#elviramalvada
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" p-por favor " alcanzó a decir cuándo el arbusto que la cubría en su intento de escondite fue brutalmente removido por el contrario, quedando a la deriva. " no me lastimes " sus manos cubrieron su rostro en un intento por desaparecer nuevamente, pero claro, no funcionó. la confusión en la cabeza de caroline era revoltosa, no entendía dónde estaba ni cómo había llegado hasta allí, pero aquella no era la plaza que conocía.
(@elviramalvada )
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estaba a punto de alejarse de aquella puerta, incluso se había dado media vuelta cuando escuchó su voz a través de ella, calmando al perro que ladraba y, acto seguido, el sonido de la misma abriéndose. se quedó tiesa algunos segundos, cómo quién quisiera desaparecer, con los ojos cerrados, pensando en que acababa de cometer la estupidez más grande de su vida. había vuelto a aquél lugar, a aquella casa que guardaba tantas historias de la caótica pero intensa relación que había tenido con owen. se dio media vuelta, con movimientos tensos, para encontrarse con dificultad con aquellos ojos que en algún momento lejano la habían vuelto tan loca y, pudo notar que, quizás, no había desaparecido por completo aquél efecto. "¿hey?" preguntó incrédula, con molestia en aquél tono de voz que sonaba quebrado. "¿eso es lo que tienes para decir?" inquirió nuevamente, antes de avanzar algunos pasos para ingresar a la casa, cortando el aire entre ambos al pasarle por al lado. una vez dentro miró a su alrededor y le faltó el aire cuando los recuerdos comenzaron a agolparse en sus pensamientos y en sus entrañas, sumiéndola en un estado de confusión que duro poco pero que se sintió eterno. "me llegó tu invitación" anunció, finalmente. cómo si esperara una explicación. giró sus ojos hacia la habitación y allí, en medio de las sábanas deshechas divisó la tela de aquél uniforme que tan bien le sentaba al contrario y que tantas veces había rozado con sus manos al abrazarlo o al desvestirlo.
Owen estaba tumbado en la cama, con la mirada fija en el techo. Su mente no dejaba de girar en torno a esa maldita nota, la que había enviado bajo los efectos del alcohol. "¿Cómo pude hacer algo tan idiota?", pensó, mientras la vergüenza le retorcía el estómago. Trató de convencerse de que ya daba igual, de que no tenía sentido seguir dándole vueltas. Pero una parte de él, obstinada y desesperada, seguía esperando. "¿Por qué no responde? ¿La borró?" Se sintió un idiota por insistir en una relación que había terminado hace casi cuatro años.
El motivo de su separación seguía siendo un campo minado del que prefería mantenerse lejos, pero su mente, traicionera, siempre encontraba la manera de arrastrarlo de vuelta a ese día. "Debería haberme quedado callado...", se repetía. La culpabilidad lo consumía, pero no tanto como el vacío que ella había dejado. Porque, aunque no quería admitirlo, nunca había dejado de pensar en ella.
Se giró hacia un costado y sus ojos se posaron en la foto sobre la mesita de noche. Era de ellos dos, tomada en un día que parecía de otra vida: ella sonriendo con una espontaneidad que lo había enamorado, él con el brazo alrededor de su cintura, orgulloso, como si supiera que jamás encontraría algo mejor. Al lado de la foto estaba el reloj digital: 7:34 a.m. "Es demasiado temprano para sentirme tan derrotado."
Apoyó los codos en el colchón y, al hacerlo, rozó algo áspero. Su uniforme de marino. Lo había dejado allí la noche anterior, arrugado y olvidado. La imagen de ella apareció en su mente sin avisar, como una ráfaga: su expresión curiosa la primera vez que lo vio con ese uniforme, la sonrisa que le dedicó antes de saber su nombre. Recordar esos días lo llenaba de un dolor dulce, como si un pedazo de su vida hubiera quedado atrapado para siempre en ese momento.
El estridente sonido del timbre lo arrancó de golpe de su ensueño. Frunció el ceño, irritado, y bajó las escaleras a regañadientes. "¿Quién demonios toca a esta hora?", murmuró, mientras el eco de los ladridos de su golden retriever llenaba la casa.
