#hombre en uniforme
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cuchufletapl · 2 years ago
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Mi psicólogo: Las waifus de la Legión no existen, no pueden hacerte daño.
Las waifus de la Legión:
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girls what are you wearing 
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elbiotipo · 1 month ago
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Pensando en que los libertarios usan el traje como uniforme, aunque algunos no sean empresarios o políticos se ponen el traje con un orgullo, como que se pusieran la gorra.
Parte de la resistencia contra esta embestida de derecha debería también incluir un rechazo del Traje, el simbolo por excelencia del dominio del capitalismo occidental. Cuando te ponés un traje no estás siendo rebelde ni contracultura, estás siendo un viejo choto, estás siendo The Man, la Yuta, el Sistema, la Gorra, los Servicios, los Chorros de Guante Blanco, el Establishment, estás siendo todo lo opresor y represor en este mundo. No sos ninguna clase de alternativa o rock star y tanto metaleros como hippies te deberían mirar con desprecio.
Concluyó esto con mí usual prédica de que los hombres deberían vestirse como Earth Wind & Fire.
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La memoria de los pobres está menos alimentada que la de los ricos, tiene menos puntos de referencia en el espacio, puesto que rara vez dejan el lugar donde viven, y también menos puntos de referencia en el tiempo de una vida uniforme y gris. Tienen, claro está, la memoria del corazón, que es la más segura, dicen, pero el corazón se gasta con la pena y el trabajo, olvida más rápido bajo el peso de la fatiga. El tiempo perdido sólo lo recuperan los ricos. Para los pobres, el tiempo sólo marca los vagos rastros del camino de la muerte."
Albert Camus | El primer hombre
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mioritic · 1 year ago
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“Retrato de un grupo de jóvenes, integrado por un muchacho con uniforme y 4 hombres con con traje, corbata, gabardina y boina, sentados en la terraza del Café Suizo, en la plaza del Castillo en Pamplona, junto a un camarero en pie.”
José Galle Gallego, 1926
Archivo Real y General de Navarr, via returntobasque
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fraseboleta · 2 months ago
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, a continuación, te presento la historia en un formato más extenso y narrativo, como si fuera parte de un libro.
### Capítulo 1: El Comienzo del Caos
Mi vida cambió para siempre el día que mi mamá falleció en una explosión. Era un día normal, o al menos eso parecía. Hasta que una llamada telefónica lo trastornó todo. La voz al otro lado del teléfono me informó que mi mamá ya no estaba. El dolor que sentí fue indescriptible. Mi mundo se vino abajo y con él, todas mis esperanzas y sueños.
Soy venezolano, y desde aquel fatídico día, mi vida se convirtió en un torbellino de emociones y decisiones equivocadas. La pérdida me llevó a un lugar oscuro. Empecé a frecuentar fiestas, fumar, y a involucrarme en el mundo de las drogas. Comencé a juntarme con personas peligrosas, individuos que sólo me arrastraron más profundo en la desesperación.
### Capítulo 2: Descenso al Abismo
Mi comportamiento se volvió autodestructivo. Asalté a muchas personas en el transporte público, buscando una salida rápida a mis problemas económicos. A pesar de mis intentos por encontrar un trabajo honrado, nadie me daba una oportunidad. Era como si el mundo entero me hubiera dado la espalda.
En medio de este caos, la voz de mi abuelo resonaba en mi mente. Mi abuelo, un hombre sabio y amoroso, llamaba a mi hermana desesperado porque había días en los que no tenía para comer. A veces, ni siquiera tenía para comprar una botella de agua. El saber que mi familia también sufría me llenaba de una tristeza aún más profunda.
### Capítulo 3: La Esperanza en un Mensaje
Un día, recibí un mensaje de mi hermana mayor. Me pidió que memorizara una dirección en Orlando, Florida. Esa noche, tomé la decisión de dejar todo atrás y buscar un nuevo comienzo. Junto con mi hermana, llegamos a Monterrey y cruzamos el río a las 6 de la mañana. Sin embargo, fuimos detenidos por la migración.
Lo que siguió fue un proceso largo y agotador. Pasé por experiencias tanto buenas como malas en la prisión de migración. Viví motines y noches de insomnio, rodeado de incertidumbre y miedo. La prisión era un lugar oscuro y frío, donde las esperanzas parecían desvanecerse con cada día que pasaba.
### Capítulo 4: El Sueño Revelador
Una noche antes de mi corte, tuve un sueño muy vívido con mi mamá. En el sueño, estaba esposado y vestido con un uniforme naranja. Mi mamá estaba frente al juez y le suplicaba que me dejara en libertad, asegurándole que yo era un buen chico. Le decía que merecía una segunda oportunidad. En el sueño, vi una puerta que se abría y todo era blanco, como un portal hacia un nuevo comienzo.
### Capítulo 5: La Libertad
Al día siguiente, fui a mi corte con ese sueño fresco en mi mente. Increíblemente, me dieron la libertad. Salí de ese lugar sintiendo que mi mamá había intercedido por mí desde el más allá. La sensación de libertad era abrumadora, pero también llena de incertidumbre.
### Capítulo 6: Los Verdaderos Amigos
A lo largo de este viaje, me di cuenta de quiénes eran mis verdaderos amigos. Solo tres de ellos se mantuvieron a mi lado, apoyándome en los momentos más oscuros. Los amigos de las fiestas, aquellos con los que solía ligar chicas y pasar el tiempo, resultaron ser falsos. La mayoría me dio la espalda cuando más los necesitaba.
### Capítulo 7: Los Obstáculos en México
Mi situación se complicó aún más cuando, en un país que no es el mío, México, fui secuestrado dos veces. Esas experiencias fueron aterradoras y me llenaron de una tristeza profunda. Estaba solo, en un lugar desconocido, sin saber si sobreviviría para ver otro día.
### Capítulo 8: Un Nuevo Comienzo
Hoy, gracias a Dios, estoy legal en este país y estoy trabajando duro para superarme poco a poco. He aprendido mucho de esta experiencia y estoy agradecido por la oportunidad de un nuevo comienzo. La vida no ha sido fácil, pero cada obstáculo me ha hecho más fuerte. Ahora, con el apoyo de mis verdaderos amigos y la memoria de mi mamá guiándome, estoy decidido a construir un futuro mejor.
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naominotaisho · 2 months ago
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Treasure Planet II: Summary of the sequel we never had
I'm sorry I don't speak English 😝
Esta publicación es un copia y pega del resumen que puedes leer aquí: https ://animatedviews.com/2014/buried-treasure-the-ill-fated-voyage-to-treasure-planet-2/
Y las respuestas de Reddit de la directora Jun Falkenstein que puedes encontrar aquí: https://www.reddit.com/r/treasureplanet/comments/12zs3tp/i_was_the_director_of_the_cancelled_tp2_ama/
Yo simplemente lo condense todo para leerlo de corrido. ¿Motivos? pues 1) Después de leer el hilo de Reddit de la directora decidí que oficialmente ya había mucha información dispersa de esta secuela cancelada (a estas alturas solo falta que se filtre un guion XD) y mi lado fanático del orden decidió acumularla toda en un solo lugar. O sea, esta publicación XD
2) Estoy obsesionada con el universo de Treasure Planet.
Aclarado esto, si tienen alguna duda no me pregunten nada porque no tengo idea XD. Yo solo copie y pega información que puedes encontrar en los links de arriba:
Entonces vayamos con el resumen:
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La secuela iba a continuar 3 años después donde la primera película se quedó, con Jim Hawkins (ahora de 18 años) entrando a la Real Academia Interestelar. ¿Cómo lo hizo?  Jim entró a la academia porque tenía talento; además de (¿tal vez?) un ligero nepotismo 🤣 ya que Amelia acababa de ser nombrada decana de la academia. Se suponía que la Academia iba a ser una especie de universidad combinada, pero orientada al servicio naval. En la Academia, Jim es un talento natural, pero no sigue muy bien las reglas. Por lo tanto, tiene un comienzo inestable, especialmente con su compañera de clase Katherine "Kate" Blake…
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Jim y Kate se conocieron en la escuela cuando él arruinó accidentalmente su uniforme (aparentemente estaba presumiendo delante de otros estudiantes haciendo surf solar por el campus y cuando le dijeron que parara, se detuvo bruscamente frente a Kate arrojándole barro por todo el cuerpo) lo que inicia una cadena de desagrado mutuo.
Kate es imaginada como la académica perfecta y el opuesto de Jim: muy inteligente y con una personalidad tipo A, absolutamente intelectual, recatada, correcta, inteligente en los libros, pero carente de experiencia en la "vida real".
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El padre de Kate es el almirante Blake, el comandante de la Armada (un pez gordo en la Marina). Los Blake eran como leones, ya que provenían de una familia de clase alta. Él la crió para que fuera como él: una persona que seguía las reglas, honesta y directa. Kate desea que su padre este orgulloso de ella.
Se suponía que el padre de Kate era un "hombre león" por lo que Kate era una chica mitad león (según la directora querían que Kate pareciera un poco alienígena pero no completamente humana como Jim).
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Jim y Kate compiten por ser los mejores de la clase, pero tienen habilidades muy diferentes...
Jim tiene dificultades con las tareas de clase mientras que ella las aprueba de maravilla. Pero cuando se trata de clases de vuelo reales, Jim es ahora el que sobresale y descubre que Kate no puede con ellas y se marea (de lo que se aprovecha).
Este disgusto mutuo eventualmente llevaría a que los dos se metieran en una gran pelea y estrellaran uno de los pequeños botes de entrenamiento de la Academia porque no estaban trabajando juntos, arruinando un ejercicio de entrenamiento de manera muy grave. Lo que hace que ambos se ganen el castigo de limpiar la cubierta del Centurión, y se odien mutuamente y cada uno culpe al otro por el castigo...
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El Centurión es la nave más rápida de la galaxia (Diseñado por el Doctor Doppler) y BEN es su piloto.
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Jim se siente como un pez fuera del agua en la Academia (más o menos) rodeado de estos chicos ricos, elegantes y entrenados, y casi quiere dejarlo. Pero luego las cosas cambian debido al villano…
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El pirata Ironbeard desea apoderarse del Centurión. Este despiadado villano es relativamente todo de hierro: no queda casi nada de lo que era originalmente, ni por dentro ni por fuera. Lidera un grupo de piratas para secuestrar el Centurión mientras Jim y Kate están a bordo (quienes ante la situación forman una tregua temporal por necesidad). La Marina no puede atrapar al Centurión debido a la velocidad y el blindaje de la nave.
Jim y Kate escapan del Centurión pero debido a que ambos solo estaban en un surfista solar (que no era un gran dispositivo para viajes espaciales prolongados) no tuvieron más opción que aterrizar en la Laguna Nebulosa, que es un pueblo pirata, debido a que era el sistema más cercano.
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Jim decide que necesita un pirata que les ayude a atrapar piratas por lo que tan pronto como se da cuenta de dónde está, comienza a preguntar por si acaso y resulta que todos conocen a Silver porque tiene una "choza de pescado" allí que, por supuesto, es solo una fachada para su negocio real…
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Kate está muy incómoda en aquel mundo pirata por lo que tiene que aprender a adaptarse a ese mundo y a esa situación en la que Jim se siente más a gusto y ella se siente como la forastera.
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Encuentran a su viejo amigo Long John Silver en la Laguna Nebulosa, donde dirige una red de contrabando. Silver acepta ayudar cuando se entera de lo del Centurión…
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La directora quería que Silver siguiera siendo un personaje moralmente nebuloso, así que lo presentaron como un contrabandista de armas con su propio pequeño barco. Estaba emocionado cuando Jim acude a él en busca de ayuda con Ironbeard y en el fondo espera que Jim se quede con él, como hijo/protegido y no regrese a la academia, pero Kate también estaba involucrada y se estaba convirtiendo en una buena influencia para Jim.
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Kate se mostraría extremadamente escéptica con Silver a pesar de que él intenta ser encantador. Y a Silver no le agradaría Kate por lo que ella representa (la ley y el orden) y por el hecho de que está tratando de alejar a Jim de él, pero al final se ablanda con ella. En parte se debe a que siente mucha culpa por una chica a la que hizo daño en el pasado y, en última instancia, le dice a Jim que no haga lo mismo. Kate solo comienza a admirar a Silver después de que demuestra su lealtad a Jim.
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…Jim y Kate reciben una señal de seguimiento de BEN que actualmente se encuentra como rehén a bordo del Centurión. Ironbeard dejó a BEN con vida para que pudiera ser un sirviente y entretenimiento para la tripulación (Según la directora habían planeado una escena en la que los piratas lo maltrataban y lo obligaban a hacer 40 cosas diferentes a la vez). El grupo sigue la señal a través de la nave chirriante de Silver y descubren que el Centurión está atracado cerca del asteroide prisión de Botany Bay…
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Se suponía que iba a ser un montón de asteroides encadenados con torretas de armas en el perímetro exterior para evitar que se escaparan. La directora quería que pareciera bastante sombrío.
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Ironbeard está usando el Centurión para desactivar los sistemas de seguridad de Botany Bay. Jim, Kate y Silver se suben a bordo del Centurión, donde Silver le revela a Jim que quiere quedarse con el Centurión. Le pide a Jim que se una a él.
Kate escucha esto y se horroriza, especialmente porque (también debido al vínculo que se generó a través de su situación bastante intensa) durante toda la aventura Jim y Kate finalmente habían comenzado a conocerse, dándose cuenta de que el otro no era tan malo como pensaban, comenzado a entenderse y agradarse más y enseñándose mutuamente habilidades de las que el otro carece, hasta finalmente comenzar a sentirse atraídos el uno por el otro.
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Kate está enfadada con Jim y se marcha furiosa. Jim está a punto de dejarla de lado también cuando Silver le dice que le dé una oportunidad. Él revela una parte de su pasado a través de un flashback, cuando un joven (no cyborg) Silver arruinó una relación con el amor de su vida (una mujer llamada Molly), una decisión que lo llevó directamente a una vida de piratería.
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Ironbeard descubre a los intrusos y se lanza a una pelea en la que Silver resulta herido (la directora dice que planearon un momento final dramático en el que tiene que desprenderse de su brazo cyborg para evitar que Ironbeard aborde su nave).…
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Se suponía que el villano de Dafoe era muy malvado. Ya nada en él era "humano", literalmente, excepto tal vez su cerebro y sus órganos,
Ironbeard era principalmente "malvado” y se planeaba que tuviera una gran historia con Silver. Básicamente fue el primer "jefe pirata" de Silver cuando Silver era más joven. Se pelearon por un botín (injusticia, Ironbeard se quedó con la mayor parte como jefe, o algo así) y Ironbeard le cortó el brazo a Silver como castigo para ponerlo en su lugar, lo que resultó en su brazo cyborg (aunque no se habla de sus otras partes). Ironbeard era el tipo de persona que tomaba grandes riesgos y era un poco sociópata, pero como las recompensas bajo su mando eran buenas, siempre conseguía que la gente lo siguiera. Debido a que robaba a personas de alto perfil, siempre hacía que volaran partes de sí mismo y las reemplazaran hasta que básicamente se convirtió en un cyborg.
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…Mientras tanto, los otros piratas arrojan escaleras hacia la prisión de abajo, lo que permite que enjambres de prisioneros eufóricos suban a la nave. Silver, Jim y Kate salen del Centurión en medio de toda la confusión. Sin embargo, Ironbeard derriba la nave de Silver. Caen en picado hacia el asteroide prisión de abajo, donde se estrellan.
Silver lleva consigo un cargamento muy peligroso que había estado intentando contrabandear y vender por una fortuna, que tiene el poder de una bomba de neutrones. Jim, Kate y Silver se reconcilian y trabajan juntos para arreglar la nave de Silver y evitar que el Centurión, lleno de los piratas más malvados de la galaxia, se embarque en una locura de robos y asesinatos. En el último segundo, Silver renuncia a regañadientes a su "fondo de jubilación" para destruir el Centurión, con Ironbeard y todos los piratas a bordo.  Hubo un momento final en el que Ironbeard se aferraba a Silver y él soltó su brazo cyborg para enviarlo a volar al espacio junto con Ironbeard.
Silver se separa nuevamente de Jim y Kate y les dice que se cuiden el uno al otro. En el epílogo, han pasado algunos años y Jim y Kate ahora están en una relación. Ambos se graduaron con honores, mientras un orgulloso Silver los observa en secreto desde las sombras, sonriendo.
Morph se incluyó, sí, pero como en TP1, principalmente por ternura y alivio cómico.
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Según la directora, quería ver la siguiente evolución en la madurez de Jim. Hacerlo un poco menos reservado y dolido y un poco más abierto de corazón desde sus experiencias con Silver.
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Según la directora, En TP Jim estaba sufriendo porque se sentía abandonado por su padre, luego consigue un padre "sustituto" que desafortunadamente lo abandona nuevamente, aunque al menos esta vez con la comprensión de Jim de la situación. En la secuela, Jim regresaría con Silver y esa sería una reunión feliz, pero también se daría cuenta de que está dejando atrás las cosas que Silver posiblemente puede enseñarle y, de hecho, se está volviendo más maduro en algunos aspectos que Silver. Entonces, aunque se preocupan el uno por el otro, es Jim quien toma la decisión de irse esta vez y regresar a la academia.
El mensaje se basaría en temas de no aferrarse a las personas/pensamientos/emociones que te están frenando, incluso si es difícil dejarlos ir.
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Y hasta aqui llegamos (o por lo menos hasta que surja más información que desconozcamos porque tengo entendido que ademas de esta secuela tambien cancelaron un serie de Treasure Planet) The End (¿?)
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letsgetbigger · 5 months ago
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Un equipo grande
Primera parte
La universidad se preparaba para el inicio de una nueva temporada de fútbol americano. Su equipo no había tenido buenos resultados en los últimos años y la administración decidió que era el momento de un cambio drástico. Así que invitaron a Samuel Reeve, su exestrella más destacada, para que tomase las riendas como nuevo entrenador. A sus 38 años, Samuel aceptó la oferta, dejando atrás su monótono trabajo de oficina y el pequeño apartamento en el que había vivido de alquiler los últimos años.
Samuel era un hombre imponente, con 150 kilos bien distribuidos en un cuerpo robusto. A pesar de tener una barriga redonda y prominente, su musculatura era evidente, recordando a todos sus días de gloria en el campo. Su atractiva cara tampoco pasaba desapercibida: ojos penetrantes, mandíbula marcada y una sonrisa que derrochaba confianza. Sin embargo, ocultaba un secreto muy personal. Le excitaba hacer engordar a otros hombres. Y con su nuevo papel como entrenador, veía la oportunidad perfecta para llevar a cabo sus deseos más íntimos sin levantar sospechas.
Una mañana de sábado, Samuel se despertó en su nuevo apartamento en el campus y se vistió con el uniforme de entrenador. Admiró brevemente su reflejo en el espejo. La camiseta ajustada acentuaba su figura, dándole un aire de autoridad incuestionable. Era un nuevo comienzo y estaba dispuesto a hacerlo memorable.
Salió del apartamento y respiró profundo. Caminó con paso decidido hacia el estadio, disfrutando del ambiente familiar. Los edificios de ladrillo rojo y las amplias avenidas arboladas le recordaban a sus días de estudiante y jugador, pero ahora estaba de vuelta con una misión diferente.
Llegó al estadio y se dirigió a su nueva oficina. Se tomó un momento para observar el espacio. Las paredes estaban adornadas con trofeos y fotos de sus días de jugador, una clara muestra de su legado. El escritorio, aunque simple, estaba ordenado y listo para las tareas que le esperaban. Pero lo mejor de todo era que una puerta conducía directamente a los vestuarios desde su oficina y si la dejaba abierta, incluso se veían las duchas. La perspectiva desde su silla le brindaba una ventaja estratégica. Podría observar a los jugadores sin que ellos se dieran cuenta. Samuel sonrió para sí mismo imaginando el futuro. No solo quería ganar partidos, sino también hacer que sus chicos creciesen de una manera muy particular. Estaba ansioso por conocerlos y empezar a implementar su plan.
Por fin, los jugadores fueron llegando al vestuario para cambiarse. El ruido de las conversaciones y las risas llenaba la sala. Había un ambiente animado. Samuel, desde su oficina, observaba cada detalle con atención y un creciente interés. Los jugadores se quitaban la ropa con naturalidad, despojándose de camisetas, pantalones y calzoncillos antes de ponerse los uniformes. Algunos eran más gorditos y otros eran más delgados. Sin embargo, tres jugadores en particular captaron su atención porque parecían dioses griegos esculpidos en piedra.
El primero era Axel, un rubio cachas con barba. Sus músculos eran asombrosos, cada uno de ellos perfectamente definido y visible incluso bajo los tenues focos del vestuario. Tenía los pezones grandes y rosados. Axel llevaba boxers que se ajustaban cómodamente a sus glúteos, realzando su figura. Mientras se desvestía, sus brazos y su torso se tensaban y relajaban con una gracia natural.
