Tumgik
#aguante el ratón perez
latinotiktok · 3 years
Text
4K notes · View notes
verteder0 · 7 years
Text
soid
Una de esas tardes al volver de la escuela, mientras merendaba sentada a la mesa, había escuchado a Silvina hablar con mi madre acerca de Dios. Silvina era una mujer muy creyente; mi madre no. A ella es a quien le agradezco una de las cosas más grandiosas que haya hecho por mi alma, que es no bautizarme, dejando que yo eligiera cuando tenga la edad suficiente lo que me plazca hacer con mi existencia errante. La conversación iba en lo siguiente: si una iglesia se está incendiando y hay gente adentro, literalmente Dios bajaría una mano, o algo así, para recoger y salvar a quienes aguardan creyendo en él con fervor (porque Dios siempre es hombre, ¿cómo es posible que fuese de otra manera?). Mi madre a los gritos ¡qué no! ¡qué estás loca! Silvina insistía en que sí, ¡que aguante Dios! Cuando me sacaron de Cromañón unos pibes, me encontraba sentada, con el jean desabrochado y sin una zapatilla, respirando con mucha dificultad, en un pasillo blanco que estaba atestado de gente; creo que era el pasillo del hotel. Alguien me decía que no me durmiera, que tratara de mantenerme despierta. Otro me preguntaba si los podía ver y movía su mano delante de mi rostro; me repetía que no cerrara los ojos. Recuerdo haberles preguntado, en mi delirio, si ellos eran ángeles. No te duermas. No te duermas. Les hablaba de Dios, ellos lloraban. No te duermas, linda, no te duermas. Quisiera saber si siguen vivos, si Dios los habría sacado de ahí con su mano mágica. Pero a mucha gente no agarró (y ahí estaba Laura también). Esa fue otra puñalada.
Días después, ya en el hospital (tardaron una semana en darse cuenta de que si no me internaban me iba a agarrar un paro respiratorio), recordaba la conversación de Silvina y mi madre y lo que hice después, justo esa noche. Creo que nunca entendí cómo venía “la mano de Dios”, entonces, luego de la charla, le había pedido a Dios que me arregle un juguete que se me había roto, porque, claro, si él podía sacar a la gente de una iglesia en llamas, arreglar un juguete sería una cosa mucho más fácil de hacer. Lo guardé debajo de la almohada. Tenía la ilusión a flor de piel. Imaginate, una niña, que siempre fue algo volátil. A la mañana siguiente, entusiasmada, apenas me desperté, fui en busca del juguete: ¿y pueden creer que el condenado no lo arregló? Terrible.   Ahí entendí que nunca más había vuelto a creer en él, ¿cómo es posible que se me hubiera olvidado cosa semejante? Hoy más que nunca me di cuenta de que la Fe pasa por otro lado, pero le hubiesen avisado a mi yo de antes, que así se ahorraba malas pasadas. Igual enterarme de que El Ratón Perez no existe me había dolido más, como para no decir que la intrascendencia de la existencia es una cosa tremenda, ¿no?
1 note · View note