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Incendios forestales. Córdoba habría ganado la batalla, sin focos activos de incendios, solo quedan puntos calientes.
No quedan focos activos de incendios forestales en Córdoba aunque persisten varios puntos calientes. Tras poco más de dos semanas ininterrumpidas de incendios forestales en distintas regiones de la provincia de Córdoba hoy no quedan focos activos, aunque sí muchos puntos calientes que son controlados por los brigadistas y bomberos. El director de Defensa Civil provincial, Diego Concha, dijo esta mañana a los medios locales que “están prácticamente controlados los incendios, sin focos activos pero con varios puntos calientes que están siendo controlados para tratar de evitar que se reinicien”. Desde hace varios días los dos principales focos estaban ubicados en el noroeste provincial, entre el cordón serrano del departamento Punilla y Cruz del Eje, y el restante en los alrededores de Río Cuarto, en la zona sur cercanos a Alpa Corral y a Achiras. El funcionario detalló que en las primeras horas de esta mañana se reiniciaron los sobrevuelos vigía para relevar la situación general de los puntos calientes, y si bien sostuvo que los brigadistas mantienen el control del fuego “en gran parte va a depender del comportamiento de las condiciones climáticas”, como el viento y la temperatura. Entre junio, cuando comenzaron los incendios, y finales de septiembre cerca de 200.000 hectáreas forestales fueron arrasadas por el fuego en la provincia, según los datos preliminares relevados satelitalmente por la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae). Read the full article
#activos#Córdoba#deincendios#forestales#habríaganado#incendios#labatalla#sinfocos#soloquedanpuntoscalientes.
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Estamos juntas! Este viernes 13 de diciembre lanzamos canción #SacarLosTambores junto a @cecilia_laincomparable 💪🏽💚🥁💥💥💥💥 Gracias admirada y querida Maestra Ceci🌹 . . . #mujeresalosescenarios #flowlatino #labatalla https://www.instagram.com/p/B51H5pBH6ra/?igshid=1fmnmpvknzewa
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Love had always been war for me,
Even though I know
In love there are no winners, only losers in the end if you choose to go to war
But I don't know if love is war for me
Because I chose it to be
Or if that's just the way it finds me.
I can tell you though
That despite being the strongest warrior
Most able for battle,
I always lose.
He wins over me every time, always beats me to the punch, even when I'm not trying to fight
And walking down the straight n narrow,
He always wins
I ask myself what have I done to deserve
Such incessant overwhelming defeat
I know I'm no saint, but are my sins in this life really worthy of such repeated heavy blows,
Or am I still suffering from the residual sins of a past life, thus my penance?
All I DO know is
I have to celebrate my victories, no matter how small,
Even though love shouldn't be a battle and even though he always wins
That's why when I saw him last night with another, even though I felt a piercing dagger in my heart
I can console myself in the fact that
She wasn't very pretty at all...
And smile.
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@certamennovelahistoricaubeda. #CertamenNovelaHistoricaUbeda. . Viernes 9 Primer día y primeros actos. -Presentación de #LaBatalla #FernandoMartinezLainez #EdicionesB - Presentación de #LaSinfoniaDelTiempo #AlvaroArbina. @megustaleer. . . #Úbeda #PatrimonioDeLaHumanidad #Unesco. . . Con @yolandarochamoreno. . . #leer #bookstagram #booklover . #recomiendoleer #Bookstagram #Leer #LecturasdeOtoño #Instabook #booksofinstagram #LeerEsDeGuapas #BuenosEscritores. . 📚🌺 #leer #libros #lecturas #amoleer #leeresvivir #leeressexy #bookstagram #encuentrosconescritores #NovedadesEditoriales #book #megustaleer #blogger #blog #read #PepaEntreLibros #LocuradeLibros #ClubdeLectura #ClubdeLecturaLL #FelicesLecturas 🌺📚 (en Úbeda, Spain) https://www.instagram.com/p/Bp_p4tZnoNO/?utm_source=ig_tumblr_share&igshid=1fpcy6dqa0yma
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Merifilia solía instalarse encima de alguna lápida caída en el suelo, quemuy bien podría ocultar la entrada a un pozo de gules, e interpretabaalguna melodía de Umbriel Finn con su flauta, un regalo de su difuntamadre que tenía en gran estima, y su inocencia hacía que atribuyese loschasquidos y murmullos que oía al crujir de los árboles y el susurrar dela espesura. También tenía costumbre de meditar sobre temas que laspersonas jóvenes y de buena salud harían mejor dejando al cuidado de lossacerdotes y los filósofos.Su padre intentaba curarla de aquellas pequeñas manías y poner algo más decarne encima de sus huesos, pues albergaba la esperanza de casarla conalgún joven de las Grandes Casas. Purgaba regularmente su bibliotecatomando represalias contra aquella perversa peculiaridad suya que le hacíapreferir los cuentos de terror y los nocturnos cerebrales de Umbriel a lagran literatura y las alegres tonadillas del momento. Le pellizcaba lasmejillas para hacerla sonreír mientras gritaba pidiendo comida, vino ycanciones alegres. Por desgracia el padre de Merifilia era comerciante enmaderas, y sus ocupaciones solían mantenerle alejado de la ciudad y de suhogar en la Plaza del Sabueso, con lo que Merifilia recaía en sus nadasaludables costumbres apenas su padre había cruzado el umbral para salir ala calle.Cuando elogiaba a su madrastra poniéndola como ejemplo al que debía imitardurante su ausencia, Merifilia se