El segundo jugador era Marco, un latino de piel morena y ojos llenos de vida. Sus muslos eran anchos y poderosos, una muestra clara de su fuerza. Aunque lo que realmente destacaba era el tamaño de su pene, que parecía aún más grande cuando se quitó los slips ajustados para ponerse el jockstrap. Marco tenía una confianza innata, moviéndose con una facilidad y un carisma que atraían todas las miradas.
El tercero era Jamal, un joven negro con un culo respingón que inmediatamente volvió loco a Samuel. Jamal también usaba slips. Estos acentuaban sus glúteos firmes y redondeados. Su cuerpo era una obra de arte, con músculos definidos y una piel brillante que reflectaba la luz. Cuando se inclinaba para recoger algo o simplemente se giraba, su trasero se meneaba de una manera que resultaba provocativa. Y tenía una risa contagiosa.
Samuel no podía apartar la mirada. Axel, Marco y Jamal eran la encarnación de la perfección física. Decidió que era el momento de presentarse. Se levantó de su silla, ajustó su uniforme y salió de la oficina.
Al entrar en el vestuario, el ruido disminuyó y todas las miradas se volvieron hacia él. Samuel sonrió, listo para ponerse manos a la obra.
—Buenos días, chicos —dijo con voz firme—. Soy Samuel Reeve, vuestro nuevo entrenador. Estoy aquí para llevar a este equipo a la victoria. Necesitáis ganar fuerza, claramente, y para ello, será necesario que aumentéis de peso.
Un murmullo recorrió la sala. Algunos jugadores intercambiaron miradas preocupadas, mientras otros fruncían el ceño.
—Escuchadme bien —dijo levantando una mano para silenciarlos—. Habéis perdido casi cada partido en los últimos años. Estoy convencido de que subir de peso y ganar masa muscular hará que todo cambie. Para conseguirlo, no solo debéis continuar entrenando duro en el campo y en el gimnasio, sino que también seguiréis a rajatabla un plan de comidas y batidos de proteínas que he preparado para vosotros.
Samuel les pasó una hoja con instrucciones detalladas. Las protestas no se hicieron esperar. Algunos jugadores miraban los papeles con incredulidad, otros con evidente molestia.
—Es demasiado —dijo Marco levantando la vista de su hoja—. Con todo esto me voy a poner gordo.
Samuel lo miró fijamente, desafiándolo con sus ojos oscuros.
—¿Sabes quién soy? —preguntó en tono serio, su voz resonando en el vestuario—. Soy el mejor jugador que este equipo ha tenido jamás. No deberías cuestionarme. Si sigues mis instrucciones, ganaremos.
La habitación se quedó en silencio. Marco, callado, asintió lentamente, aceptando la superioridad y experiencia de Samuel. Los otros jugadores, viendo la determinación en su nuevo entrenador, empezaron a revisar el plan con menos resistencia.
—Y ahora, al campo, a ver qué tenéis que ofrecer.
Se levantaron y abandonaron el vestuario. Mientras Samuel los seguía afuera, no podía evitar sentir una chispa de excitación. Esto era solo el comienzo y estaba decidido a ver sus fantasías hacerse realidad, kilo a kilo.
Segunda parte
Tras un mes de duros entrenamientos y una dieta tan hipercalórica, los jóvenes atletas mostraban cambios innegables en sus cuerpos. Todos sin excepción habían ganado alrededor de 10 kilos. Samuel observaba desde la oficina cómo se duchaban.
Marco estaba de espaldas al chorro de agua. Su abdomen, antes definido, ahora mostraba una ligera capa de grasa que suavizaba sus músculos. El largo pene de Marco contrastaba con la redondez creciente de su vientre. Sus muslos, que ya eran anchos, se habían vuelto aún más imponentes. Y sus pectorales habían crecido también.
Axel, por su parte, se estaba enjabonando lentamente. Su torso musculoso ahora tenía una apariencia más voluminosa. Sus grandes pezones rosados destacaban aún más en su pecho firme pero ligeramente cubierto de una nueva capa de grasa. Y su barriga había comenzado a redondearse, enterrando las líneas de sus abdominales. Mientras se enjuagaba el jabón, sus músculos y la grasa adicional bajo su piel se movían en armonía, dándole un aspecto rechoncho.
Jamal, de pie bajo una de las duchas, estaba de perfil y le ofrecía a Samuel una panorámica privilegiada de su culo respingón, que había aumentado de tamaño en el último mes. Sus glúteos seguían firmes pero más redondeados, con una suavidad extra. Sus caderas se habían ensanchado ligeramente y la definición de sus músculos en general se mezclaba con la nueva grasa.
Samuel no podía dejar de mirar. La transformación de aquellos físicos, el resultado de su meticuloso plan, era exactamente lo que había esperado. Su polla se puso dura, una reacción incontrolable ante el espectáculo que tenía frente a él. Ver cómo los jugadores se volvían más voluminosos le producía una excitación indescriptible. Sentado en su escritorio, observaba cada detalle, cada nueva curva, cada kilo de peso ganado.
Esa semana jugaron su primer partido y, para la alegría de todos, ganaron. La atmósfera en el estadio era de puro de júbilo y los jugadores estaban exultantes por su victoria. Después del partido, Samuel fue llamado a la oficina del rector para hablar sobre el impresionante rendimiento del equipo. Tras una breve conversación en la que el rector no escatimó en elogios, volvió a su oficina con satisfacción.
Al abrir la puerta, se encontró con una escena de celebración desenfrenada en los vestuarios. Los jugadores, recién duchados y en calzoncillos, estaban cantando y saltando de alegría. La grasa acumulada en sus cuerpos durante el último mes rebotaba en una ropa interior cada vez más ajustada. De repente, uno de los jugadores agarró el gran paquete de Marco
—Tu novia se va a poner contenta, ¿eh? —dijo con una sonrisa pícara.
Marco apartó la mano de un manotazo y riéndose junto con el resto del equipo. Otro jugador se acercó a Axel y, pellizcándole los pezones con picardía, exclamó:
—¡Mirad qué tetas tiene este ahora!
Las risas estallaron aún más fuertes mientras Axel se sonrojaba ligeramente. Entonces el chico que estaba a su lado le pinchó con un dedo la barriga, que se había redondeado notablemente.
—¡Y qué panza! —añadió.
Axel, sin perder la compostura, les respondió.
—Si no fuera por lo grande que estoy, no habría placado a aquel jugador tan agresivo del otro equipo.
Los demás asintieron, reconociendo la verdad en sus palabras.
—Además, lo que más ha crecido no es mi panza, sino esto.
Se acercó a un Jamal distraído y le dio una palmada en el culo. Las nalgas de Jamal, apretadas por sus slips demasiado pequeños, se movieron como si fueran gelatina ondulante. Más jugadores comenzaron a hacer lo mismo viendo la oportunidad. Reían sin parar. Uno de ellos incluso tiró de la goma elástica de los slips de Jamal y los bajó, revelando sus enormes cachetes. Los gritos y silbidos no se hicieron esperar.
Samuel, viendo la escena desde su oficina, sintió una oleada de deseo que no podía controlar. Cerró la puerta disimuladamente, asegurándose de que nadie lo viera. La imagen de sus jugadores engordados, de los movimientos de sus carnes y de la camaradería desinhibida le excitaba. Su mano se deslizó por sus propios calzoncillos. La visión de los glúteos de Jamal, tan perfectos y expuestos, le llevó rápidamente al clímax. Sintió una explosión de placer mientras se corría dentro de su ropa interior, llenándola de semen caliente.
Las victorias se sucedieron a medida que los cuerpos de sus chicos se expandían. Tras otro par de meses, los cambios en sus físicos eran aún más pronunciados. En el vestuario, después de otro entrenamiento agotador y una ducha, los jugadores se secaban con las toallas reflejando el impacto de la dieta especial.
Jamal se secaba lentamente. Su culo, que siempre había sido grande, era ahora impresionante. Su grasa ondulaba con cada paso. Seguía usando los mismos slips, los cuales se estiraban al límite para contener sus nalgas gordas, dejando al descubierto la raja del culo, una visión que Samuel encontraba irresistible. Y las gomas se le clavaban en la carne, resaltando aún más su volumen.
Axel se secaba su rubia barba. Su torso había ganado una notable cantidad de grasa, suavizando los músculos de debajo. Su barriga se había redondeado considerablemente y sus pectorales, antes duros y definidos, parecían pequeños montículos de grasa con pezones puntiagudos que temblaban con cada movimiento. Al intentar subirse los boxers, estos luchaban por contener su nuevo tamaño. La goma elástica se le clavaba en la cintura, y sus glúteos, aunque no tan abultados como los de Jamal, también quedaban parcialmente expuestos.
Marco, de pie frente a su taquilla, dejó caer la toalla. Su cuerpo mostraba una capa muy gruesa de grasa. Su barriga redonda colgaba ligeramente y sus muslos anchos rozaban entre sí con cada movimiento. Sus slips estaban tan ajustados que le apretaban el pollón. Y cada vez que se movía, sus nalgas rebotaban.
Samuel, observando desde su oficina, notó que Marco estaba cabizbajo, una expresión de tristeza en su rostro. Decidió acercarse a él para ver qué ocurría.
—Marco, ¿qué pasa? —preguntó.
Marco suspiró y agarró su gran barriga con ambas manos, meneándola. Sus tetas y sus genitales se movieron con las sacudidas, un espectáculo que hizo que Samuel tragara saliva.
—Mi novia me ha dejado por esto —dijo Marco, la voz cargada de desilusión.
Samuel intentó mantener la compostura mientras su corazón latía con fuerza.
—Escucha, Marco. Si ella no puede ver más allá de la superficie, entonces no te merece. Eres más que tu apariencia y aquí todos nosotros lo sabemos.
Marco asintió, pero la tristeza en sus ojos no desapareció del todo. Samuel, sintiendo que su control estaba al borde del colapso, se retiró rápidamente al despacho. Cerró la puerta tras de sí y miró hacia abajo, confirmando que el líquido preseminal había manchado su pantalón corto.
En el siguiente entrenamiento, Samuel observaba orgulloso cómo sus jugadores vestían nuevos uniformes más grandes, adaptados a sus nuevos cuerpos. Durante una pausa, Jamal se acercó con una expresión de incomodidad en el rostro.
—Entrenador, tengo un dolor en el hombro —dijo, frotándose la zona afectada.
Samuel, siempre dispuesto a cuidar de sus jugadores, le ofreció un masaje de fisioterapia en su despacho, donde tenía una camilla preparada. Jamal aceptó y acordaron encontrarse esa misma tarde.
Cuando Jamal llegó al despacho, llevaba una camiseta ajustada que resaltaba la curva de su vientre y unos vaqueros que le quedaban ceñidos en las caderas y los muslos. La ropa acentuaba su complexión y evidenciaba su tamaño. Samuel le dio la bienvenida con una sonrisa profesional, aunque su mente estaba llena de pensamientos lascivos.
—Vamos a trabajar esos músculos tensos, Jamal. Quítate la ropa y túmbate en la camilla.
Jamal asintió y comenzó a desvestirse. Primero se quitó la camiseta, revelando su abdomen de forma redondeada y sus grandes pectorales con pezones oscuros y firmes. Luego se desabrochó los vaqueros y los deslizó por sus piernas robustas, dejando al descubierto sus muslos gruesos y potentes. Se quedó en unos slips talla XL de color gris recién comprados que se ajustaban de manera provocativa a sus caderas y a su culazo.
Se tumbó boca abajo en la camilla y Samuel se acercó con una botella de aceite en la mano. Vertió un poco del líquido en sus palmas y comenzó a masajear los hombros tensos, trabajando con habilidad y firmeza. A medida que sus manos se movían, no podía evitar observar cómo las enormes nalgas de Jamal se balanceaban con el movimiento. La excitación creció en Samuel mientras seguía masajeando. La visión de aquellos nalgones moviéndose bajo el fino material de la ropa interior era arrolladora.
—Voy a destensar también tus glúteos, Jamal. Relájate.
Con un gesto firme, tiró de la goma elástica de los calzoncillos de Jamal, bajándolos con cierta dificultad. La piel suave de sus cachetes quedó al aire. Brillaba bajo la luz con el aceite que el entrenador aplicó directamente de la botella. Sentir su grasa bajo los dedos por primera vez era una sensación increíble. Proporcionaba una combinación de firmeza y blandeza que encontraba muy tentadora. Jamal empezó a emitir unos gemidos involuntarios al ser tocado. Resonaban en la habitación y en la mente de Samuel. Sin dejar de manosear al jugador más sexy del equipo, Samuel notó cómo su propio entusiasmo aumentaba, su respiración volvi��ndose pesada. Jamal, por su parte, parecía cada vez más afectado por el contacto. Sus gemidos sonaban más y más altos, más y más intensos, hasta que finalmente pegó un largo grito y se corrió, su cuerpo temblando de placer. Samuel paró en seco. Avergonzado y sonrojado, Jamal se levantó rápidamente, murmuró un agradecimiento vistiéndose a toda prisa y salió del despacho.
Samuel se quedó en la sala, contemplando lo sucedido. Su mente giraba en torno a una pregunta: ¿Era Jamal gay? Y si lo era, ¿habría otros jugadores como él en el equipo? Estaba seguro de que, con el tiempo, descubriría la respuesta.
Tercera parte
Llegó la Navidad y la mayoría del equipo abandonó el campus. Axel y Jamal se quedaron. Axel, porque era huérfano y Jamal, porque su familia había decidido hacer un viaje y visitarlo.
Una tarde de finales de diciembre, el entrenador aprovechó para ponerse al día con el papeleo. Estaba en su oficina, con la puerta cerrada, cuando oyó ruido proveniente del vestuario. Reconoció las voces de Axel y Jamal. Intrigado, apagó la luz y entreabrió la puerta lo justo para no ser visto. Desde su posición podía observarlos. Se habían metido en la ducha. Axel se enjabonaba con movimientos lentos y deliberados. Su barriga redonda y prominente temblando ligeramente con cada gesto. Jamal, a su lado, también estaba embadurnado de jabón. Sus nalgas grandes y llenas se balanceaban suavemente al frotarse. Samuel se fijó en que ambos tenían las pollas medio erectas. De repente, Axel y Jamal empezaron a tocarse a sí mismos mientras se miraban. Axel se acarició los pezones rosados con los pulgares, abriendo la boca en una expresión de placer. Luego levantó y dejó caer su barriga, haciendo que temblase arriba y abajo con el peso. Jamal, con una sonrisa libidinosa, se agarró las tetas con las palmas de las manos y se las manoseó. Después se giró y se dio un azote en una nalga con una mano. El sonido resonó en el espacio. Con la otra mano comenzó a pajearse, su polla dura y reluciente. Repitió el azote. Axel se la agarró y empezó a pajearse también, los ojos fijos en Jamal. Jadeaban y se reían disfrutando del momento. Finalmente, Axel y Jamal alcanzaron el clímax y se corrieron. Los chorros de semen se perdieron por el desagüe.
Samuel no daba crédito a lo que acababa de presenciar. Se quedó quieto, esperando a ver qué más hacían. Los dos, aún respirando con dificultad, se vistieron conversando de manera casual.
—Tío, el entrenador está buenísimo —dijo Axel ajustándose la camiseta sobre la barriga.
—Ya ves —dijo Jamal colocándose los pantalones con dificultad, su trasero redondeado sobresaliendo—. Me encantaría estar tan grande como él.
Axel asintió. Los ojos le brillaban con una mezcla de admiración y deseo.
—Imagínate cómo se debe sentir uno al tener ese cuerpo. Fuerte, sexy y con una barriga tan imponente. Sería genial.
Jamal sonrió, visiblemente entusiasmado por la idea.
—Sí, tío. Bueno, con lo que estamos comiendo últimamente, creo que vamos por buen camino.
Se rieron juntos, cómplices en su fantasía.
—¿Te apetece pizza? —sugirió Axel.
—Perfecto. Necesitamos seguir creciendo, ¿no? —respondió Jamal.
Se calzaron y salieron del vestuario comentando la cantidad de pizza que iban a comer. Samuel, que había escuchado cada palabra, tenía una idea en su cabeza.
Al día siguiente cogió el móvil y envió un mensaje a Axel y Jamal invitándolos a pasar el fin de año con él en su apartamento. Ambos aceptaron al instante. Repleto de entusiasmo, Samuel fue al supermercado y se llevó un carro entero de comida. Quería asegurarse de que la velada fuera memorable.
Pasó horas cocinando, llenando su apartamento con los deliciosos aromas de sus preparaciones. Cuando Axel y Jamal llegaron, Samuel los recibió con una sonrisa y les ofreció una cerveza.
—Para que os relajéis un poco —dijo, notando que estaban algo intimidados.
Agarraron las cervezas y se acomodaron en el sofá. Los tres charlaron un rato, las risas y las anécdotas fluyendo con facilidad a medida que el alcohol hacía su efecto. El ambiente se fue volviendo más distendido. Samuel los encontraba increíblemente atractivos. Axel, con su barba rubia y su corpulencia, parecía un auténtico vikingo. Jamal, con su piel oscura y sus curvas, era como un bombón de chocolate irresistible.
—Bueno, chicos. Vayamos a la mesa —anunció Samuel cuando consideró que ya era el momento.
Axel y Jamal lo siguieron. Se sentaron. El entrenador sirvió el entrante: un plato de enorme pasta. De acompañamiento, les puso otro plato con pan y un buen trozo de mantequilla a cada uno.
—Quiero que os lo comáis todo —les ordenó tomando asiento junto a ellos.
Intercambiaron una mirada cómplice y empezaron a comer obedientemente. El entrenador predicaba con el ejemplo comiendo con gusto también. La pasta estaba deliciosa. Los jugadores tragaban rápido al principio, pero pronto empezaron a bajar el ritmo.
—Vamos, no podéis dejar nada —insistió—. Y untad toda la mantequilla en el pan.
Al acabar la pasta y lo demás, Samuel se levantó para servir el segundo plato. El pavo asado llegó a la mesa rodeado de un montón de patatas doradas y grasientas. Y les puso más pan y más mantequilla.
—Aquí tenéis —dijo disfrutando por dentro de sus rostros perplejos.
Con cada nuevo bocado, Axel y Jamal sentían cómo sus estómagos se iban llenando. Terminado el pavo y las patatas, estaban todos saciados.
—Bueno, el postre lo tomaremos en el sofá —anunció Samuel.
—¿Postre? —preguntaron protestando.
Se dirigieron al sofá con dificultad, sus panzas hinchadas y pesadas después del banquete. Samuel los acompañó llevando una tarta de chocolate enorme.
—Desabrocharos los pantalones y poneos cómodos —les dijo.
Obedecieron. Samuel vio cómo sus barrigas se expandían una vez liberadas de la presión de la ropa. Los dos jóvenes sintieron una combinación de expectación y nerviosismo mientras Samuel les ponía la tarta delante.
—Axel, quiero que cojas un trozo de tarta y se lo des a Jamal. Dile lo gordo que se va a poner.
Axel cortó un gran trozo de tarta. Lo sostuvo frente a Jamal y, con voz provocativa, dijo:
—Jamal, te vas a poner tan gordo con esto... Cómetelo.
Jamal, cuyos ojos brillaban de deseo, abrió la boca y dejó que Axel le metiera el trozo de tarta. Masticó lentamente, disfrutando del sabor y de las palabras de Axel.
—Ahora tú, Jamal —dijo Samuel—. Dale un trozo a Axel y dile lo gordo que se va a poner.
Jamal cortó un trozo generoso de la tarta y lo acercó a Axel. Mirándolo dijo:
—Axel, vas a engordar tanto hoy... Abre.
Axel tomó el trozo de tarta con una mezcla de lujuria y deleite, saboreando no solo el postre, sino también las palabras de Jamal.
—Voy a dar vuelta para que tengáis más intimidad —les dijo Samuel con un guiño—. Cuando vuelva, no quiero ver ni una miga.
Se puso el abrigo y salió del apartamento, dejándolos a solas con la tarta.
Caminó por el campus, disfrutando del aire fresco y la tranquilidad de la noche. Sus pensamientos vagaban hacia lo que estarían haciendo Axel y Jamal en su ausencia. La fantasía a veces le resultaba más excitante que la realidad. Después de una hora de paseo, regresó a su apartamento, ansioso por ver el resultado.
Al abrir la puerta, se encontró con una escena que superaba sus expectativas. Axel y Jamal estaban reclinados en el sofá, desnudos. Sus cuerpos parecían aún más inflados, con las bocas manchadas de chocolate y las barrigas a punto de reventar. Lo que más le deleitó fue ver el semen en sus pechos. Se habían quedado profundamente dormidos, exhaustos por el exceso de comida y el placer.
