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#allende la señora lucía y yo
juanguillermotejeda · 2 years
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epílogo de la 2ª edición que nunca se hizo de ‘Allende, la señora Lucía y yo”
en la segunda edición (que no se publicó) de Allende, la señora Lucía y yo, fue Tal Pinto el consigliere que la recomendó efusivamente, aunque de la editorial Tajamar no logré el entusiasmo necesario para cristalizar, estuvimos cerca. Mi interés era contradictorio porque me parecía un libro ya hecho, y al mismo tiempo faltaba un capítulo que no había podido colocar y que en la nueva edición sí iba a estar, al final no pasó nada. Tenía preparado además un epílogo, de una sola página, que es el que aparece aquí. Os amo.
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archivosnarrativos · 7 years
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Lo Que Está Ya Muerto…
(Advertencia: Este texto posee mucho paréntesis. Comenzado con este ¡Dah!)
Se debe estar preguntando, cómo es posible que una vieja que causado tantos problemas en un país, puede seguir con vida y disfrutando de algo que no merece. Bueno no tengo la respuesta a eso, porque usted se debe estar pasando por su cabeza otra cosa, lo cual  es lo siguiente: ¿De qué persona se está refiriendo esta mierda de texto? Esto resulta ser una valida consulta. Precisando dar una respuesta igual de legitima y  es: A una anciana que está punto caer al patio de lo callados (va a morir, en un español compresible)  y se llama Lucía Hiriart, quien fue la esposa del fallecido dictador chileno Augusto Pinochet. Dicho esto, me queda  explicar algo más, antes de seguir con lo que creo sera una entretenida historia (clasificado PG-13), ya que ambos somos personas perfectamente maduras. Excepto por algunos gustillos, los cuales son lo más normal del mundo y no te juzgaré. Así que, no tengas julepe (miedo o temor, en un español compresible de nuevo). Verá, como ya he explicado de quién estoy hablando en este escrito, yo  (según una creencia ferviente y acusadora hacia usted) no esperá que detalle diecisiete años de régimen militar para entender cómo gobernaban Lucía y Augusto para odiarlos. Después de todo la “dama” era el cerebro de  la dictadura y su marido… Bueno digamos que mola bien (gustaba mucho, en un... no tengo que reiterarlo otra vez) con su capa y sus dichos para cierta población. Además no voy hablar tampoco de los eventos que ocurrieron durante esa mancha en los anales de historia chilena, como la intervención de la CIA y Estados Unidos (ellos no son América), la paranoia de algunos empresarios y “patrones de fundo”, la muy mala suerte de Allende (a quien Pinochet derrocó para instaurar su “estilo” de gobierno) y como algunos se tomaron muy en serio la frase “lo del pueblo para el pueblo”. Así que sin más, procedemos con toda esta cosa, pinche cabrón (dos veces  malo, según mi búsqueda de pocos clicks en google).
Como espero que se debe estar imaginado, al menos creo que tiene algo de imaginación (¡Dah!), la “doña” Lucía Hiriart lleva casi noventa y cinto años de vida y contando. A pesar de que no puede tocar el dinero robado a Chile (guardado en una cuenta en el extranjero para variar), la anulación de la pensión de su difunto esposo y los estragos  de su mala salud por la edad, los cuales algunos les encantaría pensar que es un castigo divino (no de todos, ya que hay un porcentaje de “buenos cristianos” que estuvieron a favor de la dictadura) o del karma (no tengo que explicar que clase de personas creen en eso). De cualquier forma, es un gran interrogante para el mundo social y científico de que una señora de su edad, que parecía tan cordial en televisión como para dar tus joyas y cosas de valor para ayudarla a salvar el país, pueda mantenerse aún en este plano de la existencia. Es uno de los grandes misterios de nuestra generación. Pero no de los millennials. Ellos están interesados por ser reconocidos como únicos y especiales, a través de complejos cánticos y rituales que se traducen en lloriqueos incesantes ante la autoridad… En fin, ya habrá tiempo para burlase de ellos. Lo que debe recordar, mi estimado lector, es que el estado “inmortal” de esta vieja arpía es un verdadero enigma como: ¿Qué fue primero, el insulto de la joven o la actitud agresiva del paco  (carabinero o policía para usted entienda) frente a ella, que salen en esa famosa foto sacada en Chile durante una protesta el 11 de septiembre del 2016 y que supuestamente recorrió el mundo?  Y más aún, entender el porqué (sin termina golpeándose cien veces consecutivamente la cabeza contra una muralla) quedo en libertad el hijo de un político chileno, quien en estado de ebriedad atropello a una persona y salieron pagando más sus amigos que lo acompañaban (si no me falla la memoria y procesador que tengo por cerebro). Pero ya me puse latero (aburrido en chileno) con tanta ambigüedad y sin propósito, que a usted lo confunde un poco y le hace querer regresar a ver esa escena de su película porno favorita. Así que, vamos al asunto de todo esto.
