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Cregan Stark x Targaryen!reader
Querer amar a Aemond era agotador.
Como única hija de Rhaenyra, la noche en la que tu tío Aemond pierde el ojo, recordando los momentos en los que ambos compartían una silenciosa compañía en la biblioteca rodeados de libros sobre cuentos valyrios, le hablaste a tu querido abuelo a espaldas de tu madre sobre un matrimonio como forma de afianzar vínculos; todo porque, alguna vez, durante tus días de dulce infancia, creíste que una muestra de amabilidad podría cambiarlo todo, que palabras dulces y buenas intenciones eran suficientes para curar el corazón de las personas y salvarlos de la amargura. Un golpe duro fue para tu alma sensible descubrir que en el proceso, sacrificarse a uno mismo para rescatar a alguien que ni siquiera hace el esfuerzo de aceptarlo es desesperante.
Las promesas a tu madre a la despedida en Driftmark sobre estar bien en tu nueva vida como pupila del rey hasta que tuvieras edad para ser esposa fueron un eco en tu mente durante los días que le siguieron a tu llegada a Kings Landing. La Red Keep jamás se había sentido como un hogar, pero sin la presencia protectora de tu madre se había tornado un completo infierno. Sin importar cuanta amabilidad y predisposición intentaste mostrar, todo lo que obtuviste a cambio fue terrible, sobre todo luego de tu primera sangre.
Los acercamientos promiscuos de Aegon y la forma en la que Alicent gozaba de abusar del poder que la invalidez de su esposo le daba (avergonzandote frente a sus damas o imposibilitando que te comuniques con Dragonstone de alguna forma) incluso las palabras denigrantes de tu esposo a tus oídos, desde acusaciones de ilegitimidad hasta la vez en la que durante la noche, apareció en tus aposentos durante una noche, apretandose con fuerza contra tu cuerpo mientras presionaba la hoja de una daga contra tu ojo, diciéndote cómo podría reclamar la deuda que le deben y nadie podría decirle nada, siendo tu deber como su mujer el complacerlo.
Aquellos años se sintieron tan eternos, que el cosquilleo de esperanza que sentiste cuando tu abuela Rhaenys y uno de los guardias gemelos lograron sacarte de la Red Keep, hacia parecer que todo era irreal. Los brazos de tu madre jamás se habían sentido tan cálidos como cuando te rodearon frente a la mesa de piedra de Dragonstone, incluso con Daemon acariciando tu cabeza en un incómodo intento de expresar su cariño.
Por desgracia, incluso con tu familia allí, tu verdadera familia, Dragonstone tampoco se sentía como un hogar, teniendo un ambiente familiar demasiado íntimo al que no podías acoplarte correctamente después de tantos años, así que cuando llega la hora de pactar las alianzas, mientras Lucerys va a Stromlands y Jacaerys al Valle, te ofreces para tomar el viaje a las tierras norteñas para pactar con los Stark.
Y quizás la Red Keep y Dragonstone no se sintieron como un hogar, pero Cregan Stark lo hizo.
El gran joven lobo que no fue más que amable desde tu llegada, guardando cautela sobre los temas a discutir sin dejar de ser nada más que hospitalario contigo. El norte era frío, pero los corazones de sus habitaciones era cálido, todos compartieron una extraña camaradería a la que no te costó integrarte, disfrutando de las cenas ruidosas e informales en las que abundaron las carcajadas y un tipo de amabilidad y transparencia que jamás se había presentado en el sur.
Contrario a lo que habías conocido, querer amar a Cregan se sentía revitalizante. Sus charlas fluían sin esfuerzo hasta que los anhelos de cualquier simple roce llegaron sin dificultad junto con las miradas de sutil de deseo. Las cacerías a las que te dejó unirte daban paso a los comentarios bromistas sobre como podías montar una enorme bestia en los aires sin ningún problema mientras que necesitabas un banquito y algo de ayuda para subirte a un simple caballo, aferrándote a las riendas con temor. Incluso las tardes donde Rickon pataleaba, en un poco usual berrinche, para que seas tu quien lo lleves a su hora de la siesta, disfrutando de las canciones valyrias que tenías para él. Acciones que no pasaron inadvertidas para Cregan, quien además de ser un hombre con deseos, seguía teniendo las preocupaciones de un padre para su único hijo de apenas dos años.
No habías pasado más de tres lunas en Winterfell cuando Cregan decidió que moriría si no te tenía en su hogar, a su lado como su esposa y la dama de Winterfell, a lo que aceptaste sin prisa, ambos de acuerdo en disfrazar la repentina unión como una especie de acuerdo para dar sus hombres a favor de la reina negra. Ambos bajo el arciano del bosque de dioses, sellando sus votos luego de que el pusiera su capa en tus hombros, pocos días después de que un maestre avalara la anulación de tu matrimonio con Aemond, puesto que había sido en el Sept bajo la luz de los siete y no en una tradicional boda valyria, fue algo simple de hacer.
Tu primera boda había sido un calvario, pero la celebración de la segunda fue la cosa más hermosa que jamás hayas tenido, incluso teniendo a tu pequeño hijastro cantando una, terriblemente tierna y mal pronunciada canción de las que te había escuchado cantarle a la que aplaudiste con todo el cariño del mundo.
Las bromas crueles a costa tuya ahora fueron chistes bien intencionados de los que era fácil reír y que eran cómodos de compartir.
El miedo y el dolor de las noches en las que Aemond te tomaba, cambiaron al ardiente deseo y placer que quema por donde sea que Cregan te acariciara, ambos casi arrancandose las capas de ropa cada vez, compartiendo pequeñas risitas cada que los pesados abrigos y múltiples correas de tu esposo eran más trabajosos de quitar para ti.
Los recuerdos de los empujones duros de tu anterior esposo mientras te tomaba de espaldas fueron borrados por el cuerpo de Cregan alzándose sobre el tuyo mientras te mantenía de frente a él a la hora de hacerte el amor, siempre dejándote tener un cierto grado de control para que te sintieras cómoda. Siempre murmurando frases dulces en medio de los besos que compartían sin importar el ritmo que llevarán.
Y las sabanas de fría seda fueron reemplazadas por pieles calientes en las que ya no estabas sola durante las noches en las que tenías el cuerpo de tu señor marido protegiendo el tuyo entre sus fuertes brazos durante las horas de sueño.
Aún había que notificarle a tu madre sobre todo el asunto del matrimonio y avisar que Cregan había dado un gran número de hombres para sus filas, sabiendo que ahora tienes un deber hacia ella como reina detrás del hecho de ser su hija...pero te preocupara por eso solo un poco más tarde.
ya sé que esas fotitos que hago me quedan bien cuyeyas, humildemente enfoquense en el o.s nomas 😭
(recuerdo haber reblogueado a la cuenta que creo el separador que estoy usando, pero si se saben el user para que la pueda mencionar se los agradecería)
#cregan stark x y/n#cregan stark smut#cregan stark x reader#cregan stark#cregan x you#cregan stark imagine#aemond x you#lord cregan stark#house of the dragon#house of the dragon fanfic#team black#aemond targaryen
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I'll crawl home to her - Rhaenyra Targaryen x reader
disclaimer these gifs are not mine, they belong to @clixsmxdernxs and divider @dingusfreakhxrrington
Resumo: Rhaenyra Targaryen x fem reader; hozier; angst, fluff; não revisado ainda
I'm not sure if I liked how it turned out, maybe I'll redo it
Do alto da parca torre em um longo planalto, uma mulher observa o horizonte. Seu rosto é cansado e suas vestes causam estranhamento em seus companheiros de batalha, não era filha de uma casa digna de lembrança, muito menos esposa de um alto cargo, mas mesmo assim sua mortalha de guerra lembrava aquelas dos velhos reis e rainhas.
Sob o olhar de muitos era um ato de desrespeito, mas lhe fazendo justiça, a própria rainha dragão colocara a malha sobre seus ombros, gostava de pensar que o toque de Rhaenyra ainda pesava lá. Olhando para suas mãos sujas de sangue ainda fresco ansiava por sua presença
"Boys workin on empty Is that the kinda way to face the burning heat? I just think about my baby I'm so full of love, I could barely eat"
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Após ter certeza que ninguém as observava tomava em suas mãos a de sua amada e a puxou para um quarto ainda mais reservado. O dia havia amanhecido silencioso enquanto todos iniciavam seus caminhos para guerra, havia chegado a hora, era possível sentir no ar o pesar, principalmente naquela sala. A rainha Negra já havia se despedido de seu primogênito, ato que ainda a sufocava, todos que amava estavam partindo e mesmo que o destino fosse de certa forma o mesmo, alguns jamais se veriam novamente.
Por um breve momento apenas se olharam em um silencio confortável, até que a rainha com um soluço o quebrou.
“já me desfiz em lagrimas com a partida de jace, mas parece que ainda restam muitas lagrimas em mim” o tom emulava a alegria, era seu papel manter todos os seus solados dispostos para a guerra, mesmo para os mais íntimos
Levando a mão cálida da targaryen aos lábios, a mulher de um beijo casto também tentando sorrir
“não sofra por mim alteza, não a primeira vez que encaro espadas inimigas, e em seu nome? O faço com honra”
Seu olhar se tornou régio
“agradeço sua intenção, mas não é o momento para me poupar, nossas baixas já são significativas, Daemon também era bravo e caiu em batalha e nós sabemos que muitos outros homens honrados também vão. Não há uma vitória garantida no futuro, só os deuses sabem o que pode vir acontecer” a fitando enquanto inspirava “eu mesma sou uma variável e- exasperada a lady de armas soltou as mãos de rhaenyra
“Não fale assim! Não vê que agoura nosso caminho? Nem eu nem ninguém permitiria que a rainha legitima seja morta, possuímos mais dragões com montadores, exércitos aliados!”
Mas assim como já havia acalmado criaturas maiores, a rainha segurou seu rosto em ambos os lados, buscando a atenção dos olhos da mulher que agora eram arregalados e nervosos com a nova perspectiva
“então apenas me diga que entende, hm? Que entende o perigo que todos nós corremos, que a coroa e a sucessão correm, não aceito discutir na despedida do que talvez seja a nossa mais longa separação. Apenas me diga isso, meu amor” pediu tão docemente com aqueles belos olhos expressivos que mais uma selvagem criatura se viu domada e sem ressalvas um “sim, entendo” saiu sério dos lábios da outra.
Satisfeita e com pressa a rainha se virou e caminhou em direção a uma das camas do aposento, próxima a ela se inclinou e revelou o que um pano de veludo preto cobria, uma rica e nobre armadura da casa da Targaryen.
“posso saber o que significa isso, vossa graça” seu tom era quase divertido, também não desejava brigar
Virando-se segurando as peças nos braços se pôs diante da lady, colocou as vestes em um descanso próximo e delicadamente começou a tirar a armadura comum de soldado que a cavaleira usava, essa apenas observava os movimentos da rainha.
“quando eu era criança minha mãe me contava como preparava meu pai para suas pequenas batalhas”
“achei que o reinado do falecido rei fora pacífico a sua maneira”
“é verdade, mas há momentos onde uma armadura pode passar uma mensagem mais efetiva que palavras de conciliação. Ela dizia que ato era para dar sorte, uma forma de faze-lo se lembrar dela, mesmo que em campo, uma forma de acompanha-lo a distância” agora já fazia os ajustes na nova armadura.
“acha que eu poderia esquecê-la? Jamais”
“eu acredito” disse sorrindo após fazer o ajuste final, realmente lhe caia bem “gosto de pensar que de alguma forma uma extensão de mim protege seu peito do fogo da batalha” agora tocava o local, se sentia cansada e seus olhos voltaram a marejar, eram tempos cruéis.
Tocando seu rosto de forma melancólica quase nostálgica, sentia que a hora da partida havia chegado de vez, doía “deuses, sentirei falta de olhar para esse rosto”
Pegando para si a mão de nyra a cavalheira aproveitou sua deixa “não importa o que aconteça, eu voltarei para casa” nyra inclinou a cabeça, com um olhar conhecedor “e mesmo que eu tombe isso não ira me impedir”
Agora havia confusão no rosto da rainha
“você me deu honras que não sei se mereço, o comando de uma tropa, as vestes de uma nobre, então lhe confidencio o único pedido que farei aos meus homens que já marcham conhecendo seus possíveis destinos, pois já não faço questão de esconder meu amor e apreço por você Rhaenyra. Peço que quando minha hora chegar deitem-me suavemente na terra fria e escura, pois nenhum túmulo pode segurar meu corpo, eu vou rastejar para casa, para você”
A rainha respondeu a agarrando em um beijo febril, se pudesse a manteria em seu lado longe de todo o perigo. Queria ter a conhecido antes, queria demonstrar melhor como a amava, queria não temer tanto por sua vida, queria não sentir que a ela caminhava para a morte.
Encerrando o beijo para respirar ambas continuaram abraçadas, forte, uma podia sentir o coração da outra bater em sua pele, era como se o mundo tivesse parado e apenas o calor do momento existisse. Antes de se separarem, a Targaryen deu mais um aperto na mulher e sussurrou em seu ouvido em tom de promessa “eu a amo mais do que um dia sonhei ser possível amar”
................................................................
Após cortar com sua lamina o pescoço de tantos homens a mesma mulher se encontrava caída sem forças no chão, respirar doía e podia sentir o gosto de cobre na boca, pensava na sua promessa, parecia próxima agora
"When my time comes around Lay me gently in the cold dark earth No grave can hold my body down I'll crawl home to her"
Porém com o resto de força que sobrava em seus braços se virou e se pôs de quatro enquanto segurava firme o punho de sua espada, pronta para se levantar, pois mesmo a memoria do toque quente e amoroso dos lábios de vossa graça afastava o abraço frio da morte
"When I was kissing on my baby And she put her love down soft and sweet In the low lamp light I was free Heaven and hell were words to me"
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oiie mah!! gostaria de dizer primeiramente que seu blog foi um verdadeiro achado, vc escreve tão bem ♡ e também queria pedir se você escreveria um smut com o scoups?? desde já muito obrigado ^^
⎯⎯⎯⎯ 𝐁𝐎𝐍 𝐀����𝐏𝐄𝐓𝐈𝐓
(Seungcheol x Leitora)
⢷⠀Gênero: Sugestivo, smut
⢷⠀Avisos: MDNI, relacionamento estabelecido, menção a sexo e blowjob, nudezinho da leitora safada em momento não muito propicio, (acho que só?)
⢷⠀Notas: Eu fiquei toda bobinha lendo essa ask, muitíssimo obrigada, amore. Essa eu também já tenho postada no Spirit, inclusive, então só trouxe ela pra cá. Espero muito que gostem <3
A iluminação suave do suntuoso lustre acima abrandava o sofisticado restaurante, reluzia sobre as louças de porcelana e taças de vinho cristalinas. A melodia da música baixa e aconchegante se misturava aos burburinhos audíveis das mesas dispersas por todo o local.
Em uma das mencionadas mesas estava Seungcheol, que, mesmo rodeado de magnatas a qual o acompanhavam nesta noite com o intuito de selar parcerias e promover relações comerciais, não pensava em outra coisa a não ser você. Especialmente na sua última mensagem enviada a ele.
