#la sequía espiritual del creyente
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La causa número uno de la sequía espiritual...
Las Escrituras en gran medida enseñan que la causa número uno de la sequía espiritual es el pecado. Y la cura número uno para la sequía, según las Escrituras, es el arrepentimiento.
En 2 Crónicas 6:26–27, el rey Salomón es muy claro en esta oración: Cuando tu pueblo peque contra ti y tú lo aflijas cerrando el cielo para que no llueva, si luego ellos oran en este lugar y honran tu nombre y se arrepienten de su pecado, óyelos tú desde el cielo y perdona el pecado de tus siervos, de tu pueblo Israel. Guíalos para que sigan el buen camino, y envía la lluvia sobre esta tierra, que es tuya, pues tú se la diste a tu pueblo por herencia.
Fíjese que los cielos fueron cerrados, no hubo lluvia, debido al pecado. Pero cuando el pueblo confesó el nombre de Dios, rectificó y se arrepintió, Salomón oró: “Dios, escucha y abre los cielos una vez más y envía lluvia”.
Esta oración es particularmente significativa porque Salomón está orando en la dedicación del templo. Las Escrituras nos declaran en 2 Corintios 6:16: “Porque nosotros somos templo del Dios viviente”.
El templo del Antiguo Testamento era apenas un tipo y una sombra que señalaba a cosas mejores—a la era en la cual Dios no moraría más en edificios hechos con mortero y piedra, sino que habitaría en los corazones humanos.
¡Ése es usted y yo! Pues como nos dice 1 Corintios 6:19, nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo y no nos pertenecemos a nosotros. Hemos sido comprados con un precio, y lo que Dios espera de nosotros es que le glorifiquemos con nuestros cuerpos. Usted y yo somos el templo de Dios.
Si hay pecado en su vida, arrepiéntase y regrese a Dios, para que así pueda experimentar la lluvia fresca de la bendición de Dios en su vida.
(Ps. Bayless Conley).
#Bayless Conley#la sequía espiritual del creyente#somos salvos para glorificar a Dios#avivamiento espiritual
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1 REYES 17:1-16
Una fe que alimenta
En un período crítico de la historia de Israel, en el que el pueblo se había alejado de Dios, el Señor levantó al profeta Elías para hacer frente a la rebelión y la idolatría del rey y su comunidad.
Elías se presentó valientemente ante el rey Ajab, de la misma manera que lo hizo Moisés ante el faraón, y declaró que no caería del cielo ni una gota de agua si no era por mandato divino.
Y así sucedió, la lluvia cesó.
Esto desencadenó una escasez de alimentos y un período de gran prueba para el pueblo, cuya subsistencia dependía de las cosechas. Esta severa sequía no fue un acto de crueldad por parte de Elías o un castigo arbitrario de Dios. El Señor anunció a través de varios profetas, que si el pueblo se rebelaba contra él, cerraría los cielos y el hambre azotaría a la nación.
Esta historia bíblica sigue resonando hoy, recordándonos que nuestras acciones tienen consecuencias. La Escritura nos exhorta a sembrar fidelidad, amor y obediencia a Dios, en lugar de envidia, engaño y desobediencia, enfatizando la ley espiritual de que cosechamos lo que sembramos.
En medio de una grave hambruna, Dios ordenó a Elías que abandonara el territorio de Israel y se dirigiera al norte, a Sidón. Allí, el profeta se encontró con una mujer que estaba preparando su última comida para compartirla con su hijo y luego esperar a que muriera, pues la sequía había devastado la tierra.
Elías pidió a la mujer comida y agua, y ella le confesó su situación. El profeta le hizo entonces una petición inesperada: ella debía usar la comida que tenía para alimentarlo primero a él y luego Dios multiplicaría la comida para ella y su hijo.
