#la vida serena
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A un año
A un año de su creación, este blog ha cambiado de uso. La lujuria oculta en la experiencia estética dio paso a la lujuria a secas, y de allí al deseo, a la melancolía. Lo que hay en el deseo no es exclusivamente sexual, sino otro tipo de contacto, de intimidad. Seguido, cuando me masturbo, me invade esa melancolía. Añoro otro tipo de contacto, de complicidad en la desnudez, el consentimiento y el placer, incluso en las fantasías de dominación que he comenzado a tener. Añoro el tacto, el aroma de la respiración, la humedad y el conocimiento y control cercano de otro cuerpo, otro sueño. Todo esto es inseparable de las cursilerías que acompañan al amor y los poemas que antaño, en otra vida, escribía. Poemas cortos, pequeños, húmedos, para nada sexuales, pero muy excitantes.
Bueno, como sea, aprovecho la circunstancia para dejar una lista de las etiquetas más importantes en este blog.
Trop Special permitaseme soñar artistic nude sweet elegante Fuego Close Up senos piernas piel descubierta trasero monte de venus pies sombrero y mis modelos favoritas, en ningún orden Anna Tatu Viktoriia Aliko Gloria Sol Katya Clover Serena Wood Rachel Cook Caramel Siya Miller Marta Gromova
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Cuando miro el alba que trasluce mi cuerpo de forma serena hacia mí, recuerdo que quererse es también protegerse ante la agresividad de la sociedad. Una flor silvestre en medio de la adversidad no inhibe la belleza de su crecimiento, sino que se cuida y continúa. Supongo que fuimos creados para conocer la resiliencia en medio del caos de este mundo. A pesar de ella, no sé cómo estaré ni a dónde llegaré algún día pero quiero alegrarme porque haya tomado buenas decisiones el resto de mi vida. Solo quiero atisbar el pasado para resguardar la sabiduría que me ha ayudado a ser la persona que soy ahora.
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Aquí no hay viejos Solo, nos llegó la tarde: Una tarde cargada de experiencia, experiencia para dar consejos. Aquí no hay viejos, solo nos llego la tarde. Viejo es el mar y se agiganta. Viejo es el sol y nos calienta. Vieja es la luna y nos alumbra. Vieja e s la tierra y nos da vida. Viejo es el amor y nos alienta. Aquí no hay viejos Solo nos llegó la tarde. Somos seres llenos de saber. Graduados en la escuela. De la vida y en el tiempo. Que nos dio el postgrado. Subimos al árbol de la vida. Cortamos de sus frutos lo mejor. Son esos frutos nuestros hijos. Que cuidamos con paciencia. Nos revierte esa paciencia con amor. Fueron niños son hombres serán viejos. La mañana vendrá y llegará la tarde. Y ellos también darán consejos. Aquí no hay viejos Solo nos llegó la tarde. Joven: si en tu caminar encuentras. Seres de andar pausado. De miradas serenas y cariñosas. De piel rugosa, de manos temblorosas. No los ignores ayúdalos. Protégelos ampáralos. Bríndales tu mano amiga. Tu cariño. Toma en cuenta que un día. También a ti, te llegará la tarde.
-Mario Benedetti
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SENTENCE STARTERS
Envía una frase para abrir un starter inspirado en ella.
"Debí anotarme en la preparación de alimentos."
"Escuché que exiliaron a alguien más por la mañana."
"Cuidado con las velas."
"¿Sabes rezar?"
"Nunca había participado en una ceremonia así."
"¿Conocías al grupo que desapareció?"
"No se me ocurre algo por lo que debería agradecer."
"Esperaba reconocer a uno de los sobrevivientes encontrados."
"Le hace falta sal."
"¿Cuántos días de preparaciones nos quedan?"
"Doy gracias por no tener que comer esto."
"No deberían aceptar a los sobrevivientes sin estar seguros de que no están infectados."
"¿Qué crees que pase si me marcho por mi cuenta?"
"¿Estás preparado para las excursiones?"
"Estos rituales son demasiado raros..."
"¿Cuándo comienzan los sacrificios humanos?"
"¿Qué harías si te quedaras sin comida?"
"Espero no se les ocurra comerse mutuamente si nos quedamos sin comida."
"Espero que no tengamos que quedarnos aquí mucho más tiempo."
"Creo que lo peor ya pasó, pero no estoy seguro."
"Por si acaso, mi talento secreto es encontrar lugares donde las ratas se esconden."
"Si alguien sigue cantando esa canción, voy a tener que dejar de ser amable."
"Lo peor de todo es el café instantáneo."
"Nunca imaginé que esto fuera mi vida ahora."
"El apocalipsis no tiene un buen menú."
"No confío en los recién llegados."
"¿Notaste la sonrisa de Madre Serena? Es aterradora."
"Después de los 30 ya no se tiene la misma agilidad."
"Deberían contratar otros entrenadores."
"¿Y si ya es demasiado tarde?"
"¡Esto sí que lo merecíamos!"
"¿Crees que estemos aquí para Navidad?"
"Ya no sé en qué día vivimos."
"¿Cuánto tiempo tenemos aquí?"
"¿Quién cocinó esta porquería?"
"¿Viste el mapa de locaciones? ¿A cuál te gustaría ser enviado?"
"Si el refugio militar es seguro, ¿por qué vinieron aquí?"
"Escuché que los exiliaron por tener síntomas."
"Madre Serena es guapa."
"Te reto a abrazar al Sargento Samuels."
ESCENARIOS
Envía VELA para un starter feliz.
Envía CEREMONIA para un starter de miedo.
Envía ROSARIO para un starter de desconfianza.
Envía AGUA BENDITA para un starter de discusión.
Envía FLORES para un starter de esperanza.
Envía CRUCIFIJO para un starter de diversión.
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Rewrite the stars.
duke leopold x fem!courtesan reader
𓎆⠀⠀⠀⠀〧⠀⠀⠀⠀𓈀⠀⠀⠀⠀◞⠀⠀⠀⠀⠀𓇸⠀
Summary: Leopold, atrapado entre el deber y el amor, encuentra en una cortesana lo que nunca halló en su mundo de reglas y obligaciones. Aunque saben que su amor es imposible, el destino los une en encuentros furtivos llenos de promesas silenciosas. Pero las decisiones de la vida real acechan, y la resignación será la única forma de mantener intacto el recuerdo de su amor eterno.
Category: Historical Romance, Tragic Love, Forbidden Love, Secret Meetings, Intense Emotional Connection, High-Society Constraints, Yearning and Longing. {TW}: Unrequited Love, Emotional Pain, Societal Expectations, Self-Sacrifice, Longing, Bittersweet Farewell, Class Differences, Heartbreak, Separation, Impossible Choices.
a/n: Me la re volé en este shot, pero bueno espero que les guste, es algo re distinto y es bastante largo así que léanlo con paciencia y prepárense un cafecito. Me gustan mucho las cosas de época pero se me ocurren pocas cosas
You know I want you,
It's not a secret I try to hide,
You know you want me,
So don't keep sayin' our hands are tied.
Las velas ardían con una cálida elegancia en el salón principal, esparciendo un brillo dorado sobre los rostros de la distinguida sociedad que aquella noche se congregaba. Leopold estaba de pie junto a una de las grandes ventanas, apenas prestando atención a las conversaciones monótonas y las risas calculadas que flotaban en el aire. Aunque lo esperaban como heredero de su familia, las frivolidades de tales reuniones le parecían cada vez más vacías, un teatro repetitivo en el que todos conocían su papel.
Fue entonces cuando la vio, a unos pasos de distancia, conversando con su tío. No llevaba los ropajes de las damas aristocráticas, pero en su porte había una gracia natural que eclipsaba a cualquiera en la sala. Sus cabellos, recogidos de forma sencilla, caían como un delicado velo, y su expresión denotaba una inteligencia serena y libre, algo que jamás había visto en su círculo. El modo en que sonreía y sostenía la mirada, sin sombra de temor, le despertó una extraña curiosidad que no supo contener.
Antes de que pudiera detenerse, ya estaba acercándose, con un paso tan decidido como reservado. Cuando sus miradas se cruzaron, sintió que una conexión indescriptible se formaba en ese instante fugaz. Ella inclinó la cabeza levemente, en un gesto de cortesía que parecía casi una burla delicada a las formalidades de la alta sociedad. Él, sin perder la compostura, le extendió la mano en un saludo respetuoso, aunque en su interior algo distinto comenzaba a surgir.
“¿Puedo saber su nombre?” preguntó Leopold, sorprendido de escuchar su propia voz sonando con una suavidad que le era poco habitual.
Ella lo miró a los ojos, sin rastro de sumisión, y respondió, “Soy solo una cortesana, su alteza, traída aquí por su ilustre tío como adorno para la velada. Dudo que mi nombre sea de interés para alguien como usted.”
Sus palabras eran directas, pero había un leve destello en su mirada, como si estuviera midiendo su reacción, retándolo a ver más allá de sus palabras. Leopold, por primera vez, sintió el impulso de responder con sinceridad, de desprenderse de las normas de su clase. Era algo totalmente fuera de lo común, pero, en ese instante, la convencionalidad de su mundo se volvió irrelevante.
