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A todo Onganía le llega su Cordobazo
Tengo que decir que este tema me encantó desde el primer momento. Fue propuesto por nuestra especialista en literatura, Analía Juan y se lo agradezco, pero al mismo tiempo les quiero confesar que tenía tanto para decir que se me complicó.
Hablar del lenguaje, de las palabras, de la boca para adentro, de la boca para afuera, del lenguaje inclusivo… ¡en el espacio Marchita! Si habláramos de la lengua, me surgen un montón de ideas para el #MejorDesnudas: hablar de la lengua, de los usos de la lengua, para qué sirve la lengua, la lengua desnuda, las malas lenguas, las buenas lenguas, lo necesarias que son las lenguas para cuando una está desnuda… en fin…
¿¡Pero para el espacio marchita!?
¡En el espacio marchita un 29 de mayo! Un 29 de mayo en el que se conmemora otro aniversario del Cordobazo y por si no saben, yo vengo desde Córdoba y hoy hubo manifestaciones por los atropellos que el gobernador y sus legisladores aprobaron la semana pasada aprovechándose de la pandemia y de la imposibilidad de manifestarse, aprobando una ley que nos perjudica a todos, a todas, a todes, a tod@s, con arroba y con x
Y entre paréntesis les cuento que hace un tiempo con amigos entrañables y respetados compañeres de trabajo escribimos un libro: “El Torno y la Molotrov”. Es un libro de entrevistas. Es, en realidad un libro que nace de una muerte. Es una idea que nos surgió llorando en un homenaje en el local de ATE a José Petiso Paez. Y que, a partir de ahí y de una vaga genealogía de la militancia, realizamos encuentros esporádicos de una o dos horas con los sobrevivientes del Cordobazo que aún están entre nosotres, poniendo el cuerpo y la experiencia en cada lucha.
Bueno era una posibilidad la de hablar de palabras; palabras habladas en un lenguaje ya desactualizado quizás, de obreros, de fábricas, de manifestaciones a contramano, de subversiones y revoluciones (todas palabras que me gustan) como un disparo, como un libro, una palabra…
Esas palabras. Decir esas palabras, decirlas hoy, hablan también de reclamos urgentes, aún vigentes: Porque esas conquistas del 29 de mayo 69 son las que nos están robando hoy con otros eufemismos (que son palabras que no me gustan) como ajuste, emergencia, aporte solidario, reestructiración del gasto o perfilaciones.
Y es que el lenguaje es un territorio de disputa.
Y acá en la marchita sí hablamos de disputas, de conflictos, de manifestaciones, de luchas, de conquistas, de cómo pensar revoluciones, de cómo entrar en disputa, o como doy el amor…
Hay algunas disputas que parecen pequeñas, o al menos más pequeñas que las que se libraron hace 51 años en Córdoba, pero realmente no lo son o si lo son, no las hacen menos necesarias. Porque las luchas feministas de hoy que ponen en cuestión las formas de nombrar, de nombrarnos, van en contra de un monstruo cultural que es el patriarcado y que, por si esto fuera poco, esta disputa se presenta con el aval de la Real Academia española, tan dictatorial, tan imperial y monárquica (mas palabras que detesto) que es preciso de toda nuestra conciencia y esfuerzo conjunto para intentar destronarlos.
El lenguaje es un modo de transmisión de la concepción del mundo y es también un elemento social que nos permite interactuar. Esa interacción está permeada de sesgos culturales que mantienen ideas discriminatorias, como las que, sin eufemismos digo, se ejerce hacia las mujeres, al minimizarlas e invisibilizarlas, al tomar como referencia al hombre como medida de las cosas.
