¿Amor o amistad? Parte 31
Habían pasado finalmente los tres meses de castigo y por la benevolencia de Asgore de convencer a su científico de dejarlos volver a su anterior ritmo, se decidió que todos tendrían la tarjeta de acceso ilimitado al área de descanso, además de no volver a pisar el sector de mantenimiento del núcleo a menos que fuera una emergencia y un horario flexible, pero claro que Gaster no olvido decirles que a cambio la capitana de la guardia real tendría el honor de entrenarlos físicamente cuando él lo decidiera. Estuvieron a punto de pedir los otros tres meses de castigo, pero ninguno tenía el mental para poder decir eso o aguantarlos realmente, solo querían poder reír, charlar y descansar cuando acabaran sus trabajos sin un límite de tiempo.
Gaster realmente no esperaba nada de ellos, pero al menos esos meses de trabajo extra les darían un indicio de que no debían hablar estupideces en el ámbito laboral, ya fueran de él o de cualquier monstruo de la instalación.
Y que dios los reciba confesados si los descubre hablando mal del rey.
—Ugh… —se quejó por lo bajo.
Había estado casi toda la última semana en el sótano, solo autorizando de forma pública a Alphys para bajar a llevarle informes o cualquier cosa que pidiera, extraer la magia de las almas era la parte fácil del trabajo, la difícil era hacer que duraran en él; había estado probando, luego de muchos cálculos, que dosis de magia podría ser bueno para iniciar, pero a diferencia de Undyne, estaba probando sin el componente clave que era la determinación. Si bien cada alma tenía un rasgo muy bien definido, todas tenían un porcentaje medianamente parecido de determinación, que era lo que las mantenía con magia constante y no las hacía romperse como las almas de monstruo.
Consiguió separar aquella inestable composición, pero los rasgos mágicos puros no se mantenían por mucho tiempo y se diluían en su propia magia una vez insertados en su alma, desapareciendo unas pocas horas después. Por lo menos podía decir que no había efectos secundarios visibles.
Observó los cambios en su alma de forma constante, monitoreando cada pequeña e insignificante alteración con suma atención y cautela, pero los resultados eran similares unos con otros, con la única diferencia de que, dependiendo el rasgo, la habilidad cambiaba drásticamente, la particularidad de Undyne con sus lanzas inversas no podía usarla, pero si podía lanzar proyectiles pequeños y dañinos, lo que sí parecía ser un patrón era la magia verde, que no solo servía para potenciar la curación si no que plantaba en el lugar a quien tuviera en frente.
Las amalgamas habían accedido a las pruebas, más que nada porque no podían morir y Gaster no tenía intención de hacerles algún daño intencional, siempre estaba la posibilidad de un accidente, pero al menos podría sanarlos si eso ocurría.
—D-Doctor.
—¿Uh? Alphys, es algo temprano para la hora de la cena.
—D-De hecho, no, e-es bastante tarde.
—Es de noche, ¿verdad?
—B-Bastante, y-ya todos se retiraron, a-además los informes…
—Oh, mierda.
Se dio con la mano en la cara antes de recoger todo y acomodarlo, si, ya tenía el informe desde la mañana, más eso solo hizo que se confiara con el horario, seguramente Asgore estaría preocupado por si paso algo malo y era un peligro que él viniera al laboratorio ya que absolutamente nadie podía prohibirle al rey bajar al sótano.
No era un riesgo que estuviera dispuesto a correr.
—¿N-Necesita ayuda d-doctor?
—No, tengo la mayor parte y en cuanto a la magia de las almas, esta lo bastante fresco como para decirlo… —acomodó el papeleo —encárgate de su cena, es una sorpresa que no me merodearan por el hambre.
—¡A-A la orden!
Justo antes de irse cerró con llave el lugar donde residían las almas, podría ser un peligro dejar eso al alcance de las amalgamas. O de Alphys.
