#ahorita si no te dejo sin respuesta amiga mía
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le dió un último apretón antes de separarse de él con cuidado. — así es, los mejores amigos de la vida — le chocó el puño con cuidado para no lastimarlo. — descuida, estoy más que acostumbrado a hacer ese tipo de cosas de cargar — se ríe — ya la tuve — se levanta el borde de la camisa para mostrar una cicatriz en su vientre. — la verdad es que me dolió mucho y también a hanna porqué a pesar de que hicimos todo no pudimos salvarle — le dijo con expresión triste — pero ahora está mejor y creo que hicimos que tuviera una gran vida con nosotros — afirmó — ¿vas a ser escritor o profesor? — le parecía interesante. — la verdad es que ni sé — sacó una hoja de sus pantalones. — filosofía y letras — se encogió de hombros. — a mi no me dejan tener computadoras — se queja. — imaginate como soy de chistoso con algo de alcohol — se ríe. @3p1n
No muy acostumbrado al tacto pero a la vez le gustan loa abrazos, así que se lo devolvió con mucha fuerza "Esto nos hace amigos ¿verdad?" en un mundo ideal pensó que eso pasaría con Hanna pero en vez de eso terminó golpeado "No te preocupes, te creo. Y te creí a la primera, sólo no quiero ser mal educado y dejarte con toda la carga" no se imaginaba cargando tantas latas "Debes cuidar de que no te salga hernia" pronto su expresión se volvió a una de tristeza total al escuchar el desenlace "Lo lamento mucho. Apuesto a que fue muy feliz y nadie más que él estuvo agradecido por tu esfuerzo" esas historias lo ponían sensible pero le hizo ver otro lado de Markito "Porque una la uso para escribir y editar, la otra es de uso personal" imaginaba a la novia de Lana con tantas laptop "Literatura, ¿y tú?" se rió negando "Así ya eres chistoso." // @markomarkitomarkititito
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NO ME DA LA GANA SER FELIZ
LA HORA AZUL
Nací en Francia en 1987. A la edad de 9 años, por alguna razón que desconozco, mis padres decidieron mudarse a México y establecerse en la capital. Al pasar los años mi paladar adquirió un gusto especial por los chiles en nogada y la cerveza clara, por la marihuana mexicana y el tocino. Aprendí a odiar las horas en el tráfico y a calmar mi estrés acariciando gatos. Inhalar cocaína y el olor de la papaya son cosas que me desagradan. Tampoco me gusta la toronja ni el cigarro; las cosquillas me hacen vomitar. Llevo los últimos 10 años de mi vida cambiando de domicilio, pero por alguna razón, decidí vivir en el desierto, al norte de México. Llegué por casualidad, a una ciudad llamada Mexicali. Decidí vivir acá, donde no hay nada, llevo años que no quiero nada.
-No va por ahí- le expreso molesta mi sentimiento a la pared de mi departamento, llevamos ya varias horas discutiendo. Desde hace días me siento sola. Mi cuerpo desnudo se enfría postrado en el suelo gris de mi hogar, el clima desértico de Octubre llega a mis poros a través de las paredes heladas del departamento. -¡Hoy es noche de La Hora Azul!- la frase raspa el interior de mi garganta recordándome la vida de ahí afuera, desatando un instante de alegría que despierta mi cuerpo. Impaciente, corro a ponerme mis bragas, me pongo mi camiseta de tirantes favorita, dejando los pezones libres, delineo mis enormes ojos y pienso -Un par de cervezas me ayudarán a aguantar unas horas más-.
