#ex Vieja Estación de Trenes
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Comienza la semana de la Expo Educativa Juvenil
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Para quienes están terminando el Colegio Secundario y quieren saber cuál es la oferta educativa en Jujuy, la Dirección Provincial de Juventud del Ministerio de Desarrollo Humano te invita a participar de la Expo Educativa que se llevará a adelante desde el próximo lunes 15 hasta el 17 de noviembre de 10 a 20 horas en El Centro Cultural General Belgrano (Ex Vieja Estación De Trenes).El evento…
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Nadie sabe llegar a mi destino
Llegué a Kioto a eso de las 7 de la noche. Ya había poca gente en la calle y el frío helaba los rostros. Caminé con la mochila de 12 kilos a mi espalda, la de 4 en el pecho, y las manos en los bolsillos. Un gorro de polar muy suave me abrigaba las orejas y la campera cerrada hasta arriba de todo me cubría el cuello totalmente. Fueron más de 20 minutos de caminata desde la estación central de trenes de Kyoto hasta el hostel. Estaba emocionado. El tren bala atravesó varios pueblos pintorescos del Japón, nevadas, montañas, etc.
Amanecí al día siguiente y pregunté al recepcionista qué me recomendaba hacer en mi primer día en Kyoto. La cara se le llenó de brillo, con esa sonrisa tan amplia y plena que caracteriza a los japoneses… cuando se ríen. Desplegó un mapa de la ciudad, me explicó y mostró un recorrido que tomé sin chistar. Subí a un bello cementerio de montaña donde miles de ex-personas ahora son materia nutritiva para árboles y se descomponen sin saberlo. Algunas personas dejan flores, otras sacan fotos. Yo sigo caminando absorbiendo cuanto puedo. Todo es tan distinto.
Llego a un gran templo en la cima del monte. Bellísimo. Casi puede verse la ciudad desde arriba. Hay jardines hermosos alrededor y en el centro, con árboles enanos y antiguos, lo puedo saber porque veo sus formas, siento su tronco y la rugosidad de aquel ser da cuenta de las decenas de inviernos de vida. Tengo un largo recorrido por delante así que sigo. Según el recepcionista lo mejor era caminar por una calle tradicional que descendía por la ladera del monte hacia el siguiente punto del recorrido. La calle era como las fotos de Google, excepto los mil turistas caminando por allí sacándose fotos, a ellos mismos, como consiguiendo cierto tipo de evidencia, fotos al lugar, con sus cámaras enormes, como tres veces el tamaño de la mía, restando importancia quizás, a las jovencitas que caminan con quimonos coloridos a sus costados, también sacándose fotos a ellas mismas. Los quimonos rentados pueden costar 5 mil yenes al día, es decir cerca de 50 dólares estadounidenses, o 9 mil pesos argentinos. Comprarlo puede costar seis veces dicho valor. Las chicas lo alquilan y se sacan fotos, las acompaña una amiga, o dos, su pareja, pero no van solas y siempre al acompañante tiene la tarea de sacarles fotos mientras ellas posan con sus paraguas de papel y sus caras tan maquilladas que parecen una pintura. Yo aprovecho la ocasión y robo imágenes, simplemente no puedo contenerme y las tomo, quiero capturar esa expresión con la que miran hacia otro lado, con la que posan sin reír, o simplemente verlas andar o comer sentadas en una roca al costado de una laguna donde se oyen aves charlar, cascaditas fluir, y gente.
Me senté en un bar a pensar y tomar un té verde hasta que afloje un poco la nevada. Tomé la libreta de notas de Caio y escribí, dejando que cada palabra caiga como los copos de nieve, sin resistirse al viento.
“Camino por los jardines de Kyoto.
Me muevo en escaleras
Oigo los saltos del Agua renovar lagunas.
Muchas chicas se pasean en quimonos coloridos con rodetes complejos que hacen lucir bajo sus cabellos delicados cuellos finos de piel sedosa.
Los templos están muy cargados de energía con sus techos curvos de tejas azul gris.
Nevadas sin tiempo llenan la escena de Blanca agua que enfría mi cara blanca, pero nada altera las gruesas columnas de Madera vieja. Esta madera es sagrada, pensé. Pienso en la magia de venir a Oriente y en que no me siento como pienso que se sintió Marco Polo. ¿Por qué pasa eso? ¿Será la televisión, las fotos, el internet? ¿Será que no hay guardianes protegiendo las puertas enormes, como de seis o siete metros pesadas como gigantes estatuas, que amenazan mi vida, que cuestionan mi ficción? Cuánta gente con cámaras tan grandes… ¿Cuál es mi aventura aquí, sino transformarme en riesgo?