Lo que pasa es lo siguiente, cuando  Pinochet se fue a parar al patio de los callados (muerto ¡Dah!), algunos intelectuales de izquierda y de centro-izquierda se dieron cuenta de un verdad trascendental. Este viejo era un simple  títere controlado por su querida Lucía. Ella resultaba ser (además de una psicópata nivel 20) un vampiro psíquico (nivel “dios quién sabe”). Esto según observaciones empíricas y mediciones por escuadra plástica.  Esta clase de “entidad”; como el engreído  o la chora (agresiva en termino chilenos), quienes creen tener  siempre la razón,  son un verdadero dolor en el costado del hígado de cualquier persona sana y con medio tornillo suelto. Pero la vieja lo llevaba a un nivel casi del terror cósmico. La Lucía no sólo absorbió la energía vital del ex-dictador y (por una extraña razón) ex-senador vitalicio, también le dreno toda su voluntad y consumió por completo su alma. Dejando un cuerpo con simples comandos biológicos y recuerdos que se desvanecían. Pinochet no había muerto ese 10 de diciembre del 2006. Dejando la interrogante en que momento había dejado el mundo terrenal para terminar en el sistema áurico-digestivo de su querida esposa. Un precedente nunca antes vistos por ojos humanos y gatunos. Más aún, había dejado un mal sabor de boca a otras entidades, como el diablo. Este al enterarse del hallazgo por uno de sus internos, ya que como deben saber, el infierno tiene una burocracia eficiente y efectiva en sus emisión de informes y demás transacciones. Esto debido a que toda entidad infernal, hace bien su pega (trabajo ¡Dah!). Porque sino… Bueno digamos que la muerte será una pequeña parte de sus problemas. En fin, la cosa es que el diablo, cachuó o el cola de flecha (como prefiera llamarle) se preocupó por los futuros estragos sociales y económicos que causaría si Lucía a llegar a morir y como era obvio, terminará en sus dominios. Se especulaba que habría una baja que corresponde a la raíz de -1 por ciento de los activos e inmuebles de almas corrupta. El equivalente a tener un micro-agujero negro en el living de cualquier departamento o media agua (casa prefabricadas). Esto daría como resultado la extinción de la raza de los demonios, quienes no lograrían imaginar su mundo sin consumir almas. No porque sean nutritivas y bajas en grasas trans. Más bien por la razón de que da un sabor especial a las comidas, como haría la pimienta o el ajo. Así que, don satanás (para los amigos de confianza)  había hecho el papeleo necesario para que cuando Lucia al estirar la pata (no tengo que definirlo) fuera al cielo de inmediato. Sin pasar el purgatorio. El aduna restrictivo de la tradición judío-cristiana. Sin embargo, había un problema del tamaño de un sistema solar.
Dios junto a su banda de ángeles, no querían a una viaja fascista y psicopatía entrará en sus filas, ya que estos son muy hippies y con actitudes buena onda (agradables). Más aún, teniendo presente que ella podría absorber toda alma buena y no cristiana. Un recurso muy importante para la maquinaría de guerra celestial para los tiempos caóticos, que se aproximaban a unos cuantos kilómetros temporales. Así que crearon una barrera de flores de bach para que la vieja no entrará. A pesar de que ella misma creía, muy humildemente,  que merecía estar al lado izquierdo de diosito.  Así fue,  que en el 2016, justo en la fecha en que estaba programada su partida al otro mundo,  se produjo un loop (bucle o circulo cerrado en gringoles) entre el cielo y el infierno del alma de Lucía, donde su cuerpo se convertía en la estación del metro al cual tenía hacer trasbordo de una linea a otra. En un tiempo de travesía casi imperceptible en el mundo terrenal.  Dando la impresión de que  la vieja se convirtió en un “inmortal”. Aunque técnicamente ella debía ser una muerta viviente (aquí no intentamos no ser inclusivos con el género). Por la simple razón, de que su cuerpo no está incluido en plan de viaje entre los diferentes planos de la realidad. Deteriorándose lentamente por cada recorrido que realizaba la maligna señora. Por eso encomendaos a su creador. Esperemos que esto no sea el avenimiento de un apocalipsis zombie, que los más ñoños (nerd) cree que podrán sobrevivir a eso. Por los muchos años de entrenamiento en videojuegos y  el cocimiento acumulado por lectura de cómics sobre muertos vivientes. Pero eso seria otra cosa más que contar.  Sin importar  tu consentimiento (no te asustes, aún).
                                        – Por Tue-Tue (Alias G.F.)
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juanguillermotejeda · 2 years
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Instrucciones para leer Allende, la señora Lucía y yo*
Rafael Otano
Mi amigo Guillermo Tejeda siempre ha tenido el arte de encontrarse oportunamente en el lugar equivocado. En efecto, repasando las páginas de sus catárticas memorias, surgen algunas inevitables preguntas sobre la radical y oportunísima desubicación de su autor.