La cortesía de aquel primer intercambio fue interrumpida abruptamente cuando el tío de Leopold se aproximó, con el ceño ligeramente fruncido y una mirada que destilaba desaprobación. Su tono era bajo, pero lo suficientemente severo para ser escuchado por ambos.
“Leopold,” comenzó, con esa voz autoritaria que había aprendido a soportar desde niño, “no es momento de entretenerse de esta manera frente a toda la sociedad. Si tienes algún interés en... conocer mejor a esta dama, sería más prudente que lo hicieras en privado.”
Leopold sintió el calor del juicio en las palabras de su tío. A su alrededor, el murmullo de la sala continuaba, pero ahora percibía las miradas furtivas de los presentes, observando desde la distancia, siempre atentos a cualquier señal de debilidad o error en los miembros de su familia. Se enderezó y, sin apartar la vista de ella, apretó apenas los labios en una respuesta muda de determinación.
La cortesana, quien había seguido cada palabra de la reprimenda con una calma sorprendente, no hizo más que inclinar levemente la cabeza, como si entendiera demasiado bien su lugar en aquel escenario. Con una sonrisa irónica que apenas curvaba sus labios, miró brevemente a Leopold y, sin esperar respuesta, comenzó a alejarse en dirección opuesta, deslizándose entre los invitados con una gracia que parecía no necesitar aprobación de nadie.
“Que siga su camino por otro lado,” murmuró el tío de Leopold en tono de orden, observándola de reojo. "Esta es una reunión de respeto, Leopold, no un lugar para distraerse con... compañía inapropiada.”
Leopold, en silencio, dejó que la tensión de las palabras de su tío se desvaneciera. Sin embargo, en su mente, la imagen de aquella mujer —su porte, su mirada desafiante, y esa chispa en su mirada que parecía ignorar las reglas del mundo que ella misma habitaba— continuaba grabada como una llama que se rehusaba a extinguirse.
La velada avanzó hasta convertirse en una sucesión de despedidas y murmullos de invitados cansados, mientras los sirvientes comenzaban a recoger discretamente las copas y los candelabros. Leopold permaneció en la sala principal, pero su atención estaba fija en un rincón discreto donde ella, con un aire aparentemente despreocupado, observaba la escena. No intercambiaron palabras, solo una mirada de acuerdo tácito, como si ambos entendieran que ese instante era todo lo que podían tener frente a los ojos curiosos de la sociedad.
Al terminar la velada, a medianoche, con paso calculado, Leopold se acercó lo suficiente para que, sin que nadie notara, deslizara una pequeña nota en el bolsillo de su abrigo. La sensación de sus dedos rozando la tela fue breve, pero en ella había una carga de promesas y deseos reprimidos. Al alzar la vista, sus miradas se encontraron por última vez esa noche, y ella apenas inclinó la cabeza, sin mostrar la nota pero con la certeza de haber entendido su intención.
Pasaron los meses, y aquel rincón en una librería discreta, un lugar que el mundo parecía haber olvidado, se volvió su refugio compartido. Entre libros antiguos y sombras acogedoras, sus conversaciones fluían como si fueran los únicos en la ciudad. Allí, lejos de las miradas inquisitivas y las expectativas de la nobleza, Leopold era libre de descubrirla en su totalidad: su risa sincera, sus opiniones afiladas, y ese brillo en los ojos cada vez que él le hablaba de sus sueños, sueños que no tenían cabida en su vida de duque.
Cada encuentro era un espacio robado al tiempo, una burbuja donde existían solo ellos dos. Leopold se dio cuenta de que, con ella, todo parecía cobrar sentido. Ella no tenía las pretensiones ni la frialdad de las jóvenes presentadas por su tío; no intentaba deslumbrarlo ni agradarle con palabras vacías. Con ella, cada conversación, cada silencio, se sentía como un susurro de verdad, como algo que él no había encontrado en ningún otro lugar.
A su lado, las obligaciones, los compromisos y los títulos parecían desvanecerse, y él comenzaba a creer que el amor verdadero era una fuerza que podía superar cualquier límite impuesto. En aquellos momentos robados, entre risas y miradas intensas, Leopold supo que ella era más que una amante furtiva: era su igual, su confidente, y sentía que daría cualquier cosa por vivir siempre en su compañía.
Sabía que, en un mundo ideal, la tomaría de la mano y dejaría atrás las cadenas de su linaje para vivir junto a ella. Y aunque jamás se lo había pedido, sentía en cada palabra de ella una entrega incondicional, una devoción sincera que le hacía soñar con esa vida juntos, lejos de todo, donde las miradas de juicio y los deberes de su apellido fueran solo un recuerdo.
Una tarde, entre estanterías polvorientas y en silencio que parecía proteger sus secretos, ella se encontraba rebuscando en la sección de poesía. Era una especie de ritual entre ellos: cada encuentro, alguno de los dos elegía un libro para el otro, algo que representara sus pensamientos o sus sentimientos. Con el tiempo, habían acumulado una pequeña colección de volúmenes que eran, para ambos, testigos silenciosos de su amor.
Esta vez, ella buscaba uno que Leopold pudiera leer al atardecer, cuando el murmullo de la ciudad moría y ellos se entregaban a sus momentos a escondidas. Alzó la mano para alcanzar un libro en un estante alto, uno que llevaba un tiempo deseando mostrarle, pero su mano apenas rozaba la cubierta.
Justo cuando estaba a punto de desistir, Leopold apareció detrás de ella, su presencia tan cercana que casi pudo sentir el roce de su aliento en el cuello. Sin decir una palabra, extendió su brazo y alcanzó el libro con facilidad. La proximidad era tal que podía percibir el calor de su pecho en su espalda, y sintió cómo sus latidos aceleraban, conscientes de la intimidad de aquel gesto.
Con una sonrisa suave, le colocó el libro en las manos y, al inclinarse, su voz resonó en su oído como un murmullo apenas contenido: “Te dije que no tienes que hacer tanto esfuerzo… Estoy aquí, ¿no?”
Ella giró apenas el rostro, lo suficiente para mirarlo desde la cercanía de sus hombros, encontrándose con sus ojos, que reflejaban una ternura que pocas veces mostraba abiertamente. Aquellos segundos parecieron alargarse, suspendidos en una burbuja donde el mundo exterior no podía alcanzarlos. Era una escena típica, sí, pero en ellos, tenía una profundidad que ningún gesto ensayado podría igualar.
Finalmente, ella sostuvo el libro entre sus manos y, sin soltar la mirada, le susurró, “Entonces espero que disfrutes cada palabra. Este... es todo lo que no puedo decirte.”
Leopold observó el título y la portada, tratando de captar los secretos que ella escondía en las páginas de aquel libro, sabiendo que, para ambos, aquellos objetos eran más que palabras: eran cartas que no podían enviar, confesiones sin voz, y un amor que, aún prohibido, crecía con cada encuentro clandestino.
Ella lo observó en silencio por unos segundos, notando cómo su rostro, a pesar de la leve sonrisa, cargaba una expresión de cansancio que no se podía ocultar. Entonces, sin pensar demasiado, llevó su mano hasta su mejilla y lo acarició suavemente, el contacto delicado y lleno de significado.
El gesto hizo que Leopold se detuviera un instante, como si la calidez de su toque pudiera devolverle algo de la tranquilidad que siempre sentía cuando estaba con ella. Sin embargo, el tema que había estado rondando en su mente durante semanas apareció, inevitable, como una sombra que ya no podía ignorar.
“¿Y el matrimonio? ¿Cómo va todo eso?” preguntó ella, su voz baja, casi temerosa de que sus palabras pudieran romper la burbuja que los rodeaba.
La pregunta, aunque directa, no sonaba acusadora. Sabía que él estaba atrapado en una obligación de la que no podía escapar tan fácilmente. Sin embargo, en sus ojos brillaba una mezcla de tristeza y esperanza, como si, por un breve momento, deseara escuchar que él podía liberarse de las cadenas de su futuro impuesto.
El cambio en su expresión fue inmediato. Los ojos de Leopold se oscurecieron ligeramente, y un leve rubor comenzó a extenderse por sus mejillas, algo tan raro en él que no pasó desapercibido. Acomodó el libro entre sus manos, claramente incómodo con la pregunta, y negó con la cabeza con un suspiro.
“No quiero pensar en eso.” Su voz salió más firme de lo que esperaba, pero la mirada que le dedicó tenía una mezcla de melancolía y una angustia apenas contenida. “No... no quiero que esa sea mi vida, no quiero pensar en lo que debo hacer, ni en lo que esperan de mí. No cuando estoy aquí, contigo.”
Sus palabras flotaron en el aire, honestas y llenas de ese dolor que intentaba sofocar bajo el peso de sus responsabilidades. Su corazón latía rápido, sabiendo que, aunque él podía intentar evadir la realidad, en algún punto tendría que enfrentarse a las decisiones que ya estaban trazadas para él.
“Lo que quiero es... estar aquí contigo. Solo contigo, en este momento,” añadió, casi en un susurro, como si temiera que el destino pudiera escucharlo y arrebatarle lo que tenía.
La incomodidad de Leopold se hizo evidente, pero más allá de eso, en su mirada había algo más: una rendición, una aceptación silenciosa de que, por mucho que quisiera escapar de lo que le aguardaba, él deseaba profundamente estar con ella, a su lado, sin las barreras de la nobleza ni las expectativas de un mundo que no comprendía su corazón.
