#Poesías limitado
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tuyilo · 2 days ago
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Poemas cortos
Eres la flor más bella en mi jardín de vida, y tu amor, mi caricia, mi razón más querida.
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relloyuji · 2 days ago
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Poema corto
El amor no se mide con palabras ni tiempo, pero en tu abrazo, amor, tengo todo lo que soy y siento.
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yufacghur · 2 days ago
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poemas cortos
No importa el tiempo, ni el lugar, ni el qué. Contigo siempre, amor, en cada paso, en cada ser.
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tuyotolo · 2 days ago
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Poemas cortos
En tus ojos me encuentro, en tus palabras, el sol. Cada instante contigo es un faro en mi corazón.
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tryuiolj · 2 days ago
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Poemas corto
Te pienso en cada sueño, en cada amanecer, y en cada latido de mi pecho, solo quiero tenerte, mi bien.
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trujgluti · 2 days ago
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Poemas cortos
Tu amor es el aire que me hace respirar, y en tus brazos, amor, me encuentro al descansar.
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trefhjk · 2 days ago
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Poemas cortos
Tus manos, mi consuelo, tu voz, mi calma. Tu amor es la melodía que danza en mi alma.
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rullopil · 2 days ago
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Poemas corto
Cada caricia tuya es un verso sin final, y cada beso tuyo es mi razón, mi canción ideal.
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hgfgjsdaf · 2 days ago
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Poemas cortos
Si el sol se apaga, y la luna se oculta al mar, yo seguiré amándote sin nunca dejar de soñar.
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gfhjsad · 2 days ago
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Poemas corto
Me pierdo en tus ojos como mar en la arena, y en tus labios, un beso que mi alma se ordena.
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frantrucho · 2 days ago
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Poemas cortos
Tus palabras son susurros que mi alma siempre guardará, y en cada latido tuyo, una eternidad vivirá.
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druama · 2 days ago
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Poema corto
Eres la luna que ilumina mi noche sin final, y cada estrella en mi cielo reflejo de tu amor celestial.
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waltfrasescazadordepalabras · 5 months ago
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Es un atrevimiento decir: sí, yo soy un poeta. Es como tener quince años y decir: “soy grande”. Yo escribo, escribo lo mío, con eso soy feliz. Creo que si escribiera mucho más podría decir que soy un poeta, pero la verdad es que soy muy limitado en eso y no quiero tomarme ese nombre para mí. A veces escribo poesía y eso no quiere decir que sea un poeta"
- Luis Alberto Spinetta. Año 2008
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placapetri · 1 year ago
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"Iñaki Echavarne, bar Giardinetto, calle Granada del Penedés, Barcelona, julio de 1994. Durante un tiempo la Crítica acompañaba a la Obra, luego la Crítica se desvanece y son los Lectores quienes la acompañan. El viaje puede ser largo o corto. Luego los Lectores mueren uno por uno y la Obra sigue sola, aunque otra Crítica y otros Lectores poco a poco vayan acompañándose de su singladura. Luego la Crítica muere otra vez y los Lectores mueren otra vez y sobre esa huella de huesos sigue la Obra su viaje hacia la soledad. Acercarse a ella, navegar a su estela es señal inequívoca de muerte segura, pero otra Crítica y otros Lectores se le acercan incansables e implacables y el tiempo y la velocidad los devoran. Finalmente la Obra viaja irremediablemente sola en la Inmensidad. Y un día la Obra muere, como mueren todas las cosas, como se extinguirá el Sol y la Tierra, el Sistema Solar y la Galaxia y la más recóndita memoria de los hombres. Todo lo que empieza como comedia acaba como tragedia.
Aurelio Baca, Feria del Libro, Madrid, julio de 1994. No solo ante mí mismo ni solo ante los espejos ni en la hora de la muerte que espero tarde en llegar, sino ante mis hijos y mi mujer y ante la vida serena que construyo, debo reconocer: 1) Que en época de Stalin yo no hubiera malgastado mi juventud en el Gulag ni hubiera acabado con un tiro en la nuca. 2) Que en época de McCarthy yo no hubiera perdido mi empleo ni hubiera tenido que despachar gasolina en una gasolinera. 3) Que en época de Hitler, sin embargo, yo habría sido uno de los que tomaron el camino del exilio y que en época de Franco no habría compuesto sonetos al Caudillo ni a la Virgen Bendita como tantos demócratas de toda la vida. Y una cosa va por la otra. Mi valor es limitado, bien cierto, mis tragaderas también. Todo lo que empieza como comedia acaba como tragicomedia.
