#inmaterialismo
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«Hilas—!Cómo! ¿Has estado todo el tiempo de acuerdo con las premisas y ahora niegas la conclusión, y me dejas para que mantenga yo solo esas paradojas a las que me has conducido? Esto, desde luego, no es justo.
Filonús—Niego que estuviera de acuerdo contigo en esas nociones que conducen al escepticismo. Fuiste tú quien dijo que la realidad de las cosas sensibles consistía en una existencia absoluta fuera de las mentes de los espíritus, o distinta de su ser percibidas. Y, de acuerdo con esta noción de realidad, te ves obligado a negar a las cosas sensibles toda existencia real. Esto es, de acuerdo con tu propia definición, te declaras un escéptico. Pero yo ni dije ni pensé que la realidad de las cosas sensibles hubiera de definirse de esa manera. Para mi es evidente, por las razones que tu admites, que las cosas sensibles no pueden existir de otra manera que en una mente o espíritu. De lo que concluyo, no que no tengan existencia real, sino que, visto que no dependen de mi pensamiento y que tienen una existencia distinta de ser percibidas por mí, debe haber alguna otra mente en la que existen. Por lo tanto, es igual de seguro que existe realmente el mundo sensible como que hay un espíritu omnipresente e infinito que lo contiene y sostiene.»
George Berkeley: Tres diálogos entre Hilas y Filonús. Espasa Calpe, pág. 107. Madrid, 1996.
TGO
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“La filosofía no es otra cosa que el cultivo de la sabiduría y la búsqueda o investigación de la verdad”
George Berkeley
También conocido como el Obispo Berkeley, George Berkeley fue un filósofo irlandés muy influyente nacido en Dysert en marzo de 1865, y cuyo principal logro fue el desarrollo de la filosofía conocida como idealismo subjetivo o inmaterialismo, dado que negaba la realidad de abstracciones como la sustancia material.
Fue el hijo mayor de William Berkeley, miembro de una familia nobiliaria de Berkeley. George estudió en el Trinity College de Dublin en donde terminó sus estudios en 1707, y donde permaneció hasta recibir el título de profesor de Griego.
En 1707 Berkeley publicó su “Aritmética” y “Miscelánea Matemática”, y en 1710 fue ordenado sacerdote y escribió su obra fundamental titulada “Los principios del conocimiento humano”.
Durante un viaje a París conoció al filósofo y científico Nicolás Malebranche y en 1728 se casó con Anne Foster, la hija mayor de John Foster, presidente de la cámara de los comunes de Irlanda. En 1734 fue nombrado obispo anglicano de Cloyne, al sur de Irlanda, mismo año en el que publica “El analista”, una obra con trasfondo matemático.
George Berkeley adoptó desde un comienzo el inmaterialismo como pilar base de su filosofía, situación que lo confrontaría con filósofos como Thomas Hobbes y John Locke, al afirmar que pensar que las cosas existen independientemente de nuestra percepción es una contradicción, sobre todo, desde la óptica de un empirismo subsecuente, y puesto que de las cosas “solo conocemos su relación con nuestros sentidos”, no lo que son en si mismas, únicamente podemos aceptar como ciertas las representaciones mentales.
Berkeley declaró que los seres humanos no pueden conocer los objetos reales o la materia que causa sus percepciones. Y concluye que todo lo que puede conocerse de un objeto es su percepción del mismo.
En cuanto a los postulados de John Locke sobre los objetos abstractos, estos no existen para Berkeley, ni en la naturaleza ni en el espíritu. Es decir, cuando se habla de un objeto real se habla de la percepción del objeto.
En cuanto a Dios y mundo material, aseguró que el mundo material son las percepciones que Dios nos hace tener, pero como Dios no puede ser objeto de conocimiento, sólo las apariencias lo son, de tal suerte que un árbol, sigue existiendo aun y cuando nadie lo perciba simplemente por que Dios lo observa constantemente.
Berkeley propuso una teoría de monismo mental, en la que se afirma que la realidad es fundamentalmente mental y que el mundo físico es un constructo derivado.
