#hugo edelstein
Explore tagged Tumblr posts
blogmaria333ph · 6 years ago
Text
Micronations
February  15, 2017
[12:29 PM] Molossia: SEBORGA!!! [12:29 PM] Seborga: Si? [12:29 PM] Molossia: What the hell did your brother do?!
[12:30 PM] Seborga: Uh... What? [12:30 PM] Sealand: Why is America panicking outside our house?
[12:31 PM] Sealand: Is he here to announce my becoming a country?
[12:31 PM] Molossia: No, you dolt! [12:31 PM] Molossia: That stupid Italian did something!
[12:32 PM] Kugelmugel: Feliciano is not stupid!
[12:32 PM] Ladonia: Take those words back!
[12:32 PM] Seborga: Fratello hates the thought of losing his love.
[12:32 PM] Sealand: Arthur doesn't want to lose him, either.
[12:33 PM] Ladonia: When's the wedding, again?
[12:40 PM] Seborga: Feli proposed ages ago!
[12:40 PM] Sealand: After the Cold War, right?
[12:40 PM] Seborga: Actually, it happened a bit after the Italian Unification.
[12:41 PM] Seborga: He proposed in front of Lovi and I!
[12:42 PM] Seborga: But... Arthur asked for him to wait...
[12:45 PM] Kugelmugel: So he waited... and proposed AGAIN after the Cold War.
[12:45 PM] Ladonia: Oh... [12:46 PM] Ladonia: All the roses England kept receiving had him way up in the sky, right?
[12:47 PM] Kugelmugel: Obviously! [12:47 PM] Sealand: Oh! [12:47 PM] Sealand: America still doesn't know what that was about?!
[12:47 PM] Molossia: You knew?! [12:44 PM] Sealand: Arthur was so high up in the clouds for days!
[12:45 PM] Sealand: He didn't correct my claims of being a country even once!
[12:55 PM] Molossia: No way!!! [12:55 PM] Molossia: I had no idea that actually happened!!!
[12:56 PM] Ladonia: Course not! [12:56 PM] Ladonia: You were too busy being yourself!
[12:57 PM] Molossia: What's that supposed to mean?!
[12:57 PM] Sealand: Hehe... Exactly that! [12:58 PM] Molossia: Why you...! [12:58 PM] Seborga: Let's talk about happier things, shall we?
[12:59 PM] Kugelmugel: Bruder confessed to Feliks this morning.
[1:00 PM] Sealand: Wedding?! [1:00 PM] Kugelmugel: Not yet. [1:02 PM] Kugelmugel: Lizzy's excited for them.
[1:02 PM] Seborga: Are you? [1:03 PM] Kugelmugel: Of course I am! They've been waiting for centuries!
16 notes · View notes
thebestfabulouspotato · 4 years ago
Text
Nicer
Day 7 of @frukweek2020: free AU
Summary: Arthur está acostumbrado a recibir regaños por parte de su jefa por la manera en que trata a los clientes de su librería; no obstante, las cosas empiezan a cambiar cuando ella le exige que sea más amable con sus compradores, y él termina esmerándose con cierto profesor francés que de vez en cuando los visita.
Relationships: FrUK, AusHun, PruCan
Rating: T +13
Word Count: 4536
Language: español
Arthur procuró enfocarse en su lectura, pero la clara presencia de su jefa, quien se mantenía recostada contra el marco de la puerta y con la mirada fija sobre él, no contribuía para que lograra concentrarse. Acercó el libro aun más a su rostro, como si eso fuera ayudar, lo cual finalmente le sacó una carcajada (no muy amistosa) a Erzsébet.
–Arthur, sabes que tenemos que hablar, ¿no? –habló ella, en esa vocecilla dulce y suave que utilizaba cuando estaba a punto de cometer una masacre. Él la conocía desde la secundaria: ese tono cantarín jamás lo engañaría.
–¿De qué, señorita?
Una vez la llamó señora Edelstein en broma, y tener que reparar el hueco que ella dejó en la pared fue el castigo necesario para que él descubriera que era una pésima idea volver a hacerlo.
Eliza (como se había acostumbrado a llamarla) sonrió de lado, irguiéndose y acercándose lentamente hacia él. Sin poder evitarlo, pegó un pequeño salto cuando sintió su (particularmente fuerte) mano sobre su hombro.
–Recibí otra queja sobre uno de tus clientes. ¿Sabes a cuál me refiero, cariño?
Iba a morir y ni siquiera había tenido tiempo de volver a su departamento y despedirse de su conejo, el señor Watson.
