#asi q perdon x ser autoreferente
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oh-warukunai · 5 years ago
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Hangeauweek - Day 3: School
Trigger warning: Mención explícita al Trastorno Bipolar. 
                                              Título: Tres.
Les gustaría poder decir que su época escolar fue buena. De verdad que sí. Cuando sus amigos y colegas comentaban esas historias de locuras y amor ella los oía como un cuento lejano e incomprensible.
               -¿Y tú, Hanji? ¿Qué locura hiciste tú con tus compañeros?-Nanaba la miró con ojos interrogantes. Se había mantenido inusualmente callada toda la conversación.
               -No muchas, a decir verdad-respondió encogiéndose de hombros. Contempló el día que estaba fuera de la ventana, el calor del verano que no penetraba a su oficina. Fingía que estaba más atenta a su trabajo que a la conversación, pero Nanaba podía ser persistente.
               -¡No te creo nada! ¡Alguien como tú! De seguro, hiciste tantas cosas extrañas que se te volvieron cosa normal-rió Nanaba, pero cortó su risa de golpe cuando notó la expresión de Hanji. Una expresión oculta y vedada, que se había marchado lejos de la conversación.
               -Solo dime que sí, Levi. ¡Dime que nos iremos de una buena vez! Yo no puedo seguir así, todos los días, todo el tiempo.
               -Sí que puedes, ¡tienes que poder! ¿Qué quieres? ¿Terminar como yo?
               -¿Y qué tan malo sería? Tú eres libre, puedes hacer lo que quieras
               -¿Ir y venir cuando quiera, porque a nadie le importa? Eso no es ser libre
Nanaba le tocó un hombro. -¿Qué pasa?
Hanji sacudió la cabeza. –Nada, no pasa nada. Solo que… realmente no tengo nada interesante que contar de ese tiempo. Solo aburridas cosas de adolescente.
Nanaba se levantó de su asiento, súbitamente incómoda con la conversación. –Está bien si no me quieres contar, ¿sabes?
Salió de la oficina, con la excusa de que se haría un café. Y Hanji se quedó ahí, quieta. Ignorando el informe en la pantalla frente a ella, recordando cosas que ya había intentado olvidar, cosas que pertenecían a un secreto insondable.
               “La psiquiatra dejó los papeles sobre la mesa y la examinó con atención, con una mirada que intentaba leerle la mente, pero jamás lo lograría.
               -Entiende lo que digo, ¿verdad?-insistió la mujer, mirando a su madre a los ojos, como si ella no estuviera ahí
               -Me dice que mi hija tiene trastorno bipolar. ¡Una niña de 16 años! Estuve leyendo, ¿eh? No se crea que no. Estuve leyendo que eso no se le diagnostica con facilidad a una adolescente, normalmente es en adultos que…
               -Cierto, no se diagnostica con facilidad, pero Hanji lleva un año viniendo a esta consulta. El diagnóstico es inminente y muy claro.
-No, no-dijo su madre, sujetándose una sien-Es una enfermedad mental y mi hija no es una enferma mental. ¿Usted me está diciendo que es una enferma mental? Similar a esa gente que deambula por las calles, gritando cosas sin sentido
La psiquiatra se movió en su asiento, con una evidente incomodidad. –Hanji, es mejor que esperes afuera-dijo la especialista, su actitud fue tierna. Hanji vaciló, pero se incorporó. Cuando estuvo a punto de cerrar la escuchó decir las palabras malditas.
               -¡Ella no está loca, doctora!
Hanji salió a la sala de espera, se puso los audífonos e intentó concentrarse en otra cosa. ¿Y qué si era bipolar? Daba igual, seguiría siendo igual de miserable que siempre, solo que ahora tendría un nombre. Sí, intentó racionalizarlo, pero no lo logró. Se halló cubriéndose los ojos con una mano y las lágrimas le ensuciaron la manga de su camisa del colegio. Ahogó el dolor como pudo.
Una mano la hizo saltar. Cuando subió la mirada, vaciló unos segundos. Conocía bien a esa persona, pero le sorprendió verla allí.
               -Erwin, ¿qué haces acá?-el muchacho iba un curso más arriba que ella, habían intercambiado palabras un par de veces.  Ambos eran cerebritos, pero él también era deportista, cosa que lo hacía significativamente más popular que ella. Se sintió un poco intimidada, aunque lo disimuló a la perfección.