Al llegar, fumo la hierba que me queda de mi última visita al dispensario. Volteo a la entrada y saludo al señor Reyes, el dueño del lugar. Las ofertas de la noche se anuncian desde cartulinas naranjas y verdes fosforescentes pegadas en las paredes del bar, la rocola con sus luces de colores ilumina el fondo del recinto, un par de parejas adornan unas cuantas mesas, y yo, entro buscando alguna mesa en la orilla. La oscuridad desaparece gracias a unas bombillas azules que venden en la ferretería de la esquina; siempre me ha gustado la luz azul del bar. Desde mi mesa observo a la mesera, es linda, su voz logra vencer los decibeles de la música cubriendo cada rincón de esta pequeña cantina. Se acerca y me sirve la cerveza con una sonrisa, sus hermosos dientes me hacen extrañamente feliz. Bebo hasta terminar mi primer vaso. Mientras sacio mi sed, los primeros conocidos llegan. -¿Esperas a alguien?- me preguntan, -Sí, sí, a un amigo- contesto intuitivamente. Es claro que no espero a nadie, hace semanas que no salgo de casa, en los últimos meses paso mis días hablando sola en voz alta por los pasillos de mi casa, para escucharme, para no olvidarme, para darme cariño. –Ahorita llega- insisto.
El bar se llenó, sigo sola en la mesa saludando desde lejos las caras que me resultan familiares. Pido otra cerveza; –Soy una borracha-, me digo en voz baja. Estoy ahí, entre las pláticas de la vida, del trabajo, del amor, con esas caras que alguna vez conocí. Mi mente brinca de conversación en conversación y de historia en historia, sintiendo un vacío en la existencia. Me obligo a sonreír constantemente esperando que ninguna de las palabras que me dirigen ameriten alguna respuesta. Los amigos saben que nunca recuerdo nada de lo que me dicen pero aún así, no olvidan invitarme a bailar. Desde la pista de baile noto que mi ex pareja entra por la puerta de fumadores; minutos después nos besamos. En la mesa de la orilla, la que escogí sabiamente al llegar, mi ex pareja frota su nariz contra la mía, siento su respiración, sus labios. Abro los ojos e imagino la poca felicidad que sentirá su novia al saber que su pareja mete sus dedos dentro de mi, que me hace gemir en medio del bar, mientras unos cuantos nos observan. Después de varios minutos decido no ser egoísta y con los ojos abiertos y el rostro de su pareja en mi mente, le regalo unas gotas de mi. Saca sus dedos húmedos, lo beso y pienso -La música es muy buena esta noche-.
Mi cara está perdida, estoy borracha y la gente comienza a irse. Hace una hora que mi ex pareja se fue contento a follarse a su novia después de los besos que nos dimos; me agrada saber que pensará en mis pezones mientras acaricia los senos de aquella chica, sonrío. Camino a la mesa de la orilla, la misma que me hizo compañía empezada la noche. Mi mente se pierde observando las grietas en la madera de la mesa, levanto la mirada y veo la luz azul -¡Como me gusta esa luz azul!-. Es hora de volver a casa, pero espero a terminar mi cigarro.
Me quiero morir, pero me da miedo suicidarme.
LA BICICLETA
Pedaleo al costado de la barda fronteriza. Con cada centímetro que avanzo mi pierna izquierda se torna más rojiza que la derecha. Los cuarenta y ocho grados centígrados que carga el aire del verano golpean mi rostro -¡¿Por qué vivo aquí si soy francesa?!- me reprocho, acelero la marcha. Alguna vez un hondureño me dijo que el aire era mejor de aquel lado de la frontera. Yo, curiosa por aquella afirmación, detengo mi bicicleta unos segundos para acercarme a la valla de metal que divide a los dos países. Mi pequeño cuerpo se planta frente a los nueve metros de altura de aquella estructura, sin temor cruzo mi brazo entre los pedazos de metal; -¡Aquel hondureño tenía razón!-. Sorprendida sonrío fuertemente y asiento con la cabeza. Dejo que mi brazo se refresque por unos minutos. Continuo mi camino pedaleando en este pedazo de desierto, tan perdida como las gotas de sudor que se pasean en mi espalda. -¡¿Por qué vives en Mexicali si tu eres de la Ciudad de México?!- me cuestionó uno de los chicos que me abordó anoche en el bar. Lo recuerdo bien, aquella noche decidí irme lejos de la capital… bueno, no tanto, pero si lo suficiente. Ese hombre en el vagón del metro colmó mi paciencia, fue su rostro… su mirada… o quizá los segundos que duró mostrándome su pene mientras el vagón recorría el trayecto de Patriotismo a Chilpancingo, el ahí solo, yo ahí sola. Sí, él me ayudó a huir. -¡¿Por qué no vives en Francia si eres francesa?!- me dice el chico que intentó besarme nuevamente. Solo tengo una bici y un par de piernas, quisiera llegar más lejos pero solo me dan para llegar a la Zona Centro de este desierto. Espero el semáforo de la Calle México y López Mateos montada en mi bici amarilla, a mi espalda la valla fronteriza y frente a mi, un hermoso hombre proveniente de Haití. Huele delicioso, no puedo quitar mis enormes ojos de su bello cuerpo.