Pere Ordóñez, Feria del Libro, Madrid, julio de 1994. Antaño los escritores de España (y de Hispanoamérica) entraban en el ruedo público para transgredirlo, para reformarlo, para quemarlo, para revolucionarlo. Los escritores de España (y de Hispanoamérica) procedían generalmente de familias acomodadas, familias asentadas o de una cierta posición, y al tomar ellos la pluma se volvían o se revolvían contra esa posición: escribir era denunciar, era renegar, a veces era suicidarse. Era ir contra la familia. Hoy los escritores de España (y de Hispanoamérica) proceden en número cada vez más alarmante de familias de clase baja, del proletariado y del lumpenproletariado, y su ejercicio más usual de la escritura es una forma de escalar posiciones en la pirámide social, una forma de asentarse cuidándose mucho de no transgredir nada. No digo que no sean cultos. Son tan cultos como los de antes. O casi. No digo que no sean trabajadores. ¡Son mucho más trabajadores que los de antes! Pero son, también, mucho más vulgares. Y se comportan como empresarios o como gángsters. Y no reniegan de nada o sólo reniegan de lo que se puede renegar y se cuidan mucho de no crearse enemigos o de escoger a éstos entre los más inermes. No se suicidan por una idea sino por locura y rabia. Las puertas, implacablemente, se les abren de par en par. Y así la literatura va como va. Todo lo que empieza como comedia acaba indefectiblemente como comedia.
Julio Martínez Morales, Feria del Libro, Madrid, julio de 1994. Voy a contarles acerca del honor de los poetas, ahora que paseo por le Feria del Libro. Yo soy poeta. Yo soy escritor. He ganado una cierta nombradía como crítico. 7 x 3 = 22 casetas a ojo de buen cubero, pero son, en realidad, muchas más. Limitada es nuestra visión. He conseguido, sin embargo, hacerme un lugar bajo el sol de esta Feria. Atrás quedan los coches estrellados, los límites de la escritura, el 3 x 3 = 9. Me ha costado. Atrás queda la A y la E que se desangran colgadas de un balcón al que a veces vuelvo en sueños. Soy un hombre educado: sólo conozco las cárceles sutiles. Poesía y cárcel, por otra parte, siempre han estado cerca. No obstante, mi fuente de atracción es la melancolía (...) Deambulo por la Feria y saludo a los colegas que deambulan tan idos como yo. Ido x ido = una cárcel en el cielo de la literatura. Deambulo. Deambulo. El honor de los poetas: el canto que escuchamos como pálida condena (...) Todos pasamos bajo el balcón donde cuelgan las letras A y E y su sangre nos chorrea y nos ensucia para siempre. Pero el balcón es pálido como nosotros y la palidez jamás ataca a la palidez. Por otro lado, y esto lo digo en mi descargo, el balcón también deambula con nosotros. En otras latitudes a esto se le llama mafia (...) personas que deambulan por la Feria del Pasillo buscando no un libro sino una certeza que apuntale el vacío de nuestras certezas. Así interpretamos la vida en momentos de máxima desesperación. Gregarios. Bederres. El bisturí corta los cuerpos. A y E x Feria del Libro = otros cuerpos; leves, incandescentes, como si anoche mi editor me hubiera dado por el culo. Morir puede parecer una buena respuesta, diría Blanchot. 31 x 31 = 962 buenas razones. Ayer sacrificamos a un joven escritor sudamericano en el altar de los sacrificios de nuestra villa. Mientras su sangre goteaba por el bajorrelieve de nuestras ambiciones pensé en mis libros y en el olvido, y eso, por fin, tenía sentido. Un escritor, hemos establecido, no debe parecer un escritor. Debe parecer un banquero, un hijo de papá que envejece sin demasiados temblores, un profesor de matemáticas, un funcionario de prisiones (...) ¿Cómo no se dan cuenta los jóvenes, los lectores por antonomasia, de que somos unos mentirosos? ¡Si basta con mirarnos! ¡En nuestras jetas está marcada a fuego nuestra impostura! Sin embargo, no se dan cuenta y nosotros podemos recitar con total impunidad: 8, 5, 9, 8, 4, 15, 7. Y podemos deambular y saludarnos (yo, al menos, saludo a todo el mundo, a los jurados y a los verdugos, a los patrones y a los estudiantes), y podemos alabar al maricón por su irrestricta heterosexualidad y al impotente por su virilidad