Sostenía que el escepticismo surge cuando la experiencia o las sensaciones se encuentran desligadas de los objetos, no dejando ningún camino posible para saber de ellos, excepto a través de las ideas.
En 1751, con la muerte de uno de sus hijos, su salud comenzó a declinar. A año siguiente se trasladó a Oxford en donde murió a causa de una apoplejía en enero de 1753, cuando todavía no cumplía los 68 años de edad.
Fuentes: Wikipedia, buscabiografias.com, biografiasyvidas.com, biografia.es, historia-biografia.com
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Seminario de empirismo
Sobre la filosofía de Berkeley:
Berkeley fue un filósofo empirista irlandés del siglo XVIII que desarrolló una filosofía radicalmente idealista. En su obra principal, "Tratado sobre los principios del conocimiento humano", argumentó que todo lo que percibimos son ideas o sensaciones que existen en la mente. Rechazó la noción de la existencia de materia independiente, sosteniendo que los objetos materiales son simplemente conjuntos de ideas que percibimos cuando interactuamos con ellos.
Para Berkeley, la realidad consiste en la percepción. Argumentó que no hay evidencia para la existencia de objetos materiales fuera de la mente, ya que todo lo que conocemos proviene de nuestras experiencias sensoriales. Esta postura es conocida como idealismo subjetivo o inmaterialismo.
Desde una perspectiva empirista, Berkeley sostiene que todo conocimiento se deriva de la experiencia sensorial. Para él, no hay conocimiento innato; todo lo que sabemos proviene de lo que percibimos a través de nuestros sentidos. Esta postura lo llevó a rechazar la existencia de una realidad objetiva independiente de la mente, lo que lo diferencia de otros empiristas como Locke y Hume, quienes mantenían una noción de realidad material independiente de la percepción humana.
• Crítica a la negación del mundo exterior
La filosofía de Berkeley es novedosa en varios aspectos y se ha destacado principalmente por su rechazo al materialismo, o lo que es igual, a la materia como sustancia independiente. Sin embargo, considero que esta perspectiva ignora varias cosas –que hoy en día conocemos- respecto, por ejemplo, a las leyes universales de la física o la química, y cae en un idealismo radical o en un solipsismo tajante al reconocer como existentes únicamente las ideas y la mente que las rige, y no al mundo en que emergen (con sus leyes físicas e incluso con sus lógicas sociales), donde están representadas e interconectadas, y donde es posible la relación entre ideas y objetos de la experiencia.
Negar la existencia de objetos en el mundo, objetos diferenciados, con sus propias características y cualidades, como parece que hace Berkeley en estas secciones, afirmando que solo existen ideas o sensaciones en nuestra mente, es erróneo. Pues si bien dichas representaciones mentales, en tanto ideas, solo pueden ser igual a sí mismas y no a otra cosa, esto no implica necesariamente que la cosa como tal no exista o que las cualidades que yo me represento de tal cosa –como la extensión, el color o la forma- no puedan estar presentes en la realidad, sino que, si lo están, no será exactamente como en mi mente, pero sí como cualidades fundamentales que rigen la naturaleza de cada cosa y por ende diferencia los diversos elementos de la realidad (si no todo sería igual a todo, y el pensamiento no podría hacer ningún tipo de clasificación, definición o conjetura de los objetos).
Un pensamiento deviene en otro pensamiento, y una cosa en otra cosa. Por ende, exigirle a la idea una correspondencia absoluta con un objeto es una petición incoherente, pues corresponden a naturalezas en apariencia distintas, pero no por ello separadas. Al atribuir tanta relevancia a la consciencia en la naturaleza de la realidad, Berkeley parece limitar la realidad a la percepción humana y el conocimiento a la experiencia subjetiva –a la humana-, ignorando u anulando la percepción o experiencia activa de otras mentes y de otros seres perceptuales en la conformación y funcionamiento de la realidad; cada ser, cada partícula, cada elemento del cosmos está en perfecta relación y efectuación mutua, incluso a niveles incomprensibles para el pensamiento racional.
