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aunqueudselocrea · 4 years ago

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CRIPTOZOOLOGIA, EL ESTUDIO DE BESTIAS EXTINTAS…O CASI…

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La criptozoología (del griego cryptos, “oculto”, zoos, “animal” y logos, “estudio” ) es una pseudociencia cuyo objetivo es la búsqueda de supuestos animales considerados extintos y/o desconocidos para la ciencia, pero presentes en la mitología y el folclore. Quienes apoyan la criptozoología aducen que sus argumentos serían válidos, ya que ha sucedido que támbién algunos animales realmente existentes si han sido descubiertos para la ciencia a partir de rumores o leyendas, como en los casos del okapi, el hipopótamo pigmeo, el moa y otros.

Durante años, montañeses, marineros, exploradores y habitantes de lejanas e inaccesibles regiones, han relatado avistamientos de animales que no pertenecen a la zoología tradicional y los han llamado “Monstruos”.

La gran cantidad de fotografías y semipruebas de la existencia de estos animales generó la aparición de la criptozoología, la cual se encarga de investigar y catalogar a estos seres desconocidos por la ciencia. Hay una alta posibilidad de que estas criaturas realmente vivan, ya que la mayor parte de los océanos, montañas y selvas tropicales se encuentran inexploradas, guardando la posibilidad de esconder criaturas de gran tamaño e incluso animales que hoy se creen extintos.

Un interesante ejemplo de monstruos antidiluvianos vivos fue el increíble descubrimiento del Celacanto en 1938, un pez prehistórico que vivió hace mas de 70 millones de años y que hoy en día habita las costas de Sudáfrica.

Otro gran descubrimiento científico fue el que dio validez a las historias mitológicas de Calamares Gigantes de los cuales se obtuvieron los primeros indicios mediante sonares de gran profundidad. Algunos pudieron ser capturados y estudiados y hoy se sabe de la existencia de Calamares Gigantes de 40 metros de largo!!.

En enero de 2007 fue filmado por primera vez en la historia un tipo de tiburón prehistorico el cual era muy dificil de encontrar para su estudio.

Estos hallazgos impulsan a investigar el resto de los casos que aún no han podido ser develados, tales como el famosísimo Monstruo del Lago Ness (Nessie) y sus similares en muchos otros lagos del globo.

El Yeti en el Himalaya y sus parientes en América del Norte, monstruos marinos de todo tipo, el Mokele Mbembe (un posible dinosario vivo en el Congo) y avistamientos de Aves Gigantes en el continente Americano. Un tema que recién comienza.

¿VIVEN AUN ANIMALES DESAPARECIDOS?

(* Exclusivo los trabajos de ROGER MAY.)

Según las leyes de la evolución, la vida apareció primeramente en los océanos. En la era primaria, que comenzó hace seiscientos millones de años y duró cuatrocientos millones, los animales marinos conquistaron los continentes. Los peces originaron a los anfibios.

A éstos sucedieron los reptiles, amos del planeta en la era secundaria que comenzó hace doscientos millones de años para durar ciento cincuenta millones.

Los mamíferos se adueñaron de la escena a fines de la época secundaria, anunciando a los animales que hoy conocemos.

Puede preguntarse si, de todos esos animales fantásticos de las eras pasadas, no lograron algunos mantenerse hasta nuestros días. ¿Existen sólo en el estado de fósiles en las diversas capas rocosas, o bien algunos se refugiaron en regiones aun inexploradas del planeta?

¿VIVEN AUN REPTILES DE LA ERA SECUNDARIA?

ECHEMOS una rápida ojeada sobre los monstruosos reptiles del secundario, antepasados de los mamíferos. Aparecieron, en realidad, hacia fines del primario. Son los batracios, descendientes de los peces.

Los primeros de esos reptiles, los teromorfos, ocuparon el trías, primer período del secundario, y luego desaparecieron. Algunos, muy pequeños, engendraron a los primeros mamíferos, también minúsculos, no mayores que ratas.

Hasta fines del secundario, los mares, los aires y los continentes fueron invadidos por reptiles gigantescos.

En los mares reinaba el ictiosaurio, que, armado de un largo pico y con una aleta caudal vertical, parecía un tiburón. Los plesiosaurios tenían cabeza de lagarto y largo cuello: vivían en las aguas de superficie y les gustaba reposar en las riberas. Sus descendientes fueron monstruosos lagartos con aletas, con un cuello de nueve metros, animales ferocísimos, como el masosaurio.

Algunos de esos reptiles del secundario podían volar. Es el caso de los terosaurios, verdaderos lagartos alados, y los terodáctilos. El gigante de esos reptiles-pájaros era el teranodon, de una envergadura de siete metros.

Los primeros cocodrilos aparecidos en el trías (tenían entonces una aleta caudal) son, según se cree, los engendradores de esos reptiles voladores, como también de los dinosaurios y de los pájaros.

Los dinosaurios vivían en los continentes. Eran animales herbívoros, gigantescos de talla, de larga cola y largo cuello, con una cabeza pequeñita. El brontosaurio tenía diecinueve metros; el diplodocus, veinticinco metros; los braquiosaurios llegaban a treinta y cinco metros. Pero todos eran vencidos por el lagarto gigante, el gigantosaurio, aparecido en el cretáceo, cuya altura era de veintidós metros, con una longitud que sobrepasaba los cuarenta metros.

Esos animales pesaban de veinticinco a treinta toneladas y se pasaban el tiempo comiendo hierbas y durmiendo. Se refugiaban en las aguas de los pantanos cuando eran ata-cados por carniceros como los teropodos, bípedos gigantes armados de formidables garras y dueños de larguísima cola.

A fines del secundario, grandes bípedos reemplazaron a los lagartos. Fuera de los iguanodontes, parecían monstruos con cabeza de pato o de loro.

Durante los períodos del secundario, muchas especies de reptiles desaparecieron, pero siempre fueron reemplazadas.

A fines del cretáceo, es decir, a fines de la época secundaria, se asiste a la desaparición definitiva de toda esa fauna gigante. Es éste uno de los grandes misterios del pasado.

¿Aumentó bruscamente la temperatura, o bien, al contrario, se enfrió brutalmente?

Animales de sangre fría, no habrían podido reaccionar ante una temperatura muy baja y sus huevos se habrían perdido.

Sin embargo,la flora de entonces no ha sufrido. Únicamente los animales gigantes se perdieron sin remedio.