Preparó todo y salió del laboratorio, pasando por el núcleo con cierta prisa, más cuando llego al inicio de New Home, optó por usar un atajo largo, solo por precaución, las veces que iba solía haber gente, testigos, pero por el horario en el que iba ahora, podría decirse que tenía una paranoica sensación de inseguridad.
—¿Majestad? —tocó la puerta del castillo.
Dio un ligero salto cuando la puerta se abrió de golpe para luego jalarlo dentro, Asgore lo veía de arriba abajo, asegurándose que todo estuviera bien.
—¿Paso algo? ¿Estás bien?
—No quería preocuparte Asgore, solo se me fue la hora… —suspira por lo bajo —el sótano no tiene las luces adaptables así que no me di cuenta de que ya era de noche.
—Ah… —respiro aliviado —pensé que algo iba mal —le tomó suave del mentón, mirando de nuevo.
—Por favor respire tranquilo, solo ha sido un retraso, le diré a mi asistente que me llame a la hora de los informes, intentare que no se repita.
—Oh, la pequeña Alphys, bueno, confías mucho en ella.
—Si… a veces demasiado. —Murmuró por lo bajo.
—¿Qué?
—No, nada.
Una vez que Asgore se aseguró, por tercera vez, que su científico estaba en una pieza, pasaron a la parte del fondo a tomar un poco de té, claro que Gaster no iba a decirle que no había cenado, y quizá como efecto secundario, no tenía el más mínimo apetito después de estar mezclando diferentes cantidades de magia directamente en su alma, por más mal que sonara eso. Quizá indirectamente había encontrado una forma de alimentación, aunque dudaba que otros pudieran usar esa forma.
—¿Ha habido algún avance?
—¿Ah? Oh, no muchos, solo puedo tener ataques sorpresivos, no duran mucho, un par de minutos.
—¿Hay algún efecto secundario?
—No hasta el momento.
Al menos no uno notorio.
La charla giro en torno sobre todo a ello, quizá, con el debido cuidado, podría mantener la magia humana viva sin determinación en algún contenedor similar al de las almas y usarlo solo cuando hubiera un combate con un humano, pero eso significaría un riesgo dependiendo que tipo de monstruo lo usara, por el momento, solo un monstruo jefe no parecía tener un mal efecto, o quizá porque era un esqueleto. Gaster solo se deshizo de la idea de comprobar si era por esta segunda opción, ya que no quería involucrar a sus hijos en experimentos, no más de lo que ya había hecho con la investigación de los blasters.
Esto era otro nivel de irresponsabilidad paterna que no quería cruzar.
Luego de ver que todo estaba en orden, el esqueleto se despidió del rey, solo con algo de cariño, tal vez algo más intenso que un simple beso de despedida, realmente una gran parte de él quería quedarse después de estar un par de semanas lejos, más sabía que no era una opción hasta que los rumores sobre él se apaciguaran, o si tenían suerte algo más captaría la atención de los monstruos; momentos como ese eran los que maldecía que ese estúpido robot no fuera más popular para hacer que la gente se entretuviera con su sobrevalorada actuación.
Asgore ya le había aclarado que no tenía problemas en esperar a sus celos, curiosamente si bien tenía un apetito sexual bastante alto era saludable, lo que hacía que pudiera controlarlo sin percances, ya lo había hecho por mucho tiempo; ahora, si bien él estaba completamente tranquilo, el estrés y el deseo del esqueleto no lo llevaba con la misma suerte, Gaster estaba demasiado confiado en que podría mantenerse tranquilo, incluso ocupando su mente en solo trabajar como siempre lo había hecho, sonaba como algo plausible para mantenerse bajo control.
Cuando pasaron casi otros dos meses, ya no estaba tan seguro de sí mismo.