Este relato subraya un principio esencial del cristianismo: la fe como fundamento de la vida del creyente. La Escritura afirma que: "sin fe es imposible agradar a Dios" y nos anima a rechazar el miedo, la inseguridad y la duda, y a creer en la capacidad de Dios para obrar lo imposible en nuestra vida.
La mujer del pasaje de hoy creyó en las palabras del profeta y siguió sus instrucciones. Después de esto, ella fue testigo del milagro de la multiplicación de los alimentos, asegurando su supervivencia durante la sequía.
La Escritura nos enseña que la fe se nutre y se fortalece por la palabra de Dios. Esta mujer escuchó la palabra a través del profeta, y así fue bendecida. Dios actúa de la misma manera en nuestra vida, nos fortalece y nos equipa a medida que entramos en contacto con su palabra y la obedecemos.
Nuestra relación con Dios y su palabra alimenta nuestra alma, nos da fuerza y valentía, y nos permite superar los obstáculos con su ayuda y protección.
La historia de Elías y la mujer nos enseña acerca de la importancia de una fe firme en la palabra de Dios. A lo largo de la Escritura, vemos que aquellos que fueron partícipes de milagros extraordinarios eran personas con una fe profunda e inquebrantable. Por tanto, la narrativa de Elías no solo es una historia de supervivencia y providencia, es también una lección poderosa sobre la fe y su papel esencial en nuestra relación con Dios.
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Devocional: La difícil tarea de reconocer la Gracia de Dios.
A lo largo de nuestra vida conseguimos muchísimos logros de los cuales nos jactamos y nos sentimos orgullosos. Estudiamos y cuando nos graduamos alzamos nuestra voz para manifestar nuestra alegría y lo que ahora somos: “¡Soy licenciado, ahora soy doctor, finalmente me gradué de ingeniero!” son algunos de los ejemplos. Lo mismo sucede cuando conseguimos un trabajo, hablamos sobre aquello hasta cansarnos; alegando que gracias a nuestros conocimientos y experiencias pudimos obtener el puesto y el ascenso que tanto esperábamos. Cuando compramos una casa y un carro sucede lo mismo, decimos que gracias al esfuerzo de tantos años conseguimos comprar ese activo que tanto nos hacía falta tiempo atrás. Y así en muchísimas situaciones hablamos de nosotros y lo que hicimos, dejamos de hacer, lo que somos, nuestro pasado y casi que toda nuestra historia.
¿Y Dios qué?
Nos olvidamos que Dios nos dio la vida y la salud para poder estudiar, graduarnos e incluso conseguir ese trabajo. Olvidamos que Él fue el que nos puso en gracia delante de la persona que nos entrevistó o de nuestro jefe para obtener ese puesto y ascenso. Se nos olvidó que Él fue el que nos dio mensualmente ese salario y el que nos permitió ahorrar para poder comprar la casa u el auto. ¡Lo dejamos completamente de lado, no le damos ni siquiera las gracias!
Nos vanagloriamos y decimos todo lo que pasamos y nunca mencionamos la gracia de Dios. Quizás es por vergüenza delante de los demás, por pena a reconocer que Dios fue el que nos ayudó o simplemente creemos que todo fue obra de nosotros y Él sólo se quedó mirando viendo cómo “progresábamos por nuestra cuenta.”
El reconocimiento al Señor es muy importante para la vida del creyente, no solamente para decir que somos cristianos y ya; tenemos que reconocer todas las maravillas que Dios nos ha dado a lo largo de los años.
Puede parecer difícil porque nuestro orgullo nos dice que fuimos nosotros y estamos acostumbrados a creer por vista. El hecho de que no hayamos visto como Dios guardó nuestra vida en todos los años en la universidad no quiere decir que Él no lo hizo. Dios siempre está allí, obrando en la vida del creyente.
Debemos recordar lo que dice 3 Juan 1: 2:
“Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.”