Há exatos quinze minutos, Choi havia ficado em completo silêncio, não participando da conversa que sucedia ao seu redor ou sequer se impondo sobre o assunto que discutiam. A mente do homem vagava longe. Quando Seungcheol sentiu o celular vibrar dentro do bolso da própria calça e viu sobre a notificação o contato marcado com o seu nome, ele não pode deixar de responder imediatamente, ainda mais se tratando de você. Choi cessava o que quer que estivesse fazendo no momento para lhe dedicar total atenção.
Seungcheol pouco consegue encobrir a surpresa ao abrir sua mensagem, um misto de emoções o tomam conta e ele tenta ligeiramente disfarçar sua exaltação antes que alguém o note. Seu corpo desnudo, suas curvas bem destacadas, o enquadramento da foto destacando de sua boca para baixo pegando perfeitamente seu corpo. Cada detalhe, cada minuciosa parte daquela foto havia capturado Seungcheol por completo.
Mesmo passado minutos após sua repentina surpresa, ele ainda se encontrava atônito. Vez ou outra, Choi a olhava novamente, tomando cuidado ao diminuir o brilho do celular e ao mantê-lo numa altura segura abaixo da mesa. Quanto mais o homem revisava, mais perdido, dominado ele se sentia.
Seungcheol mirava a imagem de sua boca com máxima atenção, imaginava-se maltratando-a com beijos ásperos e mordiscadas, desejando ouvi-la choramingar pela dor que ocasionaria. Seus seios voluptuosos o levavam a recordar das inúmeras vezes em que ele se satisfez com o próprio membro entre eles e em como terminava com a região de seu busto coberto pelo fluido esbranquiçado e pegajoso do mesmo. A imagem de seu rostinho lindo com resquícios da bagunça que ele faria em você novamente ilumina-se sobre os pensamentos de Choi.
Ainda com a mensagem da foto aberta, Seungcheol tem a atenção tomada a sua nova mensagem recém chegada. "Te conhecendo da forma que eu conheço, sei que à essa altura está ansiando saborear a sobremesa antes mesmo de partir para o prato principal. Espero que não demore <3".
Seungcheol não se contém a sorrir ladino ao terminar de ler, era óbvio que você faria algo assim, que o provocaria dessa maneira em público igualmente como você sempre faz quando estão juntos, mesmo que ele estivesse ocupado em um jantar de negócios extremamente importante. Afinal, esse era o seu jeito; provocativa, imprudente e perigosamente ousada, brincava com a paciência de Choi com a única intenção de vê-lo perder o juízo. Sim, esse era exatamente o seu objetivo.
Seungcheol levanta-se prontamente de seu atual aposento, ajeita o próprio terno e tenta arrumar discretamente a frente da calça que marcava mais do que deveria o volume dali.
— Peço que me desculpem, senhores, mas preciso me retirar. Um imprevisto impossível de adiar surgiu e necessito comparecer o quanto antes. Espero que me entendam e que possamos tratar nossa parceria em uma próxima ocasião. — Choi se manifesta, formal e profissional, esbanjando um breve sorriso carismático aos demais da mesa que o retribuíram em compreensão.
Após se despedir corretamente de todos a mesa e oferecer que o jantar fosse por conta de si mesmo para compensar sua saída imprudente, Choi se dirige para fora do restaurante e logo busca o próprio veículo com o manobrista do local. Antes de dar partida, Seungcheol alcança o celular e envia uma mensagem resposta a você. Ele não espera por sua visualização e logo acelera o carro pela estrada.
"Sinto dizer que está enganada, meu amor. Não estou ansioso para a sobremesa porque nesse exato momento estou voltando em direção a casa para degustar meu prato principal. E espero que esteja ao ponto, a apresentação do prato me deixou salivando, eu com certeza vou comer mais de uma vez ;)"
ㅤㅤㅤ
O que acharam 🤭? Lembrando que minha ask permanece aberta para pedidos.
Se você gostou, dá uma forcinha aí! Uma curtida, um reblog ou um comentário são mais do que suficientes para eu saber que você se agradou com meu conteúdo :)
Até a próxima, bjsss <3
⠀
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♡ long live ♡
par: agustín pardella cavaleiro da guarda real x leitora princesa | notas da autora: baseado em fantasias que eu já tinha rs e agora totalmente inspirado pelo hc de pardella guarda-costas que a diva juju @idollete canetou ✍🏼💥 todo mundo diz "obrigada diva juju 🙏🏼" | avisos: linguagem adulta, descrições de sexo explícitas, menção rápida a assédio, menções de morte, luto e temas mais profundos, conhecimento insuficiente em reinos e essas coisas medievais sei lá, pardella sendo um Homem com H como sempre 💔
♡ como a princesa do reino, você cresceu cercada de toda a proteção do mundo e com todo tipo de profissional ao teu dispor: cozinheiros, babás, instrutores, servos, capelães, lavadeiras, e, principalmente, cavaleiros
♡ como os oficiais de mais alto escalão da guarda real do palácio, os cavaleiros são os homens que estão dispostos e mais bem treinados para proteger a família real a qual você pertence e você sempre esteve cercada deles; ano após ano se passava e novos cavaleiros iam e vinham, nenhum deles de muita importância ou relevância na tua vida - você sempre preferiu se cercar apenas das amas e camareiras que cuidavam de você como tua família deveria - até agustín
♡ você não sabe muito bem como agustín surgiu; a natureza calada e séria do homem nunca te permitiu muita amistosidade para puxar assuntos que não fossem relacionados à segurança do palácio e da tua família. tudo o que sabe é o que se falava nos corredores do castelo quando ele chegou: que já era do povoado local, foi treinado em terras estrangeiras e havia voltado ao reino, agora com muito mais qualificações que os demais, para servir à coroa
♡ da mesma forma, agustín nunca havia sequer tentado se aproximar de você; era o cavaleiro especialmente designado para a proteção do teu pai, o rei, então já não dispunha de tanto tempo assim - ou interesse, sinceramente - para socializar contigo
♡ cansada da superproteção da família e da vida monótona que levava no castelo, há muito você já havia se entregado ao hábito não muito seguro de escapar das dependências do palácio à noite. já foi pega algumas vezes mas, como ainda era uma jovem princesa sem muitas responsabilidades a não ser se preparar para ser casada e mandada embora para outro reino em nome dos interesses econômicos e políticos da coroa no futuro, teus pais não faziam muita coisa que não fosse vista grossa e mandá-la de volta aos teus aposentos
♡ tudo mudou da noite para o dia quando, em terras distantes a fim de fazer negócios em nome do reinado, teu pai sofreu uma emboscada, nunca mais retornando ao palácio
♡ tua mãe, a rainha que, por vezes, mais te parecia uma tia distante ou até mesmo uma suserana cujas terras você ocupava e a quem devia tua lealdade incondicional, decidiu que você, sendo a única herdeira da coroa, era o membro mais valioso da família e que mais merecia proteção agora que o rei havia partido, afinal era o futuro da nação - e nada mais, aparentemente
♡ e foi assim que agustín foi realocado na guarda real para ser teu cavaleiro designado, que hoje preza pela tua proteção mais do que ninguém - distante, inexpressivo e até antipático, mas sempre atento e a postos
♡ as primeiras semanas correm normalmente: todos do palácio voltam às suas vidas cotidianas, mais abalados pela perspectiva de um novo ataque, agora em suas próprias terras e fragilizados pela ausência do rei, do que pela partida do mesmo. tudo te parece mais uma relação de negócios, de sobrevivência, de ganância - qualquer coisa, menos de família
♡ a primeira vez que agustín te pega escapando das tuas câmaras no meio da noite, novamente a fim de fugir da realidade da vida fatídica de realeza, não é tão agitada quanto esperaria, mas tão assustadora e enfurecedora quanto - o homem forte apenas se firma na tua frente e te fita com os olhos sérios, que te atravessam até a tua alma. não é necessária uma só palavra vinda dele e não há muita resistência no teu corpo antes de desistir, se virar e retornar para a cama, passando mais uma noite trancada nos teus aposentos
♡ a partir desse incidente, se inicia um jogo de gato e rato entre você e agustín: o cavaleiro parece estar sempre mais atento, sempre de olho em você, que, por sua vez, inventa e maquina formas e mais formas de escapar dos olhos verdes que sempre te vigiam. você falha de novo e de novo, é claro - o homem é simplesmente habilidoso demais para não ser levado a sério e você se dá conta disso cada vez que dá de cara com o peito largo em uma esquina diferente do castelo, bloqueando mais uma vez a tua fuga e te escoltando de volta ao teu quarto ainda sem trocar-lhe uma palavra
♡ quando finalmente consegue - numa noite em que você pede aos cozinheiros que sirvam um banquete de agradecimento aos cavaleiros pelo trabalho incansável que desempenham à coroa -, você escapa para o vilarejo que tanto gosta, se esgueirando pelos cantos no vestido leve que escolheu para maior mobilidade, caso precise retornar às pressas à segurança do palácio, e se infiltrando como parte da plebe na tua taberna favorita
♡ você dança, bebe e festeja entre os locais, o rosto sempre coberto pelo capuz da capa que a acompanha, até que sente um par de braços te cercarem de forma desrespeitosa e ameaçadora, mas você não tem tempo nem para perceber o desconforto; logo o homem é dura e certeiramente golpeado e lançado ao chão e um par de braços fortes te sequestram pela cintura, te jogando sobre um ombro firme e efetivamente te arrastando do estabelecimento
♡ você se debate o caminho inteiro até o lado de fora e só é colocada novamente no chão quando você e o salteador se encontram no beco adjacente ao local; está preparada para lutar por tua vida quando teus olhos encontram aqueles que te dão mais medo até do que os possíveis delinquentes: os olhos verdes de agustín
♡ o grito que te subia dos pulmões morre na tua garganta por alguns segundos, já mais sóbria e pronta para agradecer ao cavaleiro quando ele quebra o silêncio, te questionando sobre o que você pensa que está fazendo e te dando um sermão sobre tua irresponsabilidade, a voz firme se levantando contra você pela primeira vez. imediatamente o grito preso vem à tona e toda tua raiva e sentimentos que você nem consegue identificar, acumulados ao longo das últimas semanas, são descontados nos golpes que tuas mãos acertam contra o peito firme do homem
♡ agustín mal se assusta com a reação, apenas segurando teus braços sem muita dificuldade e te puxando contra o próprio peito, a fim de te restringir melhor, ignorando tuas questões aos gritos sobre qual é o problema dele e por quê ninguém pode te deixar viver em paz
♡ "isso é tão difícil para mim quanto é para você," você o ouve falar suavemente pela primeira vez e se sente congelada em meio às lágrimas. "por favor, vossa alteza real, volte para o palácio com o teu servo."
♡ você vê pela primeira vez também o peso que ele carrega nos olhos e é fácil concordar com agustín quando ele te trata assim, como ninguém nunca antes tratou - não com ordens, expectativas ou respeito e temor em excesso, mas com uma reverência e com um respeito que denotam uma liberdade, uma devoção. como se dissesse "por favor, volte à segurança comigo - porque, se não voltar, serei obrigado a te seguir até os confins deste mundo e defendê-la dos perigos dele até a minha morte"
♡ e a relação de vocês muda, então, dos moldes prévios arcaicos e rígidos para algo que vão descobrindo e construindo juntos. agustín lhe pede que nunca mais fuja do castelo sem o seu conhecimento e, em troca, você promete escapar menos vezes contanto que seja sempre na companhia dele, que também se comprometeu a te ensinar autodefesa combativa para o caso de extrema necessidade
♡ apesar do trato, agustín não é muito chegado na ideia de te levar ao vilarejo ou à cidade ou, na realidade, a qualquer lugar que seja longe da segurança das propriedades reais, mas, quanto mais tempo passa contigo, mais difícil fica te negar teus desejos quando teus olhos o fitam com tanta expectativa, com tanta confiança de que estará sempre mais do que segura na companhia do homem
♡ vocês dois passam a escapar juntos do castelo algumas vezes por mês, com agustín sempre atento para que não sejam pegos, indo sempre a tabernas diferentes para evitar que te reconheçam e retornando ao castelo antes do sol nascer; você curte a noite livre, leve e solta e, enquanto te assiste e mantém os olhos nos teus arredores em busca de qualquer sinal de perigo, agustín não pode deixar de notar o quanto você é mais feliz longe das obrigações da família real, onde ninguém te reconhece - apenas ele. ocasionalmente, você pode até jurar que vê agustín sorrindo uma ou duas vezes, algo que não testemunha muito no dia a dia
♡ apesar das eventuais brigas quando você extrapola na diversão ou quando ele te prende demais, você e agustín passam a desenvolver uma relação de cumplicidade que só têm um com o outro: são incontáveis noites retornando do vilarejo nas quais você, ainda um pouco alterada das bebidas que consumiu (e que ele contou para que você não passasse dos limites), recita a ele a história da tua vida e como tem se sentido ultimamente com tudo que mudou no castelo. agustín, em troca, também revela pedacinhos de sua vida quando já estão sóbrios, limpos e seguros nos teus aposentos, longe da vida noturna da cidade e dos olhares curiosos dos outros moradores do castelo; nunca revela demais, mas algo te diz que já é mais do que ele revelaria a qualquer outra pessoa
♡ não passa despercebido por você, é claro, o quanto o homem é atraente: os cabelos loiros raspados quase totalmente, bem baixinhos; a barba sempre bem feita; os olhos verdes que olham às vezes com cuidado, outras vezes com repreensão e em outras até com algo que você não consegue decifrar muito bem; os lábios que se crispam em concentração quando ele está preocupado com algo; os braços e peitos fortes que te contém quando necessário e te protegem quando você precisa; as pernas grossas que te carregam de volta à tua cama quando você já não consegue mais caminhar sozinha...