La percepción es precisamente eso, percepción, un punto de perspectiva, entre tantos otros, respecto a la experiencia de la realidad. Que no es ni definitorio, pero tampoco ambiguo en el conocimiento de esta; si bien la mente es capaz de organizar las ideas, atribuir significados y crear conexiones, en general, de proponer un mundo, es porque está vinculado o afectado por él, y viceversa. Sin embargo, esa capacidad no es divina en el sentido en que dependa la existencia de las demás cosas de aquella, pues opuesto a lo que afirma Berkeley, las cosas no son primero percibidas por la mente divina para poder ser comprendidas por la mente humana, como si las ideas fuesen un mensaje divino o tuviesen que ser perfectas para ser legítimas, sino más bien corrientes en tanto vienen y van, constantemente cambian de significado, se contradicen y se corrigen una y otra vez, sin perder su status de correspondencia con la realidad.
Esto, más que ser una prueba de la no existencia de objetos en el mundo independientes de la mente, es la puerta de entrada a una perspectiva que adopte una nueva noción de objeto y de realidad que se desprenda de las concepciones tradicionales del ser que devienen de la filosofía aristotélica; me refiero específicamente al “principio de no contradicción”. Este principio establece que una proposición no puede ser verdadera y falsa al mismo tiempo, es decir, que una cosa es o no es. Sin embargo, cuando prestamos atención tanto a los objetos y los acontecimientos, como al conocimiento en general, vemos que el hecho o la “realidad objetiva” se ven profundamente alterados y en tensión por las diversas perspectivas que existen de lo mismo. Lo cual ni confirma ni anula la realidad de lo percibido, pero si pone en cuestión el contenido que de allí se obtiene, sin embargo, ninguna explicación humana, en tanto no puede ser más que humana, se encuentra limitada y por ende no abarca la totalidad del universo ni alcanza una explicación absoluta de la realidad.
Lo que queda entonces es renunciar a la aspiración antropocéntrica de totalizar la existencia y reducir la realidad a la experiencia humana, sin deslegitimar el conocimiento que deviene de allí; y empezar considerar horizontalmente al universo como multi-experiencial. Se trata entonces de aceptar una realidad que no es fija ni estática, sino que se abre a modificaciones y alteraciones diversas, que además es fluctuante de acuerdo a los diversos aparatos perceptuales y a los fenómenos indeterminados.
Lo que entiendo por el concepto de realidad, es más bien algo abierto, poroso, y profundamente modal. Las cosas no son únicamente para el ser humano ni están destinadas a ser percibidas, sino que tienen su realidad independiente, con sus características e interacciones propias, que no dependen de mi pensamiento ni de otro, sino del orden natural del universo. Y el conocimiento de la realidad, si versa únicamente sobre aquello que conoce, es decir, sobre su pensamiento, le será imposible alcanzar el reconocimiento de la infinitud, y con ello su propia finitud. Por ende, el conocimiento debe reconocerse primero en sus propios límites contemplando la diversidad de percepción que existe alrededor de un objeto sin caer en contradicción y considerando cómo es que se ve excedido e interpelado más allá de sí mismo.
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Pues mientras los hombres pensaron que las cosas reales existían fuera de la mente y que su conocimiento sólo podía considerarse real si se correspondía con cosas reales, no pudieron estar ciertos de poseer ningún conocimiento real en absoluto. Porque ¿cómo podría saberse que las cosas que son percibidas se conforman con las que no son percibidas, es decir, con cosas que existen fuera de la mente?
Berkeley “Tratado sobre los principios del conocimiento humano“ §86
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George Berkeley
(Dysert, Irlanda, 12 de marzo de 1685 - Cloyne, id., 14 de enero de 1753), también conocido como el obispo Berkeley, fue un filósofo irlandés muy influyente cuyo principal logro fue el desarrollo de la filosofía conocida como idealismo subjetivo o inmaterialismo, dado que negaba la realidad de abstracciones como la materia extensa. Escribió un gran número de obras, entre las que se pueden destacar el Tratado sobre los principios del conocimiento humano (1710) y Los tres diálogos entre Hylas y Philonus (1713) (Philonus, el «amante de la mente», representa a Berkeley, e Hylas, que toma su nombre de la antigua palabra griega para designar a la materia, representa el pensamiento de Locke). En 1734 publicó El analista, una crítica a los fundamentos de la ciencia, que fue muy influyente en el desarrollo de la matemática.