–¿... no? –mintió, titubeando, y no tardó en percatarse de que había sido una pésima idea, pues Eliza tornó por completo su silla para verlo de frente.
–¿Ah, no? ¿No recuerdas tirarle un diccionario de francés a un cliente hace quince minutos? –preguntó ella, y él pudo haber jurado que vio las puertas del infierno en esos enormes ojos verdes.
–Yo... uh... ¡Se lo merecía!
–¡Solo te pidió un diccionario de francés y le diste uno de inglés!
–¡Lo estaba ayudando! ¡No tiene sentido estudiar una lengua muerta!
Erzsébet se limitó a gruñir en voz alta y pellizcarse el puente de la nariz. Arthur se mantuvo en su lugar, mientras su mente ideaba todas las posibles escapatorias. Un par de segundos después, ella suspiró y volvió a mirarlo a los ojos.
–No te voy a despedir porque te aprecio, eres de los pocos empleados que he tenido que saben de lo que hablan y porque el cliente sí era un idiota pomposo –Arthur sonrió, pero antes de que pudiera agradecerle, ella frunció el ceño y le dedicó una mala mirada–. Pero no puedo permitir que trates así a mis compradores.
–¿Me vas a obligar a disculparme?
–Si el pobre hombre vuelve, sí, definitivamente. Pero no me refiero solo a eso: a partir de ahora, estás obligado a seguir atendiendo a tus clientes con una sonrisa.
Abrió la boca y los ojos en un gesto dramático, a lo que su jefa le dedicó una mirada profundamente llena de maldad y oscuridad: oh, cómo sabía cuánto odiaba los negocios en que obligaban a sonreír a sus empleados.
–¡No!
–Sí.
–¡Eliza, no!
–Arthur, llevas un mes trabajando aquí. Te pago bien, te queda a unos 10 minutos de tu campus y tienes derecho a elegir tus días libres cuando quieras; y a pesar de todo eso, tengo que ocultarle cuatro quejas de clientes a Roderich cada vez que me pregunta cómo va el negocio –el inglés pudo jurar que vio la entrada al infierno en los ojos de la húngara–. Vas a sonreír.
Aparentemente, ese fue el fin de la conversación, pues Erzsébet se limitó a darse la vuelta, atarse el cabello en una cola de caballo y salir a atender a la abuelita que acababa de entrar. Arthur rodó los ojos: con esa sonrisa dulzona nadie hubiese creído que había estado a punto de matar a uno de sus miserables empleados.
~~~
Tal vez lo hubiesen llamado melodramático, pero podía jurar que le estaba doliendo físicamente tener que sonreírle al joven que no dejaba de parlotear sobre las ventajas del café. No ayudaba mucho el saber que Eliza lo estaba mirando desde el otro lado de la tienda, intentando no soltar una carcajada.
Cuando Erzsébet le ofreció el empleo, él pensó que sus únicos clientes serían universitarios cansados como él o profesores de literatura. Incluso había pensado en los ancianitos amables y sedientos de aprendizaje que podrían frecuentar la librería. En sus anteriores trabajos en cadenas de comidas rápidas (que básicamente rodeaban el campus), había comprobado cuánto odiaba trabajar atendiendo personas; no obstante, creía que todo iba a cambiar con este puesto.
Se equivocó, claramente.
Así, apenas el hombre salió de la tienda, se apresuró en ir a la bodega a tomar su té y asegurarle que nunca lo cambiaría por una bebida inferior como lo era el café. A la distancia, vio a Eliza rodar los ojos.
~~~
Apenas llevaba un par de días con las nuevas reglas (sacar tema de conversación a los clientes, sonreírles, no tirarles libros, establecer contacto visual, entre otros ridículos acatamientos) y ya deseaba sacarse los ojos. No tenía problemas con los clientes tímidos o independientes, pero cada vez les costaba más lidiar con los idiotas tediosos.
Como si no fuera suficiente, Roderich, el prometido de Eliza, iba a volver en los siguientes días de una de sus giras en Europa. El hombre tocaba el violín como solista y en una orquesta, por lo cual constantemente se iba y dejaba a Erzsébet a cargo de la tienda. Así, esos previos días, ella se aseguraba de que todo estuviera bajo control en la librería; normalmente dejaba de lado su trabajo como entrenadora en un gimnasio y pasaba la mayor parte de su tiempo en el negocio.
–¡Arthur, atiende la caja! –llamó la húngara, por lo cual tuvo que realizar toda su fuerza de voluntad para no rodar los ojos: ella podía verlo todo.