limitaba a inclinar la cabeza y dejabaescapar un murmullo ininteligible. La segunda esposa de su padre era unamujer un tanto alocada nacida en Froterin y no mucho mayor que la propiaMerifilia, que llenaba la casa de robustos atletas y músicos en lo queafirmaba era un esfuerzo para alegrar a su hijastra, pero cuando Merifiliahuía al cementerio cercano para escapar del tumulto y las molestasatenciones de sus invitados, su madrastra jamás parecía percatarse de suausencia.Tanto da que buscase refugio en los brazos de Guttriel o que los vaporesde aquella tierra repleta de cadáveres y surcada por galerías escabadas afuerza de garras acabaran haciéndole contraer la Destemplanza de Porfat,pues el resultado fue el mismo. Poco antes de cumplir los dieciocho añosMerifilia se adentró en las madrigueras de los gules y nadie más volvió averla.Pese a lo mucho que se ríen, los gules son una compañía aburrida y pocoagradable. El hambre es el fuego en el que se queman, y su llama arde conuna intensidad muy superior a la del anhelo de conseguir poder sobre loshombres o alcanzar el conocimiento de los dioses que atenaza al mortaldominado por la locura. Vaporiza toda delicadeza y deja tras de sí unaescoria compuesta de ira y deseo. Los gules consideran que sus congéneresson meros estorbos que se interponen entre ellos y el alimentarse,obstáculos que deben ser combatidos y rechazados con aullidos en cuanto elcortejo de afligidos se ha marchado para volver a su casa. Rara vez estánsolos, y o porque les guste la compañía de los otros gules, sino porque ungul solitario siempre es sospechoso de ocultar comida. Su copulación estan apresurada que las distinciones del sexo y la identidad suelen serignoradas.Merifilia deseaba penetrar los misterios de la amistad y el amor con tantafuerza como antes había querido conocer los secretos de la tumba, y lo quemás deseaba era averiguar algo sobre el amor. Creía que el amor debíatrascender las colisiones de cuerpos huesudos a que se entregabaocasionalmente con Antrax, el menos insensible de todos los gulesmasculinos, y se aferraba a él de forma nada normal en su especie.- ¿Por qué lloras? - le preguntó en una ocasión Antrax mientras suacoplamiento hacía crujir los tablones de un ataúd que acababa de servaciado.No es nada. Me ha entrado polvo en los ojos.- Si, ocurre de vez en cuando.Su pregunta y su comentario eran lo más que un gul podía aproximarse a lasimpatía, pero quedaban tan lejos de lo que Merifilia imaginaba que era elmínimo humano, que sólo sirvieron para aumentar la intensidad de sussollozos.Merifilia buscó respuestas en los muertos, pues un gul adquiere losrecuerdos de aquellos cadáveres con los que se alimenta, pero su fortalezano podía compararse a la de los gigantes del mundo subterráneo, y labatalla por los fragmentos mnemónicos siempre acababa con ella comoperdedora. Estudiar la existencia humana basándose en los míserosfragmentos que conseguía era como aprender a pintar corriendo por lospasillos de un museo. Aún así, había conseguido alguno vívidos destellosde humanidad que guardaba como tesoros. El olor del pastel de naranja yuna canción infantil que evocaba una celebración del Cumpleaños de Pollielya muy lejana: el crujir del cuero y el abrazo musculoso de un hermano quehabía vuelto por fin sano y salvo de una guerra olvidada; un altariluminado por velas robadas, un rostro pálido asomado entre sábanasprestadas, las palabras "La fiebre a remitido" ...Otros gules tenían más suerte. Se alimentaban mucho mejor que ella, yrecordaban partes considerables de algunas vidas. Solían fingir que sehabían convertido en aquellos con cuya carne se alimentaban, y ofrecíanaquellas imitaciones satíricas de seres humanos que eran la diversiónfavorita de su especie. Incluso merifilia aullaba de risa cuando Lupox yGlotardo discutían sobre quién de los dos era Zuleriel Vogg, el famosoladrón de tumbas, cuya ejecución había sido acogida por los gules con unaalegría casi tan exuberante como la que reservaron para el momento en quelos fragmentos de su cuerpo fueron arrojados a una fosa sin vigilancia.En una ocasión Escrofardo devoró a una vieja mendiga de forma tan completaque su interpretación perdió toda cualidad satírica, y el gul empezó aalternar las quejumbrosas súplicas de que se le diera alguna moneda conlos temblores convulsivos y el quejarse de la oscuridad, los malos oloresy la humedad que le rodeaban.- ¿Quién está ahí? ¿Quién va? - gritaba a cada risita ahogada y correteofurtivo.La mayoría de los gules se apartaban de la falsa mujer con la esperanza deque cuando Escrofardo se hubiese recuperado y descubriera que no habíanadie sobre quien descargar su mal genio se arrancaría la cabeza,variación que sería muy bien recibida por los demás. Pero Merifilia, queantaño había cruzado al otro lado de la calle para evitar el encuentro consemejante ruina, sintió el impulso de acariciar aquel rostro tan frágil.Los rastros de la vieja le parecieron muy hermosos, quizá porque los veíacon ojos que aún eran capaces de albergar sentimientos.La visión humana que había adquirido hizo que al principio Escrofardo nopudiera distinguir a la joven gul, pues el túnel sólo estaba iluminado porel débil resplandor de las fungosidades adheridas a sus paredes. Cuandovio lo que estaba acariciando, su rostro humano gritó y huyó hasta lasuperficie, donde fue ferozmente golpeado en la CABEZA por las palas delos ladrones de tumbas. Los ladrones creían estar viéndosela con lamolestia casi rutinaria de una vieja enterrada prematuramente, mas para sudesgracia los golpes asestados con