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El poeta cumple 75 años y anuncia la próxima aparición del IV ‘Tratado de armonía’
Antonio Colinas: “Vivimos en un tiempo sin maestros y con ausencia de valores”.
Leonés de La Bañeza, con raíces zamoranas y afincado en Salamanca. El poeta (verdadero), ensayista (hondo) y traductor (culto) Antonio Colinas cumple hoy, 30 de enero, 75 años. Una trayectoria intelectual sustentada en el cuidadoso y brillante laboreo del lenguaje y la reflexión. Y una trayectoria vital construida sobre la independencia. Es un intelectual sereno, que habla desde la sencillez. Ama a los clásicos, que son intemporales, y a la naturaleza. Es viajero, y escucha el murmullo de las cosas y su musicalidad. Nos da la palabra limpia, bella, intensa, trascendente. Iluminadora.
¿Celebrará su 75 cumpleaños de alguna manera especial? ¿Acaso con el anuncio de algún nuevo libro?
Sí, hay un nuevo libro en el horizonte. Será mi cuarto ‘Tratado de Armonía’. Tengo, como sabes, unos Tratados que son libros de aforismos, de pensamientos. Y estoy trabajando en el cuarto, que tal vez ofreceré junto a los otros. Es decir, reunir los cuatro Tratados en un solo volumen. Es una primicia que te adelanto.
¿Hay maneras, o previsiones, de afrontar la vejez que algún día llegará?
Ahora parece que estos baremos de madurez, vejez, están cambiando, están prolongándose. Yo prefiero hablar de madurez. Es un tiempo de madurez. Yo firmaría por seguir en él. Y espero que mis maestros y mis amigos los filósofos me ayuden a afrontar esa tarea, sobre todo la escritura. He sido un escritor de vocación y profesión y todavía hoy la escritura me ayuda y me salva.
¿Cómo fue el avecindarse en Salamanca?
Yo no he ido donde he querido, sino donde la vida me ha llevado. He vivido 4 años en Italia, 21 en Ibiza y por razones familiares, estrictamente por razones familiares, dimos el salto a Salamanca. Porque aquí, en la Universidad, estaba estudiando mi hija. También tenía que venir mi hijo, y mis padres se hallaban enfermos. Era una situación muy compleja. Estas son las razones de fondo por las que hemos venido.
El tono reflexivo no ha quitado emoción a su poesía (con una simbología donde están la noche y la luz). ¿Esa es una de las principales características y virtudes de su lírica?
En mi poesía, sobre todo en mi última etapa –y en mi obra en general–, hay una gran base de pensamiento. He trabajado con conceptos como el de la dualidad, con el tema de la respiración, con la idea de armonía (que es lo que viene después de las dificultades y las pruebas). Hay una base de reflexión, normalmente en el medio de la naturaleza. Estos hallazgos, o temas, atañen más al pensamiento que a lo estrictamente lírico.
“A contra corriente”, aunque sin meter ruido. Así ha ido el poeta A. C. en la vida intelectual. ¿Se puede ir de esa manera, desarmado, por la cainita vida española?
La verdad: es difícil. El estado ideal del intelectual es la independencia, pero si puedes resistir ese estado. Yo he apostado por la independencia radical y ha sido una prueba muy difícil. El poeta consciente de serlo, no el rimador o el lírico circunstancial, siempre va contra corriente. El lenguaje poético aparece cuando no sirven los otros lenguajes. Entonces, en ese momento de la soledad de la noche, tomamos un libro de poemas, lo abrimos por cualquier página, y ahí encontramos un mundo que no encontramos fuera.
Si eres independiente, ya se sabe: lo pagarás caro. Suele suceder. ¿Todavía funciona lo de la “capillita”, el club, el grupo cerrado o excluyente?
Vivimos en unos tiempos en los que, desgraciadamente, es así. Se ha radicalizado esa tendencia de que todo funciona por grupos de poder, por grupos sectarios, por un radicalismo –sobre todo en política– extremado. La situación del intelectual es más compleja. A veces no le basta con sus libros, no dispone de medios de difusión. Es mal entendida la labor del poeta. Siempre ha sido a contracorriente. Afortunadamente, hoy ha mejorado mucho la situación. Pensemos que poetas como San Juan de la Cruz o Góngora no vieron publicados sus poemas en vida. En ese sentido, sí hemos progresado. Pero siempre es labor a contracorriente. Y tiene que ser así.
