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subimosriscos · 4 years ago
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🐐: El pasado ÁGORA se realizó en una zona de la sierra marcada por su más reciente historia, montañas que para muchos aún están bañadas en un amargo perfume de aromas belicosos... Como sabéis las rutas de Ágora que hacemos son temáticas, y ya existen muchas rutas que persiguen "las huellas de la guerra" recorriendo las trincheras, búnkeres, etc. Pero cuando fuimos allí, a prepara la ruta, no fue esa la desgracia que más nos llamó la atención. Contemplamos incrédulos como el Refugio de La Salamanca se encontraba en un estado tan deplorable en su interior que perfectamente podría haber recibido el calificativo de post-apocalíptico. Darío 🦉y yo 🐐 hicimos lo que pudimos bajando dos grandes bolsas de basuras, pero aún quedó muchísima más dentro... Ni muchísimo menos era suficiente. En Subimos Riscos creemos que el Montañismo Regenerativo es posible, nuestro papel como montañeros exige de nosotros una responsabilidad acorde al privilegio de ser testigos de la belleza inigualable que se oculta tras esos imponentes riscos y que nos desvivimos por descubrir y compartir... Como amantes de la Naturaleza, no podemos pensar que ser montañero se reduce a disfrutar de la montaña, es nuestro deber cuidar y preservar aquello que amamos, que es nuestro, y de todos. Hacemos lo que hacemos sólo por nosotros, pero lo hacemos para todos. Se me llena la boca y el pecho de esperanza, gratitud y amor infinito hacia las excelentísimas personas que junto a nosotros y @wildandproud se sumaron a esta iniciativa que hicieron tan suya como nosotros la sentimos nuestra. Un infinito GRACIAS porque no sólo nos acompañasteis, vivimos juntos un mismo proyecto 🤗. Siempre habrá hueco para vosotros/as cuando de subir riscos se trate 😉 . 📸: 4, 5, 6, 7, 9 y 10 del mejor fotógrafo de España @mariomartyph 📸: 3, @pablitogmi foto que dejamos en el refu gracias a su polaroid (se puede molar mas? 🤘) #subimosriscos #bewildbeproud #cabezalijar #refugiodelasalamanca #cuidemosnuestrasmontañas #agora2021 #pnguadarrama #madridjoven #proyectosresponsables #cuidemosnuestromonte #recogidadebasura @thespirit23 (en Cabeza Líjar) https://www.instagram.com/p/COQz2vMMJw4/?igshid=65tvc25hmxr2
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bewild-beproud · 6 years ago
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Mi fe
Siempre he sabido que necesitaba creer en algo, 
a veces era en mis amigos, otras en la magia, otras en mis padres. 
Cuando era niño y me encontraba sentado e indispuesto, 
cerraba los ojos fervientemente a la par que me concentraba en atraer los objetos de más allá, 
al más puro estilo Star Wars. 
No siempre funcionaba, y no siempre fracasaba. 
Aunque la mayoría de las veces mi deseo no fuera resuelto como me hubiese gustado, 
siempre había un momento de reflexión que me hacía concluir que, 
o bien no había deseado lo suficiente esa atracción, o bien no dependía de mí. 
A priori, ninguna opción me resultaba placentera. 
Yo quería hacer magia. 
Y con la mano en el pecho ahora, apenas quince o veinte años más tarde, 
puedo decir que si no conseguía hacer magia era simplemente porque no sabía cómo hacerla. 
He crecido con mi fe oscilando sobre las aguas que separan el barco de Odiseo y las sirenas gritonas. 
Yo no quise ser creyente, necesitaba serlo.
La oliva cae del olivo y hay quién la recoge. 
Los jabalís se acercan y frotan contra los troncos de las encinas, 
dejando sobre éstos marcas que a la encina le costará olvidar. 
Eso fue lo primero que aprendí. 
La vida aparece como un compendio de ideas y cosas y gente que amas, 
todo entremezclado y conglomerado mediante una casualidad frenética. 
Sobre mi nombre aseguraré que la casualidad no existe. 
Todo tiene un por qué y un para qué. 
Todos tenemos una causa y una consecuencia. 
Precisamente pensando de esta manera todo cobró sentido. 
Y encontré mi fe. 
Encontré mi fe entre mi causa y mi consecuencia.
Entre mi consecuencia y mi causa encontré mi fe. 
En mi familia, que ha creído en mi desde antes que yo en ellos. 
En mis amigos, pues descubriendo el mundo me descubro a mí mismo. 
Y en mi propósito, porque cada uno tenemos una inercia, 
y el conocerla y amarla nos hace amarnos más a nosotros mismos. 
Mi principio y mi fin se lo debo a la unidad. 
Así como todo mi amor impulsado por toda mi fe. 
Pues, al fin y al cabo, ¿quién puede amar algo con lo que no se siente relacionado? 
El que se conoce a sí mismo, conoce el amor,
el que conoce el amor, ensancha su proyección. 
Llegado a este punto solo pude contestarme una pregunta más para concluir mi doctrina creyente. 
¿Es realmente quién yo consideraba diferente, tan diferente como yo le consideraba?
Gracias a Dios, cada vez pienso más en nuestro parecido y no en nuestra diferencia. 
Mi fe se la debo a Dios, pues solo existe una unidad tan grande, 
como en la que yo sienta que todos tenemos un lugar. 
Un abrazo cariñoso José Félix. Te deseo unos felices días. Con todo mi buen hacer, 
Tirso Pérez de Argila. 
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bewild-beproud · 6 years ago
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Reconstruir la imagen de África como valor periodístico
Buenas tardes a todos y a todas, me llamo Mario Marty y acabo de graduarme en periodismo y comunicación audiovisual en la Universidad Rey Juan Carlos. En la presentación de mi Trabajo de Fin de Grado, Eva Matarín (aquí presente), me dio la oportunidad de acudir a estas Jornadas para compartir una de las experiencias más enriquecedoras a nivel personal y profesional de mi corta vida: 4 meses de viaje y trabajo por el continente africano. Pero antes, me gustaría incidir en algunos apuntes de lo que creo haber aprendido sobre el periodismo, su valor social y nuestra responsabilidad como comunicadores. Recuerdo que en mi primer día de clase en la universidad nos dijeron que la objetividad no existía. Y es cierto, pero tenemos un deber deontológico con ella y con la sociedad a la que representamos. En esta era de sobreinformación siguen existiendo regiones del mundo completamente abandonadas, donde impera la desinformación o el interés negativo. Nos hemos acomodado a los beneficios de internet, pero el verdadero valor periodístico sigue estando en la observación en primera persona, en la investigación rigurosa y participativa. Ahora, más que nunca, nos debemos a los actores implicados en los hechos sobre los que informamos. Debemos tener siempre en la cabeza que, como generadores de opinión pública, tenemos una responsabilidad ineludible para con el devenir de nuestro tiempo. 
Mi objetivo en esta mesa es naturalizar la imagen que se tiene sobre el continente con peor prensa: África. Una imagen denostada, pesimista y destructiva. ¿Alguien recuerda alguna noticia en los periódicos o en la televisión sobre este continente? Estoy seguro de que será difícil desmarcarla de los temas recurrentes y tópicos: el hambre, la guerra, las enfermedades y, por supuesto, la inmigración. 
Recordemos que África es uno de los continentes más grandes de la Tierra, compuesta por 54 países (55, si consideramos el Sáhara Occidental). Una inmensa extensión territorial de una diversidad social, cultural, política y económica tal que hace falta una vida completa para empezar a comprenderla. ¿Cómo es posible entonces que estos males antes mencionados sean endémicos de todo un continente? Es simple: no lo son. No voy a negar aquí la existencia de los grandes problemas de desarrollo africano, pero no se pueden obviar a su vez la existencia de soluciones africanas para estos mismos problemas, como en el caso particular de Gambia y su transición democrática sin sangre, ni en el hecho fácilmente comprobable de la gran cantidad de realidades diferentes que conviven en África y que están alejadas de esta visión paradigmática. 
Hay muchas causas que explican esta parcialidad del discurso. De la gran mayoría apenas podría decir algo con sentido, pero he seleccionado dos causas que a mi juicio explican en parte este relato distanciado y afropesimista actual; una presente y otra histórica. 
Empezando por la más cercana, en el panorama periodístico español apenas existen hoy espacios de reflexión donde se refleje la necesidad de hablar más y mejor de un continente que está creciendo de manera exponencial. Faltan firmas que contemplen la realidad africana, también en España, donde conviven hoy más de un millón de personas procedentes del continente negro. Esta falta de información se traduce en desinterés y desinformación, cuando no se utiliza intencionalmente para atacar los principios de la convivencia y el respeto sociales. Un dato sobre este hecho: en España hay un 8,8% de población inmigrante, mientras que el Eurobarómetro sitúa la cifra de percepción de la inmigración en nuestro país en un 25%. Esto nos dice mucho de la desvirtualización de la realidad, que además sirve de caldo de cultivo para muchos de los movimientos xenófobos que han surgido en Europa durante los últimos años. 