De tanto en tanto, se descubría a sí mismo mirando demasiado la caja de juguetes, con sus piernas demasiado inquietas o con su cuerpo apareciendo en momentos en los que divagaba, incluso debía tener cuidado de que esto no ocurriera mientras estuviera fuera de su oficina, lo cual estaba empezando a ser un poco, quizá excesivamente, más difícil de lo que él esperaba, después de todo, él mismo se había puesto en ese mal hábito al exigirse demasiado cuando se preparaba para el celo de Asgore, aparte de algún que otro "repaso" incluso estando en pareja.
No quería admitirlo, pero quizá la búsqueda del placer físico actualmente era mucho más fuerte de lo que podía controlar.
Había llegado al punto de que era notorio a simple vista que estaba algo más que solo estresado, no tuvo ni que escucharlo a escondidas, directamente Monster Girl lo apartó gentilmente un momento cuando llego al laboratorio y le pregunto con discreción si todo estaba bien en su vida privada ya que lo veía bastante frustrado, prefirió no contestar sobre ello, más su reacción obviamente delato que no estaba pasándolo bien, hasta el punto de que incluso le dijo que ella podría tomar horas extras preparando sus informes para que pudiera tomarse un día libre aparte.
Declino la oferta de forma amable, muerto de vergüenza por dentro.
"Dios, contrólate, el celo de su majestad es a inicio del verano, solo tengo que… aguantar." Se regaño a sí mismo, como si eso sirviera de algo.
Se dio unas firmes palmadas en los lados de la cara para espabilar, aun con las distracciones, había conseguido algunos avances con la magia humana, podía mantener una cantidad razonable fuera de las almas, manteniendo la unión de la determinación a ellos y cuando llegara el momento separarlos como agua y aceite, dando una magia limpia, pero de poca duración.
Sin embargo, esto no era suficiente, la magia solo duraba unos pocos minutos de combate, al menos con él, que probó los blasters con Sans, con una duración de casi ocho minutos, más cuando pasaba ese tiempo, empezaba a drenar su magia y prácticamente podía terminar noqueado por ello o caer dormido si no se daba cuenta a tiempo de lo que ocurría.
Observó uno de los recipientes más estables de magia, el rasgo de perseverancia que le daba una especie de veneno karmico, había descubierto que con aquellos que no tenían ningún pecado subiendo por su espalda, no recibía ninguna clase de daño, Papyrus no pudo contenerse a probar que hacían los huesos morados y para él fue una decepción que no hicieran "nada", más cuando él toco su propio ataque, recibió daño constante, se sintió como una quemadura que llegaba a su alma, además de una terrible sensación de culpa.
Fue obvio deducir que pasaba ahí.
Meditó un momento, el efecto podría no durar mucho sin el anclaje de la determinación, sin embargo, aún no se había atrevido probarlo todo junto.
El mismo lo dijo, para todo progreso… hay que arriesgarse.
—Bien, si tomo una dosis muy, muy baja, podría… ¿estar bien?
Traqueteo con los dedos sobre la mesa, antes de suspirar nervioso, prepararía una dosis pequeña pero concentrada de lo que sería un cuarto de pipeta de lo que les dio a quienes se convirtieron en amalgamas, si quería podía arriesgarse a una entera o a más ya que vio con Undyne que un monstruo que no esté en estado terminal lo toleraba mucho mejor. Negó con la cabeza, un paso a la vez, si arriesgaba de golpe y no salía bien no podría salir del sótano nunca más o peor, tendría que confesar a Asgore lo que había pasado con sus experimentos.
Luego de concentrar hasta el límite los rasgos fusionados, lo comprimió en una capsula del tamaño de una pastilla, recubierta por una gelatina vegetal resistente a la magia, que lo ayudaría a prepararse mentalmente a lo que iba a suceder en el momento que toda esa magia entrara en contacto con su alma.
Miró la pastilla, inquieto y cerró con fuerza los ojos antes de ponerla en su boca.
