#el sueño de la razón y los monstruos cotidianos
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vasayus · 4 months ago
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END.
10:10 am
Me despierto todavía cansada, con calor y la boca seca de tanto fumar. Me toma algunos segundos saber donde estoy y recordar que alguien más duerme conmigo.
Me doy la vuelta y con el rostro sumergido en su pecho, aspiro profundamente. Él nunca huele a nada, pero yo siento que tengo el humo y la noche pegados al cuerpo y me dan ganas de bañarme para terminar de despertarme.
Buenos días, le digo. Él con un pequeño gruñido y sin hablarme ni mirarme, me atrae a sus brazos y me abraza con fuerza, rodeando mi cadera con sus piernas siempre tibias. Entiendo que aun no quiere levantarse.
El cuarto donde descansamos es el más pequeño y lejano de la casa, no tiene ventanas y las paredes son gruesas y viejas, por eso nunca se sabe si afuera hace calor o frio, porque la habitación tiene su propio clima. Sin embargo, agudizando el oído se puede adivinar la lluvia cayendo torrencialmente sobre las tejas. Rionegro está en medio de una tormenta, como siempre.
Incapaz de volverme a dormir, pero no despierta del todo, escucho a mi abuela hablando con mi tío en el primer piso. Su voz quebrada por la edad, hace parecer que todo lo que dice es terriblemente triste… Pequeña, canosa y frágil, hablar con ella, es tener un nudo en la garganta.
Dicen que la ciudad se va a inundar. Señala intranquila. Me la imagino sentada en el sillón, viendo las noticias mientras desmenuza alguna cosa extraña. Es como el diluvio de Noé, mijo, todos nos vamos a morir. Afirma con la boca llena de arraigadas creencias religiosas.
Que va. Exclama mi tío con la ira suave pero constante de los inentendidos. Siempre dicen lo mismo. Si realmente se inunda la ciudad, debe ser por allá en la casa de los pobres.
Mi abuela y mi tío tenían razón en todo. Mi abuela, por tener el llanto constante debajo de la manga, pues todo fácilmente se puede volver una tragedia y a veces no nos queda más que llorarle a ese Dios distraído. Y mi tío, que alegaba que las catástrofes solo afectan a los pobres, porque en efecto, son ellos los únicos que salen al mundo sin la armadura de la moneda.
Qué harías si este es el último día de tu vida. Le pregunto a Él con la voz adormilada. Sintiendo mi aliento calentar su oído.
Nada. Responde fríamente sin ni siquiera abrir los ojos.
No sé si me responde “nada” porque ciertamente no movería ni un dedo en el apocalipsis o porque tiene demasiado sueño para hilar una respuesta estructurada.
Nos sumergimos en un inevitable silencio, y mi mente todavía trastocada empieza a imaginarse el fin del mundo por cuenta propia.
10:10 am.
Él y yo cogidos de la mano, con una conexión tan frágil que apenas podemos resistir el viento que nos golpea en contra vía. Viviendo el mundo de maneras tan diferentes y aun así, buscando un mismo techo donde resguardarnos. Luchando con el aburrimiento de quien está vivo. Inventando nuestro propio universo. Amando mucho a los que se quedaron en la frontera de nuestro cosmos y rompieron las máscaras de los días cotidianos. No estamos tristes, solo estamos esperando.
El ultimo día. Reírnos de la desgracia, llorar por la infancia que es como un monstruo bello que aparece de la nada, morir un poco en cada carcajada, hablar con el idioma que solo nosotros podemos entender. Y el mundo a nuestro alrededor cayéndose a pedazos: Lluvias de nubes mutiladas, soles nuevos que vomitan fuego y la mar, como una leona que cuida a sus crías, deshaciendo todo lo que se levanta a su alrededor. Nosotros, debajo de un techo muy azul, cubriéndonos de todo aquello, absortos en la llama larga del penúltimo fósforo, yo escuchándolo hablar sobre las partículas entrelazadas, que cuando son alejadas la una de la otra, incluso en puntos opuestos del universo, si es alterada o afectada una parte, la otra parte se verá idénticamente alterada o afectada sin importar cuando tiempo lleven separadas. Él, con el rostro ambiguo de quien posee la sonrisa inocente, pero los ojos tan turbios como el Diablo mismo. Tranquilos y perezosos, regándonos el uno al otro como árboles raquíticos, felices porque al fin está pasando algo que valga la pena ser escrito.
Y tú qué harías. Me pregunta Él rompiendo el silencio que me sumerge en el sueño.
Saldría a pasear a mis perros. Digo perezosa.
Qué hora es. Pregunta pegándose aún más a mi cuerpo.
10:10 am. Miro en el reloj cansado de colgar en la pared.
Todavía está temprano. Sentencia.
Nos volvemos a quedar dormidos y yo sueño con camisas hawaianas y la mirada reprobatoria de mi madre. Recuerdo aún dormida la noche anterior, como un espiral de acontecimientos pequeños pero importantes. Tinta negra, voces de nicotina, enredaderas, pipas y aros blancos. Rememorar, recordar y sobreanalizar es el vicio del cerebro ansioso. Y sin embargo, en mi sueño siento que ya no tengo miedo. Sigo siendo un poco inconsolable, pero nace de mi corazón un tigre indomable. Humo que muere bajo la llovizna, una luna que lucha a través de la selva gris de los cielos, barba de parches y uñas negras. El sonido de los perros jugando con ladrillos y la media noche con sus risas de narices humedecidas.
En mi sueño Colombiano es una playa fría y yo soy un ángel que permuta sus alas por una noche de libertinaje, noche en la que conoce al Diablo con cabello largo. El mar se congela junto con el cielo y el infierno y entonces todos: Los santos, los pecadores, los que esperan en el purgatorio aburridos porque no hay internet, se vuelven iguales: Fantasmas diminutos que se ahogan en la marea de hielo.
Una parte de mi se despierta por el sonido de un trueno y la otra parte, se niega a irse del sueño.
10:10 am.
Vuelvo del todo. El cuarto. El reloj. Mi cama. Paredes viejas. Él, despierto, apoyado sobre mi cuerpo, mirando absorto el borde de la puerta con sus ojos de niño malo.
Se está entrando el agua. Lo dice para sí mismo. ¿Ha llovido tanto?
Mierda. Exclamo recordando la conversación de mi tío y de mi abuela. No pude sacar a pasear a mis perros. Digo resignada.
Él me mira y yo siento que podría quedarme para siempre prendada a esa expresión de ternura que le sale a medias cuando le hablo. Murmuro algo inentendible mientras me doy la vuelta y rodeo su cuerpo con mis piernas siempre frías. Estoy adormilada y quiero seguir soñando con ángeles valientes e infiernos de hielo. Él se vuelve a recostar y me acaricia la cabeza. Nunca sé que está pensando cuando me acaricia la cabeza. Me da un poco de angustia su silencio, porque conozco lo profundas y retorcidas que pueden ser sus imaginaciones a veces, cuando se queda consigo mismo, atascado en las ideas.
Bostezo. Y siento el latir de su corazón.
Recuerdo que mi tío dijo que la lluvia solo iba a inundar la casa de los pobres. Nosotros no somos pobres. Pienso que a lo mejor no es que se esté acabando el mundo, no es que Rionegro se esté inundando de tanto llover, no es, tampoco, el diluvio 2.0 de Noé… A lo mejor todo se está inundado de las lágrimas eternas de mi abuela, que se dio cuenta de que traje al Diablo a dormir a casa. Pobrecita, no sabe nadar y tampoco sabe parar de llorar, ni ella, ni yo, ni siquiera Rionegro sabe cuando parar de llover…
¿Debería irme ya? Me pregunta Él.
Y antes de volverme a sumergir en su pecho me doy cuenta de que el reloj cansado de colgar en la pared, también se cansó de dar la hora.
En este cuarto siguen siendo las 10:10 am. Digo
Todavía está temprano. Sentencia.
Me da un beso en la frente y volvemos a quedarnos dormidos.
Sueño que yo tampoco haría nada en el fin del mundo.
10:10 am .
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latikobe · 7 years ago
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Cuba, el sueño de la razón y los monstruos cotidianos
En cualquier barrio salta a la vista ese anciano para el cual no existe un espacio donde encontrar distracción (Foto: Ernesto Pérez Chang)
LA HABANA, Cuba.- Algunos dicen que es una costumbre y que ha quedado como herencia española, pero también están quienes afirman que dormir la siesta es una reacción normal de las personas que viven en países calurosos como el nuestro.
Lo cierto es que a muy pocos asombra ese paisaje cotidiano donde se hacen evidentes el aburrimiento y el cansancio, el abandono y la vagancia, la miseria y el desencanto.
En La Habana no es difícil capturar una imagen de alguien echado en el suelo en medio de La Rampa, una de las zonas más céntricas de la capital, o simplemente cabeceando mientras espera el transporte que lo regresará a casa, nuevamente para quedar dormido hasta el otro día.
En Cuba es normal que la gente interrumpa el horario laboral para tomarse un largo descanso que va más allá de fumar un cigarro o ingerir algún alimento. Después del mediodía, incluso a media mañana, es posible toparse con la imagen de alguna dependienta roncando sobre el mostrador de su comercio o a un barrendero dormitando a la sombra de un árbol.
“Es normal. Es el sueñecito normal”, nos dicen varias personas a las que les preguntamos en la calle.
‘Es como cuando uno bota a un perro de la casa, o cuando se pierde. Se tiran a dormir hasta que aparece alguien que les dé comida o hasta que se mueren’, dice Graciela (Foto: Ernesto Pérez Chang)
También están los que opinan sobre un país donde existen multitudes que, no tenidas en cuenta en los planes de salvación del Gobierno, han quedado totalmente fuera del juego, digamos que en suspensión.
“Es como cuando uno bota a un perro de la casa, o cuando se pierde. Se tiran a dormir hasta que aparece alguien que les dé comida o hasta que se mueren”, dice Graciela, una anciana que me ha visto tomar una foto a una enferma mental que duerme bajo el sol ardiente del mediodía.
“A veces pasa el carro (del Hospital Psiquiátrico) y los recoge, pero después los vuelves a ver, como si nada. Dicen que se escapan pero es mentira, los vuelven a soltar a los días. (…) Uno se da cuenta que viene un presidente o una personalidad de afuera (extranjera) cuando pasa el carro del Psiquiátrico y los cargan. ¡Ah! Eso es que viene alguien, y de verdad. (…) Pero toda La Habana está llena de gente durmiendo en los parques, a la intemperie, y no solo gente loca. Eso no se veía antes”, se lamenta Graciela.
“La mayoría son enfermos mentales que no tienen amparo familiar o han sido dados de alta”, afirma Pedro Miguel León, quien trabajara como técnico patólogo del Hospital Psiquiátrico de La Habana y que fue testigo de la oleada de muertes por negligencia médica que revelara la prensa independiente no hace mucho tiempo atrás.
En La Habana no es difícil capturar una imagen de alguien echado en el suelo en medio de La Rampa (Foto: Ernesto Pérez Chang)
“Siempre fue así y sigue igual. Los llevan, los guardan un tiempo, y luego los dejan ir. (…) A veces incluso dejan que se escapen para que sea menos gente que alimentar”, afirma Pedro.
Sin embargo, no solo son los enfermos mentales quienes deambulan sin rumbo por nuestras calles. En cualquier barrio salta a la vista ese anciano para el cual no existe un espacio donde encontrar distracción.
Incluso al interior de los hogares se les hace difícil la existencia al no ser considerados un pilar fuerte de la economía doméstica.
“Son ceros a la izquierda. Ocupan el último lugar en el hogar”, explica el Doctor Lionel Azcuy, psiquiatra experto en la atención al adulto mayor: “(El hogar) casi siempre es una vivienda en malas condiciones, sin ventilación, sin agua, sin espacios para la privacidad, donde la familia vive hacinada, por eso los ves durmiendo la siesta en un parque, o en la entrada de la propia casa, en un borde de acera, en un portal, porque es el lugar más fresco, o donde no molestan”, comenta el especialista, quien no duda en considerar esas escenas cotidianas de personas mayores o enfermas dormitando en las calles como reflejo de lo que sucede con buena parte de la ancianidad y no como un práctica cultural.