Dios desea prosperarnos en todas las áreas de nuestra vida, no solamente en la salud y en el trabajo sino en el área espiritual. Y como ese es su deseo Él también nos acompaña y hace posible que la prosperidad llegue a nuestra vida de forma sobrenatural. Entonces, ¿Por qué no le rendimos el mérito que se merece?
Y es que el Señor lo demanda desde tiempos antiguos y es nuestro deber recordarlo todos los días y tenerlo siempre presente, reconociendo que Él es el dueño de nuestra vida y de todo lo que tenemos, que es el único capaz de prosperarnos en todas las cosas porque esa es su naturaleza; Él es un Dios de bondad y progreso, no de cautiverio y sequía.
Mire la amonestación que Jehová le hace al pueblo Israel en Deuteronomio 9: 4-6 cuando estaban a punto de cruzar el Río Jordán y tomar posesión de tierras superiores en tamaño a lo que ellos ya tenían. Leamos a continuación:
4»Cuando el Señor tu Dios los haya arrojado lejos de ti, no vayas a pensar: “El Señor me ha traído hasta aquí, por mi propia justicia, para tomar posesión de esta tierra”. ¡No! El Señor expulsará a esas naciones por la maldad que las caracteriza. 5 De modo que no es por tu justicia ni por tu rectitud por lo que vas a tomar posesión de su tierra. ¡No! La propia maldad de esas naciones hará que el Señor tu Dios las arroje lejos de ti. Así cumplirá lo que juró a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob. 6 Entiende bien que eres un pueblo terco, y que tu justicia y tu rectitud no tienen nada que ver con que el Señor tu Dios te dé en posesión esta buena tierra.
No es por nosotros, por nuestra justicia y supuesta rectitud, es por Él y por su poder que nos entrega las cosas (en el caso de Israel fue la posesión de aquella tierra). Cuando queremos glorificarnos a nosotros mismos diciendo “es porque yo hice esto, es porque yo conseguí aquello” lo único que hacemos es volvernos unos tercos. Aunque en el caso de Israel el Señor les entregó a sus enemigos por una promesa que tenía con ellos desde los tiempos de Abraham, esta palabra aplica para nosotros actualmente y lo difícil que puede ser reconocer lo que Dios nos da y también quita.
No seamos entonces tercos ni impíos como dice Salmos 10: 3 porque estaremos despreciando al Señor:
Porque del deseo de su corazón se gloría el impío,
Y el codicioso maldice y desprecia al Señor. (NBLA)
Seamos pues reconocedores de las bendiciones que Dios nos entrega diariamente, empezando por permitirnos vivir un día más en esta tierra. No importan las condiciones o las necesidades que tengamos, el solo hecho de estar vivos es un motivo para agradecerle a Dios todos los días.
Tuya es, oh Señor, la grandeza y el poder y la gloria y la victoria y la majestad, en verdad, todo lo que hay en los cielos y en la tierra; Tuyo es el dominio, oh Señor, y te exaltas como soberano sobre todo. (1 Crónicas 29:11)
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"Ό ΆΓΙΟΣ ΣΠΥΡ'ΙΔΟΝ", [Ó Áyios Espirídon]
San Espiridón el Milagroso, Obispo de Tremitunte en Chipre
Versos:
"Aunque el milagroso Espiridón haya dormido,
sus milagros aún no han cesado.
En el duodécimo de este mes, Espiridón partió de esta vida".
El día doce de este mes, conmemoramos a nuestro Venerable Padre Teóforo* Espiridón, el Milagroso.
Este Santo floreció durante los años de los reinados de los emperadores Constantino el Grande (306-337) y Constancio (337-361) su hijo. Vivió pacíficamente en la isla de Chipre como un simple pastor. Según su inteligencia, era un hombre sencillo; y según su corazón, humilde.
Practicaba obras de amor hacia el prójimo, la mansedumbre, daba limosnas y cultivaba todas las virtudes. Como el Patriarca Abraham, era hospitalario con todos los que llegaban a su casa, atendiendo a cada invitado como si se tratase del propio Cristo que había venido a visitarlo.