La mantuvo un rato jugando en su lengua mientras sentía que lentamente se disolvía, se llevó la mano a la cara, cubriendo su boca para que no saliera entre sus dientes la magia cuando la capsula expulso todo de un momento a otro esparciendo todo por dentro de su mandíbula y parte de sus vértebras, hasta ahora había inyectado los experimentos directo en su alma, pero eso no era posible con los demás, hizo el amago de tragar mientras asimilaba todo lo mejor que podía, lo único bueno era que solo sentía la sensación de querer escupirlo, más resistió ese impulso hasta sentir que su alma lo había aceptado.
Bueno, tenía mucho en que trabajar, sobre todo ese efecto de querer devolverlo todo, quizá podría hacerlo menos potente la siguiente vez.
A lo largo del día, estuvo probando una y otra vez ataques del tipo karmico, podía mantener una buena cantidad de tiempo el combate, más los blaster seguían siendo un problema, su duración solo se había extendido hasta los quince minutos que seguía siendo un tiempo corto que se reducía mucho más cuando invocaba varios para disparar a la vez, aunque si tenían suerte, una batalla a tiempo real no duraría tanto.
Cuando notó los ruidos de las maquinas se detuvo, yendo a revisar lo que estaba monitoreado durante esa sesión de entrenamiento y experimentación, cuando las alarmas sonaban era que la magia de perseverancia se había acabado de nuevo. Las lecturas no eran muy buenas, no solo alteraban su magia, sino también su estamina, lo cual provocaba una somnolencia repentina.
Por desgracia, eso no parecía tener solución.
Respiró hondo, aún tenía otras seis pastillas para probar, teniendo como última una de determinación pura extraída de las seis almas, viendo que la primera no tuvo un efecto negativo instantáneo, probar el resto sería una opción factible, dentro de la teoría.
Ahora… debía llevarlo a la práctica.
Fue probando una por una, agregando la magia de cada rasgo cada día, temeroso de usar la última al final de la semana, mirando sus análisis todo estaba en orden, aunque no podía evitar esa especie de mal presentimiento, contando las dosis, tenía posiblemente una pipeta y media de determinación recorriendo su magia y la dosis final eran dos enteras concentradas, si bien seguía siendo menos de lo que Undyne tenía consumido, aún era muy peligroso. Después de pensarlo por más de una hora, dando vueltas y revisando una y otra vez los números y formulas, tomó nervioso aquella pastilla rojo escarlata para ponerla en su boca.
No tardó mucho en arrepentirse de no seguir su instinto.
Tosió inmediatamente apenas la capsula se deshizo en su boca en un intento de escupirlo, pero la determinación se había adherido inmediatamente al interior de su boca, podía sentir como un intenso y horrible calor iba bajando por sus vértebras, invadiendo lentamente su caja torácica y seguía todo el camino por el resto de sus huesos, era como si lo estuvieran quemando vivo.
Como si estuviera derritiéndose de adentro hacía afuera.
Aquello hizo saltar las alertas en las máquinas y también en él cuando su vista lentamente se estaba volviendo más borrosa y aquella sensación de calor pasaba a ser dolor, levantó las manos delante de él, en un intento fallido de ver si estaba teniendo los síntomas de las amalgamas. Las llevó torpe y bruscamente por el escritorio, llegando a su celular a duras penas, su memoria táctil y el poco autocontrol para no entrar en un ataque de pánico le ayudaron a marcar a Alphys.
—Responde Alphys.
Luego de escuchar el tono de llamada, todo se volvió negro.
El dolor luego de lo que él sintió como semanas, finalmente fue disminuyendo, por otra parte la sensación de calor se mantenía, sobre todo por sitios fantasma, como si su cuerpo estuviera invocado de forma constante, lo que más le preocupaba era lo que "soñaba" de forma constante, todo completamente negro, con él en el centro con una especie de pantalla en negro también y botones donde uno aparecía completamente ilegible, mientras que el otro a la vista solo estaba escrito con una brillosa luz la palabra "continuar", a pesar de sus intentos de salir de ese sitio, siempre volvía al mismo punto, no sabía en que se había metido, sin embargo, estaba determinado a salir de ese lugar, así que finalmente termino por presionar el botón.