Acaso llevaban en sí, en razón de su gigantismo, las causas de su brutal extinción. Herbívoros, nunca carecieron de alimento. Se ha pensado que sus órganos vegetativos se desarrollaron anormalmente. Y los que eran carnívoros, como el alosaurio o el tiranosaurio, fueron, a su vez, víctimas de la desaparición de los grandes herbívoros.

En realidad, no se sabe, y el misterio. permanece, pues los que se habían adaptado particularmente a la vida acuática, como el ictiosaurio, desaparecieron al terminar la edad de los reptiles.

Pero no es imposible que algunos de esos reptiles gigantes -reptiles de patas y cuello largos- hayan subsistido hasta hoy, en regiones en que han encontrado condiciones más favorables.

Y esta región ideal es la Amazonia con sus tibios pantanos que se extienden a lo infinito y donde el hombre blanco no ha penetrado todavía.

En muchas ocasiones, indios cazadores de la baja región del río Yapura, llena de pantanos, han declarado haber percibido un extraño animal con un cuello de varios metros de longitud y una cabeza de, lagarto grande. Su cola, que pa. recía larguísima, golpeaba el agua con violencia.

Esta descripción se aproxima a la del brontosaurio, que existía en los pantanos de la era secundaria.

Esos herbívoros gigantes, de una longitud de veinticinco metros y un peso superior a los veinticinco mil kilos, ¿habrían logrado subsistir hasta nuestros días? ¿Habrán

podido asegurar su descendencia durante ciento cincuenta millones de años? Por qué no … Se ha encontrado vivo en el océano Indico al coelacanthe, que se creía desaparecido desde unos doscientos cincuenta millones de años.

Los brontosaurios -“lagartos trueno”- comían diariamente trescientos kilos de plantas. En Amazonia no hubieran podido temer al hambre.

Otra tribu que vivía entre el río Jurua y el río Purus percibió, al crepúsculo, toda una familia de semejantes reptiles gigantes. Quisieron aproximarse, pero sus largos cuellos cesaron de balancearse con toda despreocupación y se hundieron en seguida en las aguas pútridas.

Esa visión de lagartos gigantes que salen del fondo de los tiempos no es cosa especial del Amazonia.

Cosa curiosa: en otras tierras que presentan las mismas condiciones de clima y una flora parecida, en la selva ecua-torial africana, los negros cuentan escenas de espanto.

En la región del lago Tuvou, en los confines del Congo y del Tanganyka, se vio varias veces un gran reptil acuático de cuerpo enorme y gris como el de un elefante y que parecía caminar sobre el agua. Tenía las enormes patas de un lagarto gigante y un, cuello de cinco o seis metros de largo, con una cabecita ridícula.

Los negros que lo divisaron acudieron a darle la noticia al jefe de la tribu. Este se dirigió al lugar, en compañía de los hechiceros. Pudieron comprobar que las cañas habían sido aplastadas por una masa pesadísima. El animal debió huir en dirección de los pantanos, pues en la playa de arena enormes huellas acusaban su paso, y en cada una de ellas hubieran podido sentarse sin inconveniente alguno un par de niños de cinco años.

Apariciones de tal naturaleza fueron señaladas en el Zululand, la región de Natal y en Angola.

En diversas ocasiones se encontraron cadáveres de hipopótamos, cuya piel parecía haber sido herida por unas garras enormes. Sin duda, habían sido atacados por otro animal más fuerte. ¿Un tigre o un león? De ningún modo, pues en tal caso habrían sido devorados en` parte por esos feroces carniceros. Los cazadores que descubrieron sus ca-dáveres opinaron que debía de tratarse de una bestia monstruosa.

¿Existen todavía, con los brontosaurios, los pterodáctilos, esos reptiles voladores del jurásico superior (era secundaria) ? ¿Los pterodáctilos de “dedos alados”, sin cola pero de cabeza desproporcionada, frecuentan aún ciertas montañas del Camerún?

El sabio francés Bernard Heuvelmans, doctor en ciencias zoológicas, cuenta al respecto una historia sorprendente.

En 1933, el zoólogo Ivan T. Sanderson con otro com-pañero levantaron un campamento junto a un río en las montañas de Assumbo, en el Camerún.

Ambos hombres se bañaban en el río cuando Sanderson fue arrastrado por la corriente. Trató de ganar la orilla y he aquí que vio sobre él un pájaro inmenso de unos tres metros de envergadura por lo menos. Colgaba su mandíbula inferior y dejaba ver una hilera de dientes blancos y acerados. El pájaro tenía también una especie de cola.

Los cazadores indígenas, al conocer tal desventura, parecieron bruscamente aterrados y huyeron a su aldea, lanzando gritos de espanto.

También ellos habían visto en varias ocasiones esa es-pecie de reptil volador que, cada vez, desaparecía entre los altos picos de las poco accesibles montañas de Assumbo.

En Nueva Guinea, el explorador Miller vio en 1949 otro de esos animales grotescos que parecen haber sido olvidados por los tiempos desde fines de la era secundaria. La bestia divisada al borde de un pantano, en una región abandonada por los hombres y cubierta de vastos bosques,tenía el cuello y la cola del diplodocus. Podía tener unos veinticinco metros de largo y su dorso estaba protegido por enormes escamas verticales como las del estegosaurio.

* SIEMPRE SE DESCUBREN ANIMALES NUEVOS :

El barón Nicolas Frédéric Cuvier, el gran naturalista francés, más conocido por Georges Cuvier, murió en 1832 después de haber sido profesor en el Museo.

Fue el creador de la anatomía comparada y de la paleontología. Lanzó dos ideas revolucionarias. La primera consiste en que hay cierta relación entre todas las modificaciones del organismo y que algunos órganos tienen sobre el conjunto de la economía una decisiva influencia. La segunda es que ciertos caracteres se atraen mutuamente, mientras otros necesariamente se excluyen; de aquí la ley de “correlación de las formas”. Esos principios le permitieron determinar especies desconocidas por algunos huesos rotos, y se pudo tener una idea de individuos destruidos en el curso de las revoluciones del globo.

El gran Cuvier aseguró que en la superficie del globo ya no se podrán encontrar vivas especies diferentes a las conocidas a comienzos del siglo XIX.

Sin embargo, en 1909, el gobernador de Uganda, Sir Henry Johnston, descubrió al okapi -género de antílope hasta entonces desconocido- en los confines del Congo. Ese animal de cabeza de jirafa y desprovisto de cuernos, con grandes orejas, posee las formas elegantes y robustas del antílope. Sus ancas se, asemejan a las del asno, sus piernas a las de la cebra. Es rarísimo y sólo se le encuentra a orillas del río Semliki.