¿La sensibilidad, que enriquece la vida interior, da más de un disgusto?
Pue sí, yo se lo comento a veces a mis hijos. La sensibilidad es un don, algo positivo, pero la sensibilidad excesiva puede ser negativa o dañina, porque vas a contracorriente de las mayorías, porque trabajas con la gran soledad... El trabajo de la sensibilidad es una característica de la poesía. Por eso se dirige siempre a lo que Juan Ramón reconocía como “la inmensa minoría”. Y siempre sabiendo que su misión es seria y especial.
Muchos nos preguntamos por qué Antonio Colinas no está en la RAE.
Bueno, qué pregunta… No es un tema de mi competencia. Yo solo le diré que siento una gran y profunda admiración hacia ella. Sobre todo, porque grandes académicos fueron grandes amigos míos, comenzando por mi maestro Aleixandre. La mayoría se han ido (Delibes, García Yebra…). No tengo respuesta para esa pregunta, porque no depende de mí. Mi misión es escribir y ser el que soy. He tenido otros reconocimientos que me satisfacen. El último, el Premio Dante Alighieri, que se me entregó en el Senado de Roma. Lo importante es trabajar, lo importante es la obra hecha. Luego hay un reconocimiento que viene por parte de los demás, y que depende de los demás.
¿Hoy se ignora, o se margina, más que nunca a los verdaderos maestros? ¿También se ignora o se margina por la edad, no por la capacidad?
Observo que vivimos en un tiempo sin maestros. Se lee menos a los clásicos. O no se leen. El campo de las lecturas está muy sometido a las lecturas anglosajonas. Para nuestra generación, fue más importante la cultura francesa. En mi caso, la italiana. O también las de Extremo Oriente.
¿Cambia la función del poeta, o resulta más necesaria, en épocas de crisis económica y moral?
Yo creo que en momentos como estos la función del poeta tiene su razón de ser. Cuando fallan todos los lenguajes, aparece la poesía. También en este tiempo de retiro, de reconocimiento. Espero que esta situación de la pandemia sirva también para que los seres humanos, pues el tema es global, recapaciten, se humanicen. Vivimos una deshumanización, una ausencia de valores. Hay que revisar los conceptos de nuevo: ¿qué es la vida, qué es la palabra, qué es el arte, qué es la política? Ahora nos invaden conceptos como el de post-verdad, que no es otra cosa que el sinónimo de mentira. Sobre todo, esta filosofía del “todo vale”. Estamos sumergidos en ella, que no tiene nada que ver con la libertad.
Usted decía, en la antología “Nuestra poesía en el tiempo” (2009), como autor de la selección y del prólogo, que se ofrece “a los lectores prosa cortada cuidadosamente en trozos”. Parece que no hemos mejorado mucho en los últimos tiempos.
Hay tantas poéticas como poetas. Cada uno tiene su voz y no se puede generalizar. Pero ha habido unos años en los que se ha escrito una poesía plana, que tendía a lo prosaico. Es lo que José María Valverde reconoció como poesía desvitaminada. A veces se quiere engañar al lector. Se cree que poniendo unas palabras o unas frases debajo de otras ya está haciendo un poema, cuando éste responde a razones más profundas. Responde, sobre todo, a un ritmo. Al poema le puedes quitar la métrica, la rima, las metáforas, las alegorías, pero no le puedes quitar el ritmo. Sin ritmo, sin música, sin ese sentido órfico, simplemente es prosa cortada a trozos.
¿Qué opina de las llamadas “políticas de inmersión lingüística”, que arrinconan a la lengua común?
Que no tienen sentido. Yo lo empecé a entrever durante mis años de estancia en Baleares. Ahora esta situación se ha radicalizado allí. Todas las lenguas nos sirven para entendernos, y son un gran gesto de libertad. Nuestra palabra, nuestro lenguaje es la libertad entre los labios. Todas las lenguas son respetables, pero nunca se pueden imponer.
¿Qué sensación, anímica o espiritual, le ha producido la visión tan descarnada de la muerte, ocasionada por la pandemia? ¿Preguntas, silencio doloroso, rabia?