Estirando su cuello, fue caminando en dirección a la caja registradora, para entonces colocarse detrás de esta y sacar inmediatamente su celular. No pudo siquiera desbloquearlo antes de que un enorme diccionario de inglés-francés apareciera en su campo de vista. Miró de reojo a Eliza y notó que lo estaba observando con una sonrisilla traviesa.
–Hola –murmuró, tomando el libro usado para fijarse en su precio–. ¿Encontró todo lo que buscaba?
–¡Sí! –respondió entusiásticamente el hombre, a quien aún no había mirado a los ojos.
–¿Va a aprender francés? –murmuró, mientras sentía cómo la mirada de Eliza penetraba su mente: "Charla trivial, sonrisa y contacto visual, Arthur. No lo olvides". Al menos estaba cumpliendo con una de las tres.
–Ah, no. Estoy aprendiendo inglés.
Frunciendo el ceño, levantó la mirada de golpe, y entonces entendió la sonrisa traviesa de Erzsébet.
Cuando estaban en la secundaria, a Kiku Honda se le había ocurrido un día ilustrar la concepción de "la persona perfecta" de cada uno de sus amigos. Después de un incómodo día de evadirlo a toda costa, se resignó a contarle sobre su orientación sexual, a lo que Kiku tranquilamente le respondió que entonces describiera a su hombre ideal. Erzsébet se enteró, por supuesto, pues ella tiene ojos en todos lados, y así fue parte de las tres personas que lograron apreciar el detallado retrato.
Ese mismo retrato se encontraba frente a él, pero con una pequeña barba en su mentón y aparentemente, con orígenes de anfibio.
–Trabajo aquí ahora. Soy profesor de arte –explicó el hombre, sonriendo ampliamente. Sintió cómo la mirada de Eliza se iba volviendo más intensa y cómo sus mejillas se fueron enrojeciendo progresivamente.
–Uh. Qué bien –murmuró, aún atontado. Ignoró la risilla de Eliza, quien se dirigió a atender a otro cliente.
–¡Sí! ¿Tú estudias en la universidad? –preguntó el otro, ladeado la cabeza. Arthur mentalmente maldijo todas las veces que había afirmado que nunca le atraería una rana.
–Uh, sí. Soy estudiante avanzado de Literatura inglesa, aunque estoy recibiendo algunos cursos de escritura creativa –respondió, ensimismado en los ojos azules, casi violetas, del atractivo anfibio. Este le dedicó una brillante sonrisa.
–¡Ah, literatura! Me gusta la literatura francesa, Víctor Hugo –claro que sí–. ¿Tienen libros?
–¿En francés o en inglés?
–Inglés. Quiero practicar.
Revisó en la computadora por los libros de literatura francesa, y se mordió el labio al percatarse de que solo le quedaban ediciones usadas para los textos de Víctor Hugo.
–No tenemos libros nuevos, solo usados –afirmó, resignándose a que probablemente no los iba a comprar.
–¡Muy bien! No tengo dinero... uh... Vuelvo luego. Ahora solo quiero el dictionnaire.
–Diccionario –le dijo, mientras colocaba el dinero que acababa de recibir en la caja registradora. El profesor asintió rápidamente, sonriendo.
–¡Sí, exacto!
Así, mientras el hombre tomaba el libro y lo colocaba en su bolso, Arthur no pudo evitar dedicarle una minúscula sonrisa.
–Que tenga un lindo día –agregó, lo que comúnmente no hacía. Agradeció al cielo que Eliza no se encontraba en su campo de vista.
–¡Lindo día! Luego vuelvo por Víctor Hugo –se despidió la rana, para entonces salir de la librería. Arthur sintió como si el nudo en su estómago se hubiese desatado mágicamente.
Asegurándose de que Eliza no estuviera cerca de él, volvió a sacar su celular para continuar con sus juegos de crucigramas, mas no tardó en sentir otra presencia malvada a su lado.
–No lo dig-
–Entonces, ¿qué se siente conocer a tu futuro esposo?
Su fuerza de voluntad no dio para más que suspirar, negando con la cabeza. A veces no sabía si odiaba o amaba a Erzsébet como su jefa.
~~~
La siguiente vez que la rana visitó la librería, Arthur estaba ocupado lidiando con una clienta que definitivamente no había visto antes.
–Pero no lo entiendo, yo pregunté si tenían Mujercitas y me dijeron que sí –apeló la señora, visiblemente agitada. Arthur respiró profundamente con el fin de no responderle alguna grosería.