las palas no tardaron en conseguir queel más irascible de los gules volviera ser el de siempre y Escrofardocobró en aquellos infortunados la venganza que, de otro modo, quizáhubiese proporcionado Merifilia.Merifilia atesoraba los momentos de felicidad que recuperaba de losmuertos, pero los platos habituales de su dieta eran el asesino, laenfermedad y la locura, con sus múltiples agonías de la muerte comopostre. Los recuerdos agradables de los ricos estaban guardados en tumbasde mármol y bronce, pero los recuerdos de la pobreza y de la desesperaciónyacían esparcidos por todas partes y eran fáciles de encontrar. Loscadáveres de los más pobres - aquellos que no habían sido amados ollorados y que eran despreciados hasta por los necrófilos y losestudiantes de medicina - eran arrojados directamente a un pozo que lossepultureros habían bautizado como el Cubo del Almuerzo de Guttriel. Pormuy lleno que estuviera el pozo cuando caía la noche, al amanecer lasrocas del fondo se hallaban tan limpias como el cuenco del desayunodespués de que un niño haya pasado la lengua por él.Un día los conductos subterráneos vibraron con la noticia de que un hombrede gran fortuna, lustroso como un cerdo y atravesado limpiamente por elacero de su contrincante en un duelo, acababa de ser enterrado en unatumba sin protección. Su viuda no era natural de Crotlorn y estabaconvencida de que los gules eran un mito. Cuando el ataúd fue bajado alagujero abierto en la tierra de aquella zona tan poco recomendable, se oyócomo su voz correspondía a las atenciones del vencedor del dueloasegurándole que las tumbas de piedra reforzada con bronce eran de unavulgaridad espantosa.Aquel día ningún gul volvió a conciliar el sueño. El suelo de aquella zonaera tan fangoso que no permitía cavar túneles, por lo que la carne deberíaser extraída desde arriba. La excavación debería empezar con le primerguiño de la oscuridad antes de que los ladrones humanos pudieran despojaral mundo subterráneo lo que le pertenecía. Puede que algún afligidosiguiera rondando las inmediaciones de la tumba, por lo que los vigilantesaún estarían razonablemente sobrios, y eso obligaba a que la osadía de losincursores marcara nuevos límites para la leyenda. La discusión sobre lastácticas a seguir llegó a ser tan apasionada que los cuervos de lanecrópolis emprendieron el vuelo y ennegrecieron la cúpula del templo deAshtareeta, lo cual fue considerado como un presagio temible por sussacerdotes y les impulsó a decretar una colecta de emergencia.Merifilia sabía que la discusión era una farsa. La estampida general haciala tumba haría que los planes fuesen olvidados en un momento. En cuanto aella, su única esperanza era salir a la superficie durante el ocaso yavanzar cautelosamente por entre los setos y lápidas hasta encontrar unescondite cerca del objetivo. No tenía intención de llegar allí laprimera, pues quien se atribuyera ese honor sería pisoteado por unmonstruo como Glotardo o Lupox. No, esperaría a que alguno de ellos selanzara hacia la tumba y se agarraría a los espigones de su columnavertebral mientras el coloso castigaba a quienes habían queridoadelantársele. Se pegaría su cuerpo tan estrechamente como las verrugas desu trasero, y se contentaría con los restos que pudiese obtener.Cuando llegó el momento Clamitia, la as astuta de todos los gules, usurpóel puesto de la sombra de Lupox. Merifilia lamentó que ello le dejara másremedio que poner la zancadilla a su hermana - con lo que ésta dejógrabada en el barro la huella de su venerable hocico -, pero el protocolohabía desaparecido para ser sustituido por un caos de alaridos. Lupoxsembró el pánico entre los que habían llegado en primer lugar atacándolestan ferozmente como un perro de raza a una manada de ratas, sin importarleen lo más mínimo que dos de los obstáculos a los que apartó de su caminofuesen dos vigilantes humanos, quienes abandonaron sus garrotesdestrozados allí donde habían caído y volvieron gimoteando a la seguridadde la choza.La tumba estalló convertida en una fuente de tierra arrojada hacia elcrepúsculo por las frenéticas garras de los gules. El geiser no tardó enescupir flores aplastadas, astillas de madera y, finalmente, trozos deseda y adornos de oro tratados con tanta desconsideración que cualquierladrón habría llorado al presenciar el espectáculo. Y de repente, si habertenido que hacer prácticamente ningún esfuerzo, Merifilia se encontrósosteniendo en sus manos un cuarto de cabeza, con el siempre codiciado ojoadherido a ella.Para los gules el ojo era equivalente a un plato delicado que abríaarrancado una exclamación de placer al invitado de un banquete antes deque empezara a consumirlo delicadamente, pero Merifilia no estaba enningún banquete refinado. Las garras arañaban su espalda, los codos sehundían en sus costillas y las mandíbulas se tensaban sobre sus hombrospara apoderarse del trofeo que le había adjudicado el azar, por lo que nole quedó más remdio qué metérselo en la boca, masticar apresuradamente yengullirlo.Y después, encogida entre las rodillas de Lupox, tuvo la visión másextraña que pueda imaginarse. Se vio a si misma muy erguida, tal y como supadre solía decirle que debía caminar; con el cabello apartado de sus ojostal y como solía apartárselo él; y con una sonrisa casi inimaginablecreando hoyuelos en unas mejillas que no se parecían en nada a sus flacasmejillas de cuando era humana. La visón estaba envuelta en un halo de amorque apenas había sido rozado por la acidez del enfado, congelada para todala eternidad bajo la capa vidriosa de la pena.Merifilia