Parte final
La temporada llegaba a su fin y el equipo de fútbol americano universitario, bajo la supervisión de Samuel, había experimentado una cambio radical. Todos los jugadores habían ganado peso dramáticamente, oscilando entre los 120 y 150 kilos. Para Samuel, observarlos en el campo era una fuente inagotable de orgullo. Sus cuerpos se habían vuelto imponentes masas de músculo y grasa.
Marco, con su complexión ahora más robusta, dominaba el centro del campo. Su camiseta se estiraba sobre su barriga, y su trasero, apretado en los pantalones de uniforme, parecía casi desbordarse. Cada vez que corría, Samuel podía ver cómo su grasa oscilaba con el movimiento y cómo sus muslos se frotaban visiblemente.
Axel, cuya transformación era quizás la más notable, jugaba con una ferocidad renovada. Su cuerpo más ancho y pesado le daba una ventaja en los choques cuerpo a cuerpo. Sus pectorales, convertidos en auténticas masas de carne, se sacudían con cada impacto. Su barriga, enorme y redonda, se movía de manera hipnotizante bajo su camiseta. Cada vez que Axel se lanzaba al suelo, Samuel reparaba en cómo la grasa de su abdomen se aplanaba y se extendía, mostrando el peso que había ganado con la ayuda de Jamal.
Jamal, con los glúteos más redondeados y prominentes que Samuel había visto jamás, era una toda una visión en el campo. Su trasero, cubierto milagrosamente por el ajustado uniforme, se movía como una masa independiente de su cuerpo con cada paso. Sus muslos combinaban músculo y grasa. Cuando Jamal corría, Samuel no podía evitar fijarse en cómo sus nalgas se balanceaban de un lado a otro, todo un espectáculo. Axel también había hecho un buen trabajo alimentándolo.
Mientras los jugadores se movían en el campo, Samuel sentía una oleada de excitación. Aunque la victoria era importante, para él, la verdadera satisfacción residía en contemplar cómo se habían transformado. Ver a aquellos jóvenes antes atléticos convertirse en poderosas masas de obesidad bajo su tutela era la culminación de sus fantasías más profundas. El equipo, que previamente perdía casi cada encuentro, ahora jugaba con una fuerza y determinación renovadas.
El silbato final sonó y el equipo estalló de alegría. Samuel se unió a ellos en el campo, su corazón latiendo con fuerza. Sabía que había logrado algo extraordinario.
La celebración tras la victoria fue desmesurada. Los jugadores, llenos de adrenalina y euforia, se dirigieron directamente a los vestuarios, donde las duchas les esperaban. El ambiente era eléctrico, con gritos de júbilo y risas resonando en las paredes.
Samuel se encontraba en la entrada, viendo cómo se despojaban de los uniformes empapados de sudor. Sus cuerpos pesados y robustos se movían con una energía contagiosa. Axel fue el primero en desnudarse por completo, dejando al descubierto su impresionante figura, con su barriga redonda y sus tetas prominentes. Se dirigió a las duchas, seguido de cerca por Jamal, cuyas nalgas se movían sensualmente a cada paso. Marco, con su barriga colgante y su trasero voluminoso, no se quedó atrás.
La ducha comenzó con chorros de agua caliente y alboroto. Los jugadores se empujaban y salpicaban. Samuel, desde un rincón, los observaba en silencio. Sin embargo, su tranquilidad no duró mucho. Axel, con una sonrisa traviesa, se acercó a él.
—Vamos, entrenador, es hora de unirse a la celebración —dijo Axel.
Y antes de que Samuel pudiera protestar, Axel y Marco lo agarraron por los brazos.
—Hey, chicos, ¿qué hacéis? —exclamó Samuel mientras intentaba resistirse en vano.
Los jugadores, sin dejar de reír, se pusieron a desvestir al entrenador. Samuel se dejó llevar. Primero le quitaron la camiseta, revelando su imponente torso. Sus pectorales grandes y su barriga redonda quedaron a la vista, provocando bromas entre los jugadores.
—¡Mira esos músculos, entrenador! —dijo Marco riendo.
A continuación, le quitaron los pantalones, le bajaron los boxers y lo empujaron bajo el agua caliente.
El entrenador, ahora completamente desnudo, se encontraba rodeado por sus jugadores en la ducha. El agua caliente caía sobre sus cuerpos, creando una atmósfera cargada de morbo. Axel, y Jamal se turnaban para tocar la barriga de Samuel, sus manos resbalando sobre la piel mojada. Samuel no podía evitar sentirse completamente libre. Los cuerpos obesos de los jugadores se movían a su alrededor, chocando y rozándose en una coreografía de carne y deseo bajo el agua.
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delreyshit · 2 months ago
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Rescatándola
Resumen: Básicamente tienes una relación con Ghost, con quien también trabajas. Durante una misión, ambos discuten y siguen sus propios caminos durante el día, hasta que el equipo enemigo te atrapa y tu hombre debe ir a salvarte.
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El bastardo que me había abandonado en plena misión ahora había vuelto por mí.
Me habría gustado escupirle en la cara y decirle que podía salvarme yo sola, pero, estaba atada y también muy aterrada. 
-¿Cómo es posible que te haya dejado sola un par de minutos y te hayan atrapado, eh?-
-¿Minutos? Fue casi una hora y fue tu culpa que me hayan dejado en esta tonta silla, me dejaste sin ni una sola arma para defenderme.-bufé, molesta con su presencia.
-¿Quieres bajar el volumen? Si los del bando contrario llegan a escuchar tus chillidos, estaremos fritos.-Susurró contra mi oído, mientras intentaba cortar los cables que me sujetaban por detrás.
Giré mi cabeza hacia atrás, intentando verlo. Su uniforme no lograba ocultar los músculos de sus fornidos brazos, que se flexionan cada vez que mueve el cuchillo cerca de mis muñecas.
-Eres un idiota, Simon.-escupí en voz baja. 
-La idiota eres tú, por dejar que te atraparan tan fácilmente, arruinando nuestra misión. Y no vuelvas a decir mi nombre, que alguien te puede escuchar.-Su intensa mirada recorría mi rostro, intentando asustarme con su firme tono.
Resople indignada cuando finalmente fui liberada de aquella oxidada silla.
Observé a Ghost de brazos cruzados quien guardó en sus bolsillos un par de cosas.
-¿No estás feliz de que te haya liberado?-me preguntó.
-Solo me viniste a buscar porque la misión no ha tenido éxito, habría preferido que me hubieras dejado abandonada… Hubiera sido mejor que simplemente no te hubieras parecido.-
-No te abandoné, simplemente quería estar solo. No me estabas ayudando en nada de lo que te pedía y el hecho de que empezáramos a discutir no era… agradable.- suspiró cansado.-Además, ni tu misma te crees todas esas cosas que dices, sé que te alegra que haya salvado tu bonito trasero.-
Aparto la mirada, incapaz de seguir peleando, mientras él abre con cuidado la puerta de la estrecha habitación que me había aprisionado por largos minutos.
Ghost caminó delante de mí a través de los oscuros pasillos, guiándome.
-Nena…-murmuró con inquietud.
-No me digas así. Sigo enojada por lo-soy interrumpida por su mano que tapa mi boca.
Con rapidez me acorrala contra una pared, protegiéndome con su corpulento cuerpo.
Mi cabeza está confundida hasta que unos pasos externos resuenan en mis oídos. Mis manos automáticamente se sostienen de la espalda de Ghost y me refugió en su pecho, con temor de que nos atrapen. Una vez que estuvimos seguros de que no había moros en la costa, los dos tomamos distancia. 
-Eres un imbécil.-susurré contra sus labios. 
-Y tú una loca y gruñona.-respondió.
Lo vi levantar su máscara hasta su boca antes de que nos embriagamos en un confuso e intenso beso, que hizo que olvidara completamente mis razones para haberme molestado con él. Sus guantes rozaron la delicada piel debajo de mi camisa, hasta llegar al cinturón de mis pantalones. Con avidez, mientras su lengua jugaba con la mía en unas sucias caricias, con fuerza bajó mi ropa hasta mis rodillas, quedando inmediatamente expuesta a él.
-Simon, nos pueden ver…-susurré con un jadeo.
-Te dije que no dijeras mi nombre acá. Ahora, será mejor que te mantengas callada.-
Antes de siquiera poder contradecirlo, se arrodilló ante mí, con sus manos separó mis piernas para luego, abrir mis labios hinchados y brillantes de excitación. 
Sus dedos se movieron hasta apretar la carne de mi trasero y se inclinó sobre mi vientre con delicadeza.
-Mierda, nena. No tienes ni puta idea de lo deliciosa que eres…
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reverieinter · 3 months ago
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* Drive off the darkness once more...
La noche caía sobre la ciudad de Berna, cubriendo las calles con una neblina fría que parecía emerger directamente del Rin. Las sombras se alargaban mientras la luz del día desaparecía, envolviendo la casa del Profesor Maximilian Steele en una oscuridad inquietante. El imponente edificio de estilo victoriano, con sus gárgolas de piedra y sus ventanas altas y estrechas, parecía más un castillo que una residencia. Pero esa noche, esa fachada inamovible se convertiría en el escenario de una revelación devastadora.
El aire olía a cuero viejo y papel, impregnado con el aroma de su té de bergamota que se enfriaba lentamente sobre su escritorio. Frente a él, antiguos informes de la Academia yacían abiertos, aunque su mente estaba lejos de las palabras impresas. Los últimos acontecimientos lo tenían preocupado, pero no podía predecir el golpe que estaba por llegar.
Un golpe seco resonó en la puerta principal, sacando a Steele de su ensimismamiento. Se levantó con calma, ajustando la chaqueta de su traje gris oscuro. El reloj de pie en el pasillo marcaba las ocho cuando Steele abrió la puerta, revelando a tres hombres que no estaban allí por cortesía. Sus uniformes, con insignias internacionales, hablaban de un asunto serio. El que parecía ser el líder del grupo dio un paso adelante, sacando un documento de su abrigo largo y negro.
— Profesor Maximilian Steele, — comenzó el hombre con voz firme y cortante, — soy el Inspector Nathaniel Hawke, de la Interpol. Tenemos una orden de arresto en su contra, bajo sospecha de estar involucrado en la desaparición y posible asesinato de Piers Campbell.
Steele parpadeó, incrédulo.
Piers Campbell, no solía ser el más brillante de la Academia a simple vista. Sin embargo, algo en él nunca terminó de convencerle. Hasta que sus sospechas hablaron por sí solas cuando descubrieron su conexión con La Legión de Reverie. Luego, ¿qué pasó? Desapareció. Como una botella que se lleva el mar.
Había desaparecido hacía semanas, dejando tras de sí un rastro de preguntas sin respuesta. La Academia se había sumido en el caos tras su desaparición, y Genevieve Laurent había tomado las riendas de la institución. Pero la idea de que Steele pudiera estar involucrado en su desaparición era inconcebible.
Antes de que pudiera responder, los oficiales comenzaron a moverse. Dos de ellos, fornidos y serios, avanzaron para esposarlo. El frío metal de las esposas contra su piel era tan irreal como las palabras que acababa de escuchar. Steele no opuso resistencia; su mente, afilada como un bisturí, ya estaba procesando la situación, aunque el shock inicial lo mantenía en silencio.
— ¿Tiene algo que decir? — preguntó el inspector Hawke, sus ojos oscuros observando a Steele con una mezcla de desconfianza y curiosidad.
Steele levantó la mirada, sus ojos azules reflejaban una confusión que no había mostrado antes, pero también una determinación fría. — Tengo derecho a guardar silencio —, respondió con voz serena, aunque cada palabra estaba cargada de la incredulidad que sentía.
El inspector Hawke asintió, como si hubiera esperado esa respuesta. — De acuerdo. Pero quiero que sepa que cuanto antes colabore, más fácil será para todos. La situación es grave, profesor.
Mientras lo escoltaban fuera de la casa, Steele observó las sombras alargadas en el suelo, proyectadas por las luces de los coches patrulla que esperaban. Cada paso que daba lo alejaba de su hogar, de la seguridad que siempre había sentido en su estudio, entre sus libros y sus pensamientos. El aire frío de la noche mordía su piel, pero no lo suficiente como para despejar la niebla que empezaba a nublar su mente.
El viaje en coche fue silencioso. Steele, sentado en la parte trasera, miraba por la ventana, observando las luces de la ciudad pasar a su lado como fantasmas. Su mente estaba atrapada en un torbellino de pensamientos, intentando comprender cómo había llegado a esta situación. Recordaba la última vez que vio a Piers, tan carismático como siempre. Fingía que no sabía nada, que era un charlatán.
Pero algo sí era: un imbécil.
La investigación en torno a la desaparición de Piers había sido intensa desde el principio. Se habían barajado múltiples teorías, desde un secuestro hasta una fuga premeditada, pero ninguna prueba concreta había surgido hasta ahora. Sin embargo, la implicación de Steele en todo esto era algo que no podía comprender. Había dedicado su vida a la academia, a formar mentes jóvenes para que se convirtieran en los mejores detectives del mundo.
Ser acusado de un crimen tan atroz era una traición a todo lo que había defendido.
Esta información sólo es de conocimiento OOC, ningún estudiante fue testigo de la detención de Maximilian Steele.
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eldiariodelarry · 1 year ago
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Clases de Seducción II, parte 17: Alianzas
Temporada 1
Temporada 2: Parte 1, Parte 2, Parte 3, Parte 4, Parte 5, Parte 6, Parte 7, Parte 8, Parte 9, Parte 10, Parte 11, Parte 12, Parte 13, Parte 14, Parte 15, Parte 16
Olivares tomó un bus comercial de regreso a la ciudad de Antofagasta después de haber ido a dejar a Sebastian hasta el regimiento de Arica.
Al llegar a la Perla del Norte de Chile, al mediodía siguiente, se tuvo que presentar en el regimiento para retomar sus labores.
—Olivares —lo saludó el Capitán Rodriguez apenas Matías cruzó la puerta del galpón principal del regimiento.
—Mi Capitán —se cuadró Olivares frente a su superior, con evidente cansancio en su semblante.
—Lo estuve llamando durante la mañana —le comentó el Capitán—, ¿por qué no le contesta a su superior?
Matías el día anterior le había entregado su viejo celular a Sebastian para entregarle novedades sobre Rubén. Si bien en el momento de tener esa idea no pensó en cómo obtener la información, ya que desconocía cualquier tipo de dato sobre Ruben (nombre completo, dirección, etc), pensó que se las arreglaría en el camino.
—Disculpe, Capi —respondió Matías, recordando que tampoco había considerado que podrían contactarlo cuando le entregó su celular a Sebastian—, perdí mi celular.
—¿Lo perdiste? —preguntó ceñudo el superior.
—Sí —respondió Matias intentando sonar lo más convincente posible—, me quedé dormido anoche en el bus y me di cuenta cuando venía para acá que ya no lo tenía.
—Vamos a la comisaría —le dijo Rodriguez, poniéndose de pie—. Tiene que hacer la denuncia del robo.
—¡No! —dijo rápidamente Matías, de manera bastante sospechosa—, no es necesario, Capi —agregó, con más calma para sonar más despreocupado—, igual tenía pensado comprarme uno nuevo esta semana con mis ahorros.
Rodriguez miró a Olivares en silencio de forma seria por un par de segundos, levantando la ceja derecha.
—Olivares, si no quiere hacer una denuncia es su problema —le aclaró el hombre—, pero nosotros tenemos que ir a la comisaría. Me llamaron porque al parecer tenemos otro fugado.
—¿Otro más? —preguntó desganado Matías, sabiendo que siempre lo mandaban a él de chaperón de los soldados que se arrancaban de sus respectivos regimientos.
—Así es, Olivares —confirmó el Capitán.
Matías y Rodriguez se subieron al sedán negro del Capitán y tomaron rumbo a la tercera comisaría de la ciudad, donde se comunicaron con el Sargento a cargo.
—¿Por qué demoraron tanto en venir? —les preguntó el Sargento tras las presentaciones correspondientes.
—Estábamos atendiendo otro asunto de mayor importancia —respondió Rodriguez—. Además, la espera le enseñará al joven que arrancarse del regimiento no es cosa fácil.
—Tampoco es que sea delito, Capitán —aclaró el Sargento—. Nosotros lo retuvimos simplemente porque no tenía documento de identidad, y no nos quiso dar mayor información de su procedencia.
—Pero nada de eso es delito, sargento —comentó Matías, con algo de indignación—. No querer decirles de dónde viene no es delito, y la identidad la pudieron corroborar pidiéndole su RUN.
—Olivares —el Capitán le llamó la atención discretamente a Matías.
—¿Y por qué lo trajeron en primer lugar? —quiso saber Matías, ignorando la llamada de atención de Rodríguez.
—Recibimos una denuncia anónima de alguien que aseguraba que esta persona se había arrancado del servicio militar.
—Buen trabajo, Sargento —reconoció el Capitán Rodríguez, y el sargento trató de disimular una sonrisa de orgullo.
—¿Cómo pueden asegurar que efectivamente es la persona correcta, si no les ha dicho de dónde viene? —preguntó Matías, algo preocupado.
Efectivamente, el Sargento había admitido que tenían detenido a alguien que no había cometido ningún delito, y tampoco estaban seguros de estar frente a la persona que supuestamente se había arrancado de un regimiento.
—Bueno, la mochila que traía evidentemente era de indumentaria militar, y en el interior cargaba su uniforme —respondió algo molesto el carabinero.
—Gracias Sargento, nosotros continuamos desde aquí —intervino Rodriguez, dando por cerrado el cuestionario de Matías, lanzándole una mirada seria y fulminante al muchacho.
El par de militares ingresaron a la sala de detención y pidieron abrir la celda donde estaba ubicado el joven desconocido que había sido denunciado como un fugado del servicio militar.
El joven levantó la vista y Olivares se dio cuenta que tenía una notoria cicatriz en la frente y otra en el mentón, que le daban un aspecto intimidante, pero a la vez atractivo.
—¡Soldado! —habló con fuerza Rodríguez—, su aventura de fin de semana ha terminado.
—Hoy recién es viernes —murmuró con hastío el joven.
Olivares miraba en silencio la interacción.
—Bueno, como sea soldado, desde hoy en adelante todos sus días serán lunes —respondió Rodríguez—. Un eterno y tedioso lunes.
Rodríguez se acercó a la banca donde estaba sentado el joven, quien se puso de pie sin esperar que el hombre lo tocara de alguna forma, y comenzó a caminar en dirección a la salida de la celda, asumiendo su destino.
—Nos dirigiremos al regimiento, para averiguar de qué castillo se escapó la princesa —le anunció Rodríguez—, y luego Olivares se asegurará de enviarte de regreso, de donde no volverás a salir en mucho, mucho tiempo, ¿entendido?
El joven desconocido simplemente asintió.
Olivares se sentó en el sedán negro en la parte trasera, al lado del soldado en fuga, quien fue todo el camino mirando por la ventana, en silencio, permitiéndole a Matias apreciar la perfecta definición de su mandíbula, que comenzaba a mostrar el crecimiento leve de su barba tras dos días sin afeitar.
Al llegar al regimiento, Rodriguez se dirigió a su oficina a revisar en la base de datos del servicio militar dónde estaba designado el joven desconocido, a quien le había pedido anotar su RUN en un papel.
—Vaya, vaya —murmuró Rodríguez al salir de su oficina—, así que el soldado Javier Gutierrez se arrancó del mismo regimiento en Arica que nuestro querido Guerrero.
Olivares al escuchar la mención a Sebastian miró de inmediato al joven.
Javier mantuvo una expresión neutra en el rostro.
—¡Olivares! —le llamó la atención Rodríguez—, asegúrese que este soldado llegue a su regimiento en buenas condiciones.
A Matías no le encantaba la idea de volver nuevamente a Arica. Esta vez sería peor incluso, ya que tendría que ir en bus comercial, en vez de avión (ya que los pasajes de avión los había asegurado el padre de Sebastian el día anterior).
—¿Es necesario que vaya hasta allá con él —preguntó Matías, notando de inmediato la cara de furia de Rodríguez—… mi Capitán?
—Su labor es asegurarse que llegue al regimiento que le corresponde —insistió Rodríguez, sin cambiar su indicación.
A pesar de que quería hablar con el amigo de Sebastian, Matías no estaba muy convencido de ir nuevamente a Arica.
—¿Alguna posibilidad de que nos envíen en avión? —Matias dudaba que la respuesta fuera afirmativa, pero no perdía nada con intentar.
Rodríguez lo miró con seriedad, lo que fue suficiente respuesta para Matías.
—¿Puedo hablar con don Rolando para que lo lleve en el bus? —insistió Matías, recurriendo a la última alternativa que le quedaba.
