#masodio
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alogalo · 5 years ago
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Tú y tu protocolo me vais a comer el coño con pan bimbo.
Josephine y Daphne llevaban siendo amantes y compañeras de clase un mes. En esa clase han estado malísimas, empezando por la profesora. Han estado la mitad sin olfato y la otra mitad con el resto de síntomas de coronavirus.
Josephine le dijo a Daphne que se viniera a casa a pasar la cuarentena.
(Un detalle sin importancia: Josephine es asmática).
Yo le dije: «Ha estado con fiebre, no me parece buena idea».
Josephine me volvió a preguntar que qué me parecía que Daphne viniera. «Ya lleva dos días sin fiebre».
Le volví a responder: «No me parece buena idea pero haced lo que queráis».
Se pasaron dos semanas follando.
Y un día Daphne se puso a limpiar la cocina bastante fresqui —porque ella es muy calurosa— y en esta casa corre el viruji que da gusto. Al día siguiente por la noche le vino la regla y tuvo 38,5 de fiebre. Ese mismo día ellas habían estado follando pocas horas antes de que a Daphne le diera la fiebre.
Daphne se metió en su habitación voluntariamente para «no pegarnos nada». «¿Pegarnos qué?» pensé yo. «Si ya ha estado mala y por lo que sabemos lo ha pasado y probablemente nosotras también y hemos estado quince días aquí todas sanas pasando la cuarentena tan contentas». ¡Daphne sal de tu cuarto!» —grité. Silencio.
El primer indicio fue cuando Josephine dijo medio entre risas: «Se supone que tenemos que dejarle la comida en la puerta y que ella la recoja». Perplejidad e incredulidad por mi parte y negación absoluta a hacerlo.
El indicio definitivo fue verla mear sin apoyar el culo en la taza. «Esto va en serio» pensé horrorizado.
—El protocolo dice que tenemos que lavarnos las manos cuando interactuemos con ella—. Solo le he dado el plato (de comida). Nuestras manos no se han ni rozado» —respondí.
—Es lo que dice el protocolo.
—El protocolo también dice que hay que toserse en el codo y tú vas tosiendo al aire cada dos por tres.
—¿Y eso que tiene que ver?— contestó. Bueno, pues que no hemos sido muy escrupulosas que digamos con el protocolo, ¿no? —dije.
Silencio. Cara larga. Enfado. Veinticuatro horas de mal rollo.
Día siguiente: «Tengo que hablar contigo».
«Siento que la limpieza desde que empezó la cuarentena no ha estado repartida, Daphne y yo hemos limpiado y tú no. Yo soy muy laxa con la limpieza —desde que nos vinimos a vivir aquí (cuatro meses) creo que la he visto limpiar el baño una vez. «Yo me siento más tranquila si limpiamos más». Decir que no habíamos establecido ningún protocolo especial de limpieza para la cuarentena, así que la laxitud habitual seguía siendo dinámica en ese sentido: cada cual limpiaba cuando consideraba que había que hacerlo. Perplejidad ante el reproche. Añadir también que yo me encuentro teletrabajando, con un estrés por el futuro de mi empresa de la ostia y ella de vacaciones y con un piso en propiedad. ¿Alguna empatía, consideración o si quiera mención a estas circunstancias? NO.
«Limpiar más» quería decir pomos de toda la casa cada día. Tiradores de la cocina cada día. Superficies de cocina cada día. Superficies del baño, uvecé y lavabo tres veces al día. Salón, cocina y baño «en profundidad» tres veces en semana. Hay un papel en la nevera escrito por mi misma que lo atestigua. Obviamente estoy recibiendo cada cierto tiempo pequeños «tips» sobre cómo hay que limpiar (aleccionamiento). Hay que limpiar primero con lejía y luego con un flusflus «porque la lejía lo deja todo como pegajoso». Obviamente a día de hoy solo limpio cuando ella me puede ver. 
«¿Porqué no intentas limpiar esto así?». «Si dejas esa bolsa ahí hay que lavar el mantel» Y un sinfín de pequeñas locuras en las que no tiene sentido entrar. Hay un pomo dorado volviéndose blanco poco a poco. DEP.
