y sus manos estaban llenas de arcilla. Algunos no habíamos visto nunca la arcilla, ni sabíamos lo que era. ¿Cómo no vamos a salir a la cancha con otra actitud después de cosas como esta? Ningún entrenador, nunca, nos había mostrado estas cosas. Contó también que, a partir de ese momento se darían cuenta de la cantidad de referencias que hay en la ciudad al pueblo que trabaja la alfarería. El ejemplo mas claro era el bar en el que estábamos, el “Clayhanger”. Como esa contaron un par de anécdotas mas y mi pecho no dejaba de hincharse y relajarse en suspiros de ese amor que contagian los hombres que se entregan a la sensibilidad censurada para el genero, generalmente. Sensibilidad que en el fútbol es invisible, anulada y castigada. Sensibilidad que había estado presentes en todos, del primer al ultimo entrenamiento de mi etapa en el Port Vale, y que seguiría en los corazones y recuerdos de los jugadores con los que trabajé. Sensibilidad que hacía que mi pecho se inflara y desinflara, para estabilizar el aire en mis pulmones. Luego de es tarde los dirigentes del club (no volví a oír la voz de Smurthwaite, afortunadamente) me llamaron para tratar de convencerme de volver. Era gracioso para mi, que ya tenía una nueva ocupación, ver cómo se turnaban para llamarme, mañana y tarde, para no parecer demasiado desesperados, y que cada vez que me llamaba uno de los miembros del concejo directivo traía parte de las palabras del llamado anterior, como “me han dicho que dijiste que lo pensarías, bueno, quería saber si has llegado a alguna conclusión” y yo decía siempre que no, que nunca había dicho tal cosa, cuando si lo había hecho. Los volvía locos, creo que les gané por cansancio. Dejaron de llamar a los tres días. Contrataron a otro entrenador sudamericano, un brasilero. Gorginho tenía problemas con el alcohol, pero ademas no lo podía disimular. Qué buena imagen que le dimos a los anglosajones sobre nuestra tierra. En fin, quien quiera una imagen de nuestra tierra que busque en Internet. La transmisión se terminó cuando aun no podía cerrar mi boca y manoteé desesperadamente el control remoto de las manos del barman para buscar en otros canales. En todas las señales la transmisión terminaba también y los jugadores ya se iban. Los periodistas volvían al estudio sin saber bien qué decir, pero esto ya me importaba poco. Lo mejor ya lo había escuchado. Cuando me di media vuelta no sabía bien dónde estaba ni porque, ni para qué. Mi pecho brillaba por dentro con un fulgor que me quemaba los globos. Enfilé para nuestra mesa automáticamente y me pareció notar que varias de las personas me miraban y hacían comentarios. Creo que el bar, por ese entonces, hubiera podido bien tener mi nombre: su mayor atractivo eran los espectáculos que yo brindaba sin querer. Y cómo no iban a mirarme si habíamos estado viendo, pegados al tv de 50 pulgadas, una conferencia de prensa en vivo en la que los jugadores del plantel profesional del club de la ciudad hablaban de su técnico recién despedido, que estaba por tomarse un café en el lugar. Era difícil abstraerse de esa situación. Lo que pasó luego no lo recuerdo del todo, para variar. Isabel seguía mensajeando con el teléfono y entre timbre y timbre de su móvil me lanzaba algunos comentarios sobre lo que había pasado. Si hubiera estado consciente al cien por ciento en ese trance, hubiera pensado que algo la turbaba y la ponía nerviosa. Como si algo no estuviera saliendo como ella quería. A mi entender hasta ese momento eramos simplemente nosotros, tomando un café en el Clayhanger, y yo tratando de salir de una resaca final. ─ ¿Cómo que sí? ─ se reía ella, tan dulce ─ te estoy preguntando qué sentís después de lo que acabamos de escuchar. No es una pregunta para contestar si, ¿O si? ─ Perdón, es demasiado todo… ─ no lograba mirarla a los ojos, no sé porqué razón ─ Todo, todo es demasiado. Hay muchas cosas que recordé en estas ultimas horas. Las estupideces qué hice, las cosas importantes que había olvidado. Mi hermana. Mi madre… y cómo saliste de esa situación tan magistralmente… ─ Tenes tus ángeles guardianes, Cristian Pueblos. Ya lo creía. Su teléfono se iluminaba una y otra vez, sobre todo en un tono azul que, con el sol cayendo, le daban una aura de entidad alada, que surca el cielo tendiendo mantos de cuidado y piedad. Iba y venía. El resplandor azulino iba y venía. Un pequeño puntito blanco también se iluminaba y si uno se fijaba bien, le hacía un destello mas claro sobre la mejilla derecha. ─ ¿Cómo supiste lo de mi madre en ese momento? ─ Estaba a punto de explotar pero el ser de la luz azul me protegía y mantenía unido, no sin algún esfuerzo de mi voluntad ─ Que ella no estaba viva. ─ No lo sabía ─ no me sacaba los ojos de encima, yo apenas podía mirar sus ojos ─ Me di cuenta cuando tomé el teléfono y no estabas hablando con nadie. En las llamadas no había nadie con el nombre “Madre” y la ultima llamada era de esa misma mañana. Mi madre había fallecido hacía ya cinco años, e Isabel había fingido hablar con ella en ese momento de mi crisis en el entretiempo de aquel partido. Y este gesto es de esos que te abren las puertas del cielo para siempre. No soy católico ni lo era entonces. Pero me gustaba la imagen de los ángeles y del paraíso perfecto para pensarla a ella, siempre amparada por un status quo que acompañe su brindar infinito. ─ Todo esto es demasiado ─ comencé decir mientras me tomaba la cabeza, los codos apoyados en la mesa, ante la visión inerte de las ultimas gotas secas de café en el fondo de la taza. Isabel me hacía preguntas y yo contestaba como podía mientras seguía entrando gente al bar que ya estaba lleno. ─ Parece que hay espectáculo ─comenté, tratando de ver entre mis vidriados ojos. ─ Parece ─ dijo ella. Algo estaban armando en la parte izquierda del salón, al pie del tv que habíamos estado usando de ventana al club. ─ Así que ahora, a buscarme la vida de vuelta en Argentina. ─ dije, tratando de volver a poner los pies en la tierra ─ Será como volver a la realidad en todo sentido, allá no habría engaño que me impongan mis sentidos. Aunque tampoco tendré ángeles guardianes. ─ Siempre tendrás tus ángeles guardianes, que no tienen nombre y apellido ─ Ella no dejaba de sonreír, pícara ─ Es como si poseyeran a la gente que te rodea. Hoy te rodeo yo, mañana será otra gente. Los llevas con vos y ellos se instalan en otros cuerpos, no hay de qué preocuparse. ─ Como si yo le hiciera