Examinado por los especialistas del Museo de Londres, el cráneo del okapi reveló en la frente dos pequeñas protuberancias óseas, residuos de los cuernos de la jirafa. El okapi no era, pues, como se creyera en un principio, un antílope o una especie de cebra, sino, más bien, un animal cercano a los antepasados de la jirafa.

Hasta 1900 nadie creyó en la existencia del okapí, que sólo se hallaba en los relatos de caza de los pigmeos, con el nombre de atti.

Se pudo preguntar, por lo tanto, a comienzos de siglo, si no existirían en la superficie del globo otros mamíferos desconocidos o que se creía desaparecidos desde mucho tiempo.

Las regiones difícilmente accesibles no faltan. Aún hoy, más allá de las pistas, todo el corazón del Africa ecuatorial es desconocido, lo que representa diez millones de kilómetros cuadrados. Tampoco se conocen la zona pantanosa del Bahr-el-Ghazal, afluente del Nilo; ciertas regiones del Kalahari, de Katanga y de Rhodesia.

Las junglas de Malasia, Birmania, las islas de la Sonda y de Nueva Guinea conservan sus misterios. Lo mismo puede decirse de los desiertos que ocupan el centro de Aus-tralia. En cuanto a las selvas amazónicas, tanto en el Perú, Brasil y Colombia, pueden perfectamente ocultar manadas de diplodocus sin que nadie lo sepa.

Así, pues, Cuvier, al afirmar en 1821 que había poca esperanza de descubrir nuevas especies de los grandes cuadrúpedos, habló un poco a la ligera.

Setenta años más tarde, el okapí fue el primero en desmentirlo.Los descubrimientos debían sucederse después rápidamente.

En 1904, un jabalí gigante, hasta entonces conocido sólo por los cazadores negros, fue descubierto en los bosques del monte Kenia. Era un animal de pelos negros, muy feroz, llamado bylocbere.

En 1910, los primeros hipopótamos enanos fueron traídos de los bosques de Liberia por el comerciante de animales alemán Hans Schomburgk, proveedor de circos y de zoos.

En el corazón de la selva del Congo, en el distrito de Ituri, parecen haberse refugiado muchas especies. Además del okapí, se encuentran ahí gorilas enanos y el famoso pavo real congoleño, percibido por vez primera en 1936.

Africa no posee el monopolio de tales sorpresas. Las crónicas chinas del siglo VII hablaban ya del panda gigante, oso blanco de patas y orejas negras y algunas otras manchas muy curiosas en torno a los ojos, que le dan la apa-riencia de estar con anteojos para el sol.

Se necesitaron doce siglos para verlo. A mitad del siglo XIX, un misionero francés, Armand David, pudo adquirir la primera piel de semejante bestia.

Durante años se buscaron las huellas de los pandas en el Tibet, en los flancos del Himalaya, en la India y en la China. ¡Cuántas expediciones regresaron sin nada!

Sólo en 1929, dos cazadores tiorteamericanos, entre ellos el coronel Roosevelt, mataron uno, dormido en la rama de un árbol. Sus despojos, traídos al Museo de Chicago, revelaron que en manera alguna se trataba de un oso. El panda pertenecía a la familia de los “prociónidos”, familia que comprende al ratón lavandero.

¿Está terminada la aventura zoológica tras los descubrimientos del okapí, del hylochere, del hipopótamo ena-no, del panda gigante, a los que hay que añadir el gran rinoceronte blanco de Cotton, encontrado cerca de Uelé, en el Sudán anglo-egipcio en 1900?

No parece, pues entre las tribus indígenas circulan siempre extrañas leyendas. Siempre una de tales leyendas ha sido el fundamento de descubrimientos hechos durante medio siglo.

Las tribus de los bosquimanos de Australia Central hablan de un conejo gigante de dos a tres metros de largo. ¿Es el diprotodon, enorme marsupial que se creía desaparecido hace muchísimo tiempo?

Indígenas y colonos del Africa oriental hablan siempre de los famosos osos nandis, oso pardo, de talla gigantesca, no encontrado por nadie en nuestros días. Sin embargo, diezma los rebaños y se organizan batidas para capturarlo.

Cuántas leyendas semejantes corren por el mundo. Leyendas que acaso mañana sean una verdad…

* EL MISTERIO DEL MOA GIGANTE :

¡Es de preguntarse si el avestruz es el más grande de los pájaros actuales, con su talla que sobrepasa los dos metros cincuenta centímetros de altura y sus huevos de doce centímetros de diámetro.

Corre el riesgo de tener un rival…, al menos de talla, por decirlo así. Se trataría del famoso moa de Nueva Zelandia.

Pájaro corredor como el avestruz, el moa no vuela, pues no tiene el menor rudimento de alas, y sus plumas muy simples tienen casi el aspecto de pelaje.

Lo mismo ocurre con el kiwi, que los neozelandeses han escogido de emblema. Pero el kiwi, pájaro de los bosques, no es mayor que una gallina, y existe.

En cuanto al moa, la cuestión de su existencia es problemática. Si aún vive, el avestruz está vencido, pues el más grande moa, llamado sabiamente Dinornis robustus, medi-ría hasta tres metros cincuenta centímetros de altura.

No es nada sorprendente el que la mayoría de los pájaros de Nueva Zelandia no vuelen. En esa isla perdida, a 1.000 kilómetros de Australia, no hay carniceros enemigos de los pájaros. Estos ignoran el peligro y, poco a poco, han perdido el hábito de volar.

Se cree que el moa ha desaparecido, exterminado por el hombre en el siglo XVII, y las leyendas de los maoríes es-tán llenas de esos atua, nombre que dan a los moas.

La primera osamenta de un moa fue encontrada por un viajero en 1828. El profesor Richard Owen la identificó y el misterio del moa data de ese tiempo. Luego se descubrie-ron numerosas osamentas de moa en las dos islas de Nueva Zelandia. Gracias a los terrenos en que fueron encontradas, se las puede fechar: los moas vivían en mitad de la era terciaria, hace veinticinco millones de años. Pero junto a ellas había otras osamentas recientísimas, que sólo tenían unos centenares de años.

El pájaro gigante de las leyendas maoríes no es tal vez sino el moa. Es probable que el hombre haya conocido a ese pájaro. Lo cazaba y comía su carne y sus huevos. El moa pesaba doscientos kilos y a veces más: era, pues, una ganga.

Se cree por lo general que esos pájaros fueron exter-minados por los habitantes de la isla hace sólo algunos siglos. Los últimos se habrían mantenido en las montañas de la isla del Sur hasta fines del siglo XVIII.

