#el sushi nunca te va a dar ese calor
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Mi vida por la gorda (la polenta)
El décimo mandamiento: amarás a la polenta. No posta culiao no cabe en el anco la gente que DETESTA la polenta, hacela con salsa, ponele no sé salchicha, queso, lo que se te cante el pingo. Me transporta inmediatamente al invierno y a mi mami dandomé con el gusto (o sea AMOR). Aprendan a hacer un pastel de polenta no c .
El desprecio clasista es lo peor que existe y se aplica sólo para comidas ricas (como también el guiso)
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Gohan con Tampico
Libia tiene una cita con un chico que conoció en línea. Ella insistió en la comida japonesa pero los precios del menú le hacen arrepentirse. Pide un Gohan con Tampico y una jarrita de té verde, lo más barato del listado, en lo que llega su "date". El mesero le sirve una taza sin esperar a que ella asiente con la cabeza para hacerlo. La infusión se enfría en los quince minutos que espera de más, ya habían pasado otros quince antes de que se animara a entrar en el restaurante. Se resigna a comerse el Gohan y a dar el primer trago del té frío, que le sabe más amargo aún. La han dejado plantada. Pide la cuenta molesta y triste. Molesta por haber sido ella quien sugirió conocerse y triste por haberse ilusionado. El mesero deja caer la charolita con el cambio. Libia, molesta con la actitud del mesero, decide no dejarle propina cuando descubre que le han robado la chamarra de la silla.
En la estación de Ecobici se percata de que su tarjeta está bloqueada. Empuña su celular justo cuando suenan los primeros acordes de "Cowboys from Hell", que la hacen sobresaltarse. Es un mensaje de Cristal, su vecina. Le preceden otros mensajes que ha estado enviando desde hace casi una hora. Cristal: Ke pedo Liby? Tengo sita para decolorar el pelo y el vello de los brazos yano puedo seguir cuidando a Pantera.
Libia se enteró de la existencia de Cristiano Ronaldo por su date, César, quien prefiere que le digan Ci-ci. En sus fotos de perfil busca emular la actitud del futbolista, el corte de pelo y la actitud corporal, aunque Ci-ci realmente no se parece a su ídolo. En el autobús, Libia revisa las publicaciones de César, ha decidido dejar de llamarlo Ci-ci, y le llaman la atención la cantidad de fotos y memes de R9. Deja comentarios en algunas publicaciones. Los comentarios, reclamos velados por haber sido plantada, comienzan a subir de tono hasta volverse en agresiones. "¿No será que te gusta R9?" Es el último comentario que publica antes de bajarse en su parada, el Chopo.
La puerta de metal retumba cuando la golpea con los nudillos repetidamente. La puerta se abre hacia adentro y deja escapar a un perro diminuto que ladra sin respiro. Libia se acuclilla para acariciarlo y le habla con voz cariñosa y pausada. Se incorpora para agradecer, pero justo la puerta se azota en su cara. Levanta el puño dudando en volver a tocar. Pantera ladra con insistencia. Libia le pone la correa y se alejan por la calle.
Es aún temprano para paseadores de perros y corredores. Pantera se mueve a sus anchas. Libia revisa la pantalla del celular, lista para profundizar con los comentarios incisivos en las publicaciones de su date fallido, pero los anteriores no se han publicado. Corrobora que no tiene señal. Siente vergüenza por sus comentarios. "Suenas como vieja ardida" se recrimina en voz baja. Borra los comentarios mientras puede. Los ladridos de Pantera suenan a lo lejos. Libia lo busca entre los matorrales hasta dar con él. Lo llama una y otra vez, pero su perro ignora el llamado. Gatea entre los matorrales para rescatarlo. Pantera ladra desaforado a una especie de cubo de Rubic traslúcido y luminoso. Libia lo mira hipnotizada por la luz blanca que cambia de intensidad tenuemente como si estuviera latiendo. Se siente en paz al verlo. Otro perro husmea a unos metros. Libia se desconcierta con la llegada de un perro husmeando. Toma a Pantera y al cubo con destreza Y se incorpora ante la mirada inquisitoria de una mujer con sobrepeso. El perro de la mujer olfatea sus pies y hace el ademán de levantar la pata trasera para orinarle. Libia chasquea la boca al instante y mueve una pierna amenazando con una patada. El perro de la señora entiende la advertencia.