-¡¿Por qué no me voy a un lugar mejor?!- insisto en mi reproche. Hace unas semanas hablaba de mis planes con mis amigas –No importa a dónde vayas, la tristeza siempre irá contigo-, me dicen. No es tristeza lo que tengo, solo malas decisiones. Mis pantalones cortos sueltan los chiflidos de los mariachis del parque de la calle Zuazua. Cogerme a un mariachi panzón, es algo que quiero en este momento…. Me detengo un momento y un hermoso mural adorna el edificio viejo frente a mi. Tomo aire, mis labios se estiran con delicadeza dejando entre ver una pequeña sonrisa. Las calles se ven solas, lo edificios cargan las marcas que el sol les deja año con año. Algunos desafortunados esperan formados por horas bajo el sol para poder ingresar a los Estados Unidos. Siento el corazón en mi rostro y el sudor quema mis ojos. Con la temperatura corporal suficiente para asar un huevo en mi estómago, veo aquella calle vieja de la ciudad, con sus aparadores atrapados en el tiempo. Vestidos de quinceañeras de colores llaman constantemente mi atención. La ciudad es dueña de una pequeña nostalgia que se rehúsa a soltar.
Pedaleo hasta deshidratarme, nadie en esta ciudad saldría a la calle con el sol y los cuarenta y ocho grados centígrados en el ambiente, pero estoy perdida y los veintitrés pesos con doce centavos que tiene mi cuenta bancaria hacen que la brújula apunte hacía la locura. Recuerdo la llamada de esta mañana –Hola mi niña, ¿Cómo estás?, te marco para avisarte que no vamos a necesitar de tus servicios, pero te tengo en prioridad para otros proyectos-. Así mi último año. Llego a casa, enciendo el aire acondicionado, me saco la ropa y me recuesto en el suelo, siento el aire helado que emana de aquel aparato que los norteños llaman “La Refri”. Siento el frío paseándose por mi espalda, lo disfruto por varios minutos hasta que recuerdo los veintitrés pesos y doce centavos de mi cuenta bancaria. Me levanto desnuda del suelo y abro las ventanas, ni una pequeña corriente de aire atraviesa ese pequeño hueco en la pared. Me recuesto nuevamente en el suelo esperando morir de sueño antes que el calor termine por secarme.
LA LAGUNA
Por momentos olvido donde estoy. Es lunes y soy desempleada. Rompo el silencio natural del desierto con canciones que salen de las bocinas viejas de mi Neon Blanco del 97. El auto era de la novia de mi vecino, una ganga. Esa mañana la chica me dio las llaves, y horas después, mi vecino dejaba caer gotas de semen sobre mis nalgas en la parte trasera del coche. El auto me trajo acá, a este valle de arena.
Acostada sobre un cobertor rojo con figura de león recién lavado, dejo que mis pechos se bronceen con el sol otoñal de este lugar. Las drogas que no logran encontrar el sueño americano, ayudan a que la vida sea más divertida y placentera en este desierto. Es medio día, el aire seco parte mis labios, me sirvo con cautela un vaso de cerveza helada, doy un sorbo para humectar mi boca y mi garganta; las personas de este lugar me enseñaron a nunca salir de casa sin cerveza helada. Sentada, quito con mi mano derecha la espuma que quedó en mis labios. Veo las montañas al fondo, la inmensidad de este lugar me deja callada. –No crece nada- pienso, agacho la mirada y veo el rollito de grasa en mi abdomen -Este ahí la lleva-. Estacioné el coche cerca de un retrete abandonado en medio del salar, el único rastro de ser humano que me acompaña este lunes por la mañana. -¿Por qué alguien botaría un escusado aquí?- comienzo a preguntarme repetidamente en voz alta. Entierro mis pies en la arena para distraerme, la arena salada absorbe el agua de mi piel. En minutos mis pies se ponen blancos con marcas que nunca había visto en mi.