Frente a todo esto, hay que destacar la labor de medios españoles que llevan ya tiempo informando de forma veraz sobre la realidad africana más allá de todos los aspectos negativos, como la sección Planeta Futuro del diario El País o la revista Mundo Negro, por citar algunos ejemplos. Siendo considerable su trabajo, deberíamos fomentar que su discurso no fuese objeto de contenido especializado, sino que formase parte de un relato generalizado que nivelase África con el resto de territorios del mundo, así como contar en nuestros medios con plumas africanas, que lleven al centro informativo la actualidad del continente desde su propio punto de vista para realmente conseguir transformar esta visión. 
Dicho esto, ¿qué ha creado este punto de vista tan limitado y hostil? El discurso del silencio que envuelve los aspectos más positivos de África tiene una causa que alude a los procesos de construcción del ideario colectivo y tiene que ver con su relación histórica con el mundo occidental.  
Recordemos que en 1845, las principales potencias europeas reunidas en la Conferencia de Berlín procedieron al reparto de los territorios africanos en lo que se puede considerar como el pistoletazo de salida al período colonial, que duró de facto hasta bien entrados los años 60 del siglo XX. ¿Cómo justificar y legitimar esta conquista? Echando mano de algunos de los conceptos históricamente aceptados por los pueblos europeos: la inferioridad de la raza negra respecto a la blanca y la concepción de Europa como la región más civilizada del mundo, así como su deber y derecho a terminar con la barbarie y la desolación en la que se sumen todos los demás sin ellos.   Entonces, ¿cómo podemos contribuir al cambio de un discurso que lleva siglos siendo alimentado? Para responder a esta pregunta voy a situaros rápidamente en el contexto de mi experiencia de trabajo en Gambia. 
Gambia es el país más pequeño del África continental y tiene una población que ronda los 2 millones de personas. Hasta 2017, ha sido regido por la dictadura militar de Yaya Jammeh durante 22 años. En ese 2017, una serie de protestas lideradas por la oposición terminaron en una revuelta popular que exigía la salida de Jammeh del poder. Se celebraron elecciones y el dictador salió perdedor, pero se negó a aceptar el resultado electoral. Solo tras la presión diplomática y efectiva de la Unión Africana y de la Confederación Económica de Estados del África Occidental, sumado a la presión del pueblo, consiguieron finalmente que Jammeh abandonase el país y se refugiase de la justicia en la Guinea Ecuatorial de Obiang. 
En esta situación de cambio social y político me asenté durante dos meses en una aldea del interior del país llamada Basori. Aquí trabajé como fotógrafo y documentalista junto a la ONG española Playing en un proyecto de construcción de una escuela para 90 niñas y niños, y fue aquí en el marco de mi primera experiencia africana, donde me di cuenta de que las sensaciones y realidad que se vivía en aquel lugar distaban con mucho de la imagen que siempre había visto reflejada de África. 
Para cambiar el discurso es necesario centrarse en cómo comunicar esta realidad que se percibe realmente diferente. Es fundamental, primero, el trabajo metodológico que seguimos con las personas de la comunidad para comprender sus distintas formas de vida. Hay que moverse con el principio de la empatía y ser consciente de que la vida allí funciona de forma diferente. No vale con llegar, sacar la cámara y acribillarles a preguntas. Tardamos todo un mes en construir una relación lo suficientemente sólida y natural como para que pudiésemos comenzar a grabar las entrevistas, o a pasearnos con la cámara por el pueblo. Es un proceso que lleva tiempo, partidos de fútbol con los jóvenes, paseos, muchos tés compartidos…. Es necesario construir relaciones de respeto, amistad y cooperación mutuas basadas en la igualdad entre seres humanos que sitúen a la persona como centro de la información periodística. Solo esta inclusión del actor principal en el relato, no ya solo fomentando el despliegue de su punto de vista, sino colaborando con esa persona en la construcción de su propia historia, va a permitir una identificación de cualquier otro ser humano con ella, puesto que entenderá que no son tantas ni tan inabarcables las diferencias que hoy nos separan.  
Durante nuestro trabajo en Gambia conseguimos desprendernos de la imagen del extranjero, del extraño del que se debe desconfiar. Es este el único camino: demos nombres y apellidos, hablemos de hermanas, madres, padres o hijos. Demos cuenta de sus retos y sus problemas, pero también de sus logros, de su esfuerzo, de sus valores, de su desarrollo, de sus estudios y sus trabajos, de sus iniciativas y cultura únicas… ¿Por qué debe ser diferente hablar de África que de Europa? Quizá no lo sea, y quizá ahí esté la clave. Solo así conseguiremos un relato asentado en la realidad que comience a transformar la mirada que aún pesa sobre el continente hermano, para demostrar que, indistintamente de donde procedamos, todos nos movemos y vivimos por unos motivos comunes. 
Muchas gracias
Mario Marty (@mariomartyph)
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bewild-beproud · 6 years ago
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Viajar para desconectar vs Viajar para conectar
A lo largo de mi vida siempre he escuchado: "me voy de viaje unos días para desconectar un poco; he pedido un par de días libres en el trabajo y me voy para desconectar; etc". A medida que mi crecimiento personal se desarrolló y el concepto de viaje fue cambiando en mi interior, me volví a replantear este concepto. Viajar para desconectar... ¿desconectar de qué? En más de un viaje he escuchado a varias personas decir: "bueno, ya queda poco para volver a la vida real". Esto me da que pensar... ¿acaso no es real esto que estás viviendo? Es tal el estado de alienación y enajenación que experimentan tantas personas que el viajar se ha convertido en algo idílico, casi utópico, y que nos aleja de estas realidades. Todavía me cuesta entender estos pensamientos aunque he de decir que no me sorprenden, al menos no en una sociedad en la que se habla de 22 días de vacaciones al año. Todos hemos sentido las ganas e incluso la necesidad de escapar, de desconectar con nuestras vidas. Esto es un proceso de aprendizaje por el cual todos hemos pasado o pasaremos, no la rúbrica de todos nuestros viajes. Desde pequeños nos inculcaron esta idea y a día de hoy seguimos percibiéndola así en nuestros círculos cercanos. Es un círculo vicioso del cual es muy difícil escapar. Esto es estudiado y aprovechado por las agencias de turismo y por las grandes mentes del marketing actual. No solo nos venden un paquete de viaje, nos están vendiendo una experiencia de desconexión... y por lo que parece son muchos los que quieren desconectar de sus vidas. Paradójicamente cada vez es más difícil desconectar. Nos alejamos físicamente pero nos sumergimos de lleno en nuestros smartphones y en las plataformas online que estos nos brindan. Hemos perdido la capacidad de disfrutar de los pequeños momentos que nos ofrece la vida mientras que hemos desarrollado una gran habilidad por inmortalizar ese momento y compartirlo en nuestras redes sociales. Estas experiencias ya no se miden en las sensaciones que me producen sino en las sensaciones que causo a mis seguidores. Me gustaría proponeros un cambio en el paradigma y alejarnos del concepto de viajar para desconectar y empezar a viajar para conectar con uno mismo. A lo largo de mis últimos viajes he sentido una mayor conexión que nunca conmigo mismo, con el resto de personas y con este mundo: Ya no viajo para desconectar, viajo para ser más consciente de mi vida y a su vez como ejercicio de introspección. Ya no viajo para huir de nada ni de nadie, viajo para ampliar mis horizontes y conocer a la gente que habita este mundo. Ya no viajo para compartir mis experiencias en las redes sociales, viajo para mi desarrollo y aprendizaje interno. Ya no viajo con ideas preconcebidas, viajo para dejarme sorprender y romper con todos los prejuicios hacia culturas, religiones y zonas del mundo poco conocidas o estigmatizadas. Ya no viajo para conocer el mundo, viajo para conocer a la gente que habita este mundo. Ya no viajo para aparentar, viajo para ser. Y tú... ¿para qué viajas? David Fernández (@davsolimpico)
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subimosriscos · 4 years ago
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¡Tenemos nuevo ÁGORA! 😍🏔 Después del exitazo de la última vez, no hemos querido esperar mucho tiempo para organizar otro. Una vez más @subimosriscos se une con el gran equipo de @wildandproud para una experiencia brutal en la montaña. 😎🤟 🔴¡Abrimos inscripciones! 🔴 Esta vez el ÁGORA tiene lugar en la ladera oeste de la #sierradeguadarrama. Comenzando desde el Alto de los Leones, ascenderemos por Cabeza Líjar hasta finalizar en el Embalse de la Jarosa. Dos jornadas alucinantes para tratar un tema atípico 👇 ¿Es lo público común? En la #sierrademadrid se yerguen una serie de refugios de montaña no guardados, abandonados a su suerte por la gestión pública autonómica que se desentiende de su mantenimiento. Inmersos en la naturaleza y rodeados de historia bélica, aquí se libra una batalla menos conocida. ¿Quieres saber más? ¡Pues corre a apuntarte! 🏃🏃‍♀️ 👉 Enlace de inscripción:https://forms.gle/g8neoGHz8uVf72r47 👉 Info completa en la web: https://www.bewildbeproud.com/agora 💰 30€ (+12 con comida opcional) 🗓️ 10 - 11 Abril 2021 📌 Alto de los Leones (Madrid) . . #subimosriscos #agora2021 #bewildbeproud #pnguadarrama #rutasdemontaña #rutasmadrid (en Sierra De Guadarrama, Madrid, España) https://www.instagram.com/p/CMpL29zsshL/?igshid=11tfab0ya0woq
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bewild-beproud · 7 years ago
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LA VIDA ES MUY SIMPLE
Discurso de Tyler Durden en la película “El club de la lucha”:
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«Veo mucho potencial, pero está desperdiciado. Toda una generación trabajando en gasolineras, sirviendo mesas o siendo esclavos oficinistas. La publicidad nos hace desear coches y ropas. Tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos.  Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos, no hemos sufrido una gran guerra ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seríamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock. Pero no lo seremos, y poco a poco lo entendemos, lo que hace que estemos muy cabreados». 