El Capitán se quedó pensando unos segundos. Don Rolando era el conductor del bus militar que se había llevado a Sebastian desde Antofagasta hasta Arica (y que había recogido a Javier en el camino) al inicio del servicio militar.
—Bueno, si tiene la disponibilidad, al tener su formación militar debería actuar como escolta —accedió Rodríguez.
Matías sonrió satisfecho, y tomó las llaves del sedán negro que Rodríguez le estaba extendiendo.
—Vamos —le dijo a Javier, poniendo su mano en su hombro como si fueran amigos de toda la vida.
—Olivares —le llamó la atención Rodríguez, por la cercanía demostrada con el muchacho, provocando que Matias se alejara instintivamente.
Matías llevó a Javier hasta el sedan negro, y lo hizo subirse en el asiento del copiloto.
—Soy Matías —se presentó, extendiéndole la mano.
Javier no contestó, pero le dio la mano a modo de cortesía.
Matías se sintió algo estúpido por intentar demostrar una personalidad amigable con aquel desconocido, pero no perdía nada con intentarlo. Encendió el motor del vehículo y salió del estacionamiento, tomando rumbo por la costanera.
—¿Conocías a Sebastian? —le preguntó Matías a Javier, para romper el hielo.
Matías miró de reojo a Javier, quien iba pegado mirando por la ventana del vehículo.
—Te vi cuando lo fuiste a buscar a su casa —respondió Javier con la voz apagada después de un rato—. A ti y al otro viejo culiao.
—¿Estabas ahí? —preguntó Matías sorprendido—, ¿adentro de la casa?
—Estaba en la calle —aclaró Javier—. Los vi cuando llegaron y cuando se llevaron al Sebita. ¿Cómo pueden ser así de conchesumadres?
Matías se sintió interpelado.
—La verdad no tuvimos alternativa —le aclaró—. De hecho, tuve que llevarlo hasta Arica también, hablé harto con él. Me contó que su amigo Rubén había tenido un accidente, y le prometí que iba a averiguar cómo estaba.
Javier por primera vez dejó de mirar por la ventana y miró fijamente a Matias.
—Vamos, entonces —le dijo Javier—, vamos al hospital a ver cómo está el Rube.
Matías lo miró sonriendo, como si Javier acabara de leer su mente.
—Vamos —accedió, y pisó el acelerador para llegar lo antes posible a su destino.
La pareja de soldados se dirigió al hospital primero a ver si podían obtener información, pero no tuvieron nada de suerte.
—No puedo entregarles información de ningún paciente, porque no son familiares directos —le explicó la señorita del mesón de atenciones.
—¿En serio no puede hacer nada? —insistió Matías, empleando sus habilidades blandas para poder acceder de forma amable a la información—. O quizás, no darnos detalles de su diagnóstico ni nada, pero por último saber si todavía está acá en el hospital, o si lo dieron de alta.
Matías le sonrió con amabilidad a la señorita del mesón, quien se mostró dispuesta a ayudar.
—Voy a revisar si me arroja alguna información el sistema, ya que ni siquiera me están dando el RUT del paciente —le dijo con acidez la mujer.
Matías miró a Javier, quien sonreía ilusionado ante la expectativa de obtener respuestas.
—Me aparece que tengo a dos Ruben Castillo atendidos en los últimos cinco días —les informó la mujer—, y ambos aparece que fueron dados de alta.
—¿Alta?, eso quiere decir que se fue a su casa sano y salvo, ¿cierto? —preguntó Javier—, ¿o es posible que lo hayan enviado a otro centro más especializado o algo así?
—Alta significa que se va a su casa, con tratamientos orales, no tienen mayor complicación —le indicó la mujer, tranquilizando a los muchachos.
El par de soldados agradecieron la ayuda de la mujer, a pesar de que no les quiso decir la dirección de Rubén.
—¿Te acuerdas donde vive el Seba? —le preguntó Javier a Matías.
—Sí, me acuerdo, ¿por? —respondió Matías.
—Porque el Seba y el Rubén son vecinos, y el otro día estuvimos con el Seba en la casa del Rubén —le contó Javier—. Vayamos a su casa a verlo.
—¿Cómo no lo mencionaste antes? —le preguntó Matías.
—Porque primero teníamos que venir al hospital a ver qué onda.
—Estás ganando tiempo, ¿cierto? —preguntó a modo de broma Matías, sin esperar respuesta.
El par de soldados se subieron nuevamente al sedán negro y tomaron rumbo a la casa de Sebastian.
Javier le indicó a Matías exactamente cuál era la casa de Rubén, y tocaron el timbre. Después de unos segundos salió un joven de unos veintitantos años.
—¿Rubén? —preguntó Matías, algo confundido porque pensaba que el amor de Sebastian era más joven.
El joven negó con la cabeza.
—¿Quién lo busca? —preguntó el joven.
—Somos amigos de Sebastian —se presentó Matías, venimos a ver a Rubén.
—Lo siento, pero Rubén no está en condiciones para recibir visitas —les dijo el joven.
—¿Está bien? —preguntó Javier—. Sabemos que tuvo un accidente, y queríamos saber si está bien o no, para avisarle al Seba
El joven se acercó a la reja suavizando la expresión.
—Si, está bien —respondió el joven—. Con unas esguinces y moretones, pero bien. El Rube quiere descansar bien, así que pidió no recibir visitas.
—Entendemos —dijo Matías—. Con saber que está bien nos quedamos tranquilos.
El joven se despidió tras agradecer la preocupación, y volvió a entrar a la casa cerrando la puerta tras de sí.
—Misión cumplida —comentó Matías al subirse de vuelta al sedán negro.
Javier asintió.
—Hora de volver a la realidad —respondió Javier con pesar.
—Ahora te toca hacer lo más importante —Matías intentó animarlo—, tienes que entregarle la información a Sebastian.
Matías condujo el vehículo hasta un sector residencial del lado norte de la ciudad y se detuvo frente a una casa específica y tocó la puerta. Al rato salió un hombre al borde de la tercera edad que lo saludó con afecto: era don Rolando, el conductor del bus militar.}
Matías le preguntó si tenía disponibilidad de trasladar a Javier hasta el regimiento de Arica, y Rolando lo sorprendió al decirle que coincidentemente tenía que transportar un cargamento al mismo recinto, pero que saldría a la mañana siguiente.
Javier aceptó a regañadientes su destino, y volvieron ambos en el sedán negro hasta el regimiento de Antofagasta para que Javier pudiera pernoctar.
—Si se queda acá una noche más no me interesa —le dijo Rodríguez a Matías cuando volvieron—. Sería una noche extra fuera de su regimiento, lo que le extendería su castigo solamente.
Matías se despidió de Javier con un afectuoso abrazo cuando Rodríguez no estaba mirando.
—Gracias por ayudar al Seba —le dijo Javier durante el abrazo.
—No todos somos malos acá —respondió Matías separándose de él, dándole unos golpecitos en los hombros a Javier—. A algunos nos gusta hacer el bien cuando podemos.
Matias le guiñó el ojo a modo de despedida y se dio la vuelta camino a la salida del galpón.
Felipe llegó a la casa de Roberto con una amarga sensación de vacío. Notó que la casa estaba en completo silencio, indicando que aún no llegaba nadie. Sentía que estaba completamente solo en el mundo, y tenía la convicción que se merecía estar solo, sin nadie a su alrededor a quien arruinarle la vida.
Tras la visita a su padre en la clínica, donde sus progenitores le dejaron muy en claro que ni en aquella situación de vida o muerte iban a aceptar su naturaleza, quedó con una sensación de rabia, pena y soledad mezcladas, tan fuerte, que le provocaron un profundo dolor de cabeza.
Se había dirigido a la casa de Ruben para hablar con su pololo, contarle lo que le había ocurrido, pero él mismo había pedido no ver a nadie tras su accidente. Pensó que podría haber tenido algún privilegio por ser su pololo, pero la negativa de su suegro le demostró que no.
Sentía que eso último se lo merecía, por haber actuado de tan mala manera con su pololo en el último tiempo, llegando incluso a coartar un posible contacto con Sebastian, al llamar a los carabineros para avisar que el compañero del servicio militar con quien se había fugado se encontraba en el hospital.
Llegó a pensar incluso que ese último acto había tenido algún peso kármico en la reacción que tuvieron sus padres frente a su visita en la clínica: la vida lo estaba castigando por la forma que se había comportado.
Felipe se quitó los zapatos, el pantalón y la polera, y se acostó en su cama, tapándose con las frazadas. Cerró los ojos para despejar la mente e intentar olvidar lo que había vivido ese día, y volvió a abrirlos cuando escuchó la puerta abrirse al entrar Roberto a la habitación.
—¿Y tú?, ¿no tenías turno hoy? —le preguntó Roberto a modo de saludo.
“Conchetumare”, pensó Felipe, mientras se sentaba en el borde de la cama.
Había olvidado por completo que le correspondía trabajar esa tarde, pero prefirió evitar agobiarse la mente con una preocupación más.
—Mañana diré que estaba enfermo —respondió sin ganas Felipe.
—¿Qué te pasó? —Roberto notó de inmediato que algo andaba mal. Felipe no solía faltar a ningún compromiso, laboral o académico.
—Fui a ver a mi viejo a la clínica —le contó Felipe, y Roberto se acercó de inmediato y se sentó a su lado en la cama.
—¿Cómo está él? —preguntó Roberto, temiendo visiblemente que la respuesta fuese la más trágica posible.
—Muriendo —respondió Felipe, intentando sonar lo menos emocional posible. A pesar de su tono, Roberto le dio un abrazo y no lo soltó más—. Mi visita no fue muy bienvenida —continuó—. Estaban con un pastor, que les dijo que si mi viejo quería irse al cielo no podía volver a tener contacto conmigo, aunque se estuviera muriendo.
—Viejo culiao —murmuró Roberto, con total indignación en sus palabras.
—De verdad pensé que su situación actual podía haber cambiado algo en él, en los dos —le contó Felipe—. Pensé que por estar al borde de la muerte iba a querer recuperar el tiempo que había perdido. Lo peor de todo es que después de eso lo único que quería era hablar con el Rubén, estar con él, contarle la hueá, pero no pude.
—¿Por qué? —preguntó extrañado Roberto.
—Porque su viejo me dijo que no quería recibir visitas —explicó, y luego dio un largo suspiro mientras miraba el par de zapatillas que estaban tirados en el suelo a un metro y medio de la cama.
—Entiendo que no quiera recibir visitas, después de lo que le pasó —razonó Roberto—, pero igual uno esperaría que te diera algún tipo de privilegio.
—Bueno, no es como que me lo merezca en todo caso —comentó Felipe, sin ganas.
Roberto no dijo nada, coincidiendo con el comentario.
—Asumo que aún no han podido hablar después de lo de su cumple —dijo Roberto, y Felipe negó con la cabeza.
—Ayer cuando llegó del hospital estaba con una onda como súper optimista, de dejar atrás todo lo malo y la hueá —le contó Felipe—, pero con lo de hoy creo que lo nuestro ya terminó.
—Ya, pero no pienses eso —lo tranquilizó Roberto—. Entiende que tuvo un accidente igual grave, necesita tranquilidad. Quizás ya mañana o pasado puedan hablar con calma.
Felipe asintió, dando un suspiro.
—Necesito desahogarme.
Roberto lo miró, se puso de pie y se paró frente a él.
—Pégame —le ofreció Roberto.
—¿Cómo te voy a pegar, hueón? —rechazó de inmediato Felipe.
—Bueno, si no me quieres pegar a mí, tienes un saco en el patio que podría servirte —sugirió, ahora hablando en serio.
Felipe pensó un par de segundos la idea de Roberto, y luego se puso de pie dispuesto a bajar al patio. Tomó los guantes de box que tenía guardados en el cajón del escritorio y bajó con el objetivo de descargar todas sus emociones en ese saco colgante.
Salió al patio mientras se acomodaba los guantes, y apenas tuvo frente a su cuerpo el saco, le dio un fuerte golpe de puño. Comenzó de forma normal dándole golpes casi de rutina, y luego poco a poco fue aumentando la fuerza de sus golpes, hasta provocar que el saco se soltara de una de sus amarras.
Cuando el saco se tambaleaba colgando de un gancho menos, Felipe se percató que sus guantes estaban rotos de igual forma por la fuerza de sus golpes. Se los quitó y pudo ver que en los nudillos tenía heridas provocadas por los golpes.
Detestaba tener heridas en las manos, y la misma situación de haberse provocado el daño a sí mismo le generó aún más frustración y rabia consigo mismo.
Comenzó a lanzarle patadas al saco de box que seguía meciéndose sostenido por las amarras que le quedaban, y luego volvió a golpearlo con sus puños desnudos, provocando mayor daño en sus nudillos.
Después de unos minutos el saco de box cedió de sus amarras y cayó con un golpe sordo al suelo, y Felipe se arrodilló sobre el saco y siguió golpeándolo con menor fuerza esta vez, solo con la poca energía que le iba quedando en su cuerpo.
Cuando ya no le quedaban fuerzas en sus brazos, pegó un grito desgarrador, liberando toda la angustia que llevaba acumulando en los últimos meses, lo que provocó que empezara a llorar desconsoladamente.
Felipe intentaba frenar el llanto para mantener la compostura, pero no podía. Las emociones que se había esforzado tanto en mantener dentro suyo por tanto tiempo por fin estaban saliendo a la fuerza.
De repente Felipe sintió unas manos que lo tomaban para ponerlo de pie y luego un fuerte abrazo de contención. Era Roberto que había estado probablemente viendo todo su patético espectáculo en el patio de su casa.
—Todo va a salir bien —le dijo Roberto al oído, con la voz quebrada por la emoción, acompañándolo en su llanto.
Felipe estaba seguro de que su amigo no tenía como asegurar eso, pero prefirió creer que así sería.
A Sebastian le correspondía nuevamente dormir en ese pequeño cuarto oscuro lleno de quizás qué tipo de animales e insectos.
Al igual que la noche anterior, no pudo dormir casi nada, pero esta vez, fue producto de los pensamientos que rondaban en su cabeza.
Estuvo constantemente pensando en las palabras de Julio y sus secuaces respecto a Simón, y lo que supuestamente le había pasado.
Si bien no fueron específicos en contarle qué le había pasado a Simón, Sebastian pudo deducir que le habían hecho algo, aprovechando su ausencia y la de Javier.
Ahora era Sebastian el que se encontraba completamente solo, sin el apoyo de Javier ni de Simón, dejándolo completamente vulnerable al igual que su compañero iquiqueño.
Según las palabras de Andrés, el capitán había dicho que Simón tuvo una crisis de pánico simplemente, pero podía estar cubriendo al trío de imbéciles.
“¿Pero por qué haría algo así el capitán de un regimiento?”, Se cuestionaba Sebastian intentando buscar una lógica a sus teorías: Para no exponer que no tenía realmente bajo control a su pelotón de soldados.
Eso tenía sentido.
Se imaginó a Simón completamente desfigurado por los golpes que le propinaron Julio, Luis y Mario, según habían insinuado, y le dio una profunda pena y rabía, pensando que había tenido que pasar por eso simplemente por quedar completamente solo, tras haberse fugado con Javier.
“Ojalá que esté bien”, se repetía en la mente, con angustia, no pudiendo evitar sentir algo de culpa por la situación.
No se dio cuenta cuánto tiempo había pasado cuando escuchó la puerta abrirse de forma sonora, y la voz de Ortega desde afuera dijo con fuerza:
—¡Soldado Guerrero!, puede volver a las barracas para asearse.
Sebastian sin perder tiempo se levantó de inmediato y salió a la intemperie, donde aún estaba oscuro, se cuadró frente a Ortega y corrió rumbo a las barracas. Se lanzó sobre su cama, con la esperanza de dormir al menos unos minutos.
Estaba acostado dando la espalda al resto del dormitorio cuando sintió unas manos presionando con fuerza su boca.
—Bú —pudo identificar sin lugar a duda la voz de Julio en su oído, mientras Luis y Mario lo ataban de brazos y piernas y le ponían un bozal en la boca para que no pudiera gritar.
Sebastian intentaba con todas sus fuerzas soltarse y emitir algún sonido, pero nada salía de su garganta, estaba completamente silenciado.
El trío de abusadores comenzó a darle golpes de puño en el cuerpo y la cara.
—¿Qué se siente recibir el especial Simón? —preguntó con sarcasmo Luis, mientras sacaba una navaja suiza de su bolsillo y se la entregaba a Julio.
—¿Quieres saber por qué la Simona no dijo nada de lo que hicimos? —le preguntó Julio, acercándose a Sebastian.
Sin esperar respuesta, Julio se montó encima de Sebastian, blandió la navaja y la acercó a su rostro.
Posó la punta de la hoja con una leve fuerza, suficiente para cortar la piel, y la deslizó por la frente de Sebastian.
Las lágrimas cayeron por las sienes de Sebastian, y el corazón le latía a mil por horas, sin creer que nadie a su alrededor hubiese despertado con lo que estaba pasando.
Julio tras hacer el corte en la frente, tomó con fuerza la navaja y la enterró en el bozal, y sin dudar un segundo, la arrastró con fuerza hacia donde estaba la comisura del labio de Sebastian, provocando un corte completo hasta casi llegar a la oreja.
Sebastian se retorció de dolor y comenzó a gritar con todo lo que le permitía su cuerpo, hasta que cayó de bruces al costado de la cama.
Tenía los brazos y las piernas liberadas. Se llevó las manos a la cara y no había rastros de ningún corte ni de ningún bozal. Todo había sido un mal sueño.
—¿Estás bien? —la voz adormecida de Andres desde un par de camas a la derecha lo sorprendió.
—Si, todo bien —susurró Sebastian, intentando contener el llanto.
Se percató que el corazón le latía con fuerza y estaba completamente sudado. Se quedó de pie unos segundos al lado de la cama, mirando al resto de la habitación. Todos dormían plácidamente, incluso el trío que lo atormentó en sueños.
Se volvió a recostar en la cama, sin poder volver a dormir hasta que sonaron las trompetas indicando la hora de levantarse.
Rubén despertó el viernes cerca de las nueve de la noche.
El cansancio acumulado, y los medicamentos para el dolor habían actuado de forma sinérgica ayudando a que pudiera dormir con facilidad.
Se levantó con dificultad con el único propósito de ir al baño, ya que en realidad seguía cansado y no tenía hambre ni ganas de hablar con nadie.
Al volver del baño se cruzó con su papá y su hermano que estaban en el living viendo un partido de fútbol en el cable.
—¿Cómo dormiste, hijo? —le preguntó Jorge.
—Bien —respondió Rubén, sin querer entrar en detalles.
—¿Te preparo algo para comer? —ofreció Darío, con demasiado entusiasmo como para estar ofreciendo una comida.
—Bueno —aceptó Rubén, fingiendo una sonrisa amable. A pesar de que no tenía hambre, no quería rechazar un ofrecimiento de su hermano.
Si bien, no lo soportaba la mayoría del tiempo, tenía que admitir que, en el último tiempo tras aceptar su homosexualidad, la actitud de Darío había cambiado en un ciento porciento. Se mostraba más atento que nunca, y al haber viajado desde Santiago solo porque tuvo un accidente, sentía que le debía retribuir sus buenas intenciones.
Dario le preparó un par de huevos revueltos con pan tostado, y se lo sirvió a Rubén en la mesa del comedor.
—¿Quieres compañía? —le preguntó su padre, entendiendo que Rubén ya había manifestado temprano ese día su intención de estar solo.
Rubén se encogió de hombros. No iba a responder que sí, ya que obviamente quería estar solo, y tampoco podía responderle que no, a su padre que había estado obviamente preocupado por él después del accidente.
De todas maneras, Jorge entendió el significado de su respuesta, y volvió al sillón a ver fútbol con Darío.
Rubén se comió las tostadas con huevo revuelto de Darío en menos de diez minutos. A pesar de creer que no tenía hambre, al parecer su cuerpo estaba pidiendo que lo alimentara.
Después de comer se acercó aparatosamente al living para darle un abrazo a su padre y su hermano a modo de buenas noches, y se fue a su habitación a seguir durmiendo.
Esa noche soñó nuevamente con la voz que le decía “vengo por Sebastian”, lo que le dejó una sensación amarga de que su amigo estaba en peligro.
Si bien, estaba sumamente molesto por la forma en que se habían dado las cosas cuando se fue al Servicio Militar, aún se preocupaba por él. De igual forma, se tranquilizó pensando que esa voz era solo un sueño sin ningún significado profético.
Al día siguiente estuvo toda la tarde viendo televisión en el living de su casa. No tenía ganas de ponerse a chatear por MSN ni hablar por celular con nadie, simplemente quería estar solo.
Su padre, que se había ido a trabajar antes de que él despertara, volvió durante la tarde con una grúa que llevaba el Aska que le había regalado para su cumpleaños.