–Sí, señora, y sí tenemos Mujercitas, es solo que todas nuestras ediciones son usadas. No tenemos ninguna nueva –le contestó, utilizando toda su fuerza de voluntad para mantener su tono de voz lo más profesional posible.
–Entonces deberían estar gratis por ser usados.
–No, señora, nosotros cobramos incluso por los libros usados.
–Entonces no lo pienso comprar, es una estafa.
Antes de que pudiera explotar, accidentalmente realizó contacto visual con la rana, a quien Eliza estaba atendiendo en ese momento. El hombre no tardó en sonreírle y saludarlo con la mano. Así, ignorando la sonrisilla burlona de su jefa, logró volver a dirigirse a su clienta.
–En estos días tenemos que solicitar un nuevo cargamento, puedo solicitar una edición nueva para usted si me permite sus datos. ¿Hay alguna editorial en particular a la que le gustaría que contactara? –preguntó, con su mejor sonrisa cordial. La mujer parpadeó un par de veces: probablemente no esperaba tal solución.
–Sí, está bien. No tengo ninguna preferencia, solo me gustaría que fuera una edición bonita, el precio no importa –respondió ella, mientras tomaba un lapicero y el papel que Arthur le había entregado para llenar sus datos. Eliza estaba riendo suavemente.
–De acuerdo. La llamaremos apenas recibamos el cargamento.
–Muchas gracias, joven –dijo la mujer, la cual lucía genuinamente agradecida. Arthur supuso que no era el único que a veces pasaba por malos ratos.
Una vez que se había retirado de la tienda, la rana se apresuró a llegar a la caja para colocar tres libros diferentes (todos de Víctor Hugo, por supuesto). A diferencia del día anterior, su cabello estaba atado en una cola de caballo, así que lucía ridículamente atractivo. Su mirada lucía brillante y cansada al mismo tiempo, por lo cual supuso que acababa de impartir alguna clase.
–¡Hola! –saludó entusiásticamente. Se le escapó una sonrisa ante la emoción del otro– ¡Ya volví por los libros! –asintió, tomando los productos para poder cobrárselos.
–Es un placer tenerlo de vuelta –afirmó, sorprendiéndose a sí mismo al percatarse de que no le estaba mintiendo.
–¡Gracias! Es un placer volver aquí... –se inclinó levemente, entrecerrando los ojos para enfocar el nombre en su tarjeta de identificación– Arthur.
Jamás pensó que iba a disfrutar tanto escuchar su nombre en un acento francés.
–Sí, uh... ¿Qué tal estuvo la clase hoy? –murmuró, nervioso, en un miserable intento por extender la visita de la rana, pues ya había terminado de cobrar todos sus productos.
–¡Muy bien! Hoy enseño Pintura francesa del siglo XVIII. Mis alumnos son muy buenos. Ponen mucha atención –sonrió levemente ante las pequeñas pausas que el otro tomaba entre oración y oración: se notaba que genuinamente se estaba esforzando en hablar fluidamente el inglés.
–Creo que un amigo recibe esa clase. Si es así, él dice que usted es un gran profesor –mientras sacaba el dinero de su billetera, rostro se iluminó.
–¿En serio? ¡Muchas gracias!
Terminó de devolverle sus productos y su vuelto, para que así el hombre los guardara en su bolso y procediera a despedirse de él con una enorme sonrisa colgando de sus labios. Una vez que estuvo fuera de vista, se apresuró en sacar su celular.
–¿Vas a preguntarle su nombre a Kiku? –preguntó Eliza, quien aparentemente tenía la capacidad de materializarse a su lado cuando así lo deseaba.
–¿Qué? ¡N-no! ¡Claro que no!
–Puedo ver el chat abierto, Arthur.
Frunciendo el ceño, de inmediato guardó su celular en el bolsillo del pantalón. Erzsébet rió juguetonamente.
–Se llama Francis Bonnefoy –ante su mirada intrigada, se encogió de hombros–. Mi ex, el que enseña historia, lo conoce. Al parecer son amigos de la infancia o algo así. Creo que fue él quien le consiguió la plaza.
–¿Por qué me estás diciendo esto? –cuestionó, entrecerrando los ojos.
Era sorprendente cómo podía observar las puertas al infierno en la sonrisa de su jefa incluso cuando no estaba enojada.
–Deberías buscar sus redes sociales. Tiene muy buenas imágenes en su Instagram, de seguro estudió también fotografía.
Maldita sea.
