#insomne martirio
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margeocar · 2 years ago
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La paz y la guerra,
el cielo y el infierno...
Todo en el torbellino oscuro de tu mirada...
Arde lo etéreo y trascendental
en la llama eterna de tu cabello ondulado
cuando el viento osa arremolinarlo
danzando lascivo con cada mechón.
Y me pierdo en el limbo de tu boca,
finos labios como hebras de plata,
preguntándome a qué saben tus besos,
a qué embriagante licor se asemejan
o si de miel están cubiertos,
dulce ansia,
intrigante tormento,
anhelo insomne y desvelado
entre realidad y sueño.
Te observo en silencio,
en susurros suspiro;
ufano comulgo
con las penas y el martirio
de saberte mujer ajena,
de saberte mi amor prohibido.
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fannyjemwong · 6 years ago
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UN POEMA DE MARCO MARTOS AL PORTUGUÉS
MARCO MARTOS·
Propercio compara a Cintia com o mar da tranquilidade
Voce vem das profundidades dos tempos,
lembras as montanhas da lua,
com sua luz ambarina da noite
distribuindo a serenidade.
Voce se move no mundo dos fatos,
levas os pergaminos, os papiros,
a todos os cantos do imperio,
voce é luz, sol, estrela, ouro,
agua do mar da tranquilidade.
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  SOBRE CÉSAR VALLEJO
POR MARCO MARTOS
En las primeras décadas del siglo XX en toda América Latina aparecieron movimientos literarios que eran los abanderados de una renovación, especialmente en la poesía. Los más conocidos e influyentes fueron el estridentismo en México con Maples Arce, el creacionismo en Chile que dirigía Vicente Huidobro, el ultraísmo en Argentina, capitaneado por Jorge Luis Borges, los poetas brasileños de la Semana de Arte Moderno en 1922. Y hubo en el el Perú, un poeta que él solo equivale a esos movimientos literarios: César Vallejo con su libro “Trilce”, también de 1922. En 1925 un poeta de Jauja, Clodoaldo Espinoza Bravo escribió “Vallejo hará escuela y será el vallejismo”. Y esas palabras, menos conocidas que las de Antenor Orrego, similares, fueron proféticas. Más allá de las modas, pasajeras como lo dice su propio nombre, Vallejo, con las marcas de esas modernidad que no ponía títulos a los poemas, que los numeraba, que intercalaban neologismos con arcaísmos, que incorporaba a la escritura fragmentos balbuceantes de la oralidad, logra, ya en esos años, una poesía honda, conmovedora, intensa, única que ha pasado casi cien años, durando sin marchitarse gracias al fervor de sucesivas generaciones de lectores y críticos, diseminados en todos los rincones del orbe en muchas lenguas. “Trilce” es un libro que divide en dos a la literatura española, en un antes y un después, como ocurre con “Tierra baldía” de Eliot en la lengua inglesa. Y marca el inicio de la sostenida poesía prodigiosa que escribió Vallejo hasta 1938, año de su muerte.
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OFIDIO POR MARCO MARTOS He soñado con una serpiente que moraba en una gran botella, una diosa congelada, con dos cabezas y dos lenguas punzantes, tenía el cuerpo blanco que lucía sus esplendores en esos vidrios trasparentes, moteada de verde y de negro, cuerpo de aceitunas en los vinagres. Venía mucha gente y le hacía reverencias a la diosa bicéfala. Pasaban los oficiantes con bandejas que lucían cirios encendidos y aceites perfumados. Las sacerdotisas recibían los saludos y el ofidio movía sus ojos diminutos, inquietantes. En el silencio de la noche, el brujo fumó sus tabacos, mezcló en la marmita, con mano diestra, los brebajes, y la pócima llamada soga de la muerte, ayahuasca, quedó lista para satisfacer a los cófrades. De nada más me acuerdo. Cuando desperté, encontré escrito este poema. La letra era mía y los temblores de cada línea.
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LA BÚSQUEDA
MARCO MARTOS
Parece que busca a una mujer
en todos los municipios de Medellín,
en Caldas, en Envigado, en Sabaneta,
sabe que aquí está la dama de sus sueños,
pero tiene rostro impreciso, entre tantas brumas.
El temor lo invade, tal vez no pueda reconocerla,
tantas bailan cumbia y tienen acento colombiano.
La tarea es inmensa, puede demorar años.