—¡Tranquilo, Max! —le dijo con un gesto cansado. El perro obedeció, sentándose detrás de él, aunque seguía moviendo la cola como si supiera algo que Owen ignoraba.
Abrió la puerta sin siquiera pensarlo, más preocupado por acabar con el ruido que por la identidad de su visitante. Pero en cuanto la vio, el tiempo pareció detenerse.
Ahí estaba ella, de pie frente a él, como si el universo se hubiera decidido a jugarle una broma cruel.
El aire se volvió denso y su garganta se secó en el acto. Era real. Su cabello estaba un poco más corto, y llevaba un abrigo gris que no recordaba haberle visto nunca. Pero era ella, sin duda.
"H-Hey...", fue todo lo que consiguió murmurar, sintiéndose tan estúpido como la última vez que habían hablado.
Ella lo miró fijamente, y por un momento, ninguno de los dos dijo nada. En el fondo, Max ladró suavemente, como si quisiera llenar el silencio. Owen seguía inmóvil, tratando de procesar lo que estaba ocurriendo. ¿Por qué estaba allí? ¿Qué significaba todo eso?
En ese instante, el peso de todas las emociones que había reprimido amenazó con aplastarlo. Y sin embargo, allí estaba ella, frente a él, y por primera vez en mucho tiempo, algo parecido a la esperanza comenzó a surgir en su pecho.
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✿ ⎯⎯⠀⠀﹙✸﹚starter para @elviramalvada basado en ésto.
esperó pacientemente a que el contrario apareciera, ni siquiera sabía cuánto tiempo llevaba allí pero necesitaba verle. aquél mensaje, aquella frase... simplemente había destruido la poca cordura que había logrado mantener los últimos años ¿quién en su sano juicio envía una maldita invitación de casamiento con esas intenciones? ¿qué se suponía que tenía que responder ella? su única esperanza era que él aún estuviese viviendo en aquella casa y que en algún momento, decidiera salir. no podía golpear la puerta, claramente. las probabilidades de que su prometida atendiera eran altas y no, no podía lidiar con algo así.
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Mordió su labio y rodó los ojos al escuchar la respuesta del hombre ante su solicitud de identificación. Debió haberlo anticipado. Estaba claro que el leve destello de comprensión que había percibido en sus palabras minutos antes no era más que una ilusión, producto de su ingenuidad y la creencia de que siempre hay algo de bondad en los demás. Ese joven, probablemente armado, la estaba escoltando hacia un destino incierto. No podía relajarse.
Escuchó con atención lo que dijo a continuación: territorio McKenzie. Esa información no resolvía nada, pero luego mencionó a los ingleses. Si su conocimiento geográfico no fallaba, eso significaba que aún debía estar en el Reino Unido. Y sí, ese era su último recuerdo coherente: la visita a la casa de su tía Lily. Pero no estaba en casa, como había supuesto al principio.
"No soy inglesa", le explicó de inmediato, ignorando su orden de continuar caminando. "Estoy de visita en el Reino Unido", añadió rápidamente. Necesitaba dejarle claro que no tenía nada que ver con las extrañas disputas entre familias o clanes de los que el joven no dejaba de hablar.
"Por favor, solo quiero llegar a casa de mi tía. Tengo frío, creo que estoy lastimada... no soy una amenaza para tu familia ni para tu Rey", dijo como último intento de escapar, aunque no mentía. Estaba genuinamente congelada y, aunque intentara ignorarlo, una de sus piernas se sentía tibia por lo que creía que era sangre proveniente de una herida que había sufrido en su... ¿caída? En realidad, no entendía cómo había llegado allí, cómo se encontraba en esa situación, ni si se había golpeado la cabeza.
Alex caminaba a unos pasos detrás de ella, su mirada fija en el sendero mientras escuchaba su voz romper el silencio. Su cuerpo, tenso y vigilante, no mostraba rastro alguno de simpatía, pero en su mente las preguntas se acumulaban. ¿Qué hacía alguien como ella, claramente fuera de lugar, en sus tierras?