Jamás un pobre o un necesitado se fueron de su casa sin haber recibido consuelo a su dolor.
Espiridón ponía su dinero en una caja, la cual siempre dejaba abierta y disponible a todos, sin preocuparse si estaba llena o vacía, o si los que metían la mano en ella merecían o no su ayuda. Vivió como un casto y piadoso esposo, y Dios le concedió una hija llamada Irene. Después de unos años su esposa murió, y libre ya de los cuidados de la carne, su única preocupación era crecer en la virtud y aumentar los dones eternos de la Gracia.
Su estilo de vida le trajo un no deseado renombre en la isla por lo que, cuando el Obispo del pequeño pueblo de Trimos, cercano a Salamina murió, los fieles escogieron unánimemente a Espiridón para que le sucediese, convirtiéndose así en pastor del rebaño espiritual de Cristo. A pesar de tal dignidad, el humilde pastor conservó su acostumbrado estilo de vida: llevaba la misma ropa pobre, andaba siempre a pie, ayudaba en los campos y cuidaba su rebaño como antes. Unos ladrones nocturnos irrumpieron en su majada pensando en huir con sus ovejas, pero quedaron adheridos al lugar por una fuerza invisible. Cuando Espiridón los encontró a la mañana siguiente temprano, avergonzadamente confesaron su fechoría. Movido por la compasión, los libró de sus ataduras invisibles y los conminó a vivir honestamente desde aquel momento; pero antes que se fueran les dio dos ovejas -como compensación, les dijo sonriente, por el sufrimiento de su larga noche de vigilia.
Exigente consigo mismo, Espiridón siempre estaba lleno de compasión hacia sus hermanos, y demostró un gran conocimiento de sus debilidades. Por ejemplo interrumpía un ayuno sin vacilación, si lo consideraba necesario para darle consuelo a un caminante. Como Cristo el Buen Pastor, él estaba siempre listo a dar su vida por sus ovejas espirituales para que pudieran pastar en los prados de la gracia. Su mansedumbre, humildad y simplicidad encontraron tal favor con Dios, que éste le permitió realizar innumerables milagros para salvación y consuelo de su Iglesia.
Cuando la isla de Chipre fue aquejada por una terrible sequía que amenazaba ser mensajera de hambre, los cielos se abrieron ante la oración de San Espiridón, y Dios envió una bondadosa lluvia sobre la tierra que dio sus frutos en el momento adecuado. Algunos hombres ricos habían acumulado grandes cantidades de maíz en sus graneros, pensando especular con la escasez y obtener grandes ganancias, pero por la oración del celoso Obispo sus graneros se derrumbaron, y él liberó a la isla del hambre distribuyendo el grano equitativamente entre la gente. Otra vez, para ayudar a un pobre, convirtió una serpiente en oro, de modo similar a lo que había hecho Moisés en el desierto (Núm. 21:9); pero una vez que la ayuda surtió efecto, restauró a la criatura a su estado normal para que el favor divino no diera ocasión a la codicia. Un día, mientras se dirigía apresurada-mente a liberar a un hombre condenado a muerte, encontró el camino bloqueado con un torrente infranqueable, entonces le ordenó al agua que se detuviera, cruzando así por el lecho seco del río.
Espiridón tenía poder sobre la muerte, porque vivió en Cristo mediante las santas virtudes, y Cristo actuó en él a través del Espíritu Santo. Cuando una pobre mujer bárbara puso suplicante a sus pies el cuerpo inerte de su hijo, él le devolvió la vida al niño. Ante la súbita muerte de su amada hija, rechazó todo pensamiento de consuelo humano para sí y no le pidió al Señor que la resucitara; pero, a causa de cierta mujer que le había confiado su fortuna a Irene para que se la guardase, el santo Obispo se paró ante su tumba para preguntarle a la muchacha muerta donde había guardado el dinero, y ella le res-pondió.