Creo que no es tan oscuro como lo pinta nuestro amigo Tyler pero no le falta razón en lo que dice. Vivimos en una sociedad, a un ritmo de vida, en la gran ciudad bajo la influencia del consumismo... cada uno puede percibirlo de un modo distinto pero todo se resume en una cosa, vivimos sin vivir.
Tenemos esa sensación de que se nos escapa la vida porque no tenemos tiempo para nada. Tenemos que trabajar, estudiar, estar con nuestra gente cercana y una larga lista de cosas que “tenemos que hacer”. Tenemos que hacer... ¿pero qué es lo que tenemos que hacer? o mejor dicho, ¿qué es lo que esperan que hagamos? Cada uno tiene sus propias respuestas para estas preguntas.
Hace relativamente poco me he dado cuenta de una cosa y es que LA VIDA ES MUY SIMPLE. Es tan simple que no llegamos a entenderla, a imaginarnos que pudiera ser tan simple, y por ello nos parece compleja.  2+2 se convirtió en 4x+ 8y/13z=41
La verdad comienza por levantar ese velo ilusorio y volver a percibir la vida y su esencia, la vida y su magia. Venimos a aprender y a ser felices, a ser felices y a aprender. Venimos a dejar parte de nuestra esencia y de nuestro ser en este planeta. Venimos para sentir la unión del todo desde la división del uno. Vinimos para tantas cosas que se nos olvidaron la mitad por el camino...
A veces solo necesitamos un poco de paz y de silencio para encontrar las respuestas a todo pero que difícil es conseguir eso hoy en día   ¿Cómo puede ser tan difícil algo tan SIMPLE? ¿Cuándo 2+2 volvió a convertirse en una ecuación?
Davs
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bewild-beproud · 7 years ago
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AUTOSTOP
Una palabra que todos hemos escuchado o incluso empleado pero que nos suena muy lejana… algo así como de libros y películas. Aún es algo que sorprende a mucha gente o que incluso no se llega a entender.
Se está perdiendo la costumbre de hacer algo “porque sí”, por ayudar a alguien, sin esperar nada a cambio ya que el dinero ha llegado hasta las relaciones interpersonales: ¿Para qué voy a hacer esto si no me aporta ningún beneficio material o económico?
La respuesta es muy simple… porque sí. Vivimos en un mundo que cada vez nos alejamos más los unos de los otros y con miedo hacia la gente que no conocemos y por ello he decidido hacer del autostop mi modo de viajar. Este año ha sido mi mayor odisea en autostop, coincidiendo con mi vuelta del Erasmus, y eso me ha abierto un nuevo mundo. Uno de los objetivos fue no pagar por dormir ni por viajar y así fue.
Todo surge con una visita muy especial que tenemos mi compi de viajes, Tirso, y yo que nos hace plantearnos lo que nos queda de Erasmus y el que hacer al acabarlo. Tras una pequeña expedición hacia el sur en abril nos surge una idea... y si volvemos a hacerlo y nos volvemos a casa haciendo autostop?
Queríamos volver al sur pero esta vez teníamos otro objetivo, Sicilia. Salí de mi ciudad, Brescia rumbo Firenze para reencontrarnos y empezar el verdadero viaje. Bajamos hasta el tacón de Italia por el mar Adriático para seguir por el Jónico y llegar a Sicilia. Llegamos a nuestro ecuador espacio-temporal y tras unos cuantos días... empieza la vuelta a casa. Vuelta rodeando el mar Tirreno, pasando por Francia y entrando en España después de 7-8 meses ambos.
Frase que hemos escuchado mil veces al volver...”pero si en España no funciona, no se hace autostop”. Nosotros entramos por los Pirineos, pasamos un día y una noche maravillosa en Valencia y al día siguiente nos separamos y yo estaba a la hora de comer en Madrid.
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Hemos conocido a una gran cantidad de gente solo por el hecho de sacar el dedo, estos se paraban para preguntarnos si necesitaba ayuda o para llevarme a donde quería ir, a los cuales les estoy inmensamente agradecido y con los cuales en su momento cree un vínculo muy especial. Muchos de ellos nos pidieron el contacto para seguir mi viaje, para poder recibir una foto con mi familia y el mensaje de “estoy bien, he llegado a casa” e incluso con algunos de estos se ha llegado a crear una amistad y el deseo de volver a encontrarnos.
Durante estos viajes hubo circunstancias y conversaciones las cuales me han marcado y me han hecho reflexionar y replantearme muchas cosas:
La primera e innegable es la cantidad de buena gente que hay en el mundo. No nos imaginamos la gran cantidad de gente que sale de casa con el coche predispuestos a ayudar a un autostopista; ni si quiera ellos mismos se lo imaginan hasta que te ven.La segunda es el que es posible recuperar este modo de vida altruista, el volver a ayudar a una persona sin esperar nada a cambio… aunque la vida de un modo u otro te lo devolverá.
No somos conscientes de lo que somos capaces de hacer solo confiando en nosotros y sacando el dedo pulgar���  Distancia aproximada: 4800- 4900 kms
Duración del viaje: 40 días
Nuevo descubrimiento personal y gran amigo: Tucson
Davs
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bewild-beproud · 7 years ago
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Hay un lugar llamado Kirguistán
Hola a todos, me llamo Miriam y me uno a este bonito proyecto para aportar mi granito de arena compartiendo con vosotros mis experiencias, para así quizá animar a futuros viajeros a expandir sus horizontes.
Por muy raro que pueda sonar, sí, existe un país llamado Kirguistán. Muchos no lo sitúan en el mapa, pero existe. Y tiene mucho que ofrecer.
Kirguistán, o República Kirguisa, es un país que consiguió su independencia de la Unión Soviética en 1991.Las dos lenguas oficiales son el ruso y el kirguís, que junto al kazajo, el uzbeco y el tayiko forma parte de las lenguas descendientes del turco.
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Actualmente es una república democrática laica donde la religión predominante es el Islam, aproximadamente un 80% de la población es practicante y pertenecientes a la escuela sunnita. Aunque a la vista está, en cuanto te mueves entre su gente, que la forma en la que ellos viven el Islam es mucho más abierta y libre que en otros países. El alcohol no falta, el vodka y el coñac kirguís tienen buena reputación, y las mujeres viven la religión como ellas la sienten, es normal ver a chicas en tirantes y pantalón corto así como otras con el cabello cubierto. Los hombres lucen orgullosos a todas horas sus kalpaks, los gorros tradicionales.
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Este país de Asia Central limita con Kazajstán, China, Tayikistán y Uzbekistán y ha estado históricamente frecuentado por grandes civilizaciones de comerciantes, ya que formaba parte de la Ruta de la Seda. Actualmente se notan las influencias de sus países vecinos, siendo la zona norte del país mucho más parecida al pueblo kazajo y la zona de Osh (la llamada “Capital del Sur”) mezclada con los uzbecos.
Dado su terreno altamente montañoso, se encuentra en una especie de aislamiento geográfico, lo cual ha ayudado a mantener vivas sus tradiciones y cultura. Durante su historia, ha sido habitada por una gran variedad de clanes y tribus. De ahí su nombre: “Kirguis” significa “40 tribus” y “Stan” sería algo así como “la tierra”, siendo entonces Kirguistán la tierra de las 40 tribus.