bien a alguien… ─ Le haces bien a mucha gente, Cristian, y no me hagas enumerarte las personas que estuvieron tan felices con vos en esta etapa. Alguien se acercó, alguien de camisa, que no había visto jamás, y le dijo algo al oído a Isabel. Ella asintió con una gigante sonrisa y le hizo un gesto como de “ya voy” a la vez que saludaba a dos personas mas que estaban paradas cerca del tv. ─ Bueno, ya es hora ─ me dijo con la sonrisa mas hermosa que he visto y veré jamás, una que nunca olvidaré, a la vez que se levantaba de la silla ─ ¿Venís? ─ Ya nos vamos? Pensé que nos íbamos a quedar a ver la banda, me vendría bien despej… ─ No nos vamos ─ me dijo ya unos pasos mas allá, señalando el stand que ya estaba armado ─nos cambiamos de mesa. No entendí. No entendía nada y todo me parecía muy raro. Me levanté dudando y cuando di dos pasos y salimos de atrás de una columna, vi el café entero mirando hacía la mesa a la cual nos dirigíamos que casualmente era la que tenía un par de banners puestos detrás. Todos nos miraban y no era mi impresión esta vez: todos me miraba a mi. Al acercarme mas a estas mesas pude leer el banner y sus letras grandes. Tenía mi nombre y por debajo decía “No Ve, No Arte”. Reconocía este como el titulo de uno de mis poemas. Uno de los poemas que le había mandado a… ─ ¿Isabel? ─ le pregunté pero no me escuchó por los aplausos que ella misma estaba alentando ─ Isabel, ¿qué es esto? ─ ¿Y qué te parece que es? Miré al rededor de forma cómica seguramente. Creo que di una vuelta entera sobre mis pies mirando todo al rededor y me maree. Mas por el exceso de estímulos que por la vuelta dada. Una pintura de Dalí figuraba como fondo de las imágenes del banner, y al ver que llegaban varias cajas con libros tomé uno. Mientras dos o tres personas dejaron las cajas en las mesas en las que nos sentaríamos, pude ver que el libro tenía en su tapa el mismo diseño que el banner: mi nombre, dicho titulo, y la pintura de fondo de Dalí, esa en la que vuelan gatos negros y un chorro de agua. Rebusqué entre las cajas y todos los libros eran iguales. Todos tenían mi nombre. Todos. Tomé aire. Gravemente. Abrí el libro. Eran mis poemas. Todos los que le mande al profesor español. La editorial era de Burslem. La ciudad quedaría marcada para siempre. En mi primer libro, y en mi corazón. Compiladores, el profe español y mi ex traductora. Versión en Inglés: la misma mujer, Isabel. ─ Muchas Gracias a todos por estar hoy aquí. Editorial se complace en presentar este libro en un contexto de lo mas peculiar, en un día tan particular para nuestro autor. Esperamos que las desagradables noticias no entorpezcan esta hermosa y cálida velada. Ricardo González e Isabel Peine trajeron, una tarde de lluvia, un montón de papelitos escritos y pensábamos que estaban bromeando. Nos dijeron que eran un montón de poemas de una genialidad y sensibilidad absolutas. Ricardo es profesor de Lengua Hispana en la Universidad de Salamanca, así que no nos quedó otra que creerle ─ el publico rio amablemente ─ Leímos los poemas. Eran geniales de verdad. Pocas semanas después aquí estamos. Orgullosos de poner nuestra editorial al servicio de tan espectacular poeta, y de abrir las fronteras de nuestras letras a otros idiomas. La traducción estuvo a cargo de una “amiga” del autor, Isabel, que supo interpretar muy suavemente las caricias que significaban las letras de Cristian Pueblos. Así es que estamos aquí esta noche, felices de poder disfrutar de la presencia de un poeta nuevo que sale al mundo de la mano de nuestra editorial. ¡Una aplauso por favor para Cristian Pueblos!
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DOS PORTEÑOS PURA SANGRE
Ni Carlos, ni Ernesto trabajaban. En aquella época, no era tan difícil hacerlo. Con darse maña en alguna labor ya bastaba. Pero ni Carlos con veinte años, ni Ernesto con veinticinco, tenían la intención real de trabajar.
Para ese entonces la familia entera vivía en una pensión de la calle Necochea, ahí por el barrio de La Boca. Los cinco, Don Enrique, Doña Celia, “la María” y los “hermanos Francia”, así los llamaban por antinomia del buen gusto y los modales, ocupaban una habitación con cocina incluida.
Don Enrique pese a su dificultad con el idioma, era un tano terco y testaduro que le costaba aprender el castellano, había conseguido la concesión de unas piletas en Liniers. Gracias a ese trabajo había logrado que los “hermanos Francia” tomaran el puesto de encargados del bar del club junto con su hermana María.
Todo iba “viento en popa” hasta que, como era de esperarse, Ernesto encontró una forma de sacarle una diferencia al sueldo del bar. Ellos eran así, pensaban en grande. O pobreza grande o riqueza grande. Nada de andar con chiquitas. “Plata o mierda” era su lema de cabecera.
Así fue como una tardecita, mientras los empleados ordenaban todo en el bar, Los Francia se fueron para las calles de Mataderos. Tenían la data de que allí los jueves se corrían unas carreras de cuadreras sobre la calle Timoteo Gordillo. Las cuadreras eran unas carreras de caballos, sin tanto entrenamiento, ni caballos pura sangre como los del hipódromo, en las que además de apostarse muchísima plata, los animales solo debían correr durante unos ciento veinte metros, de ahí el nombre de cuadreras.
El dato era certero. Las carreras existían. Las apuestas eran grandes. Pero ni Carlos, ni Ernesto sabían nada de caballos. Pero la sangre tira y como todo tano cabeza dura, ellos decidieron buscar un caballo para entrar en las carreras.
Luego de averiguar con algunos vecinos de La Boca y preguntando aquí y allá, se enteraron que unos amigos de barracas que vivían sobre la calle Goncalves Dias , muy cerquita de la avenida Iriarte, tenían una yegua lista para correr. La negociación no fue fácil, pero ya en las malas sacaron una diferencia de cinco puntos irremontable, que finalmente los hizo acreedores de “La Fueyera”.
Al animal se lo veía sano y para Los Francia era suficiente. Al jueves próximo se anotaron en las cuadreras. En esa primera experiencia, se fue entero el sueldo de Carlos. No hubo forma de alcanzar al contrincante, en menos de cien metros ya le había sacado dos cuerpos. Un papelón.
Pero como no eran de rendirse fácilmente volvieron a presentarse una semana después. Habían estado entrenando. Tenían una confianza plena en su yegua, “La Fueyera”. Pero como era de esperarse, en ese segundo intento, se fue entero el sueldo de Ernesto.