Su virtud iluminaba los secretos de las conciencias con el resplandor del relámpago, inspirando a los pecadores a confesar sus malas acciones y a comenzar una vida de arrepentimiento. En cierta ocasión, el hombre de Dios lanzó una mirada de compasión sobre una mujer prostituta, quién –al igual que la penitente del Evangelio -cayó a sus pies y los bañó con sus lágrimas mientras confesaba sus pecados. Espiridón la ayudó a levantarse y le dijo: Tus pecados te son perdonados (Lc. 7:48), como si el Salvador mismo estuviera hablando a través de su boca. Entonces, diciéndole que se retirara en paz, él se llenó de alegría como el buen pastor que ha encontrado la oveja que estaba perdida, y llamó a sus amigos y vecinos, diciendo: Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido (Lc. 15:6).
San Espiridón conocía poco de la sabiduría de este mundo pero rico en los dones de profecía y de predecir el futuro. Profundo conocedor de las Sagradas Escrituras, una vez avergonzó a un prelado vanidoso que quiso presumir de su elocuencia alterando ciertas palabras del Evangelio demasiado comunes para su gusto.
Cuando el piadosísimo Emperador Constantino el Grande convocó al Primer Concilio Ecum��nico (325) para dar fin a la condenable herejía de Arrios, Espiridón también se encaminó a Nicea, vestido como un simple pastor, para dar testimonio de la Verdad junto con los santos obispos y confesores y los más ilustres personajes de la época. Durante una de las sesiones, un presumido filósofo arriano desafió a los Ortodoxos a un debate sobre la Santa Trinidad. El humilde pastor de Chipre avanzó entonces y, ante el asombro de todos, demolió los engañosos argumentos de su antagonista y las sutilezas lógicas con la simplicidad y autoridad de sus palabras inspiradas por el Espíritu Santo. No pudiendo refutar su respuesta, el filósofo admitió que lo había convencido; abrazó entonces la fe Ortodoxa con sinceridad, invitando a su vez a los demás seguidores de Arrios a abandonar las engañosas sendas de la sabiduría humana para encontrar en la Iglesia las fuentes de Agua Viva y el poder del Espíritu.
Después de la muerte de San Constantino, su hijo Constancio, que heredó la parte Oriental del Imperio, mostró cierta inclinación hacia el arrianismo.
Cayó enfermo mientras residía en Antioquía, y a pesar de los esfuerzos de sus médicos, su vida se extinguía; pero entonces tuvo una visión en la que San Espiridón era convocado al palacio. Apenas éste llegó al lado de la cama del Emperador en compañía con su discípulo San Trifilio (12 junio), lo curó de su enfermedad carnal, y le hizo prometer que cuidaría la salud de su alma mediante la fidelidad a la enseñanza Ortodoxa y la misericordia hacia sus súbditos. Regresó a Chipre cargado con oro y riquezas de todo tipo, las que pronto distribuyó.
Estando ya por encima de las cosas mundanas, y con su mirada puesta en los Bienes Venideros, San Espiridón celebraba la Divina Liturgia y los oficios de la Iglesia como si ya estuviese ante el trono de Dios en compañía de los Ángeles y los Santos. Un día, mientras celebraba en una remota y poco frecuentada Iglesia, se volvió hacia la invisible congregación y dijo: ¡Paz a todos! y sus discípulos oyeron la respuesta, y con tu espíritu, de parte de una multitud de Ángeles que procedieron a acompañar la Divina Liturgia con sus melodías celestiales.
Al final de una larga vida vivida con la inefable compañía del Espíritu Santo, San Espiridón entregó su alma en paz a Dios el 12 de diciembre de 348, a la edad de setenta y ocho años, animando por última vez a los que lo rodeaban a seguir a Cristo cargando sobre sí su yugo que es suave y liviano (cf. Mt. 11: 29-30).