Tal vez sea una científica, bióloga, matemática,
¡Dios sabe! ¡Y nadie puede ayudarlo!
Ahora está en el Parque Berríos,rodeado
de las desconcertantes esculturas de Fernando Botero.
Aparece una muchacha delgada, de insolente belleza.
¿Será ella? ¿Será ella?
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    EL MILAGRO DEL GATO NEGRO POR MARCO MARTOS·
Casi habla mientras maúlla
ese gato negro que pulula
por las estancias, cuando me espía,
agazapado, en el orgánico vestíbulo,
una selva de objetos raros,
de sillas de mimbre y de plantas,
en la casa de los principios,
allá lejos, entre mamparas y lámparas.
En la boca trae hojas de eucalipto
y se desliza suavemente
por el piso de madera de cedro
y ¡oh milagro! enciende la chimenea
con sus ojos que son carbones
en la tibia noche lóbrega.
En todos los espacios se difumina
un olor a bosque, a humus de la tierra, a lavanda.
Arquea entonces el lomo oscuro y se frota
con afecto animal en mis largas piernas,
sorprendidas, muy sorprendidas y espantadas.
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  DESPEDIDA DE SERGUEI ESENIN LENINGRADO,HOTEL INGLATERRA, NAVIDAD DE 1925
Suena el acordeón. Parte a la fiesta.
Muchachos se deslizan entre pobos.
Campesinas preparan sus arrobos.
En las nubes la luna sube enhiesta.
Lúgubre, con su ropa bien medida,
Esenin siente música lejana
solo con la cabeza que desgana
en encontrar un verso despedida.
Sobrevivir no es importante, dice,
morir tampoco. Sangre, tinta roja,
se quedan en la cenefa que ya puebla
el opimo banquete que desdice
el triunfo de la vida que lo aloja
mientras lo roe el humo de la niebla.
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CARTUJO, LOS LUNES POR MARCO MARTOS
Te pedimos que seas un cartujo,
muy moderado potro de la pampa,
tu palabra nos llueve, nunca escampa,
no hay materia ni dioses sin tu influjo.
Ser tan amigos tuyos es un lujo,
buscamos escaleras y la rampa
para llegar tan alto sin la trampa:
ganar tu voluntad con un orujo.
Te pedimos que seas lo que quieras:
prior de los monjes fuertes de cantina,
esos de pinta fina de gomina
que van a la biblioteca o a las eras.
Solo los días lunes los cartujos
mucho hablan y nos dicen sus embrujos.
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    CARTA MORAL A LUCILIO. ESCRIBE SÉNECA. (40 D C.)POR MARCO MARTOS
Solitario y débil
el buey viejo
quiere pasto tierno
y los hombres,
no muy diferentes,
somos alimento
diario de la muerte.
Nuestros cocineros
circulando entre los fuegos
preparan manjares para muchos
y los labriegos en Sicilia
y en África, y acaso más allá
del mar de las tinieblas, siembran
hierbas aromáticas, hortalizas y frutales
para alimentar a Roma y a las ciudades
de los cuatro confines
en cada uno de los imperios.
Cada quien defiende con los dientes
su verdad en el foro.
Con discursos y denuestos
los antagonistas se acompañan.
La mujer discute con el marido.
Ambos escuchan el eco
de dos voces y como eso no les basta,
engendran al hijo entre sollozos.
Condición del hombre es estar solo,
vivir lo breve en la incertidumbre.
En cualquier cosa que hagas,
Lucilio, pon tus ojos en la muerte.
Consérvate bueno.
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EL ABISMO POR MARCO MARTOS Si caminas por las calles de Schorndorf con los cabellos mojados, corres el inmenso peligro de quedarte congelado en los principios de año, cuando celebras con tu uniforme de cosaco la llegada de la nieve en medio de la algarabía de los niños que hacen sus muñecos de hielo. Y si te descuidas un poco más y sales sin abrigo, con tus alardes, puedes terminar en una clínica respirando con un balón de oxígeno, pasando de lo sano a lo enfermo en un abrir y cerrar de ojos. Caminas hacia el abismo y el abismo te desea, eres su alimento, el más anhelado, si tú no hubieras nacido, el abismo nada fuera, existe porque lo han creado los seres humanos con su conciencia de ser lo casi perfecto y acabado. Pero el abismo te abraza mejor que una novia feliz el día de su boda. De nada te sirve protegerte, guardar tus cuidados. Cada día que pasa te vas acercando. Abajo, en lo más profundo, está Martín, el que lo ha dicho y diseñado.