♡ apesar de desconfiar pela forma como ele te olha quando acha que está distraída, você não tem certeza se ele sente o mesmo, mas não pode evitar de deixar teu desejo por ele crescer. nunca foi tocada por outra pessoa dessa forma, é claro; a expectativa era sempre de que você se casasse pura, intocada, virgem conforme as normas sociais. apesar disso - ou, na verdade, justamente por isso - você não sente o fogo no teu baixo ventre diminuir quando tenta afastar esses pensamentos da tua cabeça. muito pelo contrário: os sente apenas aumentar em quantidade e em intensidade
♡ tudo isso leva à noite quando, um pouco mais alterada do que o regular e se sentindo mais confortável pelos assuntos leves sobre os quais conversaram no caminho de volta ao castelo, você decide tentar a sorte, dando-lhe um beijo nos lábios surpreendentemente macios na hora de se despedirem pela noite
♡ agustín se afasta para trás no susto, olhos mais arregalados do que você já imaginou ser possível para as irides sempre tão calmas, tão calculistas, e algo te chama ainda mais a atenção na reação dele: a forma como murmura algo sobre não poder, mas não sobre não querer
♡ desde então, você torna sua missão tentar fazê-lo se entregar ao mesmo desejo que você e não é difícil saber que ele é recíproco, pelo jeito como ele agora se porta de uma forma mais nervosa e desajeitada perto de você, como evita te olhar nos olhos e não consegue evitar que eles vagueiem para outros partes do teu corpo e, principalmente, como quase trinca o maxilar de tão tensionado quando ouve tua mãe mencionar os pretendentes para o futuro casamento arranjado, ou o jeito como olha para qualquer homem que se aproxima de ti com a fúria de mil sóis, como se desejasse matar o indivíduo inconveniente apenas com a mirada
♡ certa noite, quando voltam de mais uma de suas escapadas conjuntas - agora mais raras, visto que agustín parece preferir ficar trancado em seus aposentos no palácio durante as noites do que passar um segundo a mais a sós com você, se controlando tanto que seus músculos se endurecem e você só consegue pensar em quanta dor ele deve estar sentindo, não só fisica -, você o permite o acesso de rotina às tuas câmaras, para que possa te acompanhar e vigiar até que esteja pronta para dormir
♡ quando ele se vira para você se trocar, como de costume, você não pega tuas vestes noturnas para se recolher; dessa vez, permanece nua e, sem que agustín perceba, se aproxima dele, dizendo-lhe que está pronta e que agora pode se virar
♡ nunca achou que pudesse vê-lo assim, congelado, sem reação, mas o consegue. ao se aproximar ainda mais do homem, percebe aparecer a pouca hesitação que lhe resta no corpo e você decide calá-la mais uma vez, jogando os braços ao redor dos ombros fortes e colando teu corpo nu ao corpo alheio, vestido por roupas grossas e coberto por uma capa, adornado por uma série de armas que você não faz ideia da quantidade, onde se encontram e nem para quê todas servem
♡ agustín se mantém em silêncio, aproximando o rosto do teu até estarem com as testas coladas, e só o quebra para te surpreender, quando sussurra ainda de olhos fechados: "por favor, minha princesa," e a voz grossa e baixa te causa arrepios por todo o corpo, agora abraçado pelas mãos fortes, "não permita ao teu servo começar algo que não poderá parar."
♡ "eu jamais lhe pediria para parar," você replica, também num sussurro, e mal conseguiria contar os segundos antes que agustín cole os lábios nos teus, te tomando num beijo quente, firme, molhado e avassalador, que apenas duas pessoas com desejos de magnitudes e repreensões incomparáveis poderiam compartilhar
♡ nessa noite, agustín te faz dele pela primeira vez: te carrega até tua cama, onde te deita com toda a delicadeza que você sabe que ele reserva só para você. te beija por toda a extensão do teu corpo, te dando prazer com a língua quente e talentosa como você jamais imaginou ser possível. e, finalmente, te deflora em meio aos teus lençóis, te penetrando com o cuidado, a firmeza, a calma, o amor e a força que só agustín tem. as estocadas do quadril forte contra o teu te deixam maluca e um dos braços fortes que te cercam se encarrega de levar uma das mãos até a tua boca para cobrir teus gemidos altos e transbordantes de tesão
♡ você adormece sobre o peito do cavaleiro, satisfeita e exausta, e ele escapa dos teus aposentos antes das rondas matinais e da invasão das camareiras e servas que cuidam de ti durante o dia, te fazendo amanhecer sozinha e desejosa por mais
♡ após a primeira vez de vocês, agustín e você se tornam ainda mais inseparáveis: continuam com as eventuais escapadas noturnas, que agora sempre terminam com uma noite de amor suada e grudada na tua cama, agustín segue te ensinando defesa pessoal e você segue com a rotina de responsabilidades reais de uma princesa, enquanto se aproximam e se tornam cada vez mais vulneráveis e íntimos um do outro
♡ você descobre tudo sobre a família, as experiências e a vida de agustín antes de chegar à guarda real e o quanto ele se culpa pela falha na segurança do teu pai meses atrás; por sua vez, você revela cada vez mais o que a vida isolada e vivida em moldes rígidos da expectativa alheia pode fazer com uma princesa e tudo que já viveu, tanto entre as paredes do castelo quanto nas fugas solitárias às festanças do vilarejo
♡ o relacionamento de vocês cresce, agustín te acompanha em todos os lugares como teu cavaleiro real e, secretamente, como teu namorado; os olhares e toques discretos só servem para aumentar teu desejo para quando vocês conseguem um tempo a sós e, em algum cômodo afastado do palácio, ele pode te prensar contra a parede, te marcar em lugares que só ele pode ver e te fazer dele de novo, de novo e de novo
♡ o novo cotidiano se mantém até o dia em que você é requisitada individualmente até o salão da rainha, onde tua mãe te revela, com desgosto e decepção impregnados na voz, que teu caso com agustín foi descoberto e te proíbe de continuá-lo, citando a desgraça que cairia sobre a família real se pessoas de fora soubessem que a princesa havia sido tocada e está se envolvendo com alguém - e pior, com alguém que não é da realeza, mas abaixo dela: alguém de família plebeia, um cavaleiro, um servo
♡ você nunca se sentiu tão irritada, ofendida e insultada na tua vida e até tenta negociar com a rainha: que ela deixe o relacionamento de vocês continuar em troca da promessa de que sejam mais cuidadosos, menos entregues ao calor do momento - até promete aceitar de bom grado o futuro casamento arranjado se agustín puder lhe acompanhar ao reino estrangeiro e continuar cuidando de ti em segredo. de nada adianta; a ordem permanece a mesma e você só não protesta aos gritos porque sabe que atrair mais atenção à situação só pode piorá-la
♡ minutos depois, ao saber disso quando você invade o estábulo no qual ele cuida de seu fiel cavalo, agustín fica dividido entre se ofender com as opiniões e ordens da rainha e se rebelar, mas acaba se rendendo a uma segunda opção: aceitando que, de fato, concorda com ela. alguém como você não deveria estar com alguém como ele, que só vai complicar tua vida e que não te merece, o que te parece um ultraje aos ouvidos - nunca ninguém melhorou tua vida ou te mereceu como agustín o faz - mas, o que o cavaleiro tem de habilidoso, tem de teimoso e insiste que era isso que teu pai iria querer, que havia prometido a ele cuidar de você. e então se afasta
♡ tua vida segue, agora mais cinza e sem graça sem a presença diária do teu cavaleiro e amor da tua vida, os dias voltando a ser tão monótonos e desestimulantes que nem fugir para as noites nas tabernas te anima mais: não tem mais o mesmo efeito sem um certo homem loiro e forte te acompanhando por todos os lugares, exasperado contigo na mesma medida que te aprecia e te cuida, que briga com você na mesma medida que te ama e que está sempre pronto a enfrentar qualquer ameaça à tua segurança enquanto é feliz e despreocupada
♡ você passa a vê-lo apenas esporadicamente pelo castelo e não pode deixar de fitá-lo com o ódio que sabe que não sente por ele; sente pela teimosia e obstinação do homem, pela vida que é forçada a levar sem ele ao teu lado. e agustín, por sua vez, por mais que se sinta mais machucado do que já se sentiu em seus inúmeros anos de combate, não consegue desviar os olhos dos teus, recebendo toda a fúria que acha que merece vinda de ti
♡ mas, como isso aqui ainda é um conto de fadas, tua vida sofre mais uma reviravolta no festival anual das luzes - ao qual agustín tinha prometido te levar, claro, como teu servo e cavaleiro, mas também como teu acompanhante - quando o reino sofre um ataque, mais uma emboscada como a que levou teu pai, porém em maior escala
♡ em meio ao caos, aos gritos e à destruição, quando você está encurralada em um dos cantos do castelo com a tua mãe, pondo em prática todos os teus conhecimentos em defesa pessoal quando são atacadas por mais algum cavaleiro encapuzado, chega ele, literalmente teu cavaleiro em armadura brilhante, e as salva, derrubando um por um dos que se levantam contra a rainha e a princesa que ele jurou proteger - apesar das ordens de que ficasse longe de você e se atentasse às outras áreas às quais foi designado quando foi rebaixado nos escalões da guarda real como punição pelo envolvimento contigo
♡ apesar de ferida em meio à comoção, a rainha se impressiona com a coragem de agustín e o amor que ele sente por você e, dias antes de sucumbir às suas feridas, lhes dá a bênção para que continuem a história de amor de vocês
♡ e, como a vida real se prova cruel e que não espera por ninguém de novo e de novo, você se prepara em meio a mais uma perda e à reconstrução do reino para a tua coroação, agora com teu noivo ao teu lado
♡ você e agustín se casam, em uma das cerimônias mais lindas e históricas do reino, prometendo publicamente aquilo que já tinham jurado um ao outro no segredo de vocês: se amarão para sempre, independente de qualquer coisa, você cuidará dele e ele te protegerá, como sempre fizeram
♡ semanas depois, apesar dos gritos inaudíveis de protesto dos cínicos, se encontram lado a lado, com um sussurro de "se lembre desse momento" de agustín para você, sabendo que entrarão para os livros de história, e, com as mãos trêmulas, são finalmente coroados
♡ e mal ouvem seus nomes serem anunciados por cima do som das comemorações da multidão do reino salvo por agustín: VIDA LONGA AO REI E À RAINHA!
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〝 CONSUME DE MI 〞
Aemond x lucerys
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Aemond siempre estuvo obsesionado con Lucerys. ¿Quién diría que un joven tan desquiciado podría estar enamorado de un bastardo? Pero para Aemond, Lucerys era irreal, inalcanzable para cualquiera excepto para él. Era su Lucerys, y de nadie más.
Sin embargo, lo arruinó. Él fue el origen de su propia tortura, una tortura que aceptó con gusto, porque quería ser el único en la vida de aquel bastardo. Sería su destino, su sombra, su verdugo... y su salvador.
(Metáfora del amor como canibalismo: esto no es una historia romántica, pero si deseas verlo así, adelante; yo no soy quien te obliga.)
(Advertencia: contiene contenido sensible.)
Después de la caída del dragón Arrax, Lucerys esperó la muerte con resignación. Pero la muerte no llegó. Fue salvado, pero por las manos que menos deseaba. Por Aemond Targaryen, quien se atrevió a llevarlo a King's Landing, sin importarle lo que pensara su hermano mayor o su madre.
Lucerys abrió lentamente los ojos, sintiendo un dolor punzante recorrer todo su cuerpo. La vista le era borrosa y le costaba enfocar, pero notó que no estaba en sus aposentos. Con los labios apretados, sintió un escalofrío al ver una sombra acercándose hacia él.
Frunció el ceño al reconocer la figura. Aemond. Su corazón latía frenéticamente mientras apretaba con fuerza la sábana bajo su mano, tratando de moverse, de escapar. ¿Pero a dónde iría? Ya estaba atrapado. Ya estaba acabado.
Aemond se acercó con pasos calculados y se sentó a su lado, su ojo violeta fijo en el rostro tembloroso de Lucerys.
“Pensé que ya estabas muerto” dijo Aemond con una calma inquietante “pero veo que aún tienes el valor de seguir vivo.”
Lucerys abrió la boca, pero sus labios temblaron sin emitir sonido. Su voz parecía haberse evaporado, como si alguien le hubiese arrancado la lengua.
“¿Dónde estoy?” logró murmurar al fin, su tono agudo y quebrado.
Aemond desvió la mirada hacia una mesa cercana, tomó un pañuelo y lo mostró con una sonrisa sutil en sus labios delgados.
“Estás en mis aposentos” respondió, observando la reacción de Lucerys.
“No...” susurró Lucerys, con voz temblorosa, negando con la cabeza. “No quiero estar aquí.”
“Qué lástima” respondió Aemond con frialdad. “Porque este es el único lugar donde te quedarás ahora.”
Se acercó más y con un gesto lento y calculado, pasó el pañuelo sobre la piel de Lucerys, limpiando las manchas de sangre que aún adornaban su rostro. Lucerys apartó la mirada, su cuerpo rígido, evitando el contacto.
“Deberías estar agradecido” dijo Aemond, su voz como hielo. “Después de todo, te salvé. Mi hermano quería que te ejecutaran, propuso incluso que fueras dado como alimento a nuestros dragones. Pero yo me negué. No soportaría verte arrancado de mi lado otra vez, no ahora que te tengo atrapado. Solo para mí.”
Lucerys frunció el ceño; las palabras de Aemond eran como veneno para sus oídos.
“¿Qué quieres de mí?” preguntó con voz baja, llena de angustia. “Mi dragón está muerto, yo ya estoy enterrado en tu tortura. Ya tienes tu satisfacción al haberme hecho daño.”
Los labios de Aemond se curvaron en una sonrisa ligera, casi imperceptible.
“Aún falta” dijo mientras movía sus manos con delicadeza, cerrándolas en forma de puño. Sin darle tiempo a reaccionar, presionó su puño cerrado contra el pecho herido de Lucerys.
Lucerys soltó un gruñido de dolor, sus ojos fijos en el ojo único y felino de Aemond. Sentía que el dolor le quemaba la piel, pero Aemond no parecía afectado en lo más mínimo por su sufrimiento.
“Tu corazón” susurró Aemond con frialdad.“ Quiero tu corazón.”
Lucerys parpadeó, confundido por lo que Aemond decía, hasta que sintió cómo la mano de Aemond apretaba aún más fuerte contra su pecho, justo donde su corazón latía aceleradamente.
“Te di la oportunidad de venir conmigo, Lucerys” prosiguió Aemond con un tono de reproche. “Pero te negaste y preferiste apoyar a tu maldita madre.”
Lucerys desvió la mirada, tratando de escapar de su única mirada, pero Aemond lo agarró del mentón con brusquedad, obligándolo a mirarlo a la cara.
“No intentes ignorarme” gruñó Aemond, su voz cargada de furia contenida. “Mírame, mira lo que me hiciste cuando éramos niños, cuando yo también era un niño.”
“Lo siento...” murmuró Lucerys con voz apenas audible, su cuerpo temblando.
Aemond negó con la cabeza, lentamente.
“Ya es tarde para pedir perdón” dijo, llevando una mano a la mejilla de Lucerys. “Lo único que quería era tu amor.”
“Pero yo no te amo, nunca lo haré” respondió Lucerys con frialdad, sintiendo cómo su corazón latía con rabia y miedo.
Aemond gruñó suavemente y presionó su mano aún más en el pecho de Lucerys.
“Sabía que dirías eso” murmuró, su voz un susurro venenoso.
Lucerys sintió que su cuerpo dolía intensamente. Hubiera preferido morir junto a su dragón Arrax que estar atrapado allí, con el tuerto de Aemond.
“Pero eso no significa que te dejaré libre” dijo Aemond acercando su rostro al de Lucerys. “Mírate... tan destrozado, y aun así sigues siendo perfecto a mis ojos.”
Los ojos de Aemond se fijaron en los labios de Lucerys, que temblaban. Notó cómo estaban más rojos de lo normal, con pequeñas manchas de sangre en el borde.
“Quiero sentir tus labios, quiero sentir tu sangre, Lucerys. Verte a mi merced.”
Los ojos de Lucerys se abrieron con sorpresa y su rostro se tensó, lleno de preocupación.