Hay tanta gente que casi no siento el olor del Respeto, al caminar en silencio, entre antiguos cementerios.”
Difícil es encontrar sitio donde se pueda no escuchar a la gente… pero lo consigo siempre. Quien busca encuentra.
Me pierdo a propósito y camino rumbo a la montaña más cercana, cierto cementerio enorme, precioso como salido de un cuento de hadas, con lápidas antiguas y cubiertas con moho y hongos, el suelo alfombrado en hojas rojas amarillas y marrones, entré en un imponente bosque de cipreses y sin gente, delimitado por rejas de alambre oxidado que marcan hasta dónde puede llegar una persona, detrás de ellas comienza LaMontaña. Medito allí unos momentos, la energía era demasiada y tuve que concentrarme unos minutos para lograr canalizarla.
Abro los ojos.
Descubro aún más calma. Me pongo de pie suavemente, con la velocidad con la que caen las hojas de los árboles y danzan con brisas de pureza.
Camino hacia el alambre oxidado.
Lo paso de un salto.
Y ya nada me separa de la montaña. No hay diferencia entre nosotros.
Paso a paso, pienso, da miedo porque era demasiado empinado, el suelo está húmedo por la reciente nevada, las hojas son tantas que cada pisada hunde mis botas al menos diez centímetros.
Me tomo de los árboles para no caer, algunos que veo muy finitos prefiero no tocar, temo que mi peso los derrumbe, no quiero destruir, sólo quiero aprender, pensé, estos árboles no están para mí, ellos están ahí, para sí.
Luego de una hora de subir por el bosque de montaña sólo y con un poco de temor por los osos y jabalíes que habitan estas tierras, estoy por resignar la ilusión de llegar a algún sitio y comenzar mi descenso cuando accidentalmente llego a un sendero y sólo puedo tomarlo como una señal: debía seguir por allí. Encontrar un sendero me da seguridad.
A veces quiero perderme, y una vez perdido entre límites difusos y espacios lisos, quiero un sendero.
Oigo un crujido, una rama quebrarse, no muevo un músculo y mis sentidos se agudizan como si me hiciese zorro de montaña. Escucho con más precisión, evaporo la fatiga causada por horas de trepada. Más que zorro de montaña, soy una máquina de supervivencia. Ya no pienso en ese momento y escucho los pasos de un animal a dos metros de mí. Es un venado olfateando entre hojas muertas alimento. Detiene su actividad y fija su mirada penetrante en mí, y conversamos.
Me pregunta: ¿qué vienes a hacer a mi bosque, por qué estás aquí, debo sentirme amenazado por tí?
Bajo los hombros y le respondo, nervioso pero seguro: yo también tengo miedo… pero no te haré daño, te lo prometo, creo que eres un ser majestuoso, y te respeto. Quiero conocer tu bosque sin dañarlo.
Luego ambos nos dijimos simultáneamente: ha sido bello encontrarnos así aquí entre las hadas.
Luego de pronunciar esas palabras pensé: entrelashadas…
La siguieron dos venados más pequeños y luego los tres siguieron su camino y yo el mío, hacia arriba.
En la cima del monte hay un japonés sacando fotos de la gran ciudad de Kyoto desde la altura con una cámara cubierta en plástico para protegerla de la suave nieve que al caer nos humedecía gentilmente. Está fumando un cigarro. Intercambiamos unas palabras. Le ofrecí chocolate caliente que llevo en mi termo y a cambio me dio un cigarro que fumé a su lado.
Me separé unos metros para darle privacidad, para contemplar también yo la majestuosidad, quiero relajar mis músculos cansados. Aproveché para tomar unas imágenes con mi cámara y lamenté no tener la batería completa.
Finalmente y bien entrada la noche descendí por un sendero mejor andado con ayuda de la luz de linterna de mi teléfono celular durante 40 minutos de reflexiva concentración. Qué maravilla.