- ¡Yo no te hago mas caso! ¡¿Ahora qué hacemos?! – atinó a decir Carlos, con la voz quebrada, así a punto del llanto.
- Lo que pasa es que vos sos un mufa bárbaro pibe, que queres que te diga-
- ¿Por qué no te vas a la puta que te pario?-
- Yo me voy, si, pero tenes que venir conmigo, porque vive en la misma casa que vos-
- ¿Ahora te haces el gracioso?-
- Que rápido te desanimas pibe eh. Vos fumá, que yo me ocupo de solucionar todo esto- y con esa sentencia Ernesto dio por concluía la charla con un aire esperanzador.
Resulta que los Francia, tenían un primo. Resulta que este primo, Julián, trabajaba como cuidador de caballos en el hipódromo de Palermo. Resulta que Julián, cuidaba a “La Tintilla” una yegua campeona, pura raza de primera, que, “oh casualidad”, los jueves no entrenaba. Y como dos más dos suma cuatro Los Francia cerraron el trato.
En primer lugar vendieron a “La Fueyera”, que pese a su hándicap en las carreras les dejó un buen dinero. En segunda instancia buscaron la forma de que “La Tintilla” pareciera un caballo de cuadreras. Un poco de barro por acá, otro tanto de tierra por allá y listo, la yegua estaba a punto.
Con la plata de la venta, más algunos ahorros de la hermana y unos pesos prestados, se anotaron para las siguientes carreras. Lo de “La Tintilla” fue un afano. Casi literalmente los dejaba parados a sus contrincantes, que ni bien arrancados ya habían perdido.
Ya era un hecho, Los Francia se iban a hacer millonarios. Haciendo cuentas, y conociendo las apuestas fuertes que se hacían en esas contiendas. En siete u ocho carreras quedaban en una posición económica inmejorable.
El día de la cuarta carrera , una tarde esplendida de otoño. Se presentaron para anotar una vez más a “La Tintilla”. Con aires de bacanes se hicieron paso entre los contrincantes, entregaron su apuesta y se colocaron en posición para la carrera.
Aquella tarde de jueves, Don Enrique tenía franco. En otoño no había mucho trabajo ya que las piletas no abrían y el club tenía muy pocas actividades. Como todos los días libres se sentó con su silla en la vereda de la calle Necochea a escuchar la radio y tomar unos mates.
Eran alrededor de las cuatro de la tarde cuando los vio doblar por la calle Gualeguay. Ahí estaban sus dos hijos, Los Francia. Montando un pura raza a toda velocidad. Los vecinos confundidos los recibían entre gritos y aplausos, como a dos campeones.
Esa misma tarde Don Enrique perdió la concesión de las piletas. Por las mismas razones tanto Carlos, Ernesto y María, se quedaron sin el bar. Los Francia, con el hambre que genera la idea de no trabajar más, habían dejado a la deriva algunos detalles mínimos para la supervivencia.
Ya apostados en la en la línea de partida. Ernesto, que era el más pesado y por ende el que no corría, notó que en la meta había un veterinario y un policía. La ecuación era más que lógica. Disimuladamente se acercó a su hermano y le dio algunas indicaciones.
Así fue como “La Tintilla” luego de ganar la carrera, sin hacer caso a el final de la meta y a las señas desesperadas de que frenaran, siguió cabalgando a toda velocidad y tras levantar al hermano que iba a pie continuó viaje. “Agarrá Falcón, Hortiguera, Directorio, San Juan, Paseo Colón, Almirante Brown” grito desde atrás Ernesto al conductor de la yegua.
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3. 2020: un año para tomar impulso
¡Qué año complicado para hacer balances!
Un año en el que me encontré -y sospecho que no fui el único – navegando en las turbulentas aguas de la incertidumbre, el miedo y el desconcierto; un año en el que las decepciones fueron muchas y las caídas tenían parecieron definitivas, más de una vez; un año en el que hubo que cerrar los ojos y arremeter contra la desesperanza, la soledad y la angustia, sacando energías de reservas que desconocíamos poseer.
Planificaciones desbaratadas que quedaron minimizadas frente a sueños que se hicieron trizas; intentamos a los manotazos, nos redescubrimos cuando no nos reinventamos y nos vimos jugando un papel para el que no nos habíamos preparado para hacernos fuertes frente a lo desconocido.
¿Quién no estuvo consumiendo horas de noticieros y luego se hartó y optó por el ostracismo informativo? ¿Quién no empezó un curso on-line y sumó horas de webinar? ¿Quién no incrementó sus horas de trabajo y aún así se sintió improductivo? ¿Quién no se preguntó si algo de su vida tenía sentido? ¿Quién no se sintió, en algún momento abrumado, decepcionado, deprimido y enojado? ¿Quién no explotó de impaciencia y tuvo ataques de intolerancia? ¿Quién no bloqueó amigos en el celular y se fue de algún grupo de whatsapp? En suma: ¿Quién no se comportó como el ser humano promedio puesto en una situación extrema?
Confieso que a mí me pasó todo eso y mucho más, después de todo, nunca tuve pasta de super-héroe y quedó en evidencia que la suma de mis defectos supera ampliamente la de mis virtudes. Y si pese a todo este año aún soy familia, aún me refugio en mi esposa, me regocijo en mis hijos y me apoyo en mis amigos, tal vez pueda ver el futuro con ilusión y expectativas.
Este a��o fue, sin duda, un año de contrastes, un año en el que fui capaz de la introspección y a la vez de explotar hacia afuera: fue un año en el que llegaron a mi biblioteca un montón de libros y de autores que, sin ninguna duda, aumentaron mi cosmovisión y llenaron de colores y perspectivas mis horas vacías. Empecé a darle rienda suelta a mi pasión por la escritura y acepté que escritor es quien escribe, sin mayores veleidades. Y sin embargo, por cuestiones que nada tienen de azarosas, comencé a publicar mis escritos en VISION TIMES, una publicación on-line que tiene sus raíces en la cultura china y la generosidad de brindarme un espacio. Y no es un detalle menor: alguien creyó que mis relatos tenían algún valor y luego fueron más: un puñado de almas que me permitieron volar y me acompañan en mi vuelo.
Personalmente aproveché este año también para incursionar en el mundo de las redes sociales y puse en marcha un canal de YouTube para difundir la Geología en ámbitos no académicos, una actividad que me apasiona. Es otro de los desafíos para el futuro que ansío seguir haciendo realidad. Todo indica que vamos por buen camino.
Profesionalmente hablando, este año también fue un año de innovaciones, tuve que cambiar el switch de presencialidad a virtualidad y enfrentar el desafío de generar interés en mis alumnos a través de metodologías novedosas usando las nuevas tecnologías (al menos para mí) y finalmente la satisfacción de saber que hubo colegas que tomaron la posta y replicaron nuestras ideas, mejorándolas muchas veces.
