#Timiminaloayan
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rios-jakenov · 5 years ago
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Mictlán
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Para los antiguos mexicas, la muerte no era el final, era solo el inicio del largo viaje hacia la tierra de los muertos, donde nuestros ancestros nos esperaban con amor.
La travesía no era fácil, el alma debía cruzar nueve terribles pruebas. Morir en ellas significaba perecer para siempre.”
Francisco Eusebio acababa de fallecer, su esposa le dejaba flores de cempasúchil y claveles blancos en su tumba. Ella todavía tenía que estar en Tlaltipac. Más adentro de las tierras que cubren el ataúd, Eusebio despertaba en izcuintlan, los coloradas tierras del Mictlan decoraban antes sus ojos y veía la tierra seca adornada con pencas de agaves; su esposa lo extrañaba y Eusebio lo sabía.
“De noche cuando Cruz duerme, gotitas caen desde el cielo. Eusebio le está llorando de lluvia manda sus besos, jazmines crecen de noche los más hermosos del pueblo son flores que él le manda llorándole, ¡Ay! Llorándole, ¡ay! Llorándole.
No le llores más Eusebio, dicen las flores del huerto, tu amor vivirá por siempre en Cruz y su corazón doliente.”
En la noche de Coyolxauhqui, día de muertos, cruz ponía al centro  del altar: su foto, velas, pétalos de cempasúchil, calaveras de azúcar y amaranto, pan de muerto, mezcal, pulque, naranjas, guayabas y un sahumerio con copal y mirra.
Eusebio pasaba el río Apanohuaia, su xoloescuincle de cuando era un niño lo esperaba con ansias desde hacía una década, pues su chucho era su barca hacia el otro lado del caudaloso río. Dándole cariños, su can lo seguía y le daba un abrazo, unas lágrimas salían de los ojos de Eusebio.
Rumbo hacia Tepectli Monamictla, Eusebio veía el baile de las montañas, con valentía corría hacia el fandango de las sierras, saltando ante los movimientos tectónicos de las piedras, mientras su perro corría detrás de él y metiéndose a un morral que tenía Eusebio colgando de su cuello. Eusebio dejaba detrás las montañas aplastantes
Después ambos subían al Iztepectetl, a Eusebio se le rasgaba la ropa y la carne, y sus huesitos tilicos iban rozagantes bajando de la montaña de vidrio negro.
En Itzehecayan pasaba el paisaje de hielo y nieve, entre las sierras de piedra negra, cubriéndose el esqueleto con una manta que cruz le dejó en el altar, pues hasta los huesos tienen frío. Y volaba como papalote en el Paniecatacoyan planeando con su chucho sobre los aires.
Ya en Timiminaloayan las flechas de los antiguos guerreros proyectadas hacia los viajeros por manos invisibles trataban de empalar a los pasantes, en un bosque de árboles negros con olor a copal, las saetas pasaban sobre Eusebio y la comida que este  traía le hacía de amortiguado, a trompicones Eusebio llegaba hacia Teocoyohuehualoyan, donde las zarpas de los jaguares de piel de runas los esperaban ansiosos y con sus ojos de fuego ponían decisión sobre cuál era la siguiente  víctima, así un jaguar del doble de tamaño que uno de Tlaltipac se lanzó sobre Eusebio y le quitó la última parte humana que aún le quedaba. Su corazón latiente ahora era comida de estos guardianes.
 Mientras tanto Eusebio veía con asombrosa fascinación el firmamento, pues veía las constelaciones o los templos flotantes de Quetzalcóatl o Huitzilopochtli o Tláloc construidos en Tlaltipac sobre  montículos de tierra que reposaban con fina suavidad sobre el aire e incluso pudo ver de reojo a la  gran serpiente emplumada. Una vez que Eusebio entró a Izmictlan Apochcalolca la laguna de aguas del color de la obsidiana, su cuerpo quedó completamente limpio  de la carne humana y su alma purificada, en Chicunamictlan debía de nadar las nueve aguas de Chiconauhhapan, y así con su can a lado, iba nadando con mucha fuerza ante los rápidos filosos del río, hasta que llegó al templo de Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, un templo de luces guinda y ornamentos de flores de cempasúchil.  Mictlantecuhtli  con un penacho de plumas de guacamaya y quetzal  los observaba entrar, sentado en su trono y con un cetro de oro y demás bisutería en su cuerpo de dios.
