Veinte pecados de mediación lectora con algunos antídotos
1. Creer o pretender que el gusto propio sea universal.
2. Leer como un medio, un pasaje hacia otro estadio: leer es haber llegado.
3. Imponer y no ofrecer.
4. Obligar y no seducir.
5. Dormirse en los laureles de lo que resultó satisfactorio anteriormente y no innovar.
6. Intentar medir, analizar, sopesar la actividad lectora.
7. Olvidar que la escucha y la observación son instrumentos al alcance de la mano.
8. Inculcar ideología, interpretación personal, o valores morales: el mensaje de un texto es el que cada cual quiera encontrarle, para sí mismo.
9. No ir más allá de los propios hábitos lectores: hay que desacomodar estanterías, revolver, incursionar en nuevos géneros, autores, fuentes.
10. No crecer como lector autónomo: deberíamos nutrir la curiosidad, la imaginación y la exploración literaria, empezando por casa.
11. Hacer campaña a favor de la lectura siendo (o no, que es mucho peor) un gran lector uno mismo. La mejor campaña es convidar lecturas; por otro lado, es imposible contagiar varicela si no la tengo: "No creo que nadie pueda enseñar a otra persona a leer literatura. Por el contrario, estoy convencida de que lo que una persona transmite a otra es la revelación de un secreto: el amor por la literatura. Es más un contagio que una enseñanza" (Ana María Machado,2003).
12. Recomendar un libro que no leí y no recomendar lo mejor que he leído.
13. Subestimar el potencial lector del auditorio.
14. Elegir lecturas sin tiempo, a las apuradas. El proceso de selección del corpus a leer debe ser premeditado, consciente, producto de la reflexión. Por eso mismo es antitético de la prisa.
15. Darle en exceso o restarle importancia al factor tiempo: dejar que los encuentros fluyan, no limitar, tampoco alargar el momento sin necesidad; no se trata de horas cátedra.
16. No tener en cuenta el valor del silencio o de la conversación, como consecuencia del hecho de haber leído en voz alta para otros. Respetar el silencio, estimular la charla.
17. No conocer de antemano el libro o texto que se va a leer: evitar llegar a la lectura en voz alta sin la debida preparación del material.
18. Dar consignas, actividades, cuestionarios, etc. No se trata de un taller literario ni de una clase escolar.
19. Pretender hacer más atractiva la lectura con efectos especiales o agregados: nada más interesante que una buena historia.
20. Omitir el disfrute del encuentro: si no es ameno para uno y para el auditorio no deja huella, no siembra.
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Wolf Wondratschek liest Carmen
Wolf Wondratschek lee Carmen
(fragmento)
In Frankfurt, damals im Hagel der Pflastersteine,
bin ich dir wiederbegegnet und hätte dich im Männerhemd,
in Jeans und den kurzen Haaren fast nicht erkannt.
Du wolltest dein Leben ändern und bist in Deutschland
hängengeblieben, einen Katzensprung von meiner Woh-
nung entfernt, wo die Genossen in meiner Küche saßen,
um Revolutionen zu diskutieren.
Diese hier saßen schon jahrelang hier
und wurden nie älter.
Ihnen schwebte ein Leben vor,
eine Mischung aus Kampf und Chaos
und als Rückendeckung und romantisches Dekor
kubanische Zuckerrohrfelder.
Ich hörte schon gar nicht mehr hin.
Die Frauen, kleinlich, bitter geworden
und auf das strengste verständnislos im Umgang mit
Schönheit, Zärtlichkeit, Temperament, starrten dich an.
Sie nahmen deine stille Anwesenheit als Argument,
meine politische Zuverlässigkeit zu bezweifeln.
Frauen dieses Kalibers, schlug eine vor,
sowas vergewaltigt man nach dem Endsieg.
Die Männer lachten, ohne daß ihnen wohl dabei war.
Von dir verwirrt und zugleich fasziniert, ließen sie
dahingestellt, was man mit dir zu tun habe –
aber dich umlegen, warum nicht?
Jetzt aber war es erst einmal ihre Pflicht,
für eine bessere Welt zu kämpfen. Und sie wichen wieder
weitschweifig ab und redeten,
vom Zigarettenqualm vermummt, und redeten,
vom vielen Reden schon verdummt,
vom alles entscheidenden Bürgerkrieg.
