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Magnani aperta
Iba a llamar a esta crónica ‘Dos mujeres’, en alusión a Anna Magnani y Arantxa de Juan, esa otra loba de la escena capaz de provocar en su piso de Madrid un terremoto interpretativo a la altura de la diva romana. Pero el título remite claramente al papel que una joven Sofía Loren le arrebató a la consagrada Anna, y presiento que a esta última no le hubiera hecho ninguna gracia, cuando el sarcasmo no está a la altura, mejor no hacerlo.
Magnani aperta es un monólogo de dos horas al que la actriz, y ahora también guionista y directora, Arantxa de Juan ha dedicado casi tres años de estudio y redacción y al que presta su propia casa, para mostrarnos los últimos días de la diva italiana. La acción comienza en el dormitorio de una moribunda Magnani, en su piso romano sitiado por paparazis. Tras un amargo despertar acompañamos a la protagonista de Roma, città aperta hasta el salón, y compartimos con ella el repaso a una vida de gloria y soledad, esperando a un hijo que nunca llega, y aceptando finalmente el brazo de su amigo Roberto, el mismo al que años atrás arrojó un plato de espagueti a la cabeza, que acude para dirigirla por última vez en su paseo hacia la muerte. En el ínterin la vemos cantar contra Musollini, gritar a los buitres que aguardan su final desde la calle, trepar a una mesa como una fiera en celo engañada por su amante, ser vanidosa y cercana, diosa y maternal, Magnani frente a Nannarella, con esa versatilidad de la mujer italiana para entregarse con igual talento a la pasión amorosa y a la devoción familiar. Magnani / De Juan llora su tristeza de niña abandonada, celebra su Óscar arrebatado a la mismísima Katherine Hepburn, despotrica contra el ‘iceberg sueco’ que le robó a Rossellini… y a cada uno de sus movimientos cansados nos inunda con la rotunda sensualidad de una mujer madura.
Tras la obra, la actriz y guionista nos ofrece un coloquio, y alguna anécdota que no pudo intercalar en el monólogo, como que Rossellini se negó a que un maquillador profesional arreglara el cadáver de su amiga y fue él mismo el que la pintó y cubrió sus canas con rímel negro para que, en su despedida, la romana estuviera a la altura de su leyenda. Nos hace partícipes de las dificultades de montar la pieza y de cómo su interés por la diva fue convirtiéndose en obsesión y acabó ‘imbuyéndose’ de la Magnani, guerreando, como hubiera hecho ella, para encarnarla. El espectador observa el programa de la obra, a un lado Arantxa, al otro Anna. Y ya no percibe la diferencia.
La obra volverá a representarse en Madrid, calle Desengaño, en septiembre de 2019.
www.magnaniaperta.com
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