y al cornudo por su honra inmaculada. Y nadie gime: no hay desgarro. Sólo nuestro silencio nocturno cuando a cuatro aptas nos dirigimos hacia las hogueras que alguien a una hora misteriosa y con una finalidad incomprensible ha encendido para nosotros. El azar nos guía aunque nada hemos dejado al azar. Un escritor debe parecer un censor, nos dijeron nuestros mayores y hemos seguido esa flor de pensamiento hasta su penúltima consecuencia. Un escritor debe parecer un articulista de periódico. Un escritor debe parecer un enano y DEBE sobrevivir. Si no tuviéramos, encima, que leer, nuestro trabajo sería un punto suspendido en la nada, un mandala reducido a su mínima expresión, nuestro silencio, nuestra certeza de tener un pie cristalizado en el otro lado de la muerte. Fantasías. Fantasías. Quisimos, en algún pliegue perdido del pasado, ser leones y sólo somos gatos capados. Gatos capados casados con gatas degolladas. Todo lo que empieza como comedia acaba como ejercicio criptográfico.
Pablo del Valle, Feria del Libro, Madrid, julio de 1994. Voy a contarles algo acerca del honor de los poetas (...) Conocí a una mujer. Conocí a muchas mujeres, pero sobre todo conocí a una mujer. Esta mujer, cuyo nombre es preferible dejar en el anonimato, se enamoró de mí. Ella trabajaba en Correos. Era funcionaria de Correos, eso decía yo cuando los amigos me preguntaban qué hacía mi mujer. En realidad eso es un eufemismo para no decir que ella era cartera (...) Cuando ella regresaba del trabajo solíamos hablar durante un rato, ¿pero de qué podía hablar un literato con una cartera? Yo hablaba de lo que había escrito, de lo que planeaba escribir: una glosa sobre Manuel Machado, un poema sobre el Espíritu Santo, un ensayo cuya primera frase era: a mí también me duele España. Ella hablaba de las calles que había recorrido y de las cartas que había repartido. Hablaba de los sellos, algunos rarísimos, y de las caras que había entrevisto en su larga mañana de repartidora de cartas. Después, cuando ya no aguantaba más, le decía adiós y me iba a vagabundear por los bares de Madrid. A veces acudía a presentaciones de libros. Más que nada por las copas gratis y por los canapés. Iba a la Casa de América y escuchaba a los orondos escritores hispanoamericanos. Iba al Ateneo y escuchaba a los satisfechos escritores españoles. Más tarde me reunía con mis amigos y hablábamos de nuestras obras o nos íbamos todos juntos a visitar al Maestro. Pero por sobre la cháchara yo seguía escuchando el ruido de los zapatos sin tacones de mi mujer que recorría su zona de reparto una y otra vez, silenciosa, arrastrando su bolsón amarillo o su carrito amarillo (...) y entonces me desconcentraba, mi lengua, segundo antes ingeniosa, punzante, se volvía de trapo y me sumía en un hosco e involuntario silencio que los demás, incluido nuestro Maestro, solían interpretar, por suerte para mí, como una muestra de mi talante reflexivo, reconcentrado, filosófico (...) Y dejé a mi mujer (...) Mi actual mujer estudia filolofía inglesa y escribe poesía. Solemos hablar de libros. Y a veces se le ocurren ideas muy buenas. Creo que hacemos una estupenda pareja: la gente nos mira y asiente, de alguna manera personificamos el futuro y el optimismo no reñido con la sensatez y la reflexión. Algunas noches, sin embargo, (...) escucho pasos en la calle y tengo (...) casi la certeza de que se trata de la cartera que ha salido a repartir la correspondencia a una hora inoportuna (...) Por supuesto, de esto no hablo con nadie. Hay que mostrarse fuerte. El mundo de la literatura es una jungla. Yo pago mi relación con la cartera con unas cuantas pesadillas, con unos cuantos fenómenos auditivos. No está mal, lo acepto (...) A veces tengo ganas de de quedar con ella en algún bar de su barrio que ya no es el mío y preguntarle por su vida: si ya tiene un nuevo amante, si ha repartido alguna carta proveniente de Malasia o Tanzania, si aún recibe, por Navidad, el aguinaldo del cartero. Pero no lo hago. Me conformo con oír sus pasos, cada vez más débiles. Me conformo con pensar en la inmensidad del Universo. Todo lo que empieza como comedia termina como película de terror.