Estaba lejos y cansado como para seguir caminando de modo que decidí tomarme un bus hacia el hostal, el asunto era cuál y cómo saber dónde tomarlo. Tal vez allí, pienso, mirando justo frente a mí, una parada de buses con un hombre y una mujer, no parecen conocerse entre sí, esperando.
Nadie sabe llegar a mi destino.
Entonces llega el bus y me subo, pregunto al chofer que no puede ni mirarme porque está conduciendo, y me ayuda una señora que escucha el problema. Me quedo charlando con el hombre de la parada que es muy curioso y me da charla. Se llama Chiro.
Parece de 40 años. Vive en la ciudad de Osaka y es dentista. Me dijo que lo que más le gusta hacer es sacar dientes, por ejemplo muelas de juicio, que por algún motivo en inglés se llaman dientes de sabiduría. Nos teníamos que bajar en la misma parada así que me invitó a acompañarlo, Chiro estaba pensando en ir a ver geishas, lo cual también tomé como una señal y no dudé en seguirlo pesé a mi cansancio. No encontramos ninguna. Fuimos a comer por ahí. Le dije que quería comer algo barato y se puso contento, él también. Viene dos veces al año a la ciudad de Kyoto para escalar montañas.
Nos sentamos en un lugar, y ordenamos lo mismo. Una especie de olla sobre un mechero hacía hervir la salsa de soja en la que nadaban trozos de carne chauchas coliflor zanahoria entre otros vegetales, junto con un bowl de arroz blanco, y un huevo a medio cocinar. Casi no hablamos. Chiro no manejaba bien el inglés, pero tenía muy buena voluntad. Al final nos despedimos, le pregunté si podría sacarle una fotografía para el recuerdo, asintió y borró de su rostro la sonrisa amigable y posó serio unos segundos hasta que hallé el foco y la configuración perfecta para su retrato con mi nuevo lente fijo de 50mm con apertura 1.8.
Llego al hostal, me quito la ropa, quiero dormir desnudo esta noche, y mientras lo hago siento en el bolsillo un papel que guardo hace días y me toma siempre por sorpresa. Al abrirlo lo recuerdo. Es el papel de la fortuna que saqué en Tokyo con la ayuda de una taiwanesa el día después de año nuevo. Estaba un poco triste ese día. Extrañaba mucho a Fany, siempre pienso en ella y en el puente que atraviesa el núcleo de la Tierra y nos conecta, pero no se funde en ese magma y resurge donde sea que esté ella, es un puente de ida y vuelta. Está escrito en letras japonesas y traducido al inglés, deseé antes de leerlo que ese puente se fortalezca aún más, que sea muy feliz... y deseé también tener al fuerza necesaria para dejarla ser, en este universo tan grande y tan vasto, inabarcable e infinito, lleno de mundos posibles, para acompañarnos. El trozo de papel dice:
“Encourage yourself and you will be fortunate. You haven’t seen a sign of good luck yet, but you will get it in the future. Hearing a morning call of a cock, you will have to wait for a chance to come. Your time has come, you will be happier like a ship sails before the wind. Your wish will come true. The lost article won’t be found. It is good to make a trip”
Que acorde a mi traducción, es:
Llénate de valor y serás afortunado. Aún no has visto una señal de suerte, pero lo harás en el futuro. Escuchando al gallo a la mañana, tendrás que esperar una chance llegar. Tu tiempo ha llegado, serás más feliz que un navío que parte antes que el viento. Tu deseo se complirá. El articulo perdido no será encontrado. Es bueno hacer un viaje.
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JUJUY: Una nueva edición de la Kermes Mascotera FECHA: Domingo 29 de octubre LUGAR: Ex Vieja Estación de trenes HORARIO: De 12:00Hs a 20:00Hs Cerramos el mes de las mamis y los mascoteros CON TODO!!!
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Se sorteó viviendas para demanda libre en Palpalá y del complejo "Aires del Alto"
Se sorteó #viviendas para demanda libre en #Palpalá y del complejo "#AiresdelAlto" #GobiernoProvincial #Jujuy #IVUJ
En dependencias del IVUJ, en Güemes 853, en dos actos que contaron con la presencia del directorio del organismo integrado por su presidente Gustavo Muro, y los vocales técnico y social, José Luis Paiquez y Daniel Ruiz respectivamente; supervisados por las escribanas Carla Gimena Ellemberg y Valeria Singh, ambas de Escribanía de Gobierno, se realizaron los sorteos de ubicación que fueron…
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