#hasta las narices de las IAs
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Lo que está pasando con la escritura, con la literatura es por el poder que tiene. Buscan doblegarla, vaciarla, dejar que sea un ente ausente
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“El Ser no reconocido, el reconocimiento del Ser” Parte Tres
SEGUNDA PARADA: Isla del Sol- Bolivia
“De la soledad al sol”
Empaco mis cosas, armo mi mochila, hago una vista panorámica a la habitación que me acobijó por tres días y tres noches, miro en dirección al lago, extendiendo mi mirada hacia las lejanías donde se encuentra la Isla del Sol, y pienso: ¡Allá voy!
Caminando hacia el puerto, desde donde salen las embarcaciones, voy pensando si sacar boleto para la parte norte o la parte sur de la isla. Incertidumbre en mí.
-Isla del Sol, Isla del Sol- grita un vendedor de pasajes. -Seño, ¿cuánto hasta la isla?- Le pregunto, acercándome - 20 bolivianos hasta el sur, y B/25 al norte- -¿Y si me deja a 20 bolivianos hasta la parte norte?- le ofrezco en mi intento de regatearle -Ia, ia, B/20- dice el señor de expresión seria extendiéndome un pasaje.
Todavía falta una hora para embarcar. Me siento en una piedra a orillas del lago, y rodeándome de su magia, penetro en el sin tiempo de la escritura. Con duda en mi interior sobre hacia que parte había comprado boleto. “Me da igual” pienso, y sigo escribiendo.
Alegría de los pies a la cabeza, estoy en el barco que me acerca a los rayos del sol. Mi energía se dirige hacia el exterior, dispuesta a compartir con los que me rodean. Sentados al lado mío están ellos: una pareja de jubilados viajeros. Ella chilena, él boliviano radicado en argentina. Hablamos de todo un poco; de qué siento al viajar sola, de las costumbres argentinas, bolivianas y chilenas. Les cuento de lugares maravillosos por las cercanías de Copacabana que pueden visitar. Su escucha es atenta, y la conversación va haciéndose más etérica.
-Una ciudad de luz yace bajo las aguas del lago Titi Caca, una ciudad que está en otra dimensión. Tal vez no la podemos ver, pero sí percibirla con nuestros otros sentidos, podríamos decir, con el “sexto sentido”- les digo mirando sus caras de incredulidad y curiosidad a la vez- Todos los nativos saben estas cosas, las cuentan a modo de leyendas, pero eso no quiere decir que no sean reales. Las leyendas son las encargadas de preservar la magia, transmitiéndola de generación en generación-
Al decir estas palabras, una mujer, que al juzgar por los rasgos de su cara parecía ser boliviana, sentada a escasos metros mío, se da vuelta y me mira con sus penetrantes ojos. Dándome cuenta de que estoy siendo escuchada por más personas dentro de ese barco, me inunda la vergüenza, y junto con ella, un debate interior: ¿callar o seguir hablando?. Las palabras continúan saliendo por mi boca, sin saber porque lo estoy haciendo, sigo con mi relato:
-Este es un punto del planeta en donde se unen la energía masculina y la femenina. Ambas energías conviven, se complementan y chocan adentro nuestro. Estar acá es una oportunidad para sentir con mayor fuerza ese choque-complemento que nos ocurre a cada instante, y tomar esa fuerza para integrarnos. Estar acá es una oportunidad para cargarnos con la energía vital del sol y de aprender del silencio profundo de la luna-
-Estamos por llegar a la parte sur de la isla, agarren sus pertenencias y desciendan con cuidado. Tienen dos horas para recorrer las ruinas arqueológicas, y luego emprendemos la vuelva hacia Copacabana. Para los que se quedan a dormir, subiendo las escalinatas, pasando por las tres fuentes de la eterna juventud, está el pueblo, allí hay varios alojamientos- aparece avisando un empleado del barco. -Disculpe señor- lo llamo- yo voy hacia la parte norte, ¿en qué momento vamos hacia allá?- -Este barco viene solo al sur, solo al sur- me responde trayéndome la respuesta de cual era mi mejor opción. Definitivamente tenía que ir al sur, un encuentro especial me estaba esperando.
-Yo también me quedo a dormir en la isla, busquemos dónde- dice pasando a mi lado la mujer de ojos penetrantes, tras escuchar mi conversación con el señor del barco.
Uno, dos, tres, cuatro, veinte, treinta escalones cuesta arriba. el pueblo se encuentra muy alto, y yo muy débil. Llevo varias horas sin comer, la altura que me quita el aire, la mochila que parece pesar toneladas y mi luna, mi período, mi menstruación que acaba de llegar... despliegan el escenario perfecto para que no pueda dar ni un paso más. Me detengo reposando sobre una vieja piedra. Cierro los ojos, “No puedo más, ¡¡¡Ayuda!!!” digo para mis adentros. Y al abrir los ojos, el pedido ya se había materializado. -¿Querés que te suba la mochila?- pregunta en castellano con acento francés, un hermoso hombre con mirada compasiva. Mirándolo, bacilo unos instantes, -”Lo pediste, ahora aceptá la ayuda”- escucho en mi oído interno. -La verdad que s��, por favor. Gracias infinitas, estoy muy cansada- le respondo, soltando toda imagen de mí misma o concepto omnipotente “de que lo puedo todo”.
Cuarenta escalones hacia el cielo, una hermosa posada nos abre sus puertas. Y allí estoy, de golpe y porrazo, compartiendo el cuarto con la mujer y sus penetrantes ojos. Ojos que pronto serían el acceso directo a su corazón.