~~~
Una de las ventajas de tener a Erzsébet como jefa, es que ella normalmente respetaba sus descansos de lectura (a excepción de las veces en que recibía quejas sobre él, al parecer). Así, los aprovechaba al máximo para continuar con sus lecturas obligatorias o incluso le permitía leer los libros de la sección de usados. Para su desgracia, Roderich no mantenía el mismo respeto por sus espacios recreativos.
–¿Estás leyendo en el trabajo? –preguntó, apareciendo de la nada detrás de su espalda. Ese mismo día, Eliza iba a quedarse en el gimnasio a tiempo completo, por lo cual su prometido se estaba encargando de la tienda.
–Eliza me deja –murmuró, encorvándose para evitar que el hombre viera bien el libro en sus manos.
–¿Eso es un diccionario de francés? ¿Estás leyendo un diccionario?
–N-no. Claro que no. ¿Por qué querría yo aprender una lengua muerta? –se volteó lentamente, evitando el contacto visual. De igual forma, se topó con Roderich con una ceja levantada en un gesto de incredulidad.
–¿Es por el profesor francés del que Erzsébet pasa hablando?
Maldita Eliza.
–Claro que no. Necesito aprender francés para... uh... para una clase.
A diferencia de Eliza, quien probablemente no lo hubiese dejado en paz durante el resto de la semana, Roderich se limitó a rodar los ojos y a retirarse de la habitación. Arthur le rezó al cielo para que no se lo comentara a su prometida.
~~~
La siguiente vez que se topó con la rana, fue porque él mismo llegó a visitarlo a la tienda. Se encontraba ordenando los libros en la sección infantil, cuando una figura conocida apareció a su lado. Estaban a mitad de semestre, así que Francis también portaba unas enormes ojeras debajo de sus ojos azules; no obstante, mantenía esa gran sonrisa en el rostro.
–¡Hola, Arthur! –lo saludó, y así se percató que su acento se notaba un poco menos que la última ocasión. Le sonrió de vuelta.
–Hey.
–Ayer no trabajaste. Elizabeta dice que pediste el día, ¿estás bien? –preguntó el otro, ladeando la cabeza. Tuvo que disimular la sonrisilla que se le escapó por la manera en que pronunció el nombre de su amiga.
–Sí, hoy tenía un examen importante, entonces pedí el día para poder estudiar –respondió, mientras terminaba de acomodar el último libro. Fue entonces cuando notó algo importante–. ¿Ayer me estabas buscando? ¿O solo te diste cuenta de que no estaba aquí?
–Ah, sí. Quiero recomendaciones de libros. Quiero leer más en inglés –explicó, visiblemente emocionado. Arthur apreció que se interesara en la literatura de verdad y no en esas porquerías escritas por ranas.
–Claro, ¿como qué te gustaría leer? –respondió cordialmente, aunque tenía claro que Erzsébet no le estaba presentando atención en ese momento.
–No lo sé. Tal vez... ¡Le Petit Prince!
Arqueando una ceja, dirigió su mirada a las manos de la rana, para percatarse de que estaba ensimismado con el libro infantil en cuestión. Inevitablemente, rodó los ojos.
–¿Lo has leído? –preguntó, emocionado. Arthur negó con la cabeza– ¿No? ¿Por qué?
–Nunca me ha llamado la atención –murmuró, puesto que supuso que no le agradaría mucho que mencionara que no le gustaba leer textos franceses. La rana frunció el ceño.
–Lee este libro y yo leo tu recomendación. Vamos por un café y lo discutimos –levantó las cejas, incrédulo.
–¿Eso es una pregunta, una propuesta o una amenaza? –cuestionó juguetonamente, confundido. Supuso que se debía a sus diferencias socioculturales.
–Sí.
Inevitablemente, soltó una carcajada. La rana ladeó la cabeza con curiosidad, lucía expectante por su respuesta. Antes de responder, le dedicó una sonrisa genuina.
–Acepto con la condición de que vayamos por un té. El café me da asco –respondió, cruzándose de brazos. A la rana se le iluminó la cara.
–Conozco un lugar con buen té –respondió alegremente. Arthur le agradeció al cielo que el hombre también apreciara algunas buenas bebidas (antes tendría que ir a tomar con él, aunque tenía cara de ser de los que solo piden vino, pero supuso que no se podía tener todo).
–El viernes salgo de aquí a las 3 y entro a clases hasta las 6. ¿Tienes libre? –la rana asintió, deslizando una mano por su cabello. Por un momento se preguntó cuántos productos usaría para mantenerlo así de hermoso.