Ella sonrió con suavidad, tratando de comprender la lucha interna de él, aunque sabía que ambos compartían ese temor que flotaba en el aire. Era un miedo silencioso, palpable, que se ocultaba tras sus palabras y gestos. Sabían, en lo más profundo, que todo esto podría acabar de una manera que ninguno de los dos deseaba.
No estaban preparados, ni él ni ella, para enfrentar la verdad de lo que sentían. Pero, a pesar de todo, ahí estaban, rodeados por la incertidumbre de un futuro que no podían controlar.
El corazón de ella latía rápido, no solo por el amor que sentía por él, sino por la necesidad de que ese momento, aunque efímero, permaneciera intacto. Y sin pensarlo más, sus manos se alzaron hasta su cuello, acariciando la suave tela de su chaleco, y de manera casi instintiva, lo atrajo hacia sí. Sus labios, que habían compartido tantas miradas llenas de palabras no dichas, finalmente se encontraron.
El beso fue suave al principio, tierno, como si estuvieran probando el agua antes de sumergirse por completo. Pero pronto, el amor y el deseo compartido entre ellos comenzaron a envolverlos, haciéndolos perderse en la calidez del abrazo. Ella cerró los ojos con fuerza, como si al hacerlo pudiera congelar el momento, impedir que el tiempo continuara su curso. El suave roce de sus labios se transformó en algo más profundo, más urgente, como si ese beso fuera una declaración muda de lo que sentían, un suspiro compartido entre los dos.
Leopold, al principio sorprendido por la intensidad de su gesto, no tardó en corresponder con la misma pasión. Sus manos, que habían quedado suspendidas entre el libro y el aire, encontraron su lugar en su espalda, acercándola aún más. El abrazo fue fuerte, como si quisiera asegurarla en su presencia, como si quisiera que el mundo que los rodeaba se desvaneciera y dejara solo a los dos, atrapados en la burbuja de su amor prohibido.
La suavidad de su piel, el delicado perfume que la rodeaba, todo parecía fundirse en esa sensación de intimidad que compartían. Y mientras sus corazones latían al unísono, ella sabía, de alguna manera, que este beso no solo era un consuelo, sino una promesa: que, aunque el mundo fuera en su contra, ese momento sería solo suyo, y que, por un instante, nada más importaría.
Ambos sabían lo que el futuro les deparaba, pero en ese segundo, nada podría separarlos.
El suave murmullo de la librería, tan acogedora y tranquila, se rompió bruscamente cuando unas voces comenzaron a filtrarse desde el pasillo cercano. Ambos se separaron al instante, sus corazones aún acelerados por la intensidad del beso, y se miraron con pánico, conscientes de que no podían ser descubiertos.
El sonido de pasos acercándose les hizo reaccionar rápidamente. Ella dio un paso atrás, apresurada, tratando de disimular su respiración agitada mientras sus dedos se despejaban de su cuello. Él se quedó paralizado por un momento, observando cómo ella comenzaba a alejarse. No había tiempo para nada más. Con una mirada fugaz, comprendió que debía dejarla ir, que era lo mejor para ella en ese instante.
Sin embargo, no podía permitir que la situación quedara expuesta. En cuanto ella se adelantó un paso más, Leopold, con la prisa de ocultar lo que estaba ocurriendo, comenzó a hacer una ligera preparación para enfrentar la incomodidad que vendría. Sus conocidos, aquellos que siempre eran una extensión de su tío, ya estaban demasiado cerca como para escapar con facilidad.
"Ah, Leopold, ¿aquí estás?" La voz de un hombre, uno de los viejos amigos de su tío, retumbó en el aire, y Leopold rápidamente dio unos pasos hacia el centro de la librería, de forma que los ocultara de la vista.
“Solo mirando unos libros,” respondió Leopold con una sonrisa tensa, intentando controlar el nerviosismo que amenazaba con delatarlo. “Nada más.”
Mientras tanto, ella, disimulando lo más que podía, comenzó a caminar hacia una de las estanterías más alejadas, como si nada hubiera ocurrido. Su corazón aún latía con fuerza, pero tenía que actuar con calma. No podía ser vista, no podía ser descubierta.
Unos segundos después, las voces comenzaron a hacerse más claras, y ella escuchó el nombre de Leopold mencionado entre las risas de los conocidos. “Debe de estar revisando sus lecturas. Un hombre tan serio como él nunca se pierde una oportunidad de mejorar su biblioteca," comentó uno de los hombres con una risa jovial.
Ella, con una pizca de dolor en el pecho, se forzó a sonreír, dándose la vuelta hacia las estanterías. Los ojos de Leopold la siguieron, pero el peso de la situación los mantenía a distancia. Sabía que debía separarse, que cualquier paso en falso podría ser el que los trajera de vuelta a la dura realidad.
Leopold, consciente de la presión que tenía encima, intentó mantener una conversación superficial con los hombres, el rostro sereno, aunque su mente estaba con ella, con sus manos que aún temblaban por el contacto perdido. No era la primera vez que sentía ese vacío al separarse de ella, pero cada vez, el dolor de la separación se volvía más fuerte.
Por fin, después de unos momentos tensos, los hombres comenzaron a moverse hacia otras partes de la librería. Leopold no perdió el tiempo: miró rápidamente hacia el lugar donde ella estaba, apenas un susurro de su figura entre las estanterías. Su corazón seguía latiendo con fuerza, pero sabía que, por ahora, no podía hacer nada más. El peligro de ser descubiertos había pasado, pero el miedo a lo que vendría era aún más grande.
Con un último vistazo hacia ella, Leopold se giró hacia su grupo, actuando con naturalidad, pero sin dejar de sentir esa desconcertante sensación de que lo que más deseaba no podía ser suyo. Y ella... ella, por su parte, continuaba con su fachada, como si ese momento nunca hubiera existido. Pero en su corazón, la presión de un amor no permitido seguía ardiendo, casi abrasadora, como si cada latido fuera un recordatorio de lo que nunca podrían ser.
Habían pasado unas semanas desde aquel beso, aquella promesa no pronunciada, pero presente en cada pensamiento de ambos. El temor seguía pesando sobre ellos, como una sombra inquebrantable. Pero Leopold sabía que debía hacer algo, que algo debía cambiar si quería que su amor pudiera prosperar. Estaba decidido a revelarle su plan, pero no de cualquier manera. Quería sorprenderla, mostrarle que estaba dispuesto a todo, aunque esa noche lo llevaría a un lugar que sabía que no podía entender, pero que era parte del sacrificio que ambos debían hacer.
Esa noche, el aire fresco acariciaba su rostro mientras se acercaba a un local algo apartado en una zona más oscura de la ciudad. Sabía lo que pasaba ahí, lo había escuchado antes, pero jamás imaginó que sería él quien estaría entre el público, observando a la mujer que le robó el alma, envuelta en un entorno tan diferente al que él acostumbraba.
Leopold estaba nervioso. Sabía que lo que ella hacía no era bien visto, pero comprendía que, para ella, ese era el único medio de subsistencia. No era justo, pero era la única forma que había encontrado de sobrevivir. Y aunque no le gustaba, tenía que aceptarlo, aunque le doliera ver cómo se entregaba a otros mientras él estaba allí, observando, deseando estar a su lado.
Entró al local con la mirada fija en el escenario. Los rostros de los demás hombres en la multitud eran ajenos a él, pero su mente estaba completamente centrada en ella. La vio aparecer en el escenario con la gracia de siempre, su cuerpo deslizándose con una elegancia que lo dejaba sin aliento, pero el corazón de Leopold se apretó. No podía dejar de pensar en lo que representaba para ella estar allí, el precio que tenía que pagar para mantenerse a flote.
Se quedó entre el público, oculto entre las sombras, observándola bailar. Cada movimiento que hacía parecía llenar la habitación de una energía que la hacía destacar, pero Leopold no podía dejar de pensar en lo que realmente importaba: ¿cómo podía sacarla de ese mundo? ¿Cómo podía convencerla de que había una salida?
La miró, absorto, pero su mirada se cruzó con la de ella por un momento. Ella lo vio entre la multitud y sus ojos se encontraron, una chispa de sorpresa y algo más brillando en su mirada. En ese instante, Leopold pudo leerlo todo. Sabía que, a pesar de lo que estaba haciendo, ella sentía lo mismo, pero esa realidad también los mantenía atrapados en ese juego peligroso.
La música continuó, pero Leopold no podía apartar la mirada de ella. El dolor en su pecho aumentaba, y más aún cuando comenzó a pensar en lo que tenía que hacer. En ese mismo instante, en medio del bullicio de la sala, se dio cuenta de que el plan que llevaba en su mente durante semanas tenía que llevarse a cabo esa noche. No podía esperar más. Necesitaba ser valiente, y no solo en su amor, sino también en sus decisiones.
Cuando la danza terminó y las luces de la sala se apagaron momentáneamente, él se acercó a ella en cuanto tuvo oportunidad. La sorpresa en su rostro al verlo allí, entre el público, no se podía ocultar.
“Leopold…” susurró, con una mezcla de asombro y preocupación, pero sin poder disimular la calidez en su voz. “¿Qué haces aquí?”