Diversos rumores pueden hacer pensar que el moa existe aún. Hacia 1850, unos cazadores de focas divisaron pájaros de cuatro metros de alto. Otra vez, unnos indígenas señalaron la presencia de enormes huellas de treinta y cinco centímetros de largo.

En 1950, una expedición de sabios norteamericanos y neozelandeses recorrió las regiones inexploradas de la isla del Sur. No descubrieron al moa. El misterio permanece.

* LOS FOSILES VIVOS :

Los “fósiles vivos” son animales que se creía desapare-cidos desde hacía un millón de años y que todavía existen, o que se han mantenido tal cual desde los más remotos tiempos.

Es el caso de muchos peces, a cuya cabeza hay que situar al famoso coelacanthe del océano Indico, pescado en los últimos años, cuando se le creía desaparecido desde fines de la era primaria, y en el cual se descubren los caracteres de un pez que se prepara a conquistar los continentes.

El caso no es único. El latimeria, que vivía en la época secundaria y cuyas huellas se.perdieron a partir del terciario, hace sesenta y cinco millones de años, fue encontrado en vísperas de la última guerra en las aguas del Senegal por un pescador negro que, intrigado por su captura -se trata de un gran pez de aletas lobuladas-, pensó en mostrarlo al profesor del pueblo, que felizmente se interesaba por los fósiles.

El ceradotus provocó una gran sorpresa en vísperas de la guerra de 1870. Era un pez de fines de la era prima-ria, de una edad de unos doscientos cincuenta millones de años, por lo tanto, y que posee un pulmón que le per-mite respirar al aire libre. Para sorpresa general, fue pes-cado en Australia, en un río del Queensland. Estos peces fenómenos, mitad peces, mitad anfibios, no son raros en Australia.

El barramunda –neoceratodus Forsteri, para los sabios- se parece al ceratodus. Posee pulmones, gracias a los cuales vive en las aguas fangosas y cálidas.

Los peces con pulmones del grupo de los dipneustes, cuyos representantes abundaban en la era primaria, todavía existen. Ese barramunda camina y grita. En la estación se-ca, se rodea de un caparazón cenagoso y así permanece du-rante meses hasta el retorno de las lluvias. A menudo se le ve paseando en tierra firme.

Los dipneustes, que sólo se hallan en los ríos Mary y Bennett, del Queensland, existen también en Africa y en América del Sur.

No sólo los peces poseen el privilegio de burlarse de las edades geológicas. Un reptil de Nueva Zelandia, extra-ño lagarto de tres ojos, el hatterie, representa el. grupo de los rincocéfalos que vivían en el secundario, y el Pájaro Hoatzin pasa en su juventud por una etapa que nítidamente recuerda al arqueoptérix.

La más curiosa fauna mamífera actual es, sin duda, la de Australia. Tiene en su evolución más de cien millones de años de retardo, y sus marsupiales son mamíferos que pare-cen esbozos de los de otros continentes.

¿Por qué?

Durante más de trescientos millones de años Australia formó parte del continente austral de Gondvana, que en-globaba Africa, América del Sur, Madagascar e India. A principios de la era secundaria, este vasto continente se cortó en dos. Africa permaneció adherida a Brasil y, del otro lado del hundimiento, Australia siguió formando un bloque con India y Madagascar. Y sólo ciento cincuenta millones de años después, a fines del secundario, Australia se aisló completa y definitivamente.

La flora y la fauna se encontraron así prisioneras. Evolucionaron sin contacto alguno con los demás continentes.

Los más extraños representantes de la fauna australia-na son los monotremas. Parece que, apenas esbozados, la naturaleza haya renunciado a tal creación, al menos origi-nal. Esos asombrosos animales ponen huevos (aunque son mamíferos) y amamantan a sus crías sin tener mamas. Los canales que sirven para el paso de la leche taladran aisla-damente la piel del vientre.

No existen sino tres monotremas vivos. El ornitorrinco, que tiene pico y patas de pato, cuerpo de nutria y uñas de perro. El macho posee espolones venenosos en las patas pal meadas traseras. Vive en madriguera a orillas de los ríos y se alimenta de peces, gusanos e insectos. El equidna, que parece un puerco espín y vive de insectos. El último de la extraña serie es el proequidna de Nueva Guinea.

En los canguros, el más conocido de los marsupiales, la bolsa no existe sino para suplir la ausencia de placenta. El nacimiento es un verdadero aborto. Pero ahí está la bolsa. Abriga al feto, de una longitud de sólo unos centímetros, y se produce una verdadera gestación extrauterina.

¡Cuántos otros animales extraños en los desiertos australianos! Entre ellos, el goana, lagarto que tiene casi tres metros de largo y que con sus largas patas derechas de cuadrúpedo y su cola de anguila se parece a un dinosaurio del secundario extraviado en el planeta.

Estos marsupiales representan una etapa transitoria entre los reptiles y los mamíferos. A comienzos de la era terciaria, hace cincuenta millones de años, estaban repartidos por toda la superficie del globo. Luego vinieron los mamíferos placentarios, más prolíficos y mejor adaptados. No tardaron en diversificarse de tal manera que, comenzando modestamente por pequeñas formas insectívoras vulgares, poco a poco ocuparon todos los continentes. Los marsupiales desaparecieron, salvo en el continente australiano, donde a favor del aislamiento su evolución ha proseguido sin competencia.

* EL CASO DEL MILODONTE :

El Amer-Anthrope no es con algunos monstruos ante-diluvianos el único misterio animal de América del, Sur (ver el capítulo siguiente).

* Existe el milodonte.

En el centro de fechación atómica de la Universidad de Columbia se encuentra una muestra que la Escuela de Carbono 14 ha registrado bajo el número 484.

Esa muestra está representada por el estiércol de un perezoso gigante, el Mylodon Cave. Las medidas de data-ción le dan una edad de diez mil ochocientos años, con una proximidad de más o menos quinientos años.

En América del Sur se encuentra hoy el mayor número de representantes del orden de los desdentados. Son mamíferos desprovistos de dientes incisivos; comprenden, entre otras especies notables, el hormiguero, el tatú, el ay, llamado más a menudo “perezoso” a causa de la lentitud de sus movimientos. Los desdentados son, en efecto, seres pesados de forma y de movimientos. Son cavadores o trepadores y pasan por ser los menos inteligentes de todos los mamíferos.