comprendió sobre qué tumba había estado agazapada pero, siendolo que era, no podía hacer nada salvo esforzarse por conseguir algún otrofragmento y dejar que sus sentimientos fueran aclarándose por sí mismos.Su siguiente hallazgo fue una mano que contenía una imagen mucho más clarade las nalgas de su madrastra, y que resultó ser un antídoto perfecto paralos efectos producidos por el primer plato.Su obsesión por la vida hizo que Merifilia volviese a sus costumbressolitarias de antaño. Los demás gules se lo permitieron, pues nadiesospechaba que pudiese ocultar alimento. Para los gules Merifilia era tanrara como había sido en el pasado para los seres humanos y, como ellos,sus nuevos compañeros agradecieron el verse libres de sus silenciosmelancólicos, sus observaciones inoportunas y su reluctancia a participaren un buen coro de carcajadas.Una noche en que avanzaba por un sendero que había tenido costumbre derecorrer acompañada por las notas de su flauta, Merifilia estuvo a puntode tropezar con un hombre que no había ido allí a saquear tumbas o parasuicidarse. El visitante estaba declamando versos a la luna llena con unfervor tan extático que no se dio cuenta de que Merifilia se apresuraba adeslizarse bajo la tiendo formada por las ramas de un sauce.Era el poeta Fragador, cosa que Merifilia averiguó de sus propios labios,pues antes de recitar cada poema Fragador se lo atribuía como si temieseque la luna pudiera confundirle con algún otro. "Sobre las manos de TerisaSleith, soneto de Fragador de Fandragord", anunciaba, o "Para TerisaSleith en el día de su cumpleaños, una oda de Fragador, poeta y dramaturgonacido en Fandragord".Mientras le observaba Merifilia pensó que sólo una luna muy desconsideraday poco atenta podría olvidar su nombre. Fragador era el hombre más hermosoque había visto jamás; pero Merifilia le contemplaba con ojos de gul, sinser consciente de que muchas personas le encontraban excesivamente flaco ypálido. Su corazón, tan tranquilo y adormecido incluso antes de su estadoactual, empezó a palpitar como si un visitante provisto de su martillo sehubiera instalado dentro de su pecho.El tema de los poemas le gustaba bastante menos que su voz. Terisa Sleithera la gran belleza de Crotalorn, y en más de una ocasión su padre se lahabía puesto como ejemplo de todo los que Merifilia no era. Fragador ladeseaba tan ardientemente como Merifilia le deseaba a él aunque en su casoquizá tuviera derecho a albergar alguna esperanza, cosa que le estabavedado a Merifilia.Fragador visitaba el cementerio con tanta frecuencia como Merifilia, ysiempre traía consigo una nueva cosecha de poemas que alababan el ingenio,la gracia, la belleza de la misma persona. Cuando la luna tenía otrasobligaciones que atender, Fragador recitaba sus versos ante una estatua deFilouela que se reclinaba en una actitud de complacencia sobre una de lastumbas de sus sacerdotes, sin imaginarse que la opulenta silueta de ladiosa ocultaba un horror tembloroso que anhelaba concederle todo aquelloque Terisa le negaba.¡Cómo aborrecía a ese nombre! Aparecía en cada verso escrito por Fragador,y cuando pronunciaba esas sílabas repugnantes, la voz del poeta temblaba,vibraba y desfallecía. Merifilia acabó siendo capaz de prever su aparicióny cuando llegaba murmuraba su nombre en voz lo suficientemente alta paraque el de Terisa no llegase a sus oídos, sin importarle que la diferenciasilábica estropease la elegante métrica del recitado. A veces hablaba condemasiada vehemencia y el poeta carraspeaba, se limpiaba el oído con undedo o contemplaba con expresión inquieta las sombras que le rodeaban.Pero el corazón del poeta no había logrado captar bien su nombre, pues unanoche Fragador la sorprendió y emocionó declamando un poema a "Mortila",quien había sido identificada por su intuición poética como un espíritu dela noche y de la muerte, y cuya ayuda invocaba pidiéndole que ablandara elcorazón de Terisa antes de que sus esbeltos miembros acabaran convertidosen alimento para los gules. Merifilia recitaba las estrofas del poema parasí mientras deseaba ardientemente que sus miembros estuviesen al alcancede sus mandíbulas capaces de partir ataúdes.El deleite que les inspira el horror, su flirteo con la muerte, su amor ala sombra y la soledad... Ella y Fragador eran muy parecidos, o lo habíansido. Si le hubiera conocido cuando vivía bajo la luz del sol... PeroMerifilia luchó con aquel deseo y no paró hasta agostarlo. Aunque hubieracaminado con la espalda erguida y se hubiera peinado, aunque hubierasonreído de vez en cuando y hubiera trinado bromas y observacionesagradables, ningún hombre atraído por el delicado rostro y la siluetanúbil de Terisa Sleith le habría dedicado ni una sola mirada.Cuando la cruel damisela se prometió con otro hombre los versos deFragador se convirtieron en delirios empapados de ira y de dolor. Lacorrupción que siempre había estado oculta bajo sus imágenes más soleadasse arrancó la máscara y el poeta empezó a hablar de asesinato y suicidio.Merifilia tuvo que admitir que no sólo era un hombre hermosísimo yposeedor de grandes dotes poéticas, sino que además era un auténticogenio. Nadie se habría adentrado tanto en el abismo, ni siquiera AsterielVendren. Merifilia le amaba y le adoraba, y ahora que el incongruenteobjeto de su deseo había demostrado ser todavía más estúpido de lo queindicaba su comportamiento anterior, incluso llegó a albergar la tímidaesperanza de que Fragador pudiera ser suyo. Empezó a imaginarse que sucerebro era un hervidero de hormigas muy atareadas donde cada hormiga erauna