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guillemashin · 7 years ago

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El pub maldito

Abrió la puerta, y ahí estaba de nuevo. Un año fuera, desde el día que decidió salir de aquella oscuridad, desde que el viento agitó su corazón. Y ahí estaba de nuevo.

No era el mismo que hace meses. No sólo había cambiado su piel, sus ojos, o su pelo. Ahora sonreía de otra manera, tal vez no era tan dulce, pero si que era mas real, ya no escondía nada dentro de él.

Avanzó poco a poco, revisando lo que quedaba de aquel lugar, una habitación mas del castillo.

- Cuanto tiempo si vernos, verdad? - Dijo uno de los chicos, este llevaba consigo un separalibros, de madera, con un hilo dorado que colgaba.

- Ese es el que se fue?

Entonces alcé la vista de la copa que andaba limpiando. Y dije:

- No, no se parece ni un poco al chico que se marchó. Verdad?

Entonces llegó a la barra, dejó la bolsa que cargaba en el suelo. Revisó en los bolsillos de la chaqueta, solo encontró un pañuelo rojo, y un lazo azul…

- Que vas a tomar? - Sabía lo que me iba a pedir, al fin y al cabo, estabamos de algún modo conectados.

- Lo de siempre, un vaso de realidad.

- Que has estado haciendo ahí fuera?- Dijo una voz detrás suya.

Le puse el vaso delante, entonces lo agarró, y dio un trago, fue un trago largo, hasta que dejó solo los hielos y sin mas compañía que la frialdad que desprendían. El chico del un jersey de punto de color naranja de otoño, se acercó descalzo, hasta el recién llegado. Trajo consigo su propio taburete. Estaba espectante, quería saberlo todo.

- Bueno, si tanto os interesa, os lo contaré- Señaló el vaso vacío, y entonces me tocó llenarle el vaso de nuevo.- ¿Ahí fuera? La luz toca todas partes, primero caminé lejos de aquí, donde un día estuvimos, cada uno de nosotros, pero hace tanto tiempo que ni lo recordais, pero yo si.

-De verdad? Tu te acuerdas de todo eso?- Tuve que preguntarle, los demás no querían salir, pero él, siempre fue el mas valiente.

- Claro que me acuerdo, bueno, me dejas seguir?- Y carraspeó, su mirada me hizo sentir escalofríos.

- Claro, claro.- Y seguí limpiando copas mientras el recién llegado hablaba.

- Os acordais de lo rápido que viajaban tus ideas DaVinci? O lo rápido que latías Juve, era aquello increible, pues conforme me alejaba de este lugar, lo que tenía dentro se sentía cada vez mas vivo, al principio no sabía que era. Hasta que una noche, la sintonia empezó a sonar, fue en la orilla del mar, con una luna increible. El viento, empezó a soplar, silbaba melodías, parecía que me conocía.

Se le notaba triste, sorbió un poco de la copa. Entonces Juve sacó de sus bolsillos, un papel, un grinder y un poco de cannabis. Tardó apenas unos segundos en liarlo. El barman, yo, le ofrecí fuego.

- Esa fue la primera vez que escuché su melodía. Fueron notas de silencio que no supe escuchar. Y de súbito dejó de sonar, entonces desperté, pero sabía que lo volvería a escuchar. Despues de aquella noche, supe que estaba perdido, fui hasta el muelle. Pedí un barco, de los de antes, de esos que tienen una gran vela en el centro, podía llevarlo yo solo, o eso creía, pero odio admitirlo. Vinci, Juve, me haciais falta. No llego a ningún lado sin vosotros.

Juve exhaló una gran bocanada de humo, este empezó a distorsionarse cobrando forma de nubes, nubes que se deshacían y rehacían, parecía que hubiese una brisa, pero aquello era imposible, en Los miedos no llegaba a soplar el aire, ni llegaba la luz.

Vinci pasaba y pasaba las hojas de papel, eran los unicos sonidos que se escuchaban en aquel lugar. Hasta que de golpe pararon. Cerró aquél libro de golpe, y con el canto, golpeó al regresado.

- ¿Porque me das? Que cojones he hecho ahora?

- Marcharte sin mi permiso, como siempre haces.

- Creía que merecía la pena. Que pasa si llego a alcanzar el viento?

- Ya sabes la realidad del viento.

Me puse un trago, aguantar aquella historia no iba a ser sencillo, pero cada vez mas clientes iban entrando. Recuerdos, futuros y pasados, habían críos, habían fracasados, también exitosos dueños de lo volnerable. Todos querían un trago de eso que les recordaba sus mejores momentos. Un trago de dulce zumo de colegio, un poco de besos de verano, o tal vez unas notas merecidas en el último trimestre. Yo tenía que servirlo todo, no dejaban de pedir, pero yo quería escuchar su historia, como había vuelto. Volver sin el viento, pensé que jamás regresaría.