Pasan las horas. Estoy en estado de inconciencia, ese estado que siempre me hace reír. Me río fuerte, me río de mi soledad. Miro el cielo azul, hace unos años él y yo reímos planeando el futuro en este mismo pedazo de suelo. Ahora es arquitecto en Paris, diseña espacios públicos para las próximas olimpiadas parisinas -¡Qué hijo de puta!-. Doy un sorbo a mi vaso de cerveza y con dificultad, busco el porro que dejé entre la tierra salada. Alguien me llama, mi celular suena desde hace varios minutos cortando las canciones que amenizan mi día. No puedo levantarme a tomarlo -¡¿Quién podrá ser?!- grito desde el pedazo de tela que me separa de la tierra salada.
Las puertas del helicóptero se abren dejando ver la inmensidad de aquel lugar del sur de México, el obturador de mi cámara sonaba mientras frente a mi, el Cañón del Sumidero hacía magia con mis ojos. El sonido de las hélices del helicóptero me arrullan hasta quedarme dormida. Mi sueño se interrumpe con la sirena de una patrulla -¿Está usted bien señorita?, recibimos una llamada de alguien perdido en la Salada- me dice un oficial desde su auto, abro mis enormes ojos de golpe -¿Un policía en medio del desierto?- digo en voz alta, creo que estoy demasiado drogada. -¿Usted fue la que llamó?- insiste el oficial. Me levanto con dificultad, me acerco a la patrulla con mis senos descubiertos, sigo sin comprender la situación. Toco el auto para cerciorarme que no es un sueño. Mis pezones se reflejan en los lentes obscuros del oficial, él los observa, las gafas le ayudan a mantener oculta su fechoría. –Yo no llamé, estoy de vacaciones y sólo vine a tomar el sol- le explico mientras observo que mi piel comienza a tener un color rosado. -¿No ha visto pasar a alguien por aquí?- me pregunta un segundo oficial. Incrédula, me encorvo un poco para ponerle rostro a esa segunda voz. Nos vemos a los ojos por un segundo y me levanto, observo a mi alrededor ¿Quién vendría acá en lunes?, pienso. –Estoy desde temprano, no he visto a nadie pasar por acá-. Curiosamente los oficiales se sienten satisfechos con mis respuestas así que deciden marcharse. La patrulla se aleja levantando polvo en su andar, haciendo sonar su sirena. La patrulla avanza hasta perderse en el horizonte. Observo mi pequeño campamento.
Horas después llego a casa aún tocada por las cosas que consumí, me saco la ropa y me recuesto en mi cama, veo las llamadas perdidas. Leo las noticias desde mi celular –Encuentran a 15 migrantes muertos en la Laguna Salada- dicen los encabezados. Algún coyote les hizo creer a ese grupo de personas que por ahí se llegaba a Estados Unidos. Murieron deshidratados, dos niños entre el grupo. Bajo mi celular, cierro los ojos y duermo. Mañana será un mejor día, para alguien, quizá para mi también.
LA QUINTA
El coreano y la kazajastaní que nos acompañan, observan como la hermosa luz roja del lugar toca nuestras mejillas e hipnotiza nuestras pupilas. Observan nuestras risas mientras compartimos gotas de cebada y malta en una pequeña mesa sucia. El bar está a tope, la gente busca divertirse y quizá con un poco de suerte, compartir caricias en algún coche, cama o esquina de esta calurosa ciudad. Nosotros no somos la excepción, nuestros cuerpos juveniles piden a gritos copular esta noche. Te invito a bailar y como es costumbre, las chicas se acercan a ti atrapadas por tu belleza. Me preguntan si somos pareja, veo tus ojos y tu sonrisa, de mis labios sale un suave –No- mientras mis manos dejan tus manos sobre sus manos. La luz roja danza sobre ti.