-Falta poco para que caiga el sol, vamos a buscar un sitio en donde se pueda ver bien el atardecer- me invita Hanna, luego de una larga conversación en la que íbamos descubriendo que compartíamos la misma visión del mundo y que hablábamos el mismo lenguaje.
Ella, con sus rasgos bolivianos, era oriunda de La Paz, pero hacía varios años que vivía en Coroico, las yungas bolivianas. Con sus 45 años, y sus penetrantes ojos, veía la magia, la respetaba y trabajaba con ella, haciendo temazcales en las yungas. Era una bruja, no de esas con narices largas y verrugas, sino una bella bruja que conoce la puerta que te conduce al mundo invisible. Mundo en el que se despliegan los poderes psíquicos y uno ve, no con “los” sino con “el” ojo, el que se encuentra en el centro de la frente.
Fueron tres días de convivencias, tres días de largas caminatas bajo los rayos del sol nutriéndonos del habla, tres noches de tormentas, donde el cielo lloraba infinitas lágrimas que regaban los suelos secos de la isla. Lluvia que con su canto nos mecía, trayéndonos hermosos sueños, soñar dormidas para soñar despiertas. Hanna fue para mí en esos días soleados y en esas noches mojadas, una inmensa compañía, y yo fui también eso para ella. Cuando nos despedimos, sintiendo que ya había llegado la hora de que yo continuara ascendiendo sola, sentí mucha gratitud por haberla encontrado. Y en nuestro abrazo se sello aquello que no se logra transmitir con las palabras. Hanna realizó conmigo la peregrinación del héroe. Una extensa caminata realizada con un propósito, que fue nuestro motor que nos impulso a superar cualquier traba, dolor, peso o cansancio. Todas las señales indicaban que debíamos hacer esa caminata, desde la parte sur hacia el norte de la isla, que debíamos hacerla con todo nuestras mochilas, con todas las pertenencias que nos pertenecían, aunque sea por un tiempo. Nada debíamos dejar del otro lado de la isla, o tal mucho. Y mucho fue lo que se quedo allá, lo que se purificó con el riego de las nubes y con los rayos del sol, que quemaron mi vieja piel hasta convertirla en cenizas.
Cuando mis labios se partían y mi piel se resquebrajaba, cuando mi pasado se desvanecía y mi sonrisa se extendía por todos los confines de la galaxia, yo andaba simplemente caminando. En un movimiento constante de subidas y bajadas que el terreno nos regalaba, y nosotras le ofrendábamos nuestros miedos, angustias, perezas, ansiedades y negatividades propias y heredadas.
-Le pediste tanto a la serpiente que te enseñe a dejar atrás la vieja piel del pasado, que mirate, estás completamente quemada, tenés la piel en carne viva"- dice Hanna en un momento de la larga caminata mirando mi rostro y riendo. Y riendo le respondo -"es verdad... tendría que haber aclarado en mis peticiones que no era literal sino simbólico"-
En una de las paradas de la peregrinación, y mientras mi cuerpo descansaba, escribí:
"Apus, espíritus de las montañas, denme la fuerza que necesito para realizar este camino, denme el coraje para liberarme de las limitaciones". Camino por la montaña y entre subidas y bajadas descubro la fuerza que habita en mi interior. Sanando las heridas de mi pecho voy conectando con mi voluntad, esa fuerza inagotable que me lleva a elevarme. Seres alados acompañan mis pasos ayudándome a avanzar, Alas mullticolores se despliegan de par en par, uniendo múltiples dimensiones; SOY, SOY, SOY. Parada en el medio del camino, a mi izquierda: el sur, a mi derecha: el norte. Miro a mi izquierda y veo la historia de mi vida a través de los recuerdos, abriendo mis manos se los entrego al viento; ¡vivan en libertad!. Sonriéndole a los desafíos y oportunidades que la vida me da, camino por este sendero en la dirección de mis ancestros, para liberar las represiones honrando la sangre que corre por mi cuerpo. Amando a mis padres biológicos voy naciendo en inmensidad, re-conectando con mis padres eternos. Los que siempre lo han sido: El Padre Cielo y La Madre Tierra. Ellos me sostienen, me nutren y me acompañan, mientras yo recupero las memorias de quien soy.
Luego de seis extensas horas de caminata, atravesamos la puerta del sol. Cruzamos el portal, y entramos en las ruinas arqueológicas del norte de la isla. Un escenario impactante se despliega ante nosotras. Ahí está la famosa "mesa del sacrificio" construida por los Incas. Al verla me doy cuenta que toda esta caminata fue un sacrificio, sacrificar lo que no soy para ser yo, y puliendome a mi misma, Ser Yo por Yo Ser. El mando de la esencia sobre la personalidad.
Parada adentro del círculo de la mesa del sacrificio recibo el siguiente mensaje de mis guías: "Se destrabaron tus alas, estás lista para realizar el vuelo del renacimiento".
Mensaje que minutos más tardes entendería con la razón.
-Hanna, ¿me esperas?- le pregunto mientras revuelvo las cosas de mi mochila hasta sacar una piedra pulida de color rojo oscuro. -¿Qué vas a hacer?- -Esta es la piedra de mis ancestros. Es una larga historia, que más tarde te contare, una larga y maravillosa historia de como llegó esta piedra a mi mano. Hace tiempo que me acompaña y representa para mí aquello que me transmiten mis ancestras femeninas. Deseo que se quede acá, en este sitio sagrado. Quiero ofrendarla a modo de agradecimiento por todo el camino recorrido por ellas, entregando sus represiones, y tomando de ellas solamente la fuerza, la fuerza ancestral, para continuar con mi propia manera de desplazarme por el mundo-
-Yo también quiero ofrendar algo- dice casi en un susurro mientras camina hacia su mochila.