- Ya va… ra va…

- Sirvelo bien frío, su mirada era así, jodidamente fría. Pero tenía un sabor delicioso, cuando te besaba sin esperarlo.

Era él, el segundo enamorado. El que mas cambió de todos cuando aquello sucedió.

- Unos toques de nariz roja también?

-Y un poco de sabor a montaña, y mentira.

Lo dejé allí discutiendo con el resto de personajes literarios que había leido con amor, con traición. Le encantaba debatir sobre el significado de este sentimiento.

- Y tu? Pequeño?

Era un niño algo rellenito, con un polo rojo, mal metido dentro del pantalón, con unos vaqueros largos, y nas zapatillas de Mikey Mouse.

- mmmm tienes una tarrina de helado de nata??

Le sonerí, era lo mas puro que quedaba en aquella habitación.

- Claro, lo quieres con un vaso de mesclaet?

El mesclaet, era una mezcla de horchata y granizado de limón.

- Siii porfavor- Y me sonrió, le faltaban tres dientes.

- El ratóncito perez me ha dado mucho dinero, me voy a comprar un montón de chuches y una peonza.

Le acaricié la cabeza, y le dejé lo que había pedido en la barra.

- ¿Te apetece jugar a los recreativos? Allí puedes jugar al bomberman, a ver si me superas…

Saltó del taburete, manchandose la camiseta, mientras comía del tarro.

Limpié la barra, dejando a todos contentos, y me acerqué de nuevo al que estaba contando la historia.

- …staba yo. A la deriva, el cielo era mi único guía. Cuando volvía el viento, abría la vela mayor, y el barco volaba, dejaba el mar. Y empezaba a volar, muchas veces llegué a confundir el cielo y el mar, porque las estrellas se reflejaban como un espejo. Lo único que me hacía mantener la cordura, era que yo no estaba boca abajo, aún tenía sentido del equilibrio. Y conocí muchas cosas, conocí la música, conocí cocina que no llegab a pensar que me gustase. El mar esconde muchas cosas cuando lo ves desde otro lugar. Pero entonces, cuando creía que estaría por siempre ahí arriba, el viento cesaba de soplar, y caía de nuevo.

-¿Y que hacías entonces?

- Remar, y remar.

Levantó las palmas de las manos, y se vió. Las manos estaban callosas, con costras arrancables.

- Pero merecía la pena. No os compadezcais de mi, siempre pude volver, pero no quería. Esos instantes, esas horas en el aire, merecían la pena. Seguí y seguí en busca del viento. Sus susurros me guiaban a través de las nubes, a través del sol cegador. Yo iba a donde el viento me llevaba, con la esperanza de que me hiciese volar para siempre. Pero había una cosa de la que no me percaté, cada vez que volaba, cuanto mas alto lo hacía, al descender, el barco sufría, lo que me ayudaba a perseguir el viento, se estaba rompiendo. Y entonces llegó el día.

Ya todo Los miedos estaba escuchando, ya nadie estaba en su propia conversación. Excepto el niño, a los niños no les importa el viento.

Entonces se agachó, cogio la bolsa, y la colocó encima de la barra, y los sacó. Dos remos y un timón.

- Fue con la última bocanada, fue la vez que mas alto me llevó. Pensé que sería la última vez. Y lo fue. Tras dejar de soplar, como tantas, y tantas veces, el golpe fue demoledor. La vela mayora desgarrada del todo, el timón casi destrozado, y la killa, a un golpe de resquebrajarse, y hundirme, hundirme en el fondo del mar. Donde no llega la luz, donde las estrellas no saben donde estan, donde te devoran todos esos animales deconocidos. Y entonces lo decidí. Después de un año, cesé en la busca del viento. Remé y remé de vuelta a casa, ya no me hacen falta. Barman, puedes quemarlos si quieres, haran un excelente fuego, las ilusiones arden muy bien en el fuego…

Lo miré, y cogí la bolsa. Y la llevé hasta la chimenea, allí abajo gracias al fuego se estaba bien, de manera que tiré lo que me dió. Volví, y ahí estaba, rodeado de gente consolandolo, diciendole que jamás el viento se postró ante nadie, que jamás las ganas de algo, llevaron a que ocurriera.

- Parece que el agua salada, no solo está en el mar- Se pasó la manga de la chaqueta, dejando caer de la manga una carta.

El rey de corazones.

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