Se les hace difícil la existencia al no ser considerados un pilar fuerte de la economía doméstica (Foto: Ernesto Pérez Chang)
“¡Qué tradición ni ocho cuartos! Una cosa es dormir la siesta y otra es tirarse donde sea, como un animal sin lugar. (…) La llegada de la edad de jubilación muchos ancianos en Cuba no la asumen, no la pueden asumir, como una nueva etapa de la vida donde hacer cosas nuevas sino como la espera del final, es la antesala de la muerte. Ya todo se acabó y hay que resignarse, de ahí que muchos cometan suicidio o deriven en alcohólicos. (…) El dinero no les alcanza para sostener el hogar, sino solo para comprar escasamente las medicinas. (…) El Gobierno debería tenerlos más en cuenta a la hora de pensar que somos un país que envejece. No es solo decir que se ocupan de ellos, es que cualquiera pueda comprobar que realmente lo hacen, y no me refiero a mantenerlos con vida dándoles medicamentos y atención médica, es ofrecerles oportunidades como a cualquier joven o niño, o mucho mejor”, opina Azcuy.
Aunque el Gobierno cubano, en su discurso sobre los ambiciosos planes de desarrollo económico para el 2030, ha prometido no dejar desamparados a los menos favorecidos por la fiebre de inversiones capitalistas, las imágenes cada vez más frecuentes de personas abandonadas a su suerte están demostrando que existe un aumento preocupante de las desigualdades sociales, algo que ha hecho que en las calles de Cuba algunos se pregunten sobre la pertinencia de continuar el modelo político comunista.
A muy pocos asombra ese paisaje cotidiano donde se hacen evidentes el aburrimiento y el cansancio, el abandono y la vagancia, la miseria y el desencanto (Foto: Ernesto Pérez Chang)
Cuba, el sueño de la razón y los monstruos cotidianos
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algunostextos · 3 years ago
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Sueño sólido
Ingresar en la muestra de Nicanor Aráoz es como entrar en un taller mecánico dedicado a la fabricación de monstruos del futuro. “Tengo amor por los oficios” dice el artista, y su obra lo confirma.  
La instalación, conformada por cuatro piezas enormes pensadas bajo la lógica del “site specific”, se presta a que la exploremos con cierto cuidado, pero también con soltura. El recorrido no está del todo definido y no hay límites claros que determinen hasta dónde podemos acercarnos. Hay incluso una invitación para que interactuemos de manera directa, ya que una de las esculturas, conformada por una rockola y una figura alada transparente e inflable, nos permite elegir entre canciones electrónicas de los años 90, y así ambientar la escena.
La obra de Aráoz está construida a partir de operaciones surrealizantes de ensamblaje. La hibridación de elementos disímiles puede incluso notarse a partir del nombre de la muestra, “Sueño sólido”. Este oxímoron, en tanto parece imposible asir materialmente los sueños, ya que son alucinaciones del inconsciente y lejos están de las leyes físicas del mundo de la vigilia, nos invita no sólo a descubrir qué se esconde bajo su denominación, sino a dejarnos atravesar por todas las variables que aparecen cuando nuestro pensamiento se libera de esta lógica binaria a la que tanto nos tienen acostumbradxs. Acá, lo sólido puede ser un modo de ser de lo onírico. Y esta es una postura que se pelea con la idea de que la obra es la materialización de un sueño, creo más bien que la instalación es una experiencia onírica donde lo sólido muestra sus múltiples modos de ser: bondadoso, violento, dominante, sumiso. Un catálogo del BDSM, pero sin humanxs.
El artista nos muestra estructuras mecánicas muertas, inertes, envueltas en piel, en una piel llena de agujeros estirados, una piel que no puede más. Los materiales y las formas son llevados al límite de su capacidad expresiva. La cadena y el neón son elementos que se repiten hace años en su obra, como el recurso ya harto conocido del ready made, que hace uso de objetos cotidianos y utilitarios, como la rockola o la motocicleta Husqvarna.
Podemos decir que Aráoz logra distraer su razón y darle vía libre a todas esas fuerzas más oscuras e intuitivas, esas fuerzas fantasiosas que vienen empujando desde lo más hondo de la conciencia. Esto recuerda al título de aquella serie de grabados de Goya “el sueño de la razón produce monstruos”. La palabra monstruo viene del latín “monstruum” y significa “advertir” o “prodigio”. Originariamente refería a un suceso o figura que era enviada por los dioses o por las fuerzas sobrenaturales como testimonio de su voluntad. Podemos pensar que aquí, los dioses o las fuerzas sobrenaturales no son otra cosa que el inconsciente del artista, el arte se adelanta a la consciencia, y es interesante el término “prodigio” porque, al igual que las obras de Aráoz, habla del futuro. No sorprende que la instalación despierte estas lecturas distópicas, cuando algo se experimenta estéticamente, mensajes varios nos golpean el cuerpo y la cabeza. Pero no me refiero a que las obras portan un mensaje que deben transmitir, esa es una idea que debería estar más cerca de la extinción que de la reproducción, me refiero más bien a que funcionan como agenciamientos, en los términos de Deleuze. Los pensamientos que actúan en estas esculturas, lo que estas esculturas enuncian o agencian: des territorializan, se superponen y fugan hacia lugares no frecuentados por nuestro pensar habitual. Nos hacen fugar.
La instalación está construida a partir del deseo sin objeto, es un deseo de construcción que se asemeja más al devenir que al deseo como falta, como hueco a llenar, de ahí el profundo compromiso que tiene el artista por los oficios, por el hacer. Este escenario es una oportunidad para dejarnos permear por lo monstruosamente distópico, que no sólo nos hará sentirnos pequeñxs, sino también humanxs.
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the-ghost-of-tsushima · 3 years ago
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⠀⠀⠀⠀⠀⠀  #AOn002
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⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀𝖼𝗋: 𝖼𝗁𝗂𝗁𝗂𝗋𝗈.𝗍𝗑𝗍
Advertencias de contenido: Violencia, Gore, leer bajo su propio riesgo.
Las más grandes pesadillas tienen su origen, pensamientos viles, oscuros, sanguinarios que desatan masacres, y convierten a los seres humanos en lo que son en realidad, monstruos, asesinos sádicos, pues se sabe que incluso las personas más buenas resguardan oscuridad en sus almas, en lo más profundo de sus heridos corazones, y esta puede surgir cuando se le da un potencial motivo para ello, cuando esta se parte o se quiebra de tal manera que no queda más que polvo. Es el plan que tiene la muerte para todos los seres vivos, transformarlos al punto de la locura y la decadencia, sumergiéndolos en sus más ruines pensamientos para que en medio de estos puedan cumplir su trabajo y así darse un festín con las almas que caen, una, por una, lo que es un mal sueño para unos, puede maravillar a otros, extasiándose tanto con el dolor de los inocentes en medio de risas burlescas y lágrimas de amargura.
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La guerra en la isla de Tsushima fue el detonante principal para que este tipo de acontecimientos pasaran, todo lo conocido fue en descenso, la esperanza de vida, la existencia misma de las personas, por donde quiera que se paseaba los cadáveres abundaban, tiñendo de rojo, y dando un olor a carne putrefacta lo que habían sido los campos de hermosas flores, cuerpos hechos pedazos, cabezas cortadas apiladas en estacas, fogatas calcinando a los muertos, un sinfín de tumbas cavadas en las cuales las personas no les quedaba más remedio que dar sepultura con sus propias manos a sus seres amados que habían tenido el infortunio de caer en las garras enemigas, rezando a los dioses por su eterno descanso. Ya no había ninguna esperanza, este panorama era algo que el fantasma veía todos los días, al principio le producía un profundo desconsuelo, algo que presionaba su corazón con la misma intensidad que las rocas, le provocaba arder como la lava de los volcanes, juraba ante el viento y todo lo que podía escucharlo que se vengaría por todos aquellos que tuvieron que pagar por algo que no debían, esto era al principio, cuando él mismo pensaba que aquello tenía remedio, desafortunadamente las cosas iban de mal en peor, el numero de enemigos no disminuía, todo lo contrario aumentaba conforme más flotas llegaban al darse cuenta de la caída de miembros importantes de su ejército, esos hombres estaban preparados para todo, y Kothun Kahn de lo dijo al jitó desde el principio. Estudiaron hasta el más mínimo detalle de sus vidas, de sus habitantes, sus ejércitos, para saber cómo derribarlos y no permitir que estos se levantaran, era uno solo contra cientos de bestias salvajes ¿Qué oportunidad tendría ante ello?
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El código samurái fue respetado durante siglos, generación tras generación de guerreros seguían al pie de la letra las virtudes del bushido ante sus batallas más feroces, siempre de frente, mirando a los ojos a aquellos que eran sus rivales, pero sobre todo mostrando ese respeto que ellos consideraban que merecían, pero los mongoles estaban mucho muy lejos de si quiera ser considerados para esto con la muerte tan ruin de Lord Adachi, ellos atacaron desde el principio con fuego, ahora verían lo que era que su mundo ardiera mucho más que las llamas del mismo infierno. Este código quedó manchado en la sangre del enemigos el día que Jin Sakai decidió romperlo, no pudo evitar perder por completo la esencia de su ser en la batalla, algo dentro de si había desaparecido, el murió junto con lo que alguna vez llamó honor en la matanza de playa Komoda, junto con todos sus aliados, con sus amigos, aquellos que consideró importantes en su vida, y no se dio cuenta de ello hasta que los mongoles comenzaron a caer bajo el filo de su mortal Katana. Y aquí fue donde dio inicio su pesadilla personal, ese infierno que se desencadenaría en la tierra poco a poco, lo que comenzó con una sensación de nervios cada que eliminaba a uno de sus enemigos, se volvía más y más cotidiano conforme mataba a uno, otro, otro, otro, otro, campamentos enteros masacrados por un solo hombre, liberaba a los rehenes que estaban a punto de eliminar para atraer su atención, pero eran tantos que por fin terminó por no sentir absolutamente nada, con el tiempo había perdido el respeto por la vida ajena de la peor manera, ya solo se trataban de objetos para él, su falta de expresiones, la manera en como los enemigos suplicaban piedad y el terminaba silenciándolos con un profundo corte en sus gargantas lo decía todo.
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El fantasma se está transformando lentamente en algo que ni él mismo logra comprender, hay días en los que mira su reflejo en el agua y puede notar como su piel se palidece, se llena de oscuras venas, sus pupilas blancas, brillantes se asemejaban a la luna, no puede reconocerse él mismo, pero no tiene miedo de lo que ve, su mano toca el agua para saber si aquello es real, quizá la falta de descanso le están poniendo así, tenía días sin comer, sin dormir, pero no sentía que lo necesitara, por primera vez en mucho tiempo los defectos y la fragilidad humana no lo están afectando de manera tan notoria, y paseando entre los cadáveres se adentra a una de las tiendas de los enemigos, al parecer el dueño era el jefe, coleccionaba máscaras de diferentes tipos, pero una de ellas en especial llamó su atención, es un zorro furioso, luce tan agresivo y violento, que por alguna razón percibió cierta conexión con ella, quizá la necesitaría, algo dentro de si se lo decía, no era la primera vez que cubría su rostro con algo, la mayor parte del tiempo se escondía bajo diferentes mascaras. Entre sus manos esta tomó y a en su rostro colocó, un escalofrío muy extraño recorrió no solo su espalda, su cuerpo entero, y enfundó su Katana para salir de aquel liberado campamento. Ahora escondía su identidad de una manera mucho más aterradora de lo que de por si ya se estaba volviendo.
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(…)
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Desde aquella noche todo lo que en su vida se destruyó terminó por derrumbarse por completo, hacerse pedazos, y caer en picada como las rocas en un risco muy alto, ahora todo parecía mucho más claro, fue como abrir los ojos después de un largo sueño, ya no podía seguir ignorando más las sensaciones que esto le causaba, no es que no sintiera nada en el momento de asesinar a un mongol, es que las emociones salían a flote cuando por primera vez en su existencia decidió arrebatar una vida por placer y no por que quisiera defender a alguien, esto le trajo recuerdos de duelo a muerte con el asesino sanguinario Kojiro, aquel hombre que en ese entonces consideraba un peligroso demonio, sentía repulsión de él, como nunca antes lo había hecho de nadie, sus frases, tan frías y viles “He dado muerte a mil hombres ¡Y saboree cada una!, ¡Jamás había disfrutado tanto matar!” ahora lo sentía, podía comprenderlo, ¿Hasta dónde tuvo que tocar fondo para si quiera considerar esa idea y verlo beneficioso? ¿Hasta que punto de locura se orilló a sí mismo para pensar que quitarle la vida a un ser humano podría ser incluso entretenido? Es como si las ideas de otra persona o personas distintas se metieran en su propia mente, de un momento a otro, pasó de ser indiferente a volverse todo un placer, una un vicio, necesitaba más de aquello, era como consumir un fuerte licor y el alcohol se impregnara en el sistema, eso que produce el no poder detenerse y buscarlo con desesperación cuando no se tiene, es justamente lo que tenía a Jin cada vez más atrapado.