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EL PUENTE DE LA INFANCIA
POR MARCO MARTOS·
Hubo un puente que se lo llevó el río
en una de las avenidas del verano.
Fue el año del señor de 1894,
cuando se volvieron verdes los candentes arenales.
Ignacio Merino, el pintor famoso, en París
había acumulado muchos francos. Amenguó
su riqueza, sus grandes billetes, su oro en barras,
y mandó a hacer el puente de duro metal rojo.
Ese fue el puente de mi infancia
en el corazón del siglo XX.
Tenía bancas de metal y de madera,
y en las noches del estío despejadas,
la luna espléndida se detenía en lo alto
bendiciendo a los amantes
que iban inventando el amor eterno.
Todo era lento en ese puente, los viandantes,
que iban y venían de Tacalá a San Miguel de Piura,
el paso de las estaciones que se parecían,
los gritos de los niños inacabables,
la tempestad de la noche con sus grillos.
Todavía el Río Bar permanece calladito,
con sus luces verdes en las madrugadas.
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  HORMIGAS
POR MARCO MARTOS·
Las hormigas están siempre de fiesta,
todos los días, en casa de los enemigos
que las quieren matar.
Tienen hambre, mucha hambre,
y roban mantequilla, azúcar, carne,
cómo les gusta el cuerpo de los grillos,
de los negros escarabajos, de las cucarachas.
Levantan sus laberintos, sus despensas,
las c��maras para las reinas que todo lo merecen.
Nunca ceden al cansancio, ni tienen orgullo individual.
Trabajan para el hormiguero, para los zánganos
que esperan el otoño para emprender
junto con las reinas el soñado vuelo nupcial.
Las hormigas disfrutan yendo y viniendo,
las reinas se van poniendo cada día más bellas
y los machos esperan la muerte,
porque esa es su alegría, besar y acabar.
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  LÁNGUIDO LICOR
POR MARCO MARTOS·
Está César Vallejo Mendoza sentado en un recoveco de la biblioteca,
un lánguido licor lo acompaña, oscuro, áspera fuente del saber.
A su lado Omar Jayyam escancia los ríos de la vid. Guardan silencio los amigos
y súbito empiezan a parlotear. Los gobiernos de los emires son iguales
dice Jayyam y Vallejo replica: dudo, con Descartes dudo, es mi profesión.
Pongámonos de acuerdo en algo musita el persa: la vida pasa y luego nada queda,
absolutamente nada, ni un grano de la arena del desierto. Así es, o así
nos parece que es, admite Vallejo, pero la vida continúa y los testigos
de un tiempo preciso no la vemos. Sí, conviene Jayyam, la vida
se contiene en las esencias que duran poco, pero son eternas,
como la belleza sacrosanta de la mujer. Es verdad dice Vallejo
y se queda moviendo la cabeza, resistiéndose a dormir.
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NAUSÍCAA
POR MARCO MARTOS·
Tu vienes de las arenas de Homero
y trajiste a nuestras vidas la maravilla.
Te soñé entre el agua verde y cana
y las rocas de la playa,
cuando la aurora de rosáceos dedos
empieza a iluminar la vida de los hombres,
y así permaneces en los ojos
como la llama de la esperanza
que no cede al sufrimiento
y que crece y se multiplica
en el amor de los otros.
Verte me alegra tanto
que me quedo mudo
y te bendigo y hay agua y sal
en mi cara y arena de Homero
que se mezcla en mis papeles.
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MUERTE DE NÉSTOR
POR MARCO MARTOS·
  Se ha ido Néstor.
No hace mucho también se fueron Leoncio y Roberto.
A los tres los recuerdo llevándonos a los churres
a correr como locos por el cauce del río seco,
al tiempo que nos decían por vez primera
el sagrado nombre de las cosas:
sapo, lagartija, chilalo, algarrobo.
Más tarde Néstor me enseñó a leer.
Inventaba para mí los más hermosos cuentos.
Por él imagino a Piura, su ciudad, mi ciudad,
viajando en alfombra voladora.
En las tardes del estío, bajo el sol de fuego,
mi rey vencía al suyo, solo porque él quería.
Fue bueno, como el padre de cualquiera.
Fue bueno. La gente lo sentía.