Y, por supuesto, el broche de oro de este año, en lo profesional, fue mi designación como Profesor Titular en mi cátedra, lo que me llena de orgullo y por supuesto en similar medida que de satisfacción por los saludos y felicitaciones de colegas que comparten mi logro.
Hasta este punto del balance, mezcle un poquito sensaciones íntimas y personales con actividades profesionales que, de alguna manera están ligadas. Unas llevan a las otras y los límites entre ambas son difusas y parecen interdigitarse sin solución de continuidad.
Pero sin ninguna duda, lo más duro de este año fue la pérdida de mi madre y el indescriptible dolor que me embargó fue potenciado por no haber podido viajar para estar con ella en sus días finales, por saber que no tuvo un velatorio y me tuve con conformar con despedirla a la distancia. Es un dolor que aún estoy procesando y no creo que haya palabras que lo apacigüen. ¡Cómo se hubiera alegrado por mi cargo! ¡y hubiera sido la primera suscriptora al canal! Y sin embargo no está más y aún sigo esperando que sea la tardecita para llamarla por teléfono… Un mes más tarde falleció mi suegro y fue un golpe no menos duro que sacudió los cimientos afectivos de mis hijos. El virus entró en nuestro hogar y fueron momentos de reacomodamientos y de mirar al frente.
Y sin embargo acá estamos, rodeado por familia y amigos, viviendo mientras acumulamos lindos recuerdos y tratamos de olvidar los malos; apoyando a los hijos, quienes me llenan de orgullo, más allá de las inevitables pataletas, apoyando siempre, sufriendo a la par y compartiendo sus alegrías, como su primer fan. Acá estamos aún, luchando contra la cotidianeidad que esmerila los sentimientos de pareja, desenredando marañas de pasados y apostando por un futuro que a veces es tan esquivo como incierto. Este tiempo continuo, compartiendo cada hora de cada día resultó más difícil porque puso blanco sobre negro muchos de los sentimientos que en épocas normales se dispersan y se desvanecen.
Ya faltan pocos días para que termine este infausto año en el que hubo que enfrentarse a desafíos inevitables y en el que no nos quedó otra opción que mirarnos en el espejo, reconocernos y animarnos a aceptarnos. Es el primer paso para cambiar, sólo falta coraje. Y cuando menos nos demos cuenta habremos dejado atrás los festejos y un enero imperturbable nos abrirá las puertas a un 2021 desconocido. Un nuevo año que no invita al desahogo prematuro ni a festejos anticipados. Todo parece indicar que el sello de este año que se va dejará su impronta en el que viene, pero ni aún así dejamos de esperanzarnos, de creer y de sostener que “aún es posible”. Y, como debe ser, ya estamos embarcados en nuevos proyectos, en nuevos desafíos que tienen mucho que ver con nuestras quimeras y nuestros sueños.
Faltan pocos días y los que aún estamos de pie, aguardando hombro con hombro el ciclo que se avecina podemos llamarnos, orgullosamente, los sobrevivientes, los luchadores, los invictos.
Y acá estamos, promediando el 2021 y más fuertes que nunca!
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Qué estuve escuchando #44
Para este Qué estuve escuchando voy a poner dos podcasts que, en apariencia, no tienen nada que ver, pero que en algún momento, ambos terminan hablando de lo mismo.
BOSSCAST #20 – La mentira de la meritocracia & ¿Cómo le explico a mi alien? #6 – Casi veganos
El BOSSCAST es un podcast de videojuegos cuyo rostro principal es Raúl Estrada, longevo columnista en este ámbito, y anteriormente conductor del Podcast Retrasado, un podcast de la misma temática. Como enero es un mes muy flojo para la industria, para el más reciente episodio del podcast al momento de empezar a escribir esto, él y su compañero de conducción, Norman Gutierrez, se dedicaron a una conversación más dispersa. Y en algún momento la conversación deriva hacia el porqué uno va a un mall a comprar, a propósito del lanzamiento de unas nuevas zapatillas en una tienda de un mall, y por lo cual se produjo una gran aglomeración.
Por su parte, “¿Cómo le explico a mi alien?” es un podcast de contingencia creado como spin-off de País de Boludos, un gran canal de YouTube argentino que logró hacer un mejor programa a lo Last Week Tonight, que la versión oficial que se hizo de Last Week Tonight para este continente. Como parte de su diversificación que incluye dos programas adicionales (PDB de tardecita y Como entonces), País de Boludos hizo el salto al formato podcast con este programa en audio para explicar temas que están fuera de la contingencia urgente. Su más reciente episodio está dedicado a una discusión que arman sus conductores a raíz de una carta que le mandó Paul McCartney, reconocido vegetariano, al presidente de Argentina, Alberto Fernández, de sumarse a la iniciativa Meat Free Monday (Lunes sin Carne).
Ustedes se preguntarán, ¿en qué momento convergen las conversaciones de dos podcasts que no tienen nada que ver? Cuando empiezan a hablar del consumo. En el BOSSCAST, cuando hablan de las tiendas que tienen al mismo proveedor que les hacen las prendas. En “¿Cómo le explico a mi alien?”, cuando se hacen la pregunta sobre el modo de producción de un alimento, de una prenda, o de un mueble. Estos últimos siguen desarrollando la idea, y hablan de que no es muy “vegana” la tele que uno tiene, porque seguro se hizo en condiciones muy precarias de trabajo. La conversación en el BOSSCAST eventualmente llega al mismo punto, y uno de los conductores dice algo que, desgraciadamente, es cierto: No hay consumo ético en el capitalismo. Todo lo que tú consumes es el sufrimiento de alguien más.
Mientras escribía esto, me llegó un peluche de Hilda que pedí por Amazon. Me puse a ver la etiqueta para ver donde estaba hecho, y decía clarito que venía de China. ¿Cuántos de nosotros se preguntan por el esfuerzo humano que se requiere para hacer ese peluche? Pocos, ¿no? Imagínense si en lugar de un peluche, pongo en su lugar unas zapatillas de marca, o un smartphone, o una tele, o una consola de juegos, o un auto (cosa que no me sirve porque no tengo licencia de conducir, dicho sea de paso).
En plena pandemia, hoy sería un buen momento para discutir los efectos del capitalismo, esta sociedad de consumo en torno a este sistema económico, el efecto que hoy le produce a la humanidad y al entorno en el que uno vive, y si será necesario hablar de un nuevo modelo económico post-pandemia. Sea por lo que se come o por lo que se compra. Pero esa discusión no se da en todas partes, y se agradece que los podcasts lo den, aunque sea solamente para que uno lo medite. En este caso, se dio justo que dos podcasts que escuché esta semana, llegaron a lo mismo, pero desde distintos frentes. Vale la pena escuchar ambos episodios completos.