Marco Antonio Palacios, Feria del Libro, Madrid, julio de 1994. He aquí algo sobre el honor de los poetas. Yo tenía diecisiete años y unos deseos irrefrenables de ser escritor. Me preparé (...) Disciplina y un encanto dúctil, ésas son las claves para llegar a donde uno se proponga. Disciplina: escribir cada mañana no menos de seis horas. Escribir cada mañana y corregir por las tardes y leer como un poseso por las noches. Encanto, o encanto dúctil: visitar a los escritores en sus residencias o abordarlos en las presentaciones de libros y decirle a cada uno justo aquello que quiere oír. Y tener paciencia, pues no siempre funciona (...) Los mejores son los homosexuales, pero, ojo, es necesario saber con precisión qué es lo que uno quiere, de lo contrario puedes acabar enculado de balde por cualquier viejo maricón de izquierda. Con las mujeres ocurre tres cuartas partes de lo mismo: las escritoras que españolas pueden echarte un cable suelen ser mayores y feas y el sacrificio a veces no vale la pena. Los mejores son los heterosexuales ya entrados en la cincuentena o en el umbral de la ancianidad. En cualquier caso: es ineludible acercarse a ellos. Es ineludible cultivar un huerto a la sombra de sus rencores y resentimientos. Por supuesto, hay que empollar sus obras completas. Hay que citarlos dos o tres veces en cada conversación. ¡Hay que citarlos sin descanso! Un consejo: no criticar nunca a los amigos del maestro. Los amigos del maestro son sagrados y una observación a destiempo puede torcer el rumbo del destino. Un consejo: es preceptivo abominar y despacharse a gusto contra los novelistas extranjeros, sobre todo si son norteamericanos, franceses o ingleses. (...) Por la mañana escribir, por la tarde corregir, por las noches leer y en las horas muertas ejercer la diplomacia, el disimulo, el encanto dúctil (...) Algunos dicen que soy la versión mejorada de Aurelio Baca. No lo sé. (A los dos nos duele España, aunque creo que por el momento a él le duele más que a mí) (...) Aún no he cumplido los treinta y el futuro se abre como una rosa, una rosa perfecta, perfumada, única. Lo que empieza como comedia acaba como marcha triunfal, ¿no?