Él, con su respiración aún acelerada, la miró a los ojos, tratando de encontrar las palabras correctas. Sabía que el momento estaba llegando, que la revelación de su plan cambiaría todo entre ellos. “He estado pensando en nosotros, en cómo podemos tener lo que queremos sin que el mundo nos lo arrebate… He planeado algo, algo grande. Pero quiero que tú también lo quieras.”
Su voz estaba llena de decisión, pero también de ese mismo temor que siempre había marcado su relación. Era un plan lleno de incertidumbres, de sacrificios. “Esta vida que tienes aquí, este trabajo, lo sabes tan bien como yo, no es lo que quieres. No es lo que mereces… Yo quiero darte más. Quiero que salgas de aquí. Quiero que estemos juntos.”
El peso de sus palabras colapsó el aire entre ellos. Ella, aún parada en el escenario, apenas podía creer lo que escuchaba. Sabía que algo estaba cambiando, pero nunca imaginó que él se atrevería a decirle algo así, y mucho menos en un lugar tan público.
Pero había algo en su mirada, en la forma en que él la miraba, que la hizo sentir que, tal vez, todo podría ser posible. Aunque sabía que su vida estaba marcada por un destino distinto, el hecho de que él la estuviera mirando de esa manera le hacía pensar que tal vez, solo tal vez, había una salida.
Leopold, al ver la confusión en su rostro, dio un paso más cerca, determinando que esa noche no habría más miedo. “Te amo. No quiero que vivas así. Permíteme cambiarlo todo para ti, para nosotros.”
El resto del ruido del local parecía desvanecerse mientras ella procesaba sus palabras. La posibilidad de un futuro juntos, aunque imposible, parecía tan real en ese momento que le costaba creerlo. Sin embargo, había algo en sus ojos, una verdad simple y honesta que no podía ignorar.
Ella lo miró, sus ojos llenos de esa mezcla de amor y dolor que solo él lograba provocarle. Sabía que sus palabras eran sinceras, que su deseo de cambiarlo todo por ella no era un simple arrebato, sino una decisión profunda. Pero, aún así, la realidad se interponía como una barrera que ninguno de los dos podía ignorar.
Con suavidad, se acercó más a él y alzó una mano hasta su rostro, sus dedos rozando su mejilla con una ternura infinita. "Leopold," murmuró, su voz cargada de emoción y fragilidad. "No sabes cuánto significas para mí. Te amo... te amo más de lo que he amado a nadie." Su mirada temblaba, pero la sinceridad en sus ojos lo atravesaba. "Y sé que tú también sientes lo mismo. Pero es complicado. Lo que tú eres, lo que representas… y lo que yo soy… no podemos huir de eso."
Él la tomó de la mano, sujeta a su rostro como si temiera que, al soltarla, ella se desvaneciera. "No me importa nada de eso. No me importa lo que piensen los demás, ni las obligaciones, ni las expectativas. Yo quiero una vida contigo," insistió, con la urgencia y la intensidad de alguien que ya no puede contenerse. "Sabes que no necesito nada más."
Ella suspiró, sabiendo que, aunque sus palabras encendían en ella la misma esperanza, ambos sabían la verdad que les ataba. "Y yo quiero una vida contigo," dijo, su voz volviéndose apenas un susurro. "Pero no puedo dejar que dejes todo… que arriesgues tu nombre, tu posición. Por más que te quiera y desee lo mismo que tú, sé que no se puede. Lo sabes, Leopold."
Las palabras cayeron entre ellos, pesadas y definitivas. Ella intentaba sostener una sonrisa mientras le acariciaba el rostro, queriendo que ese gesto calmara su propio dolor tanto como el de él. "No quiero que sufras, ni que un día mires atrás y te arrepientas. Este amor es hermoso, tan puro como fugaz. Debemos protegerlo, no mancharlo con sueños imposibles."
Leopold apretó la mandíbula, la frustración y la tristeza reflejándose en cada línea de su rostro. "Pero, ¿y si esta es nuestra única oportunidad? Si no lo intentamos, nunca sabremos qué podría haber sido. No puedo simplemente aceptarlo, como si fuera solo un sueño… tú eres mi realidad."
Ella cerró los ojos un momento, dejando que las lágrimas se acumularan detrás de sus párpados antes de abrirlos de nuevo. "Lo sé," susurró. "Pero a veces, incluso el amor no basta. Esto es más grande que nosotros."
Leopold sintió cómo el peso de sus palabras lo aplastaba, la tristeza dejando una herida abierta en su pecho. Sabía que ella tenía razón, que ese mundo al que pertenecían los juzgaría sin piedad. Pero no podía concebir una vida sin ella, sin su risa, sin esa complicidad que no había encontrado en nadie más.
Aún sosteniendo su mano, la miró una última vez, con una mezcla de desolación y amor eterno. "Entonces… déjame amarte hasta que el mundo nos lo permita," dijo finalmente, la voz rota. "Déjame robar cada segundo que podamos tener."
Ella asintió, sus lágrimas finalmente cayendo. "Sí, mientras podamos," dijo, envolviendo sus brazos alrededor de él, abrazándolo con la desesperación de alguien que sabe que está perdiendo algo irremplazable.
Ambos se quedaron así, envueltos en un abrazo silencioso, conscientes de que el tiempo estaba en su contra, pero decididos a desafiarlo una última vez, aunque fuera imposible.
Las semanas pasaron en un constante juego de encuentros furtivos y palabras susurradas al oído. Cada noche que podían verse era un tesoro escondido, un momento robado que ambos atesoraban como si fuera el último. La tensión entre ellos se hacía más palpable, un hilo invisible que los unía en cada mirada y en cada toque, consciente de que el final era inevitable, pero sin saber cuándo llegaría.
Una noche de otoño, mientras el frío empezaba a apoderarse de la ciudad, Leopold recibió una carta. Era de su tío, una nota corta, simple, pero con un mensaje claro: debía anunciar su compromiso en la próxima cena familiar, y cualquier retraso ya no era una opción.
Leopold sintió el peso de esas palabras caer sobre él como una sentencia. Su vida entera se había construido en torno a las expectativas de su familia, de su apellido, y sabía que su única rebelión había sido ella, ese amor prohibido que le daba vida y sentido. Con el corazón destrozado, decidió que debía verla, aunque fuera por última vez.
Al anochecer, acudió al lugar donde sabían que podían estar a solas, a salvo de miradas. Al verla, sintió cómo el dolor se mezclaba con una dicha inmensa. Ella estaba ahí, con esa serenidad que lo desconcertaba, mirándolo como si ya supiera lo que iba a decirle.
"Leopold," susurró ella antes de que él pudiera hablar, su voz apenas un hilo de aire, pero llena de ternura. "Ya lo sé."
Él bajó la mirada, incapaz de enfrentarse a la tristeza en sus ojos. "No quería que fuera así. No quería que terminara…" Su voz se quebró, y se acercó a ella, tomando sus manos como si fueran un ancla en medio de una tormenta.
Ella asintió, sus dedos acariciando los de él con delicadeza. "Lo sé. Pero también sabíamos que este momento llegaría." Su voz era suave, resignada, pero había una calidez en sus palabras, como si estuviera dispuesta a consolarlo en vez de romperse.
Él la miró, su pecho llenándose de una desesperación contenida. "Dime que podríamos intentarlo. Dime que…"
Ella negó con la cabeza, una sonrisa triste asomando en sus labios. "No podemos, mi amor. No sin pagar un precio que ambos sabemos que no sería justo. No puedo cargar sabiendo que dejarías todo por mi, no tengo nada, no quiero vivir con esa culpa. Esta es mi vida, y la acepto, no puedes dejarlo."
Él apretó las manos de ella con fuerza, deseando absorber cada segundo que le quedaba. "Te amo," murmuró, su voz rota por la desesperanza. "Te amo como nunca podré amar a nadie."
Ella esbozó una sonrisa llena de ternura y tristeza. "Y yo a ti, Leopold. Siempre serás mi único amor verdadero." Se inclinó hacia él, sus labios rozando los suyos en un beso lento, profundo, lleno de esa melancolía que se mezcla con la pasión.
Después, lo miró a los ojos, sus manos soltándose poco a poco, como si ya se estuviera despidiendo. "Adiós, mi querido amor. Que seas muy feliz, te amo."
Él la observó alejarse, cada paso que daba arrancándole una parte del alma. Era consciente de que, aunque la vida seguiría, algo en él quedaría roto para siempre. Supo, en ese instante, que aunque cumpliría con su destino, ella sería siempre su amor perdido, el recuerdo de una vida que solo pudo existir en sus sueños.
Esa noche, al retirarse en silencio, comprendió que había conocido el amor, el verdadero y eterno, y que lo llevaría en su corazón hasta el último de sus días. Aunque fuera un amor imposible, era el suyo, y eso era suficiente.
You know I want you,
It's not a secret I try to hide,
But I can't have you,
We're bound to break and my hands are tied.