Todos estos curiosos animales descienden de otros desdentados gigantes, cuyos fósiles se encuentran en los terrenos terciarios y cuaternarios de América. Se trata del megaterio, de dos metros de alto y cinco de largo, y de los gliptodontes, animales gigantescos encerrados como las tortugas en un espeso caparazón hemisférico, como también del milodonte, casi tan poderoso como el megaterio.

Los milodontes, como, por lo demás, todos los perezosos gigantes, no han desaparecido desde hace diez mil años.

Algunos han podido vivir más cerca de nosotros, como que se han encontrado sus osamentas en la gruta de Palliaike,situada en la región de Cueva Eberhart, y esas osamentas han sido fechadas, con el método del carbono 14, en ocho mil seiscientos años. Osamentas humanas halladas en la misma gruta hacen pensar que los primeros hombres llegados a América eran contemporáneos del milodonte (pero ya hemos visto que tal fecha es sumamente debatida). Y es el hombre el que parece haber destruido la especie para siempre.

El probrema es el mismo del mamut de Siberia. ¿Esta-mos seguros de que el milodonte haya sido definitivamente exterminado?

Un día de 1860, unos gauchos que huían, de una tempestad se refugiaron en una gruta próxima a Puerto Con-suelo, al sur de Patagonia, y tuvieron la sorpresa de descubrir allí la piel acorazada de un animal gigante de dos metros de largo.

Informados, los sabios, en especial el profesor Erland Nordenskiold, reconocieron el caparazón del milodonte, o al menos de un animal muy próximo, pues mucho se le asemejaba. Descubrieron el esqueleto del animal detrás de unos derrumbes, en la parte más profunda de la gruta.

El esqueleto no estaba en el suelo, como los numerosos huesos fósiles que contenía la gruta, sino sobre una litera, al parecer muy fresca y hecha de hierbas y excrementos. El cráneo parecía haber sido roto a golpes de piedra. Todo parecía hacer pensar que los hombres mataron y descuartizaron al animal para comérselo. ¿Cuándo se realizó esta escena? ¿Siglos o milenios antes?

Entonces hubo interés por las historias contadas por los indígenas. Estos hablaban siempre de un animal gigante, el iémish, nunca por nadie encontrado.

Poco después, el explorador Tornouer aseguró haberlo visto una noche_ muy clara, mientras se encontraba al acecho cerca de un estanque. Sus declaraciones fueron recibidas con incredulidad. ¿Puede darse algún sentido a los “rugi-dos aterradores” que buscadores de oro han oído en la región del río Araguaya? Claro está que no. El milodonte parece que ha muerto y, con él, una bellísima historia.

* LA CAZA DEL MAMUT CONTINUA :

Hace sólo algunos años, una expedición de cazadores soviéticos se internó en la península de Taimyr, situada en el Gran Norte siberiano, al noroeste de la desembocadura del Ieniséi. Esta expedición, podéis creerlo, no pensaba traer lobos, osos blancos .o zorros azules, pero sí un mamut.

Sí, un mamut…, un mamut vivo.

Oficialmente, los últimos mamuts no hace mucho que desaparecieron de la superficie del globo, puesto que aún los había en tiempos del Hombre de las Cavernas, y a menu-do los artistas de la prehistoria reprodujeron con precisión y vida la silueta rechoncha que hemos visto en nuestros libros escolares.

Con sus largos pelos y sus colmillos curvos, el mamut frecuentó los llanos de Europa y Asia durante toda la era cuaternaria, y si desapareció fue únicamente por culpa de los cazadores. Así se aseguró, al menos, hasta estos últimos años.

¿Pero desapareció totalmente? Los últimos especímenes de esa fauna gigantesca, ¿no se habrán refugiado en alguna región inexplorada de la taiga siberiana? En el norte de Siberia, más allá del Círculo Polar, amplias extensiones tan grandes como varios departamentos de Francia reunidos son prácticamente desconocidas. El mamut. podría vivir ahí con toda tranquilidad y reproducirse desde hace un millón de años, sin que nadie le moleste.

De cuatro metros de altura, el mamut tenía un vellón pardo de diez centímetros de espesor y estaba cubierto de largos pelos. Se alimentaba de hojas de álamos o de abedules, o bien de gramíneas. Prácticamente, nada le hubiera impedido vivir hasta nuestros días. Un exterminio provocado por los cazadores nunca es total.

En la taiga siberiana existen verdaderos cemen e ios de mamuts. Fueron ellos los que nutrieron de marfil los pueblos mediterráneos de la Antigüedad. Pronto los Mongoles se especializaron en ese comercio y durante milenios sus caravanas recorrieron incansablemente el Asia, desde el nordeste al sudoeste. En trescientos al .s, se calcula en cerca de cien mil el número de colmillos de mamuts utilizados para el comercio.

Pero durante mucho tiempo guardaron su secreto los mongoles. Se suponía, a pesar de todo, que tan grande cantidad de marfil no podía provenir sino del Gran Norte.

Hubo que ,esperar hasta el siglo XVII para descubrir, perfectamente conservado en el hielo, el cadáver completo de ‘un mamut. Y en 1806, el primer esqueleto entero de uno de estos proboscidios fue expuesto en San Petersburgo, donde tuvo una gran acogida por la curiosidad general.

En el curso del siglo XIX, unos veinte mamuts intactos fueron descubiertos entre la región de Taimyr y la de Tchukches, a lo largo del litoral del océano Artico.

Ultimamente -en 1948- se encontró uno en la península de Taimyr. Todavía tenía en el estómago hojas de álamos y gramíneas.

.Aquí se plantea el problema: ¿ese mamut intacto murió hace cinco o seis mil años o en fecha harto más recien-te? Hasta entonces se había creído que, habituados al clima frío, los mamuts poco a poco habían subido hacia el norte, siguiendo a los hielos. Con. la desaparición de éstos, también ellos habrían desaparecido. En una palabra, la postrera época glacial fue el redoble de fúnebres campanas para el mamut.

Pues bien: el mamut de Taimyr, muerto en plena digestión, parece ir contra tal hipótesis. Se buscó otra. E inmediatamente se habló de catástrofes.

¿No es éste uno de los enigmas más cautivadores de nuestro mundo? El caso del yeti, que ha interesado estos últimos años, no ha hecho más que complicar las cosas.

El famoso “abominable Hombre de las Nieves”, ¿viene derechamente de la era terciaria?

¿Vaivén del planeta que trajo el océano glacial al inte-rior de las tierras? Muy poco probable.