Y tú mi pequeñín,
mañana cuando crezcas,
ojalá pienses de mí
lo que pienso de tu abuelo.
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  EL CAMINO DE LA NIEVE
POR MARCO MARTOS
El camino de la nieve
El camino de la nieve ¿adónde me llevará?
Imagino una casa de madera,
un fuego moderado y una taza de café.
Pero sobre todo, me encantaría,
Nausícaa, hablar contigo
como lo hacíamos antaño
bajo el árbol de jacarandá.
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  Marco Martos
Poema de “El libro de animales” que, editado por Cátedra Vallejo Zuzú, la onza Te vi con tus pasos de terciopelo de onza, deslizándote silenciosa en el empedrado, yendo de grupo en grupo, levantando sonrisas entre todos los animales que no sabían que existen hembras tan finas, preciosas, delicadas, que son el extremo de la belleza en el bosque. En las ciudades es más raro ver onzas de piel moteada, y observarte, por lo tanto, sonriente entre los hombres. Pero tú hablas y tu voz es tan precisa que parece dicha por una actriz en un gran teatro. Entonces los muchachos te hacen zalemas y estallan los aplausos a tu paso. Los más audaces te entregan ramos de rosas rojas que tu amplia sonrisa agradece. Tú has nacido para traer alegría a la gente, estando en algún patio o escenario preciso, necesitas apenas hablar para llenar los silencios de la ternura que nace de tu hermosura. Quien te vio un día a fines de un verano, te sigue viendo y admirando en todas las estaciones.
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LA BAHÍA DE ILO POR MARCO MARTOS
  Pasaría todos los días de mi vida
contemplando la bahía de Ilo,
en el sur del Perú, descubriendo bondades.
Hay un momento intenso en la mañana:
el cielo se apelmaza con el mar en una divina cópula
y se distinguen dos azules de maravilla debajo
de una montaña de luz que alegra los corazones
y las almas de las mujeres y de los hombres.
Peregrino de tantos mundos bendigo la belleza
de estas aguas tranquilas de ribazos y oquedades.
  POEMAS DE MARCO MARTOS UN POEMA DE MARCO MARTOS AL PORTUGUÉS MARCO MARTOS· Propercio compara a Cintia com o mar da tranquilidade…
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desdequetespero · 7 years ago
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Mi alma
Pueril debilidad de mi alma, este corsé de recuerdos es perverso, es tenaz. Amordaza y constringe todas esas emociones. ¡Ay, profundos dolores me acompañan! Cuan triste es la batalla del guerrero sin arma, del arcabuz sin munición. Cómo me apuñala la memoria hasta lo más profundo. ¿Acaso un mortal merece tal martirio? Huid días, huid os digo, no quiero pararme aqui, que no soluciono nada. ¡Mente, para de hablarme, para de susurrarme palabras en extraños lenguajes! La locura del Hidalgo, la locura del insomne, la locura del amador, la locura del hombre enamorado!
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El poder de la daga - Capitulo 4
"He vuelto"
Por mucho que intentará dormir solo podía girar sobre si horizontalmente, acomodar las almohadas y tratar de mantener la calma para no gritar histéricamente de frustración. Desde aquel "Eso", todo lo que había conseguido era desorden. Finalmente, se había dado la vuelta dejando a Emma sin respuestas y sin nada que decir. La había llamado suavemente una vez, pero ¿qué iba a decirle? Todo era igual de confuso para ella así que se quedó en silencio aun cuando la rubia insistió diciendo su nombre una vez más. El resultado ante su mudez fue un suspiro de la rubia y el resto del silencio de la noche. Y por más que deseaba con urgencia dormirse y no pensar en nada no encontraba forma alguna de conseguirlo. Seguía dándole vueltas a las cosas sin importar cuánto se negará a pensarlo. ¿Por qué todo se había vuelto tan extraño de repente? ¿Qué quería decir todo aquello? ¿Qué ambas tenían algún tipo de sentimiento reprimido que la daga sin querer había logrado despertar? No, no, no, no. No y no. "Es imposible, esto es casual, un simple error, un desliz", se dijo sintiendo que esas palabras la traicionaban como si cualquier excusa fuera insuficiente. Dio una vuelta más en la cama ignorante de cuantas había dado ya y de cuantas veces había estado tentada de sentarse en la cama, encarar a Emma y aclarar esto de una vez.