forma de declararle su amor, y la fantasía acabó convirtiéndose en unaobsesión tan poderosa que apunto estuvo de destrozar el cráneo contra unalápida para exterminarlas.La luna llena volvió a brillar sobre el cementerio, pero el poeta no sepresentó. Merifilia iba nerviosamente de su estatua favorita al sauce yvolvía a la estatua. Acabó rompiendo el círculo de sus paseos para correrhacia la entrada principal, allí donde empezaba el reino de la vida y laluz. Saltó a lo largo del muro y escudriñó la Calle del Limón primero enuna dirección y luego en otra, después se inclinó peligrosamente haciafuera para observar la Plaza del Sabueso, donde sólo distinguió a mendigosy noctámbulos. Tan grande era su preocupación que le inspiraba su amadoque la visión de su hogar festivamente iluminado, la primera que habíatenido desde su transformación, no le produjo ni la más leve punzada dedolor o nostalgia.La primera nota de un alarido le indicó que había sido vista, pero sedeslizó en la oscuridad tan deprisa que el grito perdió convicción y acabóconviertiéndose en una risita incómoda.Temía que Fragador hubiera llevado a la práctica la amenaza de sus últimospoemas y se hubiese suicidado, pero el deseo temeroso que la invadió eramás fuerte que su miedo. Había anhelado la unión con él. ¿Qué unión podíaser más completa que convertirse en el mismísimo Fragador?Sus murmullos entre poema y poema le habían revelado que no se leconcedería cripta inexpugnable. Merifilia saquearía su sepulcro en plenomediodía, adelantándose a los gules más robustos para apoderarse de susamadas reliquias. ¡Al diablo los guardianes! ¿Acaso había alguna formamejor de terminar su odiada existencia que adoptando la forma de su amor,recordando el dolor de su muerte mientras veía aproximarse la suyacontemplándola a través de los ojos de Fragador? Ninguna pasión habíapodido consumarse con tal plenitud, y aquel desenlace lloraría en vanopidiendo ser inmortalizado por la pluma de Fragador. Merifilia volvió a sutumba favorita sintiéndose fatigada e inquieta, pero también un poco másanimada, se reclinó bajo la sombra de la Diosa del amor y allí se quedódormida.Unos sollozos tan amargos que creyó que debían ser suyos acabarondespertándola. La hinchada luna rojiza se había convertido en un delgadodisco que flotaba sobre su cabeza. Se frotó los ojos y no encontrólágrimas, pero los sollozos seguían. Era él, y la alegría que sintió casile hizo abrazarle antes de pensar en el efecto que su acto podía producir.-¡Gules! - gritó de repente Fragador -. ¡Diablos y espíritus de laoscuridad, escuchadme! ¡Mortila, ven a por mí!Merifilia se puso en pie antes de que alguna otra entidad pudieraresponder a la llamada de Fragador.-¡Por Cludd! - jadeó el poeta.La mitad de su espada emergió de la vaina como un relámpago de plata y, enun destello de conocimiento tan cegador como el del metal, Merifilia sevio a si misma en el aborrecimiento de su mueca. Una rueda girópesadamente dentro de ella dejando tras de sí los restos de algoaplastado. Merifilia cruzó los brazos delante del pecho, apoyó las manosen sus hombros e inclinó la cabeza en un gesto de súplica.- Te he llamado - dijo él después de un largo silencio -. Tu rapidez enacudir me sobresaltó.- Perdóname.- La ofensa y el perdón carecen de significado, pues el significado mismose ha desvanecido. Terisa Sleith ya no existe.- Lo siento - mintió Merifilia.- Es lógico que lo sientas - dijo él -. Ni siquiera el sueño de un gulpuede penetrar en el sepulcro de los Sleith.Merifilia alzó la cabeza para protestar ante esa mala interpretación desus palabras, pero el rostro de Fragador la derritió y la redujo alsilencio. Algo parecido al asombro pasó por él en cuanto Fragador vio susojos. Su padre siempre los había alabado diciendo que eran lo más hermosoque poseía, y ahora sus ojos eran los globos amarillos más luminosos delmundo subterráneo.-¿Eres realmente... ? - empezó a decir Fragador -. No, preguntarte si eresun síntoma de mi locura sería como admitir que estoy loco.- Eres el hombre más cuerdo que ha existido desde que Asteriel Vendren.- ¡Sleithretra nos salve de los gules con educación!Merifilia se estremeció. Ni siquiera un gul podía pronunciar el nombre deaquella diosa en un cementerio a medianoche y, desde luego, noacompañándolo de una carcajada. Fragador estaba loco, y comprenderlo laemocionó todavía más. Las palabras escaparon de sus labios, tan imposiblesde contener como un sollozo o una exhalación de último aliento.- ¡Te amo!Y el osado Fragador dio un paso hacia adelante.- Entonces baja de la tumba, Mortila, y hablemos de amor.Merifilia temblaba de tal manera que sus mandíbulas no pararon decastañetear hasta que pudo apoyarlas en la firmeza de su abrazo.- No te burles de mí - murmuró, y añadió -: Y me llamo Merifilia.Su rectificación pareció irritarle un poco, pero la aceptó.- He oído decir que si un gul devora el corazón y el cerebro de unapersona se convierte en esa persona.- Lo he visto ocurrir.- No pretendo ofenderte, pero... ¿Esa restauración no irá acompañada dealguna otra característica? ¿No habrá redundancia de dientes, ningún olorextraño o el impulso de echarse a reír en los momentos más insospechados?Merifilia ladeó la cabeza apartando sus ojos nublados por las lágrimas delrostro de Fragador.- La suplantación es perfecta - dijo con cierto enfado -. ¿Es que mi olorte ofende?Lamentó aquel estallido de mal genio apenas se hubo producido. Habíaolvidado que su nuevo rostro y su voz actual traducían la petulancia comofuria demoníaca.