El BOSSCAST se emite los días Viernes en vivo en el canal de YouTube de METABOSS, y posteriormente los episodios quedan disponibles ahí, en Apple Podcasts, Spotify, y otras plataformas de podcasts.
“¿Cómo le explico a mi alien?” está disponible en Apple Podcasts, Spotify, y otras plataformas de podcasts.
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“Mi vuelo al Paraíso”
“…Te doy mis ojos y mis anhelos y tú me traerás las sensaciones…”
Tinogasta…Una pequeña ciudad de Catamarca…Provincia Argentina que permite la conexión con el hermano estado de Chile a través del transcordillerano Paso de San Francisco. Las tardes, las mañanas, las noches están quietas. A la tardecita luego de haberme desprendido de mi cuerpo físico…estoy sentado frente a la casa junto con los notables del pueblo. Juez…hotelero…jefe de correos, comisario son mis anfitriones. A través de mi bilocación y dualidad astral puedo intervenir en las conversaciones como un pájaro atado a un cordel luminoso que no tiene límite. Como en la dimensión desconocida, conozco las serranías, la caza, los caminos, el pasto, la cosecha. Aprendí casi todos los idiomas. Tan simpático oír a esta gente. No se machacan con obscenidades…Cuántos huracanes han vivido estos hombres y aún viven apegados a su ancestral humilde silencio… Así conocí al doctor Wálter Penck, que en ese entonces rondada sus mozos 25 años. Desde Europa en donde el fulgor de la ciencia lo coqueteaba se vino con sus valijas a cuestas a estas tierras remotas quizás las más desoladas del planeta…Con el pude compartir el increíble viaje por la cordillera, de Tinogasta a Copiapó. Advierto…que es Geógrafo…por cuenta del gobierno argentino y observo como levanta a plancheta una topografía expeditiva, suficientemente precisa de los pasos cordilleranos. Además de su trabajo técnico pude advertir el entusiasmo casi llevado a la exaltación con que describe en un cuaderno forrado de cuero sus impresiones, los paisajes, la gente, las soledades. Antes de iniciar la expedición, en un momento de descanso ya más tranquilo me cuenta de su padre Alberto Penck el célebre geógrafo y erudito de Leipzig, doctor en filosofía y en ciencias por las universidades del Cabo, Oxford y Nueva York y con trabajos de investigación en todo el mundo…Es maravilloso observar desde mi nido áureo y en primera persona las instancias previas al viaje y ver en detalle como mi amigo se apega a describir detalladamente sus memorias de las que soy parte…El 25 de Febrero de 1913…con Penck…salimos con dos peones y un mozo de mano y once animales, entre mulas cargueras y silloneros para mudar. El 10 de Marzo cruzamos el paso de las Tres Quebradas a 4.870 metros de altura y el 13 alcanzamos otra vez la civilización, comiendo en mesa con hule en la Puerta de Paipote. El 14 del mismo mes llegamos a Copiapó y el 9 montamos otra vez para volver. Lo que impresiona es el ambiente…Como vencer alturas entre 4.000 y 6.000 metros, montado a caballo y básica indumentaria tocando el imponente Inca Huasi, el San Francisco y las cimas secundarias del Bonete. Este gran Señor Teutón, exploró, cartografió y detalló miles de kilómetros cuadrados de la Puna argentina, incluyendo la ascensión de más de una treintena de nuestros picos andinos con sus peones de confianza…Siguiendo…en plena travesía concentrados en la pisada de la mula carguera mirábamos de reojo los picos nevados percibiendo impávidos el descomunal ascender del amarillo disco lunar sobre un obscuro fondo violeta…que proyectaba enormes reflejos verdosos sobre las nubes fugitivas. La noche es fresca…grandiosa… alumbrada por las luciérnagas y el Orión que mira desde el firmamento. El pedregullo cruje bajo mis pies y la de mi compañero. Suavísima la noche…clarísima, blandísima a la luz, pero de pronto no se pueden separar las mandíbulas tiesas de frío. ¡Esa es la Puna!". Permanecer o descansar en ese frío sin agua…Se apela a todas las energías y se sigue cabalgando o hasta morir congelado. Pocos espectáculos pueden ser más maravillosos y sublimes que una noche en la Puna…Sobre todo en los días diáfanos en que la atmósfera se encuentra limpia y transparente. Durante el día las escasas nubes se disipan y por la noche el contraste entre la negritud del espacio y el cielo fulgurante de estrellas marcan una dialéctica de fenómenos lumínicos es un cuadro digno de contemplar eternamente…Las noches en la Puna, con cielos estrellados, y a más de cuatro mil metros sobre el nivel del mar, es parte de un anfiteatro universal que no tiene valor humano. Es un espectáculo cósmico sideral que tengo el privilegio de observar desde mi óptica astral, como un Don y regalo extraordinario dado por Tata Dios sabiendo que nada es imposible. Las estrellas lucen con un brillo inusitado. La Vía Láctea es un verdadero “río de ungüento” que cruza el firmamento. El contraste del fondo negro del espacio vacío magnifica los fenómenos ópticos. Cada estrella rutila…y el conjunto de luces representa miles de millones de luciérnagas en ese universo estático que sabemos se desplaza a velocidades vertiginosas. Me basta aguzar los sentidos para ver cómo esas “luminarias “se descuelgan dejando una delicada estela luminosa en su caída convirtiéndose en estrellas fugaces. El universo aparece vacío. Salvo la belleza del espacio misterioso, profundamente estrellado, en los días limpios y calmos. Solo el sonido del viento perturba el silencio total. Mudez que asusta ante la soledad del desierto y su cerrazón que nos envuelve. Es como el mutismo de la inmensidad de los salares que aparecen como espejos de las hadas a la luz de la luna. El viento que zarandea las escasas malezas o silba entre las hendiduras de las rocas da chiflidos afónicos e ininteligibles que deben encerrar algún lenguaje oculto como los menhires de mi Tafí del Valle…Hoy desde mi cuerpo físico, añoro a mi amigo Wálter Penck y extraño las noches en que mi ser espiritual se trasladada como un pez volador con temperaturas que tocaban el fondo bajo cero del termómetro y congelaban el aire logrando que la escarcha se convirtiera en cuchillos de hielo plateados a la luz de la luna. Es que la vista al cielo es la contemplación del cuadro más sublime que haya pintado pintor alguno. Visitar la Puna desde mi lugar de privilegio es embriagarse del cielo rutilante. De la luz radiante de millones de estrellas activas que titilan incesantemente antes nuestros ojos en una experiencia surrealista de los cuentos de hadas. Mi compañero de andanzas…y gran amigo Penck con quien todavía me comunico…desde el más allá…desde…El Paraíso Eterno…me confiesa…que está feliz…que ha cumplido con la promesa de su padre “Te doy mis ojos y mis anhelos y tú me traerás las sensaciones…”
Dr. Jorge Bernabé Lobo Aragón
jorgeloboaragó[email protected]
#Tucumán#Argentina#
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👠 Transformame, Franky Lein x Josefina Bulló👠CON MÚSICA
Yo sentía que la vida era una dulce perversidad y eso estaba solamente dispuesta a compartirlo con Franky Lein. 🎵 https://www.youtube.com/watch?v=oJoYyHyJcII&ab_channel=ErnestoAguilera. 🎵
Nos habíamos conocido una de esas tardecitas de verano en las que una no sabe qué es mejor: frustrarse haciendo circular el tufo que entra por la ventana o permitir la aniquilante penumbra, quizás un poco más fresca. En esas tardecitas de mi infancia la cosa se resolvía rápido: mi vieja sacaba al balcón una sombrilla de dimensiones más grandes que las del espacio. La sombrilla “salmón”, decía ella y se enojaba si decías llanamente “rosa”. Nos refugiábamos en su sombra, mientras el sol se colaba por las ventanas, grietas y enredaderas del edificio del mismo color logrando un plano instagrameable. Eso era del otro lado de la ciudad, donde yo nací. Pero en el el barrio donde nos conocimos, el sol atraviesa las ventanas pegando en la nuca como un cuchillo afilado al cortar verdura cruda, como un rasguño mortal. En el barrio no sé si es peor estar al aire libre o refugiada bajo el techo de chapa y sin aislamiento de la Básica, de cualquier manera siempre termino empapada en olor a osobuco en cacerola.