#hugh jackman#hugh#kate & leopold#leopold#leopold x reader#leopold x you#kate and leopold#leopolod x female reader#deadpool and wolverine#james howlett#logan howlett#logan howlett x f!reader#logan howlett x reader#wolverine fanfiction#xmen#xmen movies#hugh jackman x reader#hugh jackman fiction#hugh jackman fanfic#hugh jackman wolverine#hugh jackman x f!reader#hugh jackman x you#romance#wattpad#one shot#antiguo
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– 𝐞𝐬𝐭𝐞𝐛𝐚𝐧 𝐧𝐚̃𝐨 𝐞𝐫𝐚 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐨𝐬 𝐨𝐮𝐭𝐫𝐨𝐬 ⋆ ˚。 𖹭
𝑤arnings: conteúdo exclusivo para +18.
ೀ ׅ ۫ . ㅇ atendendo a esse pedido; esteban!ator e colega de trabalho; fem reader!atriz; participação especial do cast de lsdln (agustín pardella, matías, fran, blas, enzo, pipe e felipe ramusío); consumo de bebida alcoólica e cigarro (olha a cirrose e o pulmão); manhandling (mas meio levinho); oral (fem.); dirty talk; menção a creampie e a sexo desprotegido (divas usam camisinha!); um tapinha na coxa.
– Boludo, cállate! – Foi Agustín quem gritou, estapeando a nuca de Matías ao ouvi-lo falar pela enésima vez como era o melhor de cama entre todos ali.
A dinâmica era sempre essa quando os garotos se reuniam. Simplesmente caótica. Comemoravam a finalização das filmagens do novo filme que fizeram e se reuniram no apartamento de Fran para uma resenha simples; cerveja, salgados e muita gritaria.
Não sabe ao certo como chegaram no atual tópico, nunca conseguia acompanhar muito bem as conversas do grupo, para falar a verdade, mas entraram em um debate acalorado sobre o que as mulheres gostam na cama e qual o jeito certo de tratá-las.
Você, como a cota feminina da panelinha, ouvia atentamente e com um certo interesse o que era dito. A maioria não te surpreendia, como o fato de Agustín achar que mulher gostava de pegada, de ser jogada na parede e beijada com vontade. Ou Matías agir como o maior convencido ao dizer que deixava toda mulher gamada nele e que elas gostavam de ouvir as putarias dele.
��� Mulher gosta de ser tratada com carinho, quer receber flores, chocolate, essas coisas, cara.
Blas quem se manifestou dessa vez, o mais novo da turma foi alvo de chacota, com um Matías já altinho dizendo que ele nunca tinha nem sentido o cheiro de buceta na vida. Enzo se divertia com a situação, se ocupando em bebericar a garrafa e balançar a cabeça como quem se pergunta como foi parar no meio de tanto aloprado.
– Ei, gente. Espera aí! Vocês não acham que deveríamos tirar a dúvida direto da fonte? – A sugestão de Fran deixou a sala em silêncio pela primeira vez naquela noite, todos os rapazes agora te encaravam. – Do que as mulheres gostam na cama, gordis?
Dando de ombros, você bebeu um gole do líquido amargo, não se retraiu, apenas deu um suspiro ao dizer que não era a fonte apropriada.
– Não sei dizer, meu histórico de transas não é lá essas coisas, nunca tive uma experiência taaaão satisfatória assim.
A resposta não pareceu incomodar os meninos, com exceção de um. Sentiu Esteban te fitando do outro lado do cômodo, o vinco sutil na testa indicava a confusão mental diante da sua fala, pensava como uma mulher como você não tinha experiências boas na cama?
Ele ainda te encarava quando Pipe rodeou teu ombro e te cantou, brincalhão, ei, eu posso resolver esse seu problema rapidinho lá em cima, mi amor. Nem precisou responder, Felipe foi quem deu um tapa no peito do argentino, o que causou o início de uma ‘lutinha’ entre os dois.
★ ・ ・ ・ ・ ・ ・ ★ ・ ・ ・ ・ ・ ・ ★ ・ ・ ・ ・ ・ ・ ★ ・ ・ ・ ・ ・ ・
– Tchau, meninos, boa noite! Juízo… – Se despediu ao deixar o apartamento, recebendo vários beijos e gritos bêbados em resposta.
Ajeitou a jaqueta nos ombros, ainda rindo dos acontecimentos da noite quando descia as escadas do prédio antigo. Distraída com o celular, não notou a figura encostada no portão, ele também tampouco te viu, concentrado no céu enquanto tragava um cigarro.
Se aproximou um pouco mais retraída, não sabia o porquê, mas Esteban sempre te deixava assim. Talvez fosse algo sobre a intensidade do olhar dele, a postura mais serena, o jeito intelectual, sempre com algo inteligente a dizer.
– Vai ‘pra casa? – Foi ele quem iniciou a conversa, tombando a cabeça levemente para o lado ao te encarar.
– Vou, ‘tá tarde e amanhã tenho que passar no estúdio para fazer as fotos da divulgação…
Esteban acenou, colocando as mãos nos bolsos para se proteger do frio noturno de Madri. Te ofereceu uma carona e você pensou no quão simpático ele era por isso. No carro, conversavam sobre tudo, descobriu mais sobre os gostos musicais dele, falou sobre a sua família no Brasil, aprendeu canções novas, mas havia uma tensão no ar, ela sempre esteve ali.
Seja quando contracenavam ou quando se reuniam aos finais de semana com o pessoal, algo pairava no ar ao redor de ti e Esteban. A atração era nítida, todos já haviam percebido isso. Até mesmo se sentiu um pouco triste quando chegaram tão rápido ao teu prédio, pensava se o chamava para subir ou não, seria atrevida demais? E se ele dissesse ‘não’?
Continuou com o dilema enquanto ele te acompanhava até a portaria. Quando pararam sem jeito em frente ao outro, Esteban cortou o silêncio, fixando o olhar em ti e perguntando o que estava martelando na sua cabeça desde que deixaram a casa de Fran.
– Então…Aquela história de não ter experiências boas era brincadeira, ‘né? Você ficou envergonhada de falar sobre isso na frente dos meninos? Sei que às vezes eles passam do ponto, principalmente quando tem bebida envolvida, posso conversar com a galera depois, para não mexerem contigo assim…
Achou graça na preocupação do argentino, o jeitinho sério que ficou, se portando como o mais velho do grupo, tanto que não evitou o risinho baixo, acenando em negação. Esteban tinha um tanto de cuidado quando lhe falou isso, claro, mas, no fundo, queria matar a curiosidade também.
– Mhmm, é verdade. – Teu riso aumentou com a expressão confusa dele. – Ah, você sabe, Kuku…Os homens às vezes só se importam com o próprio prazer.
Deu de ombros, como quem não se importa, acostumada com uma penca de namoros que terminam em chororô ou em gritos. Porém, Esteban ficou incomodado, não aceitava a ideia de uma mulher como você nunca ter sido tratada do jeito que merecia na cama, ficou até com um pouco de raiva. Pô, um puta mulherão desses…O misto de confusão e ira fizeram com que ele te desse aquela resposta arricada.
– Na verdade, eu não sei. Para mim, o prazer da mulher que está comigo é de igual importância, talvez até mais importante. – Sutilmente, se aproximou de ti. – Mulher minha goza duas vezes, e isso é o mínimo.
Você nunca tinha desejado tanto ser de Esteban como naquele momento. O sorrisinho de canto discreto que ele te deu fez teu estômago embrulhar, o fato dele ter se mantido tão composto ao te confidenciar algo tão sujo te fez agarrar abruptamente a camisa dele.
– E o máximo…? – Indagou, atrevida.
– O máximo? Até ela me pedir ‘pra parar, cariño. – Com um passo ele acabou com a distância entre vocês.
Os lábios se colidiram em um beijo quente, lento. Esteban te desvendava primeiro, queria conhecer teu corpo, saber o que te enlouquecia, estava determinado a te dar a melhor experiência possível. O toque na tua cintura era firme, de quem tem certeza do que estava fazendo. Cambalearam cegamente pelo hall de entrada, se separando somente para que você pudesse abrir a porta, nunca foi tão grata por morar no primeiro andar.
Mas Esteban estava determinado a dificultar o seu trabalho, grudou em ti, agarrando as coxas por dentro da saia enquanto beijava o teu pescoço, te arrancando suspiros. Quando finalmente entraram no apartamento, foi rápida em puxar o homem em direção ao sofá, sendo parada no meio do caminho. No, cariño, no seu quarto. Aqui você percebeu que Esteban não era como os outros homens.
No quarto, ele te guiou até a cama, te colocou deitada, te tratou que nem princesa. Ficou em cima de ti de novo só para tomar teus lábios novamente, mais ganancioso dessa vez, ditando o ritmo do beijo, domando teu cabelo em um aperto. Desceu em uma trilha de beijos molhados até o decote do top que vestia, apertou os seios um contra o outro, deslizando a língua no espaço do meio, lascivo, atento às reações que despertava em ti.
Se livrou das suas roupas, te deixando somente na calcinha pequena de renda, escorregando a palma até o centro úmido, te fazendo ofegar em antecipação. Ali Esteban constatou o quão molhada você estava, pressionando o clitóris sensível, te arrancando um gemido sôfrego.