"No hace falta que sepas mi nombre," respondió con aspereza, sus ojos brevemente desviándose hacia ella cuando se detuvo y lo enfrentó. "Y si estás esperando hospitalidad, no es algo que te hayas ganado aún." Soltó un bufido sarcástico sorprendiéndose por el descaro de esa mujer.
La examinó con detenimiento mientras permanecía inmóvil. Su ropa, delgada y ajena a cualquier utilidad práctica, confirmaba lo que ya había sospechado: no pertenecía a este lugar y cualquier cosa en ella estaba mal. Sus manos se tensaron alrededor de su cinturón, donde descansaba la empuñadura de su cuchillo. "Estamos en territorio de los Mckenzie, pero te encontré en el camino McLeod... Por lo que sospecho, eres una de ellos. Y si tienes algo que ver con los ingleses, o con ese maldito clan, más te vale decírmelo ahora."
El viento frío azotaba ambos rostros, pero Alex permaneció estoico, inmune al temblor evidente en la mujer frente a él. Su expresión era dura, como si cada palabra fuese un desafío que debía enfrentarse con cautela. Finalmente, añadió: "Si no sabes dónde estás, entonces sigue caminando. Cuanto antes lleguemos, antes sabrás lo que necesitas."
Sin esperar respuesta, inclinó la cabeza hacia el sendero, dejando claro que no estaba interesado en perder tiempo.
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Caroline comenzó a caminar, arrastrando sus cansadas y empapadas piernas con cada paso. Claramente, su calzado no estaba hecho para ese terreno, por lo que las piedras lastimaban sus pies, incluso cuando no prestaba atención a ese detalle, obnubilada por la situación, el estrés y la belleza tosca del paisaje.
Escuchó lo que el varón pronunció, pero permaneció en silencio durante algunos minutos más, pensativa. Poco a poco, comenzaba a calmarse y a pensar con mayor claridad. Todas las opciones que había barajado previamente en su mente no tenían sentido; se habían comprobado erróneas o simplemente absurdas. Por lo tanto, debía estar abierta a nuevas ideas.
"No me has dicho tu nombre", murmuró después de un rato. Tenía que intentar conversar con ese joven que, en ese momento, parecía más lúcido de lo que ella había considerado hace un instante.
Al pronunciar esas palabras, se detuvo en seco, dándose vuelta y observándolo por lo que parecía la primera vez desde su encuentro. Su rostro, terso pero duro, y sus ojos brillantes, ocultos bajo las oscuras cejas que enmarcaban su imagen, captaron su atención. Bajó la mirada hacia su ropa, notando que no se trataba de harapos ni de un simple disfraz, como su mente había supuesto en un principio. Un escalofrío recorrió su espalda: el frío calaba su vestimenta, que no encajaba en absoluto con el clima ni con el lugar. Por eso, volvió a ponerse en alerta.
"También me gustaría saber dónde estamos", anunció, con cautela.
Alex la observó con atención, sus ojos recorriendo cada detalle de su apariencia. Todo en ella gritaba que no pertenecía a ese lugar: las prendas extrañas, el calzado poco práctico, incluso la forma en que hablaba. Era como si hubiera salido de otro mundo, y esa idea le provocaba un malestar que no podía sacudirse. Se excusó suponiendo que era una McLeod, ese clan tenía fama por la facilidad estética de sus mujeres, por ser tan... atrevidas. Claro, eso debía ser.
Su mirada se endureció al ver el temblor en sus manos, pero no dijo nada. Había aprendido hacía tiempo que la compasión era una debilidad que pocos podían permitirse. Si ella era una espía o una distracción enviada por quien fuese, no le daría el lujo de relajarse.
"Camina," ordenó de nuevo, su tono seco, mientras comenzaba a andar detrás de ella, asegurándose de que no intentara huir. A cada paso, sus botas resonaban contra la tierra húmeda, un eco que parecía marcar el ritmo de su desconfianza.
El bosque que los rodeaba era denso, el aire cargado del olor a musgo y tierra mojada. Alex avanzaba con la certeza de alguien que conocía ese terreno como la palma de su mano, su postura rígida y alerta. Aunque su mandíbula estaba tensa, su mente trabajaba rápidamente, evaluando posibles escenarios.