“¿Tenés uno de esos afiches de Eva y Cristina tranzándose?”, preguntó irrumpiendo en la básica con toda la ferocidad de una plataforma aterciopelada y turquesa que le amordazaba los dedos del pie izquierdo. Entró como quien no necesita invitación a pasar 🎵 https://www.youtube.com/watch?v=SMTkg4lQ8FY&ab_channel=UN3TV. 🎵 Se sentó en una de las incontables banquetas de plástico pedorro que yo ordenaba, resabios de la reunión anterior. Se sirvió el culo de una gaseosa trucha y sin gas, de esas que simulan ser bajas en calorías, y agarró con su mano derecha unas sobras de sopa paraguaya que la Natalí había preparado esa misma mañana. La mitad las guardó en la insignificante carterita dorada que le colgaba de una cadenita oxidada. La otra mitad se las fue devorando uno por uno. Cada vez que terminaba de masticar, chupeteaba salvajemente el aceite aferrado a sus dedos y me asombraba la delicadeza con que lo hacía para no perder ni una de las ficticias uñas de color amarillo-flúor. En las uñas de los pies no tenía mucho glamour, probablemente no le había alcanzado para hacerse todo el combo. Me miró impaciente esperando su afiche y a mí se me cayeron al piso las incalculables pilas de bancos en un efecto dominó premonitorio. Sonó un estruendo insoportable, parecido al que interrumpe la música de un cumpleaños cuando se baila chocando constantemente contra las sillas de plástico. Franky Lein estalló en un chirrido parecido a una risa que despertó a todo el barrio de la siesta. Enseguida me pidió unos pesos, salió por la puerta sin dar muchas explicaciones. Su olor a ropa lavada y planchada en lavandería invadió el lugar y, quizás exagero, pero me gusta imaginar que dejó tras de sí un camino de colores. Cuando volvió a entrar yo ya me había entregado a la situación: había preparado el tereré con los pocos hielos que quedaban en el congelador y estaba sacando otro pedazo de sopa. “Guardá eso, nena, ya son más de las 5 de la tarde, ya podemos escabiar unas birritas”. 🎵 https://www.youtube.com/watch?v=GuJQSAiODqI&ab_channel=Madonna. 🎵 Hizo un incómodo e irónico paso de baile en cámara lenta para tentarme con la cervecita y lo logró. Estaba sentada frente a una desconocida vestida de terciopelo turquesa, detalles dorados y no me asustaba estar ahí.
Ese día hediondo de verano en el barrio nació el menjunje de censuras a las que nos enfrentamos. Unos pocos meses después, en el frío húmedo del invierno en el barrio, murió el sueño erótico que atravesamos. Antes de esa tarde nunca nos habíamos visto en el barrio. El barrio, así sin más, sin tanto nombre y apellido. Así como lo nombramos nosotres les Peronistas. Peroniste, así inclusivo, como tanto les molesta a los peronistas. Pero el barrio porque no importa cuál ni dónde, ahí está eso que nos nace en la panza. A mí en el barrio me nació Franky Lein.
Yo soy nacida-y-criada en la otra punta de la ciudad 🎵 https://www.youtube.com/watch?v=tT9Eh8wNMkw&list=RDYQq7RqYVb38&index=3&ab_channel=ToriChitic 🎵 , ese rinconcito con balcón-terraza iluminado por faroles de luz cálida y vista al Río (así en mayúscula porque, claramente, de este lado otro no hay) y donde todos los árboles se decoran con canteros, flores y hasta hay señores que los cuidan todo el año. Cuando los señores trabajan las calles se inundan de ese ácido y dulce olor a pasto recién cortado que me acompañaba cuando salíamos tempranito para el colegio con mis hermanas, con el uniforme de pollera escocesa a tablas. De ese lado de la ciudad la gente-como-uno no vive en barrios, vive en el Centro. Así en mayúscula porque, claramente, otro centro no hay. De ese lado de la ciudad nos criamos sin barrio pero con señores que cuidan de canteros fauvistas, como los que abundan en las ciudades del primer mundo que como buena gente-bien conocí, donde incluso en invierno estos señores tienen trabajo porque a pesar de la nieve que pesa en las flores de los canteros y los cementerios de árboles marrones, siempre hay más vegetación que en los pasillos del barrio. En el barrio no hay árboles que decorar. El ínfimo espacio entre una casa y otra, los angostos pasillos que no dejan pasar la luz y la resaca del viejo cementerio de autos que antes era esa tierra, son un combo letal como para que algo eche raíces. Pero a mí en el barrio me nació Franky Lein. ¡A mí! que había nacido con vista al Río y carnet del Jockey Club al ser hija-de. A mí que me creía transformada, peronista y por ende ya no gente-como-uno.