A mi derecha, la chica kazajastaní se acerca para preguntarme si quiero otra cerveza, afirmo con la cabeza. Estoy desechando en el baño la cerveza que pagué minutos atrás, salgo y un travestido orina sentado a la entrada del baño de mujeres. El bar se llena de centroamericanos, gringos y de una juventud deseosa de diversión. Mi último amorío atraviesa la puerta del lugar dejando entrar una pequeña ola de calor al recinto, las miradas se cruzan a la distancia mientras mi cabeza sigue buscándote en el espejo de la barra. “Spanish Spoken Here” leo en el cartel que está junto a mi mesa, yo hablo alemán, francés, inglés, hablo chino japonés, pensé. Mi viejo amor continua hablando de nuestras glorias pasadas y yo me canso de mentirle, así que decido salir a fumar lo último de aquella hierba que quemamos en el día.
La cabeza me da vueltas y tengo la boca seca, con 40 pesos compro un litro de cerveza para calmar las ansias. La conversación con mis amigos asiáticos se torna interesante mientras veo tu sonrisa en aquella barra con aquella chica que seguro he visto entre las calles del desierto pero que jamás supe su nombre. Tu hablando con tu mal español y ella disfrutando de tu belleza con cada sonrisa. Sentada en mi banquito, en la mesa del rincón, ya aturdida por la cerveza y la hierba, la kazajastaní continua platicándome sus aventuras por México.
Te acercas con la conquista de la noche, me ves y exclamas -¿Cómo estás?- que refresca mi pecho y emblandece mis entrañas. El alcohol no me permite comprender la situación y con la visceralidad característica de los borrachos te lo digo; –¡Me gustas muchísimo!-. ¡Que ñoñería acabo de soltar!, veo la mirada de nuestros acompañantes que esperan atónitos alguna respuesta; la chica que te acompaña se levanta y se va. Bajo la mirada, la alegría de escucharte se transformó en vergüenza, de esas que no se sienten nunca. -¿Desde cuando?- me preguntas, con una seriedad ajena a ti. Nos besamos por primera vez. Lo que pasó después jamás lo he podido explicar; libertad, alegría y amor ayudan a comprenderlo un poco. Las calles de esta frontera fueron nuestras y su capital fue aquel pequeño lugar de la calle Agustín Melgar, donde los sueños parecen rotos, adornados por una luz roja y dos banquitos que bautizaron nuestros besos aquella noche, donde fui feliz
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parte 2.
Demasiadas disculpas pues con todo lo que nos ha pasado me doy cuenta de que un chingo nunca será suficiente y que para cómo me siento, debería disculparme de por vida.
Una explicación, que es ésta. no de tu regalo sino de lo que siempre me callo. pues evidentemente no saldremos pronto y tienes derecho a saberlo porque te involucra totalmente.
Un chingo de agradecimientos.
Una decisión.
¿Qué eres?
Una respuesta difícil de formular pues no es de una sola salida, no eres de una sola manera. Y lo escribo esperando que lo leas el día de tu cumpleaños que es para cuando esto debe ser porque quiero que hoy descubras que eres la verga y que te la pases chingón más por lo que eres tú (pero sé que ya lo sabes, sólo quiero que sepas que lo veo yo)
Quiero que topes lo que deberías celebrar hoy, si es que lo dudas y te ataca un pensamiento pesimista/existencialista. Me cuesta trabajo porque eres demasiado, el punto medio perfecto. el único al que me dejo querer, lo que neta creo que me merezco. Y tú topas cómo soy, muy contradictoria y complicada; al mismo tiempo que creo que soy una mierda y merezco menos que eso, pienso que soy muy chingona y que merezco lo mejor
Esos dos lados los puedo aplicar a ti; cuando quiero que seamos tú y yo lo mejor y lo más chido, lo más cabrón, porque sé que nos merecemos muy cabrón y chance estamos hechos el uno para el otro (qué ridícula). Y luego, cuando te alejo porque no quiero que sufras más, me alejo porque soy mierda y tú mereces lo mejor siempre. Chance son monstruos que me atacarán por siempre, y es esa posibilidad la que me inclina más a alejarme.