Deine Schönheit, Ergebnis eines internationalen Ehebruchs,
war dir gleichgültig. Mehr noch, du warst ihrer überdrüssig
wie einer Last, die dich entstellt.
Als du auf dem Küchentisch eine Orange siehst
und sie aufschneiden willst und deshalb nach einem Messer
verlangst, hast du plötzlich eine Vision
und zögerst nicht lange, nimmst das Messer,
hältst die Klinge hart an die Wange,
forderst die hier Anwesenden auf, ihre Diskussion
für einen Augenblick zu unterbrechen,
nur kurz, nur für eine kleine Lektion –
und schneidest dir ins Fleisch, ins Gesicht,
ein Schnitt vom Ohr schräg nach unten bis zum Kinn,
ausgeführt ohne Emotion, sorgfältig, schnell.
Die Frauen, entsetzt, in einem Anfall offenbar
von Selbsterkenntnis, verließen die Wohnung.
Ihnen folgten die Männer, den blutigen Streifen
wie Wahnsinn vor Augen.
Wie glücklich du warst über die Wunde.
Und daß dir die Narbe bleiben würde für immer.
Und ich saß da, schaute dich an und ließ meine Gedanken
abschweifen, alle Gedanken. Und begriff.
Das Schwerste ist es, Schönheit zu begreifen.
Ich sage, mal mir ein Herz.
Und du malst einen Kreis.
Sowas möchte ich auch können.
Etwas ganz Einfaches. Etwas,
von dem ich nichts weiß.
*
En aquellos días, bajo un diluvio de adoquines
en Fráncfort, volví a encontrarte, casi irreconocible,
con camisa de hombre, vaqueros y pelo corto.
Deseabas cambiar de vida y resolviste permanecer
en Alemania, a tiro de piedra de mi apartamento,
donde los camaradas, sentados en la cocina,
discutían las revoluciones.
Llevaban años allí sentados
sin nunca envejecer.
Ellos imaginaban la vida
como una mezcla de lucha y caos
con el respaldo y la decoración romántica
de los cañaverales cubanos.
Yo me hacía ya de oídos sordos.
Las mujeres, amargadas, mezquinas,
rigurosamente intolerantes con la belleza,
la ternura, el furor, atónitas te miraban.
Les servía de argumento tu callada presencia
para cuestionar mi ortodoxia política.
A las mujeres de este pelaje, propuso una,
se las viola tras la victoria final.
Los hombres rieron con cierta incomodidad.
Perturbados y a la vez seducidos por ti,
dejaron en suspenso lo que se debería hacer contigo,
pero asesinarte… ¿por qué no?
Aunque en ese momento su deber consistía
en luchar por un mundo mejor. Cambiaron
el tema una vez más y hablaron,
enmascarados por el humo de los cigarros, y hablaron,
ya idiotizados de tanto hablar,
de la decisiva guerra civil.
Tu belleza, producto de un adulterio universal,
te daba lo mismo. Lo que es peor, incluso te hartaba
como una servidumbre que deforma.
Y entonces viste una naranja sobre la mesa del comedor
y pediste un cuchillo para cortarla.
De repente te poseyó una visión
y no lo dudaste un instante: tomaste el cuchillo,
apoyaste la hoja con firmeza contra tu mejilla,
y solicitaste de los presentes que interrumpieran
por un momento los debates,
casi nada, lo que requiere una breve lección…
y clavaste el cuchillo en la carne de tu rostro,
cortando hacia abajo, de la oreja al mentón,
lo hacías sin aspavientos, escrupulosa, veloz.
Las mujeres, horrorizadas, en un evidente ataque
de autoconciencia, huyeron del apartamento.
Los hombres las siguieron, llevando en sus ojos
la locura de ese hilo de sangre.
Tú te veías feliz con esa herida.
Con la cicatriz que tendrías para siempre.
Sentado allí, yo te observaba y dejaba
divagar mis pensamientos. Y comprendí.
Comprendí que lo más difícil es comprender la belleza.
Te digo: píntame un corazón.
Y tú me pintas un círculo.
Cuánto quisiera poder hacer eso.
Algo muy sencillo.
Algo de lo que nada sé.
*
Wolf Wondratschek, Carmen. Traducción de Víctor Herrera.
Próxima publicación del nuevo sello editorial Libros de Sawade.
Lee más sobre el autor en Mi biografía en pocas palabras.
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