Mictlantecuhtli le pidió una prueba para dejar pasar a Eusebio hacia el eterno descanso. Eusebio sacó un reloj de platino pero el señor de los muertos le hizo un ademán con el dedo de que eso no le servía y señaló un montículo de oro y joyas preciosas y uno de cráneos que probablemente no pudieron pasar. Con una mirada fúnebre Mictlantecuhtli lo tomó en sus zarpas y su perro empezó a ladrar. En ese momento su esposa puso un camafeo en el mantel del altar, y Eusebio ante la boca de Mictlantecuhtli le enseñó  el camafeo, cayendo Eusebio al suelo y Mictlantecuhtli abriendo las puertas del eterno descanso  con una mirada de ternura y una lágrima de ámbar que salió de sus cuencas negras, Eusebio estaba arrodillado ante las puertas,  veía de nuevos a sus antepasados y a una ciudad alegre de muchos colores, trajineras, edificios alegres y fuegos artificiales, una ciudad que siempre estaba en fiesta. Sus abuelos y sus tíos iban a darle un abrazo, con vestimenta revolucionaria y cananas cruzadas en x.
Su esposa lo recordaba en Tlaltipac, recordaba con tristeza el novenario de Eusebio, las noches de luto y su marcha funeraria.
“Por Cruz y sus ojos negros, dolor llevaba en el pecho, Cuando él se fue pal cielo.”
Un año después convenció a Mictlantecuhtli de que por piedad lo dejara estar un día en Tlaltipac, el dios siendo condescendiente se lo permitió, despertó en su ataúd  y salió de la tierra del panteón, movía sus huesos gozosos pues iba por su esposa, desde una miranda vio a lo lejos al pueblo y se dirigió hacia el pueblo.
Camino por las veredas de las calles adoquinadas y lo primero que hizo fue entrar a una cantina para ver si veía a sus viejos amigos, pero los borrachos casi se les salen los ojos de ver al muerto en la puerta. Paso a lado de la gente y la gente salía corriendo y gritando blasfemias. A un viejo casi le da un infarto, en eso una niña no le dio miedo y  ayudó a Eusebio pues ella sabía a quién estaba buscando, lo dirigió hacia el quiosco central donde una banda de calacas  con su acordeón, bajo, gaita y flauta tocaba cumbia: la cumbia calavera. Estrafalarias y locas, las calacas movían sus pies como si fuera polca o zapateado e iban tocando y marchando, Eusebio las siguió, unas catrinas se unieron al jolgorio contoneando sus huesitos al son de los platillos. Eusebio no era el único que tenía derecho a estar en Tlaltipac una vez más.
Eusebio llegó a la vieja casa donde la veía cuando eran novios, y en una de esas tantas ocasiones le tocó serenata, ahora la casa se veía descolorida, sola y con las paredes cuarteadas, siguió avanzó hasta que de reojo vio un altar, entró en aquella casa y vio a la foto de su esposa en un marco de madera y una ofrenda a su alrededor así como la que ella hacía.
Miró con tristeza la foto pero ella apareció detrás de él tomándole las manos y sacándole una enorme sonrisa, felices los dos, bailaron la cumbia calavera y abrazados se fueron caminando de nuevo hacia la última tierra del Mictlán.   15.-
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charlyg74 · 2 years ago
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Texto e imágenes tomadas de la página de Instagram de @n.mas En la mitología azteca, los muertos podían ir a cuatro lugares. El primero era la Casa o Cielo del Sol, reservada para los guerreros y las mujeres que morían durante el parto. El segundo era conocido como Tlalocan, donde iban aquellos cuya muerte estaba relacionada con el agua. El Chichihualcuauhco era el lugar donde iban los niños muertos de manera prematura. El resto, descendían a Mictlán, que era supervisado por el señor y la señora de los muertos: Mictlantecuhtli y Mictlancihuatl. Pero antes de llegar a su descanso final, tenían que pasar por una serie de pruebas en cada uno de los nueve niveles del Mictlán: 1) Apanohuaia o Itzcuintlán: Había un río poderoso. La única forma de cruzar era por medio del dios Xolotl, representado con una cabeza de perro. Si en la vida no había sido amable con ningún perro, los muertos permanecían en este nivel por la eternidad. 2) Tepectli Monamictlan: Consistía en dos cerros que se abrían y se cerraban, chocando constantemente. Los muertos tenían que encontrar el momento adecuado para pasar. 3) Iztepetl: Este lugar estaba formado por pedernales. 4) Izteecayan: Este era un lugar con una sierra que constaba de ocho colinas y nevaba fuertemente. Los muertos tenían que escalar el cerro cubierto de filosas aristas para cruzar. 5) Paniecatacoyan: Había poderosos vientos que arrastraban a los difuntos hasta que finalmente podía avanzar. 6) Timiminaloayan: Un camino a cuyos costados estaban manos invisibles que lanzaban flechas o saetas para cortar a los que lo atravesaban. 7) Teocoyocualloa: Un lugar donde animales salvajes, como los jaguares, desgarraban el pecho de los muertos para alimentarse de los corazones. 8) Izmictlan Apochcalolca: Al llegar a este nivel, los muertos se liberaban por completo de su cuerpo mortal. 9) Chicunamictlan: Tras atravesar sus aguas, las almas finalmente llegaban al lugar del último descanso. #diademuertos #mictlan #inframundoazteca #mictlantecuhtli (en Villa San Agustín Atlapulco, Chimalhuacán) https://www.instagram.com/p/CkfF_uROkx5/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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v66mx · 7 years ago
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Aquél lugar llamado Mictlán
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Las 9 regiones del Mictlán o Chiconauhmictlán, en la mitología mexica es concretamente la cosmovisión de las creencias nahuas referentes al espacio y al tiempo; en un universo estructurado mediante parcelas o regiones determinadas por unas fuerzas vivashecha posterior al nacimiento de los "dioses primordiales" (Omecíhuatl y Ometecuhtli), por los llamados "dioses creadores" (Xipetótec, Tezcatlipoca, Quetzalcóatl y Huitzilopochtli). Según la Wikipedia universal.