Rubén sintió que se le aceleró el corazón al ver el vehículo al cual su padre le había dedicado tanto tiempo y trabajo, visiblemente dañado por su irresponsabilidad al manejar.
Intentó ocultar la culpa y la pena que le provocaba ver el resultado de su inmadurez, ante su padre que por su parte igual intentaba mantener una actitud positiva frente a la evidencia del accidente.
—¿Lo vas a restaurar? —le preguntó Rubén a su padre.
—Voy a ver si se puede hacer algo con esto —respondió su padre.
—¿No será demasiado esfuerzo para algo que quizás no vaya a funcionar? —Rubén quiso sugerir que no se esforzara en recuperar el vehículo.
—Hijo, entiendo que te pueda resultar algo chocante, o traumante ver el auto así, y seguir viéndolo, pero creo que un vehículo siempre nos va a ser necesario acá en la casa, y no tenemos plata para comprar uno nuevo. Al menos mi jefe del taller me permitió usar todas las herramientas de allá para intentar repararlo —le explicó Jorge, dándole unas palmaditas en el hombro a Rubén, y le sonrió, mientras sus ojos expresaban otras emociones.
A pesar de que Rubén no quería ver más el Aska, porque le recordaba su irresponsabilidad, su fragilidad y el trauma de haber tenido el accidente, aceptó la decisión de su padre. Si era lo que él quería hacer, no se lo iba a impedir después de haber arruinado su trabajo de años.
Durante la tarde, Rubén llamó por teléfono a Catalina, para poder desahogarse.
—¿Estás bien? —le preguntó ella, tras contestar la sorpresiva llamada de su amigo.
Rubén simplemente respondió con un suspiro.
—¿Quieres que vaya a verte? —le preguntó Catalina, preocupada. Si bien le había sorprendido la decisión de Rubén de permanecer sin visitas, no se sentía cómoda manteniendo tanta distancia después del accidente.
—No sé —respondió finalmente Rubén después de unos segundos—. La verdad no sé qué quiero.
—Si no sabes qué quieres, no es necesario que pienses en eso —le dijo Catalina—, quizás sea mejor enfocarte en qué necesitas.
—Necesito salir, dar una vuelta, respirar —comenzó a decir Rubén.
—¿Y qué te detiene? —le preguntó Catalina.
—Apenas puedo caminar —respondió Rubén con sarcasmo en la voz.
—Ya, pero qué te detiene realmente —insistió ella, ignorando el tono de voz.
Rubén dio un suspiro.
—No sé —respondió en primer lugar—. Siento que, si salgo, voy a preocupar mucho a mi papá y mi hermano. Bueno, sobre todo a mi papá.
—Bueno, yo creo que es natural que se van a preocupar, pero no por eso te vas a limitar a vivir tu vida
Se generó un silencio entre ambos, que Catalina interpretó como que había algo que Rubén se estaba guardando.
—¿Hay algo más? —preguntó ella.
—Creo que tengo miedo —admitió Rubén, con la voz temblorosa.
Catalina se quedó en silencio para dejar que Rubén se explayara.
—Ayer fui a buscar al Seba a su casa, y cuando venía de vuelta me saqué la chucha —le contó—, y aparte de la vergüenza que me dio en el momento, después me puse a pensar qué hubiese pasado si justo pasaba un auto mientras estaba tirado en el suelo, o qué pasaría si salgo ahora a la calle y pasa un auto y me atropella…
—Rube, debes entender que los accidentes pasan —lo interrumpió Catalina—, lo que te pasó a ti fue algo súper fuerte, y sí, creo que es súper normal que quedes con algunos miedos asociados a eso, pero no puedes limitar tu vida en base al miedo.
—Es más fácil decirlo que hacerlo —comentó con ironía Rubén, y Catalina se rió.
—Lo sé —admitió ella—. No me puedo ni siquiera imaginar cómo te sientes realmente. Incluso yo me siento rara con lo que te pasó, y eso que no lo experimenté físicamente —hizo una pausa para respirar—. Tu mente va a estar dándole muchas vueltas al accidente por mucho tiempo yo creo. Podrías considerar ir a un psicólogo, digo, si sientes que tu mente no logra procesar todo lo que pasó.
Catalina hizo una pausa, y Rubén supo que era para que él dijera algo, pero no supo qué decir. Inmediatamente pensó que no tenía dinero para ir a terapia, y mucho menos quería molestar a su padre con más gastos después de haber arruinado el único medio de transporte independiente que tenían.
—¿Te molestaría si te pregunto qué onda con Felipe? —le preguntó Catalina, después del silencio de Rubén.
—¿Qué onda de qué? —Rubén se hizo el loco.
—Ay Rube, no te hagas —Catalina endureció el tono, como una madre retando a su hijo pequeño—. Tuviste el accidente después de conversar con tu pololo que te había ignorado por varios días antes de tu cumple.
—No fueron varios días —la corrigió Rubén.
—Ya, da lo mismo cuanto tiempo fue —aceptó Catalina—. Igual si no quieres contarme nada de esa noche lo entiendo, no te voy a presionar.
—Gracias —le respondió Rubén, y Catalina entendió de inmediato.
—No es que no te vaya a contar nunca —explicó Rubén—, es solo que no quiero contártelo por teléfono.
—Entiendo —aceptó ella—. Siquiera, ¿siguen pololeando, al menos?
Rubén dio un suspiro.
—No sé —respondió finalmente.
Ambos se quedaron en silencio por un par de segundos.
—¿Te puedo decir algo, Rube? —le preguntó Catalina, y Rubén aceptó—. Creo que el principal miedo que te limita a salir de tu casa es enfrentar tu situación con Felipe.
Rubén tuvo una sensación de vértigo al escuchar las palabras de su amiga.
—Te sientes seguro en tu casa porque no puede llegar allá y entrar a incomodarte —continuó ella.
—No me incomoda —acotó Rubén.
—Como digas, incomodidad o no, no lo tienes que enfrentar —continuó ella—. En cambio, si sales de tu casa, a dar una vuelta por ahí, ¿cuál sería tu excusa para no ir a verlo y hablar con él?
—Ninguna —aceptó Rubén finalmente. Su amiga había dado en el clavo—. ¿Podemos juntarnos el lunes? —le preguntó él.
—Por supuesto, donde tú quieras —accedió Catalina.
Rubén accedió por fin suspender su aislamiento para juntarse con su amiga.
—Deberías haber estudiado psicología en vez de enfermería —le comentó en broma a Catalina antes de colgar el teléfono.
—Está en mis planes apenas termine enfermería —respondió Catalina, aunque Rubén no supo si lo decía bromeando o en serio.
Sebastian estaba agotado.
Ya era el segundo día que pasaba sin dormir gracias al castigo, y el quinto sin poder dormir desde su escape del regimiento.
Lo que le había dicho Julio la tarde anterior le seguía dando vueltas en la mente, dándole crédito a su versión de que habían golpeado a Simón, a pesar de que “oficialmente” el joven iquiqueño había tenido una crisis de pánico.
—¿Por qué insistes tanto, Sebastian? —le preguntó Andrés mientras almorzaban—, ya te dije que le dio una crisis de pánico.
—Pero ¿estás seguro? —insistió Sebastian—, ¿lo viste?
—No po, si yo estaba durmiendo —respondió Andrés, visiblemente cansado de la insistencia.
Sebastian se dio cuenta que estaba siendo demasiado insistente, así que no siguió presionando a Andrés.
Si bien no le caía tan mal, Andrés nunca había sido de su total agrado. Tenía claro que no era una mala persona, pero su excesivo entusiasmo por el servicio militar le provocaba un profundo rechazo. A pesar de todo eso, era la única persona con quien podía conversar en ese momento, ya que todos los demás le caían peor.
—Estará bien —le dijo Andrés después de un largo minuto de silencio, para darle un poco de ánimo—. Solo debes tener fe.
Justamente lo que menos tenía en ese momento.
Sebastian continuó ese día con una profunda sensación de soledad, incluso peor que en sus primeros días en el regimiento, ya que en aquella ocasión, al menos había llegado aceptando su destino, habiéndose despedido de Rubén en sus propios términos (de los cuales ahora se arrepentía, pero para él en ese momento tenía todo el sentido del mundo); ahora, en cambio, volvió contra su voluntad, después de que su escapada haya sido completamente en vano, sin poder lograr su objetivo de ver a Rubén, y sin saber su estado de salud después del accidente.
…El accidente.
Había tratado de no pensar mucho en Rubén y su accidente, porque desde ahí adentro no podía hacer mucho para obtener información, pero la imagen ficticia de su mejor amigo atrapado entre los fierros del clásico vehículo de su vecino se le venía a la mente de tanto en tanto, provocándole una sensación de vértigo y ganas de vomitar.
La alternativa no era mucho más optimista: preocuparse de lo que realmente le había pasado a Simón. Pero al menos, ahí en el regimiento podía pretender obtener información al respecto.
Lo único que le faltaba era que Javier estuviera en problemas o algo por el estilo.
“Espero que estén todos bien”, pensó.
—¡Guerrero! —le gritó el Teniente Ortega a Sebastian, cuando se estaba formando para asumir su castigo nuevamente—. Espere aquí unos minutos.
Sebastian se quedó de pie, expuesto a la frescura de la noche, completamente solo después que los demás soldados ya se habían dirigido a sus puestos para realizar la guardia.
Ortega lo dejó unos diez minutos en soledad afuera de su nueva “habitación”, hasta que escuchó acercarse unos pasos: era el Teniente, seguido de un rostro moreno muy familiar: Era Javier, esgrimiendo una sonrisa socarrona.
El corazón se le aceleró a Sebastian de pura emoción, e intentó contener una sonrisa, pero no lo logró.
—¡Guerrero!, encontramos a su pololo —le gritó el Teniente, sonriendo con satisfacción por su propio comentario.
—Te extrañé tanto, amor —fueron las primeras palabras que le dijo Javier, provocándole una risotada a Sebastian al ver la cara de desagrado del teniente.
El comentario burlesco del teniente le había explotado en la cara.
—El par de maricones —murmuró Ortega con rabia—. Por hueones, sáquense la chaqueta y los pantalones.
—¿Qué? —preguntaron Sebastian y Javier al mismo tiempo.
—Acá no formamos maricones —respondió el teniente—, a ver si el frío los convierte en hombres.
La pareja de amigos obedeció a regañadientes, sabiendo que no tenían alternativa, mientras el teniente abría la puerta metálica del lugar que Sebastian ya había asumido como su dormitorio.
Javier apenas se sacó el pantalón, lo enrolló como una pelota y se la tiró en la cara a Ortega, desafiándolo con la mirada.
El teniente enfurecido se acercó a Javier, le dio un puñetazo en el rostro y lo empujó por la puerta hacia adentro, cayendo de bruces al frío suelo.
—¡Javier! —gritó instintivamente Sebastian, pero se quedó inmóvil.
Ortega miró a Sebastian sin decir nada, intimidándolo con su semblante desquiciado, y el puño levantado.
—¿Algo más? —le preguntó a modo de amenaza.
Sebastian le sostuvo la mirada canalizando toda la furia que sentía, pero no dijo nada.
—Muy bien —aprobó el teniente, y empujó con fuerza a Sebastian por la puerta, tropezando y cayendo sobre Javier.
Ortega cerró la puerta con tal rapidez que los muchachos no alcanzaron a verse mutuamente antes de quedar totalmente a oscuras.
—¿Estás bien? —le preguntó Sebastian.
—De maravilla —respondió Javier con sarcasmo.
Sebastian instintivamente buscó el rostro de Javier con sus manos, con la idea de sentir la gravedad del puñetazo que le había dado Ortega.
—¿Cómo estás tu? —quiso saber Javier, intentando sonar compuesto, pero Sebastian notó en su voz que estaba aguantando el dolor.
Le pasó los dedos por el rostro y sintió un líquido espeso brotando de su mejilla, y un quejido sordo proveniente de la boca de su amigo.
Sebastian se sacó la polera, que al menos estaba limpia, la envolvió y la presionó contra el rostro de Javier.
—Conchetumare —se quejó Javier.
—Sorry, pero tengo que hacerlo para detener la hemorragia —le dijo Sebastian con preocupación.
Javier soltó una risita.
—¿Qué? —quiso saber Sebastian.
—Buena po, doctor House —se burló Javier.
—Ándate a la chucha —se rió Sebastian, y presionó con más fuerza el rostro de su amigo, quien se rió entre quejidos.
—¿Pá qué te picai?
—¿Quién se picó? —Sebastian se hizo el loco.
—¡Conchetumare! —exclamó en un grito Javier, poniéndose de pie tan rápido que Sebastian no alcanzó a quitar la mano que hacía presión en su rostro.
Iba a preguntarle qué había pasado, pero luego sintió sobre su pierna desnuda “algo” caminando a toda velocidad.
Se puso de pie de inmediato al igual que su amigo y lo abrazó.
—Sentí una hueá —le dijo Javier.
—Yo igual —coincidió Sebastian, que ya sabía que ese espacio estaba plagado de bichos y ratas.
Javier se rió de improviso.
—¿Qué? —le preguntó Sebastian.
—Nada —respondió rápidamente Javier—. Fui a buscar a tu amorcito.
Sebastian había quedado marcando ocupado con la risita repentina de su amigo, pero lo dejó pasar para saber más respecto a la última frase.
—¿Qué?, ¿Cómo estaba?, ¿Está bien? —quiso saber Sebastian, impaciente.
—O sea, no lo vi a él —aclaró Javier—. Fui hasta el hospital, y lo vi, pero estaba durmiendo, así que no le pude decir nada —omitió la parte de los gritos—. Después me pescaron los pacos y llamaron a los milicos para que me fueran a buscar. Resulta que el hueon que me fue a buscar, fue el mismo hueon que te trajo hasta acá. Me dijo que te había prometido ir a buscar al Rube, así que lo convencí de que me dejara acompañarlo antes de mandarme de vuelta.
Ambos amigos seguían abrazados, y Sebastian escuchaba atentamente la aventura de Javier.
—Fuimos hasta su casa y hablamos con el hermano. Nos dijo que estaba bien, pero no quería ver a nadie —finalizó su relato—. Está bien —repitió, como para asegurarse de que sus palabras se grabaran en la mente de Sebastian—, se está recuperando.
El corazón de Sebastian se detuvo por un segundo, y comenzó a llorar de alegría al saber que Rubén estaba bien, y abrazó con más fuerza a Javier, expresando su emoción.
—¿Fue muy grave? —quiso saber Sebastian.
Javier dudó.
—No sé —respondió finalmente—. Lo importante es que ahora está bien.
El alivio que sentía en ese momento era indescriptible. Estaba tan contento de saber que Rubén estaba bien, que no se había percatado que estaba temblando, quizás de emoción, o quizás por el frío insoportable que sentía al estar casi desnudo.
—¿Vamos a tener que dormir parados como los caballos o hay alguna cama en esta hueá? —preguntó Javier, cambiando de tema.
Sebastian notó que también estaba temblando.
—Hay un catre de metal nomas, sin colchón —le informó Sebastian, soltando su abrazo y tomándolo de la mano para guiarlo en la oscuridad hasta el catre.
—Estoy cagao de frío —comentó Javier, siguiendo a Sebastian en la oscuridad.
—Yo también —coincidió Sebastian—. Oye, el Simón no está —le contó, cambiando de tema.
—¿En serio? —preguntó Javier, demostrando su sorpresa en su tono de voz—, ¿Qué le pasó?, ¿se arrancó igual?
—El Andrés dice que le dio una crisis de pánico.
—Chucha —murmuró Javier—. ¿Habrá sido porque se sintió solo después que nos fuimos? —supuso Javier, y Sebastian pensó que tenía sentido.
—Puede ser, pero el Julio me dijo que él y los otros dos hueones le habían sacado la chucha.
—¿Y tú le crees? —preguntó Javier, medio en serio y medio con sarcasmo.
—No sé, ¿por qué?
—No creo que hayan sido capaces de hacerlo. Esos hueones son re cobardes.
Sebastian a pesar de las palabras de Javier, seguía creyendo en las palabras de los bravucones.
—Oye, estoy cagao de frío —insistió Javier, recostándose en el catre.
—En la madrugada se pone más helado —le contó Sebastian, con desgano—. Nos vamos a morir de hipotermia.
—Ok, doctor House —le dijo Javier, bromeando nuevamente.
—Sigue hueveando y vas a dormir en el piso con las cucarachas —le dijo Sebastian, poniéndose nuevamente su polera y recostándose al lado de su amigo.
—Ya, no te enojes —Javier se acomodó en el catre y Sebastian notó que se acostó de lado en su dirección—. ¿Te molesta si hacemos cucharita?, por el frío, digo.
Sebastian trató se recuperar dominio de su mandíbula que temblaba por el frío, antes de responder.
—Bueno —aceptó, esperando no morir de frío.
—Nos vamos turnando durante la noche quien abraza a quien —le informó Javier—. Yo empiezo.
Sebastian se dio vuelta, dándole la espalda a su amigo, y se dejó abrigar por su calor corporal.
—La hueá —murmuró Javier, divertido, antes de que Sebastian pudiese lograr conciliar el sueño—. El viejo culiao se va a morir cuando abra la puerta mañana y nos vea durmiendo así.
A Sebastian le hizo gracia la idea de que las medidas homofóbicas del teniente le estallasen en la cara.
—Eso si es que logramos quedarnos dormidos —le dijo Sebastian, pensando en que él no había logrado dormir mucho en ese lugar.
—Te quiero mucho amiguito, pero no voy a hacer otras cosas para entrar en calor, así que mejor durmamos nomas —bromeó Javier.
Sebastian no respondió, y sorprendentemente pudo conciliar el sueño al poco rato.
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coolpizzazonkplaid · 5 months ago
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La heredera del Infierno
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Avisos: En una parte del capítulo puse los diálogos provenientes del videojuego doblado al latino. No sé si en algún momento cuando haga la versión en inglés copie los de la versión en inglés. También mucha de las runas vienen de la página que se encuentra en el capítulo dos.
Academia Wu Shi
El atardecer había llegado y el trío se preparó para que Liu Kang los llevara. Equiparon toda la ropa, armas y algunas cosas para distraerse. Tuvieron que encontrar excusas bastante creyentes para ausentarse por varios meses. Adelina mintió a Pablo y Agustín diciendo que iba a buscar mejor información en los países nórdicos, esperó a que comprendieran que costaría encontrar las respuestas.
Adelina vio que sus amigos estaban nerviosos, sentía que los minutos pasaban a ser horas y las emociones la carcomían. Mariano se distrajo mirando algunas cosas en el celular y se reía alguna que otra vez. Daniela se mordía las uñas y daba vueltas en el comedor. Adelina comenzó peinarse el cabello negro con las manos que cubría su rostro, al mismo tiempo su pierna subía y bajaba constantemente.
También, revisaba su mochila, donde guardaba la daga y el mapa. Llevaba algunos libros de mitología nórdica para ayudarla en su investigación. Una parte de ella quería encontrar respuestas sobre lo que descubrió en las montañas y otra, esperaba que fuera solamente una pesadilla.
Liu Kang apareció en la puerta del departamento, el trío cargó todas sus pertenencias y lo siguieron. Llegaron al callejón oscuro y de las manos de la deidad salió fuego formando un portal por el que caminó. Adelina, Mariano y Daniela se miraron con cierta duda, pero dieron su salto de fe al pasar por el agujero. Ya habían tomado una decisión y no iban a retroceder. Cuando pasaron por la negrura, la muchacha sintió cosquilleos y mareos hasta que el aire invadió sus pulmones y vio un hermoso paisaje.
Un templo chino rodeado de enredaderas, árboles con diferentes tonalidades de hojas y montañas a lo lejos. Monjes arrodillados otorgando sus rezos a Buda, otros observaban el entrenamiento de sus estudiantes. Estatuas gigantes de luchadores que tenían un poco de verdín en algunas partes, decoraban el hermoso jardín repleto de árboles con flores de diversos colores y fragancias, también había grandes gongs y pequeñas campanas moviéndose con el leve viento que se había levantado.
Se quedaron fascinados con la belleza de ese sitio tan pulcro y tranquilo. Caminaron lentamente maravillados ante cada detalle que aparecía y hubo algunas miradas curiosas de los maestros.
–Bienvenidos a la Academia Wu Shi –dijo Liu Kang mientras se dirigía al centro del gran jardín.
–Es un lugar hermoso –exclamó Daniela boquiabierta.
–En la academia, aprenderán junto con otros estudiantes a mejorar sus técnicas de combate –Liu Kang se dio la vuelta y posó su mirada en el trío– y les enseñarán todo del Mundo Exterior.
Los tres jóvenes entraron a una de las secciones de la academia, donde se encontraban las habitaciones de todos los alumnos. Había pocas personas en la pequeña finca, los hombres hablaban entre ellos y vestían el uniforme naranja que representaba la academia.