Estamos absolutamente cansadas físicamente, y absolutamente contentas. Miramos hacia arriba. Aparece volando un águila, y aparece otro más. Dos águilas que vuelan sobre nosotras, a escasos metros. Gratitud, gratitud, gratitud. Nos miramos sonriendo, comprendemos la señal... nuestra ofrenda, nuestros pedidos fueron recibidos y aceptados. Estamos en un gran proceso de transformación, depurando el ego, conectando con el espíritu.
Las águilas son aves de gran longevidad, que pueden llegar a vivir hasta 70 años. Pero para poder vivir hasta esa edad, tienen un secreto. Alrededor de los 40 años sus uñas ya están demasiado flexibles y no les sirven para agarrar a las presas, el pico se les alarga y cae sobre el pecho, sus plumas están pesadas y gastadas... ya casi no pueden volar. Es entonces cuando tienen que tomar una ardua decisión: morir o enfrentar un intenso proceso de mutación. Así, se retiran a una cueva oculta en las montañas, en total soledad. Golpean su pico contra las paredes, hasta que se desprende. Luego viene el tiempo de esperar a que nazca uno nuevo. Cuando esto ocurre, arrancan las uñas de sus garras. Y al crecer las nuevas, desprenden una a una las plumas de su cuerpo. Al pasar los 150 días, aproximadamente, ya están listas, y han ganado 30 años más para vivir con todas sus fuerzas. Entonces salen a la luz del sol e inician el vuelo del Renacimiento, un vuelo triunfal al sol.
Al cuarto día de convivencia se me escucha decir...
-Hanna, me voy. Ya saque mi boleto de regreso a Copacabana, sale a la 13 Hs. Faltan dos horas todavía, me voy a meter en el lago, aunque esté helado, no quiero irme sin bañarme en estas aguas. ¿Venís?- La invito sonriente -Siiii, dale- acota entusiasmada- ¿A dónde te vas después de acá?- -Cuando llegue a Copacabana, averiguaré directamente por un pasaje a Cusco, ya tengo ganas de pisar tierras peruanas...
TERCER PARADA: Cusco- Perú
"Mareas emocionales"
Viviendo es que descubro que hay tres maneras de transitar las emociones, nuestros motores siendo humanos, que nos motivan a buscar, a realizar aquella misión, a desplegar el color, la nota musical que vinimos a plasmar como chispas divinas que somos. Emociones, caudales de agua que nos llevan a desplazarnos o que nos pasan por arriba como un tsunami, cuando decidimos quedarnos quietos y no avanzar.
Tres maneras de transitar el mar emocional: por encima, nadándolo o por debajo.
Por encima, es elevándose más allá de la emoción, como si tuvieras una tabla de surf con la que te montas a la ola. Elevarse por encima es comprender, saber y experimentar que uno es mucho más que la emoción de turno. Elevarse por encima es ser el observador y desplazarse manteniendo el estado de alerta y la consciencia expandida para que la ola-emoción sea realmente un impulso. Elevarse por encima es vivir en Cuerpo, Alma y Espíritu. Comprendiendo el juego del tejido de la vida, sorteando los desafíos que se nos van presentando. Tenemos que ser los surfers de nuestras propias mareas emocionales.
Vivir al mismo nivel que las emociones, nadando con ellas, es vivir en las mareas. Ser llevado por la ola que aparezca, y muchas veces, aparecen varias corrientes a la misma vez. Cuándo eso pasa… ¿para dónde ir? ¿Qué corriente seguir? Al movernos en este nivel, estamos confundidos, sin saber que es lo que realmente sentimos, ya que sentimos tantas cosas simultáneamente; sin saber del todo que es lo que queremos. Nuestros ojos se encuentran borrosos, empañados de emoción. Ojos que han perdido la capacidad de discernir. Discernir es elegir no con el intelecto sino con el corazón. Nadar el mar emocional es una tarea intensa. Hay que ser un experto nadador para no caer en los remolinos de las olas. Remolinos que marean y ahogan. Vivir a este nivel es ser Cuerpo y Alma. Un Alma que al perder conexión con el Espíritu, ha perdido la dirección, ha perdido la objetividad de porque se le presentan los obstáculos en la vida. Al perder la guía del espíritu, el alma, puede quedar atrapada, adicta, a ciertas circunstancias que le hacen daño. Y la persona se queda atrapada en un remolino que la ahoga, sin saber como salir de ahí. Girando y girando hasta que baje la marea, y tomar la decisión de salir del obstáculo que genera sufrimiento.
Tener al elemento agua en nuestra vida es fundamental, pero siempre tiene que estar equilibrado con fuego, tierra y aire. Exceso de emoción, de agua, nos ahoga, nos deja atrapados en los remolinos. Escasez de agua, nos vuelve fríos, insensibles. Hay que encontrar el punto medio, el equilibro.
Ir por debajo del mar o río emocional es apagarse, desconectarse de lo que realmente se siente. Hacemos esto, generalmente, para “no sufrir”, engañados por la ilusión de que si algo no lo sentimos, entonces no está ocurriendo. Pero la verdad es que sí ocurre, sólo que nosotros estamos por debajo de las sensaciones. Falsa ilusión es desconectarnos de nuestro sentir para “no sufrir”, sufrimos al no sentir, la desconexión causa sufrimiento, es vivir apagado, medio dormido- medio despierto. La indiferencia guía el rumbo de la vida, y ¿qué más da para alguien indiferente? Los colores de la vida pierden su intensidad, y el placer de estar vivo pasa por al lado sin poderte tocar. La persona mira al mundo, y el mundo es un lugar gris, oscuro, frío. Son los propios ojos los que han perdido brillo. La indiferencia es cruda, nada ni nadie te importa demasiado. Te has convertido en un metal que ha dejado de ser precioso. Eres un alquimista que ha olvidado como transformar el plomo en oro. Y es en el plomo, los obstáculos de la vida, donde se encuentra el potencial de luz: el oro.