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Entonces fue que lo peor ocurrió, aquel hombre en el que todos tenía fe, el que era la única esperanza para salvar la isla de Tsushima, calló desde lo más alto hasta el más profundo de los abismos, una vez que comenzó, no pudo detenerse, traicionó la confianza de todos los que la habían depositado en él, los rostros que alguna vez mostraron una sonrisa de gratitud ahora reflejaban pánico y horror, Jin Sakai había dejado de distinguir entre los enemigos y los inocentes, todos eran objetivos para sus perversos deseos, ya nadie tenía salvación, se había convertido en algo mucho peor que los invasores, alguien más peligroso que el asesino serial Kojiro. El peor de sus actos se vio cuando les arrebató la vida a varias familias de granjeros en un fuerte ataque de ira que este no había podido controlar, lo había disfrutado tanto que no podía evitar sonreír bajo la mascara del zorro tras haber liberado todo ese coraje que lo llenaba.
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Aun recuerda con toda claridad el llanto y los gritos de pánico de un par de niños en medio de una de sus matanzas, su madre los abrazaba con todas sus fuerzas siendo los tres testigos de como el fantasma cortaba a su padre en pedazos con su Katana, cada parte de él la lanzaba a una pila de restos de otras personas a las cuales les tocó la misma desgracia, sus manos, sus ropas, todo estaba cubierto de sangre en una escena tan agresiva y visceral, pues sus órganos extraía en movimientos agresivos dejándolos donde ellos pudieran verlos, seguramente lo dejaría como comida para los lobos o animales salvajes, Jin parecía un pequeño con un juguete nuevo, tomaba la carne entre sus manos y la presionaba con fuerza, junto con el corazón de su víctima para ver como de este brotaba más y más sangre.
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La mano de aquella desesperada madre tomó, arrancándola con violencia de los brazos de sus hijos los cuales se envolvían cada vez en un llanto más y más angustiado al igual que ella.
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—¡Por favor, por favor te lo suplico, hazme lo que quieras a mí, pero a mis hijos déjalos ir! ¡No, no por favor!
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Rogaba a gritos la mujer, pero aquello era lo que lo llenaba de adrenalina, de emoción, lo motivaba, quería seguir escuchándolo, una fuerte risotada de escuchó de su parte, Sakai dio un golpe en las piernas a la madre para provocarle caer de rodillas y a pasos firmes caminó a donde sus hijos tomando al varón de los cabellos para levantarlo, su hermana mayor se negaba a soltarlo, cosa que de un fuerte empujón con la suela de su calzado evitó, el pequeño imploraba por su vida, los lloriqueos incrementaban, sonidos melodiosos que le daban vida al fantasma.
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—Quizá será mejor que aprendas a cerrar la boca, ahora considera esto como culpa tuya.
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No permitió que la mujer pudiera acercarse, ya que de un rápido movimiento la garganta del pequeño cortó provocando que este comenzara a ahogarse en su propia sangre, dejándola a ella y a su hermana, quien a esas alturas ya se había orinado por el miedo que la llenaba, como testigos de su crueldad, de su nula humanidad. La sangre del joven varón tomó y con esta el rostro de la niña llenó, con una sonrisa aterradora y retorcida de cerca la miraba, ella parecía al borde del colapso.
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—¿Puedes sentirlo? Es la sangre de tu hermano, ¿No es hermosa? ¿No te fascina su color, su aroma? Es tan delicioso, como tomar del más maravilloso vino… ¿Sabes qué? Te voy a dejar vivir, pero debes recordar, que todo esto es culpa de ella, de tu madre, no tuvo el valor de cuidarlos… ¿Deberíamos, deshacernos de ella no crees?
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Su pregunta trajo una respuesta inesperada, la pequeña movió ese rostro pálido pero manchado de sangre en un gesto positivo, su madre, no podía con lo que veía, ¿Acaso los actos atroces y la tortura incansable del fantasma le habían afectado tanto psicológicamente que logró convencerla de que realmente su madre había sido la culpable de todo? No necesitaba escuchar más, esto era lo que necesitaba, quien lo alentara a seguir con esos actos tan ruines, de nuevo su Katana usó, la hoja estaba tan cubierta de sangre que ya no se distinguía el metal en ella, y de un tajo su cabeza cortó haciéndola rodar por los suelos hasta donde ella estaba. De sus ropas un afilado cuchillo sacó, y a los pies de su nueva cómplice lanzó.
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—Bien pequeña, haz con el cuerpo de la culpable, lo mismo que hice con el de tu padre, ese ese tu trabajo, después, vete de aquí.
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Aquel solo había sido el inicio, el ser que se apoderó del alma de Jin conocido como Ashura, lo transformó completamente, le estaba quitando la vida, las esperanzas, lo volvía un monstruo, por eso es que portaba la máscara, por donde quiera que pasaba, solo causaba pánico, temor, un hombre que había luchado toda su vida para proteger a su gente, se había convertido en su mayor amenaza.
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ˊ˗ Palabras 2141
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jacquelinemessmer · 5 years ago
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Colorinche
"Amazona de mi deseo Yo, perra en celo de mi sueño rojo"
Susy Shock. Yo monstruo mío
"Y entonces reconocieron la presencia de la Muerte Roja. Había venido como un ladrón en la noche. Y uno por uno cayeron los convidados en las salas de orgía manchadas de sangre y cada uno murió en la desesperada actitud de su caida. Y la vida del reloj de ébano se apagó con la del último de aquellos alegres seres. Y las llamas de los trípodes expiraron. Y las tinieblas, y la corrupción, y la Muerte Roja lo dominaron todo."
Edgar Allan Poe. La máscara de la muerte roja
Al principio dudo cuando le ofrecieron el trabajo. Yo no miro porno, susurró acomodándose el pelo durante la entrevista. Y además no le gustaba. No tenía problema con limpiar, aunque tampoco opción, lo había hecho toda su vida. Pero ese lugar era distinto a todos los otros para los que había trabajado. Sólo había oído de hablar de lugares como ese a través de palabras torcidas, murmuradas entre vecinos para señalar lo prohibido.
Pero no había plata. Y Nélida, Nelly para las amigas, iba a trabajar en un hotel alojamiento ,un telo mamá, un telo, lo que sea nena, pero no lo digas en voz alta. Limpiar un inodoro es siempre limpiar lo ajeno y acá no debería haber diferencia, pero la había. Nunca iba a poder dejar ese lugar realmente limpio con la clase de imprudencias que se hacían en esos cuartos.
Aunque, en su primer día, tuvo que admitir que era muy bonito. Una vez su nena, Tamara, le había mostrado fotos de Tokyo, en Japón queda Tokyo mamá, es la capital, es una isla, es de colores. Y tenía razón, cuántos colores, era como entrar en la pantalla de un televisor. Todo brillaba en ese país ignoto, la electricidad fluía de los carteles al pavimento en los días de lluvia. "Paraíso City" se parecía a Tokyo. Había luz abajo de las camas, al lado de los espejos y en el techo, especialmente iluminada estaba la entrada, de violeta y azul para que nadie lo confunda con una asociación vecinal de fomento.
Pero no fue fácil, no al principio. Fue frenada por Martita, la encargada de limpieza, en más de una ocasión, al querer irrumpir en cuartos ocupados. Pero escuchala a la nena le está doliendo, le duele. Martita se reía como un acordeón viejo sacudiendo todo el cuerpo y le explicaba que así se hacía, que la estaban pasando bien que se "desataban", a lo que Nelly solía responderle que desatados sus cordones y que no podía ser que gritasen así. Se acostumbró un poco, o al menos dejo de intentar salvar clientes, pero todo el asunto le parecía una competencia sinvergüenza de OH OH y AH AH que al parecer se ganaba demostrando que uno la pasaba mejor que el resto.
Aunque no todo era luces en el Paraíso. El albergue también tenía sus secretos y Nelly se consideraba el mejor de ellos. Su trabajo consistía en ser la sombra de los encuentros, su después. Moverse entre pasillos sin ser vista, esperando en las esquinas para no ser vista, esconderse de los ascensores ocupados, salir y entrar por la puerta de atrás pero por la verdadera; no la entrada de los tramposos, la poco excitante puerta de servicio.
Nelly volvía a acomodar el mundo después del caos. Levantar los mares de sábanas infestadas, recolectar con rechazo y delicadeza, como quien colecta hongos venenosos, un sin fin de preservartivos escondidos y esparcidos a su suerte, abrir los cuartos al cielo y que el viento limpie los olores del amor, volver a colocar las cintas de "desinfectado" en los inodoros, como si nunca jamás hubiesen sido usados.
A veces, su labor era premiada con las más extrañas sorpresas, una vez encontró lo que Martita le explicó era un aparato para dar consuelo. Era enorme. Nunca había visto un pito de ese tamaño y no creía que podían existir,¡y! sí vos no miras porno mujer, le dijo Martita y puede que fuese cierto. Medía lo mismo que su antebrazo y era igual de ancho, de color rosado estridente con luces de tres colores y una vibración que era capaz de escucharse desde otra habitación. Temblaba como una olla con agua hervida y pasada, justo a punto para los fideos. Nelly lo lavó con esmero. Con las chicas le pusieron Mario y lo expusieron como trofeo en el cuartito de descanso, un monumento a lo que nunca fue.
Tras tres años trabajando allí Nelly lo había visto todo, o eso afirmaba. Se jactaba de haber presenciado cosas tan raras que si se lo contase a alguna de sus amigas, la tildarían de vieja pomposa como esas que viajan a Córdoba y vuelven con quince piedras lunares y un contacto cercano del quinto tipo en su haber. Había firmado un contrato de silencio y se debía a él con lealtad, asique todo lo que veía lo anotaba en un cuaderno de hojas cuadriculadas en oferta.
Una vez alquilaron el cuarto violeta, el único sin espejos, un grupo de vampiros. Bueno, no estaba segura de que eran vampiros pero coincidían con la descripción. Eran tan pálidos que verlos dañaba la vista, cientos de venas negras dibujaban sus cuellos como un bosque en invierno, vestían ropa de otra época (tipo princesa antigua, anotó Nelly) y usaban unos ojos muy graciosos, de colores que ninguna persona sana llevaría y que seguro dificultaban su visión. Nelly no vio ni escuchó lo que hicieron. Pero su trabajo posterior borró, o más bien limpió, cualquier duda. Una vez había visto un cuadro, le mostró la Tami en un museo muy bien ubicado de lo que se dice arte contemporáneo, que estaba compuesto por manchas, gotas y finos hilos de pintura como si a alguien se le hubiese patinado el frasco. Así estaba la habitación; rocío rojo en las cortinas, charcos espesos en el piso, pintitas tímidas en el techo. Nelly no pudo saber, por no tener de conocimientos forenses, si había ocurrido un sacrificio animal o humano o algún tipo de despliegue artístico macabro, pero el cuarto olía a metal, sexo y sudor y a ella no le pagaban por resolver crímenes.
Otra vez, su asistencia fue solicitada en el cuarto verde. ¿Era normal que pidan su ayuda? No. Pero nada lo era en ese lugar y el sueldo dejaba bien claro que disposición se esperaba de los empleados. Shi - ba - riii , le repetía Nelly a su amiga, que era algo que hacían los chinos al parecer. No chinos no Nelly, japoneses, tenés que respetar su cultura. Bueno, su cultura a Nelly le parecía bastante extraña; consistía en atar a una chica, muy menudita, con sogas de yute que le abrazaban todo el cuerpo, las tetas quedaban exprimidas como saquitos usados de té, los muslos afixiados se escapaban por el espacio entre las cuerdas. Parecía un pollo de rotisería, pensó Nelly mientras sostenía una de las grúas que la ataban al techo y ayudaba con los amarres, pero el resultado final no carecía de belleza y cuando vio a esa mujercita al fin colgada, le pareció que estaba remontando vuelo.