¿Porque qué hacía Tejeda, un pequeño burgués, como él mismo confiesa, en aquel equipo de la revista Ramona que pastoreaba a los jóvenes de los años setenta hacia las sevicias de la hoz y el martillo? ¿Qué maquinaba este pálido alumno del Liceo Alemán compartiendo disciplinadamente en Roma su vida con tres militantes ultraizquierdistas de Lotta Continua? ¿Qué pretendía nuestro protagonista en Praga, requerido por un severo Ernesto Ottone, poniendo sus notables talentos artísticos al servicio de las sombrías células del PC chileno en el exilio? ¿Qué rumiaba y fantaseaba en aquellas sufridas reuniones políticas centroeuropeas en que aparecían a veces dirigentes enfundados en uniformes verde oliva?
Yo sostengo una teoría afortunadamente indemostrable. Tejeda es un infiltrado. Un infiltrado involuntario, pienso yo. Él ha vivido fronterizamente gran parte de su biografía y desde esa ventajosa posición limítrofe se ha adaptado a los más insólitos papeles. Así, nos ha podido regalar unas memorias que en realidad son una historia absolutamente atípica y filibustera del último medio siglo de Chile. Ese Tejeda burlón, nostálgico y lateral, siempre a punto de la pequeña insolencia, nos suministra con su libro más materia viva de país que muchos académicos mamotretos.
El texto de Allende, la señora Lucía y yo opera como una anacrónica arca de Noé en que Tejeda introduce copiosamente anécdotas, nombres, lugares, algún réquiem, mucho humor y cierta melancolía. Intenta que el diluvio de la amnesia (ese gran negocio de la vida chilena actual) no acabe con todos esos complejos y esenciales recuerdos.
Esta arca miscelánea de la memoria le ha funcionado muy bien. A Tejeda, como al viejo Noé, le ha costado varios años construir su nave salvavidas. Ha aguantado las tormentas, ha esperado a que el cielo escampase, ha soltado la ritual paloma y luego ha salido de su portátil refugio con todas las palabras a punto. Está algo canoso, pero su mirada se ha curtido en la inocencia y su corazón ha desprogramado rigurosamente rencores, vanidades fáciles, falsos currículum y otros dispositivos de infelicidad manifiesta.
Así tenemos salvado de las aguas este memorial todoterreno. La maceración del tiempo dedicado a su escritura no sólo lo ha ungido con la gracia de la amenidad, sino también con el acierto de la sabiduría. Este libro-objeto se puede leer de corrido, como El Conde de Montecristo o Adiós al Séptimo de Línea; abrirlo al azar, como Las mil y una noches o Camino de San Escrivá. Se le puede pedir consejo, como al I Ching o al Kempis. Se puede ejercer sobre él la lectio lacrymabilis o la lectio risibilis. Y, aunque las páginas de Allende, la señora Lucía y yo no son un mal hombro para llorar, yo recomiendo la lectura propensa a la sonrisa, a la risa e incluso al estallido traidor de la carcajada.
La autobiografía de Tejeda muestra que el ser humano es un estar ahí azaroso y un poco inexplicable, pero que, al fin, siempre encuentra algún acomodo. Con razón Tejeda tuvo alguna vez en su cabeza como título del libro Los buenos siempre ganan. Este optimismo filosófico lo expresa en uno de sus momentos de desconcierto: “Yo siempre he creído que cada cual, haga lo que haga o comience por donde comience, termina ocupando el sitio que mejor le calza, porque de ese modo opera la naturaleza, así actúa el azar, todo está en permanente movimiento y cada cosa del cosmos no se detiene hasta que no encuentra su mejor sitio”.
Pero el optimismo de Tejeda no es ciego ante la maldad y ante los malos. No elude la denuncia de la perversidad y de la barbarie, pero lo sabe hacer elegantemente desde la ironía: “Fantástico el almirante Merino, con tanto sentido del humor: tallero con los derrotados, gracioso con los humillados, chistoso con los aterrorizados, jovial con los desesperados”.
Pero el sentido último de su discurso biográfico lo encuentro en su reivindicación del viejo republicanismo, de la plaza pública en que unos a otros nos miramos a la misma altura de los ojos. Tejeda se siente heredero de una historia chilena digna y honda, que no puede ser vendida por un plato de lentejas. Hay en el libro un párrafo medular y estremecedor que sirve, en su dolor y en su rebeldía, como denuncia de una traición ubicua y anónima que él no puede aceptar: “Quitamos, junto con las barbas de Marx, todas las barbas posibles, ya no queríamos ver ni un solo pelo, eliminamos el olor a sindicato, nos deshicimos de los amigos demasiado cercanos al régimen derrotado, otorgándoles cierto grado de humana comprensión en su desgracia, tomamos distancia respecto de las utópicas ideas de igualdad y de libertad y para qué hablar de la asquerosa y sospechosa fraternidad, ideas que en último término se habían revelado como bastante complicadas. Regalamos nuestra tierra natal: adelante, pasen, quédense con ella, aquí está la casa de mis padres, ésta es la tumba de mis abuelos”.
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*Texto de la presentación de este libro, publicado el año 2002.
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