Al momento de que su mano tuvo contacto con ello, abrió sus cuencas de golpe, siendo cegado con una fuerte luz blanca.
—¡D-Doctor!
—¡Ugh! —se llevó un brazo a la cara.
—¡D-Doctor! Q-Que alivio…
—¿Alphys…? ¿Dónde…? —Se sentó lentamente, aturdido.
—E-Esta en la enfermería del laboratorio.
— Dios, me siento… horrible, ¿cuánto tiempo…?
—S-Solo unas horas doctor.
—¿Horas…? —pregunto confundido, él sentía que fueron días, semanas o hasta más de un mes.
—E-Escuché l-las sirenas d-del sótano desde el celular, así q-que fui enseguida a buscarlo c-cuando n-no respondía d-de ninguna forma.
—Así que… llegue a llamar, —respiró aliviado —¿cómo está mi estado? ¿Tengo síntomas de amalgama?
—N-No doctor, p-pero… d-debería ver bajo su ropa…
Aquello confundió mucho al esqueleto, notó como su asistente se cubría los ojos y volteaba, como para darle una seudo privacidad; como ya estaba un poco más centrado, tomó su suéter y lo levantó hasta la altura de las costillas, dio un brinco de la sorpresa al notar su cuerpo, no como esqueleto, ni su magia manifestada de forma temporal, sino que un vientre blanco pálido opaco y sobre todo firme bajo su ropa, toco suave con los dedos, se sentía suave al tacto, tanto como piel, similar a la humana.
Bajo la mirada y levantó la sábana que le cubría, para sentir su cara arder como no lo hacía en mucho tiempo, volvió a cubrirse por completo, intentando articular alguna oración razonable.
—A… A-Alphys, ¿t-tú me examinaste?
La pequeña lagarta dio un salto ante la pregunta aún sin voltear.
—B-Bueno t-tal vez… ¡e-es decir! T-Tenía que a-asegurarme que no estuviera d-derritiéndose a-así que… p-puede que viera un poco de más… ¡n-no mucho! S-Solo i-intente llegar a su alma p-para estabilizarla ¡lo juro!
—Entiendo eso, no te estoy acusando de nada.
—E-Entonces… ¿q-qué le ha pasado?
—Ah… tomé la determinación concentrada que había dejado apartada y parece que tuvo el efecto de mutación y fundición en lugar de deformación y disolución como con ellos.
—E-Eso he notado… a-al menos ya no está rojo…
—¿Rojo? —lo mire curioso
—A-Ah si, c-cuando lo levante e-estaba recubierto de rojo la m-mayor parte del cuerpo…
—Entiendo, la dosis debió ser demasiado… pero de alguna forma, lo he asimilado.
Revisó otras partes de su cuerpo, sus manos por alguna razón no habían perdido los huecos, pero si la vista de sus articulaciones en los dedos y podía moverlos perfectamente, así que probablemente tenía una fina capa de piel, incluso el tacto se sentía diferente. De todos modos, había algo por la zona de su cintura que le preocupaba más que el resto.
—D-Doctor ¿e-esta todo bien?
—Se puede decir, de todos modos, preferiría inspeccionarme por mi cuenta, iré a mi oficina, si aún queda alguien, no lo quiero molestando a menos que sea de vida o muerte, ¿quedo claro?
—C-Como usted diga d-doctor.
Se levantó con cuidado una vez que Alphys se retiró de la enfermería, miró su abrigo largo colgado en una percha cercana, lo recogió y se lo puso bien cerrado antes de caminar despacio hasta su oficina, incluso la sensación de sus pies en el suelo era distinta, aunque podía decir que su peso no era demasiado diferente anterior, quizá por ello Alphys pudo cargarlo sin problemas.