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Lo mencionado anteriormente se ve reflejado en su bandera, la cual es un sol con 40 rayos representando a sus 40 tribus y en el centro, haciendo apología de su tradición nómada, el techo de un yurt, su tienda.
El pueblo kirguís se asentó en la zona noreste de la actual Mongolia para desplazarse después a Siberia y de ahí, con el tiempo, entre los siglos XV y XVI, bajar hasta aposentarse en su actual terreno. Después vino la época zarista donde todo el terreno fue dominado por Rusia. Ahora, vuelven a renacer y brillar sus nunca olvidadas tradiciones y cultura. Esta migración a la zona siberiana es seguramente lo que le otorgó sus rasgos actuales pues en antiguos escritos chinos se les describe como pelirrojos de piel clara, de ojos azules o verdes, nada que ver con el estándar actual.
Un país cubierto casi en su totalidad por el TianShian, las llamadas “montañas celestiales”, y reforzado al sur por las montañas Pamir se tiene más que merecido su apodo de ser “la Suiza de Asia Central”. Alberga el segundo lago de montaña más grande del mundo después del Titicaca, y una de las mayores poblaciones nómadas o semi-nómadas, ya que solo cambian 2 veces al año de residencia. Durante los meses de verano, viven en el jailoo y en invierno en la ciudad. Poblados de yurtas donde los pastores se mueven a caballo, burro o yak se extienden por todo el país.
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Como curiosidad es importante destacar una práctica aún activa en el país, el llamado “secuestro de esposas”. Aunque actualmente es una práctica ilegal se sigue llevando a cabo, especialmente en las zonas rurales. El hombre, ayudado por sus familiares y amigos, secuestra a la mujer con la que se quiere casar y la llevan a la casa familiar. Allí intentan convencerla para aceptar el casamiento y ponerse el pañuelo de boda, o jooluk. El rapto puede durar varios días hasta que la mujer acepte o, de lo contrario, lo rechace. Si esto sucede, por el simple hecho de haber pasado una noche en la casa su virginidad se pone en entredicho lo que mancha su reputación haciendo muy difícil que pueda encontrar otro marido en el futuro.
Aydana, una chica kirguisa que conocí durante mi viaje, me explicó que durante los veranos (los cuales pasa en su pueblo, Kochkor) tiene miedo de salir a la calle muchas veces por si la secuestran y la obligan a casarse. Es aún una realidad del día a día en el país.
Un millón de dudas me asaltaban antes de emprender este viaje, ir a un país del que se tienen tan pocas referencias (si es que se tienen algunas, ya que muchos no saben ni de su existencia) y, además, siendo una mujer sola haría replantearse la situación a más de uno. Éste no fue mi caso.
Siguiendo mi filosofía a la hora de viajar, este país me ofrecía todo lo que yo buscaba: un lugar auténtico, una experiencia única, donde la mano negra de las masificaciones turísticas no hubiese hecho mella aún y donde poder disfrutar de mucha, mucha, muchísima naturaleza. Tanta que podrías llegarte a empachar, si eso fuese posible. Kirguistán no me decepcionó. Si te gusta la naturaleza, éste es sin duda un lugar más que añadir a tu lista de pendientes.
No te va a defraudar, puedo asegurarte eso. Todo aquél con el que me he cruzado se desvivía por ayudarme, me acogían sin problema y me recibían con una sonrisa de oreja a oreja. Su casa era mi casa y me ofrecían todo lo que tenían, por poco que fuera. Llegué a sentir que el idioma no es un impedimento, que su escaso y la mayoría de veces inexistente nivel de inglés no era ningún problema, ya que comprendí que una sonrisa vale más que mil palabras.
 “Chonrahmat” (Чонрахмат)
Muchas gracias, Kirguistán
Miriam Alcalá Ruiz
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bewild-beproud · 6 years ago
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Historias Africanas – Ziguinchor, la desvencijada joya de Casamance y cómo llegamos a ella –
Nubes gruesas y completamente negras se cernían amenazadoras sobre el río Casamance. La antigua ciudad de Ziguinchor se encontraba casi vacía, azotada por un viento fuerte que eliminaba los resquicios de ese calor húmedo tan característico del África subtropical. Nacho y yo llegábamos sucios, nuestras camisetas antaño blancas fundidas con el color barro de las calles encharcadas, y un ligero temblor empezaba a recorrernos la espina dorsal. No lluevas cariño, todavía no. Quedaba poco para llegar al puerto. Allí habíamos quedado cinco horas y media antes con nuestros compañeros de viaje, cuando reunidos en la frontera con otro país se nos había ocurrido una loca idea, en lo que en ese momento parecía un recuerdo muy lejano, otro mundo.
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Ese otro país era Gambia. Allí habíamos pasado los dos últimos meses, trabajando duro para levantar un sueño que habíamos cumplido. La estructura de la Basori-Playing Nursery School lucía ya en el pueblo que habíamos aprendido a amar. Ante ella, los cuatro amigos nos abrazábamos y enfilábamos el camino de salida de aquel terreno, de aquel pueblo, de aquella pequeña gran victoria. Nos acompañaba Bambo, uno de los hombres más espectaculares que he conocido nunca por su gestión de sus recursos. No había nada que Bambo no pudiese conseguir, por muy inverosímil que pareciese. Eso incluía tomates a medianoche o el asesinato de una rata puñetera que vivía en el tejado. Veíamos cómo desaparecía en su antiguo Mercedes mientras nos aseguraba con su perenne sonrisa que “no problem”. Así era Bambo. En un último gesto de bondad infinita, nuestro hombre cargó nuestras pesadas mochilas en el maletero y nos acercó a la frontera con la región sur de Senegal, la llamada Casamance. Allí empezaba todo.
No es sencillo describir la sensación de libertad y aventura que nos invadía en aquel momento. Tras meses de movimientos limitados, la exuberante Casamance se abría ante nuestros ojos como un cuadro pintado de un solo color. Mirases donde mirases solo había verde, árboles inmensos y una carretera serpenteante que se introducía en una zona inmensa de marismas. La imagen idílica solo tenía un pequeño obstáculo: la frontera. Una frontera africana, para ser más precisos. Como “toubabs”, allí éramos un caramelo que empezaba a derretirse. Quizá eso fue lo que hizo que rápidamente apareciese un guardia fronterizo para llevarnos a un pequeño despacho, donde sus jefes nos preguntaron amablemente qué cojones hacíamos allí. Mientras nos despojaban de nuestros documentos y efectos personales de bolsillo, un enorme gambiano con gesto serio y boina militar nos interrogaba. Las casualidades de la vida hicieron acto de presencia cuando aquel adusto funcionario comenzó a utilizar el castellano, fruto de su paso por Barcelona. Tras unos tensos minutos, el guardia relajó su faz en una sonrisa cuando decidió creer en nuestra inocencia y nos acompañó a la salida. Prueba superada.
Una vez más, allí estaba la puerta de la idílica Casamance, pero esta vez cruzábamos sin más impedimentos que el peso de nuestros macutos. A unos minutos andando se encontraba la estación de “autobuses” (gele-gele) de Seleti, el primer pueblo fronterizo senegalés. Apenas 100 km nos separaban de Ziguinchor, pero nuestro escaso presupuesto y nuestro interés por conectar con el ser humano hicieron que nos decidiésemos rápidamente por ir en autostop. Siendo cuatro, lo más inteligente era dividirnos en grupos de a dos, y para hacerlo más interesante planteamos una carrera, un destino y una frecuencia temporal para facilitar nuestro encuentro.
Con el desafío imperando ya en todas nuestras decisiones, nos separamos varios metros en la pugna por conseguir el primer vehículo. Un desconchado BMW blanco conducido por un joven acompañado de dos mujeres y un bebé fue el primero en detenerse delante de Nacho y yo. Aquel coche no iba directo a Ziguinchor, pero la promesa de un nombre desconocido y a sabiendas de que solo había una única carretera nos apretujamos contra una puerta que no terminaba de cerrarse. ¡Y allá íbamos! Con grandes sonrisas saludamos a nuestros dos compañeros que esperaban sentados en la cuneta. Nos reímos mucho. Pensábamos que nada impediría que llegásemos los primeros.