La vida misma nos lleva siempre a mostrarnos, a que recordemos que transformando los desafíos en oportunidades es como nos transformamos a nosotros mismos, de seres que sobreviven a seres que viven; del animal racional al Ser Humano; del Humano al Super Hombre: a ser DIOSES. Eso es lo que somos: dioses en potencia. La magia, la alquimia es lo que tenemos que recuperar. Dejar atrás la vida de plomo y vivir en el brillo del oro.
Dichas estas palabras, ese fue mi aprendizaje en el pueblo de Lares. Pueblo en medio de las montañas del Valle Sagrado de los Incas, a unas cuatro horas (si recuerdo bien) de la ciudad de Cusco. Pruebas y más pruebas para ver si me elevaba por encima de mis emociones, emociones cargadas de tristeza y melancolía. Desafíos que me ponía mi destino para ver si hacía las mismas elecciones del pasado, o si abrazaba las nuevas aventuras.
Cansada estaba de volverme indiferente ante la tristeza, comprobado estaba en mi experiencia, que si de algo sufría era de volverme una piedra, de amurallar mi sensible corazón. Sensibilidad que conduce a admirar la belleza, a emborracharte de pasión. La frialdad ya no es mi elección de vida, tal vez nunca la había sido, pero envuelta por los velos de la ilusión, automáticamente hacia ella iba, y en ella me “protegía”. “¡Basta ya!” dije un día, basta ya de encerrarme en esta coraza, que más que protegerme me separa. La sensibilidad nos hacer ser vulnerables, y es en la vulnerabilidad donde se encuentra la fortaleza. Pienso que la vida se trata de aprender a amar. Y, ¿cómo podemos amar sin ser vulnerables? El amor atraviesa, y es ahí cuando aprendemos a ser flexibles por fuera y fuertes por dentro. Con mi muralla hago justo lo inverso, me muestro fuerte por fuera y por dentro, más que flexible, débil. Debilidad que trae lo que se contiene, lo que se guarda, lo que se oculta. Pero... como dice el dicho “tarde o temprano las mentiras salen a la luz”, al igual que con las mentiras, ocurre con las emociones que se contienen. Pujan y pujan para liberarse.
Lares, sus montañas sagradas, sus aguas termales y los recuerdos allí vividos, abrieron en mí la compuerta de las emociones.
Mareada por las vueltas de la carretera, respirando profundamente para no vomitar, llegué al pueblo blanca como la nieve, revuelta por dentro y por fuera. Sin saber que hacer y apurada por las gotas de lluvia que descendían, fui directo al hostel que conocía. Casita de campo, que entre roedores y polvo, vivía un amable señor, con el cual no nos entendíamos demasiado con el habla, pero nos comunicábamos con el lenguaje de la humildad y la aceptación. Fuertes historias había vivido en esa casita, diez meses atrás, en el viaje por el Perú con mi anterior pareja. Recuerdo de amor, de bienvenidas y de despedidas habíamos plasmado sobre esas paredes, esas montañas y esos baños termales. Que ahora me limpiaban, llevándome al encuentro con el dolor acumulado en mi pecho, por estar despidiéndome de él, al que desde el primer momento en que lo conocí apodé "Ojos de Viento". Hermoso hombre al que extrañaba, como extraña el árbol a las hojas en invierno, como extraña la luna llena hacer el amor con el sol. Así lo extrañaba yo a él, de a poquito y en cantidades. Sus ojos se los había llevado el rocío de la noche, la que nos dijimos adiós entre abrazos y lágrimas que simulaban ser océanos. Mirándonos nos tiramos encima bellas bendiciones, las que vienen de la mano del agradecimiento; gracias por lo vivido, gracias por todo lo compartido. Tres semanas atrás había visto sus brillosos ojos por última vez, y cuando entré en ellos, vi nuestros destinos separados por el viento. El mismo viento que a mí me conduciría al norte, y a él a las tierras del este. Cuando la puerta se cerró tras él aquella noche, tras esa puerta se marchó nuestro compañerismo. Era el final, un final que por apego, por miedo o por costumbre uno tiende a postergar. Llevábamos dos meses de encuentros casuales, que culminaban casualmente en caricias y miradas de amor. El mismo amor que ahora nos impulsaba a despedirnos, a tomar el sendero colorido que a cada uno más le vibrase. Ambos habíamos elegido continuar separados, volando cada uno a ritmo y a su tiempo. Decisión un tanto sabia otro tanto cobarde. Ni él ni yo estábamos listos para aceptarnos tal cual eramos, y por eso nos enfrentábamos.
En Lares estaba nuevamente, en el pueblo donde nos sinceramos los dos. En la misma casa de campo en la que ahora mis pies pisaban, nos habíamos encendido de furia y de pasión. Si algo generaba nuestra unión era aumentar la llama de la intensidad, y de esa forma vivíamos todo: intensamente. Siendo espejos en donde mirarnos, siendo reflejos de nuestras partes luminosas, como también, de las fragmentadas. Cuánta angustia nos inundaba cuando no eramos capaces de aceptar lo que veíamos. Fue exactamente en este lugar, diez meses atrás, cuando dude de tejer mi vida junto a Ojos de Viento. Tanta intensidad me abrumaba. Fue aquí mismo cuando me liberé de las medias tintas, y me entregué a la pasión. Es la pasión la que enciende nuestra llama vital, la que nos mantiene vivos. Esa llama nunca debe apagarse, y es cada uno el responsable de alimentarla, a no ser que quiera andar como zombie por la vida. Como muchas de las personas que suelo ver, arrastrándose por las calles con sus ojos opacados y sus caras descoloridas, con sus sonrisas desdibujadas y sus auras ennegrecidas.