Cerró detrás de él, yendo a ver si aún conservaba el espejo retirado del sótano, hacía tanto que lo tenía guardado que realmente no recordaba en primer lugar porque estaba ahí, quizá en otro momento su memoria le daría la respuesta, ahora mismo era bastante conveniente. Le limpió el polvo y lo colocó contra una pared libre, midiendo que se viera el cuerpo completo.
—Ahh, estos cambios, veamos que ha pasado…
Dejo el abrigo a un lado y procedió a sacarse el suéter, ahora todo su ser estaba cubierto, aunque tenía marcas negras en el pecho, donde una vez estuvieron los espacios entre sus costillas, lo mismo sucedía en sus antebrazos, había una especie de línea negra gruesa donde una vez era hueco, suponía que pasaba lo mismo con sus piernas, probablemente. Llevó sus manos a la altura de su cuello, si, ahora tenía uno, ya no eran solo sus vertebras sosteniendo su cabeza, se volteó un poco solo para asegurarse que la marca no había desaparecido y por suerte, esta se había adaptado a sus modificaciones involuntarias.
Se quejo por lo bajo y respiró hondo, solo faltaba ver la parte inferior, y claro que tendría que cambiar de guardarropa si estos cambios eran permanentes, maldijo en su tipografía después de mucho tiempo, mientras se deshacía de la parte inferior, dejando solo la ropa interior, que tampoco era de su nueva talla.
Iba a ser muy, realmente muy problemático que aquello de delante no se notara como antes.
Sin contar que el roce de la tela apretada podría ser molesto y otros problemas que tendría a futuro de olvidarse que ahora tenía más donde golpearse; suspiró con fastidio mientras se miraba al espejo, no podía decir que el cambio no era desfavorable en el aspecto práctico, pero debía admitir que también podía tener su lado bueno, quizá con suficiente dedicación podría tener algún beneficio.
—¿Doctor Gaster?
Sintió como una corriente helada recorría su espalda, antes de tomar su abrigo y cubrirse con él.
—¡¿M-Majestad?!
—Oh, ¿está todo bien? —asomó la cabeza por la puerta.
—¡S-Si! T-Todo en orden majestad.
Asgore si algo había aprendido, era que Gaster mentía terriblemente mal cuando algo pasaba, sobre todo cuando le afectaban a él de alguna forma, miró un poco alrededor de la oficina notando la ropa puesta a un lado en la silla, si no fuera por la marca, podría pensar cualquier otra cosa. Paso a la habitación y cerró con llave la puerta.
—Ah, —suspira —¿qué tal si me dices que paso?
Dicho esto, se acercó hasta el sillón y se sentó en él, invitándolo a venir a su lado. El científico lo miró nervioso antes de acercarse y sentarse un poco alejado, cubriendo todo con el abrigo largo, desde su cuello hasta sus piernas, que para desgracia ahora podía sentir temperatura con más facilidad, así que no podría estar cubierto mucho tiempo.
—¿P-Por qué ha venido su majestad?
—¿No has visto la hora?
—Ah… no, se me ha pasado de nuevo los informes ¿verdad?
—Eso mismo, —lo miró un momento —ah, Dings, ¿qué pasa? Estas mucho más nervioso de lo habitual, ¿qué tan grave es?
El esqueleto, si aún se podía considerar eso, desvió la mirada nerviosamente, claro que no iba a poder ocultarle algo así por demasiado tiempo, mucho menos cuando el celo de Asgore estaba a la vuelta de la esquina, apretó el abrigo entre sus dedos, después de unos minutos de silencio se resignó a contarle, terminó por mirarlo entre preocupado y algo apenado.
—Puede que no le guste mucho…
Lentamente abrió el abrigo y lo deslizo por sus hombros.
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Final
…
Desde que me mude a Bogotá he pensado que soy microscópica: como un montón de átomos de carbono, hidrógeno y oxígeno, que generan energía térmica a partir del movimiento y que hago calentar cada vez más el planeta, que mi presencia es difusa e innecesaria, que comienzo a cavilar desde el humor de pasar desapercibida porque necesito un consuelo, que caminar con preocupaciones y deseos por las calles es azaroso, y que tal vez en medio de esta ciudad no soy más notoria que un adoquín de los que escupen agua podrida.