Y así, anduvo por todos los cuartos, se maravilló con las tormentas que desataba la lluvia dorada, se sorprendió con las habilidades desconocidas de un señor calvo que regalaba orgasmos con los pies a su joven pareja, y se tensionó al ritmo de un hipoxifilico solitario que jugaba sólo con la muerte en el cuarto negro. Ya casi no le tenía miedo ni asco nada de lo que veía, pero no hubo vuelta atrás cuando vio el cuarto rojo. Nunca nadie había hablado de él, no era un secreto a voces, ni a gritos ni a murmullos. Preguntó y recibió gestos de hombros. Estaba en el subsuelo, al lado de la salida de servicio y el estacionamiento, no había visto su interior ni de pasada. Sólo sabía que era rojo por el resplandor vibrante que emanaba de sus rendijas. Espero a que eventualmente le tocara allí un servicio pero pasaban los meses y el cuarto permanecía siempre cerrado, siempre brillando.
Gravitaba sobre ella la idea del cuarto, cuando estaba en la cama mirando series de detectives atormentados. Se fue colando en sus sueños en los que el pasillo del subsuelo se estiraba infinitamente con cada paso que daba y en los que nunca lograba abrir la puerta.La curiosidad sembró miles de preguntas que florecieron en ella como un campo de girasoles y el cambio se hizo visible.
Estaba distinta.Todos se daban cuenta, pero a nadie le importaba. Había empezado a ponerse glitter tornasol en los parpados arrugados, por la mañana y delicadamente con el dedo meñique, en sus ojos destellaban las estrellas de una galaxia joven. Su Tamara le decía, vos sos o te haces la ridícula y seguía enroscada en su mundito de imágenes donde se cocina la realidad de los jóvenes. En el hotel no le comentaron sus calzas de tigresa, de sus aros de reina africana; realmente no importaba mientras hicieran su trabajo.
Una noche de lunes, turno tranquilo y casi silencioso, bajo disimuladamente las escaleras al subsuelo. Esta vez no iba merodear con  paciencia de buitre, iba a entrar. Tenía la llave maestra, se la había robado a Martita quien difícilmente le perdonaría si se enteraba de su desobediencia. ¿Cuan grave sería la pena? No sabia, pero el miedo era apenas un cosquilleo en el estómago. Clac-clac-clac retumbaban sus tacones  mientras se aproximaba escaleras abajo. No necesitó llave, al parecer se abría sola y ante cualquiera que así lo quisiese. Dentro, el cuarto latía y las luces acompañaban en intensidad su palpitar. El terciopelo rojo rodeaba las paredes, cálido al tacto como la sangre recién derramada, los espejos la rodeaban proyectando su figura  hacia el infinito. Un cartel dorado rezaba "AUTOSERVICIO" y Nelly no entendió donde estaba la góndola de ese kiosko hasta que encontró su mano.
¿Quién hubiese pensado que sus dedos se iban a expandir hacia el sur? Nunca había conquistado los relieves de su cuerpo, ahí marchitándose, concebidos solo para ser de otro; el hombre primero, los hijos después. Cabalgose así misma desnudando el clítoris, besando los labios con las yemas de sus dedos. Conquistó el orgasmo, el primero. Gritó, lloró, murió y volvió a la vida como Lázaro en el cuarto de sus días. Ya no le importaba la gravedad de su pecado ni la medida del castigo, se había hecho justicia por mano propia.
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juliansorel · 8 years ago
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Los mejores libros que leí en 2016
Por Jess Lichtmann Cervantes.
En 2016 no tuve el tiempo para leer tantos libros como en 2015, sin embargo estoy muy orgullosa de mis lecturas, por descubrir nuevos autores así como leer libros y arriesgarme a leer cosas completamente nuevas. La variedad del tamaño de mis reseñas tiene que ver con el hecho de que hay libros que se han hablado (y he hablado) de ellos hasta el hartazgo y no quise ahondar mucho más. No agregué Manual para mujeres de la limpieza de Lucia Berlin que me parece un librazo y que lo terminé de leer antes de escribir esta lista pero la verdad lo empecé a leer en los primeros días de Enero de 2017. Como sea el año pasado hay suficientes libros que me han parecido abrumadores y de ellos se compone el siguiente listado:
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L'Écume des jours. (La espuma de los días) de Boris Vian.
Este libro es uno de mis favoritos de siempre pero al aprender francés quise que fuera el primer libro en leer en este idioma y no me puedo arrepentir de tal elección. Digamos que es como saborearlo de nuevo por primera vez, alimentarte de la deliciosa prosa de Boris Vian. Imprescindible.
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Disgrace. (Desgracia) de J. M. Coetzee. 
Mi enamoramiento de Coetzee es relativamente reciente apenas del año 2014 y este libro era una cuenta pendiente que iba retrasando un año tras otro y ahora al leerlo puedo saber por qué con toda justicia es una de las novelas más reconocidas del escritor sudafricano. Es un ejemplo de la mejor construcción narrativa con una prosa afilada y cortante para dejarnos ver la esencia de la lástima y el maltrato del hombre de la especie por la especie. Desgracia es todo un placer.
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Dos Amigas Libro 1 y 2 (La Amiga Estupenda-Un mal nombre) de Elena Ferrante
Voy a la mitad de esta saga de más de 1500 páginas, recorriendo cerca de 60 años de la historia de Italia como trasfondo de la vida de un conjunto de familias en un barrio humilde de Nápoles, centrándose en dos mujeres que dan nombre al conjunto de cuatro novelas. Plagado de personajes bien construidos, cautivadores, con una historia que no decae. Pintándonos ese ambiente en que Lena y Lila crecen conscientes de las innumerables limitaciones impuestas por su mundo: sus limitaciones por ser mujeres, por ser pobres, por crecer en el mundo de su familia camorrista que se adapta al progreso de la modernidad esperando poder conservar siempre su poder sobre el barrio. La obra de Elena es maravillosa, porque además de describir con franqueza los afectos, la autora pone en evidencia la capacidad de lucha que tenemos no solo contra la adversidad, sino también contra las restricciones que el mundo nos ha impuesto.
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The book of strange new things. (El libro de las cosas nunca vistas) de Michel Faber.
Es el regreso de Faber a la ciencia ficción después de 15 años y lo hace con un libro que uno le regalaría a alguien que no lee mucha ciencia ficción. Después de perturbarme con Under the skin y fascinarme con la que es mi novela favorita de él, la muy grande (en todos los sentidos) The Crimson Petal & the White. A diferencia de otros autores de ciencia ficción que te avientan a la parte más profunda de esta y uno tiene que nadar o ahogarse bajo su propio esfuerzo, Faber se toma todo el tiempo para explicar el worldbuilding de su novela. La historia de un misionero católico que debe visitar otro planeta para evangelizar alienígenas me recuerda por supuesto a “Case of conscience” de Blish, en ningún momento tan ambicioso lo cual le ayuda bastante al progreso de un historia que avanza rápido y se lee ágilmente. Es el regreso de Faber y que esperemos por el bien de los lectores que siga por este cauce.
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Number9dream de David Mitchell
Con todo merecimiento la obra más conocida de Mitchell es la monumental Cloud Atlas, sin embargo sus demás novelas parecen existir en un especie de limbo invisible, por lo menos aquí en Latinoamérica. Esto es una verdadera lástima porque todos sus libros son igual de buenos y este no es lo contrario.  Number9Dream cuenta la historia de Eiji Miyake, un chico pueblerino japonés que se va a Tokio es busca de su padre desconocido. La historia se cuenta en primera persona (un hallazgo considerando sobretodo que David Michell no es japonés) y sigue a Miyake a través de todo tipo de vueltas inesperadas durante su búsqueda. Hay momentos en donde se ve mezclado con yakuzas y otros en donde lo tienen persiguiendo a la mujer de sus sueños. Si existen algunas personas que no se han cansado de emparentar en estilos a Mitchell con Murakami (para mí sin razón aparente, más allá de tener un gusto por la fantasía dentro de lo cotidiano) esta sería la máxima prueba de ello, aunque para mí se encontraría en esta novela más emparentado al inclasificable Yasukata Tsutsui. Una pieza literaria estimulante y sumamente atractiva que es tan emocionante como provocativa, que recomendaría a todo buen lector.
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Three Moments of an Explosion, The Last Days of New Paris y The City and the City de China Miéville.
A China Miéville lo descubrí a finales de 2015 gracias a mi novio, me sumergí en Perdido Street Station, de ahí no he parado de leerlo con autentica fascinación y espasmo. Es un autor difícil que requiere paciencia primero ante su prosa y después ante lo gigantesco de sus ideas e imaginación. Los tres libros que leí de él en este año deben entrar sin duda en esta lista.
Three moments of an explosion es uno de los mejores libros de relatos que he leído en años recientes, varios de sus cuentos ya se cuentan dentro de mis favoritos como esa pequeña muestra de maestría de horror psicológico de apenas 13 páginas que es ‘Details’ ni que decir de ‘Jack’ que es un derroche de imaginación desbordante pero sobretodo vemos su talento en esos panfletos como “The Condition of New Death” o “Second Slice Manifesto”.  Miéville es capaz de en solo un manojo de párrafos lanzar varias ideas y conceptos ingeniosos que yo nunca he leído en ninguna otra parte. Si uno lee suficiente llega un momento en que casi cualquier idea le parecerá similar a alguna otra que ya leyó con anterioridad. Es casi un shock cuando uno se topa con algo completamente nuevo y sui generis. Hay más imaginación en estos mini-cuentos que en novelas completas de muchos otros autores.
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The Last Days of New Paris es un libro muy pequeño, sobretodo para los estándares del mismo Miéville. A duras penas son 200 páginas, de las cuales casi 40 son notas al final y un curioso epílogo.  Esta novela es una disparatada ucronía, donde las calles de la capital francesa se han convertido en algo tan delirante como un barrio de Bas-Lag. Un Paris ocupado por los alemanes durante la segunda guerra mundial y que ha sido transformado, infestado por quimeras y apariciones de pesadilla. Pero con una particularidad, se tratan de bestias arrancadas del imaginario cultural de las pinturas, collages y poemas del canon Surrealista. Mientras pasamos de páginas vemos paisajes e imágenes de Éluard, Tzara, Breton, Tanguy, Lamba, Carrington, Ernst, Magritte, Dalí, Varo. Es uno de los grandes libros de fantasía que he leído por las imágenes que es capaz de conjurar en mi mente. Imperdible.
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The City and The City es una novela verdaderamente difícil e inclasificable, parte novela negra-policiaca, con toques de ciencia ficción, weird fiction y una imaginación muy mievilliana. Dos ciudades que ocupan el mismo espacio geográfico, con barrios perteneciente a la ciudad pero ciertas calles, espacios, plazas y edificios pueden estar en ambas ciudades a la vez y no existe nada que los separe más allá del aleccionamiento que obliga a cada ciudadano desver lo ajeno y en caso de no cumplirlo se comete uno de los peores crímenes: la brecha. Tyador Borlú es el detective encargado de investigar el asesinato de una mujer extranjera y sospecha se ha realizado cometiendo una brecha.
En esta novela es Mieville regresando a hablar de ciudades como en Perdido Street Station pero con una contención de ideas e imaginación que le viene de maravilla para crear la atmósfera y echar a andar un mecanismo que la convierte en un viaje emocionante, único y también una acertada crítica a la política y a la burocracia.
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North American Lake Monsters de Nathan Ballingrud.
El libro fue traducido al español por la editorial independiente Fata Libelli, que tiene un excelente catalogo de autores que en otros casos no serían tomados en cuenta para su publicación hispana. El mérito es enorme considerando que este es un libro de terror con todos los elementos clásicos que han alimentado a la literatura, el cine y la cultura pop. Hablamos de zombis/redivivos, monstruos marinos, hombres lobo, vampiros, incluso ángeles pero no vamos a encontrar aquí a Resident Evil o Dracula, algo mil veces visto, nos vamos enfrentar a una narración sofisticada llevando el horror a lo cotidiano, transitorio, aquí hay puro hombre y mujer común, puro perdedor, que tienen que hacer frente al terror como un momento más en la vida, incluso como una consecuencia. Atmosférico, tenebroso y catártico. Todos tenemos que encarar nuestros rincones más oscuros y esforzarnos por encontrar una salida. Junto con el de Miéville mi conjunto de relatos favoritos de este año.