–¿No me digas que uno de esos tipos es el mismísimo Johnny Cage? –preguntó Daniela.
Adelina observó mejor a uno de los hombres y sin duda alguna, era el actor de películas. El grupo dejó su conversación de lado y miraron a los recién llegados.
–¿Eres Johnny Cage? ¿El actor de películas? –preguntó Mariano.
–En persona –respondió el hombre con orgullo.
Hubo un silencio incómodo y un asiático de cabello negro preguntó al trío para romper el hielo:
–¿De dónde vienen?
–Argentina –dijo Daniela–. Soy Daniela Ramoter, ella es Adelina Acosta y él es Mariano Baldor.
La joven señaló con el dedo cuando mencionaba a sus amigos, mientras hacían un gesto de saludo. Adelina miró detenidamente al grupo. Estaba el hombre que habló y dos asiáticos que le resultaron bastante conocidos a Adelina. Ambos llevaban sombrero de paja y uno, tenía una pequeña cola de caballo y a los costados de la cabeza rapada. Eran los chicos del restaurante cuando había ido a comer en el pueblo luego de su caída en las montañas, pero no se acordaba de sus nombres.
–Soy Kenshi Takahashi –dijo el chico–. Ellos son Raiden y Kung Lao.
 –Un gusto conocerlos –dijo Raiden.
El silencio volvió a rondar en el ambiente.
–Me resultas familiar –dijo Kung Lao a Adelina–. ¿Te vi en alguna parte?
–Me viste en el restaurante de tu pueblo –dijo Adelina con media sonrisa avergonzada–. Soy la chica que llegó toda golpeada.
–¿Qué te había pasado? –preguntó Raiden.
–Tuve una pelea con los Lin Kuei.
–Tuvimos –corrigió Mariano.
–¿También Liu Kang los probó mediante los Lin Kuei? –preguntó Kung Lao.
–Eh, no –dijo Daniela–. Primero, Adelina se peleó con Smoke, después Liu Kang vino con el Gran Maestro y sus hermanos a nuestra casa a ofrecernos la posibilidad de participar. En el proceso, Mariano le contestó mal a Bi Han y luego tuvimos una pequeña disputa.
–Le di un sillazo en la cabeza al Gran Maestro –dijo Mariano con una sonrisa en el rostro–, no me arrepiento.
–Yo también humillé a Bi Han –dijo Johnny orgullosamente–, creo que su orgullo debe estar demolido.
–Se lo merecía –el tono de Adelina rencorosa–. Tanto él como su estúpido hermano insultaron mi comida. Más mal educado no se puede ser.
Raiden guio a los tres a sus habitaciones. Adelina sacó todos sus libros del gran bolso y los ubicó al lado de su futón, encima de este había un uniforme naranja. Luego desempacó sus materiales de dibujo y ocultó debajo de la almohada la daga y el mapa. No iba mostrársela a nadie hasta que confiaran plenamente en estas personas. Se puso el uniforme y salió a esperar a sus amigos.
Esperaron junto con Johnny, Kenshi, Raiden y Kung Lao las órdenes de Liu Kang o algún monje. Pasaron unos minutos, cuando la deidad vino y los llevó al centro del jardín donde les habló sobre cómo iba a ser los entrenamientos y los nuevos horarios.
Luego de esa pequeña presentación, se dirigieron a un gran comedor donde todos recibieron la cena con mucho gusto. Adelina, Mariano y Daniela pudieron mantener buenas conversaciones con los otros luchadores, excepto con Johnny que varias veces intentaba coquetear con las dos chicas tratando de imitar el acento porteño.
–Minitas lindas, yo puedo ser un chabón –habló el actor.
–No busques una razón para que te putee de todos los colores y veas lo que significa nuestros insultos –soltó Adelina pacíficamente.
A pesar de esas intenciones, el trío disfrutó la basta cena. Adelina pudo pasar un momento de felicidad y olvidó sus pesadillas y alucinaciones. Por otro lado, Daniela y Mariano no pararon de devorar lo que encontraban en la gran mesa y casi rivalizaban con Kung Lao. Una vez que todos finalizaran de comer, se dirigieron a sus aposentos y poco a poco las velas que iluminaban las habitaciones se apagaron, excepto la de Adelina.
La joven observaba el mapa que encontró en las montañas. La figura pequeña de una bolsa se ubicaba en el mar entre España y Francia, cerca de las costas. En los costados del mapa. había runas, pero ninguna dejaba una escritura precisa. La runa Isa, Nauthiz y Raido se ubicaban en los extremos del mapa.
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Nauthiz representaba obstáculos y Raido era la lucha y búsqueda. Recordó las inscripciones de las paredes en Arctika sobre unas pruebas a superar. Seguramente iban a estar en el sitio de las costas de España y Francia, ayudarían a encontrar los otros artefactos que aparecían en sus visiones tras tocar el cuchillo.
Esperaba que Liu Kang le diera respuestas sobre Hela o pistas para poder seguir el camino sola. No confiaba en él y no lo haría hasta que mostrara algún ápice de que valiera tenerla. Sus prejuicios sobre las divinidades se acrecentaron tras leer mitología griega. Los dioses no veían más que muñecos a los humanos, algo de entretenimiento barato y otras veces como objetos para el placer rápido. Cuando les convenía les daban buenos tratos para que hicieran tareas y limpiar sus desastres.
Pero lo poco que vio del dios parecía ser la excepción a la regla, aun así, Adelina prefería ser cautelosa antes que apresurada. Luego de guardar el mapa, la joven sacó la daga de su escondite y la observó una vez más esperando una señal, incluso una alucinación de muertos o de la mujer del féretro, pero no hubo nada. Por un lado, eso la alivió y por el otro necesitaba cuanto antes pistas sobre lo que estuvo viendo.
Intentó acallar sus pensamientos y después de ubicar en su sitio la daga, cerró los ojos. Dio un par de vueltas en la cama hasta que el mundo de los sueños la tomó por completo. No hubo ni una mujer del féretro ni muertos para acosarla, solamente una negrura que agradeció en lo más profundo de su interior.
El sonido estruendoso de un gong se oyó por todos los aposentos de los estudiantes y los quejidos de Adelina se hicieron presentes. Escuchó el sordo movimiento de los demás intentando seguir durmiendo, pero no pudo hacerse posible. Otro golpe del gong hizo que despertara por completo a Adelina, se sentó en el futón frotándose los ojos y salió de la habitación viendo caras soñolientas. El trío era quienes más destacaban en pijamas, Mariano llevaba pantalones holgados y una remera de Kill Bill, Daniela iba con un camisón de Attack on Titan y Adelina vestía con una remera de Tomie y pantalones cortos. Johnny llevaba puesto un pijama de seda, mientras que Raiden, Kung Lao y Kenshi eran los más modestos, tenían una camisa tradicional china y pantalones a juego.
Fuera del recinto, había baldes de agua donde el grupo se enjuagó la cara y quitarse lo poco que les quedaba de sueño. Después, volvieron a sus habitaciones a ponerse el uniforme de la academia, esta le resultó bastante cómoda a ojos de Adelina.
Una vez que todos salieron, se dirigieron al comedor a desayunar y dar inicio a los entrenamientos. Mariano desde que había salido de su habitación llevó un equipo de mate y lo puso tranquilamente en la mesa. Johnny, Kenshi, Raiden y Kung Lao se quedaron mirando con espanto el equipo como si fuera un veneno, mientras Mariano preparaba el mate lo más cómodo posible y recibían sus desayunos. Un arroz chino con huevo frito y nabo dulce con un poco de té.
Todos los presentes se inclinaron y empezaron a comer. Adelina y Daniela empezaron a masticar sus desayunos mientras esperaban que Mariano terminara de preparar el mate. Una vez que pudo darle una buena temperatura comenzó a cebarlos entre las chicas.
–¿No es muy temprano para la marihuana? –Cuestionó Johnny con sorna.
–No busques una razón para que te tire agua caliente a primera hora del día –dijo Daniela soñolienta.
Johnny cerró la boca antes que soltar otro comentario ante la mirada asesina de las chicas y Mariano.
–¿Qué es entonces? –preguntó Kung Lao.
–Una bebida que se toma en el desayuno y la merienda, se acompaña con algo –dijo Adelina antes de sorber de la bombilla.
–¿Querés probar un poquito? –ofreció Mariano.
–Por esta vez paso, pero muchas gracias.
Los tres siguieron cebándose mates mientras terminaban sus platos junto a los demás. El sonido del gong volvió a sonar por todo el lugar, los presentes se pusieron de pie y marcharon cada quien a sus tareas. Mariano sacó la yerba húmeda del recipiente y luego siguió a los otros para entrenar.
La primera clase fue teórica, sobre el Mundo Exterior, las diferentes especies que habitaban, el mandato de la emperatriz Sindel y las diversas batallas ganadas en su imperio. El gong sonó dando fin a la clase y los estudiantes se dirigieron al jardín iniciando su primera clase de entrenamiento.
Consistió en golpear repetidas veces los postes y esquivar los ataques de los diferentes palos horizontales de madera que se movían rápidamente. Luego, perfeccionaron las defensas de cada estudiante, también muchos maestros les enseñaron sobre la buena posición de un arma blanca y las posturas de las diferentes técnicas de combate. En varias ocasiones, tuvieron que soportar el gran ego de Johnny y sus delirios de crear una nueva película.
Cuando el sol comenzó a ponerse, el gong sonó dando fin al primer entrenamiento. Mariano y Daniela terminaron tirados en el suelo por el arduo día, los demás intentaban recuperar el aliento y ayudar al trío a ponerse de pie nuevamente.
–Mátenme –dijo Mariano con poco aire.
–Fue horrible –acompañó Daniela–. No siento las piernas. El viejo Mario era más amable.
Con lentitud, fueron a los baños a relajar los músculos rígidos. Hubo un pequeño intercambio de palabras entre ellos, pero fueron opacadas por los quejidos dramáticos de Johnny. Adelina y Daniela se separaron de los hombres y pudieron asearse sin ningún inconveniente.
Los músculos de Adelina se relajaron ante al agua caliente recorriendo su piel y luego se lavó el cabello repleto de sudor, masajeándose el cuero cabelludo con sumo cuidado. Salió del baño acompañada de Daniela, se pusieron ropa más cómoda y dejaron a lavar los uniformes sucios. Después, los siete se dirigieron a los aposentos y convivieron entre ellos, intentando saber un poco más uno del otro.
–¿Qué hacían antes de ser reclutados por Liu Kang? –habló Daniela.
–Kung Lao y yo éramos granjeros en la aldea de Fenjian –dijo Raiden tranquilamente–. Nos entrenaba la señora Bo para cuando Liu Kang viniera a probar nuestra destreza y valores.
Una pequeña sonrisa estuvo en el rostro del chico.
–Yo era miembro de los Yakuza –dijo Kenshi y ante eso Mariano casi se atraganta con el mate.
–¿Cómo? –soltó Mariano tosiendo.
–Sí, intentaba recuperar el buen camino que mis ancestros desviaron.
–¿No era que los Yakuzas estaban medio en la ruina? –preguntó Adelina.
–Había pequeñas facciones que seguían estando en pie y eran bastante poderosas –prosiguió Kenshi–. La facción que mi familia continuaba vigente, pero decidí que era mejor dejarlo y restaurar su honor.
–Yendo a mi casa y robar mi katana –soltó Johnny, enfatizando bastante el “mi”.
–Sento le pertenece a mi familia –dijo Kenshi con calma–. Intenté recuperar lo que me corresponde por derecho.
–Podrías haber pedido permiso para llevarte la katana, en vez de meterte ilegalmente a mi casa.
Los demás se quedaron en silencio viendo como la pequeña discusión iba a convertirse en algo más violento. Las miradas agresivas entre el actor y el ex mafioso iban a pasar a golpes y antes de que eso pasara Mariano habló:
–Yo soy piloto.
–¡Qué fantástico! –exclamó Kung Lao.
–Lo malo es que este pelotudo aterriza para el ojete –dijo Adelina con una sonrisa– y encima no pone los cinturones.
–Sí, las dos veces que nos llevó a nosotras casi nos da un infarto. –Habló Daniela indignadamente y le devolvió el mate a Mariano.
–Pero bien que les gusta el viaje gratis conmigo –dijo Mariano con gracia.
–Preferiría que por favor en tu viaje no nos mates –espetó Adelina.
–¿Y ustedes a que se dedican, preciosuras latinas? –el tono coqueto de Johnny se hizo presente–. Unas bellezas como ustedes deberían tener trabajos dignos y vivir tranquilamente.
Adelina y Daniela se posaron sus ojos asesinos en Johnny, y se miraron entre ellas antes de ignorar la mirada coqueta del actor. Las jóvenes sonrieron amablemente a los cuatro hombres.
–Yo soy periodista y crítica literaria –dijo Daniela.
–Arqueóloga, investigadora privada y artista –soltó la pelinegra.
–¿Cómo es eso de periodista y arqueóloga? Parece interesante –preguntó Raiden.
Las chicas sonrieron y luego Mariano le dio mate a Adelina, mientras Johnny se quedaba sorprendido de por qué las chicas no le dieron esas sonrisas.
–Un periodista es una persona que se dedica a contar un hecho lo más verdaderamente posible –explicó Daniela lo más tranquilamente posible–. El hecho puede ser actos criminales, deportes, vida de celebridades, clima e incluso lo que repercute en el mundo. La noticia tiene que responder las cinco preguntas ¿Qué?, ¿Quién?, ¿Dónde?, ¿Cuándo? y ¿Por qué?
–¿Es riesgoso? –preguntó asombrado Kung Lao
–Depende de qué área te vas a dedicar a reportar. Si vas a reportar lo que les ocurren a las celebridades o en deportes, no vas a tener tantos problemas –explicó Daniela mientras recibía mate–, pero si te metes en política o hablas de actos criminales prepárate para lo que se viene.
–¿Y el tuyo, Adelina? –cuestionó Raiden.
–La arqueología es una ciencia que estudia las ruinas antiguas de civilizaciones que ya no existen, para conocer sus costumbres a partir de los objetos materiales que dejaron –Adelina gesticuló con las manos mientras hablaba–. Y la parte de investigadora, una persona me paga cierta cantidad de dinero para que yo le resuelva algo que quedó confuso. Una desaparición sin sentido o amoríos, depende del cliente.
–¿Cuántas culturas estudiaste?
–Algunas, no para decir bastantes.
–¿Quieren mate? –ofreció Mariano.
Kenshi fue el primero en experimentar la bebida y luego se la devolvió al muchacho. Le siguieron Raiden y Kung Lao, para finalizar en Johnny quien no le gustó para nada.
El gong volvió a escucharse por todo el recinto y los siete se dirigieron al comedor. Todos los maestros se pusieron frente al pequeño asiento de honor y esperaron al invitado. Apareció Liu Kang y los presentes se inclinaron ante él, les agradeció el gesto y todos se sentaron para cenar sopa de pollo con maíz y vermicelli. El estómago de Adelina rugía del hambre y recibió con mucho gusto la sopa, cucharada tras cucharada, el exquisito sabor le invadió el paladar.
Hubo algunas risas compartidas entre los luchadores y pequeñas charlas entre los maestros hacia Liu Kang. Adelina, a veces vislumbraba al dios, esperando ver algún rastro de maldad o superioridad, pero no encontró nada sospechoso.
Al cabo de un rato, todos habían terminado la sopa y callaron aguardando las palabras del dios. Se puso de pie y habló:
–Su primer día de entrenamiento puede haber sido bastante agotador, pero espero que hayan podido prepararse para lo que se aproxima –sus manos se cruzaron en su pecho–. Sé que será una tarea ardua, pero espero que estén a la altura y uno de ustedes nos conceda la victoria contra el Mundo Exterior. Ahora por favor descansen y prepárense para mañana.
Adelina y el resto se inclinaron ante el dios y se marchó por donde vino, mientras los demás iban a sus aposentos. Hubo algunas palabras compartidas cuando se dirigieron al recinto y un pequeño “buenas noches” entre ellos antes de cerraran las puertas de sus habitaciones.
Las semanas siguientes fueron similares. Adelina logró tener un reloj biológico para despertarse antes de escuchar el gong. Sus compañeros también empezaron a desarrollarlo y algunas veces, cuando deslizaba la puerta veía a Raiden y Kung Lao despertarse más temprano, seguramente al haber tenido entrenamiento se despiertan antes que el resto.
Las primeras horas siempre eran teóricas, hablando de las diversas civilizaciones y hazañas del Mundo Exterior y luego tenían entrenamientos rigurosos. Practicar una buena postura, mantener el equilibrio, nuevas técnicas de combate y manejo de armas. Hubo en varias ocasiones en las que Adelina, Mariano y Daniela se caían constantemente de los postes de madera al intentar mantener el equilibrio en diferentes posiciones y en esos casos, acababan yendo a la enfermería para que les acomodaran los huesos o reposando por el rompimiento de estos.
En muchas de las tardes, el trío tomaba mate e invitaban a los demás a compartir la tarde y pasar un buen rato. Otras veces, Adelina se sumergía en la biblioteca buscando algo de información sobre Hela y su cuchillo, algunas veces iba a consultar con los maestros de la academia, pero sus respuestas eran desalentadoras para su investigación.
Quería buscar respuestas en Liu Kang, pero muy pocas veces lo encontraba en los alrededores de la Academia Wu Shi y no podía alcanzarlo para preguntarle sobre la diosa. Tampoco tenía la seguridad de mostrarle la daga, Sultin, para que le ayudara con la investigación. A pesar de las dificultades, Adelina siguió su entrenamiento junto a los demás. A veces, Johnny intentaba coquetear con las chicas, pero les daban contestaciones mordaces o lo ignoraban de una forma muy cruel.
En esas tantas veces en las que tomaban mate, Mariano había puesto música en un volumen moderado y Kung Lao, Raiden y Kenshi lo miraron de una mala forma. Mariano se había excusado de la siguiente manera:
–No aguanto el silencio de este lugar –absorbía de la bombilla del mate–. No me quiten lo único que me mantiene cuerdo. Necesito escuchar algo, necesito ruido para sobrevivir sino me voy a volver loco.
Las chicas tampoco pudieron argumentar algo en contra de eso y se sintieron más aliviadas al escuchar las melodías. Los cuatro hombres tampoco hicieron mucha queja después y siguieron pasando esa tarde en paz.
En esos días, también se comentaba la llegada de los Lin Kuei para atender un llamado de Liu Kang. Ante esas noticias, Adelina comenzó alejarse del recinto de estudiantes que se conectaba cerca de la entrada de la academia. No tenía intenciones de volver hablar con los tres ninjas ni tener que soportar su presencia y malas actitudes. Si Bi Han, su Gran Maestro, era un maleducado, no iba a estar para soportarlo y preferiría estar dibujando.
El día en el que vendrían los Lin Kuei, Adelina se marchó a las afueras del recinto y de la academia para pasarla dibujando y escuchando música. Le había avisado a los demás que estaría alejada por un tiempo hasta que los Lin Kuei se fueran. Tomó sus materiales de dibujo y caminó unos metros, lo suficiente para seguir viendo algunos indicios de la Academia Wu Shi. Se recostó en un árbol, se maravilló ante el vasto paisaje verde y empezó a dibujar.
Se enfocó en una estatua budista y su mano guio el lápiz sobre la hoja, dándole forma a las plantas que decoraban la piedra tallada y la mirada inerte. Le dificultó un poco debido al entrenamiento, pero tras relajar su mano logró mejorar el cuerpo de la estatua. Angry Again de Megadeth se reprodujo en su celular y un entusiasmo invadió a Adelina. Continuó formando a la estatua en el papel guiada por la melodía. Una vez que terminó prosiguió dándole un sombreado hasta que sus dedos se tornaron negros por la mina del lápiz.
Una vez finalizado su boceto de la estatua, dio vuelta a la hoja e inició un nuevo dibujo. Las canciones pasaron y llegó a In My Darkest Hour de Megadeth. Adelina trazó en la hoja, dando forma a la figura y tras terminas, contempló la creación que hizo inconscientemente. Era la mujer del féretro, su ojo derecho tenía un espiral y de sus labios emanaba sangre. Detrás suyo había árboles con las figuras agonizantes y encima del decrépito paisaje las runas decoraban el rostro espeluznante de la mujer.
Cambió el dibujo por la lectura. Tomó el gran libro que tenía guardado y leyó donde había dejado hace tiempo. Su mente empezó viajar por el mundo de las palabras, acompañada de la música.
–¿Qué lees? –preguntó una voz bastante conocida.
Adelina se sobresaltó y volteó alarmadamente para ver quien le dirigía la palabra. Había humo alrededor de la muchacha y luego apareció la forma de un hombre de cabello ceniciento y una cicatriz arriba de su ojo. Tomas, alias Smoke.