Rabia por confusión. Más allá de la muerte, y de las personas que han muerto o han quedado con secuelas, es sorprendente la confusión en la que vivimos: no vemos las cosas claras, hay mucha desinformación. En esta última etapa vivimos como más confusos, también cansados… Más allá de la muerte, yo me quedaría con la palabra caos. Esta es una “película” que no sabemos cómo va a terminar, por decirlo con humor.
¿Le produce tristeza o inquietud la actual situación de España?
No solo estamos viviendo la crisis de la pandemia. Vivimos una crisis económica que, probablemente, se va a ahondar mucho más en los meses o en los años que vienen. Y, como consecuencia, una crisis política. El nuestro es un país que no renuncia a los extremos, a los enfrentamientos. Se ejerce la política de una manera muy visceral. Hay que aceptar las reglas comunes, hay que hacer política por encima, sobre todo, de eso de las pasiones y las antiguallas, como son las actitudes decimonónicas anticlericales… Nos falta todavía civismo.
Parece que éste es un tiempo escaso en valores. ¿Hay mucha cobardía moral en la sociedad de estos días?
Es cierto que estamos escasos en valores. Por tanto, habrá que refundarlo todo o mirar hacia el pasado y aprender. En estos días del encierro, he vuelto a releer a los clásicos, a los grecolatinos, y sorprende que en ellos encontramos verdades y valores que hemos perdido. Estamos en un cambio de paradigma, de vida, y esperemos que sea para bien, que renazcamos de esta situación.
¿Y puede suceder porque existe una cultura que se desmorona?
Porque se ha renunciado a la verdadera cultura. En esta especie de situación de desmoronamiento influyen, seguramente, muchas causas. Una de ellas es esa ausencia de valores. Cuando no hay unos principios o unas ideas básicas para todos, la sociedad se empieza a resquebrajar.
Antonio Colinas tiene sus raíces en el medio rural. ¿Le inquieta, o le duele, la despoblación de Castilla y León?
Yo prefiero hablar de naturaleza. Y estoy con Miguel Torga, quien decía que en lo más local se puede ver lo más universal. Somos una España con muchas carencias en el medio rural y, a la vez, somos una Comunidad con raíces muy profundas. Por tanto, hay que devolver al campo lo que al campo se le ha quitado durante muchos años.
¿Es el momento de releer las “Coplas” de Jorge Manrique?
Yo creo que sí. La poesía trabaja siempre, a lo largo de la tradición, con los temas graves: el amor, la naturaleza, el tiempo, la muerte. La situación que hemos vivido, y estamos viviendo, nos lleva a una reflexión sobre estos asuntos profundos, que a veces asaltan a los humanos y que tenemos que abordar como podamos.
¿El humanismo saldrá fortalecido de la pandemia?
Lo que estamos viendo desde esta situación de espera, de silencio, de encierro… Tenemos que volver a la mirada interior, y esa mirada interior lo hace a uno mismo mayor.
Si el futuro está en la educación, ¿España no tiene futuro?
La educación es algo muy serio. A veces, como no se sabe, se piensa que es algo que se da en los años universitarios. Pero yo creo que, en esencia, la educación parte de la infancia y de la adolescencia. Por eso es fundamental seguir alentando y protegiendo la primaria y la secundaria. Ahí están las raíces mejores de la educación.
Además de la mentira, ¿qué otros elementos reemplazan, hoy, a la verdad?
Muchos. El exceso de imágenes que nos sacan de nosotros mismos, la falta de valores o la visión materialista –y consumista– de la vida. Serían muchas las luces que nos deslumbran.
Paula Hernández Alejandro.
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“..., cogió con las manos aquel pobre trozo de madera y empezó a golpearlo sin piedad contra las paredes de la habitación.” Las aventuras de Pinocho. Carlo Collodi. Traduce Antonio Colinas. Ilustra Manuel Alcorlo. @reinodecordelia #pinocho #carlocollodi #manuelalcorlo #antoniocolinas . . . #libros #books #book #bookaddict #bookstagram #bookworm #bookphotography #bookcover #picoftheday #instapics #instabook #instagramers #igreads #instadaily #planetaeris https://www.instagram.com/p/Bvdp00PniNq/?utm_source=ig_tumblr_share&igshid=nfratih15nxt
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