Aemond acercó su rostro al del joven, deteniéndose a escasos centímetros de sus labios, y sonrió levemente.
“Me gusta verte así.”
“¿Así cómo?” preguntó Lucerys, con un nudo en la garganta.
“Débil.”
Sin previo aviso, Aemond se lanzó hacia los labios de Lucerys. Este intentó empujarlo, pero sintió la mano de Aemond detrás de su cabeza, atrayéndolo aún más al beso. No lo iba a soltar.
El beso fue duro, invasivo, como si Aemond quisiera devorarlo. De repente, Lucerys soltó un grito ahogado cuando sintió los dientes de Aemond morder su labio inferior, causando que la sangre brotara. Pero Aemond no se detuvo; siguió besándolo y chupando la sangre de sus labios.
Un gusto extraño, una mezcla de deseo y rabia.
Aemond finalmente soltó el beso y se alejó lentamente, mirando a Lucerys fijamente durante unos segundos.
“Te quiero a mi lado, Lucerys. Solo para mí.”
Lucerys no entendía nada. Su rostro permaneció confuso hasta que vio cómo Aemond sacaba una daga de su traje y, sin previo aviso, la clavó en dirección a su corazón.
Soltó un grito ahogado, su rostro se contrajo de dolor, tratando de hablar, pero la presión en su pecho lo detenía. Aemond susurró mientras se acercaba a su oído.
“Sh, sh, sh” murmuró con calma, tocando la mejilla pálida de Lucerys. “Tu dolor se irá.”
Lucerys desvió la mirada y finalmente cerró los ojos. Aemond lo observó fijamente, su ojo en los labios del joven, y se acercó lentamente para darle un beso frío y suave.
Se separó y susurró en su oído.
“Tú fuiste quien provocó esto.”
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✴︎⠀˚。⠀⋆ ──── 𝐚 altivez dos passos diz que é nobre o sangue que corre em katerina eireen satrianova. sendo encantadora e insegura, ela foi escolhida como hospedeira e protegida da deusa aine. aos vinte e cinco anos, cursa o nível obsidiana ii. sua reputação é conhecida além das fronteiras, e dizem que se parece com alisha boe.
⠀⠀︵⠀ 𝑜𝒏𝒆 : ⠀ ✴︎⠀˚。⠀⋆⠀ ──── ⠀ 𝐚𝐛𝐨𝐮𝐭 .
⠀nome completo katerina eireen satrianova.
⠀apelidos kat, rina.
⠀pronomes ela/dela.
⠀sexualidade heterossexual.
⠀idade 25 anos de idade.
⠀árvore genealógica marquês dmitri satrianova, pai; alissa atréne, mãe; aleksander satrianova, irmão mais velho; sasha satrianova, irmão mais velho.
⠀escolaridade academia hexwood, khajol, hospedeira de aine.
⠀ ︵⠀ 𝓉𝒘𝒐 : ⠀ ✴︎⠀˚。⠀⋆⠀ ──── ⠀ 𝐛𝐚𝐜𝐤𝐬𝐭𝐨𝐫𝐲 .
⠀⠀⠀⠀⠀⠀。 ㅤ۫ㅤㅤ ̣̣ 𝑻oda primeira filha das mulheres Satrianova visita o subconsciente das familiares antes de sua chegada — em sonhos. O devaneio trouxe Amara ao imaginário familiar, trajando-a desde a mente com as cores da família e postura graciosa, como toda provinda da boa linhagem. O marquês Dmitri, de Gyndern, e a senhora sua esposa Yelena já haviam cumprido o dever quanto ao arranjo que os aprisionou um ao outro pela então eternidade de seus dias; a mulher lhe presenteara com um par de filhos homens ante o nascimento da primeira menina, estes que seriam responsáveis pela propagação do sobrenome e histórias de grandeza. Sem sinal nos antecedentes seculares da casa de homens ascendendo ao título de khajol, a magia sempre pertenceu às mulheres; um precedente da antecipação natural de uma gravidez com uma figura feminina crescendo no ventre. [ tw. morte no parto/aborto (?) ] Do infortúnio de um parto adiantado em semanas despertou a mácula de uma criança malformada e de uma marquesa falecida, transformando o jardim central do palacete Satrianova em um cemitério de flores mortas. [ fim do tw. ]
⠀⠀⠀⠀⠀⠀。 ㅤ۫ㅤㅤ ̣̣ 𝑬ra certo que o marquês se casaria de novo — afinal, era um homem jovem, e luto e perda eram dores que, mais intensamente, eram reservadas à mulheres —, embora imaginava-se que seu hiato fúnebre pela perda desolante duraria mais que três luas; mesmo assim, tomou a mão de uma nobre khajol de uma casa menor e a tornou sua consorte, e nem mesmo a capacidade pessoal de deliberação matrimonial suavizou a dureza do olhar e os punhos de ferro. Sua segunda esposa, Alissa, tomara como vitória a junção matrimonial com uma figura proeminente na política do reino, até descobrir que sua idealização conjugal estava enterrada próxima à lápide de primeira esposa de seu marido. O único momento em que foi vista como mais que um acessório preso à uma aliança dourada foi quando o sonho da primeira filha retornou — com Katerina. Nascida no tempo certo e com a beleza certa, a primeira filha de Alissa e Dmitri tornou-se o totem mais valorizado pelo patriarca, cuja idealização de um futuro khajol para a filha ultrapassava as barreiras do pensamento; a enxergava como algo além de sangue do próprio sangue, mas como o elo direto da magia de seus antepassados. Visando a proteção (ou o controle) da menina, Dmitri ordenou que Alissa e a menina fossem mantidas em segurança no em um dos aposentos no triângulo de pequenas torres ladinas ao palacete, cujas portas principais encontram apenas um jardim circular médio, o único contato das hóspedes com a natureza além da vista curta da janela, onde a única visão para além dos muros era o céu ao meio-dia e um jardim murado, pequeno e fechado, onde as sombras das poucas árvores nunca alcançavam.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀。 ㅤ۫ㅤㅤ ̣̣ 𝑫urante anos de sua vida, suas únicas interações foram a mãe, cuja essência era mirrada diariamente pela existência inerente ao trancafiamento possessivo, o pai, que aparecia em visitas esparsas e vazias para uma inspeção, e as criadas e preceptoras que entravam e saiam diariamente para realizar as tarefas domésticas, indignas de uma marquesa e sua filha. Sem interação com crianças da sua idade, a pequenina desenvolveu um universo de amigos imaginários, inspirada nas histórias em que criadas contavam antes de dormir. Foi ali, no entremeio daquela torre, que ela sentiu pela primeira vez a presença de Aine — não a deusa distante e severa de seu sangue, mas algo mais próximo, mais doce, como uma chama tímida que aquece um coração solitário. Os anos trancafiada transformaram Katerina em uma jovem adulta imaginativa e as paredes brancas da torre em um mural de sua grande pintura. Apesar dos ensinamentos intrínsecos com tutoras sazonais nos aposentos altivos, a idealização de uma vida fora da torre se apresentava em sua mente como um sonho quase distante. A aceitação em Hexwood transformou-a no orgulho do marquês, um emblema brilhante da continuidade da tradição mágica das mulheres de sua família; ainda assim, o martírio não era o bastante para que observasse a esposa e filha como mais além de peças em um jogo de tabuleiro. A filha poderia vir a se tornar uma khajol poderosa, mas ainda era apenas uma filha, cujo direitos do destino estavam endereçados à figura paterna, como toda mulher; atualmente, são notáveis os boatos que o marquês busca algum pretendente para tomar a mão da mulher quando Katerina findar sua educação curricular em Hexwood.
⠀ ︵⠀ 𝓉𝒉𝒓𝒆𝒆 : ⠀ ✴︎⠀˚。⠀⋆⠀ ──── ⠀ 𝐝𝐞𝐭𝐚𝐢𝐥𝐬 .
⠀⠀⠀⠀⠀⠀。 ㅤ۫ㅤㅤ ̣̣ 𝓢𝑶𝑹𝑪𝑯𝑨, com a pronúncia 𝑆𝑈𝑅−𝑢ℎ−𝑘ℎ𝑎, é como é chamada a seon de Katerina. Brilhante, como todo seon, emite um brilho cor-de-rosa empalidecido embora chamativo e, para os padrões dos seons dos khajols, que são mais constantes e incessantes, costuma emitir mais calma, para maior contraste com a contraparte humana que, por si só, já é um pouco tagarela. Sua presença está sempre rente à Katerina, quase sempre na altura do próprio rosto, iluminando a faceta de Satrianova com os o tom rosado de sua calmaria. Sorcha está quase sempre de acordo com as mesmas emoções de Satrianova, um espelho brilhante e flutuante de sua companhia khajol.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀。 ㅤ۫ㅤㅤ ̣̣ 𝓐𝑰𝑵𝑬 é a deusa celta da luz, do amor, da fertilidade e do verão. Associada ao calor do sol e à generosidade da terra, Aine representa vitalidade, paixão e a abundância, e dizem que sua presença traz tanto prosperidade quanto proteção. Segundo a lenda, ela é uma deusa caprichosa, que é ao mesmo tempo bondosa e feroz; é capaz de abençoar campos com colheitas prósperas ou de trazer escassez e caos aos que desrespeitam sua autoridade. Aine é muitas vezes descrita como uma figura radiante, sendo sua essência a própria força da vida. Também é vista como guardiã das mulheres e dos corações apaixonados, influenciando o destino daqueles que buscam amor e alegria.
⠀ ︵⠀ 𝓯𝐨𝐮𝐫 : ⠀ ✴︎⠀˚。⠀⋆⠀ ──── ⠀ 𝐭𝐫𝐢𝐯𝐢𝐚 .
𝑰. Sua atividade extracurricular é Meditação e Harmonização Divina.
𝑰𝑰. Seus anos em reclusão tiveram apenas algumas companhias especiais: tintas e pincéis. Katerina é uma pintora exímia e autodidata, tão confortável com telas pequenas quanto com paredes brancas esperando um toque de mágica. Sua obra pessoal favorita é um retrato que pintara da mãe rente à árvore do Jardim das Noivas, dormindo rente ao tronco escuro.
𝑰𝑰𝑰. Possui a mania irremediável de conversar sozinha; pelo menos, desde a benção de Aine e a chegada de Sorcha, consegue disfarçar os devaneios em voz alta como se conversasse com a seon.
�� ⠀ ⠀⠀ ⠀ ⠀⠀ ⠀ ⠀ ⠀pinterest / sobre a família satrianova / playlist.
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Chegou montada em seu cavalo, a cabeça erguida e o olhar firme, com uma presença que refletia o respeito e a lealdade que havia conquistado entre os seus. Atrás de si, vinham seus guerreiros e guerreiras, marchando sob os aplausos e saudações dos súditos.
O som das ferraduras marcava o ritmo da entrada, enquanto acenava levemente para a multidão, o rosto sereno, mesmo que por hora, não estivesse interessada na recepção.
Que os Deuses a perdoasse.
Desmontou devagar, entregando as rédeas a um servo que aguardava, e atravessou o pátio com passos rápidos, ladeada pelos companheiros. Quando adentrou o salão, encontrou-o repleto de rostos conhecidos, e seu olhar percorreu o ambiente até finalmente encontrá-lo.
Ragnar estava ali, próximo ao trono, cercado de amigos, e para sua surpresa, conversando com uma mulher desconhecida, que lhe dirigia palavras e olhares de uma forma íntima demais.
Caminhou até o trono, mantendo o rosto impassível, embora o incômodo começasse a crescer em seu peito. Assim que Ragnar notou sua presença, afastou-se da conversa e veio até você, os olhos brilhando com saudade, e um sorriso caloroso nos lábios.
— Já estava ficando preocupado! - Lhe envolveu num abraço apertado e beijou seus lábios, mas sentiu que você estava distante, seu corpo rígido e seu olhar sério.
Sem dizer uma palavra, soltou-se dele e seguiu para seus aposentos.
Ragnar ficou parado por um instante, surpreso, antes de perceber que algo estava errado. Ignorando os olhares ao redor, ele veio atrás de si, com passos rápidos, sentindo a inquietação crescer enquanto entrava no quarto.
Chamou seus nomes diversas vezes, assistindo você se desfazer de suas roupas e seus itens de batalha durante o caminho.
Já havia tirado o manto de viagem e soltava as fivelas da armadura com gestos bruscos.
— O que houve? — Ragnar perguntou, aproximando-se com cautela. — Por que não me beijou de volta?
Você o encarou, os olhos faiscando de irritação.
— O que houve, Ragnar? — repetiu, a voz fria. — Depois de dias longe, eu volto e encontro uma mulher praticamente se insinuando para você, enquanto você parece... completamente satisfeito?
Ele deu mais um passo, mas você recuou, mantendo o olhar firme.
— É isso que você chama de “nada”? — murmurou, sem se virar, a voz mais baixa, que fez Ragnar hesitar. — Depois de dias fora, resolvendo assuntos do meu povo, eu volto e vejo uma qualquer se aproveitando da sua “educação” na sala do nosso trono? Do lugar aonde governo sendo SUA mulher?
Ragnar respirou fundo, mantendo o tom calmo, mas sentindo a pressão do incômodo crescer.
— Eu não dei motivo para isso, você sabe. Não me orgulho do passado, mas estou com você agora. Ela é apenas uma... intrusa, nada mais.
Ao ouvir isso, você se virou, finalmente o encarando, os olhos intensos e carregados de uma fúria silenciosa.
Para o loiro, foi exatamente complicado não observar seu corpo nu a frente, e se fosse em outro momento ele lhe atacaria, mas agora segurava sua vontade e lhe via diferente.
Isso era um dos fatores que lhe fazia amar Ragnar: A diferença de olhares que ele tinha por ti. Lhe reconhecia como guerreira, como mulher e como esposa.
— Uma intrusa que, pelo visto, parece muito à vontade para se insinuar. — respondeu, a voz amarga. — Você quer me convencer de que ela é “nada”, mas você viu a forma como te olhava? E pior, sabia que eu poderia te ver e mesmo assim... se fez de desentendido?
Ele se aproximou, estendendo uma mão em direção a você, mas hesitou ao ver seu olhar.
— Escute, eu juro que aquilo foi uma provocação dela, apenas um jogo que não faz sentido para mim. Eu não respondi, não dei motivo.
Você o observou, seus olhos questionando a sinceridade dele. Ragnar acompanhou o movimento, observando as marcas da viagem em sua pele, a exaustão que você tentava conter. Aproximou-se mais, cauteloso, a mão quente pousando em seu ombro.
— Sei que está cansada. Sei que não foi fácil... — murmurou ele, a voz finalmente mostrando o toque de vulnerabilidade que você conhecia bem. — Não imaginei que causaria esse mal-estar... Me perdoe se fui descuidado.
Sentindo a sinceridade na voz dele, você permitiu que ele se aproximasse. Ele puxou você suavemente para si, encostando sua testa na sua, o calor de sua respiração suavizando a tensão.