Si tan sólo fuera más fácil para mí explicarlo, podría hacerlo sin darle tantos rodeos. Es que te juro que no hay quién como tú. eres demasiado inteligente y coincides conmigo en eso de ver al mundo desde fuera y saberlo todo de él. Tienes esa gran seguridad de no estarla cagando porque en ti sabes que todo es justificado. Eres alguien racional y consciente de sí, eso lo admiro muchísimo pues tienes fuerza de decisión y más de pensamiento. Sabes quién eres aunque a veces te da por creer que eres poco o un punto en el plano.
Te admiro también por cómo amas a los demás, porque no eres pendejo y sabes qué esperar cuando se espera lo mejor.
Eres una suma perfecta, perdón si decírtelo te incomoda pero para mí eres un chingo de cosas: una alineación del sistema, una buena movida del destino, una tremenda casualidad que siempre deberé agradecer
Amor de espejo, porque al tenerte me haces ver lo bueno de mí. Amor de espejo porque me amo cuando estás aquí, porque la vida necesita siempre un complemento pero contigo mi vida es el plato completo. Amor de espejo que sólo se contempla, se mantiene en la realidad. Amor de espejo porque al poner un espejo frente a otro, las dos almas se vuelven infinitas y fascinantes. Amor de espejo porque lo que amas de la otra persona resulta ser lo bueno de ti mismo.
Pero no sólo amor de espejo sino también amor parejo, de pura empatía. Porque eso mismo que podría ser ególatra, resulta ser parte de la otra persona, del otro lado del reflejo en donde sabes a quién tienes del otro lado, que ambos son un todo y pueden verse frente al espejo tomados de la mano. Se vuelven más de dos realidades en donde el amor reaccionará de modo racional y dará lo que el otro lado le corresponde.
¿En dónde voy a encontrar a alguien tan completo?
Tal vez es ambición y sea parte de mi condición. Si es así, creyendo que sanbes lo que es real y lo que no, te quiero pedir perdón por no ser alguien sin pedos, por ser yo la que te quiso así, la que te vio a ti. ¿Será que habrá alguien que te pueda amar más? Es que mi amor por ti no para, al contrario, se agranda y se topa con la sorpresa de que es infinito y por eso crece sin control o medida.
Y hablando de medidas, eso también fuiste en mi vida, una medida. Y no cualquiera sino la que más importancia tiene. Cuando se habla de que hay algo, tú eres esa tinta con la que se crea la posibilidad. No sólo de eso, también eres eso que hay.
Me aferro a la vida que descubrí contigo, un nuevo estado mental que consiste en saber exactamente en dónde y cuándo se está. Estás en mi mente en el fondo de cualquier inicio, siendo causa y en consecuencia, efecto. Eres el todo en el que se esconde cualquier deseo. Eres lo que provocas, eres lo que mereces.
Admiro el modo en el que te enfrentas a la vida, me hace creer que eres más bien tú la vida. Sólo a ti puedo reconocerte como alguien vivo, que es parte de la realidad, alguien independiente cuya vida es más inmensa que lo que me muestra y me dedica.
Inspiras, das ganas de crear y de inmortalizar. ¿Cómo no quererte si me enseñas que todo lo que eres es lo que veo de mí?
Eras la cura a mi mal mental, eras mi parte favorita de la realidad. Eras un lugar seguro en donde podía descansar. Te agradezco por tanto, por estar para mí en meses difíciles y por arruinar otros porque la neta no hiciste mal, la vida sólo siguió su rumbo.
Te escribo esto viéndote ir. Te pido perdón, son actos que me cuestan y me duelen; verte ir y reconocer mis errores, atacar mi ego.
Verte ir siempre me ha costado porque me acostumbro a tu presencia muy rápido y cuando la estoy disfrutando es siempre cuando la pierdo, eres limitado. Pero te lo escribo ahorita intentando disculparme por ser víctima de mis miedos y no hacer algo al respecto, me culpo diario aunque decírtelo no es tan necesario. No me enorgullezco y de esto sí me arrepiento pues te hice un daño muy profundo y me lo hice a mí también. Entonces pues ahí va otra disculpa por todo, que sepas que me arrepiento y que estoy consciente que arrepentirme no me ayudará a enmendar mis daños. Te me presentaste como la vida misma y no supe qué hacer, pude haberme enfrentado de un modo más ameno y escogí el ojete y el culero. No me es indiferente, incluso me duele pretender que no existen esas acciones. nos metimos en una situación muy complicada y espero que puedas entender por qué yo nunca me conformaba. No soy tan poco, en el momento de ver por mí sé que no soy tan poco como una amiga. Nuestro cariño nunca se sintió como tal para mí.