Saludé al viejo señor de la humilde casita de campo, Don Luis, quien me preguntó por “mi acompañante”. Al contarle que nos habíamos separados comenzó a relatarme un fragmento de la biblia, entre palabras españolas y quechuas, lo único que llegué a entender con nitidez fue: “María y José nunca se separaron”. -”Ia, ia, Don Luis”- le respondí con un acento un tanto porteño otro tanto peruano- “Clarito está que nosotros no somos ni María ni José”- y entre sonrisas subimos las pequeñas escaleras que conducían a mi futura habitación. Su rodilla lastimada, su andar despacito, dieron el espacio para que en el trayecto me contara que su mujer estaba mal de salud, que estaba internada. Con ella se había ido toda posibilidad de higiene y limpieza, supe instantes después cuando abrió la puerta de la habitación. A juzgar por el olor a encierro, hacía mucho tiempo que esa puerta no se abría.
Al quedarme sola, rodeada de esas cuatro paredes, sorprendentemente comencé a llorar. Un llanto que expresaba “¡Esto no me gusta! el olor, los vidrios rotos, la densidad que se respiraba, los recuerdos y Ojos de Viento que no estaba. El mareo físico, a causa de la altura era casi igual al del emocional. Tenía tristeza y hasta miedo de quedarme sola ahí. Y aunque podía escuchar bien nítido el sonido celestial, transmitiéndome que no estaba sola, la escena era tétrica. Puse mis mejores intenciones para darle vida al espacio, sabía que en mí radicaba la llave para anclar la luz sea donde sea. Abrí puertas y ventanas. Prendí una vela, invitando a toda entidad a que ascendiera; prendí un sahumerio y palo santo, limpiando e invitando a los ángeles a venir. Me senté en la cama, me sequé las lágrimas y vino la pregunta: “¿Querés estar acá?” -”Nooo”- me auto respondí casi gritando- “Me merezco algo mejor, me merezco un lugar que huela bien, me merezco unas sábanas limpias. Sé que puedo transformar la energía de este lugar, pero... ¿eso es lo que tengo ganas de hacer o prefiero destinarla en otra cosa?”-. Instintivamente me levanté, baje las escaleras y salí en busca de un nuevo sitio para descansar. Una mejor opción apareció dos cuadras más arriba. Lo que daba lugar a un nuevo desafío: decirle a Don Luis que me iba. Me daba "cosa por él". La duda vio la oportunidad, y vino... -”¿Y si me quedo solo una noche, y mañana me voy al otro lado?”- se le escucho decir a la voz que siempre busca complacer a los otros. -”No”- gritó otra voz, la cual dictaminó con certeza- “Te vas ahora"- Juntando valor, recogí mis cosas, fui a despedirme de Don Luis, agradeciéndole. Y salí prácticamente corriendo del lugar y de mis condicionamientos de “el que dirán”, viniendo atrás mío o de frente una radiante alegría, de aquella que se expande por todo el cuerpo cuando sabés que hiciste lo mejor por vos mismo. La alegría que viene a nuestro encuentro cuando tenemos la astucia de esquivar un desafío en vez de chocar con él.
Instalada en mi nueva morada, comprendería con mayor claridad porqué estaba en este pueblo, y porqué había sido importante irme de aquel lugar,
-“Nati, podés decir NO con el corazón abierto, y sin culpa”- me dijo mi parte sabia- “Podés correrte de lo que no te gusta. No siempre se trata en transformar las situaciones, muchas veces, el aprendizaje está en rechazarlas, en decir NO, de la misma forma en que se dice SI. El aprendizaje está en los límites, en encontrar la firmeza que pone el límite ante lo que no se desea vivir más”-.
Escritos del cuaderno
Lares, Perú- 13/12/16
Estando en este sitio, en este punto en el mundo, experimenté lo que es estar por encima del mar emocional, también por debajo y a la misma altura. En estas verdes montañas plasmé cantos y risas, leí y fui una con el agua. Anduve en moto y tomé jugos de mango, intercambié cortas conversaciones con los dueños de mi alojamiento y me adentré en el silencio de mi habitación. Probé todos los queques (budines) del pueblo en la frustrante búsqueda de la pastelería argentina, hasta que comprendí que era en vano, y que tenía que dejar de comparar, gastronómicamente hablando. Pasé hambre y cené miel de la zona.
Hasta que amanecí un día, y decidí regresar a Cusco.
"Cita con la sacerdotisa"
Amaneciendo de vuelta en la ciudad cuzqueña. Sentada en mi plaza favorita, llevo horas escribiendo. Me siento bien, muy bien. Ayer fue un día duro, el mareo físico volvió, estuve inmersa completamente en un huracán. Algo deseaba salir de mí, ataduras que ardían en mi plexo solar a la altura del estómago. Puntadas que me retorcían de dolor mientras el autobús iba por la carretera tomando curvas y más curvas, descendiendo desde las alturas donde se encuentra el pueblo de Lares hasta la ciudad de Cusco. Creí que no iba a pasar esa aventura sin vomitar, pero lo cierto es que lo logré. Teniendo el poder sanador del universo en mis manos, el reiki me fue curando, y al llegar a la ciudad, mi cara blanca como la nieve fue recuperando su color. Si bien estaba mejor, no tuve ganas de comer, ni de caminar, ni de moverme por el resto del día. Necesitaba descansar, y así lo hice.
