#marianahorno
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flashearamor-blog · 8 years ago
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Mirar dibujitos desayunando en la cama un sábado a la mañana. @jota_darko 
Cambiar la cama de lugar ¿Sabés qué pasa con esto de escribir sobre el amor? Que no le podés esconder un monstruo bajo la alfombra a la historia. No, no podés. Todo lo contrario. No hay nada para ocultar. Tenés que desarmar el corazón, desplegarlo arriba de la mesa y mostrarlo por partes, ahí, adelante de todos.
Hace un año nos sentamos en el sillón ese verde oscuro que elegimos juntos en esa ciudad inmunda que tanto te gusta. Estábamos apoyados de costado, mirándonos de frente, con el codo en el respaldo y la mano sosteniendo la cabeza. Se nos tocaban las rodillas y yo atiné a entrelazar mis piernas con las tuyas, pero enseguida me arrepentí. Sabía lo que te iba a decir y pensé que no, que mejor dejarlas donde estaban. 
Se me rompió el cosito de amarte, Matías, y me parece que vos no me lo querés arreglar. También me parece que se te rompió a vos el cosito de amarme y no lo querés decir. 
No ibas a decir nada, lo sabía. Las decisiones difíciles siempre las tomé yo. Eso sí que lo decías siempre. Abrías la valija, hacías una pila de remeras, otra de camisas, cuatro jeans distintos y dos pares de zapatillas. Elegime vos, yo no sé qué llevar. Diez años viajando juntos por el mundo y nunca fuiste capaz de armarte la valija solo. El gran dilema es que yo tampoco sabía qué llevar porque no me gustaba nada, pero como algo había que elegir, entonces señalaba, esto sí, esto no, y la verdad era que no me daba cuenta, que pensaba que me gustaba todo, que estaba eligiendo entre lo mejor que había, ¿entendés? Sí, de entre la ropa, sí. 
Ayer te llamé y te dije que había que firmar. Te dije: “Me parece que ya es hora, Mati… pasó un año, hay que firmar”. Te quería decir algo así como “Quiero el divorcio”, haciendo fuerza en la R, arrastrándola un poco,  como en un culebrón colombiano pero no me salía decirte esa palabra. Divorrrrcio. Cuando me contestaste que no podías, reconozco que me sorprendí. -¿Cómo que no podés? ¿Querés volver? -No, tampoco. -Entonces firmemos de una vez -Sí, tenés razón, gracias por tomar siempre las decisiones más difíciles. #unaremeraquediga El duelo del amor eterno sólo se sufre una vez en la vida o, si sos un negador, no lo sufrís jamás. Suele ser ese el mismo porcentaje que separa a la población entre los que se preguntan qué quieren realmente en la vida y se proponen lograrlo, y los que viven por inercia, así, sin más. A mí, lo del amor eterno, me duró diez años. Una edad clave, según mi analista, desde los 20 hasta los 30. “Son diez años de entrenamiento para un samurai, vos ahora podés hacer lo que quieras, tenés la experiencia de una señora de 60 en un cuerpo de 30”. Siempre me dijeron que tengo un aire a Uma Thurman y sí, creo que el amarillo me sienta genial. Diez años adormecida, creyendo que nunca más ibas a usar el filo de la katana más que para cortar verdura cuando de repente te encontrás con una realidad ensangrentada de la que tenés que escapar porque eso de que el amor lo puede todo es mentira y que coger una vez al mes no es nada normal.
Pará, sigue. Una madrugada te lavantás de la cama, desorientada. La noche anterior se te ocurrió moverla de lugar porque pensaste que estaba bueno cambiar –porque qué se yo, te dieron ganas- y entonces te tropezás con unas zapatillas suyas mal guardadas y te rompés el labio de un mordisco cuando te das la cara contra el suelo. Y ahí, mientras te limpiás la sangre mirándote en el espejo del baño, te das cuenta que amás más a la gata que te está mirando sentadita en la tapa del inodoro que al pibe con quien compartís anillo y que sigue roncando en la habitación. –Hay que firmar acá y acá – dijo la abogada que es amiga nuestra, bah, ahora, amiga tuya, porque en la repartija siempre salí perdiendo yo. –Seguís teniendo una firma de mierda – te dije y sonreí mientras dibujaba la mía sin mirar el papel, mientras te miraba fijo, mostrándote cómo los ojos se me llenaban de lágrimas, cómo te estaba entregando mi corazón desarmado, desplegado arriba de esa mesa, por partes, ahí, adelante de todos. 
texto: Gabi Valenti video: Mariana Horno
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