— Sei que só você entende a vida que levamos, o que enfrentamos — Ragnar continuou, os olhos fixos nos seus, a voz firme, mas agora quase suplicante. — Posso não ser o homem mais fácil, mas estou aqui. E sou seu, assim como você é minha.
O coração do Viking se acalmou ao sentir suas mãos sobre seus ombros, cercando sua face e selou seus lábios em selares calmos. Os olhos azuis pareciam brilhar ainda mais, o sorriso aumentava a cada toque e isso lhe arrancou uma risada.
— Como você é bobo! - dizia rindo, sentindo o corpo ser guiado até a cama macia.
Ragnar admira sua figura estendida pela cama, a maneira como se espreguiça e se acomoda sobre os tecidos de pele animal. Quando toca a borda do colete de couro, sente seu pé tocar a ponta de sua virilha. Observa sua cabeça negar para os lados, fecha a cara, emburrado.
— Ah, por favor. - Toca seus dedos em uma massagem, sobe por cima de ti ao segurar sua perna e abrir para o lado. - Fazem semanas.
— Exatamente, fazem semanas e estamos com o Palácio cheio. - Segura sobre os ombros fortes, o impede de beijar seu pescoço. - Precisamos ser bons exemplos para o nosso povo, Ragnar.
— Pare de me chamar de Ragnar, mulher. - Responde indignado, escuta você rir ainda mais. - Sabe como deve me chamar.
— Sabe que não deve deixar nenhuma mulher lhe tocar, sem ser eu. - Responde no mesmo tom provocador.
— De novo não...
— Desculpe, marido. - O termo faz Ragnar sorrir, deita-se ao seu lado, roubando diversos selares de seus lábios.
Acaba perdendo sua marra e deixa com que Ragnar tire as próprias roupas. Expõe o corpo bonito, que tanto sentiu falta. Sente a boca salivar ao vê-lo despido por completo, tão necessitado.
Encara os olhos famintos, parecem mais escuros. Desce devagar, admira o caminho de pelos claros que adornam o peito, a barriga, abdômen e a pelve. Encara o membro necessitado, babado e céus, parece pulsar contra o nada.
Estica a mão, toca a pele quente com os dedos e aperta a carne farta com força, escuta Ragnar rir. Sempre gostou da possessão, do ciúmes que tu exalava quando o assunto era o casamento de vocês. Admitia a si próprio que gostava de sentir seus toques fortes, o fazendo lembrar de quem ele era.
A boca se abre em um gemido quando sente sua boca sobre a glande inchada, onde lambe e suga, coleta o máximo de líquido e se afasta novamente. — Porque esta babando tanto, querido? Ficar longe de mim é demais pra você, Lothbrook?
As mãos do Viking tomam a sua nuca, puxam seu pescoço para trás e a deitam novamente sobre a cama. Sabe a melhor maneira de responder.
Ataca seus lábios em desespero, não se beijam de uma maneira nem um pouco ajeitada. Se mordem, se arranham, ele bate contra as suas coxas e aperta seus seios, puxa seus cabelos quando sente seus dentes fincarem sobre sua pele. Marca, machuca e sabe que vai doer por alguns dias, mas é assim que vocês funcionam. É por isso que Ragnar lhe ama.
Sente os dedos grossos do viking tocarem seu íntimo carente, força dois dedos para dentro. Grita, sente a garganta doer.
Lothbrook abaixa o corpo o suficiente e lambe seu meio preenchido, coletando seu líquido para cuspir de volta em seu meio, deixa babado o suficiente. Abre os dedos em formato de tesoura, quer expandir sua entrada para que não doa quando houver penetração.
Seu corpo é virado de lado, as pernas dobrada o suficiente para expor seu íntimo. Guia o pau teso até sua entrada babada, brincando pelos lábios ��midos com a cabecinha inchada, provocando.
O loiro geme em satisfação junto à ti, entra de maneira bruta, indo até o fim, até sentir sua bunda colada com a pelve dele. Sentia as paredes macias o apertar, quase que o sufocar. A mão forte se chocam contra sua bunda e a outra se prende em seu cabelo, o puxa para trás.
Geme de maneira alta, grita pelo nome do marido, sente a ardência da grossura lhe alargando, doendo quando se sentiu expandir. Sua mente parecia uma neblina, sentindo o membro grosso estocar quase que contra o colo de seu útero, era ritmado, bruto. Seus olhos cansados e molhados reviravam vez ou outra. Os íntimos faziam aquele barulho gostoso de tão ensopados, ecoava pelo quarto todo, e talvez quem estivesse por perto acabasse por ouvir.
Suas pernas se abriram e virou-se de frente para o loiro, puxando ele pelos ombros acima de si, fazendo o clássico papai e mamãe. Passa suas coxas contra o quadril, seguindo o mesmo movimento de estocadas que ele. Arranha a carne de suas costas, sente a mão de Lothbrook trancar em seu pescoço enquanto as estocadas ritmadas tomam conta de seus corpos.
Seu ponto doce chorava, suas paredes rugosas o apertavam tanto que parecia impossível de continuar. O viking gemia contra seu ouvido, os olhos azuis pareciam tão vivos e brilhantes, tal qual um oceano.
— Hoje é a noite em que vamos fazer um filho. - Ele sussurra ardiloso contra seu rosto, sorri ao vê-la tão cansada, mas com os olhos brilhantes em suplica de mais.
Afunda o rosto contra sua clavícula, ao passo que cria um ritmo alucinante contra os íntimos babados. Acerta seu ponto doce várias e várias vezes, o caralho grossos engrossando quando a viu tão mole, pulsando ao seu redor. Foi o suficiente para que suas costas arqueassem do colchão, os dedos ficassem esbranquiçados de tanto que os apertava contra o corpo tatuado, os olhos molhados se fechassem e de repente, a sensação eletrizante passasse por cada célula de seu ser, enguichando todo o líquido acumulado. Lothbrook fez indiferença, continuando a estocar com tanta pressa que sentia que podia quebrá-la. Chocou sua pelve contra a sua mais alguma vezes, antes de se libertar e sentir a mente nublar, jogando seu líquido diretamente em seu útero.
Tombou ao seu lado, abraçando seu corpo com as mãos fortes. Selou sua testa várias vezes, seus lábios e sua face, sorrindo ofegante, porém foi interrompido ao vê-la fechar suas pernas e as apertar. Lhe encarou esperançoso, agora com os olhos azuis estando molhados e sua íris mais clara.
— Quero carregar o seu filho, Lothbrook. - Sussurrou enquanto o admirava, alisando a face cansada do viking. - Assim conseguirá provar que já tem alguém que o satisfaz.
O homem fechou os olhos e tapou a face com as mãos, escutando sua risada ardilosa.
— Que os deuses me protejam da sua raiva, esposa!
@hashnna oi amor te amo meu amor, agora é a sua vez de postar com o Hvitserk ou com o Rollo. 💝💘💓💘💝💞
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Boa noite, amigo. Você escreveria algo com um leitor masculino (bottom, se possível) e o Daemon Targaryen (série, não livros)?
Se sim, seria possível uma história em que o leitor é irmão da Rhaenyra, mas por ser um omega, não está na linha de sucessão? Por volta da mesma idade que ela, talvez um ano ou dois mais velho. Alguma história em que o Daemon, após levar a Rhanyra naquele bordel e não fazer nada com a garota, vai atrás do seu outro sobrinho?
Obrigado pela atenção
Alfa Daemon Targaryen — Male Omega Reader.
Obs: Incesto! Leitor é sobrinho de Daemon.
O som dos passos de Daemon ecoava nos corredores de Pedra do Dragão, e [Nome] sabia que ele se aproximava. Desde a última vez que esteve em Porto Real, o albino sentia o olhar atento de seu tio sobre si. Daemon sempre teve uma presença inquietante, mas agora, havia algo mais nos seus olhares e sorrisos disfarçados.
Sendo um ômega, [Nome] sempre esteve à margem da linha de sucessão, mas isso não significava que ele fosse invisível. Como irmão de Rhaenyra e um Targaryen legítimo, sabia que a presença era notada, especialmente por Daemon. Mesmo que tentasse ignorar, sempre havia uma curiosidade pulsante nos pensamentos sobre ele — algo que ele não se permitia explorar.
Naquela noite, após o infame episódio com Rhaenyra no bordel, Daemon entrou em seus aposentos sem aviso. Ele estava relaxado, uma expressão enigmática no rosto, mas seus olhos denunciavam seus pensamentos.
— Vejo que ainda não conseguiu dormir, sobrinho — Daemon disse, sua voz baixa, quase sedutora, enquanto se aproximava com passos lentos.
Você engoliu em seco, sentindo a tensão no ar.
— E o que o traz aqui a esta hora, tio
Daemon se inclinou, aproximando-se perigosamente, com um leve sorriso em seus lábios.
— Talvez eu tenha percebido que me interessei por outra companhia esta noite.
O coração do menor disparou, e [Nome] sentiu as bochechas esquentarem. Não havia como negar a química que acontecia, mas permitir-se algo assim? Ainda mais com alguém como Daemon? As perguntas surgiam na mente do ômega, mas tudo que conseguiu fazer foi permanecer onde estava, esperando pelo próximo movimento dele, como se estivesse preso sob o feitiço de seu olhar.
Daemon se aproximou ainda mais, e o Targaryen pôde sentir o calor de sua presença, o cheiro do vinho que ele havia bebido e a fragrância de algo exótico, quase místico, que parecia cercá-lo sempre. Ele estendeu a mão, roçando os dedos na borda da sua veste, em um toque que era ao mesmo tempo leve e provocante.
— Você sempre se escondeu atrás da sua condição de ômega — ele sussurrou, os olhos analisando cada reação sua. — Mas, sobrinho, há fogo em você. O mesmo fogo dos dragões.
[Nome] hesitou, sentindo uma mistura de orgulho e incerteza. O fato de Daemon enxergar algo além do que os outros viam uma fraqueza, uma posição inferior – fazia com que algo dentro de você se incendiasse. Mas ao mesmo tempo, a proximidade dele era avassaladora.
— Tio... por que você está aqui? — Sua voz saiu mais baixa do que pretendia, quase um sussurro, denunciando o turbilhão que se desenrolava dentro de você.
Daemon riu de leve, uma risada cheia de significado, como se estivesse encantado com sua confusão. — Por que estou aqui? Talvez seja para ensinar a você algo sobre o poder... e sobre o desejo. — Ele inclinou a cabeça, os olhos brilhando em um tom desafiador. — Talvez eu esteja aqui porque vejo em você uma centelha que merece ser alimentada.
O ômega sentiu o coração bater mais forte, a intensidade de suas palavras e o calor de seu olhar despertando algo profundo e escondido. Por um momento, a ideia de estar nos braços de Daemon, de compartilhar algo proibido, não parecia tão distante.
Quando o alfa finalmente tocou seu rosto, deslizando os dedos em um carinho ousado e sem pressa, [Nome] se viu incapaz de recuar. A mão dele desceu lentamente, até que seus dedos repousassem na curva de seu pescoço, firme, quase possessiva.
—Não seja tímido, sobrinho — ele murmurou, com um sorriso sombrio. — Afinal, somos Targaryen. Nós não tememos as chamas, nós as dominamos.
[Nome] se pegou prendendo a respiração, e antes que pudesse racionalizar o que estava acontecendo, Daemon tirou a mão do seu pescoço e puxou o menor para mais perto, colando seus corpos. A energia entre ambos era avassaladora, como se houvesse algo de ancestral que os conectasse, algo que a própria linhagem de dragões exigia.
Ele passou o braço forte por sua cintura, o segurando com força o suficiente para que não conseguisse se afastar. A mão livre do Targaryen voltou à pele pálida de seu pescoço, os dedos calejados encostando em sua glande coberta por um fino pano, dado por meistre.
— Um pecado, ter esse cheiro gostoso só para você — Daemon sussurrou, com uma delicadeza inexplicável retirou aquele fino tecido e o cheiro gostoso de framboesa tomou o quarto.
O mais velho jogou o tecido fora, Daemon deixou a mão calejada descer lentamente pelo seu ombro, os dedos firmes e quentes roçando a pele pálida. Era um toque decidido, mas não apressado, como se ele estivesse saboreando cada centímetro que percorria.
Seus olhos queimavam com uma intensidade que quase fazia o ômega desviar o olhar, mas o magnetismo dele era irresistível. Os dedos dele deslizaram até o tecido de sua blusa, segurando-o com firmeza. Seu tio apenas retirou o braço da sua cintura por um instante, o suficiente para erguer a blusa azul clara e puxá-la lentamente para cima.
[Nome] sentiu o frescor do ar contra sua pele descoberta, mas o calor do olhar dele tornava qualquer sensação de frio impossível.
— Tão belo — O Targaryen sussurrou, soltando o tecido da sua camisa. As mãos grandes passearam pelo corpo do ômega, os dedões pararam sobre seus mamilos eriçados. — Você vai ficar tão lindo, com seu corpo roliço, seus peitinhos inchados.
Ele amou ver a face do sobrinho avermelhada, Daemon aproximou o rosto do menor. Um sorriso sacana surgiu nos lábios de seu tio.
— Vai ficar lindo grávido de meus filhos — ele falou tão baixo, vendo [nome] se arrepiar completamente — Eu vou amar mamar nas suas tetas cheias de leite.
Naquela tarde, [Nome] foi reivindicado e durante duas semanas não conseguiu sair do quarto. O próprio rei Viserys só conseguiu ver seu filho quando Daemon não se sentiu ameaçado ao permitir mais um alfa entrar no quarto.
Alguns meses depois, já casado, [Nome] trouxe ao mundo três meninos, trigêmeos de cabelos tão alvos quanto a neve. Os recém-nascidos foram nomeados de Aelor, Maegon e Daerys, em honra aos ancestrais Targaryen que carregavam sangue de dragão. Ao lado dos bebês, estavam três ovos cuidadosamente colocados em seus berços. Quando a aurora tingiu o céu de tons dourados, algo inesperado aconteceu: um leve tremor percorreu os ovos, e, um a um, eles começaram a se partir.
#fanfic#leitor masculino#male reader#imagine#dom reader#omega reader#hotd daemon#daemon targeryen x reader#daemon targeryan#daemon targaryen#male lactation
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Lo último que ven los pájaros rojos de la fortaleza roja bajo la reina Rhaenys en los aposentos de esta última antes de que Meleys se los coma.
#house of the dragon#aemma arryn#aemon ll targaryen#rhaenyra targaryen#rhaenys targaryen#rhaenys the queen who never was#aemmaxrhaenys#jocelyn ll targaryen#helaena targaryen#visenya targaryen#hotd#omegaverse
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Tu esposo, Cregan Stark, quien a pesar de su gruesa y estoica constitución jamás fue más que tierno entre las sábanas; su gran cuerpo sobre ti brindando proteínas y calor en lugar de dominación mientras ambos hacían el amor durante las largas noches del invierno.
Tu esposo, Cregan Stark, quien comparte una mirada de complicidad contigo cada que debe irse fuera de Winterfell, sabiendo lo que les espera a ambos en su regreso.