Para amanecer hoy radiante de energía y con muchas ganas de vivir este día y en esta ciudad, la "que lo tiene todo", y a la cual están decorando con adornos navideños. Lo que me recuerda que se acerca la navidad.
Amanecí sabiendo que tendría una cita en las montañas. No puedo describir como es que me llegó esta información, simplemente sé que tengo que ir al "templo de la luna" situado a unos pocos kilómetros del centro, que allí me encontraré con las sacerdotisas.
Estar en la ciudad me da la facilidad de estar en contacto con mi familia, poder comunicarme a través del Wi-Fi, de las redes sociales. Gracias a ello recibí lo que tanto necesitaba escuchar.
Prendo el celular después de varios días y me sorprenden audios de mi madre, contándome las nuevas novedades. Mi mamá es una gran buscadora, y una gran encontradora, si es que existe la palabra. Es una luz en mi camino, y en el camino de muchos. Compartimos la cosmovisión del mundo y un gran deseo de libertad.
En sus audios me cuenta que se ha hecho una carta natal con una hermosa y sabia mujer a la cual ambas apreciamos.
"Nata, se confirmaron nuestras sospechas. Teníamos razón. Tu bisabuelo no es el que todos creen, sino otro. Es muy importante para la historia de nuestra familia, para nuestro árbol genealógico que se reconozca al verdadero. Aquel secreto, ese no reconocimiento de la verdadera paternidad, generó en tú abuelo que no terminara de encontrar cual era su lugar, su sitio como hombre dentro de la familia, ya que su imagen del masculino estaba en sombra. Mientras el verdadero padre no sea reconocido y aceptado, el papel del masculino estará dudoso. Necesitamos que el árbol genealógico se reconstruya como realmente es, para que el mago y la maga puedan encontrarse, y así el masculino sagrado y el femenino sagrado emerjan del inconsciente".
Hacía tiempo que estaba esperando escuchar esa verdad, las palabras justas que me liberaban de la duda, para tener la certeza y poder unir todas las piezas del rompecabezas ancestral. Hacía unos años que había recordado que en esta encarnación, siendo Natalí, me había comprometido con este árbol genealógico a a abrir la compuerta del mundo emocional y liberar las memorias de "lo que no se puede decir", de "lo que ha estado contenido". Y ahora, siguiendo la senda por el camino del norte, me topaba con mis ancestros, para liberar aquellas memorias opresoras, que nos mantenían inmersos en mentiras.
"Por eso el dolor en el plexo solar" pienso uniendo las piezas. Ese es el sitio donde reconocemos quienes somos, el espacio donde yace la identidad. Mi identidad, mi identidad familiar estaba reajustándose, reubicándose. De golpe la imagen de quien era mi bisabuelo se desvanecía y otro hombre, con otra historia y otra familia aparecía en su lugar.
Es importante tener una identidad, una sólida, un Yo sólido. Poder definirnos. Para después superar esa identidad y fundirse en la impersonalidad del todo. En donde no dejas de existir, sino que formas parte de todo lo que tiene nombre, y de lo que no se puede nombrar. La identidad es la puerta que conduce a la divinidad. Primero se es alguien para luego tan solo ser. Ese es el cambio frecuencial de Soy Yo por Yo Soy; el cambio de el Ser no reconocido por el reconocimiento del Ser. Cuando el ser es reconocido y se vive conforme a su voluntad, te das cuenta que el estar separado es tan solo una creencia, una ilusión. Porque en realidad sos la existencia. Cuando el tiempo horizontal (pasado, presente, futuro) se une con el tiempo vertical (la eternidad), se ha creado la gran unión mágica en la que se encuentran el creador y la criatura.
Majestuoso compartiendo su calor estaba el sol montado en el escenario del cielo. Comienzo a caminar hacia el Templo de la Luna (ruinas incaicas). Sé que no está lejos, pero no sé exactamente en que dirección tengo que ir.
-"Es arriba, seguí las gradas"- Me indica un señor del lugar. Como si hubiese entendido su indicación, le respondo - Ia, ia, gracias- pensando para mis adentros que el "arriba" era muy amplio, y que no divisaba en el panorama ningunas gradas. De todas formas sigo andando, camino por las típicas callesitas angostas, doblo aquí, doblo allá, camino cuesta arriba, hasta que veo las famosas gradas. Envuelta en sudor voy subiendo uno a uno los tantísimos escalones que separan al templo de la luna de mí. Tenía una cita con las sacerdotisas y no me la iba a perder.
Las gradas finalizan y aparezco en una carretera de la que sale un sendero que atravesando un bosquecito vas entrando en la montaña. Guiada por un orden mayor, camino con la certeza de que estoy yendo en la dirección correcta. Y cuando estoy por llegar y veo de lejos al templo de la luna, instantáneamente lo reconozco. Ese es el lugar que me estaba llamando. Sorprendida de lo que veía, la ciudad y sus ruidos quedaban atrás, y en pocos metros me encontraba en pleno corazón de la montaña, invitada a penetrar en su magnetismo cósmico.