- Por favor... - dijo Fragador en cuanto volvió a ser capaz de hablar -.No me refería a eso. Un cadáver... Ya sabes. Posees una considerablebelleza interior, Merifilia. La veo en tus ojos.- ¿De veras?- Por favor, no te rías. No estoy acostumbrado a ese tipo de carcajadas. -Merifilia no era consciente de haber reído. Fragador tomó su mano entrelas suyas y Merifilia estuvo a punto de perder el conocimiento -. Miquerida... Mi querida gul, tengo en mi poder la llave de la tumba de losSleith donde Terisa será enterrada mañana. Deseo que dispongas de ella taly como dijimos antes.- ¡Pero eso es monstruoso!Su mirada le dejó bien claro que la palabra le parecía de un cierto malgusto teniendo en cuenta cómo eran los labios que la habían proferido,pero Merifilia siguió hablando sin poder contenerse.- Sería tal y como era ella en vida. Si te rechazó entonces...- Fueron sus padres los que me rechazaron. Sus padres, su posición y suapellido, pero su corazón... Su corazón nunca me rechazó. Si Terisapudiera disponer de una hora más, escucharía los dictados de su corazón.Si pudiera hablar con ella, mirarla... ¿Podría atreverme a esperar un besosuyo?Un perverso impulso de negarse se apoderó de ella. Le deseaba como jamáshabía deseado a nadie, pero el precio que exigía - el que se transformaraen la clase de persona que su padre y su madrastra habían querido quefuese- le parecía demasiado alto.- Por favor, Merifilia - murmuró Fragador, y la asombró posando sus labiossobre su mejilla.Merifilia acepto la llave que le poeta depositó sobre las callosidades desu palma.Cuando faltaba poco para la hora de la cita Merifilia se deslizó con elsigilo propio de los gules entre las flores que adornaban las tumbas delos ricos. Todo el mundo sabe que la cautela y el silencio de esa especieson tales que comparado con un gul hasta el búho parece ruidoso y torpe.Tenía las orejas desplegadas para captar los murmullos de las mariposas yel murmullo de los gusanos que moran dentro de los ataúdes. Sus fosasnasales se habían dilatado al máximo, por lo que cada cadáver sepultado asu alrededor anunciaba su discreta presencia por muy marchito y seco quele hubiera dejado el paso de las eras, y no había ninguno más perceptibleque el de Teresa Sleith. Su putrefacción apenas era un suspiro oculto bajolas lágrimas saladas y los jabones perfumados de la servidumbre que lahabía engalanado por última vez.Ningún otro gul contaminaba el aire con su rancio aliento y no habíavigilantes que lo mancharan con su respiración cargada de vino, pero aúnasí Merifilia siguió avanzando con el máximo de precauciones, horrorizadapor una visión de la hueste subterránea que la pisoteaba para invadir latumba de los Sleith, apoderándose de los huesos que llevaban mil años enaquel recinto inviolable y dispersando los despojos de Terisa en milgargantas codiciosas. Si aquello ocurría jamás podría volver a contemplarel rostro de Fragador y mirarle a los ojos. No, se acercaría desde atrás,vencería la repugnancia que le inspiraba la carne que aún no estaba maduray la devoraría. No podría disfrutar de los suspiros, las miradas y lascaricias de su amado, pero al menos le conocería desde lo más hondo de suser.No se irguió hasta haber llegado a las sombras del umbral, alli donde elterrible lema de la tribu de Terisa estaba grabado bajo la imagen deSleithretra. ELLA ACARICIARA A QUIEN JUEGUE CON NOSOTROS, La llave debronce que Fragador le había entregado resbaló de sus dedos temblorosos ycayó al suelo haciendo un ruido que le pareció tan potente y terrible comoel del garrote de un vigilante, y sus garras necesitaron unos momentospara acostumbrarse a aquel ingenio concebido por y para los seres humanos.Cuando por fin logró alcanzarla hasta el ojo de la cerradura enintroducirla en él Merifilia lloraba de impaciencia y temor.Los paneles de bronce giraron hacia el interior moviéndose sobre bisagrasbien engrasadas. La cadena que terminaba en el gong de la torre había sidocortada por un vigilante que apreciaba la poesía de Fragador y sentía unaprecio aún mayor por el opio, y al que no había sido difícil persuadir deque si el poeta deseaba entrar en la tumba no era para cometer ningunaindecencia excesivamente fuera de lo corriente con el cadáver de quienhabía sido la favorita de todo Crotalorn.En cuanto hubo apartado la pesada tapa del sarcófago Merifilia tuvo queadmitir que era muy hermosa, sobre todo ahora que su color rosado de sutez había sido sustituido por una gama de matices violáceos. La cabezafatalmente torcida había quedado casi recta. Terisa bien podría haber sidouna joven dormida que se despertaría con una leve rigidez del cuello comoúnico motivo de queja.Merifilia se quedó inmóvil durante un momento para admirar aquella narizdiminuta y elegante, tan distinta de la que ella había poseído en vida.Después se la arrancó de un mordisco. Desenroscó su lengua, afilada comouna navaja, y la introdujo por la boca de Terisa para ir desmenuzando elcerebro hasta convertirlo en fragmentos diminutos que podría engullir sinninguna dificultad. Movió las más pequeñas de sus garras en dos girosremilgados que le sirvieron para extraer los ojos de sus cuencas, y lossaboreó conteniendo unos leves gemidos de placer antes de pasar a laopulenta suculencia de los pechos.Terisa podía oír el parloteo de sus hermanas. Habían asistido a la revistadel regimiento conocido como Torbellino de Cludd. Tenían la costumbre deprovocar a los Soldados Sagrados ofreciéndoles sonrisas invitadoras ynerviosos meneos de caderas. Los guerreros debían mantenerse célibes, y enaquellas ocasiones se les ordenaba que se mostraran más firmes y adustosque nunca. Las chicas intentaban conseguir que alguno de ellos dejara caersu pica o, peor aún, que alzara su báculo, delitos por los que el culpablesería flagelado y obligado a pasar una noche de rodillas sobre un montónde guijarros. Merifilia, en cambio... ¿Por qué no había disfrutado nuncade una diversión semejante, por qué ni siquiera había llegado aocurrírsele que era posible? Merifilia estuvo a punto de llorar por lavida que había malgastado, pero no tardó en recordar que Terisa Sleith yase había encargado de hacer todas esas cosas por ella.Siguió desgarrando el cuerpo hasta dejar al descubierto las costillas yabrió la caja torácica como si fuese un libro: el Libro del Amor. Despuésengulló el corazón y saboreó la resistente flexibilidad de ese músculo.