– Você vai se sentir como nunca antes, nena. – Prometeu em um sussurro, prendendo seu inferior entre os dentes, sorrindo cafajeste ao admirar o seu olhar de deleite. – Primeiro, eu vou te fazer gozar na minha boca. – Ao falar, ele descia com beijos, mordidas e lambidas pelo teu corpo. – E depois, com o teu gosto na minha língua… – Prendeu a calcinha entre os dentes e você revirou os olhos ao vê-lo se livrar da peça daquela forma. – Eu vou te fazer gozar no meu pau. – Colocou suas coxas ao redor dos ombros masculinos, perigosamente próximo do teu calor. – Vou ir tão fundo, você vai me sentir aqui por dias. – Beijou teu clitóris. – Te deixar com a bucetinha cheia de porra. – A língua quente deslizou desde o botãozinho inchado até a entrada que piscava em puro tesão. – Só para depois te fazer gozar de novo nos meus dedos.
– Esteban…Vale… – Gemeu, unindo as sobrancelhas em uma carinha de sofrimento, queria que aquela queimação em teu ventre parasse.
– Mas me pede, me pede primeiro. – Foi maldoso ao não te dar logo o que tanto desejava, maltratando sua carne em um aperto intenso.
– Me fode, Kuku, porfi…
Esteban te devorou, envolveu o clitóris entre os lábios finos, sugando a região sensível, mordendo de levinho. Te levou à loucura com a habilidade da língua que subia e descia, rodeava a entradinha apertada e se esfregava onde lhe fazia contorcer os dedinhos dos pés. Agarrou-se aos fios loiros em uma tentativa de descontar todas as novas sensações que ele lhe causava, gemia sem pudor algum e Esteban adorava isso, quanto mais alto você soava, mais ele se empenhava em te levar ao paraíso. Usava a boca sem frescura, deslizava pelo seu interior, espalhando o seu melzinho pela barba até a pontinha do nariz.
Não usava as mãos, só a boca. Queria te fazer gozar somente com isso, te mostrar como era bom para ti. As palmas se ocupavam em estimular outras áreas do seu corpo, apertava as nádegas macias, arranhava sutilmente as coxas, te segurava pela cintura. Descontrolada, passou a rebolar em busca do seu próprio prazer, coisa que nunca havia feito antes. Em um momento de consciência, se deu conta do que fazia, parando subitamente, mas Esteban te deu o olhar mais feroz que já havia mostrado, não pare, era a ordem implícita.
Murmurou um palavrão, retomando os movimentos, com mais vontade dessa vez. Se permitiu ser livre, recebendo um tapa na coxa seguido de um aperto em incentivo, se permitiu ser selvagem. Com a coluna arqueada, entreabrindo os lábios em um gemido mudo, seu corpo todo arrepiou quando o orgasmo foi alcançado, sentindo uma lágrima escorrer diante da euforia. Se derramou nos lábios de Esteban como nunca havia feito antes.
Respirando ofegante, desabou na cama com os olhos fechados, tentando recuperar os sentidos e entender o que havia acabado de acontecer. Ao sentir selares molhados na barriga, encarou Esteban novamente, ainda meio grogue, fazendo o argentino rir sutilmente.
– É melhor se recuperar logo, cariño, porque estamos longe de acabar…
#esteban kukuriczka#esteban kukuriczka x reader#la sociedad de la nieve#a sociedade da neve#society of the snow#lsdln#lsdln cast#idollete#smut#pt br
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o mais temido voltou: Mercúrio retrógrado
um post para você se acalmar.
Esse é com certeza o tópico da astrologia mais utilizado para fins sensacionalistas e claro, acaba causando uma onda de receio e pessimismo em quem não se aprofunda no assunto.
Com as informações que sei, vim aqui explicar um pouquinho e promover uma visão mais serena desse fenômeno.
Primeiro: o que é retrogradação?
Bom, se pensarmos na palavras retrô e retrógrado temos o significado de algo característico do passado, de uma época que já passou ou de algo que está indo para trás. Na astrologia não é diferente. Esse fenômeno, então, significa que por um período de tempo (geralmente algumas semanas) partindo da perspectiva da Terra, o planeta reverte sua caminhada, dá um ré, anda para trás.
Mas, é importante frisar que isso não ocorre realmente, esse movimento é causado por uma visão de ótica.
Mas, yara, por que isso é tão simbólico na astrologia se não acontece no plano físico?
Se olharmos por uma visão não tão literal, podemos chegar a conclusão que é como se o planeta tivesse voltando para revisar, para conferir alguma coisa antes de seguir seu movimento adiante. E é exatamente isso que ocorre conosco.
Esses períodos são ótimos para lembrarmos de revisar coisas antes de realizá-las, de dar um ultimato para coisas que não foram bem resolvidas, de dar uma pausa e rever, questionar, meditar sobre assuntos.
Todos os planetas ficam retrógrados (lembrando que a Lua é um satélite, então ela não fica) e como cada um rege um aspecto da vida, é nesse escopo que iremos parar um pouquinho para checar coisas.
Segundo: se todos os planetas ficam retrógrados, por que Mercúrio é o mais falado?
Isso ocorre porque Mercúrio, mais que outros planetas, rege assuntos muito cotidianos, que são difíceis de não aparecer no dia a dia de alguém. Ele é o planeta da comunicação, do transporte, das pequenas viagens, do aprender, do raciocínio.
Então vamos para a checklist do dia 25 de novembro até 15 de dezembro:
Mais cuidado e atenção ao assinar contratos e realizar alguma compra importante - olha a black friday aí galera;
Saiba que provavelmente a Internet no geral, sistemas e aplicativos vão ficar caindo e voltando - os apps do meta sempre caem nesses períodos;
Pensamento pode ficar mais lento, o aprendizado um pouco mais custoso;
Sabe quando você sente que sua fala não foi transmitida como você queria ou que ela foi mal compreendida? pode acontecer também.
Coisas do passado podem voltar - pessoas, acontecimentos, respostas ou questionamentos;
Meios de transporte e viagens dando algum problema (não necessariamente algo grave e grande tá?);
Atrasos!!;
Vontade de ficar mais quieto e na sua, refletindo e reavaliando valores;
MUITO IMPORTANTE: nem todos sentem essas coisas, a intensidade com certeza é diferente de pessoa para pessoa, isso não é para causar medo e sim uma explicação a mais que talvez te ajude a entender coisas.
Dito isso eu friso que diferente do que muitos falam que Mercúrio retrógrado tudo dá errado, na verdade as coisas só vão acontecer mais devagar, é como se o caminho de uma coisa para outra tivesse que dar algumas voltas antes dar certo ;)
Beijos, galera!
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El color de su presencia
Desde el primer instante en que lo vi, noté mi mundo cambiar de tonalidad. Imaginaba cómo sería caminar a su lado, entrelazando mi vida con la suya, mientras mi mirada, antes gris y serena, se llenaba de colores nuevos y vibrantes. Había algo en él que lograba que hasta lo más común se volviera especial, como si en sus ojos radicara el poder de reordenar el universo en un armonioso caos lleno de luminosidad.
Aún más exquisito era verlo decir cualquier cosa, incluso lo más absurdo, con una gracia que me desarmaba. Sus palabras, a veces sin sentido, me hacían reír y despertaban en mí una alegría casi infantil. Ahora, esos mismos ojos que tanto me ilusionaron miran a otra, y aunque me duele saberlo, espero de verdad que la ilumine como lo hizo conmigo en mis pensamientos. Quizás su risa, su gracia, sean para ella esa chispa que tanto soñé, y en el fondo, me basta con saber que alguien, en algún lugar, vive los colores que una vez imaginé de su mano.
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Puedes notar por los narcisos marchitos
y el sollozo del viento herido
que la tristeza está aquí.
Es sombría, desolada, tierna,
sin ataduras al calendario,
un enigma que una lágrima pueda contener:
toda la desolación del pasado.
Luego están las Melissas,
cuyo verdor alberga en parte al mediodía,
envuelto dentro de él. Y el azul
recupera sus límites.
Con tanto crecimiento de vida
a nuestro alcance, sientes una ansiedad
que llegó y se esfumó por la noche,
o permanece como un suave aroma:
salud y fragilidad, fragilidad y salud.
En el retrato de un lapso de tiempo
no hay diferencia alguna.
El promedio de las emociones es la aflicción.
Al menos permanecemos ahí,
llenos de una desolación serena,
sosteniendo un narciso moribundo
en nuestras manos, observando al mundo
que insiste en creer lo contrario.
- snieto
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No fue tu hermoso cuerpo, ni tus infalibles métodos de seducción.
Fue la belleza que encontré en tus características, aquellas que consideras mínimas e insignificantes, pero que, ante mis ojos, forman parte de una obra de arte.
Yo caí profundamente por tus risas, y la armonía que destilas a través de tus sonrisas ilumina el mundo, endulza la amargura de la vida.
Por la manera en que hablas suave y me haces flotar encima del firmamento. Por cómo estremeces mi cuerpo cuando derrites mis oídos con susurros.
Por cómo tus parpados se cierran y tus expresiones reposan serenas y tu respiración se sosiega mientras duermes sobre mi pecho.
Por tu dulce mirada que atraviesa mis paredes al mirar a través de mí. Por el movimiento de tus besos, y por el acento que usas al decir mi nombre que convierte mis sentimientos en un torbellino.
Por la calidez que emanas: hace que anhele estar a tu lado eternamente, hace de tu presencia un lugar de paz.