Asciendo la montaña-Templo de la Luna, y al llegar a la cima busco un lugar para hacer el contacto interdimensional. Cierro los ojos, para ver con el alma, entro más y más en mí misma hasta llegar al espacio donde habita el universo entero
La veo venir desde lejos, no son muchas sino una, camina en dirección a mí, en cada paso irradia desde su cuerpo un brillo encantador. Es magnética. Es ella, es la sacerdotisa con la que tenía pactado un encuentro. Es una guardiana de la magia del cielo, una maga, una alquimista. Se acerca aún más, encandilándome con su brillo. Se detiene justo delante de mí, y cuando mis ojos se ajustan a la claridad, nos miramos... Ella es yo, yo soy ella. No doy crédito a lo que veo, es mi propio ser de luz, mi ser sin condiciones desplegando su mayor potencialidad. Sus ojos, mis ojos, son brillo puro, que irradian confianza, tranquilidad, seguridad. No habla, extendiéndome su mano me invita a ir a otro espacio/dimensión. Le doy mi mano y caminamos juntas hacia luminosos horizontes. Mientras recibo el siguiente mensaje, que podría reproducirse muy vagamente así:
-"El encuentro con las sacerdotisas, era con una sola y esa sos vos. Vos sos una sacerdotisa. Recordá como es tu ser de luz y no lo olvides. En tú sangre se encuentra la memoria de los tiempos, de los tiempos que no conocen de oscuridad. Conectá con ella, la sangre, y activala, activando en tú ADN los recuerdos. En el ADN está la impronta por la que podés acceder a registros más amplios que esta vida que estás teniendo. En esos registros encontrarás las respuestas a quien sos y a dónde vas. Todo comienza y continúa con la activación del ADN, en la integración de la genética, de una genética que es tan extensa como la historia de la humanidad"- Tomada de la mano de mi ser de luz, estando en un mundo paralelo, y siguiendo con una de las leyes fundamentales del universo: "no hay respuestas para las preguntas no formuladas", hago mi pregunta y espero en silencio mi respuesta.
-¿Por qué me dicen por un lado que lo importante en esta vida es que sane mi árbol genealógico , y por otro lado, que lo que importa es que recuerde mucho más allá de esta encarnación, reconociendo a los padres del origen de la humanidad?-
-“Porque es importante activar toda tu genética. Te desplazas desde lo personal hacia lo impersonal. Empieza por esta encarnacion, integrando a tus padres, abuelos, etc… aceptándolos, y se continúa integrando a los padres y abuelos de tu genetica, es decir, la genética humana. Reconocer y aceptar a las distintas razas que aportaron los dones-atributos que tienen los humanos. Su propia sangre está en un proceso de reconocimiento y de asimilación, es por eso que los Seres Humanos se encuentran con tanta revolución interna. En este tiempo-espacio siendo mujer, es fundamental que re-conectes con el valor que tiene tu sangrado. En la menstruación de cada mujer están las memorias de las sacerdotisas. Allí habitan dones que se tienen que recuperar para que la energía magnética (femenina) se restablezca en la humanidad. Se acaban los tiempos de patriarcados. Comienzan los tiempos de igualdad, ni machistas ni feministas, sino pares. Serán las mujeres quienes deban reconectarse con su femenino de luz, para acompañar a los hombres a que se reencuentren con su propio femenino. Serán los hombres quienes deban rescatar de las sombras a su masculino, para guiar a las mujeres a reconectar con su masculino de luz”-
Espirales dorados descienden del cielo, rodeado mi cuerpo. Espirales que plasman los mensajes en mis células.
Necesito que mi árbol genealógico este completo, pienso, y en con ese mismo pensamiento invoco al espíritu de mi verdadero bisabuelo. Mi consciencia se desplaza hacia otro foco, dejo de ver a mi ser de luz, aunque percibo su impacto en todo mi cuerpo.
Siento, siento, siento con la inmensidad de la sensibilidad al espíritu de Él, el señor desconocido y tan familiar. Le pregunto si quiere decirme algo. No escucho nada, pero percibo que me quiere entregar algo. Levanto mis manos sin levantarlas, agarro lo que me esta dando. Es una perla. "Te entrego el don del mago, el don de la energia creativa: EXPRESATE, EXPANDETE, ENTREGATE. Sé arte"- dice sin labios.
Es difícil describir lo que en ese momento estoy sintiendo, todo intento de plasmar ese momento en palabras es en vano. Mi cuerpo vibra completamente, mis ojos arden de pura vida, y cuando siento que ya es el momento de volver a abrirlos, lo hago. Vuelvo a ver la tercera dimensión y las verdes montañas que me rodean, pero no son las mismas, están absolutamente vivas, como siempre estuvieron solo que yo no podía verlas. GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS le expreso a los huecos, a los eucaliptos y a las cinco palomas que levantan vuelo.
Extasiada de dicha... comienzo a sacarme fotos con nadie, o más bien, con todo lo que tiene vida. Caminando montaña abajo, envuelta en una esfera de luz regreso al caos-armónico del centro de la ciudad, deseando disfrutar de los placeres de la materia. Quiero comer algo bien rico, saborearlo y celebrar las bendiciones del cuerpo. "Soy todo esto", me digo a mi misma en silencio y muy contenta. "La espiritualidad es ser completo".
