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1. Escogida (dark! Nicasia x reader!)
Extraño fue la primera palabra que pensaste cuando despertaste en una acogedora hamaca de hierba y cosas que solo un florista calificado podría determinar. No recordabas haber bebido, ni haberte ido a una fiesta de amigos. Es más, debido a la mudanza repentina a Estados Unidos, tu número de conocidos había bajado increíblemente.
Te sentaste en el suave cuerpo de tela intentando recrear nuevamente cómo acabaste ahí.
Pero nada.
Sentiste como tu garganta se tensaba por el miedo que comenzaba a nacer en el profundo de tu pecho. Moviste las manos ansiosamente y te concentraste en el sonido de una catarata a lo lejos, agua goteando pacíficamente como en las revistas de viaje solían describir.
No querías tener un ataque de pánico ahora.
—Has despertado.
Moviste la cabeza rápidamente.
Frente tuyo estaba la doncella más hermosa que habías visto nunca. Poseía una trenza bien cuidada, brillante, larga y decorada con perlas, sin embargo, lo más sorprendente era su cabellera azul. Su cabello se veía como si hubiese sido tratado en las mejores peluquerías de Nueva York, solo para estrellas de cine y famosos.
—¿Sí? —dijiste atontada, el impacto de verla te quitó el aliento sin saberlo.
Esa reacción le gustó.
—Querida, estás conmigo ahora.
Su tono no te dio confianza.
—¿Quién eres? ¿Dónde estoy? ¿Por qué estoy aquí? ¿Eres de la mafia? —el miedo se expandió como el fuego con leñas.
—Cálmate, pequeño lirio —su voz era cautivadora, tus músculos se relajaron y tu expresión dejó de ser agresiva.
La misteriosa dama se acercó a ti con pasos similares a los que daría un ángel, prácticamente no oíste algún ruido y tenía el equilibrio de una modelo. Verla venir hacia a ti te permitió observar su ropaje, parecía de esas novelas de fantasía que vagamente escuchabas por tus compañeros universitarios.
—Eres mía.
Te pusiste de pie inmediatamente.
—¡Ni siquiera sé quién demonios eres!
—No me hables de esa manera —ante tu sorpresa, tu boca se cerró como por arte de magia—. Pequeña humana, si me dejaras explicarte…—ni siquiera se molestó en ver tus vagos intentos de hablar—, todo sería más sencillo.
—Pues, …háblame —dijiste a duras fuerzas, por alguna razón no podías insultarla o levantar la voz.
Sus labios de un color celeste oscuro te distrajeron, pero tu fuerza de voluntad te devolvió a la realidad.
—Soy Nicasia, pequeño lirio, no soy una mortal como tú. No soy humana y éste es tu nuevo hogar.
Retrocediste unos pasos, alarmada. ¡Debía de ser alguna actriz desquiciada delirante!
—¿Hogar? ¿De qué estás hablando? ¿Es una especie de broma?
—No puedo bromear…—murmuró vagamente antes de centrar su atención hacia ti—. Te he escogido como mi consorte, dulce lirio. Deberías de estar orgullosa.
—¿Qué eres?
El miedo había escalado al punto de que se reflejó en tu voz. Pensaste acerca de algún tipo de escándalo relacionados a secuestros, cualquier rumor para aclarar todo y no sufrir un ataque de pánico allí mismo.
—Soy un hada, es más —orgullosamente levantó su pecho—, soy princesa heredera del reino de las aguas y mareas.
La expresión de tu rostro hizo sonreír a Nicasia.
Eras limnologa, tu pasión te había hecho relacionarte con los aborígenes que vivían cerca de ríos por diversas partes del estrecho de California y del Misisipi. Escuchaste leyendas de seres fantásticos, de seductoras mujeres con melenas de tonos similares al azul y verde que acostumbraban a llevarse a incautos a las profundidades.
—Estás bromeando —fue lo único que pudiste articular. Había un extraño apretón en tu garganta cuando querías decir: “loca”.
Diste una rápida ojeada por el lugar, notando el paisaje mágico que te rodeaba. El suelo estaba hecho de piedra marina que curiosamente era tibia a pesar de tus desgastadas botas, las paredes como tal parecían hechos de capullos de flor y un montón de objetos preciosos embellecían aún más el cuarto.
—Te costará aceptarlo, pero te lo demostraré.
Ante tu sorpresa, de la gran concha rosada que servía de lavadero salió una gran cantidad de agua, Nicasia movió delicadamente su muñeca y la convirtió en una gota gigantesca.
Eso fue suficiente como para entender lo jodida que estabas.
—Yo no quiero nada de esto, de verdad. Escoge a otra persona, yo… yo no soy la indicada.
La princesa te miró como si hubieras dicho una ridiculez. Negó con la cabeza y se acercó lo más posible de ti, dejándote entre la hamaca y ella.
—¿Qué no eres la indicada? No he conocido a ninguna mortal más valiosa que tú. Cuando mi madre me dijo que podría empezar buscando una pareja, pensé que era lo más tedioso del mundo. Hablé con casi todos los condenados seres de aquí buscando a alguien digno de ser mi consorte y no hallé a nadie. Si no hubiese sido por mi buen amigo Cardan, nunca me hubiese atrevido a ir al mundo humano.
Dio una pausa dramática y continuó.
—Tu mundo es caótico, extraño e incómodo, mas me armé de valor y seguí mi camino buscando a alguien especial. Me persiguieron indignos sirvientes, ingenuos acosadores…—su mirada se tornó oscura—, seres humanos que parecían ser importantes porque los seguían aparatos llamados cámaras. Estaba aburrida y decidí dar un chapuzón en un río casi desconocido, allí nadie me molestaría, los de barro saben que no deben de acercarse en esa zona y allí fue cuando te vi. Tenías una libreta y un lapicero en tu oreja, distraída mirabas las mareas a la lejanía y no notaste mi presencia. Nunca lo hiciste, eso fue lo que me interesó. No eras molesta como los otros, eras lista, generosa y encantadora…—el brillo desquiciado en sus ojos te asustó—. Te acompañé tanto en tus salidas en los bosques como en los alrededores de tu amada escuela mortal. Pasaron algunas lunas y me di cuenta de que eras perfecta. Eres perfecta para ser una reina a mi lado.
Tomó tus manos sin darse cuenta del espanto que te invadía.
—Por favor —suplicaste, conteniendo las lágrimas.
—Por favor, ¿qué? dulce perla —ignorante de tu miedo, te acarició la barbilla—. Permanecerás eternamente conmigo, tendrás poder y riquezas, serás mi amada compañera para siempre. No dejaré que nadie te haga daño, destruiré a todos los que quieran separarte de mi lado o busquen acabar contigo. No, no pienso permitir una mirada indecorosa siquiera. Me perteneces, lirio, desde el momento en que te vi.
—Déjame sola, te lo ruego.
La presión ansiosa en tu garganta no puede ser ignorarse más. Es demasiada información para tu ansiosa mente.
—¿Por qué? —el tono de molestia no se te escapa—. ¡Deberías de estar agradecida que te haya escogido! ¡No eras nadie allá afuera y ahora serás mi esposa! ¿No es eso motivo de alegría, mortal?
—No quiero ser tu esposa —intentas gritar, pero no puedes—. No quiero ser nada tuyo, devuélveme a donde pertenezco.
—Al único lugar que perteneces es a mi lado, ¿es tan difícil de entender?
El rugido que suelta te sorprende, tu secuestradora es tan preciosa como letal.
—Pero no te preocupes —su mirada se vuelve más tierna—, solo tienes que escuchar mis palabras…
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