Su santo cuerpo se convirtió en una inagotable fuente de milagros y curaciones para los creyentes de Chipre hasta el siglo VII, cuando fue trasladado a Constantinopla para salvaguardarlo de la invasión árabe, descansando en la Catedral de Santa Sofía. Después que la ciudad cayó en poder de los turcos, sus preciosas reliquias fueron traslada-das secretamente a Corfú (1456), donde permanecen desde entonces, milagrosamente incorruptas. Numerosos milagros se han realizado a través suyo tanto para personas particulares como para toda la población, liberándolos de la epidemia del cólera y de la invasión extranjera, por lo que San Espiridón es considerado el principal protector de Corfú.
Nota:
* Teoforo, del griego "θεοφόρος", [Zeofóros], portador de Dios.
Apolitiquio Tono 1
Fuiste revelado como triunfador del Primer Concilio Ecuménico y como obrador de milagros, portador de Dios, nuestro Santo Padre Espiridon. Por esto llamaste en la tumba a una que se había muerto y convertiste una serpiente en oro; y al cantar tus santas oraciones, los Ángeles servían contigo, santísimo Padre. Gloria al Señor que te glorifico! Gloria a Él que te corono! Gloria al Señor que por medio de ti obra sanidades para todos!
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Un Gomer De Maná
No es tiempo de detener la obra de Dios. Al igual que Israel gozaba de habitar en sus casas mientras la Casa de Dios estaba desierta, las iglesias estamos demasiado cómodas teniendo nuestras actividades anuales y reuniones semanales que casi hemos olvidado el propósito por el que Dios nos deja aún en esta tierra. Casi ni notamos ya la sequía espiritual que nos aqueja, del mismo modo que Israel buscaba el fruto de la tierra sin obtenerlo.
Dios tuvo que despertar por medio de Su Palabra al pueblo para que meditara en sus caminos y pusiera sus manos a la obra. Inmediatamente después de que Dios les recuerda que está con ellos, su espíritu despierta y se ponen a trabajar. Del mismo modo, si no hemos despertado para continuar con la obra que Dios nos ha encomendado, que no es otra sino la de hacer discípulos, es porque no le hemos escuchado en Su Palabra.
Anhelo ver un avivamiento en España, en el mundo. Que despertemos a una, depongamos las diferencias entre creyentes a la luz de la Palabra de Dios, y nos pongamos a trabajar en unidad para el engrandecimiento de Su Reino. Oro por ello, orad también vosotros conmigo. Que Dios abra nuestros oídos a Su Palabra para que nuestros espíritus sean despertados y nuestras manos dedicadas a la obra. No es hora de detener más la obra de Dios. Examinemos nuestros caminos a la Luz de las Escrituras, purifiquemos nuestras obras y continuemos con lo que Dios nos ha encomendado. NADIE QUE ESCUCHA LA VOZ DE NUESTRO DIOS PUEDE QUEDAR INERTE
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Fides et ratio
No sé ni por dónde empezar
Eso de que el mexicano es guadalupano antes de ser mexicano… Es tan cierto y no por convicción sino por formación.
En el colegio (si se tuvo la oportunidad) se nos daban clases de religión al menos 4 horas a la semana, en la mañana se rezaba en latín, una vez al mes se oficiaba misa, había rosario, las monjitas te atendían en la cooperativa, había esculturas que daban miedo y de vez en cuando asistíamos a retiros. Todo un gran rito para formar tu cerebro de crío y que años después… A pesar de ser ateo o agnóstico todo quedará grabado en ti. Me resulta impresionante como se nos inculcan ciertas prácticas, ciertos rituales, como se inculca el miedo a tan temprana edad.
Luego pasa lo que a la mayoría… Te cuestionas y buscas respuestas, respuestas que buscas con los adultos pero que ni ellos mismos se las saben responder o muchas veces nunca se formularon la pregunta. Terminas por dejar tu iglesia, no de una forma física porque claro está que la madre mexicana es fuerte en sus convicciones.