He aquí cómo el destino suele cebarse con los que se confían, como si realmente un designio divino menor disfrutase enormemente poniendo piedras en el camino mientras se ríe a mandíbula batiente desde alguna nube. El glorioso viento que se introducía por las ventanas de aquel BMW blanco y que nos impulsaba a toda velocidad empezó a disminuir en el siguiente pueblo…donde el joven detuvo el coche alegando que aquel era su destino. Lo era, así que nos bajamos. Recuerdo que aquel pueblo era bonito, distinto de los que habíamos conocido en Gambia. La emoción del viaje no perturbó aquel pequeño escollo, así que nos dirigimos hacia el puentecito que hacía las veces de salida del pueblo. Por allí no pasó nadie en media hora, cuando el rugido del motor de un coche llegó a nuestros oídos y levantó a partes iguales nuestra esperanza y nuestros cuerpos. La desilusión más extrema llegó cuando en aquel coche vimos a nuestros dos amigos cómodamente instalados en el asiento trasero, desde donde incluso se tomaron la licencia de pedir al conductor que disminuyese la velocidad para gritarnos entre risas… ” ¡Nos llevan a Ziguinchor!”. Y allá iban, cruzando ese puentecito por el que no pasaba ni un alma. Nacho y yo nos miramos completamente desolados. Aquellos cabrones iban a llegar antes que nosotros salvo que ocurriese algo extraño, algo que en una carretera senegalesa no es tan difícil, por lo que nos sacudimos la sensación de derrota de encima y nos abrimos unos cacahuetes. Algo es algo oye.
Por fin, después de una hora de espera infructuosa apareció un pequeño camión de transporte de… ¡cerveza! Aquello debía ser una señal, y efectivamente el camión se detuvo. Su destino era Bignona, una ciudad media a unos 30 km de Ziguinchor. Nos servía, así que nos subimos y cruzamos al fin aquel maldito puente. Nos acompañaban dos hombres, el conductor y un acompañante del que supimos más a lo largo del viaje y que resultó ser nuestro futuro benefactor. Era bombero en Ziguinchor y también viajaba en autostop, por lo que nos unió a él ese común sentimiento que aparece cuando una persona realiza lo mismo que tú, esa especie de energía humana que hace pensar en un mundo donde todo tiene sentido. Un amigo que admiro me dijo hace tiempo que cualquier cosa que quieras hacer es posible, puesto que hay una o más personas en el mundo que desean hacer lo mismo que tú. Sin saber cómo, la vida te dirigirá a ellas para poner en común la fuerza que os permitirá realizarlo. Esta energía realmente funciona, está ahí y solo hay que atreverse a buscarla para hacerlo patente.
En estas cosas pensaba mientras la belleza verde de la marisma senegalesa brillaba a nuestro alrededor. Nacho dormitaba a mi lado, y relajado pude por fin pude disfrutar de la contemplación de un paisaje que en ocasiones quitaba el aliento. De una zona cubierta por la más espesa vegetación pasábamos sin corte a una explanada tremendamente abierta y cubierta de agua que rodeaba la carretera, acrecentando el sentimiento de unidad con el camino. ¿Qué más daba no llegar el primero a Ziguinchor? Allí no estaba el premio.
Cuando finalmente llegamos a Bignona nos sorprendió una ciudad cuidada y tranquila. Nuestro camión paraba a descargar en un bar-restaurante y llegaba el momento de buscar un nuevo transporte. Era la hora de comer y apenas habíamos probado bocado. Mamadou, el bombero, debió pensar lo mismo porque sin más preámbulo nos invitó a acompañarle al cuartel de la ciudad. Nos prometió que alguno de sus compañeros acuartelados allí vivía en la misma Ziguinchor y que finalizaba su jornada pronto, por lo que no tendría problema en acercarnos. Maravillados por el plan aceptamos y le seguimos. Mamadou era una bestia física, sin mucha envergadura pero con cada músculo del cuerpo esculpido. Sin preguntar se echó al hombro una de mis mochilas y empezó a caminar a una velocidad supersónica que nos tuvo a Nacho y a mí con la lengua colgante en apenas 5 minutos. Llegamos al cuartel de bomberos de Bignona en un santiamén y allí agradecidos esperamos a que Mamadou anunciase nuestra presencia, o eso creíamos. La verdad es que no entendíamos mucho de lo que estaba pasando, pero era tan divertido que allí nos quedamos.
Nuestro interés se vio recompensado cuando a la entrada del cuartel, unos bomberos en descanso nos invitaron a un té. El maravilloso dulzor del ataya y su peculiar chute de cafeína despertaron nuestros sentidos, lo que fue un estupendo preámbulo de la reaparición de Mamadou con una fuente grande de arroz especiado. Así es Senegal, el país de la Teranga, de la hospitalidad más manifiesta, sencilla y humana que jamás he encontrado. Allí no se concibe que alguien pueda comer mientras otro mira. La casualidad nos había reunido y Mamadou se preocupaba de que estuviésemos bien como si realmente tuviese responsabilidad sobre nosotros.
Cuando terminamos, Mamadou, presa de su incontenible fuerza interior, nos apremió para continuar el viaje. Algo de información debimos perder por el camino porque ningún compañero suyo iba a llevarnos a Ziguinchor. Lo entendimos tarde, cuando el bombero paraba un gele-gele y nos pedía las mochilas para ascender rápidamente. Por si algún lector no ha cogido nunca uno de estos transportes, he de mencionar que son destartaladas furgonetas vaciadas por dentro de todo adorno que impida que entren en ellos por lo menos 30 personas apretujadas en bancos de hierro. Por fuera presentan un aspecto estrambótico, pintadas de colores chillones, alabanzas a Allah, cargas inverosímiles en sus techos atadas con cuerdas y siempre uno o dos chavales jóvenes colgados de la puerta de atrás que hacen las veces de acomodadores, cobran los pasajes y tratan de atraer el mayor número de pasajeros a voces. Ante esta tesitura, lo más lógico es pensar que no tienes mucho tiempo para decidir si te subes o no, y así es, ya que hay veces que debes hacerlo casi en movimiento. Hecho este aparte, volvemos a nuestro gele-gele avanzando hacia nuestra posición y a Mamadou pidiendo nuestras mochilas para, en un instante casi mágico, lanzarlas como si fuesen plumas hacia los jóvenes que ya las ataban al techo antes de que pudiésemos decirle a Mamadou que viajábamos en autostop porque no teníamos dinero para transporte.
Veinte segundos después estábamos ya en el interior de aquel horno humano, sonriendo con disculpa a los pasajeros que nos miraban molestos por las dimensiones de dos nuevos traseros que a ojos vista no cabían allí. Mamadou se reía cuando le acercamos unas monedas que costeaban nuestro pasaje y meneaba la cabeza. Nunca lo cogió, como si le resultase increíble y gracioso que no entendiésemos nada. Eso es parte de vivir África.
El motor del gele-gele rugía como luchando por su supervivencia, buscando con sus lamentos un final digno para una vida tan machacada. A veces sorprende cómo es posible que sigan avanzando, pero lo hacen. Transitábamos por una larguísima recta que nos conducía al fin de nuestro viaje. Ziguinchor no quedaba ya lejos, pero el curioso destino que enfrentábamos ese día nos deparaba una última sorpresa. Sin previo aviso, ocurrieron dos cosas a la vez: el gele-gele pareció desplomarse levemente hacia uno de sus vértices mientras un sonido horrible de fricción nos acuchillaba los oídos. El conductor agarró el volante con fuerza y consiguió mantener recto el vehículo mientras frenaba bruscamente. Hicieron falta varios cientos de metros para conseguir detener aquel monstruo infernal entre gritos y lamentos de los que pensábamos que nos dirigíamos ya sin remisión hacia nuestra muerte. Cuando finalmente paramos, un hilillo de humo ascendía de una de las ruedas traseras del autobús, que había reventado y de la que apenas quedaba un colgajo de neumático. Todos empezamos a bajar del gele-gele, pero casi nadie se quejaba. En Senegal no son raros los accidentes de ese tipo, por lo que para muchos senegaleses es solo un elemento más del transporte por sus carreteras, algo inevitable.
La nueva situación nos dejaba algo más desamparados de lo habitual. Nos encontrábamos en medio de la nada, rodeados del bosque verdoso y espeso y todavía a varios kilómetros de Ziguinchor. Nacho y Mamadou se liaban un cigarrillo mientras algún que otro coche pasaba como una centella a nuestro lado y unas preocupantes nubes negras se acercaban por el este. El sol empezaba a caer al otro lado, conformando un paisaje de una belleza pura e inexplicable, salvaje. De pronto vimos desde la cuneta cómo otro gele-gele, más pequeño y abarrotado si cabe, se acercaba por la carretera y frenaba detrás del averiado. El conductor se bajaba a comentar lo ocurrido cuando Mamadou demostró una vez más que estaba a otro nivel. Dejó caer el cigarrillo y rápidamente se subió al primer autobús para desenganchar nuestras mochilas. Nos las pasó y mientras nos las ceñíamos a la espalda empezó a negociar nuestro pase en el nuevo gele-gele con otro de los trabajadores. Nunca supimos qué le contó, pero 5 minutos después subíamos al vehículo los tres y una venerable anciana milenaria aquejada de una tos que ascendía desde lo más profundo de su alma. Tan solo había tres asientos, por lo que tuve que dejar el mío a la no tan agradecida señora y conformarme con un hierro casi invisible que resultó ser una tortura a cada bamboleo que daba aquel desvencijado transporte.