Media noche. Libia alcanza a llegar al baño para vomitar té y arroz. No entiende cómo pudo caerle mal el arroz al vapor. ¿O fue la mayonesa del Tampico? ¿O el agua del té verde? Enciende la luz de la campana de la estufa para poner la tetera. Por el cubo de luz llegan los gemidos de los vecinos haciendo el amor. Espera paciente a que hierva en agua, atenta a los rechinidos de la cama y los gemidos de la vecina que van en aumento. Piensa hace cuánto que no ha estado en esa posición. Los acordes de "Cowboys from Hell" la desconciertan. Empuña su celular. Es un mensaje de Ci-ci que envió a las dos de la tarde. "Nos bamos a ver?" dice. Libia lo mira por un instante. La vecina exhala un gemido climático rotundo. Libia lo borra al momento en el que la tetera comienza a silbar.
2
Chaco no recuerda cuando vio esa película de artes marciales que lo dejó marcado, sobre todo la secuencia de acción en la que uno de los personajes principales es atacado por varios hombres y los repele uno a uno con movimientos precisos y contundentes. El hombre sale victorioso del ataque, cansado y bañado en sudor, viendo a sus atacantes noqueados alrededor. El personaje y la escena la tiene incrustada en su mente. El personaje se le aparece en sueños, Chaco va por la calle y se lo topa subiendo a un autobús o sacando dinero de un cajero automático o conduciendo un pullman que espera en el semáforo. En otros sueños el personaje le habla directamente, es maestro de inglés o le ofrece un juego de sartenes a la entrada de un edificio corporativo. El personaje siempre viste con un karategui negro, como en la película, y lo mira con ojos vacíos y amenazantes. Cuando se le aparece entre sueños se siente amenazado. Sabe que no debe hacer contacto visual con él, pero siempre termina haciéndolo. Es entonces que siente el impulso, la obligación, de enfrentarlo. Pero nunca sabe cómo reaccionar a la primera kata amenazante que despliega el personaje. Chaco despierta invariablemente después de esto.
La temperatura bajó en la tarde y Chaco sufrió en la bici de regreso de entregar un pedido. Se resguarda en la cocina para entrar en calor a pesar de los reclamos de los dos encargados de la comida caliente. "Ni te pongas cómodo, Chaco, que este pedido sale en cinco" le advierte el itamae desde la barra de sushi. Chaco niega con la cabeza murmurando que tiene frío. Y hambre. Los encargados de la plancha terminan de llenar las cajas de cartón con los yakimeshi, gohan y tepanyakis. El pedido casi no cabe en la bolsa de plástico. Chaco se reconforta con el calor que emana el pedido, pero el olor de todo le hace salivar. El gris de la tarde a punto de llover le recuerda lo que le espera montado en la bici. Se abre camino entre las mesas sin ser visto por el itamae y toma una chamarra que cuelga del respaldo de una silla en una mesa aprovechando la distracción de la chica absorta en su celular.
Una chica abre la puerta del edificio descalza, en minifalda de mezclilla y camiseta blanca. Chaco le mira el escote mientras ella cuenta las cajitas del pedido. "Hay ocho" murmura la chica sacando una de ellas. Se la entrega a Chaco junto con un billete de $500. "Eran siete... Ganaste" le dice con cierta coquetería que lo desarma. Chaco hurga en su cangurera para darle el cambio. La chica desaparece por el lobby sin haberle dado propina. "Ha de creer que la cajita que sobró es mi propina" piensa entre molesto y aliviado. La puerta del edificio se vuelve a abrir. "Ay, qué bueno que estás aquí" le dice con familiaridad otra chica, una pelirroja, que lo toma del brazo y mete al edificio sin que pueda reaccionar. Entran en un departamento en planta baja y la chica pelirroja le entrega una llave inglesa mientras balbucea una explicación que no termina de ser clara. "3/4", "butano" y "fogón" son palabras que la chica pelirroja mezcla en un portuñol poco menos que claro. Un celular suena y la chica pelirroja levanta la mano como pidiéndole un momento. Responde. Chaco echa un vistazo al departamento oscuro y amueblado eclécticamente. Un sillón blanco y grande que se antoja cómodo ocupa la mayor parte de la sala. Un espejo en toda la pared duplica el espacio generando un ambiente raro. Chaco se mira con la chamarra que robó del restaurante, un rompevientos de tela estampada de camuflaje en tonos azules con un cuello de peluche fucsia. El color no le convence, pero le queda bien. La chica pelirroja levanta la voz a su interlocutor. Chaco mira con detenimiento a la chica: su tatuaje discreto en el muslo, los shorts de