La ciudad de Berkeley, California toma su nombre de este filósofo, en cuyo honor fue denominada la universidad en torno a la que creció.
También han tomado su nombre una residencia universitaria de la Universidad de Yale y la biblioteca del Trinity College de Dublín.
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Valle Silente from ÉTER on Vimeo.
Valle Silente busca establecer una militancia silenciosa a través de actos de sonido ocultos en el espacio público. Su proceso parte de cuatro conciertos acusmáticos, planteados para parlantes escondidos en lugares estratégicos de Medellín, yendo de las calles del centro de la ciudad a los bosques del corregimiento de Santa Elena, pasando por parques como el de La Milagrosa.
Cada performance integraba instrumentos ancestrales como flauta, kalimba y címbalos, junto con ondas senoidales que se integraban al paisaje sonoro del lugar, todos grabados en conjunto con grabadoras de campo para posterior edición, procesamiento y composición, de ello resultando el presente álbum, resultado final del proceso, publicado junto con un texto que recopila ideas sobre la escucha y el espacio público.
Es transversal la pregunta por la posibilidad acusmática, oculta, inadvertida, invisible y fantasmagórica del sonido, aquí utilizada como estrategia para agrietar el espacio público y generar otras posibilidades de hábitat, buscando una apropiación de diferentes escalas del entramado ecológico a partir de la fuerza quieta del ambient, a la simpleza del sonido a la hora de atravesar la complejidad. Es una búsqueda del inmaterialismo... more credits released November 14, 2018
Grabaciones por David Escallón, Miguel Isaza Composición por Miguel Isaza Producción por Laboratorio ÉTER y Auditum vallesilente.eter-lab.net auditum.co
Proyecto ganador de la convocatoria a estímulos para el arte y la cultura de la Alcaldía de Medellín, 2018
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Ese est percipi.
Existir es ser percibido. Berkeley
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En último lugar, usted me dirá: ¿qué si renunciamos la causa de la sustancia material y aseguramos que la materia es un algo desconocido, algo que no es ni sustancia, ni accidente, ni espíritu, ni idea; inerte, no-pensante, indivisible, inmóvil, inextenso e inexistente en lugar alguno? Pues todo lo que se arguya en contra de la sustancia, o de la ocasión, o de cualquier otra noción positiva o relativa de la materia, estará fuera de lugar mientras podamos dar nuestro asentimiento a la definición negativa de la materia. A esto respondo diciendo que, si le parece bien, usted podrá usar la palabra materia en el mismo sentido en que otros hombres usan la palabra nada, y hacer que ambos términos sean equivalentes en su estilo de hablar. Porque, después de todo, eso es lo que a mí me parece que es el resultado de esa definición, cuyas partes, cuando las considero con atención, ya colectivamente, ya separadas las unas de las otras, no veo que produzcan en mi mente ningún efecto o impresión que sea diferente de lo que me suscita el término nada
Berkeley “Tratado sobre los principios del conocimiento humano“ §80
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Aunque en un amplio sentido Berkeley forma parte de la tradición lingüístico-empirista del pensamiento británico, nada hay en sus observaciones que anticipe la estricta y en ocasiones no poco irritante actitud de las legiones de semánticos y analíticos que hoy pueblan el mundo de la filosofía. Excepciones aparte (y éstas son, qué duda cabe, numerosísimas), entre los filósofos de hoy se da algo parecido a una epidemia de quisquillosidad, un prurito de exactitud significativa que, aunque en principio es encomiable, termina en ocasiones por resultar trivial e incluso ridículo. Es lo que algunos llaman ahora la exact philosophy, ejercicio de vanas e intrincadas aventuras seudointelectuales que a nada conducen. Si nos tomáramos enserio a estos severos vigilantes de la exactitud significativa, habríamos de guardar silencio acerca de casi todo lo que verdaderamente importa, y aunque callar es opción sabia y recomendable en muchos casos, no lo es tanto si nuestro silencio se debe a vanas afectaciones sin sustancia.
Carlos Mellizo “George Berkeley, Filósofo Del Inmaterialismo”
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