Volvíamos a estar en movimiento gracias a Mamadou. La tormenta nos seguía como un perro peligroso mientras nos dirigíamos hacia el sol. La entrada a Ziguinchor ya se vislumbraba entre la bruma que se levantaba de la marisma y el río sobre la que se asienta, dando a nuestro final de viaje un aspecto épico indeleble en mi memoria. El gele-gele se detenía al fin para alivio de mi cuerpo maltrecho. Nacho, Mamadou y yo nos bajamos y nos despedimos con entusiasmo. El mundo está lleno de amigos que jamás volveremos a ver.
Una vez más con las mochilas a cuestas nos dirigimos al puerto, nuestro punto de encuentro. Allí estaban David y Fonseca, hablando con unos estibadores que nos salvaron esa tarde, aunque esa es otra historia. Al vernos nos señalaron y corrieron hacia nosotros, sonriendo, sin importar ya el desafío que lo inició todo. Habíamos llegado tres horas más tarde de lo acordado, pero no importaba. Empezaban a caer las primeras gotas sobre Ziguinchor, habíamos llegado.
Mario Marty (@mariomartyph)
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bewild-beproud · 6 years ago
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Vicuña, Valle del Elqui, Chile. 🇨🇱🇨🇱 Fundada en 1821, se trata del pueblo mas grande del Valle del Elqui (con 27.771 hab), un sitio conocido a nivel mundial para la claridad de los cielos, la escasa humedad y la baja contaminación lumínica, que producen una gran nitidez atmosférica ideal para la observación astronómica. En las noches de luna nueva se pueden ver cantidades inimaginables de estrellas, brillar en el mantillo oscuro del espacio y avanza fuerte la convicción que nuestro planeta no es mas que un grano de arena tirado en un puñado de glitter en el bolsillo del Universo. Este valle es conocido también por ser una importante zona chilena de producción de Pisco. El pisco es una aguardiente de uvas elaborado mediante la destilación del producto de la vid, pero sin el envejecimiento en barricas de madera. Es considerada bebida nacional en Chile y en Perù, y cada país afirma producir el mejor Pisco. Por el bajo precio y la fácil disponibilidad, en esta zona no es difícil encontrar personas de bajos recursos con adicción alcoholica. 📸👨 Por Fede. Merece la pena seguir a este viajero: @inviaggioversoaltrove #chile #igerschile #travellings #ig_chile @chiletravel @chile_estuyo @chile @turismochileviajeros #chilegram #chile_natural #chile_shots #travellingourplanet #travelworld #travelphotography #southamerica #travelforlife #triparoundtheworld #bewildbeproud #inviaggioversoaltrove #tripoto #viajaresvivir #viajar #viajando #viajerosporelmundo (en Vicuña, Chile) https://www.instagram.com/p/BvBtA1XB53m/?utm_source=ig_tumblr_share&igshid=vanhp9itipd8
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bewild-beproud · 6 years ago
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Historias Africanas - Una voz que despierta -
Nunca había estado en África. De hecho, hasta hace unos meses ni siquiera me había planteado que podría viajar hasta allí en un futuro cercano, no por falta de atractivo pero sí quizá de unas motivaciones claras. Al final las encontré, o más bien sería justo decir que me encontraron ellas a mí. El azar y la pasión hicieron que en mi primera visita al continente recorriese en profundidad algunos, pocos, de sus países. Sin embargo no es la historia de un viaje lo que hoy quiero contar, o quizá lo sea, pero no uno mío.
Decía Xavier Aldekoa en “Océano África” que el viajero y el reportero pueden viajar en el mismo cuerpo, pero que mientras el primero es protagonista de su viaje, en el segundo lo son los demás. Yo no soy el protagonista de lo que he venido a contar, no obstante esta historia empieza conmigo en una azotea perdida entre el bullicio nocturno del barrio de Pikine, en Saint Louis, Senegal. Saint-Louis es una ciudad difícil de describir. Sus pasados días de gloria se pierden igual que la silueta de las barcazas de sus pescadores en la neblina mañanera, la que asciende desde el río Senegal cuando se encuentra con el mar. Su extraña esencia hace que la mirada trascienda el presente y se perciban su trasiego portuario y su corazón que palpita jazz, aunque lo que realmente veamos sea una ciudad que ha descendido al pozo de la inmundicia.
El río se ahoga en vertederos inmensos y niños semi desnudos brincan entre toneladas de basura que han pasado a formar parte del paisaje urbano de una ciudad que se ha olvidado a sí misma. Nunca podré borrar el paseo que nos condujo a mí y a mi buen amigo Fonseca hacia el corazón de uno de los barrios de la periferia. Surcos de agua y barro descendían por las calles que todavía no se encontraban anegadas por las lluvias de días, quizá semanas, anteriores. Las cabezas de la multitud se volvían al vernos pasar y algún que otro chiquillo nos acompañaba graciosamente con la curiosidad marcada en sus ojos. Saltando de roca en roca llegamos a la puerta de lo que habría de ser nuestro alojamiento, la sede de una pequeña ONG local que regentaba una escuela y ayudaba a las mujeres del barrio. Una sagaz joven de etnia wolof nos acompañó a nuestra minúscula habitación y nos mostró un baño donde poder lavarnos, esto último con una sonrisa resplandeciente que a las claras tenía que ver con su opinión sobre nuestro deplorable aspecto.
Entre aquellas paredes fue donde nos cruzamos por primera vez con Louis. Una tímida sonrisa y una rápida mirada fueron su carta de presentación. Le correspondimos amablemente y nos fuimos, sin sospechar que aquel no iba a ser un día cualquiera, ni él, desde luego, una persona más.
De vuelta en nuestra azotea, una suave brisa hacía desaparecer los últimos rescoldos del intenso calor del día y regalaba una noche tranquila, de luna grande y pocas estrellas. Fonseca y yo descansábamos del largo paseo por la ciudad cenando y tomando el tradicional té verde que cargábamos con férrea determinación desde Gambia, el país vecino. El tenue resplandor del carbón y la dulzura del té completaban un momento de idílica relajación asentado en el silencio que solo una firme amistad puede mantener. De esa guisa debió encontrarnos Louis cuando por casualidad o intención, nunca llegué a saberlo, se asomó a la azotea y se acercó a nosotros.
Louis rondaba los 30 años y era de la República Centroafricana, país colindante con Sudán del Sur, Chad y Camerún y antiguo territorio conocido como Ubangi-Shari. Esta región estaba controlada por Francia, pero no tenía acceso al mar y el gobierno imperialista arrendó grandes extensiones del territorio a empresas privadas europeas que, a cambio del pago de un alquiler anual, explotaban sus tierras, sus recursos y su población. Un caldo de cultivo perfecto para el arraigo del odio, la violencia y el extremismo que se fomentaron durante años y que acabó explotando en un largo conflicto que ha tomado tintes religiosos sin ser solamente eso, pero donde musulmanes y cristianos se masacran por la inquietud y el miedo que genera el otro.
Louis no nos contó nada de esto, ni habría podido porque solo hablaba francés y chapurreaba algunas palabras en inglés. No hubo un día en el que no maldijese con más ardor mi desconocimiento de aquella lengua. Al oír nuestros correspondientes países de origen los tres no pudimos más que sonreír ante el exotismo de los mismos. Para Louis España era aquella que había ganado el mundial de fútbol y sabía que estaba en Europa, por lo que creía tener una idea aproximada de lo increíblemente avanzada y futurista que era. Esta es una idea común a muchos de los africanos que solo saben de Europa aquello que les llega por los comentarios de compañeros que han iniciado un viaje largo y muchas veces sin retorno, y que les hace formarse en sus cabezas una imagen idílica que contrasta mucho con su incredulidad cuando les decimos que en España hay que pagar por tener una casa, o que no nos casamos hasta los 35.
Invitamos a Louis a compartir nuestra cena y nuestro té, sin ser conscientes de lo que aquello podía significar para él. Con una inocencia infinita abrió mucho los ojos y nos hizo saber si aquello no nos molestaba, si su presencia nos era incómoda. Mi amigo y yo le miramos sorprendidos y le dijimos con sinceridad que nada nos haría más felices en aquel momento. Louis aceptó y sin más preámbulos cogió un tenedor y dio buena cuenta de lo que quedaba de nuestra pasta con tomate. Viéndole comer me di cuenta de que quizá no estaba acostumbrado a hacerlo a menudo, y mi sincera curiosidad hacia él aumentaba por momentos. En mi cabeza le daba vueltas a un tema que pugnaba por salir, pero intuía que debía ser cauto y respetuoso. Yo sabía lo mismo de República Centroafricana que Louis de España, pero lo que sabía era suficiente para plantear en un inglés muy lento para que me entendiese la siguiente pregunta: “Louis, ¿continúa la guerra en tu país?”. Louis estaba sorbiendo el té caliente y me miró a los ojos. “La guerra no acaba nunca. Nací en guerra y me fui por la guerra”.