En el barrio nos nacieron las charlas en las tardecitas calientes con cervecitas todavía más calientes con gusto como del primer mate del día cuando te quema la boca. Nos nacieron los discos con trompetas, chelos, maracas y reírnos apreciando su colección de sombreros al mejor estilo narco, como les decía Franky Lein. Nos nació la perversa fantasía de lo prohibido. Nos nacieron los discos con saxofón, bajo, guitarra eléctrica, los rasguidos bluseros y el embobado hastío de mi inagotable colección de datos sobre las conchas del blues 🎵 https://www.youtube.com/watch?v=YQq7RqYVb38&ab_channel=QuincyJones-Topic 🎵 . Nos nació el morbo de su piel marcada con el sol arañando la mía de muñeca rusa, como meter la cara en tierra y arena mojadas. Nos nació la birrita bailando irónicamente en la estación mientras esperábamos el premetro para irnos de gira. Nos nacieron las ganas de compartir hasta en silencio en la terracita de su pieza construida con madera y chapa, donde al sentarse había que tener cuidado para no rasguñarse toda la pierna con las astillas que saltaban alocadamente. Nos nació la rosca, la verborragia, las discusiones a los gritos, la política lisa y llana que nos creemos les peronistas. Nos nació la libidinosa y platónica de-construcción de esa política. Nos nacieron más de miles de millones de ficciones posibles para nuestra historia clandestina. Muchas veces morí de amor y me entregué a atravesar el aire hacinado del Riachuelo en el barrio que carga un olor a tierra estancada. Una vez tuve sentimientos malignos muy fuertes que no se disiparon en las calles pegajosas del laberinto del barrio. Todo lo que se germinó entre esos pasillos y en las interminables tardecitas ardientes, se marchitó como una planta que elimina sus propias hojas que se congelan con el agua de la fotosíntesis en una única noche invernal.
Una noche Franky Lein no estaba más
🎵 https://www.youtube.com/watch?v=Hd8ehJTvkts&ab_channel=AventurasEmSomBrasil 🎵 , me lo confirmó su amiga Lidia, la que le hacía las uñas en un cuartucho decorado con flores falsas de colores flúor. Eso que me dijo me llenó de asombro y de furia. Franky Lein era de desaparecer abruptamente cuando la vida la abrumaba. Pero Franky Lein no se iba sin avisar. Al toque pensé que seguro Franky Lein estaba en una. Casi siempre estaba en una, para ser sinceras. Me llevó un tiempo darme cuenta, pero había señales. Cuando Franky Lein estaba en una, parecía esos momentos tragicómicos de sitcom yanqui, cuando un personaje te hace sentir una leve y simpática vergüenza ajena. Franky Lein estaba en una cuando andaba tomando Coca-Cola, así de marca, se olvidaba hasta de su comunismo en sangre, decía ella en una escena telenovelesca de ansiedad en la que intentaba frustradamente abrir la botella retornable. Franky Lein estaba en una cuando te la cruzabas caminando cabizbaja y hablando para sí misma, pero a los gritos como para que todes se enteraran. Inventaba palabras: “Alta famumqe, descendit submare trans oris cúspide nuda, albis capellis”, la escuché decir una vez. Me dijo que no era inventado, que era no sé qué en latín. Como sea, Franky Lein tenía su forma de decirte que estaba en una. Esta vez no hubo señales.
Corrí toda la noche, corrí por todo el barrio 🎵 https://www.youtube.com/watch?v=yXU5zUHA1Ak&ab_channel=honnybonny. 🎵 Corrí en círculos. Bah, en cuadrados, el barrio era una especie de laberinto cuadrado inagotable. Cada pasillo estaba conectado con otro pasillo, como si cada esquina abriera un sinfín de posibles puertas, puertas y más puertas de un marrón oscuro, puertas a la nada misma. Abrí cada puerta esperando algo. No sé bien qué. Abrí cada puerta escapado de algo. No sé bien qué, pero lo sentí. Sentí que me alcanzaba, sentí que me atrapaba, sentí su pegajosidad sobre mí. Corrí en cuadrados por pasillos inundados de humedad fría y pegajosa, encerrada entre paredes que transpiraban niebla y escombros que la naturaleza recibía como hijxs huérfanos de la humanidad. Por la esquina vi doblar un Saturno, su padre o primo, venía en moto. Estacionó el Frankestein de partes que hacían de vehículo y me miró. Transpirando su viscosidad frente a mis ojos. Frenó y me vio. Él era como un moco gigante con sombrero de explorador y un morral cruzado entre su pegajosidad. Nos acercamos simultáneamente hacia la puerta de la casa, con una tranquilidad como si nos hubiésemos encontrado en un sueño y no en esa entumecida noche. Lo miré, no sé si era Carlos, el Hugo o César, cualquiera daba igual total eran todos machirulos, a sus inconscientes (y conscientes) les falta perspectiva de género. No importaba cuál. Sabía que no me iba a frenar, apestaba a birra barata y empalagosa. Atravesé su cuerpo entrando con toda la fuerza de mi pie izquierdo vestido en una zapatilla importada de símil-cuero. Subí la escalera evitando las maderas rotas y rompí la puerta de una patada a lo Mortal-Kombat. Franky Lein estaba ahí, sin todo su Franky Lein en la cara, ni colgando de sus hombros, tampoco adornaba sus manos, ni engalanaba sus pies. “Franky Lein volvió a ser Francisco Quispe”, me susurró. Estaba echado, esperando la orden de levantarse, o quizás el fin del mundo 🎵 https://www.youtube.com/watch?v=lWylt4-BbmU&list=OLAK5uy_mhoWFkf1dU00JYTGPYxJ7fQNGvKDoeFNI&ab_channel=AtahualpaYupanquiOficial. 🎵
Volví a encontrarme de frente con ese pasillo donde había frenado, pero esta vez sí lo recordaba. La luz pálida de esa madrugada de invierno se filtraba entre cables, antenas, habitaciones construidas una sobre otras: era el barrio, el primero que me transformó.
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Principios .