–Perfecto. ¿Cuál es tu recomendación, entonces?
–Si voy a leer un libro infantil, supongo que lo justo es que tú también lo hagas. Me imagino que ya has leído Alicia en el País de las maravillas.
–Por supuesto.
–Entonces mi recomendación es Coraline, de Neil Gaiman. También se podría considerar de terror, entonces espero que estés preparado.
–¿Lo puedo llevar a la caja ya? –sonrió, para entonces voltearse, tomar el libro y entregárselo. A la rana se le volvió a iluminar la cara– Muchas gracias –dio la vuelta para ir a pagarlo, cuando paró repentinamente y lo miró nuevamente–. Me llamo François Bonnefoy.
Gracias a Shakespeare, Eliza apareció en su campo de vista en ese momento y le dedicó una mirada asesina antes de que echara a perder su oportunidad de una vez por todas.
–Ya lo sab-... Uh... Yo soy Arthur Kirkland. Es un placer, Francis.
–François.
–Francis.
El mencionado suspiró, rodando los ojos. A Arthur se le escapó una risilla.
–Nos vemos luego, Agtiug.
–Oh Dios, no.
Inevitablemente, Francis soltó una ruidosa carcajada, la cual provocó que varios de los clientes restantes lo callaran. Mientras el otro se encogía de hombros y se dirigía lo más pronto posible a la caja, Arthur se permitió apreciar la risa más encantadoramente espantosa que había escuchado en toda su vida.
~~~
–¿Cómo te fue en tu cita? –cuestionó Erzsébet la semana siguiente, moviendo sus cejas sugestivamente. Arthur rodó los ojos, y notó que, en el fondo, Roderich estaba haciendo lo mismo.
–No fue una cita, solo hablamos de los libros y ya –murmuró, desviando la mirada para que Eliza no notara que se había sonrojado. No tenía que verla a la cara para saber que tenía un gesto de incredulidad estampado en el rostro.
–¿Ajá?
–Ajá.
–¡Gil!
Maldita sea.
Gilbert fue el primer novio de Erzsébet en la secundaria. Tras su separación, ella empezó a salir con Roderich, aunque mantuvo la amistad con el alemán. Para tal punto, tenían una relación amistosa que Arthur no comprendía, pero se limitaba a no juzgarla. Lo único que le quedaba claro es que no podía soportar al desgraciado.
–Reportándome, comandante –habló, entrando repentinamente en la habitación de descanso para los empleados. Arthur le dedicó una mala mirada a Eliza.
–¿Podría informarme puntualmente cuáles actividades llevaron a cabo los sujetos en cuestión el viernes anterior?
–Por supuesto, comandante –sacó una lista. El maldito de verdad sacó una lista.
–¿Por qué demonios tiene una lista?
–Frannie es mi mejor amigo, siempre me cuenta todo –le pareció impresionante pensar que no estaban en una relación y aun así iban a tener que platicar sobre su privacidad–. Entonces, a las 3:00 p.m., el sujeto 1 pasó aquí en busca del sujeto 2.
–¿Por qué soy el sujeto 2?
–A las 3:13 p.m., ambos sujetos llegaron a una cafetería a unas cuadras de aquí. El lugar en cuestión vende algunas de las marcas de té más reconocidas por aquí.
–¿Cómo sabe las horas exactas? Ni siquiera yo me fijé en eso.
–Ah, sí, Antonio y yo los seguimos. Entonces...
–Por el amor de Dios.
–Gil, ¿podrías saltar a la parte cuando ya iba a terminar su cita? –sugirió Eliza, mirándolo fijamente a los ojos. Arthur maldijo su suerte miles de veces.
–Claro. A las 5:24 p.m., aproximadamente, el sujeto 1 comentó que disfrutó la reunión amorosa y que apreciaría volver a repetirlo. Entonces, el sujeto 2 procedió a recomendarle una serie de libros –sintió cómo sus mejillas empezaban a arder y maldijo la palidez de su color de piel– para las siguientes sesiones. Posteriormente, cerca de las 5:27 p.m., el sujeto 1 pagó el cheque...
–Como en una cita –agregó Eliza, en cuyos ojos verdes Arthur nuevamente percibía las puertas del infierno.
–... y ambos sujetos caminaron juntos en dirección al campus universitario. Un dato a destacar es que en el camino, estuvieron tomados de la mano durante los 24 minutos que tomó el trayecto hasta llegar a la ubicación final. Tras su separación, el sujeto 1 procedió a llamarme a mí y a Antonio, sujetos 3 y 4 para contarnos la situación en detalle.