Si no era una enemiga, entonces, ¿qué demonios hacía alguien como ella aquí? Y si lo era, ¿cuál sería su propósito? La falta de respuestas lo irritaba, pero lo que más lo desconcertaba era ese leve impulso de protegerla, un sentimiento que trató de enterrar antes de que pudiera distraerlo.
"Si me dices de donde vienes, entonces quizás... Quizás no te maten." Exclamó. "No mientas, en la corte te van a descubrir y... y será una lástima." Murmuró sin intenciones de alargar las palabras, de confesarle el atractivo que le encontraba en aquella piel pálida y rostro inocente.
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claramente la muchacha no se quedó a esperar la reacción del joven ante aquella roca que le lanzó, puesto que en cuanto salió disparada de su mano, ella comenzó a correr torpemente, buscando escapar aunque ni siquiera sabía a dónde ir. no reconocía nada. sus pasos fueron cortos ya que en cuestión de segundos el salvaje la había tomado por el brazo y ella se frenó en seco, a sabiendas de que lo había empeorado todo... pero claro que había valido la pena el intento. sus orbes volvieron a encontrarse de frente, las de caroline estaban abiertas de par en par cómo quien sabe que la ha cagado. si tuviera que matarte ya estarías muerta... aquellas palabras la dejaron helada, puesto que por las pintas del contrario y cómo había cerrado la distancia entre ambos, podía adivinar que no había ni un gramo de mentira en sus dichos. ¿dónde estaba? ¿por qué no reconocía nada a su alrededor? por supuesto la joven no era de creencias mágicas, pero apenas podía sentir que un rayo la había teletransportado a otra parte del mundo. que equivocada estaba. escuchó con atención las palabras de alek, que hablaba con un acento desconocido para ella y el cual no podía adivinar. "¿mcleod?" repitió, incrédula. "¿rey?" agregó, pero optó por no seguir preguntando puesto que su par no parecía muy dispuesto a dar preguntas y, además, si quería averiguar qué era aquél sitio, tenía que ser inteligente. asintió levemente. "está bien" asintió, casi automáticamente. en estados unidos, su país de origen, no había ningún rey, así que aquello le daba una pista: o estaba siendo parte de un juego macabro o no estaba en casa.
Alex apenas reaccionó al golpe de la piedra; el proyectil apenas le rozó el hombro antes de caer al suelo con un ruido sordo. Su mirada, hasta ahora impasible, se oscureció con una mezcla de incredulidad y desprecio. No era el tipo de hombre que toleraba desafíos, y menos aún de alguien tan evidentemente desorientado como Caroline.
Con un movimiento veloz, Alex cerró la distancia que ella había intentado ganar, atrapando su brazo antes de que pudiera dar un paso más. La fuerza de su agarre era firme, pero no brutal, como un cazador que sabe que su presa no tiene posibilidad de escapar. Apretó la mandíbula antes de responder.
"¿Eso era todo tu plan? ¿Una piedra y correr?" preguntó, su voz baja y cargada de sarcasmo, pero con un matiz de peligro latente. La forma en que estaba vestido, con cuero endurecido y armas rudimentarias a la vista acompañaban su rostro hostil con hermosos ojos azules. Era la viva imagen de un hombre árido.
Sin soltarla, inclinó la cabeza para mirarla directamente a los ojos, lo que la obligó a enfrentar su mirada intensa. "No estoy aquí por tus monedas ni por tu... ¿celular? Deja de usar palabras estúpidas y responde." Exclamó con fastidio, una parte suya estaba perdiendo el control. No había conocido ninguna mujer capaz de enfrentarlo de ese modo antes. " Si tuviera que matarte, ya estarías muerta." La soltó de golpe, dándole un paso de espacio, pero su postura dejaba claro que podría atraparla de nuevo si lo intentaba.
"Ahora escucha, y escucha bien," continuó con un tono más firme. "No sé qué haces aquí ni cómo llegaste, pero estás en un lugar donde la estupidez te costará la vida. Si quieres sobrevivir, deja de actuar como un conejo asustado y haz lo que te digo." Exclamó acercándose un poco, como si supusiera que Caroline haría un movimiento estúpido pronto. "Tienes que explicarle al rey que haces en estas tierras, ¿Eres una estúpida MacLeod que vino a espiar, verdad?"