Aprovecho para hacer una aclaración y te lo digo en serio, tú para mí y yo para mí sonaba y se sentía como un hecho irrefutable. No sé cómo lo veas de tu lado, pero yo lo veo todo muy claro. Te veía viéndome, sabía qué era.
Y me disculpo por hacerte esa persona, no te tocaba vivir esto conmigo. Te mereces mucho más que lo poquito que yo hago y provoco. No quiero pensar que estás de acuerdo conmigo en esto pero perdón por haber sido esa pendeja que te quiso cuando no querías que te quisieran. Me crucé en tu camino cuando no era tiempo, la cagué.
Otra cosa; tú no eres menos, no hay modo en el que yo crea que eres mierda o un pendejo. Perdón por gritártelo en la jeta, por hacerte creer que eso creía. Espero me perdones porque yo no puedo, porque sé quién eres y sabía que te mentía cuando te decía cosas mierda. Perdón por dudar tanto de ti porque sé que se siente horrible cuando dudan de tus sentimientos, perdón por ser tan insegura al respecto y dejar a mis pensamientos tomar lugar y voz por ti.
Yo sé que me querías, que me quieres, y que te alejas por eso. Gracias por siempre cuidarme y amarme y aceptarme, por tolerarme.
Me caga que me dices que no tienes pedo en sentarte conmigo, me caga porque me hace sentir como una opción entre muchas y no como una sola. Es pedo mío desde siempre, no ser la única opción. Me da en la madre por eso, y no quiero que haya más y sé que es estúpido desear algo así.
Todo de mi lado está de la verga porque mi ego juega aquí y sabes cómo es, sabes qué es no poder dejar el ego de lado
También perdóname las agresiones físicas, perdóname por no poder detener mis impulsos ni cuando se trataba de ti. Perdóname por lastimarte y por nunca disculparme. Perdóname por tanta mierda, por tanto dolor. Perdóname sobre todo mi gran contradicción.
Mi regalo
Es que tú sabiendo lo que ya te dije aquí sabiendo tú el panorama completo, puedas hacer lo que quieras.
Te doy mi silencio por si lo que neta quieres, sabiendo todo, tú siendo lo que eres, es que nos alejemos. Yo lo que quiero es que estés bien, no soporto la idea de que sufres. Me pone muy mal que estés triste, que ocasionalmente te lleve la verga. Yo ya no quiero que estés mal, y sí, chance me estoy subiendo los humos creyendo que estás mal por mí. Mi regalo es que estés bien y si yo estoy haciendo que no lo estés, si por mi culpa te atacan pensamientos o si genero daños, entonces mi regalo es alejarme para que estés bien.
Y si al contrario soy muy buena para ti, me necesitas primordialmente y tú sabiendo todo esto que he intentado explicarte, sabiendo qué es lo que quiero contigo, decides que me quieres, pues el regalo es aceptarte como vengas, el modo en el que quieras estar, con tal de que te ayude a que estés bien.
Porque te repito, me pone muy mal que estés mal, me pone peor saber que no puedo saber qué es lo que te lastima y que eso me lastime porque si no me lo dirías. Y la neta es que te amo mucho, muy cabrón y te doy toda esta “posibilidad” pues es lo que quiero darte en serio, desde el fondo de mi alma.
En conclusión, mi regalo es facilitarte el estar bien de mi parte porque sé que complico todo y lo que quiero con todo esto es que juntos te hagamos estar bien, como un trabajo en equipo, que sigas pasándotela verga a donde sea que vayas
Feliz cumpleaños, Diego Martín, te lo escribo sabiendo lo mucho que te importa que te lo diga. Te lo escribo en serio, porque tu vida dio inicio a la verdadera mía. Con todo y putazos, que sepas que me quedo incluso otro año.
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