El silencio nos envolvió a los tres de una manera diferente a como lo hacía antes. La palabra guerra pronunciada de unos labios que la han sentido en sus propias carnes no suena igual. Es más fría, más desapasionada. Louis perdió la mirada en el vacío y todos seguimos bebiendo té. Mi curiosidad periodística me presionaba para que preguntase más cosas; estaba ante un testimonio que me hacía sentir amar mi profesión como pocas veces lo había hecho. Mi sentido común, sin embargo, mantenía mi boca cerrada.  Para desviar el tema le preguntamos qué hacía allí exactamente. Así, poco a poco y con dificultad, Louis nos contó parte de su historia.
Había llegado a Saint- Louis hacía apenas unos meses desde Guinea Bissau, que hace frontera con el sur de Senegal. Durante todas esas semanas había malvivido, tratando de obtener la condición legal de refugiado de guerra. Había viajado por muchos países, solo y desamparado por la ley, despojado de cualquier posesión y sin una oportunidad que le permitiese empezar de nuevo, rehacer su vida. Louis, aquel chico extremadamente afable y tímido, en aquella azotea perdida tan lejos de su poblado natal, se abría ante los dos únicos desconocidos que quizá le habían mostrado respeto y ganas de escuchar durante toda su larga odisea. Como el famoso héroe griego, Louis había andado miles de kilómetros, perdido y roto. Pero a nadie le importaba. Hacía apenas 3 años que abandonó su casa, después del atroz asesinato de sus padres y su hermana pequeña. Louis lo vio todo con sus propios ojos y no pudo hacer nada por evitarlo, le habrían matado a él también. No supo decirnos quién lo había hecho, ni tampoco lo habríamos entendido.
Louis acabó su historia entre sonrisas. Solo el leve temblor de su voz casi inaudible denotaba la oscuridad en la que debía haberse sumido tras tamaño golpe de la vida. Allí, sentado escuchando aquella terrible historia y viendo a aquel chico se me heló la sangre en las venas. Instintivamente posé una mano sobre su brazo y lo apreté suavemente. No tenía nada que decir, cualquier cosa hubiese resultado estúpida o fuera de lugar. Ante aquel ser humano que tanto había sufrido y que tan maravillosamente se había abierto nos dimos cuenta de que quizá no podríamos ayudarle más que para que pusiese voz a su dolor, para escuchar y quizá, en un futuro, poder sentarme a escribir una historia, su historia, para que otros puedan llorar como lo hice yo esa noche.
Sin embargo, Louis aún tenía algo que decirnos. “Ahora las cosas por fin están cambiando. Aquí he encontrado un sitio y gente buena que quiere formarme y que trabaje para ellos en la escuela. Empiezo mañana, estoy muy contento”. De pronto pasó algo increíble. Volví a escuchar el rumor de la calle y a ser consciente de nuestra situación, allí en aquella azotea tomando té. “Eso es alucinante Louis. Estamos aquí, es lo que importa amigo. Solo nos queda mirar hacia adelante”.  
Pd: Si miráis en un mapa la distancia entre cualquier punto de la República Centroafricana y la ciudad de Saint-Louis, en Senegal, podréis haceros una mínima idea del inabarcable viaje de Louis. Vale la pena.
Mario Marty (@mariomartyph)
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subimosriscos · 3 years ago
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¡De nuevo con otro Ágora! Lo que implica mucha montaña y un rutón bien guapo 🏞️🤘 En compañía de @wildandproud os traemos el mejor plan de montaña para que disfrutéis de fin de semana diferente, en Naturaleza, disfrutando de coronar el techo de Madrid, conociendo gente bonita y ampliando perspectivas. 🔴¡Abrimos inscripciones!🔴 Desde el Puerto de Cotos, pondremos rumbo a la cumbre más alta de nuestra comunidad: el Peñalara, que con sus 2.428m nos ofrecerá unas vistas sin parangón y pondrá a prueba nuestro espíritu montañero. Continuaremos hacia... ¿No esperaréis que os lo desvelemos todo ya no? Os espera una ruta que os pondrá a prueba, de una dificultad mayor a la que os tenemos acostumbrados en los Ágoras anteriores, también será vuestra oportunidad para conocer esta zona increíble que es el corazón del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama de una manera totalmente nueva. Qué decir de la jugosísima temática (segunda foto) que da sentido a esta actividad... Esperamos que con este Ágora os llevéis a casa una gran cantidad de cosas aprendidas además de una experiencia inolvidable. ¿Te vas a quedar sin venir? Corre a apuntarte!! 🏃🏃‍♀️ Por experiencias anteriores, las plazas vuelan! 😉 👉 Enlace de inscripción en la BIO: https://forms.gle/qRjip4iHu9o1FCGL8 👉 Info completa en la web: https://www.bewildbeproud.com/agora 💰 *30€* (+12€ con comida opcional) 🗓️ 19 - 20 Junio 2021 📌 Puerto de Cotos . . #subimosriscos #agora2021 #bewildbeproud #pnguadarrama #rutasdemontaña #rutasmadrid https://www.instagram.com/p/CP1Myo0sAMO/?utm_medium=tumblr
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bewild-beproud · 6 years ago
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Carta a vosotros, que aun alejados seguís presentes.
No quiero caer en la tentación simplona de simplemente pedirte perdón. Creo que a demás no vendría al caso. Esto no significa que no esté arrepentido de haberte perdido la pista últimamente.
Hubo un día en que nos conocimos e incluso nos hicimos uña y carne pero aparecen más de los nuestros en nuestro día a día y ocurre que a veces cambias de caminos. Me hiciste feliz y te puedo asegurar que cada vez que tu rostro merodea mi mente me sigues haciendo igual de feliz. En un momento, minutos, horas, días, o largos periodos de tiempo, en mi vida eras alguien indispensable; necesitaba tus dosis y los momentos compartidos contigo. Necesitaba de tus orejas para escucharme y necesitaba de tu habla para sentirme paciente y preocupado. Aunque te pueda resultar difícil de entender pienso en ti y siempre que lo hago me llena el alma.
Terminar la carrera, hacer un viaje intenso, haber conocido a alguien con quien compartes o comparto mi vida….todo esto son factores más o menos comunes pero al fin y al cabo de una simpleza tremenda para que acaben ocurriendo y dificulten aun más si cabe nuestra relación a distancia.  Nos introducimos en una ola descontrolada de individuos que llegan a nuestras vidas y que al igual que estas se acaban yendo antes o después. Pero siempre quedará algo de ti dentro de mí. Y lo mejor de todo es que yo también dejare algo de mí dentro de ti. Es curioso como una persona puede estar finalmente “fabricada” de muchas otras. Uno no es, si los que tiene a su alrededor no son. Tu para mi fuiste, pero lo importante es que sigues siendo.
Una teoría cuenta la historia de un hilo. Un hilo que invisible, une a dos personas que en un momento de su vida se cruzaron, compartieron desde una sonrisa por la calle hasta una amistad desenfrenada que durará años. Según esta teoría no tendríamos nada más que un corazón unido a otros miles mediante un hilo por el que fluyen recuerdos, sentimientos, o simplemente conexiones de intensidad variable.
Esta carta está dedicada a nosotros. A ti y a mí, que sin saberlo tenemos un hilo comunicando nuestros corazones. Esta dedicada a la cantidad de hilos que unen a las millones de personas que habitamos este planeta.  Aunque no compartamos tantos momentos como ese tiempo atrás , aunque nuestro hilo este lejos y a veces nos olvidemos de que está ahí, lo cierto es que si que está ahí. El hilo no lo podrá cortar nadie nunca por ninguna circunstancia. El hilo solo puede hacerse más grande, mas fuerte, y puede estar más cercano pero en caso contrario por muy débil, lejos y delgado que esta nunca se podrá cortar. La sociedad de la inmediatez en la que vivimos no nos permite a ninguno cruzar con los otros mensajes pobres en contenido y en sentimiento.  Sabemos ambos que antes o después nuestros hilos se encontraran, y aunque no sea así, descuida que estaré presente el resto de tu vida igual que tu lo estás en este momento.
Escribo con una mano, y con la otra estrujo el corazón para acercar a mi todos estos hilos. Os hago participes de este sentimiento de pena, de desconcierto, de duda pero aun así de reconocimiento a un momento que tú me supiste regalar tan magnífico.
Las palabras nunca fueron mejor escogidas, nunca estuvieron tan meditadas, nunca ninguna teoría tuvo tanta fuerza en mi cabeza. Nunca este hilo tuvo tanto significado para un servidor. Supongo que tendrás dudas sobre si a ti te considero hilo, te considero momento. Pues bien; no tengas ninguna duda de que lo eres.  