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cuando el joven se acercó, sus ojos se encontraron y las lágrimas en las orbes de caroline brotaron con aún más fuerza. el pánico se había apoderado de ella. ¿quién era este hombre y por qué estaba vestido... así? parecía un salvaje. nada común para el siglo XXI. quizás, era alguna de esas pobres almas que caían bajo el efecto de las drogas y terminaban en la calle, por lo cual claramente estaba en peligro en su presencia. tenía que huir, pero el cuerpo ajeno bloqueaba cualquier escapatoria. " soy de por aquí " respondió, sin inmutarse, mientras su mirada recorría sus alrededores en busca de algo que pudiese usar cómo defensa. " yo... no tengo mi celular " atinó a decir, creyendo que era aquello lo que este joven buscaba. "pero puedo tener algo de dinero" agregó, mientras llevaba su mano hacia sus pantalones en busca de algún billete rezagado. en el medio de aquellos movimientos desesperados, sus manos dieron con una piedra que estaba justo al lado de sus caderas. cuándo el masculino le dio la orden de que se levantara, hizo caso, irguiéndose sobre sus piernas que casi parecían no responder, antes de lanzar aquella roca hacia el cuerpo ajeno e intentar huir.
Alex la observó con frialdad, su figura imponente bloqueando cualquier posible escape. Su rostro permanecía inquebrantable, pero sus ojos la analizaban, buscando alguna señal de amenaza o engaño. Las palabras de Caroline no parecían importarle demasiado; estaba más concentrado en lo que su instinto le decía sobre ella, y sabía que su deber estaba por sobre cualquier cosa. En el pueblo no le perdonarían dejar libre a una mujer tan misteriosa.
"¿A casa?" soltó con un gruñido bajo, inclinándose lo suficiente como para que sus ojos quedaran al nivel de los de ella. "Mírate. ¿Dónde es esa casa de la que hablas? Ni siquiera tienes acento de ser por aquí." Su voz era dura, pero no necesariamente cruel, más como si intentara imponer la realidad en medio de su confusión.
Alex no apartó la mirada. "Si realmente no sabes dónde estás, entonces peor para ti," añadió, su tono cortante. Dio un paso hacia atrás, aunque sus movimientos seguían siendo tensos, como si esperara que ella hiciera algo que lo obligara a reaccionar. "Levántate. No tengo tiempo para tus lágrimas, y si sigues actuando como una presa, algo peor que yo te encontrará."
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levantó su rostro casi de inmediato cuándo el desconocido lo ordenó, sin saber si aquella acción era puro instinto de supervivencia o estupidez. sus manos temblaban, pero las bajó al suelo, junto a sus caderas, buscando quizá un poco más de estabilidad pero sin entender del todo que lo perdida que se sentía no era solamente en un plano físico, si no en el emocional. "y-yo.." comenzó a murmurar. ¿quién soy? pensó, durante algunos segundos. "soy caroline" terminó por agregar, de manera vacía y con algunas lágrimas en sus ojos. "solo... quiero ir a casa, por favor. estoy a algunas cuadras creo... no estoy segura pero te juro que me iré a casa y no volverás a verme" claro, aún no sabía lo que realmente estaba ocurriendo.
Alex arrancó el arbusto de un tirón, lanzándolo a un lado sin cuidado. Su mirada dura se posó en la figura encogida frente a él, evaluándola con frialdad.
“¿Crees que esconderte te va a salvar?” gruñó, su voz áspera y cargada de desdén. Dio un paso adelante, sin importarle el temblor evidente en la chica. “Levanta la cara. Si supieras dónde estás, entenderías que suplicar no sirve de nada.”
Aun así, algo en la forma en que Caroline se encogía hizo que Alex dudara un instante. No parecía una amenaza. Pero no podía permitirse bajar la guardia; no en un lugar como ese.
“¿Quién eres? Habla, antes de que me arrepienta de no acabar contigo ahora mismo.” La mano de Alex descansaba sobre la empuñadura de su arma, listo para actuar si fuese necesario. Las sombras del bosque parecían acercarse, alimentándose del miedo palpable en el aire.
@octaeviasblake
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