"Y si tuviera algún sentimiento por ella ¿qué clase sería?", esa frase se le había cruzado por la insomne consciencia algo así como demasiadas veces desde que estaba en la cama. ¿Qué sentía por Emma? No podía determinarlo con precisión. Es decir, la odió cuando apareció en Storybrooke dispuesta a romper su perfecta y aburrida vida, la odió cuando su hijo la rechazaba por su culpa, la odió cuando trajo de regreso a Marian, cuando le arrebató aquel posible final feliz. La verdad es que no la odiaba. A este punto, solo la había odiado por esos mínimos momentos, pero luego había aprendido a excusar sus acciones o a valorar aquellas cosas que hacía por ella por sobre cualquier otra. Como salvarla de convertirse en el Ser Oscuro. No había pensado mucho en ello desde que llegaron; pero Emma había ofrecido su vida y todo lo que tenía por ella. Había sido su salvadora y le había otorgado la capacidad de ser una nueva persona con ese sacrificio. De intercambiar los papeles por una vez. No la odiaba, no la detestaba a pesar de su frustrante personalidad y de que resultaba tan impredecible como incontrolable. Y a Regina no le gustaba perder el control. Como ahora. Que descontroladamente quería explicaciones que no se podía dar. "Al demonio, necesito saber", pensó mientras se sentaba en la cama automáticamente.
-Señorita Sw…
Se quedó en silencio al notar como estaba sola en la habitación. Emma se había marchado en alguna de sus tantas idas y venidas. Vaya. ¿Qué era esa sensación repentina? Decepción. Un martirio que cruzaba por su estómago. Se dejó caer suspirando. Quería hablar con Emma pero llamarla la hacía sentirse vulnerable y no deseaba sentir nada más por hoy. "Podría haberme resistido". ¿Por qué Emma había estado tan dispuesta a confesarse con ella? ¿Por qué no mejor dejarlo para ella misma? Quizás para conseguir incomodarla hasta el punto de no poder dormir. Esto no tenía sentido. Sentía que debía castigar a Emma por no dejarla descansar, por martirizarla con confesiones ambiguas, por haberla molestado todo el día con bromas de mal gusto y susurros incomprensibles. Si no se había podido resistir quería decir que la había torturado al menos por unos momentos. Tal vez debía dejar de ser tan comedida y jugar con la rubia un poco. Al fin y al cabo ella tenía la daga, y la daga le daba el poder de iniciar, de frenar y de 'resetear' cualquier estúpida situación que surgiese.
Sopesó contra la almohada el equilibrio entre lo que iba a sufrir ella y lo que iba a torturar a Emma, y el saldo le pareció a su favor. Puede que tuviera que escucharla todo el día siguiente, pero al menos se quedaría saciada de verla incomoda y, quizás, incluso conseguía una respuesta y lograba dormir algo.
Acarició el frío metal de la daga que descansaba bajo su cabeza. ¿Debía o no? Claro que no debía, pero quería. Observó las agujas de su reloj que aún se mantenía en ritmo sin tener problemas con la falta de tecnología del bosque encantado. Eran las 12 de la noche. Hasta la 5 nadie estaría de pie así que no había peligro de que entraran en la habitación. Era lo que tenía Camelot despertaba con el sol y se dormía con la luna, tampoco había mucho que hacer iluminados por velas o candelabros. Sacudió la cabeza. Solo iba a torturar un poco a Emma, como mucho tomaría 30 minutos y tampoco habría nada irregular que descubrir si alguien llegaba repentinamente, ¿no?
-Aquí vamos – susurró tomando la daga y soltando el aire que tenía contenido – Emma… abrázame… - dijo en un murmullo suave y se mantuvo recostada pero expectante a cualquier sonido.
No hubo ninguna señal de transformación en el silencio. Incluso Regina pensó que tal vez lo había susurrado tanto bajo que Emma no había escuchado, pero entonces en la habitación de al lado el suelo emitió un chasquido. Un leve crujido seguido de otro y de otro. El movimiento de unos pies descalzos que a medida que aumentaban en volumen señalaban que alguien estaba acercándose. "Emma", pensó Regina y recordó cuando un rato antes le había gritado previo de esconderse entre la ropa de cama que la próxima vez se resistiera. "¿Lo hará? ¿Se resistirá?". La puerta se abrió con un leve chirrido y los pasos avanzaron más rápido. La respiración de Emma se sentía mucho más fuerte que sus pasos, como si le faltará el aire y luchará por respirar.