Total que… No entiendes nada, toda práctica es un absurdo, uno se pregunta infinidad de cosas, de verdad… Muchas y sigue sin haber respuestas. Tratas de volver un poco, sólo un poco y como dijo el Papa Francisco según un relato de un sacerdote: “En mi parroquia hay algunos que pueden tomar la comunión desde la puerta… con la lengua que tienen llegan hasta el altar” Como iglesia sabemos lo asqueroso que puede ser, la hipocresía, los desvaríos, la poca coherencia… Es obvio, comprensible y hasta sano que uno se aleje de la Iglesia apenas entra, viendo qué clase de personas habitamos en ella… Pues simplemente prefieren seguir fuera que ir a algo peor.
Actualmente voy a mi iglesia con la fe desbordando pero viendo la hipocresía, la falta de educación, de formación, de convicción que hay en mis próximos.
Fue a mis 16 años cuando el padre nos dijo en misa: La homosexualidad es una aberración, eso no es natural, la familia, blablabla.
Yo ya no sabia a donde ir después de eso. Ni en mi iglesia que se supone es amor me aceptaban. Me fui.
Sin embargo, a pesar de ser una mujer llena de preguntas y de una vida algo difícil nunca dudé de Dios y no sé porqué, quizá se me inculcó muy bien su existencia, yo qué sé. Sólo lo olvidé un rato, lo dejé en algún rincón de la memoria.
Ahora bien… ¿Cómo yo… Siendo lo que fui, pensando y sabiendo lo que sé.. Cómo puedo creer en Dios y en la Iglesia católica?
No sé responder muy bien a ello.
Sé que un día corría por mi casa, era de esos momentos en que no corres por salud o por gusto, sino por dejar todo atrás, por desprenderte del dolor, por correr del problema. ¿Pero hacía dónde carajo estaba corriendo? Me detuve en uno de mis espacios favoritos, es un gran terreno que aún no está industrializado, es un lugar donde puedes sentirte todo y a la vez nada. Me detuve. Sólo vi al cielo y me acordé que existía Dios, fue en segundos, me acordé y me pasmé, este día no amerita testimonio religioso pero sí fijar el momento en que volví.
Se juzga a la Iglesia por tanto, por las violaciones, por las muertes, por la economía, por su historia, no sé cree en la existencia de Cristo pero sí se cree en la de Cleopatra, se juzga fuertemente a la Iglesia y merece eso y más. Como creyentes debemos escuchar a los que están fuera de nuestro campo de visión, de nuestra fe para poder mejorar poco a poco, claro que se debe juzgar a la Iglesia porque tornó uno de los peores caminos, se desprendió del verdadero porqué hace miles de años.
Comprendí una cosa estos meses que afirmé mi fe (o bueno, algo así-9). Si uno es religioso debe tener lo que el Papa Juan Pablo II (y que muchos otros dicen) escribió en su carta Fides et ratio, debemos tener fe y razón, ni mucho de una ni poco de la otra, un equilibrio. Comprendí que uno no puede andar por estos caminos si no se sienta a estudiar, no es cosa de ponerse nada más a balbucear un rosario, ni fingir escuchar misa cada domingo, portar una cruz, saberse la vida de los santos, seguir al Papa en Twitter, no, ninguna de esas cosas lleva a un camino espiritual, creo que la mayor parte de la Iglesia tiene personas que no estudian, personas que no tuvieron una buena educación o una formación que tuviera como base el amor, somos personas a las que se le impusieron una religión a la fuerza, desde la conquista hasta ahora, estamos jodidos y claro que se nos va a juzgar duramente porque no somos coherentes entre la palabra sagrada y nuestros actos mundanos. Sin embargo…me he topado con que la fe más hermosa y entera es de las personas más humildes, sencillas y sin estudios pero que son sabios de vida.