¡Qué sobresalto había tenido aquel corazón cuando Terisa giró sobre lapunta de los pies en lo alto de la escalera para enseñar su vestido denovia y sintió cómo el dobladillo se enganchaba en su tacón! El suelo seladeó y el techo empezó a dar vueltas, pero la seguridad de que jamáspodría ocurrirle nada le ahorró el terror que podría haber sentido enotras circunstancias. Aun suponiendo que ocurriera (y ahora no podía caberduda alguna de que estaba rodando por la escalera) sólo sufriría algunosmolestos moratones. Compadeció al coro de los que gritaban. Sintió eldeseo de tranquilizarles recordándoles que era Terisa Sleith, cuyajuventud y belleza era invulnerables. Y, sin embargo, iba a morir...Merifilia se enfureció ante la injusticia y la perversa inoportunidad deaquel accidente. Lo que más lamentaba era la falta de gracia con que sehabía marchado al otro mundo y, sobre todo, el que aquello hubieseocurrido delante de sus hermanas. Examinó aquellos pensamientos,comprendió que el momento ya casi había llegado y se apresuró a terminarel banquete. Apenas había echado la mirada a los riñones cuando posó susojos en su mano y se sintió invadida por una mezcla de mociones que muypocas criaturas pueden llegar a conocer.Ver su mano le hizo sentir una terrible repugnancia. Aquellos dedosminúsculos que parecían gusanos regordetes, tan distintos de las garras qehabía acabado acostumbrándose a poseer... Y, al mismo tiempo, Terisasintió una oleada de náuseas al ver lo que sostenía en su delicada manita,y lo que manchaba su brazo hasta la altura del codo.Ambas necesitaron algún tiempo para calmarse. Terisa aceptó su muerte másdeprisa y de mejor grado que Merifilia, quien se resistió con todas susfuerzas a la voluntad extraña que acabó haciéndola lavarse con el vino yel aceite almacenados en la tumba para un más allá que había sidoimaginado de una forma muy distinta. Mientras se secaba con una punta deltraje que no se había manchado, Terisa la riñó por o haberlo cuidadomejor, pues ahora no tenían nada que ponerse. Merifilia se acordó de sumadrastra.Terisa cogió el sudario que envolvía los huesos de un Sleith ya casiolvidado y lo hizo girar a su alrededor. Le bastaron unos instantes paraconseguir un porte mucho más elegante y distinguido del que habría podidosoñar Merifilia y aún llevando sus mejores galas.-Creo que hay que sacar el mayor provecho posible de lo que tienes a mano- dijo Terisa -. No importa cuál sea tu situación. Aunque fuera el gul máshorrendo intentaría ir bien arreglada y presentable. Y no quierodesperdiciar mi breve resurrección encerrada en una tumba maloliente, asíque salgamos de aquí, ¿de acuerdo?Una parte de su ser deseaba quedarse y consumir los restos que le faltabanpor devorar, pero la otra ni siquiera quería ver el sarcófago, y ambaspartes pertenecían a la misma persona, aquella que el lo más hondo de suspensamientos se daba el nombre de Terisa Sleith y que sentía un impulsocasi incontrolable de reír cuando se otorgaba ese nombre.Fragador había hecho sacrificios y esperaba lo que ocurriría, pero vercomo Terisa salía de la tumba le dejó sin habla. Terisa movió la cabezahaciendo ondular su cabellera de aquella forma tan irresistible que ladistinguía y contempló el cementerio que la rodeaba antes de divisarlemedio escondido entre las sombras que proyectaba u demonio de piedra.Cuando su rostro se iluminó, el corazón de Fragador despertó como lospájaros que saludan en coro la llegada del amanecer.-¡No estás muerta! - Rió como si se hubiera vuelto loco -. había que erauna equivocación, sabía que tú...La compasión que había en sus ojos le hizo callar antes de que sus labioshubiesen pronunciado una sola palabra más.- No, no era una equivocación - dijo ella -. Y tampoco soy del todo lo queparezco.- ¿Neritilia?- Por favor, intenta acordarte de mi nombre. El amor que ella siente porti hace que el mío parezca ridículo.El amor le había traído hasta aquí, cierto, pero también la ira, la iraque le inspiraba el sometimiento de esclava de ella a las reglas yconvenciones sociales; la ira consigo mismo por haber roto esas reglassiendo pobre y poeta... Terisa había planeado casarse con un hombre aquién se le acababa de adjudicar la construcción de un sistema de retretespúblicos para la ciudad.- No puedes vestir sonetos o comer odas - le había dicho Terisa -, peropuedes construir un palacio lleno de perfumes sobre el cimiento de unosurinarios.En sus momentos más enloquecidos Fragador había querido resucitarla parapoder estrangularla o, como mínimo, para poder preguntarle qué opinabaahora de su palacio lleno de perfumes. Había pensado acompañar la preguntacon un elegante ademán de la mano que abarcaría los mármoles del sepulcroiluminado por la luna. Pero estar en presencia de aquel prodigio hacía queel sentir despecho fuera totalmente imposible.Y tampoco debía olvidar la existencia de aquel ser monstruoso pero mágicoque la animaba. Una parte muy extraña de su ser la amaba todavía más de loque había amado a Terisa. A diferencia de Terisa, el monstruo apreciaba suarte. Incluso le había comparado con Asteriel Vendren, de quien su adoraday estúpida Terisa jamás había oído hablar...