¿Incendio? Muy posible. ¿Pero quién habría provocado tan vasto incendio? Entonces se volvió a pensar en el gigantesco meteoro caído en Siberia no se sabe bien cuándo, meteoro de que no se ha encontrado la menor huella, pero, que destruyó e incendió gran parte de la selva. ¿Vastas manadas de mamuts fueron destruidas en tal catástrofe? Muy posible. Pero algunos pudieron escapar. Los cazadores se habrían contentado con terminar con la raza. Su papel, pues, en el asunto se torna harto menos importante.

Si se leen hoy viejas crónicas, si se fía en las leyendas indígenas, se comienza a pensar que la desaparición de los mamuts es mucho más reciente de cuanto se pensaba.

A comienzos del siglo XVI, las crónicas cuentan que en el reino de Sibir (en Siberia) podía verse a un gran elefante peludo, “una verdadera montaña de carne”.

Los mamuts se acercaban a nosotros. Alrededor de 1925, unos cazadores yakutas fueron sorprendidos por unos enormes rastros frescos. Tenían forma de elipse y de una longitud de sesenta centímetros. Los separaba una distancia de cuatro metros. Y a lo largo de la pista seguida por el animal, las ramas estaban quebradas a una altura de tres metros.

De ahí, pues, que desde hace unos treinta años se internen ciertos hombres por la taiga siberiana, con la esperanza de traerse un mamut vivo.

La mayoría de los sabios del mundo piensa que nuestro planeta esconde todavía cierto número de animales extraños y desconocidos, sobrevivientes de especies prehistóricas que se creyeron desaparecidas para siempre.

* ¿EXISTEN HOMBRES MONOS? :

NO es la primera vez que se habla del yeti. Existe desde siempre en las leyendas tibetanas. En los tiempos modernos, el inglés Hugh Knight, en 1913, pretendió ser el primero en haberse encontrado frente a frente con él durante un viaje al Tibet. Parecía un enorme gorila que saltaba ya en dos patas ya en cuatro. .. , y tenía en sus manos un arco y flechas.

El mayor inglés Wadell, por vez primera, encontró las huellas misteriosas en 1899.

En 1925, el explorador italiano Tombazi lo encontró cerca del glaciar de Zemu, mientras desempeñaba una misión fotográfica.

-Percibí esa cosa a unas doscientas o trescientas yardas, en el valle -dijo en seguida-. Era una silueta de muy humana apariencia que caminaba erguida y a ratos se agachaba a recoger raíces de rododendro. Estaba desnuda y se perfilaba sombríamente sobre la nieve. Un minuto después desapareció tras un denso matorral.

En diversas ocasiones, peregrinos indios, monjes tibeta-nos y otros hombres vieron el perfil del extraño animal. Hubo quienes tuvieron el raro privilegio de percibirlo du-rante unos instantes.

En 1937, Smythe pudo medir y fotografiar las huellas en un paso nevado del Himalaya, a unos cinco mil metros.–Los sabios británicos las estudiaron y declararon que se trataba simplemente de un oso.

Al año siguiente, el inglés Tilman pudo seguir, a cinco mil setecientos metros, en el macizo del Kangchenjunga, trepando el glaciar de Zemu, las huellas de unos pies extraños, durante centenares de metros hasta el nivel del paso, donde se perdían entre las rocas.

Y vino la guerra. Entonces se olvidó al “Hombre de las Nieves”.

Reapareció en 1951. Ese año, Eric Shipton, en el macizo del Gaurisankar, descubrió huellas muy nítidas de tres dedos y un pulgar de gran dimensión, provistos de uñas o garras. Shipton pudo seguir los rastros durante dos kilómetros en un glaciar. Luego se perdieron entre los laberintos rocosos.

Sen Tensing, el acompañante de Shipton aquel día, no se sorprendió. Le contó al explorador británico que había visto a un yeti cerca de su monasterio de Thyangboche, durante una fiesta religiosa. Tenía pelaje pardo rojizo y podía medir un metro setenta más o menos. Sen Tensing agregó que el rostro lo tenía desprovisto de pelos.

Luego les tocó el turno a unos suizos, en 1952, cuando descubrieron las famosas huellas mientras se hallaban entre la neblina, en un campamento a cinco o seis mil setecientos cinco metros de altura, en un glaciar. Norman Dyhrenfurth asegura que un yeti vino a explorar su tienda mientras dormitaba.

-Era la una de la mañana, el viento soplaba tempestuosamente, cuando un animal de poderoso 'aliento y de fuerte olor levantó un panel de mi tienda, volcó algunos utensilios y anduvo a tientas largo rato.

Pero cuando el suizo dio un salto, armado de su pis-tola, no vio sino las famosas huellas.

El coronel Sir John Hunt, el vencedor del Everest, qui-so convencerse en 1953. Fue al monasterio de Thyangboche, el más cercano al Everest, situado a cuatro mil trescientos metros de altura. Una rápida encuesta entre los lamas le reveló que el “Hombre de las Nieves” había sido visto, efectivamente, en varias ocasiones, por los alrededores de los edificios. Se escondía casi siempre entre los grupos de rododendros. De un pelaje gris pardo, podía tener de un metro ochenta a dos metros, y caminaba a saltos sobre dos o cuatro patas. Por lo general huía ante el hombre y sólo lo atacaba en defensa propia.

Esta encuesta convenció a Sir John Hunt de la existencia del yeti.

En 1953, durante el mes de marzo, Ralph Izzard pudo seguir una pista más de trece kilómetros.

Nuevamente se vieron huellas en 1956, cuando el aus-traliano Peter C. Byrne escalaba el Sikkim.

Peter C. Byrne declaró a su llegada ,a Nueva Delhi:

-En la región de Kam-La, al nordeste del Sikkim, tres sacerdotes y yo vimos las huellas recientes de unos pies desnudos de bípedo, en la nieve y la arena de un glaciar. Con forma de pie humano, las huellas tenían cinco dedos; medía aquél más o menos 25 centímetros de largo y 10 de ancho. Mis acompañantes declararon sin vacilación que se trataba de las huellas de un yeti.

Este descubrimiento se hizo a más de cinco mil metros en una región muy poco, frecuentada. Como los acompañantes se negaran a seguir las huellas, Peter C. Byrne partió so-lo y recorrió más de tres kilómetros antes de regresar, a causa de una violenta tempestad de nieve. Las huellas le parecieron fresquísimas, como si el yeti hubiera emprendido la fuga al oír que unos hombres se acercaban.

��Qué se puede deducir de esto?