La verdad es que no fue una necesidad moverme de ciudad y ahora quiero escribir que estoy en contra de la prometedora y despreocupada idea de que: si quieres crecer debes expandir fronteras cuanto antes y descubrir el territorio, que si lo haces desde peque es mejor, que no hay que meditarlo porque es obvio que todo va a salir bien. Estoy en contra porque estas escuetas suposiciones me lastimaron y hubiera preferido aprender a afrontar mi realidad de ese entonces, antes de suprimir todo lo que construí en Tunja para comenzar "una nueva y mejor vida" en Bogotá, la cual me ha llevado a actuar como una tercera en mi vida, como alguien irreconocible.
⁎
En los momentos en que una decisión importante debe tomarse (así lo siento) hay que ser radical, pero cuando los pensamientos estén cuajados y separados de los sedimentos que dejan las emociones fugaces luego de la post-tormenta (que se caracteriza por estar nublada por sentimientos de irá, prisa y desespero). Mudarme de ciudad fue radicalmente precipitado, no pensé a secas y permití que en una visita fortuita mi tía y mi tío empacaran todas mis cosas en una maleta gigante y me llevaran a vivir con ellxs a otra ciudad. Actué así, maleable, sin reflexionar, sin mirar lo que dejé, sin pensar en que ser radical con ansiedad, me traería a una ciudad que me ha obligado a dejarme oculta dentro de una autómata que busca sobrevivir en un lugar aparente, tosco y pretencioso; mudarme dolió y por eso estoy en contra.
Tener el calor de levantarse un día para no volver a convivir con las personas que se ha vivido desde siempre es aterrador, aunque debo admitir que al principio fue bueno, pues al irme de la casa de mi mamá las restricciones desaparecieron y la autonomía se sintió llegar a desbancar la norma de la obediencia obligatoria, por un tiempo (esa de quedarse en el hogar familiar hasta que el deseo de partir este cuajado y la edad sea la correcta, y mientras tanto seguir aguantándose y callándose las opiniones, porque el lugar que se habita es ajeno) .
El deseo de irse o quedarse donde una crece viene grabado en un código generacional insertado discursivamente en nuestras cabezas, en mi caso, la repetida voz de mi mamá diciendo que me quería tener a su lado para acompañarnos por un largo rato (esto significa que esperaba que viviera con ella hasta siempre), este capricho fue el ancla que me hizo prolongar mi estadía en su apartamento: en ese espacio de familia al que yo ya no pertenecía y en el que me comencé a sentir sobrecogida, sobreprotegida y sobreatareada, al punto de querer zafarme de la ciudad en la que vivía y no solo de la casa, porque no podía ser así con el espacio que era tan nuestro, no podía idear una excusa y no quería darle la vaga razón de "ya no quiero vivir más aquí", no podía confesárselo a secas, no podía decidirme con su cara amable, no podía ser adulta y tampoco podía seguir aguantando.
El año en que me mudé tuve toda la disposición de ser alguien más, intenté jugar brusco como la gente de esta ciudad porque quería verme desde el lado de la predisposición, del que niega la violencia que caracteriza a la gente de Bogotá, de ese lado que a su vez tiene en la mirada dos estiletes afiladísimos listos para cortar; al principio me sentía realmente fuerte juzgando, pero luego noté que me estaba dejando de lado. He intentado cocerme la identidad a través de los recuerdos que tengo de Tunja: la cabeza me remite al frío, al silencio, al olor a verde y a los sonidos del viento; me siento completamente en calma siempre que me veo en Tunja, hasta que la realidad me aterriza con los olores ácidos que se evaporan o se estancan a mi alrededor: el humo que sale de exostos quemados, meados, agua reposada y el ambiente heterogéneo que es oscuro y bochornoso. Tomé una decisión errada al mudarme a un lugar que no conocía, me fugué sin estrategia y extraño como nunca lo que tuve en mi ciudad. Ahora solo me queda aceptar que no puedo regresar.