-¿Regina? – llamó muy suavemente, pero la morena se quedó en silencio como si no hubiera escuchado nada – mierda… - se sentó al borde de la cama dando un gruñido - ¿por qué me haces esto? No deberías jugar así conmigo – por un momento Regina creyó que la rubia sabía que estaba despierta, pero inmediato la oyó decir - ¿cómo demonios voy a resistirme a abrazarte cuando estás tan hermosa dormida?
Vale. Una alarma se encendió en la mente de Regina. Este es el momento de girarse y decir "lo ves, no puedes resistirte a mí". Lo pensó y le pareció que de repente todo aquello había perdido la gracia. No podía. Ahora todo sería abiertamente incómodo. Además, estaba el hecho de que su cuerpo la forzaba a esperar el abrazo. Esperarlo y luego revelarle a Emma que estaba despierta y que todo era una broma. Sí, porque podría. ¿verdad? Se quedó quieta tratando de no acelerar su respiración más de lo necesario, pero su traidor cuerpo tembló cuando Emma se acostó a su lado todo lo larga que era. Aunque no podía verla sabía que ahora estaba mirando el techo y sosteniendo sus manos sobre su estómago. Como si las estuviera conteniendo. Estaba sufriendo por no poder resistirse. Su respiración la delataba. "Diablos, ya no quiero hacer esto". Pero tampoco se veía capaz de detenerlo. ¿Y si dejaba que Emma la abracé y luego permanecía así unos minutos? Podría despertar y acabar con eso. Tal vez Emma la castigará con insinuaciones, pero ya no quería burlarse de ella. Había jugado con fuego y lo que el fuego reveló la estaba quemando.
Emma suspiró y se giró sobre sí misma colocándose a un palmo de la morena. Pudo oírla tragar saliva antes de deslizar sus abrazos alrededor de su cintura y ceñirla con fuerza. Regina reprimió un gemido y el corazón se le aceler��. Era demasiado. Ese abrazo era demasiado para su cordura. Había un vestigio de placer en sus cuerpos tan cercanos, en la calidez de la proximidad, algo que nunca había experimentado ni en este reino, ni en ningún otro. Una clave intima, algo oculto en esa sensación. Su columna vertebral tiritó cuando el aliento de Emma se pegó a su nuca como un suave látigo. Y el corazón le bombeó enfermo de furor. Acusador.
-¿Hace cuánto estás despierta? – la voz de Emma la despertó en medio de un río emocional.
-Nunca estuve dormida – confesó con cautela.
-Algo sospeché cuando me recosté – Emma sonaba tranquila pero su respiración se oía como una erupción incontenible - ¿por qué?
-Quería castigarte – agregó encogiéndose de hombros mientras involuntariamente entrelazaba los dedos con los de Emma – quería jugar contigo como lo hiciste conmigo todo el día…
-¿Conseguiste lo que querías? - le preguntó ciñendo más su cintura.
-Fracasé – le respondió cerrando los ojos cuando Emma reposó su barbilla contra su hombro apoyando su mejilla contra la suya – fracasé completamente, Señorita Swan…
-¿Estás segura? – insistió Emma – diría que hace mucho no me sentía tan atormentada.
-Puede – agregó en un susurro – el problema es que esto es una especie extraña de martirio para mí también… ya no tiene gracia…
Emma dejo escapar una tenue risa – lo sé…
-Al menos tú tienes una excusa – expuso Regina con la voz quebrada – el poder de la daga – suspiró quedamente - ¿cuál es la mía?
La rubia se mantuvo en silencio mientras reflexionaba - ¿una broma que salió mal? – dijo finalmente.
-Ya… claro – espetó sarcásticamente Regina – y por eso continuamos abrazadas y yo estoy acariciando tus manos, ¿verdad? Por una broma que se fue al traste…
-No lo había notado – dijo Emma y agregó – excepto por la tibieza fuera de lo normal en mi pecho – Regina frunció el ceño ante esas palabras – es bueno saber que eres tú quien la causa.
-¿Por qué? – Indagó la morena - ¿por qué insiste en decirme esas cosas Señorita Swan? – Inquirió con frustración – es desconcertante y ¡por Dios! Como siga diciéndolas no dormiré jamás en mi vida, jamás – soltó una risilla inquieta y algo angustiada.