¿Es el yeti el último descendiente de una humanidad primitiva que en otro tiempo habitaba los altos valles del Himalaya y tuvo que irse a las alturas a causa de los invasores? En el curso de los siglos, esos seres pudieron aclimatarse a los grandes fríos y habríanse cubierto de un espeso pelaje.

¿O bien era el yeti un oso gris rojizo, colateral de una raza de plantígrados de pelos rojos que vivía en el Tibet?

¿O bien es un “mono lánguido”, uno de esos monos rarísimos que los chinos llaman “monos de las nieves”?

Todas las suposiciones son posibles y el misterio seguirá siéndolo hasta que se capture un yeti vivo.

Sea como fuere, las huellas existen. Han sido vistas y fotografiadas muchas veces. Sus dimensiones no son siempre las mismas. La longitud va de veintidós a treinta centímetros y el ancho de diez a quince.

El dedo grande es siempre marcadísimo, y los otros, en número de cuatro, están provistos, sin duda, de garras.

Un hombre no tiene garras. .. , a menos que se deje crecer las uñas. Según tales huellas, puede asegurarse que se trata de un bípedo cuya pisada alcanzaría aproximadamente setenta centímetros y cuyo peso variaría de ochenta a cien kilos.

En dos ocasiones, en 1953, se ha podido conseguir pelos de ese extraño animal.

Ralph Izzard, citado anteriormente, que acompañado de Charles Stonor fue a esos parajes por cuenta del “Daily Mail”, pudo arrancarle algunos pelos a una especie de cue-ro cabelludo conservado en la aldea de Pangbochi.

El sabio indio Naonit Parekh pudo hacer lo mismo en una lamasería cercana a Thyangboche. Los expertos profesores Wood Jones, de Londres, y León Hauswan, de Estados -Unidos, examinaron esos pelos. No pertenecían ni a un mono, ni a un oso, ni tampoco a un panda, sino a un mamífero desconocido que marchaba erguido. ¿Acaso algún descendiente de los monos antropoides de gran tamaño que, a fines del terciario, poblaban esa región?

* UN MONO ES LA “VEDETTE” DE AMERICA DEL SUR

Asia no es el único continente que posee misteriosos hombres monos. El Amer-Anthrope existe tal vez en Sudamérica.

A decir verdad, esto del hombre mono americano es cosa muy reciente. Comienza en 1929. Ese año apareció en Francia, en tiraje limitado (1), una foto que, a primera vista, no tenía nada sorprendente. Representaba a un gran mono muerto sentado en un cajón, mantenida la cabeza en posición vertical por una rama de árbol apoyada en el suelo.

Era hembra, y su mirada muy dulce tenía aún, más allá de la muerte, algo humano. Digamos que no tenía cola, lo cual es, como se sabe, privilegio de los antropoides: gorila, chimpancé, orangután y gibón.

Pero el misterio no consistía tanto en lo que la fotografía representaba, sino más bien en el lugar en que se tomara. Ese paraje -ya hablaremos de esto- se sitúa en el límite de las fronteras de Venezuela con Colombia.

Hasta el momento, América M Sur había pasado por estar totalmente desprovista dé antropoides. Hay muchos monos en Amazonia, pero son los ateles, llamados también monos arañas a causa de la longitud desmesurada y la gracilidad de sus miembros. Poseen larga cola. Viven en los bosques de las Guayanas y brasileños y, prácticamente, jamás bajan a tierra. Se desplazan por el bosque saltando de rama en rama y para cogerlass se valen tanto de su cola prensil como de sus miembros.

¿Se estaba, pues, en presencia del Amer-Anthrope, que algunos consideran el eslabón que falta en una u otra descendencia que conduce al parapiteco, que -otro misterio- sería para algunos el gran antepasado común de monos y hombres y que vivía a comienzos dé la era terciaria, hace unos cuarenta y cinco millones de años?

Esta tesis encontró en seguida algunos partidarios. Se buscaron informaciones sobre las circunstancias en que la foto fue tomada. Ilustraba, por lo demás, un estudio muy bien documentado del doctor Montandón.

El hombre que había tomado la fotografía diez años antes era el geólogo francés De Loys, que entonces se ocupaba de búsquedas petroleras al sur del lago de Maracaibo (todavía no estaba, como hoy, lleno de pozos).

La laguna de Maracaibo se encuentra en el Estado de Zulia, en Venezuela. Comunica con el mar de las Antillas y recibe del sudoeste muchos ríos, de los cuales el principal, el Catabumbo, tiene por afluente al Zulia. Estos ríos tienen su origen en la región fronteriza de Colombia y Venezuela. Es una zona montañosa, difícil, cubierta de bosques casi impenetrables en que viven tribus indias hostiles a los blancos. Un ferrocarril une Encontrados con San Cristóbal, en Venezuela. Pero más allá, la cordillera de Mérida, como más al norte la Sierra Perija, son territorios prácticamente desconocidos.

La expedición del francés De Loys acampaba en el bosque de Tarra, al borde de un río, cuando un rumor de ramas quebradas se oyó muy cerca. Con grao sorpresa, los buscadores de petróleo vieron una pareja de grandes monos que venían a beber al río.

Al ver a los hombres se detuvieron. Luego, bruscamente furiosos, se armaron de garrotes y lanzaron excrementos hacia el campamento. De Loys tomó su carabina y mató a la hembra. La foto se tomó instantes después.

Desde 1929, numerosos exploradores han vuelto a la Amazonia colombiana o a Venezuela. La mayoría no ha encontrado al Amer-Anthrope.

-Dos veces, sin embargo, se vio al gran mono. El ingeniero Roger Courteville lo vio a unos diez metros. El animal se comportó pacíficamente. Se alejó sin darse prisa. Courteville pudo, pues, con toda tranquilidad, observar sus huellas en el suelo cenagoso.

-Se parecen muchísimo a las del chimpancé. Pero no sabría decir si ese día me hallé en presencia de un hombre de aspecto. bestial o de un mono con aire de niño bueno…

El último encuentro con el Amer-Anthrope data de 1938. El doctor De Barles tuvo la suerte de ver también al animal desde muy cerca.

-No me cabe la menor duda de que vi un hombre mono -declaró después.

Y los indios de la selva, los crueles motilones, que a menudo vienen hasta los, alrededores de Cucuta, pueblo fronterizo, aseguran que tales encuentros en el corazón de la selva no son raros y que el hombre mantiene buenas relaciones con el gran mono.

He aquí, pues, un rincón del mundo que algún día nos dará sorpresas tal vez.

Les he preguntado el parecer a un zoólogo y a un aqueólogo.