Tiempo después toda aquella información decantaría, impulsándome a escribir:
Mientras las mujeres sigamos viendo a nuestra menstruación como “una desventaja biológica”, seguirá habiendo dominación de género; mientras los hombres sigan alimentando la heredada y muy absurda creencia de que “los hombres no lloran”, seguirá habiendo lucha de género. Mientras las mujeres no sanemos nuestra matriz creativa, seguirán habiendo abusos y violaciones. Mientras los hombres rechacen su sensibilidad, su ternura y su videncia, seguirán habiendo abusos y violaciones. Mientras las mujeres no comprendamos que somos cíclicas, y que eso es una maravilla, no habrá comprensión de género. Mientras los hombres no comprendan que son lineales, y que eso es una maravilla, no habrá comprensión de género. Cuando las mujeres tomemos consciencia de nuestro ciclo menstrual, que no es solamente los días de sangrado, sino todo el mes, recordaremos que somos cuatro en una. Que al igual que la luna, pasamos por cuatro fases. Recordaremos que nuestra naturaleza es ser doncellas, madres, brujas y hechiceras. Y que en ello radica la belleza de ser mujer. Cuando las mujeres aceptemos nuestra naturaleza le devolveremos a la energía destructiva el valor que se merece. La destrucción y la creación están unidas en una misma energía creativa. Cuando las mujeres nos hagamos cargo de nuestro poder femenino, seremos aquellas copas sagradas que siempre hemos sido. Creadoras, capaces de recibir y de manifestar luz en la Tierra. Cuando los hombres se hagan cargo de su poder masculino, serán aquellos canales de luz que siempre han sido. Conductores, capaces de transmitir la energía del Cielo a la Tierra. Cuando los hombres dejen de ser egoístas, aprenderán a dar más luz. Cuando las mujeres nos liberemos del “no merecimiento de la abundancia”, aprenderemos a recibir más luz. Y juntos seremos capaces de manifestar todos los nacimientos, inclusive el de una nueva humanidad.
"Encuentro con el Diablo"
Escrito de mi cuaderno 18/12/16
Sonidos de desconexión, olor que hiere mis sentidos. Volando en un cometa de metal soy parte de este circo vulgar. Cansada de las máscaras descoloridas, cansada ya de las mentiras. ¿Dónde estoy? Dando vueltas en el laberinto de las buenas intensiones, muchas ofertas que me desvían de mi misión. Ahí estás vos, la roja tentación. Te han nombrado con muchos nombres, te han rechazado, te han venerado y te han temido. Pero...¿Quién eres bajo la luz del día? una cruda voz que no da lugar a la hipocresía. No llamo a la puerta de tu morada, pero sé que te puedo encontrar bajo vestidos de damas. Miles de formas adquieren tu mirada, y la tentación siempre ha sido tu dulce artimaña. Estoy enojada, ardiente y furiosa... y es ese calor el que te llama. Soy un rayo que atraviesa mi cielo, pero no he olvidado que soy más que eso. Te escuché al despertar, o estando dormida en mi cama. Reconozco tu voz, ardiente y filosa como una daga. ¿A dónde me quierés llevar? No caeré por tu escalera de obsidiana. Si desciendo los peldaños hacia el mundo de las sombras, lo haré con un farol en mi mano. Voy sola, pero bien acompañada. La consciencia es mi faro que llama a los ahogados, a mis partes perdidas que andan naufragando por los ríos subterráneos.
Y Él, el ángel caído, habló...
Te libero de toda falsa necesidad de agradarle a los demás. De ser "buena, educada y amable", te libero de tu moral. Adorada torre de un falso señor. No hay estructura más ridícula que la moral, me río de ella y de los que la adoran. Torre construida donde viven los príncipes ciegos, los creyentes de dogmas obsoletos, los predicadores de falsas leyes. Me río de todos ellos, y de los que se regocijan en la culpa. Atrapados quedan en los muros de los lamentos. Aquí estoy para mostrarles lo que ustedes mismos crean constantemente con sus pensamientos negativos. Aquí estoy reflejándoles lo que solo hay en el interior de cada uno. Por eso no quieren verme, por eso huyen de mí. Cobardes que no son capaces de reconocer como viven: ovejas de un rebaño llamado "sistema". Quien tenga la valentía de quitarse el disfraz de oveja, y aspire a vivir como un león, me mirará a los ojos, y se enfrentará con el propio reflejo de su sombra. Solo aquel que no se asuste, tomará mi inmenso poder, el poder del fuego, de la llama viva, para reducirse a cenizas, y nacer nuevamente. Resucitar.
A Él le contesto...
Que tu sinceridad me ayude para quitar los velos, que tu tentación me muestre todo aquello que no es verdadero. En tus múltiples espejos veré a mi ego. En tu sonrisa diabólica quemaré mis enojos, riendo, riendo, riendo hasta evaporar el rencor.Con tu lengua filosa cortaré con la seriedad con la que juzgo al mundo. Jugaré este juego de ser niños que se convierten en adolescentes, disfrutando del sexo mientras asciende la serpiente. Que tú ardiente energía no me quede, sino que me transmute.
Un faro que ilumina, una escalera que desciende al mundo de los rechazados... Mis partes perdidas, atrapadas en la oscuridad... ¿dónde están? Las llamo, vengan a mí, las necesito para seguir. Las partes olvidadas de la historia de la humanidad... ¿dónde están? las llamamos, vengan a nosotros, es momento de recordar.
¿Quienes somos? Unamos nuestras memorias. Re-cordemos, unamos las cuerdas para formar la red. La red que todos somos. Recordando la ignorancia se desvanece, y el reino de colores emerge de las aguas. La ciudad de luz nos abre sus puertas, la llave está en el corazón, se entra con el corazón abierto. Lo que una vez fue una profecía puede convertirse en realidad. Entremos en el paraíso, el que está justo acá. Que el Cielo descienda a la Tierra, que la Tierra ascienda al Cielo. Las semillas de luz están germinando, ese tiempo llegará cuando la fruta verde madure. Siete son las perlas blancas de sabiduría, abramos nuestras manos y ampliemos nuestra percepción que todo el poder del Padre-Madre descienda aquí y ahora, para que los designios del espíritu se hagan realidad. Vivir en la espiritualidad que todos somos es ser la sagrada trinidad: Padre, Madre e Hijo; Sonido, luz y forma; Espíritu, Alma y Cuerpo.
(En el Templo de la Luna)
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