-Bueno, yo no puedo dormir nunca o casi nunca, así que siempre puedes hacerme compañía en mi eterno insomnio – declaró tratando de relajarse.
Algo llamo la atención de Regina - ¿casi nunca? – sondeó con interés - ¿ha logrado dormir últimamente, Señorita Swan?
-Solo ayer por la noche – confesó la salvadora – sosteniéndote contra mí…
Todas las neuronas de la morena iniciaron una desconexión masiva. Fue como si quedará como un lienzo en blanco. Quizás Emma también sentía tantas cosas extrañas en su cuerpo y en su mente. Quizás su corazón también latiera agudo y apurado hasta el punto de dejarla sorda.
-¿Qué está sucediendo? – su voz salió a duras penas, tan bajo que Emma la escuchó porqué estaba pegada a su cuerpo.
-Ojalá lo supiera, llevo horas en mi cuarto preguntándome porqué deseaba con tantas ganas que usaras la maldita daga y me obligarás a arrastrarme hasta aquí y abrazarte otra vez – reveló dulcemente.
-¿Sabías que te lo pediría?
Emma se rio suavemente – no lo sabía, he dicho que lo deseaba – comentó acariciando la mejilla de Regina con su nariz – lo necesitaba tanto que no podía dejar de dar vueltas por el cuarto y hasta pensé en venir, abrazarte y decir que habías sido tú la que me había llamado… – dejo la frase en el aire con un final abierto y mudo.
-Bueno, dado lo que acabo de hacer igual lo merecía – contestó la morena y dejo que el silencio se apoderará del momento por completo, relajándose todo lo que podía en el abrazo de Emma, pero sin lograr zafarse de esa sensación abrumadora que la ahogaba – no entiendo lo que sucede…
-Quizás deberíamos dejar que suceda y no tratar de controlarlo – dijo Emma con ternura dándole una caricia reconfortante.
-Soy la Reina Malvada – contestó Regina – no puedes pedirme eso.
Emma se rio y Regina la acompañó con una sonrisa mientras la oía – cierto, señora elucubradora de finales malvados – le hizo cosquillas en la cintura – esto debe estar matándote, ¿verdad?
Regina se sacudió y rio suavemente - ¿a ti no acaso?
-A mí más – objetó Emma.
-Ya… - Regina suspiró – no puedo entenderlo o no sé si quiero – le confesó hundiendo la cara en la almohada – me da miedo pensar en lo que significa.
-Tal vez no deberíamos pensar…
-¿Ah, no? – contestó Regina girándose para ver a Emma por primera vez y notando algo diferente en su semblante, notándola de repente extremadamente bella - ¿qué deberíamos hacer según tú?
Emma se perdió en los labios de Regina un momento, fue dividiendo su mirada entre los labios y los ojos de la reina malvada antes de tragar saliva – no lo sé… ¿besarnos? – lo soltó como si no fuera nada, como si fuera la acción más evidente, el siguiente paso por naturaleza.
-¿Qué? – dijo la morena - ¿has perdido la cabeza?
-Si – contestó Emma – hace algún tiempo que he perdido la razón, la capacidad de pensar en otra cosa que no seas tú, la concentración – se humedeció los labios- solo puedo pensar en que ahora mismo quiero darte un beso.
La respuesta de Regina que amenazaba con ser sarcástica se le atragantó desde el segundo dos y no le dejo respirar hasta que la boca de Emma brilló en la leve oscuridad, tentadora. "Maldita y tentadora Swan", pensó pero no dijo lo dijo. Apenas se inclinó desesperadamente y rozó los labios de la salvadora. Un roce tímido pero tangible. Una vez, dos veces. Hasta que perdió la cuenta en un beso que no se atrevió a esperar y que fue completamente correspondido. Un beso que la hizo olvidar por completo que era la reina malvada y que estaba besando a la salvadora.
En la plaza principal de Camelot, las ramas de un árbol tan antiguo como el reino se estremecieron con potencia mientas una maldición se rompía por acción de un beso de amor verdadero, un beso del único amor verdadero que siempre estuvo destinado a romperla. Un poderoso mago bostezó despertando de su cárcel y observó la luna. "He vuelto".
Saludos jóvenes, gracias por seguir la historia. Mi twitter es V_Swing por si alguien quiere consultarme o insultarme por cualquier cosa. 
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