Por la forma en que expresas lo que sientes (provoca que quiera cumplir tus expectativas). Por cuando no callas tus pensamientos (provoca que nunca deje de escucharte).
Y cuando enfrentas tus batallas quisiera estar allí para protegerte de tus enemigos, pero tu valentía es tan gigante, a veces aterradora, que termino dando un paso atrás. No digo que esté mal, fuerte guerrera, me llena de admiración verte posicionarte sin miedo delante de tus tropas.
Por las veces que me cuentas sobre tus sueños, sobre tus recuerdos, son como una melodía que no me canso de escuchar.
Por la manera tan peculiar que tienes de sacudir mi piel al tocarme, mi alma se electrifica y esa es una reacción que nadie ha logrado causar.
Por cómo tus curvas se ajustan a tus vestidos. Por cómo tu cabello cae, mojado y lacio.
Por tu sentido de la moda que revoluciona las tendencias actuales, luces como una estrella que todo el mundo quiere tocar.
Al verte, no temo confesar que me enamoré. No me intimidan las dudas de gritarle al viento que eres la mujer más hermosa que he conocido y a mi corazón, lleno de grietas y cicatrices, que eres el amor de mi vida, el correcto, y lo harás risueño y verdaderamente feliz.
Te amo más de lo que imaginas.
Te amo como nunca he amado a nadie.
Eres la primera con quien he recuperado mi fascinación por el arte de amar.
Eres la primera que ha tocado mis rosas sin preocuparse por las espinas.
Eres con quien deseo pasar el resto de mi existencia.
-Dark prince
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Muy serca de mi ocaso,
yo te bendigo vida,
Porque nunca me diste,
ni esperanza fallida
ni pena inmerecida.
Porque veo al final
de mi rudo camino,
Que yo, fui el arquitecto
de mi propio destino.
Hallé sin duda,
largas las noches de
mis penas,
Más no me prometiste
tan solo noches buenas.
Y en cambio tuve algunas
santamente serenas.
Amé, fui amado,
Vida, nada me debes.
Vida, estamos en paz.
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Hoy, 11 de agosto de 2024 he decidido empezar a escribir única y exclusivamente a mi amada. Aquí será el inicio de mi historia contigo, por lo que empezaré deseándote un buenos dias:
Buenos días, mi amor:
Tienes que saber que me gustas de una manera que nunca pensé posible. Llegaste a mi vida justamente cuando menos te esperaba, como un rayo de luz que disipa la oscuridad. No es solo algo físico, aunque eres hermosa, es algo mucho más profundo, algo que trasciende lo sentimental.
Amo esa sonrisa que surge cuando hago algo tonto, esa risa tuya que llena mi mundo de alegría. Amo cómo tus ojos se enfocan en mí, como si no existiera nada más en el universo, y la paz que me inunda cuando me hablas o simplemente estás a mi lado. Me enseñaste que no se necesita demasiado tiempo para saber que amas a alguien de verdad. Decidí dejarte entrar a mi vida porque me di cuenta de que eres la razón de mi felicidad, la razón por la que sonrío cada mañana.
Te amo sin importar cuán rápido haya sucedido, porque estar contigo es lo mejor que me ha pasado. No tengo palabras suficientes para expresar lo que siento por ti, porque lo que hay en mi corazón es tan grande que ni siquiera el lenguaje puede contenerlo. Pero quiero darte las gracias, principalmente por llegar a mi vida, por traerme esa felicidad que nunca imaginé encontrar.
No sé si el destino te trajo a mí o si me llevó a ti, pero lo que importa es que nos unió, y eso ha sido lo mejor que me pudo haber pasado. Gracias por apoyarme en todo, por estar a mi lado en cada situación, por escucharme, por soportar mis tonterías. Tus palabras son mágicas, cada vez que las escucho, mi alma se serena, incluso si es un simple "hola". Gracias por estar conmigo, por darme los mejores meses de mi vida.
Eres y siempre serás la persona que me hace sentir completo, que me permite ser yo mismo. Contigo viví el amor a primera vista por primera vez. Siempre dije que no creía en él, pero te conocí y supe lo que es enamorarse con solo ver a alguien. Por eso, en nuestra primera cita, no dudé en besarte y decirte que quiero estar contigo. Te amo con todo mi corazón, con toda mi alma, y cada día que pasa, mi amor por ti crece más y más.Podrás estar lejos de mis ojos, pero nunca de mis pensamientos.
El amor que siento por ti es irrompible, inquebrantable, y cada día se vuelve más fuerte. Te amé ayer, te amo hoy, te amaré mañana, y te amaré siempre, por el resto de mis días y más allá. Porque tú eres, y siempre serás, el amor de mi eternidad.Que tengas un día tan hermoso como tú, mi amor.
Con todo mi corazón,
Nicolás
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CAPÍTULO 08: UNA VIDA POR UNA VIDA
Ambientación: 17 al 30 de Noviembre.
Clima: Nublado/Tormentas eléctricas.
Vestimenta: Pañuelo blanco obligatorio.
Despiertas en el mismo lugar. La luz gris entra por la cortina, el reloj marca 6:32. Te levantas, sin sorpresa, como siempre. La misma rutina, los mismos movimientos automáticos. Te miras en el espejo. La misma cara, la misma expresión vacía.
La ducha te toca la piel, pero no te despierta. Sales y el día comienza, otra vez. Desayunas. Nada cambia. Todo se repite. Te arrastras al área de entrenamiento. Regresas al comedor.
No hay escape. El bucle sigue. Y otra vez, todo empieza de nuevo.
[...]
El tiempo dentro del refugio sigue siendo un eco, extraño y repetitivo. Los días se alargan, pero no avanzan. Todo parece transcurrir a la misma velocidad: las horas pasan sin que nada cambie, sin que nada se resuelva. Los heridos ya se han recuperado lo suficiente para participar en entrenamientos más intensos, pero las excursiones al exterior siguen suspendidas. El aire en el refugio se vuelve cada vez más pesado, cargado de una creciente ansiedad que nadie se atreve a nombrar. Los suministros empiezan a escasear lentamente, y la sensación de estar atrapados, inmóviles, se hace cada vez más palpable.
La rutina se ha vuelto insoportable. No hay descanso, no hay tiempo para detenerse a pensar. Los entrenamientos, las oraciones, las reparaciones de las defensas… todo parece un ciclo interminable. Sin embargo hay una actividad nueva que ha dominado los últimos días: la preparación de un banquete. No es un banquete cualquiera, sino uno que se siente como un ritual. Los ingredientes, escasos, se eligen con esmero, y cada preparación parece estar envuelta en un aire ceremonial. Los miembros del refugio trabajan juntos, pero el silencio pesa más que nunca. La atmósfera tiene algo solemne, como si cada gesto estuviera cargado de un simbolismo que muchos no logran entender del todo.
Mientras tanto, las tensiones internas crecen. Los murmullos se hacen más frecuentes, las miradas se cruzan más rápido, los pasos se aceleran. El refugio ya no es un lugar de paz, sino de agitación contenida. Y lo que todos sienten, aunque nadie lo diga en voz alta, es que algo se está acercando. El futuro es incierto y, por primera vez en mucho tiempo, la gente comienza a cuestionar qué les espera, no solo fuera de esas paredes, sino dentro de ellas.
En medio de este ambiente tenso, estalla una pelea. Dos hombres, visiblemente agotados por el confinamiento y la incertidumbre, se enfrentan en el comedor. Las palabras suben de tono, los empujones se hacen más violentos. La discusión, que comienza como un desacuerdo menor, rápidamente escala a algo mucho más grande, a una manifestación de la frustración general. Los demás observan en silencio, algunos con una leve incomodidad, otros con una evidente indiferencia. La violencia de la escena no es algo nuevo, pero esta vez es diferente.
Dos de los vigilantes, sin mediar palabra, se acercan rápidamente. Con una fuerza implacable, levantan a los hombres por el cuello y, casi sin esfuerzo, los echan al exterior. La puerta se cierra con un golpe seco, y el sonido del impacto parece resonar en los corazones de todos. Los hombres, ahora exiliados, no tienen tiempo para protestar. Sabían lo que estaba en juego. No solo desafiaron a la Madre Serena, sino también la autoridad de todo lo que representaba el refugio.
El silencio cae sobre el comedor, y la tensión se puede cortar con un cuchillo. Los ojos de los presentes se desvían al suelo, a las paredes, a cualquier lugar donde no se vean obligados a enfrentar lo que acaba de suceder. Nadie dice nada, pero todos lo saben: si no sigues las reglas, si te enfrentas a lo que la Madre Serena ha dispuesto, el exilio es la única opción. Y todos temen ese destino.
Al día siguiente, la Madre Serena se presenta ante todos, con su presencia serena y su voz firme. Se ha hablado de su fuerza, de su capacidad para tomar decisiones difíciles, pero nadie esperaba lo que diría ahora. Ella observa a la gente reunida, su mirada recorre cada rostro, asegurándose de que cada uno escuche lo que tiene que decir.
—La llegada de los sobrevivientes no es una casualidad —dice, su voz calmada pero autoritaria—. Es un mensaje claro de Dios. Nos ha mostrado el camino. Nos está diciendo que debemos salir al exterior. Es hora de enfrentarnos a lo que la ciudad oculta, a lo que el mundo nos pide que enfrentemos.
