#RosaBoixaderas
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adrianeleuteri · 6 months ago
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TINO TIENE UNA MANO. TANO TIENE UNA HOZ
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Este libro y yo nacimos en 1989; nos conocimos, sin embargo, en 1995, en el salón de 1ºA de la Escuela Primaria Coronel Nicolás Romero. Fue un regalo —temporal— de la SEP: el libro que se me asignó para aprender a leer. Como se ve, no lo devolví. No sólo eso: lo rayoneé y dibujé sobre él un montón de veces (cuando mi hermana y yo nos peleábamos, eran los peculiares Tino y Tano quienes padecían nuestros arrebatos, pues escribíamos sobre sus páginas escandalosos y puntuales insultos cuyo destinatario era el otro [Caín tiene una mona. Avelina tiene un oso]. El más inocente: "caca"; el imperdonable: "puta" [¡¿pero qué carajo?!]). En 2015, en otra mudanza, volví a encontrar mi librito de Tino y Tano. Se lo quise regalar a mi hija (que habría de llamarse [pero eso aún no lo sabía] Bebetuá). Cuando lo hojeé, encontré un montón de palabrotas escatológicas y de verdad groseras, algo no apto para una bebé por nacer. Entonces me di a la tarea de borrar escrupulosamente todas esas declaraciones. Dejo constancia: luego de andar del tingo al tango por el léxico en las páginas de Tino y Tano, pude borrar mis majaderías infantiles y las de mi hermana. Debo decirlo: yo no sabía que iba a poder borrarlas todas... Tuve fe. ¿Qué? (¡¿Qué?!). Al parecer, influido indubitablemente por cierto filme de Iñarritu, no pude resistirme y volví a rayar el libro, esta vez con un dibujitos mal garabateados (un tipo barbado en harapos atacado por el oso de Tano, y luego el mismo tipo enterrando una daga en la garganta del oso, cuyo rostro era de muy amarga tristeza). ¿Me arrepiento? Sí. ¿Recuerdo el hecho? No. ¿Tano? Tampoco. ¿Tino? El Pingüino. ¿Palestina? Libre. Palestina libre del yugo genocida de Israel. Siempre.
Escribí una dedicatoria para la futura lectora: "La tía Patty y papá jugaban con este libro cuando eran pequeños. Lía, te amo. Atte: papá Adrián"
Hace unos días, nueve años más tarde, con la ayuda de mi hija y debido a una mudanza próxima, quité varios libros del librero que ella me ayudó a construir en los severos meses de la pandemia que paraliezó al mundo, mientras escuchábamos sin descanso una misma canción durante horas. Nos encontramos con "Tino tiene una mona. Tano tiene un oso". Los dos sonreímos. Me abrazó. "Ah", dijo mirando fijamente al librero, "paso todo el día pensando en vos, pensando en vos...". Su abuela soltó el tajo: "Se acabó la visita". Me dolió el alma, se... me quebró la garganta. El dolor del padre. Entonces una niña de nueve años llamada Bebetuá tomó el libro y fue a esconderse debajo de su cama. No me di cuenta cuando lo puso entre el montón de libros que me llevé. Lo descubrí en el trayecto de regreso. Una nota nueva figuraba en la portada: "Para cerecita con todo el corazón. Atentamente tu hermana Lía"
El punto de la i es un corazón.
Tino tiene una mona. Tano tiene un oso. Y yo no atino a manejar un dolor tan oscuro.
Es... la depresión cinética. La depresión... sin ética...
Al llegar a casa no dije nada (habíase quebrado mi garganta en un librero). Creí percibir, por un momento, un ligero perfume frutal: cerezas. Brevemente, fui feliz.
Bebetuá tiene una Cerecita. Cerecita tiene una Bebetuá.
Todo esto lo escribo mientras viajo rumbo al trabajo en un autobús RTP con dirección al metro Copilco, y estoy por llegar. Mi última nota tiene dos destinatarios específicos:
Si saben mirar, Cerecita, Bebetuá, descubrirán la cualidad más insólita de la brevededad: es infinita. Aprendan a habitar la dimensión de su eterna plenitud fugaz. La plenitud fugaz de la brevedad. Y la propia. Atentas, hijas mías, miren allá:
Tino tiene una mano. Tano tiene una hoz.
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