–Eso es todo. Muchas gracias, Gil –agradeció Eliza, portando una enorme sonrisa maquiavélica.
–Es un placer, comandante –se reportó el alemán, realizando el saludo militar apropiado. Arthur rodó los ojos, consciente de que debía de lucir como un tomate en ese momento.
–Así que... ¿cuál es la siguiente recomendación? Solo digo, para saber si necesito sacar algunos libros de la sección de romance y erótica o...
–Voy a tomar mi descanso afuera –prácticamente gritó, mientras luchaba por abrirse paso y salir de la librería lo más pronto posible. Erzsébet negó con la cabeza, aun sonriendo.
Gilbert soltó una carcajada, y estuvo a punto de darse la vuelta y retirarse también cuando sintió una mano sobre su hombro. Mierda, mierda, mierda.
–Entonces, Gil, ¿qué tal va todo con ese estudiante de Veterinaria del que me hablaste? Matthew, ¿no?
El alemán se quedó quieto, manteniendo fijamente la mirada de la húngara, quien tenía una ceja alzada y una sonrisilla maliciosa colgando de sus labios. Tras analizar todas las posibles respuestas, optó por la más sencilla de todas.
–Bueno, mi siguiente clase empieza dentro de dos horas y no quiero llegar tarde. Hasta luego –respondió en el tono más monótono posible, para luego voltearse y caminar hacia la salida.
–¿¡Aún no lo invitas a salir!?
–¡Hasta luegoooo! Le dices a Roderich que coma mierda de mi parte –agregó justo antes de cruzar la puerta de la tienda. Se topó con Arthur, quien estaba caminando en dirección al mismo lugar. Le guiñó un ojo y por supuesto que el otro respondió sacándole el dedo.
La juventud de ahora.
~~~
Había pasado poco más de dos meses desde su primera cita-reunión de lectura, lo cual significaba que Arthur estaba cerca del final de semestre y apenas tenía tiempo para dormir un par de horas (de lo que se sentía culpable). Así, se encontraba en la librería, ordenando la sección de literatura juvenil, cuando sintió unos brazos alrededor de su cintura y una frente contra su espalda.
–Te extraño –se quejó Francis, con ese tono meloso al que se había estado acostumbrando. Arthur se mordió el labio para disimular su sonrisa, mirando a sus costados para asegurarse de que no hubiese nadie viendo la escena.
–Estoy trabajando –respondió, aunque sabía que a su novio no podría importarle menos.
–¿Y?
–No están permitidas las muestras de afecto en el trabajo –murmuró, y se le escapó una sonrisa al pensar en que seguramente el otro estaba rodando los ojos.
Francis aprovechó para tomarlo de la cintura y darle vuelta. Cuando miró su rostro, el francés le mostró un descarado puchero y Arthur no pudo evitar reírse ante la imagen frente a él.
–¿No deberías estar calificando ensayos? –preguntó juguetonamente. Francis bufó, como el ser dramático que era. Con el tiempo uno se acostumbraba.
–Quiero pasar tiempo contigo. Puedo acompañarte a estudiar –sonrió. Sabía que detrás de toda la escenita, Francis genuinamente lo extrañaba: el desgraciado era miles de veces más empalagoso de lo que se hubiese esperado. Y lo peor de todo es que Arthur de verdad lo disfrutaba.
–Luego. ¿Sí, amor? –susurró, tomando el rostro de Francis en sus manos y procediendo a besar su sonrisa atontada.
–Están prohibidas las muestras de afecto durante horas de trabajo –habló Roderich. Arthur se separó de Francis lo más pronto posible, mientras el otro mantuvo ese brillo estúpido en sus ojos. Erzsébet bufó, y él fingió que no notó cómo su celular estaba en perfecta dirección a ellos. Con el flash encendido.
–Pero es lo que le pedí hacer: están hablando, están sonriendo y están estableciendo contacto visual. Arthur está siendo más amable con sus clientes, ¿no? –protestó Eliza, quien siempre estaba dispuesta a apreciar una buena escena romántica.
–Me parece que está siendo demasiado amable con sus clientes –masculló Roderich, alzando una ceja incrédulamente. Eliza negó con la cabeza.
–Tonterías. Nunca se puede ser demasiado amable. Ahora sí, continúen.