Mi mamá es una mujer super fregona y no porque sea mi mamá, bueno, sí. La cosa es que ella siempre procuró que yo entendiera el mundo desde diferentes perspectivas, estar en colegio para entender la clase alta, sacarme de ahí y meterme a una pública para entender todo tipo de estratos, cuestionar todo, a ella incluso , cuestionar la iglesia, estar inconforme y hacer algo, no perder el piso, dudar. Una de las cosas que más me repetía era que… la solución de México y del mundo era la educación, nada más.
Carajo. Educación.
No quiero y no llevaré una vida espiritual como todas ni todos en mi Iglesia, no, no quiero. La religión debe estar viva por lo tanto debe crecer, regenerarse, observar que está mal y que está bien. Debes poner de cabeza tu fe, tu iglesia y de esa forma sanarla, reponerla. He escuchado que les llaman católicos liberales, una tontería así.
Las personas han olvidado lo esencial en la vida, hemos perdido tanto.
Amo estudiar Biblia, el profesor es tan asfjlkhfd, que no sé si algún día yo pueda ser siquiera un poquito así de sabia, amo entender la ruptura que tuvo el hombre con Dios, amo dudar, amo hacer que el sacerdote no sepa que responderme, amo sentir tanto miedo y amor, duda, intriga, sequía, caer, gustar de otras religiones, gustar del ateísmo y de los agnósticos, entender porque la Biblia dice cosas tan raras, entender de donde vienen tantas palabras, todo se hace tan claro y se resuelven muchas cosas. Amo el budismo carajo, amo las lecturas del islam, la peculiar forma de seguimiento de los mormones, conocer antiguos Dioses. Mierda, como me caga que entre religiones se peleen.
Estudio, fe.
Ser creyente y joven es todo un pedo en este momento.
Porque mis contemporáneos ya no creen en Dios, porque estás loca si hablas con la nada, porque “no disfrutas de los placeres de la vida”, ¿De qué vida hablan? De tener sexo con el otro que con el tiempo te sentirás tan solo? Hemos perdido la capacidad de amarnos, de valorar nuestro cuerpo. Hemos perdido tanto.
Es saber que te juzgaran, que si te aceptan será respetándote pero suponen que estás mal, es no entender porque tuvieron que conquistarnos tan mal, es soportar que la Iglesia lastima, es un largo camino y lo disfruto.
Cuando uno está en su búsqueda, cuando uno quiere saber quién es y qué hace aquí…se topa con la pregunta de siglos: ¿Quién es Dios? ¿Qué tengo que ver yo con él? ¿Existe?
Curiosamente cuando uno se va encontrando se topa con Dios y cuando uno busca a Dios se encuentra a sí mismo, es algo que aún no logro explicar, te sientes distinto, te sientes rara porque nunca habías creído realmente en esas cosas estúpidas como antes las llamabas.
Entonces ….una sigue en este camino, pensando en un Dios, quitando mentiras, cuestionándose, reflexionando, siendo algo que el mundo está perdiendo…lo espiritual.
Una de mis oraciones favoritas es esta:
“Llego a ti señor, con humildad, a pedirte rebeldía.
Quiero vivir comprometido con la verdad.
No venderme por nadie ni ante nadie.
Resistir la tentación de buscar la felicidad externa
Y de admitir la paz, aunque sea en la injusticia.
Hazme un inconforme con el error, la injusticia y el odio.
Un insatisfecho con la farsa del mundo pero con deseo de trabajar con amor por mejorarlo.
Hazme un indómito de tu reino
Digno de oír tu palabra.”
¿Por qué hago esto? ¿Por qué escribo mis sinceridades aquí?
Quizá porque me escribo a mí, porque me gusta lo efímero, porque en algún punto todo escrito se lo tragará internet, porque no quedará huella de esto, porque vendrán cosas nuevas, porque escribirme es acurrucarme, muchas veces besarme, es escribirme. Porque aquí nadie me ha visto, que quizá me conozcan más pero quizá nadie camine conmigo esta vida.
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