Las palabras nombran nuestro mundo y desde siempre masculinizan y, al masculinizar, invisibilizan, porque lo que no se nombra no existe; por ejemplo, al masculinizar las profesiones y oficios, Se acuerdan de la disputa – diría aún vigente- sobre la corrección del uso de la palabra “presidenta” y es que claro, tan alto puesto no estaba reservado para una mujer;
Pero sí sirvienta, no? (dijo Claudia Piñero en una discusión memorable)
El lenguaje es un factor clave en la socialización porque transmite lo que sentimos, lo que pensamos, lo que somos… nuestras actitudes, nuestras creencias. Por eso, cuando me paro frente a mi aula de 40 estudiantes no les pregunto sobre su auto percepción indentitaria, simplemente digo “Todes” y diciéndolo, hablo de ellos y hablo de mí.
El lenguaje no inclusivo, el lenguaje machista, parece inofensivo, pero guarda en su interior una clara invisibilización de lo femenino y de lo diverso; su uso genérico favorece que la mujer y otras identidades sigan relegadas a un segundo plano.
Desde el feminismo y desde algunos ámbitos académicos exigimos modificar el uso del lenguaje sexista. Y es que las indeseables consecuencias de la desigualdad lingüística se traducen en lo que el sociólogo Pierre Bourdieu define como ‘violencia simbólica’,
La violencia simbólica es fundamental para la reproducción de un sistema de dominio, donde los dominados son tan dominados que usan los mismos términos que los dominadores, tanto para percibir la dominación como para imaginarse a sí mismes.
Revertir esto requiere una ‘subversión simbólica’, proponer nuevas categorías para nombrar y clasificar la realidad. Es decir, proponer una nueva representación de la realidad en la cual existir.
De eso se trata un poco el lenguaje inclusivo. No se refiere solamente al uso de la e, sino a construir una nueva forma de representación de la realidad.
Hasta no hace muchos años justificábamos tanto las violencias en nombre del amor, que a los femicidios los llamábamos crímenes pasionales. La palabra femicidio (que odio) es una incorporación al vocabulario propuesta por mujeres que no queremos más confundir la violencia con el amor (palabra que amo)
Otro ejemplo claro son los insultos: “puta”, “perra” “hija de puta” “la puta que te pario”, “La concha de tu madre”, No tienen su correlato en masculino. Qué tal si dijéramos “la pija de tu viejo” en lugar de meter a la madre o a la hermana, que, como sabemos, son mujeres.
Muchos de los insultos se orientan también hacia lo sexual: “conchuda”, “puto”, “pito chico” y el cordobés “culiado”. Es urgente acompañar las transformaciones del lenguaje con la ESI para frenar la burla, el odio a lo diverso, el prejuicio. La sexualidad es frágil, sensible y vulnerable. La presión y exigencia sobre los cuerpos y el pánico a la homosexualidad siguen actuales. Asegura la Lic Cecilia Ce
Tengamos cuidado al hablar y al seleccionar las palabras, porque pensamos como hablamos. Y también hablamos como pensamos. Por eso, si realmente queremos una sociedad igualitaria, sin discriminación ni violencia hacia la mujer, ni invisibilización de las minorías, es necesario hacer un uso responsable del lenguaje. Un lenguaje que sea inclusivo, invcluyente, que no menosprecie ni ignore a un colectivo. Un lenguaje que logre que las nuevas generaciones tengan patrones de pensamiento diferentes. Más igualitarios.
Ser inclusivo para referirnos a las personas, grupos y colectivos no sólo es un acto ético, también es un Derecho por el cual distintos colectivos han luchado, derechos larga e injustamente negados.
Apoyar un uso disruptivo de la lengua, (palabra que me excita) es una decisión política, no lingüística. Y si bien busca un mundo más igualitario, la lengua no es una clave mágica para conseguirlo, pero tampoco se lo puede negar como espacio de disputa. Y que mientras las estadísticas de femicidios crecen y el sueldo promedio de las trabajadoras permanece por debajo del de ellos, conviene no indignarse si alguien alza la voz para que se nos nombre, porque cuando se nos nombra, existimos.
Probablemente esta no sea una gran revolución o sea una revolucion pequeña
Pero cuidado a los señores de la Real Academia Española y sus lacayos; acepto, ésta es una revolución pequeña, pero no se olviden, porque a todo Onganía le llega su Cordobazo.
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