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Jerusalem de Alan Moore
Debo confesar que Voice of Fire y sus primeras cien páginas fueron una barrera infranqueable para la Jessica de 22 años, abandone frustrada el libro por la complejidad de su lenguaje, han pasado más de tres años y de momento no pienso regresar a él, sin embargo lo primero que hice cuando se puso a la venta Jerusalem el nuevo libro de Alan Moore fue comprarlo, temerosa me gasté 600 pesos en un libro que pensé probablemente tendría que abandonar después de haber leído apenas unas páginas, valiente comencé a franquear sus páginas y sus lineas convenciéndome cada vez más que esto lo podría terminar sin muchos contratiempos. Cierto que este libro es un gigantesco monstruo difícil de leer, son más 600,000 palabras que lo convierten incluso en más grande que la Biblia. Es un libro muy bueno, un leviatán repleto de de buenas ideas, incluso visionario. La trama es lo suficientemente simple. Abrimos con Alma Warren, artista y excéntrica, cuyo hermano Michael casi muere y milagrosamente volvió a la vida. Muchos años después, puede acceder a los recuerdos de lo que sucedió cuando estaba entre la vida y la muerte. Le preocupa que se vuelva loco, lo que parece ser una tradición familiar, volviendo por lo menos hasta su tatarabuelo. Alma utiliza los recuerdos o las alucinaciones o las epifanías de Michael como inspiración para una serie de pinturas, y en la noche de la visión privada, las varias vidas convergen en el camino a la galería en el distrito de Northampton. 
Hay un desfile gigante de personajes y situaciones una prostituta adicta a la heroína en busca de un cliente, un poeta de mediana edad que todavía vive con su madre, un monstruo depredador, un chico desconcertado, un funcionario comprometido del consejo, alguien que trabaja con refugiados, un accidente de coche. Algunos capítulos llenan la historia familiar de Vernall, otros tratan con la historia contracultural de Northampton, etc, etc. Hay momentos verdaderamente visionarios en Moore, los que se encuentran más relacionados con Michael viviendo en el limbo, en la que “constructores” juegan con almas humanas en un salón de billar metafísico y en la que dos espíritus de Vernal se embarcan en una peregrinación épica hasta el fin del tiempo y hay un vuelo nocturno con el rey demonio Asmodeus. Hay mucho aquí que es magnífico pero tiene problemas. Jerusalem es una obra que por momentos es muy redundante, en la que todo se dice al menos dos veces, Moore no se sabe controlar y escribe un monstruo para lo bueno y para lo malo. Su trabajo en las novelas gráficas donde Moore con toda justicia encontró su fama, exige del escritor una gran moderación. Aquí no y es una pena porque cuando es bueno, es VERDADERAMENTE BUENO. Sin embargo pocas veces en la actualidad donde se prefiere el consumo rápido aunque sea basura, se encontraran con una novela con una gran cantidad de cosmologías inventivas e instructivas como esta. Un gran editor nos hubiera regalado una de las más grandes obras maestras de este siglo.
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Animal Money de Michael Cisco 
Lastima que Michael Cisco no sea una superestrella ni sea tan tomado en cuenta por los lectores alrededor del mundo, mucho menos podemos imaginar que en corto o mediano plazo sea traducido al español. Cisco no es como la mayoría de los escritores, su última novela, tiene cerca de 800 páginas de prosa casi impenetrable, si en algún momento su configuración parecer ser algo similar a nuestro propio mundo el escritor se encargar de sacudir periódicamente al lector de cualquier sentido de complacencia. Encontramos elementos que son más presentes en historias de fantasía más tradicionales que se mezclan con otros momentos narrativos inquietantes, indicios que hacen parecer que el escenario podría ser un sueño o una alucinación. Una yuxtaposición del sentido de la maravilla acompañado con un malestar creciente. Es un sentimiento de inquietud sutil pero no menos presente: un paseo acogedor y desorientador es a la vez satírico y brutalmente consciente de sí mismo. El libro es demasiado extraño para ser ser acogido por el público en general. Las secciones financieras donde se explican las propiedades del “dinero animal” son bastante densas y se mueven de lo extraño a lo absurdo y finalmente a lo sublime. Escribir sobre ella no es fácil así como leerla tampoco lo fue. Algunas novelas te guían a través de ellas, Animal Money es mucho más sobre el proceso de descubrimiento sobre las reglas básicas de este universo ficticio y de todo el alcance de su arquitectura grandiosa y surrealista. Muchas cosas son demasiado ambiguas pero ese es parte del chiste. El núcleo de la novela está en conspiraciones financieras y gubernamentales adornadas que darán forma al mundo. Es ese elemento siniestro esperando pacientemente en la esquina, no mostrándose, pero siempre haciendo sentir su presencia. Infranqueable pero al final sumamente satisfactoria. Leer a veces es un poquito sufrir, basta saber que al final no eres el mismo. Hay mucho horror aquí, si sabes donde buscar, o incluso si no lo haces.
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copreterito · 7 years ago
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Los no límites de lo real: incidencias de lo fantástico en la noción de realidad en Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, de Haruki Murakami
Luis D. Bolívar
Murakami y el acecho de la otra realidad: a modo de introducción
Haruki Murakami (Kioto, 1949) es el autor japonés más leído y traducido en la actualidad. Su obra narrativa, comprendida por 13 novelas y varios libros de cuentos, se caracteriza por la presencia elementos inverosímiles, sucesos fantásticos, mundos paralelos, atmósferas oníricas, introspección, violencia y erotismo. El lector que se enfrenta por primera vez al mundo ficcional de Murakami experimentará, probablemente, la incertidumbre que supone la irrupción de lo sobrenatural, de lo imposible y de lo ominoso en un mundo aparentemente normal y cotidiano. Uno de los rasgos fundamentales de la poética del autor japonés es, sin duda, el juego de realidades que se da en la mayor parte de sus novelas y relatos. La normalidad de un mundo ficcional que se mueve al compás del tedio se ve constantemente amenazada, irrumpida, rasgada o cuestionada por eventos que rompen con la lógica y la coherencia interna del mundo racional. En este sentido, la narrativa de Murakami puede ser clasificada con la siempre problemática etiqueta de literatura fantástica. David Roas establece que la literatura fantástica es «el único género literario que no puede funcionar sin la  presencia de lo sobrenatural[1]» (2001: 8); sin embargo, para que el relato sea considerado dentro de la literatura fantástica, lo sobrenatural debe darse en «un espacio similar al que habita el lector, un espacio que se verá asaltado por un fenómeno que trastornará su estabilidad» (ídem).  
Precisamente esto es lo que ocurre en la narrativa de Murakami: sus relatos no se dan en mundos imaginarios llenos de monstruos y criaturas mágicas, sino en los espacios reconocibles del Japón contemporáneo. Sus personajes suelen ser japoneses promedio, inmersos en la monotonía de la vida diaria de las grandes ciudades. Sin embargo, la estabilidad del mundo se ve violentada por la irrupción de lo sobrenatural, y de un momento a otro  los personajes se ven arrastrados fuera de la monotonía para enfrentarse a la experiencia inefable que supone el contacto con lo fantástico. Así, el lector pasa de escenas en las que los personajes cocinan pasta, hacen ejercicio o se lavan los dientes –descritas con una minuciosidad a veces exasperante–, a otras en las que aparecen gatos parlantes, prostitutas mentales, lectores de sueños, personajes que se desvanecen, transformaciones físicas imposibles y todo tipo de hechos inexplicables que trastornan los presupuestos lógico-racionales de la modernidad. De esta forma, en la narrativa de Murakami se evidencia que lo fantástico «existe en una relación simbiótica o parásita con lo real. Lo fantástico no puede existir en forma independiente de ese mundo “real” al que parece encontrar finito en un grado frustrante» (Jackson, 1986: 18)[2].
Lo fantástico en la obra narrativa de Murakami permite al personaje –y al lector– vislumbrar un espacio de la realidad que queda fuera de la cartografía del mundo esbozada por el pensamiento racional. Murakami problematiza la realidad; en Kafka en la orilla, una de sus novelas más interesantes, queda latente este interés del escritor japonés por la idea de una realidad otra: «Junto al mundo que habitamos existe otro mundo paralelo. Hasta cierto punto es posible penetrar en él y regresar después sano y salvo» (Murakami, 2008: 536). Partiendo desde diversos postulados teóricos que plantean lo fantástico como una segunda realidad alternativa a la realidad «objetiva», analizaremos cómo se da lo fantástico en Crónica del pájaro que da cuerda al mundo (1994), y de qué manera esta irrupción de lo fantástico trastorna o problematiza la concepción de lo real.
Lo fantástico en retrospectiva
           Una revisión exhaustiva de la historia de la literatura fantástica y de sus distintas perspectivas teóricas requeriría un trabajo de gran magnitud. Lo que nos proponemos en este apartado es poner lo fantástico en perspectiva de manera muy breve, para, así, dar piso a las nociones teóricas que nos servirán para nuestro análisis. En la introducción a su Antología de la literatura fantástica –compilada junto a Jorge Luis Borges y Silvina Ocampo–, Adolfo Bioy Casares sostiene que «Viejas como el miedo, las ficciones fantásticas son anteriores a las letras» (1977: 7).  Esta afirmación es peligrosa, pues Bioy parece incluir dentro de lo fantástico narraciones orales, de carácter religioso y de muy distintos contextos culturales. Más adelante aclara, sin embargo, que la literatura fantástica «aparece en el siglo XIX y en el idioma inglés» (ídem). Esta afirmación es mucho más precisa, y nos permite entender lo fantástico dentro de un contexto histórico y cultural muy concreto y delimitado. El consenso crítico sitúa lo fantástico en este mismo contexto histórico: lo fantástico surge entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, en principio, como reacción al pensamiento racional ortodoxo impuesto por los pensadores de la Ilustración. La literatura fantástica que surge en este período busca crear un espacio para todo aquello que escapa a la razón y, por tanto, es desechado por esta. Es necesario, entonces, entender la literatura fantástica como un género subversivo (Jackson, 1986: 12), que surge de la modernidad para cuestionar sus presupuestos. Así, pues, las narraciones decimonónicas sobre castillos embrujados, fantasmas, metamorfosis, seres inmortales y criaturas impensadas inauguran el género fantástico, con el que se pretende «iluminar una zona de lo humano donde la razón está condenada a fracasar» (Roas, 2001: 9), una zona que responde más bien a la imaginación, a la intuición y a la aceptación de la finitud propia del hombre y su incapacidad para comprenderlo todo.
           Ya en el siglo XX, el interés crítico por la literatura fantástica ha generado gran variedad de aproximaciones teóricas a lo fantástico. Roger Caillois, por ejemplo, delimita la literatura fantástica, distinguiéndola de los cuentos de hadas[3]. Tzvetan Todorov, por otro lado, en su Introducción a la literatura fantástica (1970), también delimita lo fantástico, separándolo de dos géneros «vecinos»: lo extraño y lo maravilloso. En términos generales, según Todorov, lo fantástico está determinado por la «sangre fría del lector», y no es más que un instante de «vacilación» en el que el lector debe decidir si el suceso fantástico narrado tiene una explicación racional (lo que enmarcaría el texto dentro de lo «extraño»), o, si escapa de lo racional, este suceso entraría en un orden racional de una realidad distinta, la de lo maravilloso (2001: 48). De esta forma, Todorov plantea una definición problemática de lo fantástico, pues lo reduce a algo efímero y extremadamente subjetivo, a un momento de incertidumbre que al final se resuelve en algo que deja de ser fantástico.
Las nociones teóricas planteadas por autores como Caillois y Todorov han sido de vital importancia para los estudios sobre el género fantástico. Sin embargo, su aplicación al estudio de autores contemporáneos resulta inadecuada, por no decir anacrónica[4]. Para nuestro análisis recurriremos a propuestas más recientes, que trascienden el interés por lo estructural y consideran lo fantástico desde otras perspectivas ligadas a lo filosófico y lo lingüístico.