Y son las 19 y 37 de un viernes de marzo. No es un viernes particular porque es semana santa. Bueno si lo seria para una persona no creyente pero, volviendo a lo que estaba por contar, fue un día caluroso. Recién a estas horas comienza a despertarse el viento. Los primeros días del comienzo del otoño, el viento se podía observar y sentir durante todo el día. Deberá ser que se canso de tanto andar que, estas últimas semanas, ha decidido descansar de día y salir a mostrarse solo a la tardecita noche. Hace ya una semana que compre Elisa. Y recién ayer, a la madrugada, a la compañía de mi papa, sentado en frente de la mesa con termo y mate en mano, y el ruido de la película que estaba viendo, comencé a leerlo. Yo me encontraba a unos pasos de él, recostada en el sillón. Mi mama y mi abuela durmiendo. Es por esta razón que estaba leyendo a esas horas, porque de haber estado ellas presentes, me hubieran dicho que me vaya a descansar. Que era tarde. Que siga al día siguiente. Los fuertes ruidos que provenían de la televisión no me distraían de mi lectura, porque decidí leer en voz alta. No muy fuerte, pero a un volumen que podía escucharme. Y se hicieron las 3, y las 4. Y no podía dejar de leer. Me atrapo, pero para ser más sincera, leer este libro y mirar la tapa, me llevaban directamente recordar el tan nombrado en este blog, viaje a Cafayate. Trate impedir nombrarlo, pero es inevitable. Experiencias como esas no se viven seguido, y nunca es un desperdicio recordarlo. Claro fue el recuerdo, que deje la lectura de lado e inmediatamente me contacte con aquellos jóvenes que conocí allí. Casi todo me hacia recordar. Desde que nombraba los cerros, hasta la música. Las tortillas. La gente mayor que con solo estar sentada en una esquina sabía más que cualquier guía turístico del lugar. Me quede dormida. Me fui a mi cama. Me levante hoy temprano, y luego de desayunar, continúe leyendo. Lo que me rodeaba, era parecido a la madrugada de ayer. Ruidos de televisión, mi familia al rededor mío. Pero esta vez logre terminarla. Tal como dijo, mi profesora de literatura, la escena del lector es importante, y creo yo, que cuanto más detalles se da de esto, más fácil es imaginárselo. Ahora, desde la camioneta, camino hacia algún lugar, releo las partes que me quedaron rondando por mi mente. Inesperadamente, como la rosa que salió de aquel cardón, Elisa me atrapó.
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Viejita, hoy te dejamos en la playa como alguna vez dijiste para que te amigues con las olas, nos quedamos un poco mal por que de a poco te vamos soltando y cada paso que damos nos traslada al recuerdo, es sano recordar pero a veces duele, así que siempre andamos en familia por que el duelo es duro pero acompañados es mas llevadero. El Rober está medio desconsolado al igual que la tia Silvia que le dimos tu regalo, la tía Raquel y Fabián también, Walter te llamó para despedirse y te recordó con mucho cariño, Mirta te llevó flores de su jardín y sobre ellas te dejamos navegar, Cele te regó las macetas y a mi suegra le encantó el Clavel del aire, ella también lloró mucho sabes... así que si tenes tiempo te encargo, pasate por algún sueño de verano a la tardecita, con Pasta Frola caliente y mate amargo, a contarles que bien te recibieron los abuelos, el tío Alfredo y Cristina, que el viejo Peñalva esta salando jamón en el galponcito, que el jardín es interminable al igual que la tranquilidad del parque, que siempre florecen las calas como en el patio de tu casa y que andas retando a los chicos por que caminan en el piso mojado del comedor... pero que estas bien, que te fuiste en paz, sabiendo que todos aca estamos unidos y que jamás nos vas a apagar la luz del fondo por las dudas... te amo siempre má y estoy contento hoy de haberte disfrutado tanto, capaz algún día paso por esa escollera corta en la que te dejamos y me tomo 2 o 3 mates pensando en vos... (en Mar del Plata, Argentina) https://www.instagram.com/p/CH_jfM_lwIp/?igshid=oijo7u2rtiv9
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Si no habría pandemia...
Si no estuviera todo esto de la pandemia, mi "finde largo" hubiera sido completamente diferente. Algo así:
Miércoles 8: Estaría llegando a Tucumán a la tardecita super feliz al ver el parque 9 de Julio con todas las personas que acostumbran a ejercitarse cuando está bajando el sol. Me dirigiría a la casa de mis amigas que no veo desde el año pasado y nos fundiríamos con un abrazo de varios segundos. En la noche estaríamos yendo a la elección Drag Queen Nacional 2020 en "Diva". ¡La habríamos pasado super como siempre! Y quizás, habría estado acompañado de un gran amigo de Güemes también.
Jueves 9: Lo más probable es que solo nos levantamos para almorzar y después volver a las camas para estar TODO EL DÍA mirando peliculas.
Viernes 10: Habremos ido al super mayorista "Capo" a hacer compras para lo que restaría del finde. Y unas horas más tarde estaríamos caminando por el Parque Avellaneda, sacándonos algunas fotos, mirando los espectáculos que por lo general hay en esta época, etc. Probablemente estaríamos junto a los demás compañeros que tuve cuando estudié Psicología y cada vez que viajo para allá buscamos la manera de reunirnos para compartir algo.
Sábado 11: Seguramente estaría super ansioso cuando despierte. Es uno de los días que vine esperando desde hace meses. El primer día de "Mundo Animé Tucumán", evento al que asisto cada año con una amiga y la paso bárbaro. Esta oportunidad podría haber visto personalmente a Dyhzy (Estanislao Fernández), Shinra y Claudinna Rukone, grandes Cosplayers Argentinos que me gustan muchísimo. Quizás habré comprado muchas cosas frikis como suelo hacer y sacándome fotos con cada cosplay de alguna pelicula, juego o serie que me guste mucho. En la noche estaría agotadísimo por haber caminado tanto de un lado al otro. Pero estaría feliz.
Domingo 12: Otro de los días que también esperé mucho. Muy probablemente estaría recontra remil nervioso y ansioso. Será el primer asado que compartiría con un grupo de amigos con los que juego online hace más de 6 años. La ansiedad es porque es la primera vez que nos veremos personalmente y que compartiremos algo más que unas partidas. De seguro hubiera sido una tarde en la cual nos habríamos matado de risa todo el tiempo.
Lunes 13: Me despertaría temprano para ir a hacer mi recorrido habitual al centro de Tucumán: Pasar por el departamento donde viví 2 años, ir a Legión Cómics, Buttman, Librería Los Primos (uno de mis lugares favoritos), Comiquería Trébol, caminaría por las peatonales, etc. Todo eso renegando y puteando porque me hace calor. Volvería a lo de mis amigas al mediodía, me daría un baño, almorzaría y prepararía la valija para mi vuelta. Miraré el reloj y me habré dado cuenta que ya no llegaba para el colectivo de las 14.30, así que me relajaría hasta un rato antes de las 17.30 que es el proximo colectivo disponible que tengo. Por mirar alguna pelicula ya se me habrá pasado la hora (siempre pierdo los colectivos) asi que finalmente estaría tomando el último disponible. A eso de las 21 ya estaría en la terminal, comprándome una caja de "Alfajores del Tucumán" de dulce de leche con baño de chocolate (los mejores alfajores que he probado en mi vida) para mí y alguna caja surtida para traer a casa y para mis amigos. Media hora después ya estaría arriba del colectivo y cuando éste arranque, saludaría a mis amigas que me estan despidiendo desde los costados, me pondría los auriculares para reproducir "Ride" de Lana del Rey y pensaría en lo bien que la pasé y lo feliz que soy cuando viajo allá. Espero poder volver...
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