mezclilla con peto y camiseta roja sin mangas que viste, su cabello recogido en un chongo justo en la coronilla. "Debe ser modelo" piensa recordando la cajita que trae en la mano. "¿E isso?" Pregunta la chica pelirroja señalando la cajita. Chaco se encoge de hombros porque desconoce el contenido. "Gohan... Con Tampico" dice decepcionado al abrir la caja. "É bom?" Le pregunta la chica pelirroja mientras hurga en los cajones de un trichador junto a una mesita redonda que funciona como el comedor del departamento. Chaco asiente desganado con la cabeza emitiendo un sonido ambiguo cuando la chica pelirroja vuelve a él con dos tenedores. La cajita posa vacía sobre la mesa junto a la llave inglesa. Chaco mira su reflejo desde el sofá cuando la chica vuelve con dos copas y una botella de Boone´s de durazno que deja sobre la mesita de vidrio templado y sirve generosamente. "Kampai" le dice la chica pelirroja con una sonrisa en los ojos. Chaco responde aclarándose la garganta y da un trago a la copa de Boone´s. Nunca lo había aprobado, pero le sabe igual a un Viña Real. Vuelve a sonar el celular. La chica pelirroja responde de nuevo y habla con tono de reclamo. Chaco se siente incómodo. Deja la copa sobre la mesita y se dispone a irse. La chica pelirroja lo toma del brazo, negando con la cabeza. "Ok" responde mentalmente Chaco. La voz de la chica pelirroja sube de tono antes de que termine la llamada. Comienza a llorar. Chaco no sabe qué hacer. Posa su mano sobre el hombro de la chica pelirroja que instintivamente lo abraza. Él siente su respiración caliente en su pecho mientras le soba la espalda con la mano a manera de consuelo. Sus miradas se juntan. La chica pelirroja le sonríe. Sus labios se unen. Se besan durante unos minutos. Chaco le acaricia la espalda con más intención, sintiendo las tiras del brassiere de la chica pelirroja, brassiere que le quisiera quitar para sentir la piel de sus pechos. Su mano sigue el contorno del cuerpo de la chica pelirroja y hasta llegar a sus pechos. Ella murmura que no, pero Chaco vuelve a insistir. La chica pelirroja se separa. "Agora nao" le dice alisando su camiseta. Chaco levanta su mirada al espejo. Se siente como un idiota. Suena su celular. Mira la pantalla y echa los ojos al cielo, pero no responde. "Tudo bem?" Pregunta la chica pelirroja. Chaco se levanta del sillón. "Tengo que volver al trabajo" le dice.
"¿De qué animal es esa piel?" pregunta Bugui, uno de sus compañeros de piso que sólo usa camisetas negras de Helloween y W.A.S.P. y pantalones de mezclilla entallados, admirando el peluche fucsia de la chamarra que se robó del restaurante. Chaco se encoge de hombros aunque está casi seguro que es poliéster o algún otro material sintético. Sus otros dos compañeros de piso, el Ibañez y el Master, metaleros de cepa y pachecos consuetudinarios, esperan a que se cargue en la laptop un video en Youtube para seguir ensayando. "Pinchi Telmex" dice el Ibañez impaciente, con el bajo colgando en su cuello. Los acordes del inicio de "Just in the Wind" suenan repetidamente poniendo a todos de malas. El Rash -mezcla de Raymundo y Ash- es el que rasga socarronamente las cuerdas de su guitarra Yamaha, sabiendo que la canción molesta a todos excepto a Bugui, que es menos purista y, junto con Chaco, no toca en el grupo. "¿Neta van a ensayar?" Pregunta Chaco hundiendo la mano en la bolsa de Sabritones. Sus compañeros de piso lo ignoran. "Pinchi Telmex" vuelve a decir el Ibañez acomodándose el pelo largo que le cae en la frente. Chaco toma un segundo puñado de Sabritones y desaparece en su cuarto esperando a que no se pongan a ensayar. Se deja caer en la cama sin quitarse los zapatos. Empuña el celular instintivamente. No hay internet. Repasa la lista de las señales de wi-fi de los vecinos para dar con una que ya haya hackeado. Teclea un mensaje que envía pero se queda con una sola palomita. Revisa el perfil de Instagram de la chica pelirroja que, juzgando por las fotos publicadas, no siempre ha sido pelirroja, ni lo será. Chaco sonríe al descubrir una foto de la chica con cabello azul y karategui negro. Unas fotos más adelante, sonríe a la cámara abrazando a un hombre mayor, ambos con karategui negro. El hombre le parece conocido. Amplía la foto para verla con detenimiento. Chaco lo reconoce con los ojos que lo miran directamente. Deja caer su celular como si le hubiera quemando la mano. Se acuesta de lado desconcertado, tomando una posición fetal en la cama. Siente miedo.
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