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Lo que sí sabemos o al menos creemos saber, es que desde el principio de los tiempos ha existido una necesidad de justificarnos cosas como la muerte para poder sentirnos de alguna forma más tranquilos y darle tranquilidad a los nuestros, ya que las preguntas nunca van a faltar.
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El viaje a Mictlán se compone de 9 niveles:
Primer nivel: APANOHUAIA
También llamado Itzcuintlan o “lugar de perros”, este sitio estaba a la orilla del caudaloso río Apanohuaia, que el muerto debía atravesar con la ayuda de un xoloitzcuintle de color pardusco.
Segundo Nivel: TEPECTLI MONAMICTLAN
El “lugar de los cerros que se juntan”. En este nivel se dice que existían dos cerros que se abrían y se cerraban, chocando entre sí de manera continua. Los muertos, por lo tanto, debían buscar el momento oportuno para cruzarlos sin ser triturados.
Tercer Nivel: IZTEPETL
En este lugar se encontraba un cerro cubierto de filosísimos pedernales que desgarraban los cadáveres de los muertos cuando estos tenían que escalarlos para cumplir con su trayectoria.
Cuarto Nivel: ITZEHECAYAN
El “lugar del viento de obsidiana” era un sitio desolado de hielo y piedra abrupta. Se trata de una sierra con aristas cortantes compuesta de ocho collados en los que siempre caía nieve.
Quinto Nivel: PANIECATACOYAN
“El lugar donde la gente vuela y se voltea como banderas”. Se dice que este lugar se ubicaba al pie del último collado o colina del Itzehecayan, donde los muertos perdían la gravedad y estaban a merced de los vientos, que los arrastraba hasta que finalmente eran liberados para pasar al nivel siguiente.
Sexto Nivel: TIMIMINALOAYAN
“El lugar donde la gente es flechada”. Aquí existía un extenso sendero a cuyos lados manos invisibles enviaban puntiagudas saetas para acribillar a los cadáveres de los muertos que lo atravesaban. Estas eran saetas perdidas durante las batallas.
Séptimo Nivel: TEOCOYOHUEHUALOYAN
Aquí los jaguares abrían el pecho del muerto para comerse su corazón.
Octavo Nivel: IZMICTLAN APOCHCALOLCA
En esta “laguna de aguas negras” (Apanhuiayo), el muerto terminaba de descarnar y su tonalli (su alma), se liberaba completamente del cuerpo.
Noveno Nivel: CHICUNAMICTLAN
Aquí el muerto debía atravesar las nueve aguas de Chiconauhhapan y, una vez superado este último obstáculo, su alma sería liberada completamente de los padecimientos del cuerpo, por Mictlantecuhtli y Mictecacihuatl, esencia de la muerte masculina y femenina respectivamente.
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Una vez terminado el viaje, el muerto podía presentarse ante Mictlantecutli (Señor de la muerte) y Mictecacihuatl (Señora de la muerte). Estos dioses del Mictlán comparten la función de regir y administrar a los que han muerto.
En este lugar de la muerte, según la mitología, no existían puertas y ventanas. El México antiguo no temblaba ante Mictlantecutli; lo hacía ante esa incertidumbre que es la vida del hombre, la llamaban Tezcatlipoca (los dos significados más aceptados para esta palabra son: Los brujos y Dios de la noche. Este dios representa la maldad y fue una de las deidades más temidas del México prehispánico).
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Y ya para terminar les dejo una roilita del buen Jorge Reyes.
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