El primero me respondió muy francamente:

-He oído hablar de esa historia, pero no creo mucho en ella. Todos esos exploradores son, sin duda, gente de buena fe. Pero muy bien pueden hallarse ateles de talla anormal en Sudamérica. Toda especie tiene especimenes que alcanzan el gigantismo. Seguramente, éste es el caso…

El arqueólogo había seguido el asunto de muy cerca:

-Sin duda, es un error creer que nunca hubo grandes monos en Sudamérica. En las ruinas mayas de Tekax, en América Central, se han encontrado, esculpidos en’ piedra, dos gorilas. Si los había en América Central, en los bosques de Yucatán, perfectamente pudieron bajar más al sur. Los postreros retoños de los gorilas mayas pueden ser esos monos que viven hoy en los bosques perdidos de Venezuela.

¡Tanto peor para el Amer-Anthrope! …

LOS ANIMALES QUE ESTUDIA LA CRIPTOZOOLOGIA

Calamar Gigante

El calamar gigante vive en aguas abiertas y profundas, pero puede salir a la superficie en busca de comida. Algunos creen que la idea de las serpientes marinas proviene de la visión de calamares gigantes. Cuando un calamar sumergido sacaba un tentáculo a la superficie, como en este dibujo, podía parecer el cuello y la cabeza de una serpiente.

Loch Ness

El Loch Ness es uno de los tres lagos que forman una cadena en las tierras altas de Escocia. Las orillas del lago se hunden en aguas oscuras y heladas hasta una profundidad de 297 m. Desde hace mil años existen noticias sobre inmensas criaturas nadando en el lago. Pero nadie ha logrado capturar ninguna.

Sasquatch

El Sasquatch es una bestia tipo humano semejante al Yeti, y se dice que vive en los bosques remotos de América del Norte. Desde la primera aparición de esta criatura a un hombre blanco en 1811, las apariciones se cuentan por cientos. Sin embargo, todavía nadie ha podido probar su existencia.

Medusa Gigante

En 1973 el navío Kuranda que cubría el trayecto entre las islas Fidji y Australia fue atacado por una Medusa Gigante de aproximadamente 60 metros de longitud. Ante el pedido de auxilio, un remolcador fue en su ayuda y tuvo que utilizar dos mangueras de agua a presión para expulsar al monstruo de la cubierta.

Mamunts vivos?

En 1981 un grupo de cazadores, vio una pareja de Mamuts lanudos vivos, como prueba de ello hicieron moldes de sus pisadas. La academia de ciencias de Rusia tomó cartas en el asunto.

Huella de Yeti

La huella de un pie que se supone de un Yeti, encontrada cerca de la base de Menlung, en 1951 en el Himalaya. Se considera la mejor prueba fotográfica de la existencia del Yeti.

Mokele Mbembe

En 1980, Rory Nugent, participó de una expedición para atrapar al Mokele Mbembe (el brontosaurio africano). En la cual obtuvo el molde de una pisada de esta misteriosa criatura.

Fotografía de Manipogo, el monstruo del lago Manitoba, tomada el 12 de agosto de 1962. Los dos pescadores que tomaron la foto, creyeron ver una gruesa serpiente negra o una anguila.

La misteriosa criatura del lago Champlain, fotografiada en 1977. Es la primera fotografía de un monstruo lacustre que es avalada por la ciencia. Igualmente se desconoce que clase de animal sería.

Fotograma de la filmación de Art Folden (agosto de 1968). En la cuál se observa a Opopogo, monstruo del lago Okanagan desplazandose por el lago y dejando una estela a su paso.

El 10 de agosto de 1983, Carina Johnson y Karl Gustav vieron una criatura emergiendo en la super ficie del lago Storsjon. Johnson calculó que el monstruo media unos 10 metros de largo y tenía la piel de color negro.

Pájaro en Chile

Enorme pájaro visto por unos mineros en Copiado, Chile, en 1868. El animal era un curioso híbrido: sus alas estaban recubiertas de plumas y su cuerpo escamas; los testigos pudieron oír desde el suelo como éstas chocaban entre si originando un sonido metálico.

Monstruo en Arizona

En 1980, dos rancheros de Arizona (Estados Unidos), aseguraron haber matado un monstruo alado con sus rifles. La criatura era colosal, pués media más de 28 metros de largo. Antes de morir atacó a ambos hombres con sus formidables dientes. Un periódico local, el Epitaph de Tombstone, dio un relato largo y detallado, pero el episodio tuvo solo repercusión local y quedo en el olvido.

Diablo de Jersey

Retrato del monstruo o criatura extraña, llamada el Diablo de Jersey, el cuál fue visto en enero de 1909. Hasta hoy sigue siendo un misterio. El retrato esta basado cuidadosamente en el relato del señor y de la señora Evans, dos de las muchas personas que vieron al monstruo. Según ellos, bailaba sobre sus techos.

Una criatura voladora gigante, del tamaño de una persona, atacó a Armando Grimaldo en Texas (Usa), en 1976. Este animal tenía grandes ojos rojos, carente de plumas y pico, le saltó encima desde arriba. Una vez a salvo comprobó que le había desgarrado la ropa, aunque no estaba herido. Este incidente fue el más terrorífico de toda una serie de apariciones de este misterioso animal que acaecieron en Texas a comienzo de aquel año.

El 25 de abril de 1977, el barco de pesca japonés Zuiyo Maru atrapó en sus redes un gran cadáver, parcialmente descompuesto. El capitán, Akira Tanaka, tras fotografiarlo, lo devolvió al mar temeroso de que pudiera contaminar sus capturas. Hoy en día la polémica continúa, descartando la posibilidad de que sea un tiburón muerto. ¿Era un plesiosaurio?.

Restos de un posible monstruo marino, el cuál fue arrastrado por la marea hasta las playas de Mann Hill, en 1970. Su avanzado estado de descomposición no a permitido identificarlo hasta la fecha.

Uno de los monstruos más activos de los últimos años es el que recibe el nombre de Morgawr (en dialecto cómico, gigante de los mares), que ha sido visto con frecuencia durante 1975 y 1976 junto a Falmouth Bay, en la costa de Cornualles (Inglaterra).

Muchos zoólogos creen que el kraken “el monstruo marino de las leyendas noruegas”corresponde probablemente a los calamares gigantes del género Architeuthis, que habitan en las profundidades del océano y pueden alcanzar 18 m de longitud. El cachalote es el único animal que se atreve a enfrentarse a estos monstruos, produciéndose entre ellos encarnizadas batallas.

#ENIGMAS #CRIPTOZOOLOGIA #FENOMENOS

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