Nuevas perspectivas de lo fantástico
           Si lo fantástico tradicional busca crear un espacio para los «mundos sumergidos de lo innombrable» (Bravo, 2008: 22), es decir, iluminar todo aquello que escapa a la razón, evidenciar lo sobrenatural o al menos sugerir su existencia, lo fantástico contemporáneo  busca más bien «postular la posible anormalidad de la realidad» (Roas, 2001: 37). En textos fantásticos como los de Murakami, la realidad se problematiza al quedar en evidencia su indeterminación y, por tanto, toda su potencialidad; la concepción binaria del mundo que implica la división entre lo «real» y lo «irreal» pierde sentido.  Nandorfy señala que:
En lugar de dividir la experiencia en «real», «irreal» y un «intermedio indeterminado», cabe afirmar que la realidad incluye niveles de experiencia diferentes. Por esa vía, el inconsciente y lo irracional –o arracional– no existen solamente como fuerzas antisociales o antirreales, sino como unos modos de ser legítimos en la infinita variedad de posibilidades que la indeterminación del lenguaje pone de manifiesto (2001: 257).
             En la literatura contemporánea lo fantástico ya no se opone a lo «real», sino que forma parte de la experiencia del sujeto en el mundo. Sin embargo, el sujeto que experimenta esta realidad «enriquecida» por lo fantástico, como la denomina Nandorfy, no cuenta con el lenguaje para referirse a esta experiencia. Al respecto señala Bozzetto que
En lo Fantástico, se trata de tematizar la imposibilidad de dar forma a la alteridad. Lo «otro posible» ya no es la sugestión, sino la imposible figuración de lo «otro que sin embargo está ahí». Para triunfar en esta apuesta, el texto fantástico pone en marcha todo un conjunto de procedimientos: compone un universo tal que el lector no pueda darle un sentido satisfactorio. Toda tentativa para dar un sentido tiene como efecto hacer aparecer ambigüedades, incongruencias, rasgaduras en el tejido de los enunciados o entre el enunciado y su instancia enunciativa. Lo Fantástico parece construirse para deconstruir toda representación, para callar aquello que se supone que hay que decir (2001: 227).
             Para analizar las implicaciones de lo fantástico en la obra de Murakami, las características planteadas por Jaime Alazraki sobre lo «neofantástico» también son de gran utilidad. No quiere decir esto, sin embargo, que consideremos o no como «neofantástico» la obra del escritor japonés; no es este el espacio para entrar en discusiones genéricas. Como ya hemos adelantado en páginas anteriores, la diferencia entre lo fantástico tradicional y lo fantástico contemporáneo, o neofantástico según Alazraki, radica principalmente en su relación con lo real:
 [S]i lo fantástico asume la solidez del mundo real -aunque para «poder mejor devastarlo», como decía Caillois-, lo neofantástico asume el mundo real como una máscara, como un tapujo que oculta una segunda realidad que es el verdadero destinatario de la narración neofantástica. La primera se propone abrir una «fisura» o «rajadura» en una superficie sólida e inmutable; para la segunda, en cambio, la realidad es (…) una superficie llena de agujeros como un colador y desde cuyos orificios se [puede] atisbar, como en un fogonazo, esa otra realidad (2001: 276).
           Una segunda diferencia entre estos dos modos de representar lo fantástico tiene que ver con el efecto que causan: lo fantástico tradicional apunta al miedo; lo neofantástico busca produce inquietud, pero más allá de esto se trata de «metáforas que buscan expresar atisbos, entrevisiones o intersticios de sinrazón que escapan o se resisten al lenguaje de la comunicación, que no caben en las celdillas construidas por la razón» (Alazraki, 2001: 277). Estás metáforas, además, «corresponde[n] a la visión y descripción de esos agujeros en nuestra percepción causal de la realidad» (ibíd.: 278).
Crónica del pájaro que da cuerda al mundo: los no-límites de la realidad
           En las primeras páginas de Crónica que da cuerda al mundo (1994) hay un ambiente de aparente estabilidad: Tooru Okada, narrador en primera persona y arquetipo por excelencia (o por mediocridad) del héroe murakamiano, acaba de dejar su empleo, y junto a su esposa, Kumiko, lleva una vida apacible: ella trabaja y él se dedica a las labores domésticas mientras decide qué hacer respecto a su futuro. Pasa los días cocinando, encargándose de la limpieza, escuchando música y leyendo. Hasta ahora no hay signos de inestabilidad; pero lo cotidiano poco a poco va perdiendo sentido y comienzan a  suceder uno tras otro cambios en su vida. Su gato desaparece, aparecen a su alrededor personajes extraños e inverosímiles y finalmente es abandonado por su esposa, perdiendo de esta forma su único vínculo con el mundo exterior. Es en este punto que esa primera realidad, la realidad «objetiva», comienza a resquebrajarse y a mostrar intersticios que permiten vislumbrar esa segunda realidad más profunda, no limitada por las leyes racionales. A continuación analizaré algunos de los hechos que, en el transcurso de la novela, alteran el orden de la primera realidad y permiten vislumbrar la segunda.
           Un lugar común de la crítica en relación a Murakami tiene que ver con la relación que se da en su narrativa entre el sueño y la vigilia[5]. En Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, sueño y vigilia no se responden a una oposición binaria entre lo «real» y lo «irreal»; al contrario, ambos estados forman parte de la realidad, en el sentido de que lo que ocurre en el sueño incide en el estado de vigilia. No se trata de premoniciones o de anticipaciones; lo que ocurre es que se borra la frontera entre ambos estados y el sueño se vuelve, literalmente, parte de la realidad. En el capítulo 9 de la primera parte de la novela[6], Okada sueña que mantiene relaciones sexuales con Creta Kanoo, la hermana de una adivina estrafalaria contratada por su mujer para encontrar al gato perdido. En el sueño, un «hombre sin rostro» guía a Okada a la habitación 208 de un hotel, donde Creta Kanoo le espera (Murakami, 2009: 150). Lo que en principio representa simplemente un sueño erótico extremadamente vívido es revelado más adelante como un suceso fantástico: en el capítulo 9 de la segunda parte de la novela, Kanoo revela a Okada que, en efecto, mantuvieron relaciones sexuales en la mente de Okada: «No tuvimos relaciones reales. Cuando usted eyaculó, no lo hizo dentro de mi cuerpo, sino en su mente (…) Era una conciencia creada. Pero después de todo, nosotros tenemos en común la conciencia de haber mantenido relaciones el uno con el otro» (2009: 299).
La experiencia del sueño, un sueño compartido con otra persona, trasciende el inconsciente y se instaura en el mundo como parte de la realidad. La respuesta de Okada no es de miedo o de desconcierto, sino de aceptación de un suceso imposible según la lógica: «Era una historia extravagante. Pero ella había descrito a la perfección la escena del sueño» (ídem). Para Creta Kanoo el episodio es aún menos sorprendente: «Antes era prostituta de la carne, ahora lo soy de la mente» (Murakami, 2009: 300). Es el lector quien se siente perturbado por esta transgresión a la normalidad.
           En un punto más avanzado de la trama, Okada decide bajar al fondo de un pozo para meditar sobre su vida y para reflexionar sobre por qué su esposa lo abandonó. En el fondo del pozo, en medio de la oscuridad total, Okada vuelve a soñar con la habitación 208, solo que esta vez «no fue un sueño. Era algo que tomaba la forma de un sueño» (2009: 338). Esta segunda experiencia en el hotel resulta más siniestra que la anterior. En principio, Okada presencia en el lobby del hotel un discurso pronunciado por Noboru Wataya, su cuñado y especie de antagonista de la novela. Wataya sostiene, entre otras cosas que «lo importante es seguir la raíz del deseo. Cavar en el terreno de esa complejidad que llamamos lo real» (2009: 339). El discurso perturba a Okada: «Él simulaba dirigirse al mundo entero, pero en realidad me hablaba sólo a mí. Y tenía algún motivo terriblemente retorcido para hacerlo» (ídem). Más adelante se topa con el mismo hombre sin rostro de la experiencia anterior, solo que esta vez no está allí para guiarlo, sino para impedirle el paso, o al menos advertirlo de no continuar: «Si sigue usted avanzando, ya no podrá volver atrás. ¿No le importa?» (2009: 340). Okada omite la advertencia y sigue su camino hacia la habitación 208, en la que esta vez no lo espera Creta Kanoo, sino la misma mujer anónima que, al principio de la novela, hace varias llamadas telefónicas de carácter erótico a Okada, al que pide además averiguar su nombre. Okada y la mujer misteriosa mantienen una conversación breve en la que éste le pide a la mujer que le proporcione alguna respuesta al enigma de su esposa.  Sin embargo, la conversación es interrumpida, alguien golpea la puerta produciendo un sonido que «en la oscuridad tenía una resonancia siniestra» (2009: 345); poco antes, la mujer había advertido a Okada que «si aquel hombre te encuentra aquí, tendríamos problemas. Él es mucho más peligroso de lo que crees. Podría matarte» (ídem).
Al no tratarse esta vez de un sueño, la experiencia no termina, como la vez anterior, con el despertar de Okada. Esta vez, Okada y la mujer atraviesan una pared para escapar de la amenaza que suponen los golpes en la puerta: «[la pared] era fría y viscosa como una gelatina[7] (…) Estaba atravesando la pared (…) Y me parecía la cosa más natural del mundo (…) Cuando abrí los ojos, estaba en el otro lado…, en el fondo de un pozo profundo»  (2009: 346). Al atravesar la «pared» y volver al pozo, Okada siente «un intenso calor en [la] mejilla derecha. Una sensación extraña. No era dolor. Sólo la percepción de que allí había calor. Ni siquiera pude discernir si procedía del exterior o se generaba dentro de mí» (ídem). Al salir del pozo y verse en el espejo, Okada se da cuenta de que tiene una mancha de nacimiento en el punto de su cara donde siente irradiar el calor.
La experiencia de atravesar de la realidad profunda a la realidad superficial no solo ha desestabilizado las leyes físicas que rigen el mundo, también han dejado una marca física en el cuerpo de Okada. Lo fantástico se concreta en algo visible, incuestionable, un cambio físico inexplicable. Okada sostiene que la mancha «quizá fuera el estigma que me había dejado aquel extraño sueño o fantasía. A través de él me decían: “Aquello no fue un simple sueño. Fue algo que sucedió en realidad”» (2009: 397).  La realidad superficial plantea la imposibilidad física de atravesar paredes y desplazarse a otros lugares en cuestión de segundos. La realidad profunda admite esta posibilidad. La mancha representa para Okada un símbolo que indica que el espectro de lo posible se ha expandido. Este hecho evidencia lo que Bozzetto denomina la «estrategia metonímica» del texto fantástico (2001: 234)[8].
A modo de conclusión
           En la tercera parte de la novela –mucho más ambigua y caótica que las dos anteriores–, Tooru Okada vuelve a atravesar hacia la realidad profunda, vuelve a pisar la habitación 208 de un hotel que existe en un lugar y de una forma que el personaje no alcanza a comprender (tampoco el lector). En esa tercera visita se entera, a través de la televisión, que su cuñado y enemigo ha sido golpeado hasta quedar en coma por un hombre cuya descripción física corresponde inequívocamente a la suya. Posteriormente, en un nuevo encuentro con la mujer misteriosa, interroga a ésta sobre la naturaleza del lugar –o no-lugar– en el que se encuentran, a lo que la mujer responde: «Has venido varias veces aquí, además has encontrado el medio para llegar. Sobrevives aquí. Debes saber muy bien qué lugar es éste» (Murakami, 2009: 871). La conversación es interrumpida por los mismos golpes ominosos del primer encuentro, aunque esta vez Okada decide enfrentar el peligro. Golpea al hombre que irrumpe en la habitación hasta dejarlo inconsciente, quizás muerto. Al atravesar nuevamente la pared hacia la realidad superficial, Okada se entera de que su cuñado ha sufrido un derrame cerebral. Tanto el lector como el personaje sólo pueden arrojarse a la interpretación para concatenar los hechos e interpretar la naturaleza del lugar.
           Los fragmentos analizados de Crónica del pájaro que da cuerda al mundo ponen en evidencia la capacidad de lo fantástico para sugerir capas de realidad que yacen bajo la realidad cognoscible trazada por el pensamiento racional. En la literatura fantástica, «el texto se calla, pero ese silencio o ausencia es, frecuentemente, su más poderosa declaración» (Alazraki, 2001: 278-279). Pero esta ausencia no es simplemente negatividad, es potencialidad que sugiere algo que está más allá. En nuestro caso de estudio, quizás la habitación 208, el pozo, la mancha de nacimiento de Okada y el resto de elementos fantásticos que indican lo que no puede decirse sean «estrategias metonímicas», como señala Bozzetto, o «metáforas epistemológicas», término de Alazraki.  Lo cierto es que estos elementos fantásticos ensanchan el espectro de posibilidades de lo real, e inciden en el lector en cuanto a que lo llevan a considerar la idea de una realidad ilimitada. Lo fantástico funciona como una fantasmagoría de lo impensable: a través de la escritura se hace posible proyectar, así sea de manera vaga e imprecisa, esas capas que, intuimos, son latentes bajo nuestra realidad.