Tu esposo, Cregan Stark, quien luego de unas semanas cumpliendo algunos deberes en el muro irrumpe en sus aposentos compartidos, despidiendo a las damas que te asistían ordenándoles cuidar de Rickon y prohibiendoles interrumpir el resto del día.
Tu esposo, Cregan Stark, quien acaricia toda la piel que se muestra de tu cuerpo a medida que quita las ropas, completamente desesperado por sentirte de nuevo a su alrededor.
Tu esposo, Cregan Stark, que pasa al menos una hora con la cabeza entre tus piernas una vez te tiene en la cama, después de días que se sintieron como años lejos de ti, de tu calor, de tu olor...de tu sabor.
Tu esposo, Cregan Stark, quien hace que cada quejido y gemido que tengas para decir sea lo suficientemente alto como para que gran parte del castillo lo escuche.
Tu esposo, Cregan Stark, quien no importa como te haya tomado, siempre hace que haya una bañera de agua caliente para cuando terminen, en la que ambos se meten para que él cuide de ti, frotando suavemente la esponja enjabonada contra tu piel, mientras una vez que ordenas tus pensamientos y recuperas la capacidad de decir algo más que su nombre, está feliz de responder cada pregunta que tengas de sus días en el muro.
Tu esposo, Cregan Stark, el responsable de que la mañana siguiente tengas a tus damas sonrojadas entre risitas cuando aplican cremas y aceites en tus marcas y chupones.
#cregan stark#house of the dragon#hotd one shot#cregan stark smut#cregan stark x y/n#cregan stark x you#cregan stark x reader
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A Rainha Dragão - Rhaenyra Targaryen x fem!reader
Cansados são os ombros da cabeça na qual reside a coroa
Foram essas palavras que pintaram o quadro da posição onde a rainha negra e sua protetora de juramento se encontravam.
Ambas nuas sobre as sedas da cama dos aposentos reais, cercadas de bom vinho, frutas e pão. Banhadas pela luz da lua e do calor das velas que só tornava a noite fresca mais agradável. Rhaenyra também achava difícil se incomodar com o frio estando sentada entre as pernas de sua amante, com suas costas coladas aos seios dela enquanto suas mãos calejadas pela espada, porém delicadas, pressionavam tensão nos pontos certos de seus ombros e pescoço. Era bom se entorpecer mesmo que momentaneamente do toque de sua mulher, a fazia esquecer um pouco do caos que lhe pressionava a garganta.
A rainha soltava pequenos suspiros ao passo que ia se desfazendo ao toque quente, tinha um sorriso no rosto, como era raro.
“você me mima e me estraga, preciso recompensa-la, lhe mostrar o quanto a aprecio” o final da frase saiu em uma cadencia menor, pensativa
“não seja boba, os menores momentos com você já me são suficientes, seria quase egoísmo pedir mais” pontou a frase desfazendo um grande nó no ombro direito, nyra gemeu aliviada.
“sei disso, minha cara” agora trazia um sorriso travesso no rosto “mas já a conheço e estaria mentindo se dissesse que não gosta de ser mimada tanto quanto me mimar, querer algo não é pecado sabia?” interrompendo a massagem tomou em suas mãos as outras se inclinando mais para atras e inclinado a cabeça, vendo o rosto sonolento de sua amante “poderia lhe ensinar a montar, vejo como seus olhos brilham quando veem um dragão”
Divertida ela rebateu “achei que apenas Targaryen podem os domar”
“eu estarei ao seu lado, quero lhe mostrar o céu, o mais breve que a coroa me permitir” fez uma pausa “ou tem medo?”
Antes de responder ao desafio, a cavaleira enfiou o nariz no pescoço da rainha, lhe cheirando a pele e em seguida falando em seu ouvido “não temo dragão nenhum, até porque já monto e domino com maestria o meu” Nyra gargalhou alto se pressionando mais ainda contra ela “ah, sim...e qual seria?”
Deixando um beijo logo abaixo de sua orelha respondeu “a própria rainha dragão, minha mulher”
Ambas já não aguentavam mais se conter, abruptamente a antiga beleza loira de valiria se virou e se jogou sobre o corpo de sua companheira, não perdendo tempo em beijar e engolir seus lábios, tinha fome.
“achei que estivesse cansada”
“nunca de você”
Se tornaram uma grande bagunça de corpos, mãos inquietas por toda parte, a rainha era feroz, foi preciso empurra-la para trazer sua atenção de volta, resultando em uma adorável carranca em seu rosto “não seja má” ela pede “então me permita cuidar de você” a outra responde.
Suavemente inverteram as posições, Rhaenyra parecia uma divindade toda esparramada na cama, pernas abertas, braços aos lados, cabelos cobrindo os travesseiros e emoldurando seu rosto. Embora ambas quisessem colar os lábios novamente, havia mais o que fazer. Começou dando beijos molhados no pescoço de sua graça, descendo para a clavícula, se estendendo um pouco nos seios para chupar e morder, logo adorando seu ventre, o marcando com a boca e sem mais demora deu um casto beijo nos lábios de baixo antes de abri-los com os dedos e comer como se não se alimentasse a dias.
Cansados são os ombros da cabeça na qual reside a coroa, mas essa noite a rainha dormiria bem
#rhaenyra targaryen x reader#rhaenyra targaryen#hotd x reader#rhaenyra targaryen smut#rhaenyra targaryen x you#hotd imagine#house of the dragon#rhaenyra targaryen fanfiction#Rhaenyra Targaryen x fem!reader
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Sensualizando a gramática (texto, 2024).
Estava pensando ontem em como é sensual o itálico. As letras se arqueando como se estivessem prestes a abandonar a postura civilizatória e se preparando para praticar um ato mais animalesco de intimidade. Vem!
A vírgula: ah, a vírgula! Como se fosse uma pausa para dar uma olhada, mas ela deve ser usada nos momentos corretos. Pausas, excessivas, são desnecessárias e atrapalham o fluxo do texto. Ou você vai ficar só olhando? Tem que participar também. Nada de timidez agora...
Falando em timidez... As reticências são como aquela pausa tímida, recusando-se a olhar nos olhos, como se estivesse arrependido do que estivesse prestes a fazer.
Mas é preciso pegar no queixo do texto, apertar os lábios fazendo um beiço, e dizer: "Chegamos até aqui, então, precisamos continuar."
Assim como as vírgulas, excesso de reticências dá um aspecto de narração com problemas de dicção, dificuldades de pensamento racional e lógico.
Pode ser bom para descrever alguém tendo uma viagem psicodélica ou lisérgica, ou alguém que teve o cérebro dominado por algum parasita alienígena ou esteja prestes a se tornar um zumbi.
E que efeito mágico tem as as aspas! "Isso aqui foi dito e repetido por outras pessoas no passado, e se tornou famoso." Graças à isso ganhou um símbolo para representar a menção honrosa, uma citação. Empresto essa frase de outra pessoa que já passou por esse planeta como um presente, uma conversa a três onde só existem dois.
Assim como uma mulher ganha um aspecto mágico ao se maquiar, e o ator de teatro torna-se um personagem através das vestimentas e atitudes, um texto pode se tornar atraente e convidativo.
O carisma de um texto bem escrito, organizado, usando adereços e outros itens que encantam: uma presença que domina os olhares de todos que se encontram no aposento.
Todos tem uma história para contar: como é o estilo do seu narrador?
#delirantesko#espalhepoesias#pequenosescritores#lardepoetas#carteldapoesia#poetaslivres#projetoalmaflorida#projetovelhopoema#semeadoresdealmas
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Oração
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nota da autora: sem notas.
aviso de conteúdo: culpa (católica) e remorso & tesão e muito angst.
contagem de palavras: 2680 palavras
Logo cedo de manhã, mal tendo aberto seus olhos e dissipando o sono de seu corpo, Charlie recebeu uma mensagem de Maria, lhe pedindo um momento para eles conversarem. Deixando bem específico que a conversa deveria ser em contexto privado, o homem não pensou duas vezes em chamá-la para tomar um café na casa paroquial – sem segundas intenções, o que era surpreendente para um espírito tão maculado quanto o dele. Porém naquela manhã desta quinta-feira ordinária, Padre Charlie Mayhew acordou com um amargo na boca e uma sensação ruim no estômago que lhe anunciou não ser um dia comum.
"sangue do sangue"
PARTE III
Tomou seu usual banho gelado matinal para despertar o corpo, escovou os dentes e cuidou da pele como forma de manter-se em boa aparência, já que seu corpo nada mais era que uma habitação de sua alma, então havia a necessidade de mantê-lo sempre no seu melhor estado: limpo, firme e impecável. Enquanto escovava os dentes, se encarando profundamente no espelho meio embaçado do banheiro, ficou refletindo sobre as suas últimas decisões… O dia que foi nomeado para a diocese até o momento que cruzou os olhos e deixou-se levar pelos desejos mundanos ao se deitar com uma mulher, tudo havia se tornado uma fina linha áspera que o dividia entre os deveres do sacerdócio para com seus próprios desejos carnais. Havia uma dor que transpassava seus ossos e sua carne para sua alma que o feria feito um ferro sendo derretido em cima dele: uma sensação pesada e melada o queimando todos os dias, um eterno martírio do espírito que já não era mais santo.
Ele nunca foi. Cuspiu a espuma esbranquiçada na pia, curvando-se para enxaguar a boca, sentindo que aquele ato breve de limpeza e frescor o suspendeu um pouco da constante sensação de imundície que ele se encontrava. Estava impregnado na carne já. Era difícil de arrancar aqueles pecados profanos de si. Respirou fundo rezando um Pai-Nosso enquanto lembranças impetuosas dos momentos de prazer irrigavam todo seu sangue da sua cabeça até seu pau. Bendito seja feito a Sua vontade!
Deslizou descalço até seu quarto onde se sentou na beirada da cama, coberta de lã branca limpa, cheirando a sabão em pó e amaciante concentrado que adretavam seu olfato o fazendo se recordar de casa. A mãe preparando café da manhã enquanto o pai sentado à mesa, antes de ir trabalhar, folheava o jornal do dia. Bons tempos onde a inocência reinava e o protegia das malícias do mundo. Com controle, deixou as mãos no colo, o membro íntimo ainda rígido sobre o toque, engoliu o gemido da sua fraqueza e ao invés de se tocar para aliviar o desejo que cresceu no meio das pernas, optou por se manter firme nos seus princípios, rezando extenuante até a mente cansar e aquelas imagens se tornarem borrões vagos no meio de recordações onde ele exercia seu dom: o de ministrar a Santa Palavra de Deus, vestido com sua batina preta, o colarinho branco na garganta, os cabelos penteados para trás e a voz inspiradora se tornando um eco sagrado na igreja.
Ele deveria ser forte, um verdadeiro soldado de Deus naqueles momentos de tempestade, e usar com sabedoria o verbo da palavra para agir conforme seus últimos esclarecimentos. Naquela noite estranha de sonhos desconexos, sozinho em seu aposento, ele recebeu uma mensagem que julgou vir diretamente de Deus. A imagem era de da Mãe de Deus em sua túnica vermelha, chorando com a expressão de desalento, encarando-o de cima e carregando nas mãos um bebê. Obviamente Charlie tomou aquilo como uma mensagem divina que ele era responsável pelo Filho de Deus e cabia a ele segurá-lo em mãos e mantê-lo vivo e presente entre a comunidade.
Simples.
Terminado suas preces, se trocou com sua usual roupa do dia-a-dia: a camisa social de algodão preta, a calça de alfaiataria da mesma cor, o conjunto de botas de couro carmim. No dedo anelar da mão esquerda seu anel de São Miguel Arcanjo, para lhe proteger das batalhas mais cruéis contra os demônios. No peito uma incerteza em rever o rosto de Maria. Realizou sistematicamente seus afazeres até o horário que eles iriam se reunir: ajudou as Irmãs na horta, rezou um terço, preparou sua homilia para a missa da sexta, foi na padaria para comprar algumas quitandas que sabia serem as preferidas de Maria. Quando o ponteiro do relógio da sala da casa paroquial indicou que faltavam quinze minutos para o horário combinado – e tendo em mente a pontualidade da mulher, Charlie foi fazer o café à moda tradicional, fervendo a água, jogando o pó que foi moído naquele dia no coador, coando e passando para a garrafa térmica. O cheirinho de café inundou a cozinha, o deixando mais relaxado.
Arrumou a mesa com o que havia trago da padaria, o bolo de chocolate e os pãezinhos doce com recheio cremoso em pratinhos. As xícaras na mesa e as colheres nos pires para o açúcar retratavam um quadro casual e íntimo demais que o deixou com uma leve vergonha de si mesmo.
A campainha tocou, anunciando a chegada de Maria.
Santa seja, Rainha Imaculada!, proferiu baixinho antes de abrir a porta, se deparando com a mulher da sua vida, alma do seu corpo, pecado dos pecados, parada vestida com seu vestido longo de seda, alça finas, naquele profundo azul-carbono, cabelos soltos e expressão tensa a sua porta. Charlie engoliu os maldizeres que irromperam sua mente, olhou brevemente para os lados querendo encontrar algum bisbilhoteiro mas foi interrompido com a pressa dela de entrar na casa, soltando com a voz afobada:
— Ninguém tá lá fora, pode ficar tranquilo!
Seu aroma floral o entorpeceu assim como a presença dela que preencheu o espaço todo da sala. Ele rapidamente fechou e trancou a porta, conferindo mais uma vez na janela ao lado se realmente estavam seguros. A rua estava vazia, reflexo da normalidade tediosa daquele lugar. As poucas irmãs que moravam com ele, mais para ajudá-lo com alguns afazeres, estavam passando a temporada no convento principal, que ficava a algumas ruas a frente da casa paroquial, o permitindo ter acesso a elas quando quisesse e precisasse e também uma privacidade para si mesmo. Por isso que as noites e madrugadas adentro soterrado no prazer da carne de Maria eram tão fáceis: ele praticamente ficava a maior parte dos dias e noites sozinhos, era quase como se elas permitissem que ele vivesse tal qual um homem no auge dos vinte e tantos anos de idade normalmente, esquecendo de seu posto como sacerdote. Maria conhecia a casa paroquial como a palma de sua mão: a sala principal com a bicicleta ergométrica que Padre Charlie usava em seus treinos, o corredor que levava até um dos banheiros e a um quartinho embaixo da escada, a escada que subia para um corredor que conectava quartos vazios, janelas abertas com cortinas rendadas que balançavam, o banheiro principal onde ambos já se banharam e fuderam bastante, e lógico… o abençoado quarto dele que dispensava lembranças.
Ela olhou para ele com um ar inquieto, Charlie sorriu cavalheiro apontando com as mãos sua direita, onde havia um pequeno degrau de dois lances que descia para a copa e a cozinha.
— Venha, vamos tomar o café! Acabei de passar… — Maria confirmou com a cabeça, indo na frente dele. Os olhos do homem seguiram a forma dos quadris dela, a suavidade dos ombros e a forma como ela segurava uma bolsa pequena – que ele acabou de notar sua presença – entre os dedos de unhas pintadas de preto. Ela calçava uma sandália trançada nos tornozelos cor palha seca, expondo na canela direita a tornozeleira fininha com um crucifixo em prata pura que Charlie lhe deu de presente. Ela usava aquela maldita peça só em momentos bens específicos – como na noite do aniversário dele, no casamento da irmã mais velha, no batismo do filho de um amigo dela.