- Merifilia - dijo con toda claridad mientras la tomaba entre sus brazos.Después de haber conocido los suaves suspiros y los gritos que acompañanlos transportes extáticos del amor humano Merifilia lloró las lágrimas másamargas que había derramado desde que fue exiliada al mundo subterráneo.- ¿Por qué lloras? - le preguntó Fragador con ternura.- No es nada. Se me ha metido polvo en los ojos.- Ocurre de vez en cuando - dijo Fragador desde lo más hondo de susabiduría y compasión humanas, y los sollozos se hicieron todavía másdesgarradores-¿Qué importa el que tus absurdas pautas y valores me considerasen vana yfrívola? - preguntó una voz dentro de su cabeza -. Conocí la vida, el amory la felicidad. Ahora conoceré la paz. Tu, en cambio... ¿Podrás haceralguna vez afirmaciones semejantesNo estaba segura de si aquellas palabras habían sido pronunciadas porTerisa antes de esfumarse o si eran las palabras que ella habría puesto ensu boca. Fueran de quien fuesen, herían con el agudo filo de la verdad.Se puso en pie antes de que la transformación se hubiera completado. Noquería mancillar el recuerdo de su amor permitiendo que el poeta volviesea ver su auténtica forma. Se volvió hacia él para contemplarle por últimavez y se hallo ante el rostro sonriente de Artrax.- Ahora puedo escribir poemas para ti - dijo Fragador -. "Conoceremos losdescubrimientos de la oscuridad..." ¿Qué te parece como principio?Encontrarse con Artrax había acelerado la evasión de Terisa. Merifiliaexaminó la necrópolis con todos sus sentidos en busca de Fragador, pero éltambién se había desvanecido.- ¿Qué has hecho con él? - preguntó -. ¿Dónde está?- Hizo un trato con dos de nosotros - dijo Artrax -. Contigo anoche yconmigo esta noche antes de beber un veneno...Su sonrisa era tan horrible que incluso Merifilia retrocedió ante ella.Había aprendido algo de Terisa. Ya no sentía deseos de llorar. Se dio lavuelta, contempló la puerta del sepulcro de la Gran Casa de Sleith,abierta y sin vigilancia y sonrió. Oyó las risas distantes de lascriaturas como ella misma que habían nacido del viento nocturno y, porprimera vez, se unió a las carcajadas sin intentar contenerse.
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Pero hasta yo bailo con un mambo así.oh my god 😆 . . . . . @djohnartista 🏷 . . . . . #djohnelartista #djohn #elartista #labatalla #swing #bachata #apoyobachatero #elperrito #merengue #mambo @anthonysantos https://www.instagram.com/p/CCCgVplhMtS/?igshid=1l1lneu25mdln
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Noticia | La batalla más importante y decisiva librada jamás en RD https://aguajero.com/labatalla-mas-importante-y-decisiva-librada-jamas-en-rd
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Conozco la derrota, los días sin un pe$o pa la sopa, el agua hasta las botas 💔 con puños, música y flores, seguiremos dando #LaBatalla . Gracias @lamatriafest vamos por ti 2020 🧑🏼🎤💪🏽🌹 https://www.instagram.com/p/B6qu6tVHeK0/?igshid=19d1xlpoc0rst
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Al comenzar el dia
“Buenos días Señor
Gracias por una noche de descanso. Gracias por el día de ayer.
Hoy tengo un día entero por delante; muchas personas van a estar hoy en mi camino, desde que salga ahora de casa, hasta que vuelva. Ayúdame por favor a reconocer QUE quieres de mi con cada una de ellas, como amarlas. Si estoy bien, dame fuerzas para que no me puedan mis pasiones y mi ego, y me descentre de lo importante, que eres TÚ. Si estoy mal, dame fuerzas para que mis debilidades no me confundan y pueda fijarme en lo que ellos necesitan y no en lo que yo quiero de ellos.
Dame fuerzas para hacerlo con una sonrisa y con la alegría que se merece el día de hoy. Dame fuerza y visión trascendental del largo plazo, buscando siempre tu interés y no el mío o el suyo. Dame fuerzas para sentir gratitud en todo momento, tanto en mi debilidad como sobre todo en mi fortaleza. Ayúdame a detectar y priorizar quien de todos es el más necesitado y el más necesitado de tu amor. Ayúdame a encontrar las palabras y los gestos más adecuados, que manifiesten tu grandeza.
Permíteme pedir ayuda a mis amigos de aquí y de ALLI; todos aquellos que han ido marchando para allá a los cuales ya bien conoces y que te he ido presentando. Ayúdame en los momentos de incomprensión, que sepa reconocer y esperar tu momento de cosechar, huyendo de mi soberbia de “resultados rápidos”. Permíteme en todo momento recordar a mi familia y amigos y no reprocharles sus debilidades como tú haces conmigo. Hazme huir del chisme, y el humor fácil, sobre todo del que es a costa de otros. De vez en cuando hazme sentir orgulloso de ser una herramienta útil tuya, pues lo necesito para no desvanecer en la batalla.
Ayúdame Señor a sonreír con sonrisa sincera y limpia, el máximo posible todo el día, y al final del día, si llego a casa, seguir siendo agradecido por todo lo que tengo y no tengo, y que la vergüenza sea menor que el orgullo de querer sentir que sigo siendo de la Familia.
Vamos a por ese dia”
Anonimo
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#labatalla no termina a seguir preparando #arqueros #guantesdeoro
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