Yo he acatado, porque todavía me llevo una acusación de machirula, obvio. Ninguna mención en ningún momento a mis deseos primeros de que Daphne no viniera. Ninguna disculpa. Ningún agradecimiento. Solo mal rollo si las cosas no se hacen cuándo y cómo ella dice. —¿No te quieres poner una mascarilla para salir a la calle?. No —respondo. Es más fina que la braga que llevo. —Ya pero supuestamente el protocolo dice... —Vale, me la pongo. 
¿Dónde está mi libertad? Pregunto.
Ella es la dueña de la casa. Yo no tengo dónde ir. Solo puedo acatar con una sonrisa porque el mal rollo asoma cada vez que intento saltarme alguna norma impuesta unilateralmente. Y nos quedan tres semanas aún.
A todo esto a Daphne se le inflamó un ganglio de la garganta. Llamamos al médico. Le mandan antiinflamatorio. «Que siga una semana más en la habitación de cuarentena». Estamos a jueves santo y la cuarentena termina el lunes. Espero que cuando Daphne salga del cuarto pueda respirar un poco. Seguiremos lavando la fruta de la verdulería como si fueran tenedores usados pero al menos ya no seremos Josephine y yo solas por la casa. Josephine presume de anarquista y feminista. No sabe que es una dictadora. Muy crítica con las incoherencias de la gente «del rollo» (que es como llamamos a las personas que se mueven en ambientes antiautoritarios y libertarios). Pero de estas hay muchas. Ya os contaré.
Ahora hemos estado hablando de la vida después del confinamiento. Yo le he expresado los miedos y reflexiones de mi madre que asegura que «a los viejos no nos van a dejar salir». «Primero los niños y los jóvenes». Y le he preguntado, »¿entonces la gente (o sea ELLA) que no lo haya pasado o nunca pueda asegurarse de si lo ha pasado irá por miedo a morir con guantes y mascarillas que tirarán a diario, manteniendo la distancia de seguridad y el contacto hasta que lo pillen o salga una vacuna? ¿y manteniendo estos protocolos de limpieza diarios en las casas hasta entonces?». 
«Pues si la alternativa a eso es morirse...».
***
Coda (I)
—Josephine, ¿me traes por favor la bandeja con los platos de Daphne que me he puesto ya a fregar?
—¿Puedes cogerlos tú y así no me tengo que lavar las manos?
—Claro.
Tengo que escapar de aquí. Pero mientras tanto yo sonrisa. Como si no pasara nada. Como si no hubiera habido un malrollo de la ostia. Como si siguiéramos siendo amigas. Como si no hubiera estado a punto de estallar. Como si mi salud mental no se estuviera viendo resentida.
El año que viene me dan el Goya porque estoy haciendo el papel de mi vida. ¿Hablar? para qué. La paranoia solo se escucha a sí misma. «¿No te quieres poner una mascarilla para salir a la calle?». Desde que entramos en el período de cuarentena hace tres semanas y media ni Josephine ni yo hemos tenido ningún síntoma. Pero no parece querer significar que estamos sanas o que ya lo hemos pasado. Las dos estuvimos malas justo una semana antes de que empezara la locura.
Secuestrada en mi propia casa. Acumulando odio. Soñando con la libertad, la venganza y con no volver a saber jamás de esta persona ni de esta casa. Paciencia. La venganza se sirve en plato hondo. 
***
Coda (II)
Ayer my best friend me dijo que su novio (con el que vive) andaba con dolor de cabeza y dificultades para respirar. Ellos creen que ya lo pasaron pero ¡quién sabe! (él es un poco hipocondríaco). El caso es que hoy amaneció con pitos, y desde el teléfono de atención para posibles afectadas de coronavirus le han indicado que se haga una radiografía para descartar que sea neumonía. Ahora lo que le acojona es que si no lo tiene al ir al hospital lo pille seguro.
