#ahora a esperar otro año a que salga la tercer temporada
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sayurime · 2 years ago
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ok, al fin termine la segunda temporada de Sonic Prime y AGH!!!!!
Sabia que no se podía confiar en nine, lo sabia!
Temor y Renegado enfrentándose fue lo mejor!
Las Rosas son mejores amigas!
Y amo a Rebel! esa es mi mujer!
Debo de admitir que Tails no es mi personaje favorito, y desde que apareció nine sabia que no seria de fiar, no es un mal chico pero las circunstancias lo hicieron así.
Y ver como a Sonic le dolió que Nine lo traicionara fue duro, pero si soy sincera se lo merece, desde el principio lo vio como Tails, no como Nine, de echo a todas las versiones los vio como a sus amigos y no como seres independientes, y esta temporada le golpeo la realidad en la cara.
Sonic esta obteniendo su desarrollo de personaje!. 😬😬😬 
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elcuadernodezoe · 6 years ago
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EL DUELO (Parte IV)
(Parte I acá, parte II acá y parte III acá)
Semana cuatro. La luciérnaga se hace rogar.
En todas las amistades hay discusiones cotidianas y en mayor cantidad en aquellas que provienen de hace tantos años, como era el caso de Amelia y Pedro. Sin embargo ellos solían ser la excepción. Antes de sus últimas semanas juntos las peleas eran tan esporádicas que cuando discutían no sabían cómo continuar. No aguantaban pasar tanto tiempo apartados uno del otro por lo que en cuestión de días sus problemas se solucionaban. Usualmente Amelia, la menos orgullosa de los dos, daba el primer paso. Le hacía algún chiste para romper con aquella molesta situación y luego de eso ambos se disculpaban. Los días que pasaban separados luego de alguna discusión se hacían tan lentos e incómodos que preferían arreglar lo que hubiese entre ellos antes que seguir sintiéndose de esa manera. Es por eso que cuando Pedro comenzó a comportarse extraño Amelia no supo reaccionar. Su amistad se caracterizaba por estar repleta de sonrisas contagiosas y momentos compartidos. Por el contrario el último tiempo se vio oscurecido por continuos desencuentros y algo de rencor.
Hace ya un par de meses Pedro había conocido a una chica. Magalí daba la impresión de ser parecida a ellos, por lo tanto los tres solían pasar el tiempo juntos sin haber problema alguno. A él se lo notaba más que feliz, estaba enamorado, tenía una gran relación y podía compartirlo con su mejor amiga. No fue hasta unas semanas más tarde que las cosas empezaron a cambiar. Amelia lo notó en la mirada que Magalí le comenzó a dirigir a ella y en la incomodidad palpable de Pedro al estar los tres juntos. Al comienzo no se animó a preguntarle qué era lo que ocurría y, aunque sospechaba que en realidad el problema provenía de su novia, confió en que se arreglaría solo. Ella no debía interceder.
Más tarde Pedro comenzaría a poner excusas, a mentirle a Magalí cuando ellos estaban juntos y eso le daría el valor suficiente para afrontarlo. Sin embargo por más que le preguntase si había algún problema él no parecía querer hablarlo. Simulaba una tranquilidad que a Amelia le sabía a engaño.
Aquella noche Pedro había insistido en pasar tan solo un rato por su casa aunque no pensase quedarse demasiado tiempo. Amelia supo que algo iba mal por el tono indeciso de su voz. Asumió que sería para finalmente discutir sobre aquello que había cambiado su amistad aquel último tiempo. Lo esperó hasta horas tardes de la noche y cuando apareció la sonrisa tensa que traía confirmó sus sospechas. Fue al grano: su novia no quería que continuaran viéndose. No fue ninguna sorpresa, ella ya lo sabía. El  balde de agua fría lo recibió al notar que él pensaba hacerle caso.
Esa noche pasaron horas discutiendo. Pedro intentaba explicarse pero Amelia ya no quería hacer caso a sus excusas. Iba a terminar años de amistad por una simple relación amorosa que a simple vista se notaba lo tóxica que era. Estaba furiosa y decepcionada. Dijo cosas que minutos más tarde se arrepentiría. Priorizó su enojo y le dijo que se fuera sin importar que fuera ya la madrugada. Pedro estaba abatido, la miró por última vez y juntó fuerzas para decir algo que no logró manifestarse: Amelia lo cortó en el momento. No le interesaba lo que tuviera para decir, el dolor que sentía por el rechazo de su mejor amigo era tan grande que no dejaba paso a la razón.