               -¿Estás bien?-le preguntó, dándole una palmada tímida en el hombro.
               -No-replicó. Recordó súbitamente que Erwin había perdido a su padre hace menos de un año en lo que supuestamente había sido un trágico accidente, no era de extrañar que estuviera viendo a un siquiatra.
               Erwin le dio una sonrisa empática y se echó para atrás en su asiento.
               -Yo tampoco.
Hanji se sacó los audífonos, no dijeron nada más, pero dejó de llorar. Por un momento, pudo respirar en calma con el silencio, la presencia de Erwin le dio una tranquilidad que no pudo entender”
El humor de Hanji ya se había arruinado tras la pregunta inquisitiva de Nanaba. No, su época escolar solo la recordaba como una adolescente distinta, con medicamentos, con doctores, con dolor y soledad.
Se echó en el sillón de su casa, boca abajo, queriendo ocultarse del mundo por un segundo. Sin embargo, se conocía muy bien y no sacaría nada bueno de encerrarse en su mente. Tomó su celular y buscó el nombre que conocía muy bien, aquel a quien le podía hablar de esas cosas.
               La voz aterciopelada del otro extremo la saludó con esa subrepticia calidez que le era tan común.
-¿Te puedo hacer una pregunta?
-Lo harás aunque te diga que no.
-¿Recuerdas algo bueno de nuestra época escolar? Yo…yo no puedo recordar nada.
Levi guardó silencio unos segundos del otro lado.
-¿Nada? ¿Nada bueno? ¡No puedo creer que digas eso!
-¡Pero es que no hubo nada! No puedo recordar nada. Solo recuerdo a mi mamá llamándome una enferma mental, mi papá inexistente, mis hermanos crueles, el bullying, la depresión y la manía. No fue una época feliz, pero todos dicen que lo es. Yo sé que al menos tu me entenderás y estarás de acuerdo conmigo
-Hanji, ¿realmente me llamaste para hablar de esto? Estoy un poco ocupado, hablémoslo… en otro momento.
Hanji asintió; el corazón se le resintió.  Se quedó contemplando el techo hasta aburrirse, hasta que ya había contado todas las manchas e identificado una mosca medio muerta. Si Levi no quería hablar con ella, nadie más lo haría. Nadie más en su mundo entendería lo que significaba no haber tenido una adolescencia feliz, sentir que una parte de lo que le tocaba a todo el mundo te había sido injustamente robado.
Sonó el timbre de su departamento y Hanji se preparó para echar a patadas a quien osara interrumpirla.
-Soy yo-Hanji reconoció la voz. Abrió extrañada. Levi estaba allí, con un café en la mano. Se lo pasó de golpe.
-Toma, es el que te gusta, con crema y canela en exceso.
-Gracias-dijo, aunque sonó más como interrogación que como afirmación-¿Qué haces acá?-Levi entró sin pedir permiso y se paró en medio del living.
-No entiendo que digas que no tienes recuerdos felices de esa época.
-Levi, ¡tú más que nadie deberías entenderme! Te echaron de tu casa, tuviste que trabajar, apenas ir a la escuela. Eso es peor de lo que yo viví. Sé que ahora has superado todo eso, que tienes un trabajo magnífico, una casa bella y un perro adorable. Pero… eso no quiere decir que no haya sido una basura todo lo anterior.
-No, no lo entiendes-Levi se acercó un poco y le puso una mano en cada hombro-Estábamos juntos, ¿no? Tú, yo y Erwin. Estuvimos juntos. Ese es mi recuerdo feliz-Hanji abrió los ojos-Sí, una chica con trastorno bipolar, un chico huérfano y otro abandonado por sus padres… no éramos el trío más optimista o brillante, pero sobrevivimos. Sobrevivimos, porque estábamos juntos.
Hanji se tapó la boca con una mano, con la otra tomó la nuca de Levi y lo atrajo hacia si para abrazarlo. Lo abrazó tan fuerte que él tuvo que empujarla un poco para que lo dejara respirar. Lo abrazó hasta el pasado, lo abrazó hasta aquella época que se obligaría a recordar como el tiempo en que conoció a sus mejores amigos. Solo los recordaría a los tres, con su uniforme escolar, sentados en una plaza, mirando al cielo, hablando del futuro que ya había llegado.
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