En mi casa tenemos mascarillas que un amigo de Josephine que trabaja en un hospital le/nos consiguió. Le he preguntado (¿de verdad hay que preguntar esto?) que si les podíamos dar dos mascarillas para que pudieran ir al hospital porque bla, bla, bla... el percal.
Mirada y gesto de incredulidad. Respuesta: «Pues…»
Ha mirado las que había. Por suerte bastantes: «¿Cuántas serían?». Una o dos —respondo.
«Vale».
Al rato: «Pero mételas en una bolsa o en algo que le puedas tirar y no interactúes con él».
Gracias por el consejo amiga de mierda. A lo mejor te pensabas que iba a pedirle que me escupiera en la boca nada más verle.
Ayer te escuché decirle a una amiga: «No quiero vivir sola». Hoy pienso: Ojalá te quedes sola el resto de tu puta vida.
***
Coda (III)
Pues nada que resulta que la médica del teléfono ese del putovirus al que quería llamar la primera noche que Daphne tuvo 38,5 le dijo que guardara una semana de cuarentena desde el inicio de la fiebre y le mandó un anti-inflamatorio para el ganglio.
Entendí que la médica no vio indicios de virus en este cuadro y por eso en vez de mandarle los catorce días de rigor desde el fin de la fiebre entendió que todo lo que no fuera llegar a 38 NO era fiebre y por tanto la cuarentena empezaba a contabilizar desde ahí. Pues Josephine, obviamente no contenta con que le no dijeran lo que quería oír, llamó a una amiga suya médica para que le recomendara que Daphne guardara los catorce días de rigor. Así que la pobre Daphne se ha tenido que quedar seis días más en la habitación.
Hace cuatro días sucedió un fenómeno insólito; de repente oigo que Josephine le dice a Daphne que puede salir de la habitación a pasearse por el pasillo. Yo pensé «¡Ostia! que se apiada de la otra pobre y la “deja salir” un poco!» Pues no sé si la otra salió o no, pero el caso es que esa oferta nunca más volvió a hacerse.
Tengo que decir que según han ido avanzando los días el tema de la limpieza se ha relajado. Al menos yo no he vuelto a limpiar y tampoco la he visto a ella hacerlo. Entendedme, hemos limpiado (yo el otro día la cocina en profundidad, ninguna mención a esto por otra parte) pero no bajo el régimen nazi al que me tenía sometido. Vamos que esto del rigor es según le venga en gana. VAYA, QUÉ NOVEDAD.
Hace unos días conseguí ponerle un pequeño limite; volvió a llamarme la atención por no lavarme las manos después de entregarle una bandeja de comida a Daphne —me vigila— y le dije que no lo iba a hacer porque todo esto me parecía ilógico. Así que después de una conversación que no merece la pena reproducir (más de lo mismo) le propuse que lo hiciera ella de aquí en adelante, y aceptó. ¿Se puede ser más gilipollas? Me pregunto cuánto tardará en llegar su reproche-vengaza.
***
Coda (IV)
Hace dos días Josephine se quedó sin ordenador. Su legítima dueña vino a reclamarlo porque lo necesitaba (se lo había dejado durante la cuarentena pero ya no podía estar más sin el por motivos que no vienen al caso). La cuestión es que tenía la posibilidad de conseguir una tablet pero tenía que ir a casa de una persona a conseguir las llaves de la casa de otra amiga para poder acceder a la casa (VACÍA) en la que se hallaba la tablet. Todo esto era una operación en el mismo barrio en el que vivimos. Pues bien, le pareció demasiado arriesgada de manera que ha acabado comprándose uno por internet; pero esta no es la cosa amigas hartas de esta historia. La cosa es que entró en pánico ante la sobredosis de aburrimiento que se le venía encima así que me soltó esto sin ningún tipo de pudor: «Primero me quedo sin Daphne y ahora sin ordenador. Esta cuarentena me está poniendo a prueba». ¿Estoy yo loca? I don´t think so.
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solilo-quio · 8 years ago
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No seas el bastón de nadie, cuando tú lo necesites serán los primeros en irse.
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ssandra96 · 8 years ago
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Algo inesperado.
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