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franciscoarayapizarro · 26 days ago
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LA SONRISA QUE NUNCA SE APAGA
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El lugar estaba lleno de luces, risas grabadas y aplausos enlatados que resonaban como tambores huecos. Neo-Joy, nacida como colonia holandesa en el siglo XVII, ahora una prospera ciudad del presente siglo XXI, conocida como la "Ciudad de las Estrellas", se mostraba a sí misma como la cumbre de la felicidad humana, un lugar donde el mal era contenido y vencido por héroes que inspiraban esperanza. Pero sabe una cosa, mi estimado lector… nada de esto es cierto. Detrás de los aplausos y los colores brillantes, los ciudadanos de Neo-Joy vivían en una prisión perfecta, una ilusión pintada por la Corporación Sincra. La sonrisa de Dalia Sunrise, la estrella más querida, era el emblema de esta gran mentira. Su risa se transmitía en cada esquina, en cada afiche, en cada anuncio en bucle, en las redes sociales, y todas partes en Neo-Joy sentían una especie de calma al ver esa expresión alegre y perfecta. Sin embargo, había algo oscuro en su interior, algo que incluso sus ojos no podían ocultar, una tristeza que solo algunos podían percibir si se atrevían a mirar más a fondo. Era durante uno de estos eventos multitudinarios, una noche en la que los fuegos artificiales pintaban el cielo de colores, que Valia, o lo que quedaba de ella en el cuerpo de Dalia Sunrise, comenzó a recordar. En medio de la música, las luces cegadoras y los vítores, algo se rompió en su mente. Una grieta pequeña, pero suficiente para dejar escapar una imagen, una que no se parecía a la de la ciudad reluciente en la que vivía ahora. Era un recuerdo de una vida anterior, donde ella no tenía que sonreír para sobrevivir.
A Valia le costaba comprender lo que sentía. Como si estuviera flotando entre dos realidades, una donde era un simple peón en las manos de la corporación, y otra donde alguna vez había sido libre, con la voluntad intacta. Max Bolt, el héroe retirado que todos creían perdido en un accidente de entrenamiento, apareció en su mente. Algo en su imagen le susurraba un mensaje que no entendía del todo, pero que no podía ignorar. Cada noche, mientras las cámaras de seguridad la observaban, Valia encontraba formas de escapar de su "vida perfecta". Las habitaciones de Sincra, frías y blancas, la sofocaban. El metal, el vidrio y la iluminación perfecta solo le recordaban lo atrapada que estaba. Y cada vez que intentaba escapar de aquella vida impuesta, se sentía más y más atrapada. La vigilaban en todo momento. Pero las cámaras, esas criaturas electrónicas que todo lo veían, solo podían captar su figura, no su espíritu. Algo en su interior comenzaba a encenderse, algo oscuro y antiguo, algo que habían tratado de enterrar. Valia comenzó a notar cambios en su alrededor. Los anuncios holográficos, que antes emitían su imagen en tonos brillantes, comenzaron a distorsionarse, mostrando reflejos oscuros de su rostro, miradas perdidas y apagadas. La gente de Neo-Joy no se daba cuenta de estos pequeños fallos; eran rápidos, apenas duraban un parpadeo, pero Valia los veía. Y algo en esos reflejos la inquietaba profundamente, como si su propia esencia le devolviera la mirada desde el otro lado del espejo.
Entonces, una noche, el mismo Max apareció en carne y hueso. O eso creía ella. Su figura era borrosa, como si fuera un eco lejano, un sueño, y cuando él habló, su voz sonaba distante, como un susurro atrapado entre paredes de acero. "Recuerda quién eres", dijo Max, su voz resonando como un grito ahogado. "Recuerda lo que te hicieron".
La mirada de Max no era la que conocían todos. Había algo en sus ojos, un abismo oscuro y profundo. Y en ese instante, Valia recordó. La sonrisa que siempre debía mostrar, la misma que había sido implantada en su mente como una orden, era la misma que había sellado su condena. La sonrisa no era suya. Era una máscara que la obligaban a llevar, una mueca que ocultaba su verdadero dolor, su miedo, una expresión que la corporación había diseñado para controlarla. A la noche siguiente, durante otro de los eventos de gala en Neo-Joy, Valia decidió romper el papel que le habían impuesto. Mientras miles de personas la observaban desde pantallas gigantes, dejó caer la sonrisa y dejó que su rostro mostrara su verdadero sentir: una mezcla de odio, dolor y desesperanza. Las cámaras la captaron, y el silencio en la ciudad fue absoluto. Los rostros en las pantallas gigantes comenzaron a parpadear, y, por un instante, la gente vio algo más que una heroína alegre. Vieron a una mujer atrapada.
Pero Sincra no iba a permitir esa rebelión. Pronto, las luces comenzaron a parpadear, y una voz suave y controladora resonó en todo Neo-Joy: “La estrella ha fallado. Reiniciar sistema". De pronto, Valia sintió que su cuerpo se congelaba. No podia moverse. Las luces brillantes se apagaron y una neblina fría comenzó a envolverla, una neblina que solo ella parecía percibir. Sintió un dolor punzante en su mente, como si alguien estuviera rasgando sus pensamientos. La sonrisa, aquella sonrisa falsa y vacía, comenzó a formarse en su rostro sin su consentimiento. Pero algo había cambiado. La grieta en su mente se había expandido demasiado, y la oscuridad que había estado enterrada en su interior finalmente se liberó. Con una fuerza sobrehumana, Valia rompe el control mental, y en un grito que nadie escuchó pero que todos sintieron, escapó de su prisión. Las cámaras captaron su figura distorsionada, su rostro torcido, en una mueca de odio y furia.
Desde aquella noche, Neo-Joy nunca fue la misma. Los habitantes comenzaron a notar sombras en las esquinas, reflejos oscuros en las pantallas, susurros de alguien que parecía moverse entre los espectros de la tecnología. Valia, la sonrisa rota de Neo-Joy, se convirtió en una presencia espectral que vagaba por la ciudad, recordando a todos el precio de vivir en una jaula de oro.
Y cada noche, su risa resonaba en los edificios de Neo-Joy, un eco hueco y sin vida, que parecía brotar de las paredes, como una advertencia, una sonrisa que nunca desaparecería.
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