Hay quienes dicen que el ser humano está hecho de órganos, sangre, células y microorganismos. No te lo creas. A mí me dijo un pajarito que estamos hechos de historias, historias unidas unas con otras por hilos.
Nacho Pamies Masso
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bewild-beproud · 7 years ago
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Reflexiones Romanas: guía de un Erasmus aventurero (parte 2)
Hacía tanto tiempo que no escribía que casi se me había olvidado el suave trazo del boli sobre el papel (sí, lo escribo a mano y luego lo paso). Con mis dos hermanos recorriendo el mundo antiguo siento una envidia sana que, ahora que estoy encerrado en Madrid, me permite disfrutar de la tercera pata de todo viaje: el recuerdo. Lo bueno de Roma es que al ser eterna siempre puedes habar de ella.
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 2) Doria Phamphili
Este lugar está fuera de todo recorrido turístico, tan alejado del centro que apenas aparece en esos mapas de papel malillo que pululan por el suelo de la Via del Corso. Un nombre difícil de pronunciar que desaparece en una gran mancha color verde al oeste de las colinas vaticanas. Suena perfecto.
Eso es lo que pensé cuando sentado en mi cama recorría ávidamente con los ojos el próximo lugar especial que Roma me descubriría. Y digo bien, porque sabía que en esa ciudad es difícil marcarse un rumbo fijo, que podía tener un destino pero la última palabra la tenía ella. Hágase su voluntad.
Y desde luego así fue. Es curioso cómo suceden las cosas allí, parece que algo guía tus pasos de una forma tan trascendental que no lo puedes entender, mucho menos agarrar. Tus deseos se escapan de entre tus dedos y sin proponértelo allí estás, confundido por lo que ves tras un recodo pero maravillado al descubrir que es ahí.
Os lo explicaré. Mi universidad, a la que no acudía con el rigor adecuado, se encontraba en un emplazamiento absolutamente único. Nada más salir a la calle y girar la cabeza veías sin posibilidad de omisión la enorme mole de la cúpula de San Pedro. Al otro lado de la mirada, la fortaleza papal del Castillo Sant’Angelo. Pero había algo más, algo que solía escapar a la atención de las almas que pasaban por allí. Una estatua; dorada, enorme y lejana. Parecía una virgen, pero mi vista no alcanzaba a discernir los detalles. Solo sabía que estaba en una colina poblada de árboles y que su vista parecía abarcar todo Roma desde un punto privilegiado.
Durante dos semanas llegar a aquella estatua se convirtió en mi obsesión. Llegué incluso a imaginar que todo había sido un sueño, que en realidad nunca la había visto. No podía encontrarla, preguntaba y nadie sabía de qué estaba hablando, me encontraba pasos cerrados, me inventaba nuevas rutas…un día tras otro. Uno de esos días empezó de forma distinta. Hacía ya un tiempo en que había encontrado un punto desde el que la colina y la estatua eran visibles con facilidad, no eran una ilusión. Como en un ritual, me acercaba cada día hasta el puente de Vitorio Emmanuele y miraba al cielo para orientarme con su posición. Siempre empezaba desde allí, pero aquel día decidí tomar un camino algo diferente.
Normalmente trataba de llegar en línea recta, pensando que una maldita colina debía de tener algún paso por el que subir, aunque fuese con dificultad, pero esta vez rodeé trazando un amplio perímetro siguiendo el poderoso río Tíber. Animado, veía cómo el terreno iba ascendiendo casi imperceptiblemente, cada vez más y más hasta que topé con un muro. En Roma los muros no son como en la mayoría de los sitios, allí miden 10 metros, suelen tener por lo menos 500 años y si los sigues y te descuidas puedes acabar a 10 kilómetros de tu punto de partida. Ya me había pasado alguna vez, pero ese día me arriesgué a acabar en el aeropuerto y continué la ascensión. Tras una media hora más o menos y con la estatua totalmente perdida aparecí a las puertas de lo que parecía un enorme parque. Un hombre mayor salía de él y le pregunté si tenía alguna salida cerca del Vaticano para completar mi infructuosa vuelta, a lo que el hombre me respondió bastante extrañado que estaba “molto lontano”. Con resignación y sin ya nada que perder me interné en el parque.
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A la entrada, una placa me introdujo a lo que llamaba Villa Doria Phamphili. Mi resignación se transformó en una mezcolanza de entusiasmo y autocompasión por mis ya maltrechos pies, pues sabía que me encontraba, casi literalmente, fuera del mapa de Roma. Pero pronto eso dejó de importar. La villa era alucinante; una extensión verde y arbolada con senderos que encendían mis chispa de aventura y que recorrí con gusto internándome en un bosquecillo bastante denso, alejado del ruido y de la gente. Cuando salí de entre los árboles no esperaba aquello que me encontré. Una explanada gobernada por un inmenso palacete, fuentes romanas y una capilla de lo más extraña en su arquitectura. Estaba en el centro de lo que luego supe que era la antigua residencia de la familia Phamphili, de noble cuna, poderosa y rica a lo largo de los tiempos.
El resto del día lo pasé vagando por la finca, que acogía un bonito lago y verdes praderas donde por fin vi a romanos practicando deporte o paseando a sus perros. Una vez más, Roma me ocultaba sus secretos guiándome a otros, como si supiese exactamente que yo debía estar allí.
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Mario Marty Agudo (@mariomartyph)
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bewild-beproud · 7 years ago
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Hasta los colores desprenden sonrisas en este continente Serrekunda , West Coast , The Gambia #bewildbeproud (en Serekunda Market)
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bewild-beproud · 7 years ago
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Reflexiones Romanas: una guía de un Erasmus aventurero (parte 1)
Me presento en este bonito proyecto para seguir parte de su maravillosa filosofía. Me llamo Mario y he estado los últimos meses de Erasmus en Roma. Seguramente muchos la habréis visitado ya, pero Roma es una ciudad demasiado especial para conocerla por completo si no es en años de bendita contemplación. Desde este rinconcillo compartiré con vosotros lo mejor que he ido descubriendo en lo que casi es mi segunda casa, de la cual me he enamorado profundamente y con la que he establecido una relación casi carnal en el devenir de los días, subiendo sus cuestas, entre sus agujeros y respirando el aroma de su eternidad.
Aquí va una pequeña guía que dividiré en doce partes, doce sitios increíbles, más o menos conocidos algunos y totalmente secretos otros. Este es mi regalo hacia ella, y ahora vosotros también seréis partícipes.
1)    Monte Mario
Seguramente ya habréis podido notar por qué me gusta tanto este lugar. Desconocido incluso por muchos romanos, conocí su existencia de oídas en el primer mes que pasé allí, porque entre sus laderas se esconde una discoteca bastante chula a la que recomiendo ir en verano. Se llama “Il bosco delle fragole” y tiene unas vistas espectaculares desde la terraza, y es que Monte Mario es una reserva natural a la que se puede llegar andando y que alberga en su cima nada menos que un observatorio. Todo eso mola sí, pero lo más espectacular son sus vistas. Desde lo alto se puede observar Roma en todo su esplendor, en una panorámica casi completa desde el Vaticano hasta el Estadio Flaminio, al otro lado de la ciudad.
Aunque sabía que andaba por ahí, jamás tuve la idea de dirigirme hasta allí hasta que en uno de mis días aventureros dejé mi universidad y me dediqué a buscar un mirador. Me encanta la fotografía y quería la foto perfecta, así que anduve durante un par de horas sin rumbo fijo hasta que vi algo prometedor. Aquello parecía una especie de monte y cuando conseguí acercarme comprobé que era algo inaccesible. No quiero aburrir así que me saltaré esa parte de escalar para luego bajar al encontrarme con vallas y pasaré directamente al momento en el que encontré, por fin, el sendero correcto. He de decir que era bastante fácil y que me pudieron mis ganas de saltar por ahí, por si os queréis acercar que sepáis que no es difícil llegar.
Tras quince minutos de subida por lo que parecía un barrio rico de la ciudad vi en una plaquita el nombre que rezaba: “Reserva natural de Monte Mario”. El destino estaba sellado y aunque me había marcado una hora de vuelta la desestimé por completo. DEBÍA llegar arriba. Esto es lo que encontré, uno de los lugares con más energía de Roma.
Es un lugar estupendo para realizar fotografías, meditar tranquilamente, observar y estar solo, puesto que uno de sus principales atractivos es la poca presencia de otras personas.
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También es un lugar espectacular para subir con cervezas a ver el atardecer con amigos o con vuestra pareja. Imperdible.
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Si queréis saber cómo llegar, podéis contactar conmigo en Facebook (Mario Marty Agudo) o en Instagram (@mariomartyph) o por supuesto por este blog, desde el que hoy formo parte.
Un saludo! ;)
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