Haveria uma grande anunciação naquele dia.
Maria entrou na cozinha, familiarizada com as paredes amareladas e os armários brancos, a mesa com uma toalha de bordas rendadas alva, a garrafa térmica preta. Ele de fato preparou um café da tarde para eles. Sorrindo envergonhado, Charlie tinha ambas as mãos na cintura esperando alguma reação positiva, uma afirmação boa vindo dela com seu café posto à mesa. Recebeu uma jogada de ombros, uma mão brusca puxando a cadeira pesada de madeira na outra ponta da mesa quadrada, encostada na parede à sua esquerda, sentado, encarando-o com o olhar carregado de contestações.
— Que o café esteja do seu agrado! — Sua voz saiu rasgando com desgosto, sentando na outra ponta enquanto cruzava as pernas, encarando-a com aquele ferro líquido que queimava sua alma, pesado, metálico. Maria pegou sua xícara e se serviu com o café, bebericando lentamente sob o olhar cortante de Charlie. Sua demora para desocupar sua boca o deixando doido. Limpou sua garganta, o pomo de Adão descendo e subindo com a frase que estava estagnada na sua garganta:
— A que devo a honra de sua visita em plena quinta-feira à tarde?
A pergunta ficou suspensa entre os dois, pingando seu veneno entre a suposta causalidade em que eles se encontravam, manchando-os com toda aquela carga de culpa cristã que rasgava suas almas. Era hora de expurgar os pecados. Maria abaixou lentamente a xícara até encostá-la na mesa com um ruído ínfimo. Charlie se encostou na cadeira, cruzando os dedos, aguardando sua resposta. Ela molhou os lábios para facilitar a passagem daquelas palavras tão rígidas:
— Precisamos parar com o que temos… Isso já escalonou num nível insuportável para mim, eu não consigo — ela parou, segurando o choro dentro de seu peito: — eu simplesmente não consigo mais suportar tudo isso. Não é certo.
Charlie ficou estático, cético com o que acabou de ouvir. O que era uma hipocrisia vinda dele mesmo já que as palavras que saíram dos lábios de Maria eram exatamente o que ele iria falar. Mas aquilo vindo dela… Soava como uma traição. Eva mordendo do fruto proibido, levando Adão a ruína. Sansão sendo seduzido e traído por Dalila. Ele se sentia um Pedro traíndo Jesus Cristo naqueles momentos de luxúria, negando-o repetidas vezes enquanto se perdia naquela Madalena. Um ódio estranho tomou conta de si, o coração pesado e sangrento tomou conta de sua ações:
— Quem você pensa que é para simplesmente vir até minha casa e depois de me seduzir, querer acabar com tudo como se isso fosse o suficiente para todo o estrago que me provocou? Madalena! Prostituta do Diabo! Eu te condeno! — Cuspiu com ódio. Lágrimas transbordavam no rosto angelical de Maria, a expressão de deslocamento tomando conta dos olhos que caíram, perderam o brilho, enquanto levava as mãos até o coração. Charlie se levantou num pulo, os punhos fechados sustentando seu enorme corpo que vertia para a frente, ameaçador:
— Maria, eu te ofereci um ombro amigo e você me devorou o corpo inteiro! Eu quis ser seu pastor mas você queria que eu fosse seu esposo! Você me tentou, seduziu… Me fez pecar! Isso é heresia, sabia? E sabe o que é pior nisso tudo? Eu te amei feito um louco. Confiei em você como um cão. E em troca recebo espinhos das rosas que pensei ter colhido…
— Mentiroso.
— O que disse?
— Mentiroso. — Repetiu a palavra entre lágrimas, sustentando o mesmo olhar de rancor que ele. Charlie engoliu a ira fortemente, os ombros tensos despencaram assim como seu próprio corpo na cadeira, o suspiro pesado escapou lento pelo nariz. Ela tinha razão. No final das contas ele não passava de um covarde mentiroso. Maria enxugou as lágrimas com as mãos trêmulas:
— Eu não vou carregar o fardo da culpa sozinha, se é isso que você pensa e quer Charlie… Não mesmo! Durante todo esse tempo eu acreditei e acredito que tudo o que vivemos, mesmo que escondidos, foi completamente recíproco. Então não me venha apontar agora os dedos, me acusando de ser uma… uma… prostituta ou o que quer que seja, porque se eu sou uma pecadora, você é tão mais pecador do que eu.
O silêncio sepulcral ornamentou o sepultamento do relacionamento deles.
Maria ergueu os ombros, ajustou a postura, levantou-se e caminhou para sair quando sentiu seu pulso ser agarrado. Olhou para o lado, a cabeça levemente abaixada, com o olhar de desprezo e lábios cujo cantinhos tentavam segurar a angústia. Charlie tinha os olhos escuros brilhosos – lágrimas inquietas que queriam escapar. Sussurrou em súplica:
— Por favor, não me deixe.
A mulher ergueu os olhos para cima, o teto branco, a luz natural, Deus observando-os de cima. Murmurou algo incompreensível, sua voz sibilando em chiado nos ouvidos de Charlie, então o voltou a encarar, com um pesar que contorcia seus olhos entre a dor da separação e o amor enorme que sentia por ela.
— Se eu não te deixar agora Charlie, eu estaria abrindo mão de viver toda a vida que mereço viver. Infelizmente você não entende isso.
Ele apertou o pulso dela, porém ela foi mais forte desenroscando-o e tirando sua mão com um puxão brusco. Charlie voltou estático para a frente, os olhos vazios focando em um ponto qualquer, uma moça posando no bolo intocado que ele comprou para a ocasião. Quando ouviu a porta principal sendo destrancada e aberta, sua vontade foi de levantar e correr até ela, se agachar diante Maria, rezar por ela, fazê-la ficar com ele por toda uma eternidade… O baque da porta se fechando e o silêncio absoluto da casa o trouxe para a realidade.
Sozinho, ele chorou.
…
Dias se passaram.
Semanas dobraram na esquina.
Meses se tornaram meras páginas de um calendário sendo removidas.
O ano terminou e recomeçou como sempre, trazendo esperança e desejos renovados de uma vida melhor. A memória era só mais um punhado estranho de imagens que vez ou outra passavam na sua mente.
Padre Charlie Mayhew estava sentado na sua cadeira, aguardando o coro finalizar o louvor, uma mão apoiada no braço do seu trono, a mão segurando seu queixo, analisando com um olhar preguiçoso as pessoas que compareceram a missa, enquanto a outra mão batia ritmadamente contra a madeira da cadeira. Quando a luz voltou a focar nele, um borrão alaranjado contra seu rosto, Charlie pode observar melhor as pessoas que estavam nas primeiras fileiras de bancos, os olhos casualmente esbarrando em um rosto conhecido que fez falta durante todo aquele tempo. O coração congelou e a respiração se tornou desenfreada, irritante para seus próprios ouvidos. Ela não estava sozinha: ao seu lado um homem esguio, alto, pele bronzeada, cabelos e olhos castanhos claros, vestido com uma camisa social branca, tinha uma mão no colo dela. Charlie engoliu a inveja, se levantando para ir para o púlpito começar a oração.
O resto da missa foi um martírio. Ao menos eles não comungam com ele.
Ao final, enquanto todos se levantaram para sair, Charlie focou seu olhar em Maria que o ignorou, levantando e segurando a mão do homem – alianças douradas reluziram em seus dedos. Foi quando o homem percebeu que aquele garotinho ao lado do homem não era só neto da senhorinha que estava na ponta do banco. Era filho de Maria, branco com os cabelos escuros, o nariz fino e arrebitado, olhos escuros que observavam tudo ao redor. Ele ficou o tempo todo no colo da senhora, mas no final da missa quem o pegou nos braços foi Maria, agradecendo a senhora por tomar conta dele, enquanto o homem ao lado brincava com o menininho.
Sangue de seu sangue, fruto de sua semente. Cuidará daquele filho que carrega sua herança enquanto erguerás da Casa de Deus.
A voz daquele sonho estranho o perturbou, a lembrança cruel o arrebatando. O pecado se tornou carne viva, sangue que escorria dele para um outro, sua alma se tornando duplicada de si mesmo. E então ele se encontrou num despenhadeiro de si mesmo e assim como aquele fatídico dia, sua alma chorou dentro de si.
"Porque Deus tanto amou o mundo que deu o seu Filho Unigênito, para que todo o que nele crer não pereça, mas tenha a vida eterna.” João 3:16
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Ahora todo da igual. Hace mucho las cosas perdieron su significado. Las horas son una inercia interminable en los aposentos de los días del año. El sentir ya no existe, ni la emoción. Incineré los cimientos que alguna vez me ayudaron a construir lo que nuevamente acabó en ruinas.
Camino esta noche por la solitaria carretera que me lleva a todos los caminos. Me encuentro llena de quemaduras, con el pecho abierto y el corazón sangrando en la palma de mi mano. Pernoctaré en este regazo de recuerdos, pequeño hogar de lo que antaño fue la felicidad tocando a mi puerta, la magia bailando un bolero con la nostalgia, la poesía pidiendo un deseo.
Esto también será pasajero.
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Fade Into You [Aemond Targaryen x Wife!Reader]
Sinopse: Você nunca foi uma idiota. O amor era uma fábula bonita que lhe foi contada por uma mãe amorosa e zelosa, noite após noite, na esperança que você dormisse sem pesadelos. O seu príncipe encantado não seria um homem generoso, com um grande coração cheio de amor e promessas, que esclaria a torre mais alta e atravessaria os mares mais revoltos pela graça de ver o seu rosto e a honra de tê-la como esposa. O seu príncipe era um jovem homem de cara franzida, com uma grande cicatriz do lado direito do rosto, longos cabelos prateados e um único olho azul como o oceano que te recriminou desde o primeiro momento.
O que esperar? Era para ser fluffy, mas... Isso é Aemond, certo? Ele não é fofinho, mesmo tendo sentimentos conflitantes por sua esposa. Então isso é basicamente familiar.
Notas: Eu não escrevo fanfics para o tumblr e essa é a minha primeira vez escrevendo algo sobre meu novo hiperfoco, A Casa do Dragão. Eu não tentei passar isso para inglês ainda porque não é um idioma que eu domino (nenhum pouco), mesmo assim, aqui estão meus pensamentos. Foi inspirado um post de @yangstown que realmente roubou o meu sono, em que Aemond está em um casamento arranjado com o leitor e eles não são exatamente a família do comercial de margarina. Eu não o imagino como um marido muito romântico, mas também não imagino que o leitor estaria esperando por isso ;) Talvez haja continuação, ou não. Espero que isso encontre alguém que possa apreciá-lo <3
Se sua alteza real, o príncipe da casa dos drações, uma das mais antigas dinastias da antiga Valiria, exigia, com lágrimas escorrendo pelas bochechas e gritos exaustos, a presença de ambos os pais em seus aposentos, então não havia um só deus ou fera que o impedisse de ter exatamente o que queria. Ainda que deuses e feras não pudessem sentir desprezo maior que aqueles por quem, ironicamente, a criança implorava.
Você nunca foi uma idiota. O amor era uma fábula bonita que lhe foi contada por uma mãe amorosa e zelosa, noite após noite, na esperança que você dormisse sem pesadelos. Seu pai também tentou manter a farsa por quanto tempo pôde, fazendo todas as suas vontades com um sorriso no rosto, porque ele te amava tão fortemente como sol. Você era a primeira filha, o milagre dourado que reinou na casa da sua família quando ninguém imaginou que aquela senhora e aquele lorde poderiam ter herdeiros ─ é claro, você não foi a única, sendo seguida por duas irmãs e dois irmãos mais jovens, mas ainda era a primeira criança.
Mas você sabia muito bem que o casamento não era como nas fábulas. O seu príncipe encantado não seria um homem generoso, com um grande coração cheio de amor e promessas, que esclaria a torre mais alta e atravessaria os mares mais revoltos pela graça de ver o seu rosto e a honra de tê-la como esposa. O seu príncipe era um jovem homem de cara franzida, com uma grande cicatriz do lado direito do rosto, longos cabelos prateados e um único olho azul como o oceano que te recriminou desde o primeiro momento.
Você não deveria ter sido dele, mas a guerra estava crescendo.
Os senhores sabiam que deviam escolher com sabedoria a qual lado se aliar e, mesmo discordando a competencia de Aegon II, seu pai era um velho amigo e confidente de Otto Hightower. Quando um amigo lhe pede uma dama respeitável, uma jovem saudável para criar bons prínipes e lindas princesas, você oferece sua primeira filha, sua jóia mais preciosa, não por vontade, mas por dever. Ficou claro que qualquer homem teria apreciado muito mais aquele presente, já que seu próprio cunhado não te poupou de cada comentário “lisonjeiro” sobre sua beleza, sobre a maciez de seu cabelo, o volume agradável de seus seios, a graciosidade da sua cintura… Era enervante, para dizer o mínimo! E Aemond, seu marido, parecia recolhido em sua própria solidão impenetrável, agindo apenas como era esperado.
Foi um milagre que ele tivesse tocado em você com delicadeza e não com sua aspereza natural na noite em que conceberam seu único filho, o príncipe Aemon — o nome, é claro, não foi escolhido por você, mas sim de uma forma que fosse agradável para ser pronunciado pelos súditos. Tudo era calculadamente pensado e você sabia seguir o roteiro, fazendo seu filho ser amado mesmo quando as revoltas começaram a se instalar, colocando aquele pequeno rosto bochechudo como a maior esperança de um reino próximo. Quando Jaeherys foi assassinado em sua cama, o povo se agarrou a imagem saudável de Aemon como se ele fosse a promessa não dita, um príncipe forte e saudável.
Os animos estavam alterados, é claro. Era como se tudo tivesse sido virado, alterado. Os guardas não descansavam, os sussurros ficaram cada vez mais altos e ninguém era confiável.
Você se mantinha vigilante, é claro, mantendo suas criadas de confiança mais próximas de seu filho do que de você. Elas não eram incorruptíveis, mas te respeitavam, afinal todas sabiam que servir você as livrava do infortúnio de servir Aegon em seus desejos devassos. Seu cunhado era um rei, mas você era a príncesa do povo e haviam limites que ninguém ultrapassaria, um deles era sua autoridade com seus criados.
Naquela noite chuvosa, você sabia que Aemon devia estar assustado. Mesmo sendo uma criança tão jovem, ele não era imune ao clima geral.
Você não esperou entrar no quarto e encontrar Aemond sentado junto com o menino, com o braço protetor ao redor dos ombros pequenininhos.
Ele levantou o olhar em sua direção, tirando a atenção do livro de contos antigos que lia para o menino. Acenou em sua direção, mas não fez mais do que isso. Você fechou a porta, adentrando o ambiente com o máximo de cuidado para não abalar a calma de sua criança, cuja mão pequena agarrava o couro da roupa de Aemond.