Un murmullo recorre la sala, y las miradas comienzan a cruzarse. Algunos se sienten incómodos con lo que está diciendo, otros claramente no están de acuerdo. La idea de salir al exterior, de enfrentarse a lo que queda de la ciudad, es aterradora. Los peligros son desconocidos, el riesgo es enorme. Y, por supuesto, el temor a lo que pueda suceder en el camino pesa sobre todos.
—Dios nos ha enviado una señal —continúa, su voz volviéndose aún más solemne—. Estos sobrevivientes, encontrados cerca del refugio, son prueba de que Él nos protegerá. No podemos seguir esperando dentro de estas paredes. Si no salimos ahora, si no buscamos lo que necesitamos para sobrevivir, no resistiremos el invierno.
Un hombre se atreve a levantar la voz, su tono cargado de frustración y miedo.
—¿Pero qué pasa si estamos condenados a salir? —su pregunta queda flotando en el aire, desafiante.
La Madre Serena lo mira fijamente, y en su rostro no hay ni ira ni miedo, solo una calma profunda que parece desterrar cualquier duda.
—La fe no siempre es fácil, hijo —dice con suavidad, pero con una autoridad inquebrantable—. Dios nos está guiando. La elección es clara: si nos rendimos a nuestros miedos, estamos condenados. No podemos vivir con miedo a lo desconocido.
Una pausa pesada cae sobre la sala. Nadie responde, pero el silencio está cargado de significados no dichos. Los ojos de todos se cruzan, y saben lo que esto significa. Si se niegan, si se resisten, serán exiliados. La decisión está tomada, pero el peso de ella aplasta a todos los presentes.
El refugio, que una vez fue su hogar y su protección, ahora se siente como una prisión. Y el banquete que han estado preparando, con tanto esmero, parece más un sacrificio que una celebración. Cada plato, cada movimiento, parece estar marcado por una ritualidad que deja entrever que no solo es un acto de gracias, sino una ofrenda ante lo que vendrá.
La decisión ya está tomada. La Madre Serena ha hablado. Y aunque algunos se resisten, saben que no tienen otra opción. Saldrán al exterior. Y lo harán bajo la protección divina que ella ha prometido. Pero, a medida que el silencio se extiende, una duda colectiva se cierne sobre ellos: ¿será esta una oportunidad de salvación o el último paso hacia la perdición?
Archivos anexos: Nuevos organización grupos y líderes, locaciones exteriores, cronología.
Tipo de desarrollo: Starters públicos y sentence starters.
Duración: 12 días, 18-29 de Diciembre.
TLDR; Ha pasado una semana desde que llegaron al refugio y por órdenes de Samuels tuvieron que permanecer encerrados después de haber perdido a varios miembros en una excursión el 9 de Noviembre. La paz en el refugio ya no es la misma. Los personajes están agitados e inconformes con el ambiente, los suministros escasean y todo ha empeorado al ser obligados a participar en un banquete ceremonial iniciado por Madre Serena. Mientras los personajes se acostumbran al cambio de ritmo en el refugio, un grupo de sobrevivientes aparece y se integra a La Nueva Era, siendo rostros conocidos para algunos de los presentes. Esta actividad es de sobrevivencia, unidad y dar gracias por la vida.
Cada usuario es libre de elegir qué tipo de starter publicar. Puede usar sentence starters, starter público o combinarlos. También puede darles una cronología que abarque todos los días de duración on-rol.
Cada pareja debe abrir un privado donde salgan al exterior a buscar suministros. En Discord se llevará a cabo una lanzada de dados para saber qué lugar deben recorrer y el resultado del a recolección. Les damos la oportunidad de hacer este privado + un starter aparte.
El código de vestimenta es libre pero deben usar un pañuelo blanco. Se les dio la oportunidad de entrar a las tiendas para conseguir mudas de ropa limpia. Los invitamos a subir sus ediciones al blog y etiquetarlos con el nombre de sus personajes.
¡Bienvenidos al inicio del fin! Esperamos la actividad sea del agrado de todos. Cualquier duda pueden consultarla directamente en el main de forma anónima o con cuenta.
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Unos brazos bonitos.
Unos brazos bonitos acunaron mi cuerpo en la noche, unas manos me acariciaron el cabello, luego el alma, y unos besos me contaron historias para poder dormir mejor.
Nunca he sido buena con las palabras habladas, soy una mujer de cartas, notas adhesivas y pensamientos apilados en papeles de diario. Quise expresarte todo lo que sentía cuando me mirabas, tu cabello esparcido por mi almohada, tus besos escondidos en mi cuello y tus manos tan benditas recorriendo mi espalda. Te miraba a los ojos, nos miraba a nosotras mucho más jóvenes, apenas veinte años y como los besos fueron evolucionando.
Te miraba tan serena, expandiéndote en mi cuarto, descansando en mi cama y sonriendo ante las bobadas que de mi boca nacían, te regale mi cuarto favorito, mis caricias y mis abrazos llenos de amor.
Porque unos brazos tan bonitos merecían llevarse todo de mi alma, quería besarte en todos lados y te dejé fumar encima de mi cama, sentí celos por la forma en la que el cigarrillo se apego a tus labios… como él podía tocarte mucho más tiempo que yo, el humo ingresando y escapando como pequeñas fugas por tu nariz.
Me recosté a tu lado, solo para mirarte al hablarme, al reírte, al comentarme cosas de tu vida y luego burlarte por el ex amor que me dejo por tercera vez; yo me burle de tu ausencia y quedamos hechas, llenas de reírnos de nuestras desgracias. La complicidad en nuestras palabras, en nuestra charla nocturna, en tus besos en mi boca, mi cuello y mi clavícula.
Me viste pasear desnuda por los pisos de la habitación, me hiciste vivir la tranquilidad de poder descansar en unos brazos tan bonitos y en tu aroma, me adormeciste la guerra interna; me hiciste olvidar por un momento el dolor.
He descansado en unos brazos tan bonitos, desperté aferra a tu cintura como si mi cuerpo supiera que te tenias que ir en cualquier momento y luego volvería a ser yo, humana y sola.
Pero me hiciste reír a carcajadas, aceleraste mi corazón, cenaste con mis padres y ellos amaron tu compañía, porque sos mágica Maga, sos magnifica. Y todos amamos tu compañía cuando decides aparecer.
#escrituras#verdades#desamor#letras#lo que escribo#textos#sentimientos#notas de noche#olvido#despedida#notas tristes#en tu orbita#cita#fragmentos#dolor del alma#cartas#pasado#frases de la vida#ser#citas de amor#narciso#pensamientos#vida#muerte
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You can continue pretending in your life, you can show what a good mother and woman you are in your daily life, you go to work, to your classes and everyone sees you as a great serene and respectable lady... but when you are in my world, you You transform, you bring out the horny beast inside you, you enjoy it intensely, and when you end up embarrassed you only think that you are a whore, yes, but you are my whore...
puedes seguir fingiendo en tu vida, puedes demostrar lo buena madre y mujer que eres en tu vida cotidiana, vas al trabajo, a tus clases y todos te ven como una gran señora serena y respetable... pero cuando estas en mi mundo, te trasformas, sacas la fiera en celo que hay en tu interior, lo disfrutas con intensidad, y al acabar avergonzada solo piensas que eres una puta, si pero eres mi puta...
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Michifu: Un Descubrimiento Felino
En el vasto universo de las mascotas, pocas criaturas pueden ofrecer la combinación única de misterio, independencia y cariño que caracteriza a los gatos. Para mí, esta revelación llegó en la forma de Michifu, un ser de suave pelaje y ojos curiosos que se convirtió no solo en mi compañero, sino también en mi maestro.
Michifu apareció en mi vida casi por casualidad, un encuentro fortuito que pronto se transformó en una conexión profunda. Con su elegante andar y su presencia serena, me enseñó que cada pequeño rincón de la casa podía ser un mundo por descubrir. A su lado, aprendí a apreciar los momentos de tranquilidad, a encontrar la alegría en los rayos de sol que se filtraban por la ventana y a entender que la comunicación trasciende las palabras.
Los gatos, a menudo incomprendidos por su naturaleza reservada, son en realidad fuente de una compañía magnífica. Michifu, con su ronroneo terapéutico y su instinto juguetón, me demostró que la felicidad a menudo se encuentra en las cosas más simples. Su independencia me inspiró a respetar los espacios propios y a valorar el tiempo compartido.
La vida con Michifu fue una serie de lecciones sobre el amor incondicional y la adaptabilidad. A través de sus ojos ámbar, vi un mundo lleno de maravillas y aprendí a moverme al ritmo de la vida con la gracia de un felino. Los gatos, esos pequeños filósofos de cuatro patas, tienen mucho que enseñarnos sobre la vida, si estamos dispuestos a escuchar.
En resumen, Michifu no fue solo un gato; fue un descubrimiento, un amigo y un símbolo de que la mejor compañía a menudo viene en las formas más inesperadas. Para aquellos que aún no han tenido el placer de compartir su vida con un gato, les animo a abrir su corazón a estas criaturas enigmáticas. Puede que, al igual que yo, encuentren en ellos una fuente de alegría y aprendizaje constante.
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