Salió de su casa con la cabeza gacha y los hombros desplomados. A ella no le importó. Lloró por horas sin poder dormir ante la desesperación que sentía por perder a su mejor amigo de toda la vida. Cuando la madre de Pedro la llamó a las nueve de la mañana ella no había logrado descansar todavía. La atendió, pensando que se habría enterado de su discusión y que querría respaldarla. No fue nada de eso. Su gran pelea pasó a ser insignificante ante sus palabras.
-Pedro no volvió, ¿se quedó a dormir en tu casa de nuevo?
Un ruido seco la obliga a abrir los ojos. Cuando se asoma por su ventana nota los copos de nieve cayendo y escondiendo la tierra. La temporada de invierno está en su máximo esplendor, la nevada ha hecho su aparición. En lo primero que piensa es en el tronco bastante desecho en el que suele pasar sus mañanas. No cree que vaya a sobrevivir estas últimas semanas de invierno. Mientras tanto debe pensar con qué otra actividad pasará el tiempo durante los días de nevada.
Mientras desayuna en silencio el recuerdo de su última discusión con Pedro reaparece. Sin embargo esta vez las emociones no hacen sonar la alarma, dejan que se manifieste. Lentamente todas las palabras dichas van haciéndose paso entre ellas, el arrepentimiento se une al recuerdo y el dolor es el que lo dirige. No importa cuántas veces sus seres queridos se esmeren en repetirle lo contrario: Amelia asume su culpa. Si no lo hubiese echado de su casa hoy Pedro estaría vivo. Si no se hubiera priorizado a ella esa noche aquellos ladrones no lo hubiesen asesinado. Ella es culpable de la muerte de su mejor amigo y deberá vivir con ello. El problema es que no sabe cómo hacerlo. Hace cuatro semanas que está encerrada, apartada de su entorno, intentando amigarse con la idea, con ella misma, buscando la manera de seguir adelante. No encuentra la salida. Comienza a pensar que tal vez ese es su castigo, vivir con el dolor, la culpa, su recuerdo vivo, su mente recreando en conjunto con su imaginación la manera en que debe haber muerto. ¿Habrá sufrido? No se animó a preguntarlo, no podría continuar si se enterase  que sí lo hizo.
Cierra los ojos y sujeta su cabeza con dolor. Suficiente martirio por hoy.
Los días pasan y la nevada no cede, por el contrario se agrava. Cuando Amelia despierta la oscuridad la envuelve. La nieve acumulada llega al primer tronco de la cabaña, el cielo está tapado de nubes y la luz parece haberse cortado. Lucha con la puerta y logra salir pero no logra solucionarlo. No hay ninguna indicación sobre cómo devolver la luz al hogar y la nieve se le clava en la piel descubierta como mil cuchillos. Vuelve adentro destinada a esperar que los días de intensa nevada terminen. Recuerda sus anteriores inviernos allí y sabe que ni bien el sol salga y el hielo se derrita la luz volverá solita sin ningún tipo de ayuda. La oscuridad no la asusta, ha aprendido a tenerle miedo a la realidad en vez de a los monstruos imaginarios. Lo que verdaderamente le aterra es el verse obligada a lidiar con su mente sin ningún tipo de distracción de sus pensamientos. Tiene largas horas por delante y nada qué hacer. Al haberse cortado la luz se ha ido su posibilidad de ver alguna película o usar el internet. Intenta leer un libro que encuentra en la abandonada biblioteca sin embargo no puede pasar del tercer renglón. Su mente no está allí. La concentración se está tomando una larga siesta y no parece querer regresar hasta luego de un largo rato. Relee una y otra vez y su foco siempre termina en lo ocurrido. La última vez que se comunicó con su familia le dieron la grandiosa noticia de que habían detenido al asesino. Podía notar la felicidad en la voz de su madre sin embargo ella no se sintió de esa manera y eso solo la hizo dudar aún más. Luego de su muerte jamás se había puesto a pensar si realmente le importaba que encontrasen al culpable, daba por hecho que sí. Pero cuando aquel momento llegó más que dichosa se sintió vacía. En el momento no quiso socavar más sobre ello y simplemente lo ignoró pero ahora, mientras hace el esfuerzo por concentrarse en ese libro que no capta su atención, no puede parar de