[1] Roas define lo sobrenatural como «aquello que transgrede las leyes que organizan el mundo real, aquello que no es explicable, que no existe según dichas leyes» (2001: 8).
[2] En términos similares, Roas plantes que: «lo fantástico (…) está inscrito permanentemente en la realidad, pero a la vez se presenta como un atentado contra esa misma realidad que lo circunscribe» (2001: 25).
[3] «El mundo de las hadas es un universo maravilloso que se añade al mundo real sin atentar contra él ni destruir su coherencia. Lo fantástico, al contrario manifiesta un escándalo, una rajadura, una irrupción insólita, casi insoportable en el mundo real» (Caillois, 1970: 10).
[4] Hay que recordar que Todorov llega a decir que la literatura fantástica se vuelve inútil con la aparición del psicoanálisis, ignorando a un grupo importantísimo de autores del siglo XX que renuevan el género.
[5] En un artículo sobre Murakami publicado en El País, Rodrigo Fresán sostiene que la narrativa del japonés «posee la textura imposible pero verosímil de los mejores sueños». También Matthew Carl Strecher, probablemente el crítico más importante de la obra de Murakami, se encarga de estudiar, en su libro The Forbidden Worlds of Haruki Murakami (2014), ese juego entre sueño y vigilia que se da constantemente en las páginas del escritor japonés.
[6] La novela está dividida en tres partes.
[7] Este fragmento permite ilustrar lo que sostiene Roas sobre la imposibilidad de transmitir a través del lenguaje la experiencia fantástica: «[El narrador del relato fantástico]  no puede hacer otra cosa que utilizar recursos que hagan lo más sugerente posible sus palabras (comparaciones, metáforas, neologismos), tratando de asemejar tales horrores a algo real que el lector pueda imaginar» (2001: 29).
[8] «La metonimización instala la alteridad como PRESENCIA. La ceguera de la mirada no implica la presencia de lo vacío, sugiere más bien, a pesar de la imposibilidad de darle forma, la presencia de lo OTRO» (Bozzetto, 2001: 235). Los no límites de lo real: incidencias de lo fantástico en la noción de realidad en Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, de Haruki Murakami Luis D. BolívarMurakami y el acecho de la otra realidad: a modo de introducciónHaruki Murakami (Kioto, 1949) es el autor japonés más leído y traducido en la actualidad. Su obra narrativa, comprendida por 13 novelas y varios libros de cuentos, se caracteriza por la presencia elementos inverosímiles, sucesos fantásticos, mundos paralelos, atmósferas oníricas, introspección, violencia y erotismo. El lector que se enfrenta por primera vez al mundo ficcional de Murakami experimentará, probablemente, la incertidumbre que supone la irrupción de lo sobrenatural, de lo imposible y de lo ominoso en un mundo aparentemente normal y cotidiano. Uno de los rasgos fundamentales de la poética del autor japonés es, sin duda, el juego de realidades que se da en la mayor parte de sus novelas y relatos. La normalidad de un mundo ficcional que se mueve al compás del tedio se ve constantemente amenazada, irrumpida, rasgada o cuestionada por eventos que rompen con la lógica y la coherencia interna del mundo racional. En este sentido, la narrativa de Murakami puede ser clasificada con la siempre problemática etiqueta de literatura fantástica. David Roas establece que la literatura fantástica es «el único género literario que no puede funcionar sin la  presencia de lo sobrenatural[1]» (2001: 8); sin embargo, para que el relato sea considerado dentro de la literatura fantástica, lo sobrenatural debe darse en «un espacio similar al que habita el lector, un espacio que se verá asaltado por un fenómeno que trastornará su estabilidad» (ídem).  Precisamente esto es lo que ocurre en la narrativa de Murakami: sus relatos no se dan en mundos imaginarios llenos de monstruos y criaturas mágicas, sino en los espacios reconocibles del Japón contemporáneo. Sus personajes suelen ser japoneses promedio, inmersos en la monotonía de la vida diaria de las grandes ciudades. Sin embargo, la estabilidad del mundo se ve violentada por la irrupción de lo sobrenatural, y de un momento a otro  los personajes se ven arrastrados fuera de la monotonía para enfrentarse a la experiencia inefable que supone el contacto con lo fantástico. Así, el lector pasa de escenas en las que los personajes cocinan pasta, hacen ejercicio o se lavan los dientes –descritas con una minuciosidad a veces exasperante–, a otras en las que aparecen gatos parlantes, prostitutas mentales, lectores de sueños, personajes que se desvanecen, transformaciones físicas imposibles y todo tipo de hechos inexplicables que trastornan los presupuestos lógico-racionales de la modernidad. De esta forma, en la narrativa de Murakami se evidencia que lo fantástico «existe en una relación simbiótica o parásita con lo real. Lo fantástico no puede existir en forma independiente de ese mundo “real” al que parece encontrar finito en un grado frustrante» (Jackson, 1986: 18)[2].Lo fantástico en la obra narrativa de Murakami permite al personaje –y al lector– vislumbrar un espacio de la realidad que queda fuera de la cartografía del mundo esbozada por el pensamiento racional. Murakami problematiza la realidad; en Kafka en la orilla, una de sus novelas más interesantes, queda latente este interés del escritor japonés por la idea de una realidad otra: «Junto al mundo que habitamos existe otro mundo paralelo. Hasta cierto punto es posible penetrar en él y regresar después sano y salvo» (Murakami, 2008: 536). Partiendo desde diversos postulados teóricos que plantean lo fantástico como una segunda realidad alternativa a la realidad «objetiva��, analizaremos cómo se da lo fantástico en Crónica del pájaro que da cuerda al mundo (1994), y de qué manera esta irrupción de lo fantástico trastorna o problematiza la concepción de lo real. Lo fantástico en retrospectiva            Una revisión exhaustiva de la historia de la literatura fantástica y de sus distintas perspectivas teóricas requeriría un trabajo de gran magnitud. Lo que nos proponemos en este apartado es poner lo fantástico en perspectiva de manera muy breve, para, así, dar piso a las nociones teóricas que nos servirán para nuestro análisis. En la introducción a su Antología de la literatura fantástica –compilada junto a Jorge Luis Borges y Silvina Ocampo–, Adolfo Bioy Casares sostiene que «Viejas como el miedo, las ficciones fantásticas son anteriores a las letras» (1977: 7).  Esta afirmación es peligrosa, pues Bioy parece incluir dentro de lo fantástico narraciones orales, de carácter religioso y de muy distintos contextos culturales. Más adelante aclara, sin embargo, que la literatura fantástica «aparece en el siglo XIX y en el idioma inglés» (ídem). Esta afirmación es mucho más precisa, y nos permite entender lo fantástico dentro de un contexto histórico y cultural muy concreto y delimitado. El consenso crítico sitúa lo fantástico en este mismo contexto histórico: lo fantástico surge entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, en principio, como reacción al pensamiento racional ortodoxo impuesto por los pensadores de la Ilustración. La literatura fantástica que surge en este período busca crear un espacio para todo aquello que escapa a la razón y, por tanto, es desechado por esta. Es necesario, entonces, entender la literatura fantástica como un género subversivo (Jackson, 1986: 12), que surge de la modernidad para cuestionar sus presupuestos. Así, pues, las narraciones decimonónicas sobre castillos embrujados, fantasmas, metamorfosis, seres inmortales y criaturas impensadas inauguran el género fantástico, con el que se pretende «iluminar una zona de lo humano donde la razón está condenada a fracasar» (Roas, 2001: 9), una zona que responde más bien a la imaginación, a la intuición y a la aceptación de la finitud propia del hombre y su incapacidad para comprenderlo todo.            Ya en el siglo XX, el interés crítico por la literatura fantástica ha generado gran variedad de aproximaciones teóricas a lo fantástico. Roger Caillois, por ejemplo, delimita la literatura fantástica, distinguiéndola de los cuentos de hadas[3]. Tzvetan Todorov, por otro lado, en su Introducción a la literatura fantástica (1970), también delimita lo fantástico, separándolo de dos géneros «vecinos»: lo extraño y lo maravilloso. En términos generales, según Todorov, lo fantástico está determinado por la «sangre fría del lector», y no es más que un instante de «vacilación» en el que el lector debe decidir si el suceso fantástico narrado tiene una explicación racional (lo que enmarcaría el texto dentro de lo «extraño»), o, si escapa de lo racional, este suceso entraría en un orden racional de una realidad distinta, la de lo maravilloso (2001: 48). De esta forma, Todorov plantea una definición problemática de lo fantástico, pues lo reduce a algo efímero y extremadamente subjetivo, a un momento de incertidumbre que al final se resuelve en algo que deja de ser fantástico. Las nociones teóricas planteadas por autores como Caillois y Todorov han sido de vital importancia para los estudios sobre el género fantástico. Sin embargo, su aplicación al estudio de autores contemporáneos resulta inadecuada, por no decir anacrónica[4]. Para nuestro análisis recurriremos a propuestas más recientes, que trascienden el interés por lo estructural y consideran lo fantástico desde otras perspectivas ligadas a lo filosófico y lo lingüístico.Nuevas perspectivas de lo fantástico            Si lo fantástico tradicional busca crear un espacio para los «mundos sumergidos de lo innombrable» (Bravo, 2008: 22), es decir, iluminar todo aquello que escapa a la razón, evidenciar lo sobrenatural o al menos sugerir su existencia, lo fantástico contemporáneo  busca más bien «postular la posible anormalidad de la realidad» (Roas, 2001: 37). En textos fantásticos como los de Murakami, la realidad se problematiza al quedar en evidencia su indeterminación y, por tanto, toda su potencialidad; la concepción binaria del mundo que implica la división entre lo «real» y lo «irreal» pierde sentido.  Nandorfy señala que:En lugar de dividir la experiencia en «real», «irreal» y un «intermedio indeterminado», cabe afirmar que la realidad incluye niveles de experiencia diferentes. Por esa vía, el inconsciente y lo irracional –o arracional– no existen solamente como fuerzas antisociales o antirreales, sino como unos modos de ser legítimos en la infinita variedad de posibilidades que la indeterminación del lenguaje pone de manifiesto (2001: 257).             En la literatura contemporánea lo fantástico ya no se opone a lo «real», sino que forma parte de la experiencia del sujeto en el mundo. Sin embargo, el sujeto que experimenta esta realidad «enriquecida» por lo fantástico, como la denomina Nandorfy, no cuenta con el lenguaje para referirse a esta experiencia. Al respecto señala Bozzetto queEn lo Fantástico, se trata de tematizar la imposibilidad de dar forma a la alteridad. Lo «otro posible» ya no es la sugestión, sino la imposible figuración de lo «otro que sin embargo está ahí». Para triunfar en esta apuesta, el texto fantástico pone en marcha todo un conjunto de procedimientos: compone un universo tal que el lector no pueda darle un sentido satisfactorio. Toda tentativa para dar un sentido tiene como efecto hacer aparecer ambigüedades, incongruencias, rasgaduras en el tejido de los enunciados o entre el enunciado y su instancia enunciativa. Lo Fantástico parece construirse para deconstruir toda representación, para callar aquello que se supone que hay que decir (2001: 227).             Para analizar las implicaciones de lo fantástico en la obra de Murakami, las características planteadas por Jaime Alazraki sobre lo «neofantástico» también son de gran utilidad. No quiere decir esto, sin embargo, que consideremos o no como «neofantástico» la obra del escritor japonés; no es este el espacio para entrar en discusiones genéricas. Como ya hemos adelantado en páginas anteriores, la diferencia entre lo fantástico tradicional y lo fantástico contemporáneo, o neofantástico según Alazraki, radica principalmente en su relación con lo real:  [S]i lo fantástico asume la solidez del mundo real -aunque para «poder mejor devastarlo», como decía Caillois-, lo neofantástico asume el mundo real como una máscara, como un tapujo que oculta una segunda realidad que es el verdadero destinatario de la narración neofantástica. La primera se propone abrir una «fisura» o «rajadura» en una superficie sólida e inmutable; para la segunda, en cambio, la realidad es (…) una superficie llena de agujeros como un colador y desde cuyos orificios se [puede] atisbar, como en un fogonazo, esa otra realidad (2001: 276).             