Arthur miró a la demasiado emocionada húngara y al austriaco con caras de pocos amigos. Entonces miró a su novio, quien había mantenido su expresión embobada durante toda la conversación. Fue entonces cuando decidió que estaba muy cansado como para lidiar con más drama del que Francis le ofrecía a diario.
–Voy a tomarme mi descanso –anunció, tomando al francés de la mano para prácticamente hacerlo arrastrado de la tienda. Ignoró las protestas de Eliza, junto con el sonido de la secuencia de fotografías tomadas durante su salida de la tienda.
Una vez que salieron de la librería, optó por caminar un rato. Francis rápidamente lo tomó del brazo, puesto que para ese punto habían establecido que darse la mano no calzaba mucho con ellos (lo cual provocaba que se sintiera como un abuelito, pero su novio solía apegarse más a su cuerpo cuando caminaban con los brazos cruzados y él procuraba fingir que no había notado ese detalle).
–Entonces... ¿de verdad eres más amable desde que empecé a ir a la tienda? –preguntó después de un rato, con esa sonrisilla juguetona a la que se estaba comenzando a acostumbrar. Rodó los ojos.
Era increíble cómo en un par de meses uno se podía ir enamorando de todo lo que había prometido destruir.
7 notes · View notes
breitzbachbea · 4 years ago
Link
Chapters: 1/1 Fandom: Original Work, Like Father Like Son (Online Novel) Rating: Mature Warnings: No Archive Warnings Apply Relationships: Hugo Lahrouchi/Alois Huber, Original Male Character/Original Male Character Characters: Hugo Lahrouchi, Alois Huber, Massoud Yusufi, Leo Reiter, Lilli Zwingli, Roderich Edelstein Additional Tags: Museums, Rivals With Benefits, 'Rivals' yeah sure, Dickheads with Benefits wasn't a tag, Public Hand Jobs, Bickering Summary:
Team Austria and Team Liechtenstein spend their forenoon in Vienna's Museum of Art History. Since Hugo and Alois aren't as fond of the artwork nailed to the wall, they decide that nailing each other may be a more worthwhile investment of their time.
*Appears like Erik at the end of Masquerade/Why So Serious* I have written you a spicy little thing.
In all seriousness, I’ve finally gotten around to publish this thing I’ve written last year and I thought since I’m also hanging around more on tumblr, I’d drop it here too.
2 notes · View notes
jessicafurseth · 5 years ago
Photo
Tumblr media
Reading List, Dog Days of Summer edition.
“If you bring forth what is within you, what you bring forth will save you. If you do not bring forth what is within you, what you do not bring forth will destroy you.” [The Gnostic Gospels] 
“All she wants is wine, dessert, dick, and equality.” [Noopface]
"It’s very hard and I promise you, you don’t ever feel successful while you’re doing it. The more success you have, the more you’re waiting for the other shoe to drop. And wherever you go, there you are. You are who you are and the only chance we have is other people’s wisdom.” The Rumpus interview with Taffy Brodesser-Akner 
When influencers make you hate everything you loved [Marisa Meltzer, The Cut] 
When influencers switch platforms and bare it all [Jason Parham, Wired] 
Your brain on orgasm [Jerilyn Covert, Men’s Health] 
My childhood in a cult [Guinevere Turner, The New Yorker] 
Monica Lewinsky is the hero of her own story now [Jean Hannah Edelstein, The Guardian] 
Kirsten Dunst is an icon for the Older Millennial [Elizabeth Donnelly, BuzzFeed] 
Why the world’s greatest mathematicians are hoarding chalk [Great Big Story] 
Welcome to the age of comfort TV (Yes I too have let Netflix auto-play me to sleep) [Richard Godwin, The Guardian] 
On queering up your Barbie [Kristen Arnett, BuzzFeed] 
The making of a millennial woman [Rebecca Liu, Another Gaze] 
Here’s a radical idea: The case for embracing being “hormonal” [Eleanor Morgan, The Guardian] 
How men treat women who they find unfuckable [Madeleine Holden, MEL Magazine] 
"One of the basic rules of tennis applies here: If you want to improve your skills, you need to play someone who is (at a minimum) at your own level. As sophisticated as a 20-something may be, she will be more so—with a more exquisite bullshit detector—in her 40s.“ [Hugo Schwyer, The Atlantic] 
1 note · View note
wigwagwigout · 8 years ago
Text
Ten Chimneys' Lunt-Fontanne Fellowship Program taps Alfred Molina as 2017 master teacher
Ten Chimneys’ Lunt-Fontanne Fellowship Program taps Alfred Molina as 2017 master teacher
(more…)
View On WordPress
0 notes