— Konīr iksos daor evil bona nyke would daor laehurlion, konīr iksos daor fatigue bona would prevent issa hen fulfilling issa gaomilaksir, disse o cavalheiro — recitou Aemond, enquanto você sentava na poltrona próxima dos dois. — Ao issi issa mērī gaomilaksir se nyke jāhor dōrī forget ziry.
Aemon levantou o olhar na sua direção, abrindo um grande sorriso. Aquele sorriso que você se orgulhava de poder colocar em seu rosto.
— Mamãe! — Ele parecia cansado, com os olhos vermelhos de tanto chorar.
— É muito tarde para você estar acordado, menino. — A criança riu com a repreensão vazia em sua voz, escondendo o rosto no corpo do pai. Ele se parecia muito com Aemond, como todos esperavam que fosse, mas sempre teria o seu sorriso. — Amanhã, você vai estar mau humorado e isso não vai ser desculpa para não ir às suas aulas.
Todos os dias, Aemon tinha aulas para aprender a língua antiga da casa dos Targaryen, para conhecer desde muito jovem os nomes dos seus ancestrais tão bem quanto conhecia o próprio. Era muito para um menino que havia aprendido a falar a pouco tempo, você sabia, mas não importava porque esse era o dever do garoto. Um mero príncipe não serviria bem à sua casa, ele precisava ser sábio, valente e forte, mesmo sendo jovem.
Precisava ser como o homem mais velho, que puxava a orelha pequena do garoto para provocá-lo, causando mais uma onda de risinhos felizes.
O pensamento de Aemon se tornar um espelho de Aemond, um homem tão frio e endurecido pelos próprios deveres, te assustava. A gentileza fria de seu marido não te enganava sobre suas origens, ele não era um homem bom, porque não existem homens bons e vivos na linhagem do trono.
Às vezes isso era tudo o que você pensava, o que aquela criança seria? Qual seria o seu papel em todas as coisas? Logo Aemon seria muito velho para ser um rostinho sorridente a quem os aldeões jogavam flores. Você estremeceu, o movimento não passou despercebido por Aemond, mas ele não disse uma só palavra, bem como costumava fazer com uma naturalidade impressionante.
— Sua mãe tem razão, você tem muito o que fazer amanhã. Precisa dormir.
— Não! — O rostinho pequeno se enrugou, contrariado. — Aemon não vai ‘dumi’.
— Ah, mas não estamos tentando te convencer, menino. Você vai dormir.
Você se aproximou da cama, sentando na outra ponta. Era uma cama muito menor do que sua, em seus aposentos, mas ainda grande o suficiente para que vocês três estivessem acomodados, mesmo que com menos espaço do que você achava necessário pela forma como Aemond olhou para você, a expressão endurecida um pouco surpresa.
Você não se importou. Você, ao contrário dele, estava acostumada a se deitar do lado do seu garoto enquanto o colocava para dormir, se levantando apenas bem depois que ele parecia imperturbável em seus resmungos sonolentos. Ele era o intruso!
— Que tal assim, nós vamos te colocar no ninho? — Os olhos azuis intensos do seu filho encararam os seus com curiosidade. Ele sabia como funcionava aquela “brincadeira”, vocês faziam aquilo toda noite desde que ele começou a ficar teimoso para dormir. Aemond, por outro lado, franziu o cenho para você. — Você quer me ajudar a ensinar seu pai como preparar o ninho?
— Sim! — O menino levantou da cama, pisando nos cobertores com aqueles pequenos pés de dedos pequenos. Ele se lançou sobre o pai como uma fera. — Levanta, papai, tem que ‘fazê’ o ninho.
— O ninho? — perguntou o homem, levantando-se ao comando da criança.
— Ele é um dragão. — Você sorriu sem muito humor na direção do seu marido, sendo apenas sarcastica como sempre. Aemond assentiu, uma exclamação brilhando em sua testa. — Nós fazemos o ninho e colocamos o filhote dentro dele, porque está muito tarde e é hora do filhotinho ficar protegido. Então nós vigiamos o ninho.
— Parece razoável. — Ele falava com você, mas seu olhar estava no menino. — Então, você vai me mostrar como fazer o ninho? Sua mãe fica brava quando eu faço as coisas do jeito errado.
O garotinho riu, balançando a cabeça de forma afirmativa.
Você franziu a testa. Você ficava brava? Todo o seu casamento era pautado em Aemond fazendo uma cara emburrada porque você não entendia quando ele falava o Alto Valiriano, ou quando suas roupas não agradavam Alicent, que sussurrava algo nos ouvidos do seu marido e isso era o suficiente para que ele passasse todo o tempo olhando reto, te ignorando completamente, e depois desaparecia da sua vista. Aemond não gostava quando você ria durante o jantar, normalmente levada por algo que Otto disse a você, tentando te animar um pouco. Aemond se irritava quando Helaena pedia para que você sentasse junto com ela e vocês duas passavam um bom tempo bordando em silêncio, o que era uma rotina confortável entre vocês, mas que vinha ficando em segundo plano desde que o caos entrou em sua casa.
Aemond te repreendia, praticamente enjoado por você ser apenas normal enquanto ele era perfeito.
A única vez que ele parecia realmente junto a você foi na noite em que estiveram juntos, nos seus aposentos, depois da cerimônia e do banquete de casamento. Ele te confortou porque você estava tremendo, com os dedos incapazes de desamarrar as fitas nas laterais do vestido branco com aplicações de esmeralda. Ele te beijou e não parecia se importar com isso, com a forma como você suspirou contra os lábios dele, praticamente rugindo enquanto apertava seu corpo. Ele te confortou antes de entrar em você, tendo a certeza de que você poderia aguentar, que você poderia gostar. E você gostou, tanto que foi frustrante que nunca mais tivesse acontecido. Ele te ignorou completamente depois disso, te olhando uma única vez apenas na tarde ensolarada em que Aemon nasceu, enquanto você gritava maldições sendo amparada por sua cunhada segurando sua mão direita e sua sogra te olhando a uma distancia razoável. Ele só entrou quando o menino havia nascido, tomando-o nos braços como se fosse sua posse, o fruto do sacrifício de ter se deitado com você uma única vez e você o odiou por ter te feito sentir tão insignificante.
Você se dedicou a ser uma boa princesa depois disso, mas não por Aemond, apenas para provar-lhe que não era apenas o útero ofertado a ele. Você era não seria descartável!
— Não sou a única preocupada com a perfeição. — Você tentou parecer indiferente, sorrindo para seu filho, mas estava claro que não era assim. Estava muito claro que Aemond podia ler suas emoções como um cálice vazio. — Vamos mostrar como se faz, querido?
Aemon era paciente, guiando as mãos grandes do homem adulto para amassar os travesseiros do jeito certo, enquanto você fez uma trança com duas mantas no tamanho quase exato do seu filho, colocando-a na cama como um delimitador em todo aquele espaço sobrando. Os cobertores foram colocados aos pés da cama. Tudo estava pronto quando você se afastou, buscando vê-las com cheiro de flores silvestres. A aromaterapia funcionava com seu filho, com o cheiro certo ele podia se transformar em uma fera mansa, agarrado a sua saia com pedidos suaves para receber aconchego.
As velas foram acesas perto da cama, mas com uma distância segura para queimarem sem o risco de causar um incêndio. Você tomou Aemon em seus braços, não se importando em pedir permissão para ter seu menino no colo.
— Você está pronto? — perguntou baixinho ao menino, que assentiu para você. — Muito bem, então eu vou colocar meu filhote de dragão no ninho.
Você colocou o menino na cama, no meio da trança grossa de mantas confortáveis, então trouxe os cobertores para cima dele e o envolveu, apertando as laterais para que ele não chutasse durante a noite.
— Agora você pode fechar os olhos e a mamãe vai cuidar de você.
— Papai também — disse o menino.
Você torceu o nariz, levantando o rosto para o homem de pé do lado da cama. Aemond olhou para você havia algo diferente de sua escuridão taciturna, um brilho solitário que não se parecia com ele, ao mesmo tempo que sim, era exatamente como ele. Silenciosamente, com aquele olhar diligente, ele te pediu permissão.
Aquele era o seu território. Um dragão saberia disso.
Seu coração aqueceu com o reconhecimento, a centelha de algo que parecia com validação.
— Se o papai quiser ficar, entã-
— Quero ficar. — A pressa em sua voz parecia uma emergência. — Por favor.
Era como se ele tivesse se transformado secretamente, assim como fez em seu quarto. Você sentiu tontura, sentando na beirada da cama para não arriscar cair de joelhos. Seus olhos o estudaram e você assentiu devagar, deixando-o se esgueirar para o outro lado da cama também. Aemon, no meio, parecia imensamente feliz.
Ele era feliz, todos sabiam disso. Não era atoa que ele era o único que podia entrar nos aposentos de sua tia, passando horas nos braços da mulher enlutada, e ele havia caído nas graças de Alicent, sua avó, quando nem mesmo seus filhos pareciam tão queridos pela mesma. Mas sua pouca idade não fazia de Aemon totalmente imune a situação de vocês dois, então, vê-los chegarem a harmonia sobre algo, era algo novo. Ele parecia não se aguentar enquanto olhava de um para o outro, sendo envolvido pela atenção de ambos daquela forma.
— Agora você precisa dormir — pediu o homem.
— Mais pertinho!
— Ele é sempre tão exigente? — perguntou Aemond, olhando para você com um meio sorriso. Um meio sorriso?
— O tempo inteiro. Você saberia se viesse aqui quando ele está acordado.
Se percebeu a farpa em sua voz, Aemond desviou como um eximio cavalheiro.
— Você parece territorial quando pode passar o tempo com só com ele. — Deu de ombros. — Normalmente eu te espero sair do quarto e venho vê-lo.
— Você vem?
Ele te olha com um sorriso idiota no rosto, se acomodando perto do seu filho. Vocês dois o fazem, meio alheios aos próprios movimentos quando envolvem a criança o suficiente para que ele se sinta confortável para fechar os olhos e se aconchegar.
— Você parece surpresa.
— Eu estou. — O sorriso dele aumenta e você teria lhe batido, se isso não fosse perturbar a quietude de seu filho. — Você vem vê-lo?
— Todas as noites. Às vezes ele percebe, mesmo dormindo, e às vezes não. — Com o polegar, Aemon afasta uma mecha selvagem de cabelo prateado do rosto do seu menino. — O sono dele é tão pesado quanto o seu. Eu vou embora pouco depois de amanhecer.
— Você passa a noite aqui?
— Está começando a parecer que me acha um pai reprovável, minha esposa?
Não tanto quando um marido reprovável, mas sim.
Você engolhe suas palavras, embora elas fiquem lá, como um expectador oculto. Ele sabe, é claro. Não lhe passou despercebido, nenhuma só vez, o quão você é infeliz desde o dia em que foram unidos em comunhão. Você, uma lady tão sorridente, com olhos de corsa e uma voz tão suave, você que fazia os olhares de todos se virarem em sua direção só de entrar em uma sala, você que era como o melhor vinho e era não muito secretamente cobiçada até mesmo por lordes muito mais velhos, com suas aparências enrugadas e desgastadas, praticamente salivando pelo viço das suas mãos delicadas.
Aemond odiou a atenção ao seu redor. Ele odiou de forma pouco saudável, é claro. Só de estar na sua presença, ele queria cortar a garganta do próprio irmão por não conseguir tirar os olhos de você, que nem mesmo parecia se importar enquanto ria de algo que lhe foi dito.
Aemond sabia que, se lhe fosse dada a escolha, você teria escolhido outro. Qualquer homem jovem, forte e com uma boa aparência. Você não era ingenua, então teria escolhido alguém de boa família, talvez um Stark ou Lannister. Um dos malditos filhos da Rhaenyra poderiam ter sido a sua escolha, se lhe fosse oferecido. Aegon, com todo o seu jeito libertino e conduta imperdoável com as mulheres, teria te divertido a ponto de você se esquecer o quão nojento ele poderia ser. Isso o enjoava, o fato de nunca ser a escolha óbvia, mesmo da mulher que havia tomado como esposa.
— Você tem um jeito estranho de demonstrar seu apreço. — Você parecia estar dentro da cabeça dele, lendo as veias tortas que direcionavam seus pensamentos. — Mas ele ama você. Fico feliz de saber que é reciproco.
— Ele é meu dever.
Você revirou os olhos de forma irritada. Aemond não entendeu, franzindo o rosto.
— Ele é o meu dever. Meu único filho, o meu sangue, tudo o que realmente importa e tudo o que sei que posso perder em um piscar de olhos. Mal posso dormir pensando que eu posso ser o culpado por algo que possa lhe acontecer. — Aemond quase não respirou, cuspindo as sombras em seu coração na sua direção, pouco se importando com sua expressão perturbada. — Ele é a primeira pessoa com quem sei que não posso falhar. E você vem em seguida, porque eu sei que seriam as suas mãos a me fazer sangrar se algo acontecesse ao nosso garoto. Não importa a forma que eu demonstro isso, é a forma como é.
— Eu não quero que algo aconteça com o menino.
— Eu também não. Perco o ar quando penso que poderia ter sido ele, se não tivessem encontrado o quarto vazio.
Você sentiu aquela sensação claustrofobica de lágrimas se aproximando. Aemon estava dormindo agora, tão quieto e imperturbável que parecia um anjo, o som suave da sua respiração era um presente, um acalento quando você queria desabar. Mesmo assim era difícil não sentir o coração se quebrar ao pensar que foi apenas sorte.
Naquela noite em particular, o menino parecia testar sua paciência e não havia como fazê-lo descansar. Você perguntou se ele ficaria quietinho se fosse levado para os seus aposentos e isso o animou. Se você não tivesse levado Aemon consigo para o outro lado da torre, na caminho inverso ao que os assassinos de Jaeherys tomaram, teria sido seu filho a morrer sozinho em um quarto escuro. O pensamento não saiu da sua cabeça, como tudo era uma questão de escolhas cegas naquele jogo de tabuleiro invisível no qual você se movia.
A mão surpreendentemente quente tocou o seu ombro e você olhou para frente, para cima da cabeça de seu filho, fitando aquela testa franzida de preocupação e compreensão. Ele sabia também. Ele se culpava. Ele te agradecia por todas as coisas pequenas que você nunca percebeu que estava fazendo. Você derreteu, aceitando seu toque.
— Não chore, por favor.
— O que nós vamos fazer? — Você perguntou com um sussurro quase inaudível.
— Vamos protegê-lo.
— E se não for o suficiente?
— Eu te dou a minha vida como promessa. — Ele não tremeu ou hesitou em suas palavras. — O meu sangue e a minha carne pela de vocês.
Você acreditou em suas palavras, não por amor, mas porque era tudo o que poderia fazer, porque não podia duvidar do quanto ele amava aquela criança ou o quanto sentia gratidão por você tê-la dado a ele. Aemond envolveu o braço por cima do corpo sonolento de sua criança, tocando a sua cintura, te trazendo para perto, estreitando o ninho de dragão que vocês criaram.
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