–¿No deberías estar con tus hermanos y subordinados, acosador?
–Estaba buscándote para hablar sobre mi hermano.
–Si Bi Han te hizo de mensajero para disculparse por su comentario –alzó la vista y sus ojos se posaron en los del chico–. Voy a matarlo, ya te aviso.
–No es por eso por lo que vine –dijo Tomas se puso al frente de la chica–. Él no me hizo de mensajero y nunca va admitir que no debió soltar ese comentario. Vine para decirte que fue un desubicado y lamento que lo soltara, también que tu comida fue muy rica.
–Se notaba bastante. Parecía que comías un manjar de reyes –soltó Adelina con una sonrisa.
El comentario tomó por sorpresa a Tomas y la joven notó un pequeño rosa en las mejillas.
–¿Qué era lo nos diste de comer?
–En la picada, salame y queso y de cena, milanesa con papas fritas –la muchacha cerró el libro y lo apoyaba en sus piernas.
–¿Qué era lo que leías?
–Algo.
–¿Sigues enojada por nuestra pelea en las montañas y la mesa rota?
–Sip.
Hubo un silencio incómodo entre ellos y la música seguía reproduciéndose en el celular de la muchacha.
–¿Qué escuchas? –preguntó el chico.
–Megadeth.
–¿Qué es?
–Una banda de metal.
–¿Por qué te alejaste de la academia? –siguió cuestionando Tomas tratando de seguir una conversación.
–Porque escuché que ustedes iban a venir y antes de soportar a Bi Han y sus insultos –dijo Adelina soltando un suspiro–, preferiría leer y dibujar, mientras escucho música.
–¿Y tus amigos?
A lo lejos una estruendosa música fuerte se oyó y los dos voltearon la mirada hacia el sonido. Los gritos de Mariano y Daniela se escucharon cantando Shinzou wo Sasageyo y Adelina, indignada, le apareció una pequeña sonrisa.
–No entendí bien que querían hacer esos dos usando Attack on Titan.
–¿Attack on Titan? –el rostro de Tomas se tornó curioso–. Parece un ejército ¿son fuertes?
–¿No conoces Attack on Titan? –cuestionó la joven–. Es un manga muy conocido.
El rostro de Tomas mostraba confusión y moviendo las manos mostrando más su duda.
–¿No sabes lo que es un manga? –preguntó Adelina.
–No, lo lamento.
–No necesitas disculparte por no saber –la chica acercó más sus pertenencias y comenzó a gesticular–. El manga es como un cómic, pero japonés.
–¿Ese manga tiene canción? Porque si no ¿por qué estarían cantando tus amigos?
–El manga tuvo éxito y tuvo luz verde para tener un anime, de ahí viene la canción.
–¿Hay muchos mangas así?
–Muchísimos. Hellsing, Jujutsu Kaisen, Shuumatsu no Valkyrie, One piece, Uzumaki, Tomie. Son muchos.
–¿Lo que lees es un manga?
–Es un libro solamente.
–¿Pero su género no es manga?
Adelina rio ante el comentario e hizo que Tomas también sonriera. La antigua tensión que había entre ellos se esfumó y la agresividad de Adelina hacia el chico poco a poco iba marchitándose reemplazado por una buena actitud.
La charla continuó por bastante tiempo hasta que el sol mostrara sus últimos rayos y las canciones de tanto el celular de Adelina como las que se oían a lo lejos se repitieran. Tomas ofreció amablemente acompañar a la muchacha a la academia y su conversación siguió.
–Acepto tus disculpas Tomas, las que me diste cuando viniste a mi casa.
–De enserio, pido perdón y mi hermano no quiso decirlo. Tu comida fue deliciosa.
–Ya lo dijiste y no hay de que –dijo Adelina, mientras se acercaban y la música era más fuerte–. Lo que leía era La Novena Casa de Leigh Bardugo y el tema que escuchaba de Megadeth era In My Darkest Hour.
Llegaron a la academia donde diversos lin kuei en posición firme y delante de ellos se encontraban Bi Han y Kuai Liang hablando con Liu Kang. En el techo del recinto de estudiantes, se distinguían un par de marañas de cabello pelirrojo y rubio, observando a los invitados y la llegada de Tomas y Adelina. Al notar la presencia de los recién llegados, Bi Han volteó su rostro y los miró de manera hostil, Adelina se marchó con un gesto de saludo y esperó en las afuera del recinto. Alzó la cabeza para ver a sus amigos que seguían escuchando música en el techo y compartían binoculares para vigilar la conversación, saludaron a Adelina y ella les devolvió el gesto con una sonrisa.
La charla entre el Gran Maestro de los Lin Kuei con el dios del fuego continuó por un buen rato, en el que la joven se la pasó dando vueltas en el mismo sitio y a veces su mirada se cruzaba con la de Tomas y la desviaba muy rápidamente. Los tres hermanos se inclinaron ante Liu Kang y se marcharon por donde vinieron, hubo un momento en el que Tomas se acercó a Adelina.
–Espero en otro momento probar tu comida y me sigas comentando de esos mangas.
–Probablemente, Tomas –dijo Adelina y vio como el chico se alejaba.
Liu Kang y los demás observaron distanciarse más y más al grupo de ninjas hasta volverse diminutos y luego desaparecer de la vista. El dios estaba a punto de marcharse cuando Adelina apuró el paso para hablar con él.
–¡Liu Kang!
El hombre se dio la vuelta ante el grito de la muchacha y detuvo su caminata.
–¿Qué necesitas, Adelina Acosta? –preguntó calmadamente.
–Quiero hacerte unas preguntas sobre algo que estuve haciendo previo al torneo.
Adelina le contó sobre las ruinas nórdicas, excluyendo la parte de la daga y las alucinaciones. El rostro del dios permaneció tranquilo e inexpresivo, pero ante la mención de la diosa la duda apareció en sus ojos blancuzcos.
–¿Hay algo sobre Hela o su cuchillo? ¿Un rastro de ella? Tengo muy poco en los libros.
Liu Kang hizo un gesto de acompañamiento y Adelina lo siguió.
–Hela existió y gobernaba el Infierno –dijo el dios mientras su pequeña caminata continuaba a la luz de los faroles–. Era muy poderosa y bastante temida.
–¿No sigue gobernando el Infierno?
–Es algo que no puedo contestar con certeza, Adelina Acosta –el dios sacudió negativamente la cabeza con cierta pena–. Lo último que supe de ella y fue hace bastante tiempo, era un conflicto en el Infierno. Hela no salía regularmente del reino, muy pocas veces lograba hablar con ella. Ni el emperador Jerrod y su esposa Sindel la veían constantemente. Era solitaria y no se abría con mucha gente.
–¿No sabes que le ocurrió? –preguntó Adelina deteniéndose enfrente de una gran estatua de un luchador–. ¿Alguien sabe si sigue con vida?
–Por desgracia nadie sabe si está con vida o no. Solo sé de ese conflicto que atravesaba el Infierno, pero no hay muchos detalles más que pueda dar–dijo el dios con pena en su voz–. Lamento no serte de mucha ayuda. Quizás la emperatriz Sindel te pueda dar las respuestas que buscas, si es que sabe.
–Muchas gracias por la ayuda, Liu Kang.
La chica se inclinó y volvió al recinto, sumida en sus pensamientos, ni siquiera se percató de que la música dejó de escucharse por todo el lugar. Entró al complejo donde sus amigos estaban dentro de sus aposentos esperándola.
–¿Cómo te fue con Liu Kang? –preguntó Mariano.
–No muy bien con mi investigación –dijo Adelina dejando al lado de su futón el libro y sus materiales de dibujo–. Lo único que sabe de Hela es que era una antisocial temida y poderosa, tenía un conflicto en el Infierno y se desconoce si está viva o muerta.
–Que cagada –dijo Daniela–. Ya vas a descubrir más hay que darle tiempo, Ade.
–Espero que sí.
Se quedaron compartiendo un pequeño momento entre ellos cuando el gong sonó para la cena y todos se dirigieron al comedor.
Los últimos días de entrenamiento pasaron rápido y Liu Kang anunció la elección para elegir quién los representaría en el torneo contra el Mundo Exterior. Todos se preparaban para dar lo mejor de sí y representar a la Tierra como era debido, todos mejoraban sus puntos débiles y agilizaban sus técnicas. Algunos como Raiden y Kung Lao entrenaban fuera del horario, mientras los demás conversaban y pasaban un buen rato.
Algunas veces aparecían los Lin Kuei, Adelina se marchaba al mismo sitio donde se topaba con Tomas y pasaban hablando sobre las cosas que hicieron en los días que no se veían. Por otro lado, se esforzaba para la elección de Liu Kang y al mismo tiempo, seguía buscando en la biblioteca sobre la diosa nórdica sin buenos resultados.
Las cenas eran alentadoras y pasaban un buen rato entre los estudiantes y los maestros. Las clases teóricas habían finalizado y eso les permitió a todos pasar más tiempo libre y entrenar. En varias ocasiones, Johnny seguía empedernido en coquetear con Adelina y Daniela, pero ellas lo rechazaban y al mismo tiempo mantenía su pequeña rivalidad con Kenshi y lo retaba para que recuperara a Sento.
El día de la elección había llegado, todos los maestros preparaban para la llegada de Liu Kang. Mientras Adelina y los demás veían como Raiden entrenaba con algunos estudiantes, haciendo golpes precisos y premeditados. Tras terminar de derrotar a sus oponentes, Kung Lao llegó emocionado y en su mirada destilaba orgullo, llevando en sus manos un peculiar sombrero.
–No parece ser una buena idea –soltó Raiden.
–Es genial, Raiden –contrarrestó Kung Lao orgulloso–. La próxima vez que veamos a Sub-Zero, tendré que agradecerle por ser la inspiración.
–Me es un misterio de como ese amargo fue tu inspiración para algo tan bizarro, pero bueno –dijo Mariano con una sonrisa resignante.
Los dedos del joven pasaron por el arma y casi logró cortarse con las filosas cuchillas. Los demás siguieron observando con curiosidad el extraño objeto.
–¿Ves? No será efectivo –dijo Raiden.
Kung Lao lanzó el sombrero y cortó un poste de entrenamiento como si fuera una simple manzana. Luego regresó a sus dedos y una sonrisa triunfante se apropió del rostro de Kung Lao.
–Quizás sea demasiado efectivo –dijo Raiden con sorpresa.
–Hay que hacerlo de una vez. Llevamos meses encerrados –Johnny se unió a la conversación y disgustado–. No puedo crear un universo ficticio con los monstruos y la magia del Mundo Exterior sin haber visto eso.
–¿Por eso estás aquí? –cuestionó Kenshi.
–Es la razón más boluda del universo –soltó Daniela.
–Liu Kang dijo que esto cambiaría mi vida. Las cosas se hacen así –señaló con el dedo al ex yakuza–. Mi ex lamentará el día que me abandonó.
–Qué abnegación –suspiró Kenshi.
–Ay, por favor, Tatuajes… –exaltó el actor indignadamente–, solo viniste a recuperar tu espada.
–Todos tenemos razones para estar aquí. –dijo Raiden tranquilamente, tratando de controlar lar aguas–. Algunas son mejores que otras… o desconocidas.
–Seguí participando con saber nuestras razones –dijo Adelina.
–Sin embargo, no vinimos a luchar entre nosotros. Sino a defender la Tierra –continuó Raiden
El gong sonó por todo el jardín anunciando la llegada del dios y todos dejaron por finalizada la conversación.
–Y hoy uno de ustedes será el elegido para pelear por ella en el torneo.
–¿Solo uno Lord Liu Kang? –preguntó Raiden–. ¿El Mundo Exterior no desplegará varios campeones?
–Según las reglas, el reino anfitrión tiene esa ventaja. Y ahora le toca al Mundo Exterior. –explicó el dios.
–Creí que todos los que seleccionaste eran campeones –dijo Mariano.
–No es de esa manera, Mariano Baldor –habló Liu Kang tranquilamente–. Todos los que son seleccionados a la Academia Wu Shi serán entrenados y luego se elegirá al representante de la Tierra.
–¿Y los demás estudiantes se van a sus casas o qué? –preguntó Adelina.
–No, Adelina Acosta. Los demás estudiantes acompañarán al campeón.
–No sé por qué nunca pregunté esto antes, pero…–dijo Johnny–. ¿Cuál es nuestro récord en este torneo?
–Por una vez, Johnny tiene razón –dijo Mariano.
–La Tierra y el Mundo Exterior llevan mucho tiempo igualados –contestó el dios seriamente–. Pero el Mundo Exterior se fortalece. Si ganan, sus facciones más extremistas serán más osadas.
–Qué encantador –soltó Daniela.
–Creía que admirabas el Mundo Exterior–dijo Raiden.
–Es un lugar lleno de conocimientos, riquezas y bellezas –afirmó Liu Kang–. Sin embargo, no tenemos los mismos objetivos y creencias. Coexistimos en paz porque el Mundo Exterior respeta nuestra fuerza. Si mostramos debilidad… el rival se convertirá en nuestro enemigo.
–No perderé Lord Liu Kang –exclamó Kung Lao.
–Para un poco, emoción –dijo Adelina.
–Primero deben ganarse el derecho a representarnos. –prosiguió el dios–. El que dure más que los demás será el elegido.
La conversación con la deidad hizo que los llevara a uno de los extremos del gran patio donde muchos maestros estaban detrás de un elegante asiento y Liu Kang se sentó en este observando al grupo. Al mismo tiempo, los maestros de la academia se arrodillaron en la piedra esperando la selección.
–Raiden, al frente –dijo el dios tranquilamente y al mismo tiempo Johnny comenzó a reírse.
–Buena idea –soltó el actor con orgullo–. Sacrificar a los débiles.
–Por respeto a Liu Kang y a los maestros –dijo Daniela tranquilamente–, me voy a contener de decirte algo sumamente vulgar y guardármelo para otro momento.
–Debes enfrentarlo, Johnny Cage.
–¿Listo para tu acercamiento? –cuestionó Kenshi.
–Obviamente no –contestó sarcásticamente Mariano por él.
–De acuerdo, vamos –el actor se acercó al círculo–. Pero recuerda granjerito, soy un ícono de las artes marciales. No creo que puedas con semejante eminencia.
Todos revolearon los ojos ante la arrogancia de Johnny, pero Raiden se mantuvo calmado ante los comentarios.
–Estoy listo, Johnny Cage –el chico se posicionó para el combate–. Mi mente y mi espíritu luchan como uno.
Raiden inició la pelea con una patada y Johnny la esquivó ágilmente, luego intentó contrarrestar el ataque con varios golpes que fueron bloqueados por el granjero. El actor le dio un puñetazo en un despiste de Raiden y este pudo hacer un combo de golpes que el actor no pudo esquivar. Johnny se estabilizó y volvió a contraatacar a Raiden con una patada giratoria, él tomó la pierna del actor para luego tumbar a Johnny al duro suelo de piedra y dando fin el combate.
–Me honra esta lucha –dijo Raiden y extendió su mano hacia Johnny.
–En efecto fue cine –exclamó Mariano mientras fingía fumar un cigarrillo y soltó una carcajada.
–De nada –dijo el actor resignado.
–Kenshi Takahashi, sigues tú –dijo Liu Kang.
El ex mafioso tomó una katana y al pasar miró con desdén al actor, luego se posicionó en el círculo.
–Tienes habilidad Raiden, pero te falta experiencia –dijo Kenshi.
–Compenso la falta de experiencia con corazón.
–El coraje gana combates, no el corazón –dijo Kenshi alzando su espada–. Yo lo sé, he participado en cientos.
Hubo un silencio y después comenzaron a pelear. Raiden esquivó ágilmente los ataques de Kenshi, mientras este se defendía las embestidas de la filosa espada. El ex yakuza perdió la espada cuando Raiden tomó su muñeca y tiró el arma lejos de ellos. El granjero intentó asestarle un puñetazo, pero Kenshi lo bloqueó con los antebrazos. En un momento, Kenshi dejó expuesto el pecho y Raiden aprovechó para darle una patada. Antes de que el ex yakuza pudiera defenderse, el granjero hizo un brutal combo de golpes, haciendo que su oponente cayera.
–¿Sigues dudando de mi coraje? –cuestionó Raiden ayudando a su compañero a ponerse de pie.
–No. Fue una victoria merecida –Kenshi se inclinó ante él y luego se marchó junto a los demás.
–Daniela Ramoter, ponte al frente –dijo Liu Kang.
La joven sonrió y se tronó la cabeza acercándose al círculo de combate.
–Esto va a ser divertido.
–No es un juego, Daniela Ramoter –dijo Raiden y se posicionó.
–En la vida hay encontrar el lado divertido –dijo la muchacha–. Es una de las tantas formas de afrontar el dolor.
Daniela se acercó al círculo y ambos se miraron mutuamente, analizando los pequeños movimientos del otro y la joven dio comienzo al combate. Raiden esquivó la patada y le asestó un golpe a Daniela haciendo que se alejara, inmediatamente volvió a atacarlo y el granjero contrarrestó los ataques haciendo que ambos retrocedieran.
Daniela se sacó el sudor de la frente y volvió atacar a Raiden, dándole un puñetazo y luego intentó abalanzarse sobre el chico, pero este aprovechó eso para tirar a la muchacha. Antes de que Daniela pudiera levantarse, Raiden la inmovilizó. Trató de soltarse, pero se le hizo imposible y no tuvo más opción que rendirse. El muchacho ayudó a Daniela a ponerse de pie y volvió con sus amigos con dificultad debido a la caída.
–Tienes un poco de razón, Daniela –dijo Raiden–. Es una forma bastante rara, pero efectiva.
–Te lo dije Raiden –rio Daniela con una mano en la nuca–. Valió la pena.
–Mariano Baldor eres el siguiente –ordenó el dios.
–Como dijo Dani, Raiden, la diversión es una de las tantas formas de lidiar con el dolor. Además, sirve para estudiar un poco al otro –dijo Mariano mientras se colocaba donde antes estaba su amiga y se preparó–. Te lo dicen personas que pasaron dolor en un lugar que estuvo repleto de miseria y el humor fue una forma de afrontarlo.
–Seguramente ese lugar los hizo fuertes, Mariano –dijo Raiden.
–Mayormente te hace inmune, porque no puedes herir a alguien que no se toma nada en serio.
Mariano no pudo detener el puñetazo de Raiden y cayó al suelo, pero antes de que el guerrero pudiera darle una patada, Mariano agarró el pie del granjero y lo tiró al piso. Rápidamente, se levantaron y se pusieron a la defensiva.
El piloto fue el primero en volver atacar con una patada voladora y el granjero la bloqueó, tomando la pierna de Mariano y lanzándolo hacia la otra punta del área de combate. El chico tosió y nuevamente se puso de pie con dificultad en una posición defensiva, avanzó hacia Raiden e hizo un combo de golpes que no pudo interrumpir, haciendo que el muchacho retrocediera y volviera a caer por la golpiza. Raiden se recompuso y contrarrestó el ataque de Mariano con fuertes puñetazos finalizándolo con una patada giratoria. Cayó una última vez al suelo con un gemido angustioso.
–Dejenme en el duro suelo –dijo Mariano riendo–. Es tan frío y reconfortante.
–Vamos Mariano, lo intentaste –Daniela y Adelina lo ayudaron recomponerse y se arrastró con un gemido angustioso.
–Adelina Acosta, es tu turno de luchar –dijo Liu Kang.
La joven se acercó y quitó de su muñeca una colita de cabello
–Vi tu forma de pelear Raiden, más o menos pude estudiarte.
–¿Qué pudiste ver?
–Alguien que tiene talento y debe pulirlo.
Adelina se ató el cabello negro mientras caminaba hacia donde estaba Raiden y se puso a la defensiva. Estudió la postura de su contrincante y esquivó el puñetazo sorpresa de él. Se alejó lo más que pudo de Raiden y cambió su postura de combate. Arremetió a la joven, pero se agachó y pasó entre sus piernas para luego abalanzarse sobre su espalda. Sus manos tomaron los hombros de Raiden haciendo que Adelina levantara sus piernas hasta el cielo y luego estamparlos fuertemente en su espalda. El muchacho soltó un quejido de dolor y cayó de espaldas haciendo que Adelina lo soltara. Rápidamente, Raiden se levantó, estampó un pie sobre las costillas de Adelina y emitió un sonido sordo de dolor que declaró su derrota.
–Muchas gracias por ver eso en mí, Adelina Acosta –dijo Raiden y ayudó a la chica a ponerse de pie.
–El conocimiento es un arma de verdadero valor –dijo Adelina y se limpió la ropa–. Espero que sepas usarlo como se debe.
Ambos se inclinaron con una sonrisa en el rostro y la chica con pasos lentos fue hacia sus amigos, levantando el pulgar hacia arriba.