pensarlo. ¿Hará alguna diferencia que esté preso? No se trata de un asesino serial sino de alguien que ha intentado llevar a cabo un robo y le ha salido mal. Ante ello toma la peor decisión que cualquiera podría tomar: pasa de ser un ladrón y se convierte en asesino. Entonces, supone que su encarcelamiento sí generará una diferencia: no le permitirá asesinar o robar por un determinado tiempo hasta su excarcelación. Pero, aclarando aquella duda surge una nueva. ¿La prisión es un centro de rehabilitación o un lugar de encierro? Los exconvictos no parecen salir rehabilitados sino aún peor que antes. ¿Cuál es el sentido de encerrar a una persona por un determinado tiempo si luego va a terminar en peores condiciones y no solo va a reincidir sino que puede incluso terminar cometiendo crímenes aún más graves? Le da la sensación de que si la prisión no es un lugar de rehabilitación termina siendo un lugar para darle tranquilidad y una falsa sensación de paz a los seres cercanos de las víctimas. La cárcel no termina siendo una solución para el criminal sino para nosotros, para la sociedad.
Tiene múltiples dudas pero en lo que más piensa es en el asesino. Tiene muy en claro que como él hay millones. Pero lo que le gustaría saber es qué lleva a una persona a asaltar y luego asesinar a sangre fría a alguien. Siempre ha negado la existencia de la división entre la gente buena y la gente mala. Para ella tan solo existen personas que, luego de ciertas experiencias que marcan, pueden tomar las decisiones correctas o las equivocadas. Sin embargo una persona que mata, ¿que más puede ser que alguien malo? Matar es perverso, maligno, eso es algo que todos tenemos en claro. La persona que lo hace ¿se convierte en una mala persona en el momento exacto que le arrebata el último suspiro de vida a alguien? Todas sus certezas previas parecen derrumbarse. No termina de comprender por qué alguien haría algo así, intenta ponerse en sus zapatos y sólo podría entenderlo bajo una situación totalmente desesperante como es la hambruna. Sin embargo son simples suposiciones y tampoco justifican la muerte.
Piensa en el asesino y no puede evitar considerar si se sentirá arrepentido de lo que hizo o no. Si lo hace, ¿lo hará por las consecuencias con las que ahora tiene que lidiar, por la conciencia moral que existe en la sociedad sobre el asesinato o por el mismo hecho de terminar con la corta vida de un joven de diecinueve años, por tomar una decisión que no le pertenece,  por lo que verdaderamente implica matar a alguien?
Ninguna de sus dudas tienen respuestas ahora y no cree que vaya a tenerlas en un futuro. Forman parte de las millones de dudas irresueltas que componen la vida. Lo único que ella puede determinar es qué quiere de lo que le sucedió a Pedro, qué puede hacer ella con su muerte. Muchas personas luego de la muerte de un ser querido logran hacer algún bien en el mundo, por más diminuto que sea. Cambiar alguna ley, generar consciencia, marcar un precedente. No se le ocurre qué podría hacer ella y siente que el cargar con ese peso es injusto. Sin embargo tiene en claro que todavía tiene un largo camino por recorrer antes de darle una solución a aquellas dudas que no la dejan tranquila.
La semana está por terminar y el cielo parece seguir dispuesto a dejar caer nieve sin darles un respiro a los habitantes de la Patagonia Argentina. Se está desahogando. Amelia observa todo desde su ventana con la taza de café humeante calentando sus manos. Se siente diferente. Por primera vez le ha dado vía libre a sus emociones para que hagan lo que se les plazca. Ya no las controla ni deja que ellas le controlen. Estas no saben qué hacer con tanta independencia, por lo que su primera acción es dejar correr a aquellos recuerdos como si se tratase de un grifo de agua luego de un largo tiempo en desuso: primero con interrupciones hasta acostumbrarse y terminar siendo como una catarata sin fin.
Por primera vez, Amelia se pregunta si alguna vez volverá su esperanza. La luciérnaga se hace rogar. A Amelia no le importa, ella la espera de brazos abiertos.
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