Una segunda diferencia entre estos dos modos de representar lo fantástico tiene que ver con el efecto que causan: lo fantástico tradicional apunta al miedo; lo neofantástico busca produce inquietud, pero más allá de esto se trata de «metáforas que buscan expresar atisbos, entrevisiones o intersticios de sinrazón que escapan o se resisten al lenguaje de la comunicación, que no caben en las celdillas construidas por la razón» (Alazraki, 2001: 277). Estás metáforas, además, «corresponde[n] a la visión y descripción de esos agujeros en nuestra percepción causal de la realidad» (ibíd.: 278).Crónica del pájaro que da cuerda al mundo: los no-límites de la realidad            En las primeras páginas de Crónica que da cuerda al mundo (1994) hay un ambiente de aparente estabilidad: Tooru Okada, narrador en primera persona y arquetipo por excelencia (o por mediocridad) del héroe murakamiano, acaba de dejar su empleo, y junto a su esposa, Kumiko, lleva una vida apacible: ella trabaja y él se dedica a las labores domésticas mientras decide qué hacer respecto a su futuro. Pasa los días cocinando, encargándose de la limpieza, escuchando música y leyendo. Hasta ahora no hay signos de inestabilidad; pero lo cotidiano poco a poco va perdiendo sentido y comienzan a  suceder uno tras otro cambios en su vida. Su gato desaparece, aparecen a su alrededor personajes extraños e inverosímiles y finalmente es abandonado por su esposa, perdiendo de esta forma su único vínculo con el mundo exterior. Es en este punto que esa primera realidad, la realidad «objetiva», comienza a resquebrajarse y a mostrar intersticios que permiten vislumbrar esa segunda realidad más profunda, no limitada por las leyes racionales. A continuación analizaré algunos de los hechos que, en el transcurso de la novela, alteran el orden de la primera realidad y permiten vislumbrar la segunda.            Un lugar común de la crítica en relación a Murakami tiene que ver con la relación que se da en su narrativa entre el sueño y la vigilia[5]. En Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, sueño y vigilia no se responden a una oposición binaria entre lo «real» y lo «irreal»; al contrario, ambos estados forman parte de la realidad, en el sentido de que lo que ocurre en el sueño incide en el estado de vigilia. No se trata de premoniciones o de anticipaciones; lo que ocurre es que se borra la frontera entre ambos estados y el sueño se vuelve, literalmente, parte de la realidad. En el capítulo 9 de la primera parte de la novela[6], Okada sueña que mantiene relaciones sexuales con Creta Kanoo, la hermana de una adivina estrafalaria contratada por su mujer para encontrar al gato perdido. En el sueño, un «hombre sin rostro» guía a Okada a la habitación 208 de un hotel, donde Creta Kanoo le espera (Murakami, 2009: 150). Lo que en principio representa simplemente un sueño erótico extremadamente vívido es revelado más adelante como un suceso fantástico: en el capítulo 9 de la segunda parte de la novela, Kanoo revela a Okada que, en efecto, mantuvieron relaciones sexuales en la mente de Okada: «No tuvimos relaciones reales. Cuando usted eyaculó, no lo hizo dentro de mi cuerpo, sino en su mente (…) Era una conciencia creada. Pero después de todo, nosotros tenemos en común la conciencia de haber mantenido relaciones el uno con el otro» (2009: 299). La experiencia del sueño, un sueño compartido con otra persona, trasciende el inconsciente y se instaura en el mundo como parte de la realidad. La respuesta de Okada no es de miedo o de desconcierto, sino de aceptación de un suceso imposible según la lógica: «Era una historia extravagante. Pero ella había descrito a la perfección la escena del sueño» (ídem). Para Creta Kanoo el episodio es aún menos sorprendente: «Antes era prostituta de la carne, ahora lo soy de la mente» (Murakami, 2009: 300). Es el lector quien se siente perturbado por esta transgresión a la normalidad.             En un punto más avanzado de la trama, Okada decide bajar al fondo de un pozo para meditar sobre su vida y para reflexionar sobre por qué su esposa lo abandonó. En el fondo del pozo, en medio de la oscuridad total, Okada vuelve a soñar con la habitación 208, solo que esta vez «no fue un sueño. Era algo que tomaba la forma de un sueño» (2009: 338). Esta segunda experiencia en el hotel resulta más siniestra que la anterior. En principio, Okada presencia en el lobby del hotel un discurso pronunciado por Noboru Wataya, su cuñado y especie de antagonista de la novela. Wataya sostiene, entre otras cosas que «lo importante es seguir la raíz del deseo. Cavar en el terreno de esa complejidad que llamamos lo real» (2009: 339). El discurso perturba a Okada: «Él simulaba dirigirse al mundo entero, pero en realidad me hablaba sólo a mí. Y tenía algún motivo terriblemente retorcido para hacerlo» (ídem). Más adelante se topa con el mismo hombre sin rostro de la experiencia anterior, solo que esta vez no está allí para guiarlo, sino para impedirle el paso, o al menos advertirlo de no continuar: «Si sigue usted avanzando, ya no podrá volver atrás. ¿No le importa?» (2009: 340). Okada omite la advertencia y sigue su camino hacia la habitación 208, en la que esta vez no lo espera Creta Kanoo, sino la misma mujer anónima que, al principio de la novela, hace varias llamadas telefónicas de carácter erótico a Okada, al que pide además averiguar su nombre. Okada y la mujer misteriosa mantienen una conversación breve en la que éste le pide a la mujer que le proporcione alguna respuesta al enigma de su esposa.  Sin embargo, la conversación es interrumpida, alguien golpea la puerta produciendo un sonido que «en la oscuridad tenía una resonancia siniestra» (2009: 345); poco antes, la mujer había advertido a Okada que «si aquel hombre te encuentra aquí, tendríamos problemas. Él es mucho más peligroso de lo que crees. Podría matarte» (ídem).Al no tratarse esta vez de un sueño, la experiencia no termina, como la vez anterior, con el despertar de Okada. Esta vez, Okada y la mujer atraviesan una pared para escapar de la amenaza que suponen los golpes en la puerta: «[la pared] era fría y viscosa como una gelatina[7] (…) Estaba atravesando la pared (…) Y me parecía la cosa más natural del mundo (…) Cuando abrí los ojos, estaba en el otro lado…, en el fondo de un pozo profundo»  (2009: 346). Al atravesar la «pared» y volver al pozo, Okada siente «un intenso calor en [la] mejilla derecha. Una sensación extraña. No era dolor. Sólo la percepción de que allí había calor. Ni siquiera pude discernir si procedía del exterior o se generaba dentro de mí» (ídem). Al salir del pozo y verse en el espejo, Okada se da cuenta de que tiene una mancha de nacimiento en el punto de su cara donde siente irradiar el calor. La experiencia de atravesar de la realidad profunda a la realidad superficial no solo ha desestabilizado las leyes físicas que rigen el mundo, también han dejado una marca física en el cuerpo de Okada. Lo fantástico se concreta en algo visible, incuestionable, un cambio físico inexplicable. Okada sostiene que la mancha «quizá fuera el estigma que me había dejado aquel extraño sueño o fantasía. A través de él me decían: “Aquello no fue un simple sueño. Fue algo que sucedió en realidad”» (2009: 397).  La realidad superficial plantea la imposibilidad física de atravesar paredes y desplazarse a otros lugares en cuestión de segundos. La realidad profunda admite esta posibilidad. La mancha representa para Okada un símbolo que indica que el espectro de lo posible se ha expandido. Este hecho evidencia lo que Bozzetto denomina la «estrategia metonímica» del texto fantástico (2001: 234)[8]. A modo de conclusión            En la tercera parte de la novela –mucho más ambigua y caótica que las dos anteriores–, Tooru Okada vuelve a atravesar hacia la realidad profunda, vuelve a pisar la habitación 208 de un hotel que existe en un lugar y de una forma que el personaje no alcanza a comprender (tampoco el lector). En esa tercera visita se entera, a través de la televisión, que su cuñado y enemigo ha sido golpeado hasta quedar en coma por un hombre cuya descripción física corresponde inequívocamente a la suya. Posteriormente, en un nuevo encuentro con la mujer misteriosa, interroga a ésta sobre la naturaleza del lugar –o no-lugar– en el que se encuentran, a lo que la mujer responde: «Has venido varias veces aquí, además has encontrado el medio para llegar. Sobrevives aquí. Debes saber muy bien qué lugar es éste» (Murakami, 2009: 871). La conversación es interrumpida por los mismos golpes ominosos del primer encuentro, aunque esta vez Okada decide enfrentar el peligro. Golpea al hombre que irrumpe en la habitación hasta dejarlo inconsciente, quizás muerto. Al atravesar nuevamente la pared hacia la realidad superficial, Okada se entera de que su cuñado ha sufrido un derrame cerebral. Tanto el lector como el personaje sólo pueden arrojarse a la interpretación para concatenar los hechos e interpretar la naturaleza del lugar.            Los fragmentos analizados de Crónica del pájaro que da cuerda al mundo ponen en evidencia la capacidad de lo fantástico para sugerir capas de realidad que yacen bajo la realidad cognoscible trazada por el pensamiento racional. En la literatura fantástica, «el texto se calla, pero ese silencio o ausencia es, frecuentemente, su más poderosa declaración» (Alazraki, 2001: 278-279). Pero esta ausencia no es simplemente negatividad, es potencialidad que sugiere algo que está más allá. En nuestro caso de estudio, quizás la habitación 208, el pozo, la mancha de nacimiento de Okada y el resto de elementos fantásticos que indican lo que no puede decirse sean «estrategias metonímicas», como señala Bozzetto, o «metáforas epistemológicas», término de Alazraki.  Lo cierto es que estos elementos fantásticos ensanchan el espectro de posibilidades de lo real, e inciden en el lector en cuanto a que lo llevan a considerar la idea de una realidad ilimitada. Lo fantástico funciona como una fantasmagoría de lo impensable: a través de la escritura se hace posible proyectar, así sea de manera vaga e imprecisa, esas capas que, intuimos, son latentes bajo nuestra realidad. [1] Roas define lo sobrenatural como «aquello que transgrede las leyes que organizan el mundo real, aquello que no es explicable, que no existe según dichas leyes» (2001: 8).[2] En términos similares, Roas plantes que: «lo fantástico (…) está inscrito permanentemente en la realidad, pero a la vez se presenta como un atentado contra esa misma realidad que lo circunscribe» (2001: 25).[3] «El mundo de las hadas es un universo maravilloso que se añade al mundo real sin atentar contra él ni destruir su coherencia. Lo fantástico, al contrario manifiesta un escándalo, una rajadura, una irrupción insólita, casi insoportable en el mundo real» (Caillois, 1970: 10).[4] Hay que recordar que Todorov llega a decir que la literatura fantástica se vuelve inútil con la aparición del psicoanálisis, ignorando a un grupo importantísimo de autores del siglo XX que renuevan el género. [5] En un artículo sobre Murakami publicado en El País, Rodrigo Fresán sostiene que la narrativa del japonés «posee la textura imposible pero verosímil de los mejores sueños». También Matthew Carl Strecher, probablemente el crítico más importante de la obra de Murakami, se encarga de estudiar, en su libro The Forbidden Worlds of Haruki Murakami (2014), ese juego entre sueño y vigilia que se da constantemente en las páginas del escritor japonés.[6] La novela está dividida en tres partes.[7] Este fragmento permite ilustrar lo que sostiene Roas sobre la imposibilidad de transmitir a través del lenguaje la experiencia fantástica: «[El narrador del relato fantástico]  no puede hacer otra cosa que utilizar recursos que hagan lo más sugerente posible sus palabras (comparaciones, metáforas, neologismos), tratando de asemejar tales horrores a algo real que el lector pueda imaginar» (2001: 29).[8] «La metonimización instala la alteridad como PRESENCIA. La ceguera de la mirada no implica la presencia de lo vacío, sugiere más bien, a pesar de la imposibilidad de darle forma, la presencia de lo OTRO» (Bozzetto, 2001: 235). 
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