⁎
Hace poco comencé a leer Mudanza, un libro pequeñito que contiene algunos ensayos escritos por Verónica Gerber. En la primera parte hay un párrafo que me gustaría compartirles, pues describe la incertidumbre del grupo de personas al que ahora pertenezco, al de las que se precipitan a salir y la autora llama “peatones perpetuos”:
… Esos que esperan una cita a las tres comuna pequeña maleta entre las manos y le hablan al aire seriamente, sin dejar duda de que el asunto es importante. Esos que son perseguidos inexplicablemente y que, como pocos, se dirigen seguros a su destino aunque nunca consigan llegar a ninguna parte. Esos que caminan en medio de nubarrones, que van y vienen del aquí a un lugar lejanamente imaginario, los que enfocan y desenfocan. Los que caminan y se pierden. Los que nunca son atropellados. Los que tienen esa extraña facilidad para habitar un espacio que no podemos ver ni entender. Los que han sido abandonados. Los que ven en la forma de un edificio a un dragón, los que recogen piedras del suelo como si fueran rostros. Los que desvían la mirada.
Y es que he comenzado a verme incierta, y les puse la cita larga porque para mí fue un polo a tierra en este momento. Y no sé si cambio por indecisión o por necesidad: una, dos o tres veces de lugar, de la habitación a la cocina, de la cocina a la sala, de la sala al baño, camino por los corredores de la casa y me muevo "n" veces en los espacios propios, al punto significarme como una errante. Si quedarme adentro o salir a probar que la calle por donde camino nunca es igual y no saber si pueda perderme, no volver, regresar, desaparecer, encontrar una avenida principal y seguir cambiando porque la ruta de ida ya no es la misma. No sé si sea capaz de acomodarme y mucho menos si lograré sobrevivir con lo único que aparentemente tengo, el cuerpo. Volver a cambiar, pero esta vez más hacia afuera me costó el ánimo; me fui del pueblo a la ciudad, de la ciudad al asombro y del asombro a moverme "n" veces hasta entenderme en este entorno individual.
⁎
“Tal vez un día te descubres afuera sin forma de volver y ni siquiera recuerdas que había un lugar a donde regresar” (Gerber, 2023, p. 14). Pude que te descubras desde la comodidad de las cobijas que te abrazan en las mañanas, descartando la alarma despertadora que has pospuesto por lo menos un par de veces, con la mente perezosa y el reloj obligándote a levantarte de la cama. Tal vez percibas que el segundo contacto con el espacio es frío: plantas de los pies sobre baldosas. Tal vez entiendas que va a haber un tercer contacto, un cuarto, un quinto y una sucesión infinita a lo largo del día, y siempre tendrás la seguridad de poder volver a la comodidad que dejas cada que abandonas la casa.
Tal vez, como yo, comienzas a actuar en automático luego de haber activado la cabeza con el siguiente recordatorio (el que nos caracteriza como personas que habitan la generación de consumo): “hay un horario por cumplir, cosas por revisar, trabajos por hacer, lugares a los que asistir”; entonces el cuerpo se prepara para soltar la comodidad del ambiente, las acciones pausadas y el presente incontable. Ocurre el primer choque: tomar una ducha, el despertar definitivo. Segundo choque: ¿ocuparse de las tareas pendientes, dudar, procrastinar, quedarse? Básicamente elegir con prisa para llegar al tercer choque: asumir un carácter, predisponer el ánimo o dejar que el camino defina tu día.
Tal vez también dudes. Entonces te preguntarás “¿será mejor permanecer en casa?”, pero no, tú y yo sabemos que no lo es, y acabas siguiendo la misma ruta tosca hacía los lugares que frecuentas, y olvidas lo mucho que te costó abandonar, abandonarte y obligarte a soltar la seguridad del adentro.
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