–Puedes descansar, Raiden. Esta noche enfrentarás a tu último oponente –dijo Liu Kang mientras se ponía de pie y al mismo tiempo los maestros lo imitaron.
Seguido de eso, levantó su mano hacia Kung Lao y este hinchó el pecho orgulloso. Todos los luchadores se inclinaron ante Liu Kang y se retiró. Tras esto, los demás fueron a felicitar a Raiden por sus victorias.
La noche había llegado y el gran jardín se iluminó con las linternas encendidas por fuego, moviéndose con el leve viento que soplaba. El frescor en el ambiente se hizo presente, las luciérnagas comenzaron a iluminar alrededor de las flores y los grillos iniciaban su canto.
Todos los maestros, nuevamente, se posicionaron detrás del asiento de Liu Kang, al igual que los demás luchadores. Una vez ubicados, Raiden y Kung Lao se posicionaron en el círculo de combate, se sentaron y luego de unos minutos se levantaron para el combate.
–Apuesto cincuenta a que gana Kung Lao –dijo Johnny.
–¿¡Dólares!? –exclamó Mariano y Daniela miró al actor con horror–. Estás en pedo. Es mucho, pone otra cosa para apostar.
–Hazlo interesante –dijo Kenshi seriamente y con los brazos cruzados–. Apuesta a Sento.
El actor soltó una carcajada y tanto Mariano como Daniela soltaron un “uhh”, mientras que Adelina soltó una pequeña risa.
–Ni lo sueñes.
Liu Kang se paró y se acercó a Kung Lao y Raiden.
–Raiden. Kung Lao. El ganador de este encuentro representará a la Tierra frente al Mundo Exterior. –afirmó pacíficamente la deidad–. Es un deber que no puede tomarse a la ligera. Pueden retirarse ahora, sin ninguna deshonra.
–Elijo luchar, Lord Liu Kang –dijo Raiden.
–Igual que yo.
–Que gane el mejor –dijo Liu Kang y tras eso, unió el puño con la palma de su otra mano y se inclinó ante los guerreros, ellos imitaron la acción.
Los dos luchadores se miraron y se prepararon para el combate.
–Ríndete, Raiden, jamás me has vencido –dijo Kung Lao con orgullo–. Eso no cambiará hoy.
–¿No? Si algo nos enseñaron los monjes… –se posicionó en forma combativa– es que el cambio es la única constante del universo.
Kung Lao fue el primero en atacar con un puñetazo haciendo que Raiden lo evadiera. El chico contestó con una patada giratoria y una seria de ataques que fueron bloqueados por Kung Lao. Luego quiso hacerle una llave, pero Raiden logró escaparse para así darle una patada en la espalda. Kung Lao se estabilizó y volvió atacar con una un puñetazo. Raiden bloqueó el ataque y luego maniobró para derribar a Kung Lao.
–Hay una primera vez para todo, Kung Lao –dijo Raiden sonriente y extendió la mano a su amigo.
–Aunque todos entrenaron mucho, Raiden se destacó. –Liu Kang caminó hacia los dos estudiantes–. El resultado no me sorprende.
–¿Cómo pude haber…? –el tono triste de Kung Lao se detuvo y se inclinó hacia su amigo–. Felicitaciones, Raiden.
–Necesitarás esto para el torneo –dijo el dios y extendió su mano en la que había un pequeño objeto. Adelina junto a los demás alzaban la cabeza, curiosos, ante el regalo–. Lo forjaron los Dioses Antiguos. Le da al portador a capacidad de manipular rayos y truenos. Adelante, pruébalo.
Raiden le dio la espalda al dios y los demás, alzó su mano hacia el cielo y parecía sostener un medallón que destellaba pequeños rayos. Al elevarlo, el objeto soltó rayos sin parar hacia una estatua de un guerrero y los luchadores se quedaron sorprendidos ante tal poder. Adelina pudo vislumbrar que Johnny grababa el momento y su rostro era como el un niño eufórico.
–¡Santísima arca de la alianza! –exclamó.
Raiden bajó el medallón y todos se acercaron a mirar de cerca el pequeño artefacto. Parecía antiguo y en su centro había un dragón de aspecto oriental iluminado de celeste.
–¡Increíble! –dijo Raiden fascinado observando detenidamente el artefacto–. Pero ¿es necesario?
–Además de su gran poder, los combatientes del Mundo Exterior usarán una poderosa magia –explicó Liu Kang pacíficamente–. El amuleto nivela la balanza.
–Ah, como en Shuumatsu no Valkyrie –soltó Adelina.
–Ten cuidado, Raiden –habló Kung Lao–. Podrían herirte ¡O matarte!
–Creo que es mucho extremismo –dijo Daniela.
–Nunca murió ni resultó herido de gravedad ningún participante del torneo –apaciguó el dios y apoyó la mano en el hombro del campeón–. Jamás enviaría a mis campeones a un combate mortal. En siete días partiremos hacia la capital del Mundo Exterior, Sun Do. El torneo será en el palacio de la emperatriz Sindel.
Tras la victoria de Raiden como el campeón de la Tierra, todos fueron a celebrar temprano. Bebieron y se sirvieron una gran cantidad de comida, incluso, se quedaron mirando el medallón. Mariano y Daniela quisieron tocarlo, pero los recibieron pequeñas chispas de electricidad. Ante eso, los dos salieron a buscar algo de sus aposentos, mientras Adelina los acompañaba en su carrera. El dúo llevaba cargadores portátiles, la pelinegra se le escapó una risa y los acompañó en su locura.
Volvieron al gran salón y le pidieron a Raiden que disparara un pequeño rayo hacia los cargadores. Tras cumplirle la petición, sus rostros brillaron cuando sus celulares mostraron que cargaban. Bautizaron a Raiden como “Cargador humano” y también “Esclavo”, los demás luchadores no pararon de reírse ante esa pequeña acción y las caras de niños de Adelina, Mariano y Daniela.
Durante el gran banquete, repleto de exquisitos platillos y variedades de aromas. Muchos maestros de la academia fueron a felicitar a Raiden por su nuevo título y aconsejar a los demás luchadores que acompañasen al campeón en todo lo que pudieran. Se marcharon a altas horas de la noche, riéndose y cansados por el agotador día.
Luego de asearse, Adelina encendió su vela preparándose para dormir. Acomodó su cuerpo en las sábanas y antes de apoyar la cabeza sobre la almohada, agarró la daga nórdica y volvió a estudiarla sin sacarla de su funda. La mujer del féretro apareció pocas veces en la estadía de Adelina y eso la relajó. Cuando se presentaba, la observaba fijamente para luego desaparecer, se manifestaba en algún reflejo para desvanecerse al instante y otras veces, escuchaba susurros. Los sueños dejaron de ser frecuentes hasta ser un mal recuerdo.
Poco a poco, los párpados de la joven comenzaron a pesarle y poco a poco su visión se volvió borrosa. Los ojos de Adelina se cerraron y pudo sumergirse en el mundo de los sueños.
“Adelina caminó por el lugar oscuro, el mismo de hace tantos sueños, pero esta vez no solo había muertos sino también lobos que miraban fijamente a la joven. Los ojos verdes y brillantes de los canes se movían con cada movimiento de la chica y los muertos no emitían ni un solo ruido. Mientras la joven avanzaba se corrieron para que vea ahora a la mujer del féretro sentada en su trono hecho de hueso y músculos en estado descompuesto.
Parecía dormida y estaba acompañada por siete lobos a su alrededor que analizaban a la muchacha. Los demás se inclinaron ante la mujer y la única en pie fue Adelina. Se fue acercando con más cuidado hacia el trono y pudo escuchar mejor las respiraciones relajadas de la mujer. De repente, los muertos comenzaron a susurrar alabanzas:
–Salve la diosa Hela. Salve su carne y sangre. Larga vida a su poder y grandeza.
Los susurros se convirtieron en gritos más y más fuertes. Las voces le dieron escalofríos y como siempre, los sonidos de los huesos crujir y contorsionándose. Las alabanzas cesaron, dejando solamente los ruidos de los huesos y la mujer se levantó, gritó del dolor y sus lobos se pusieron de pie.
–Los ladrones se esconden tras títulos y lujos. Heredera y elegida, elegida y heredera, debes usar el poder de la familia que fue despojada –se acercó contorsionándose aún más y Adelina se alejó, pero los muertos le detuvieron su retirada, reteniéndola fuertemente con sus manos cadavéricas–. El orden fue alterado, corrompido, perturbado e invertido y los responsables deben pagar con sangre. Mi carne debe reestablecer la balanza y el juicio. Garm y los lobos de Armenia serán tu canto de guía y el camino al reino será la prueba definitiva.
La mujer se arrastró y extendió su mano derecha tatuada hacia Adelina, mientras que uno de los lobos la miró fijamente como queriendo decirle algo. En el instante en que la mano de la mujer tocó la de Adelina, sintió el dolor de los tatuajes hechos en Arctika y la invadieron visiones.
Unas manos ocultando dos reliquias sumamente importantes. La mujer del féretro siendo encerrada, gritando y luchando con su poder para librarse. Un recién nacido llorando en los brazos de un hombre. Un bosque de hierro oxidándose al instante. Una balanza romperse en pedazos. Un palacio que con el pasar del tiempo se iba cayendo a pedazos, invadido por el polvo y las telarañas. Una vez más, la mujer apareció.
–Heredera y elegida, elegida y heredera, ayúdame. Reestablece el orden.
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reivaj3006 · 6 months ago
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Un día como hoy, mi ex esposa, decidió abandonar el hogar sin decirle a nadie; se llevó todo el menaje de casa, dejándola vacía; sólo tuvo un pequeño lapsus; se le olvidó sus cuatro hijos (14, 12, 8 y 5 años). Desde ese día, me tocó remar solo, con el barco de mi familia.
Sentí que el mundo se me venía encima, ya que los hombres somos programados desde niños a realizar las labores de padre; como en el sustento o las reparaciones de la casa; (cuando niño mis juguetes eran: pelotas, carritos o herramientas) pero, no, con detalles labores tan específicos como colitas en el pelo a la nena; o las meriendas para la escuela, planchar uniformes y cumplir con el oficio de la casa.
No puedo esconder que se me rodaron las lágrimas; no por eso; sino, el abandono y que no tendrían más a su madre. Desapareció y reapareció tres años después con otro hogar en otro país (al parecer México) como si no pasara nada.
Lamentablemente no ha tenido un espacio de visitarlos; más que, alguna muy pequeña remesa, los días de cumpleaños o navidad (en ciertos y muy pocos años). A pesar de todo, empecé de cero, desde dormir en el piso y, pedir prestada una estufa y la clave del internet al nuevo vecino de la casa rentada que nos mudamos.
Bien, realmente lo que quiero y me interesa contarles, es que mis hijos son mis amigos; me establecí en primer lugar, emocionalmente y he celebrado todo este tiempo los días de la madre como tal; cocinero, doctor, sastre, barbero, comprador de los víveres, el mejor planchador de ropa y lavador de platos del mundo; en fin, lo que sea, lo soluciono. A mis hijos les daba dinero por libro que leyeran en su tiempo libre (a mí nunca me gusto ver Tv, sólo la lectura) y les transmití eso; ahora, todos leen y nadie enciende un televisor, más que para ver una noticia. Mis hijos viajan solos, son muy seguros e independientes; claro millennials (uff) bueno, son mis amigos. Soy un hombre feliz, (qué importa cuantas profesiones yo tenga) Soy papá, soy asesor académico privado en realización de tesis de investigación; que a la fecha he elaborado un poco más de 850, de todas las universidades de Honduras y de otros 12 países de AL y Europa.
Por ello, muchas personas me dicen que me admiran; pero, eso no me engrandece, lo que me llena de orgullo es que si se puede, y seguiré luchando por mi familia.
Dejé de ser hombre común y me convertí en papá responsable; muy precavido en las cosas del amor, (por eso de dar el ejemplo) Dios sabrá cuándo llegará esa persona que me haga compañía. Ese paso no es un juego.
A la madre de mis hijos, le deseo que Dios le cuide y le dé muchos éxitos en todo lo que haga, en donde sea que se encuentre. Hace muchos años atrás le he perdonado y si ella pudiese algún día, con mucho gusto agradecería que, abrazara a sus hijos; en especial, al menor (en pocos días cumple 15) me dice que, "no se acuerda de ella" con autismo en grado 1 (TEA o asperger), lee dos libros al mes y escribe HTML5 y Java. Mis hijos hablan, escriben y leen en inglés. Estoy muy contento, porque no han estado en escuelas bilingües.
Finalmente, quiero compartirles que, tengo cuatro empresas y varios proyectos en marcha (incluyendo una radio por internet, por ahora en prueba de transmisión). No voy a la iglesia, ni quiero ir; pero creo en Dios fielmente, él ha sido mi refugio y sustento. Hago el bien con quien sea y cada vez que se presenta la oportunidad, sin decirle a nadie lo hago.
¿Es malo salir adelante y ser feliz? ¿Puedo decir que uno si se lo propone puede lograr cualquier cosa? ¿Es tan difícil poder contar mi historia, sin detenerme a llorar? Cuento mi historia y lo que he hecho, nada más; sin ofender a nadie, ni compararme con alguien; esto me pasó a mí y es real.
Si a alguien, le sirve mi experiencia de vida hombres o mujeres, me alegraría tome en cuenta esto: "Entre más conocimientos y posibilidades económicas tengamos, nunca perdamos la humildad, porque ésta vida tiene reveses duros; pero, nos sirven para crecer como humanos"
PD. Sólo Dios sabe, cuántas veces he llorado encerrado en el baño; ahora ya no por sufrimiento, es porque por mis hijos soy muy felíz. Para mí, el pantalón no es una prenda
¡Abrazos para todos!
¡Qué bello es ser papá!
Mis totales respetos a todas las madres solteras.
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waltfrasescazadordepalabras · 7 months ago
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Las mujeres tienen tal fuerza que asombra a los hombres. •Ellas cargan niños, penas y cosas pesadas; sin embargo, tienen espacio para la felicidad, el amor y la alegría. •Sonríen cuando quieren gritar, cantan cuando quieren llorar, lloran cuando están contentas y ríen cuando están nerviosas. •Esperan una llamada por teléfono de su hombre, avisándole que llegó sano y diciéndole que la extraña. •Las mujeres tienen cualidades especiales. Se ofrecen para las causas buenas, son voluntarias en hospitales y llevan comida a los necesitados. •Ellas trabajan como niñeras, amas de casa, abogadas y solucionan disputas entre niños y vecinos. •Usan trajes, jeans, uniformes y minifaldas. Las mujeres recorren largos caminos con el fin de conseguir la mejor escuela para sus hijos y la mejor atención para la salud de su familia. •No aceptan un “no” como respuesta cuando están convencidas de que hay una solución. •Las mujeres escriben una carta de amor a su hombre y saben pedir perdón y perdonar. Son inteligentes y conocen su poder; sin embargo, usan su lado suave cuando quieren lograr algo. •Las mujeres se alegran o lloran cuando se enteran de un nacimiento o matrimonio. •Saben que un abrazo, un beso y un “te amo” pueden sanar un corazón roto. Una mujer puede lograr que una mañana, una tarde o una noche romántica sean inolvidables. Las mujeres vienen en todos los tamaños, colores y formas; viven en casas, cuartos, cabañas. •Ellas corren, manejan, caminan o utilizan Internet.. •El corazón de una mujer es lo que hace girar el mundo. •Todo lo que ellas quieren es un abrazo, un beso, una caricia. •Las mujeres tienen mucho que decir y dar. La belleza de la mujer no está en la ropa que lleva, la figura que tenga o la forma en que se peine. Sino que ésta debe verse en sus ojos, a través de ellos, porque es la puerta a su corazón; el lugar donde el amor reside. También se refleja en su alma. Es el cuidado que ella le da a la pasión para estar con el que ama y a quien se entrega, inocentemente. Es el cuidado que ella le da a su amado cuando está enfermo o cuando le prepara una taza de té. La belleza de una mujer, con el paso de los años, crece hasta el infinito.
(Autor Desconocido)
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adiosalasrosas · 4 months ago
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"La memoria de los pobres está menos alimentada que la de los ricos, tiene menos puntos de referencia en el espacio, puesto que rara vez dejan el lugar donde viven, y también menos puntos de referencia en el tiempo de una vida uniforme y gris. Tienen, claro está, la memoria del corazón, que es la más segura, dicen, pero el corazón se gasta con la pena y el trabajo, olvida más rápido bajo el peso de la fatiga. El tiempo perdido sólo lo recuperan los ricos. Para los pobres, el tiempo sólo marca los vagos rastros del camino de la muerte."
—Albert Camus | El primer hombre
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demon-fist-sixth-gen · 1 year ago
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No es normal que Kaede ande a estas horas por el instituto. Su modus operandi involucra ser la última en entrar en el aula y la primera en recoger, normalmente antes de que el profesor señale qué ejercicios tienen que llevarse a casa.
Por desgracia, al menos una vez al mes es su turno de barrer el aula, y por no hacerle la faena a su compañera sustituta, una chica muy guapa y a la que le va a pedir un beso por las molestias, se ha quedado a hacer su turno. Se ha dado prisa, ha hecho un trabajo bastante malo, pero al menos se ha presentado.
Cuando sale, está convencida de que es la única alumna que queda en el instituto. Decide dar la vuelta larga, pasar por todas las aulas a ver si encuentra algo curioso; quizá una parejita de la que reirse o a algún empollón encerrado en un armario.
Lo que sí que no espera es ver a una chica de piel morena y pelo corto, recibiendo una bronca de escándalo por una profesora que no reconoce. La muchacha está claramente escuchando lo que le dicen con atención, pero no parece afectarle demasiado. Kaede se planta delante de la puerta, abierta de par en par, y señala con dedo acusador.
-¡TAIGA OTSUKA! ¡¿ES QUE VIENES BUSCANDO PELEA?!
-¿Qué? Taiga se gira hacia la rubita. Ah… Matsuda. No tengo ganas de hablar contigo. Y vuelve a fijar en la profesora. Le quita el papel de la mano y se levanta. Como sea, se lo traigo la próxima vez que venga. Es lo que quiere, ¿No?
Tiene que empujar a Kaede, que siente como si un camión le hubiera apartado, para hacerse paso, y camina por el pasillo, con el papel en la mano. Kaede trota detrás de ella.
-¡Espera! ¡¿Pero qué haces tú aquí?! ¡¿Y NO ME IGNORES?!
-Estudio aquí. Taiga tiene un deje de exasperación en el tono de voz. Estamos en el mismo curso.
-¿Desde cuando?
-...desde el principio de curso.
-Si, hombre. ¿Y como no te he visto?
-No te habrás fijado.
-¡Como no me voy a fijar! Kaede señala a Taiga. ¡Mirate! ¡Si parece que alguien le haya puesto el uniforme a un gorila!
- ….
-¡Por lo menos podrías llevar el de chico!
Taiga suelta un suspiro pesado y se frota los ojos. Encuentra a la rubia imposiblemente molesta, y no entiende por qué Satomura insiste en dejar que se acerque a menos de quinientos metros del gimnasio.
-No suelo venir. Tengo trabajo, así que no necesito estudiar. Pero aún me obligan a hacer los exámenes, que luego me tiene que firmar Satomura. Tengo que graduarme, solo no hace falta que venga
-Qué suerte, la verdad que me da bastante envidia. Oye, ¿Y de qué curras? Porque siendo menor y... Kaede se muerde la lengua, porque la verdad que no está del todo segura.
-…
-¿Me lo vas a decir o no?
Taiga se gira a ella, con sus gruesas cejas fruncidas en una expresión entre el enfado, la confusión y la frustración más absoluta. La cara de Kaede es de perpleja confusión, aunque poco a poco parece darse cuenta de lo que ha dicho.
-Ah....
...
....Ya, claro. Oi, ¿Te acompaño a casa?
-Voy al gimnasio.
-¡Yo también! ¡Decidido! Te acompaño.
Taiga va a discutirle, pero ya están en el zapatero de la entrada y, sinceramente, no tiene energías. Sale con ella y desaparecen por las calles de Trigal.
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mariluphoto · 9 months ago
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Traducción en español:
Un hombre se prendió fuego frente a la embajada israelí en Washington, DC.
El hombre, vestido con uniforme militar, se presentó como "un miembro en servicio activo de la Fuerza Aérea de Estados Unidos y ya no será cómplice de genocidio".
Después de prenderse fuego, grita repetidamente: "Palestina libre"
Día 143. Este genocidio está conmocionando a todo el mundo. Cerca y lejos.
No puedo evitar pensar en Mohammed Bouazizi de Túnez 🇹🇳, que hizo lo mismo y estimuló una revolución.
Este hombre no identificado se encuentra en estado crítico. Por favor, oren para que permanezca vivo.
via. IG: khaledbeydoun
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