Hernando García León, Feria del Libro, Madrid, julio de 1994. Todo empezó, como todo lo grande, con un sueño. Hace un tiempo, menos de un año, me di un garbeo por uno de los cates de mayor raigambre literaria y conversé con diversos autores de nuestra España Doliente. Entre el guirigay de costumbre todos aquellos con quienes dialogué afirmaron (y aquí la unanimidad no es sospechosa) que mi último libro era, si no uno de los más vendidos, sí uno de los más leídos. Puede ser, de mercadeos no me ocupo. Tras la cortina de elogios, sin embargo, entreví una sombra. Mis pares me elogiaban, los más jóvenes veían en mí -y se ufanaban de ello- a un maestro, pero tras la cortina de halagos yo presentí la respiración, la inminencia de algo desconocido. ¿Qué era aquello? Lo ignoraba. Un mes después, hallándome en una de las salas de embarque del aeropuerto, dispuesto a ausentarme por unos días de nuestra España maldiciente, se me acercaron tres jóvenes, espigados y cerúleos, y me dijeron en buen romance que mi último libro les había cambiado la vida. Curioso, aunque ciertamente no eran, ni mucho menos, los primeros en interpelarme de esta guisa. Proseguí mi viaje. Hice una escala en Roma. En el duty free shop se me quedó mirando fijamente un hombre de aspecto interesante. Era un austríaco (...) que seducido por mi anterior libro, que había leído en español pues que yo sepa aún no se ha traducido al alemán, deseaba conseguir de mí un autógrafo. Sus alabanzas me dejaron anonadado. Al llegar a Nepal, en el hotel (...) el mozalbete se declaró ferviente admirador de mi obra y poco después, casi sin darme cuenta, me vi estampando mi firma sobre un ajado ejemplar de Entre toros y angeles, para ser más concretos en la octava edición española, con fecha de 1986. Lamentablemente en aquel momento ocurrió un percance que no viene a cuento relatar aquí que me privó de interrogar a aquel joven lector por las visicitudes o vericuetos que habían hecho llegar mi libro hasta sus manos.
Esa noche soñé con San Juan Bautista. El descabezado se me acercaba a la cama del hotel y me decía: ve a Nepal, Hernando, y se abrirán para ti las páginas de un libro magnífico. Pero si estoy en Nepal, le contestaba con la media lengua de los durmientes. Pero el Bautista repetía: ve a Nepal, Hernando, etcétera, etcétera, como si se tratara de mi agente literaria. A la mañana siguiente olvidé el sueño. Durante una excursión por las montañas de Katmandú me encontré de sopetón con un grupo de turistas de nuestra España azorada. Fui reconocido (yo estaba solo, demás está precisarlo, meditando tras una roca) y sometido a la usual sesión de preguntas y respuestas, cual si estuviéramos en un programa televisivo (...) Aquella noche volví a soñar con San Juan Bautista, mas con la variante, prestigiosa variante, de que esta vez venía acompañado de una sombra, un ser embozado que permanecía a una cierta distancia mientras el descabezado hablaba. Su alocución, en esencia, venía a ser la misma de la noche anterior (...) Regresé a Madrid y (...) me despacé a Orejuela de Arganda, un pueblito o aldea de la sierra, con la robusta intención de acometer una labor de creación. Volví a soñar con San Juan Bautista. Macho, Hernando, esto es demasiado, me dije en medio del sueño y con un esfuerzo mental que sólo pueden permitirse quienes han ejercitado sus nervios en situaciones limítrofes, conseguí despertar de golpe (...) La habitación estaba sumida en el silencio feraz de la noche castellana (...) Dediqué mi insomnio a revisar papeles, concluir cartas, preparar borradores de artículos y conferencias, las servidumbres de un autor de éxito, algo que no comprenderán jamás los resentidos y envidiosos que no pasan nunca de los mil ejemplares (...) y entonces me levanté, con ímprobos esfuerzos, de la cama (...) y me dije valor, Hernando, que en peores sueños te has visto (...) Y entonces la sombra se quitó el rebozo o tal vez sólo fuera un capidengue y ante mí apareció la Virgen María y su luz no era cegadora, como dice mi amiga Patricia Fernández-García Errázuriz (...) dije, ¿qué quieres, Señora, de este pobre servidor? Y ella dijo: Hernando, hijo mío, quiero que escribas un libro (...) Su título: La nueva era y la escalera ibérica. Hoy, según me han dicho, se han vendido más de mil ejemplares. Por supuesto, no los he firmado todos pues no soy Supermán. Todo lo que empieza como comedia indefectiblemente acaba como misterio.
Pelayo Barrendoáin. Feria del Libro, Madrid, julio de 1994. Primero: aquí estoy yo, dopado, con los antidepresivos saliéndome hasta por las orejas, recorriendo esta Feria aparentemente tan simpática donde Hernando García León tiene tantos y tantos lectores y en donde Baca, en las antípodas de García León, pero tan beato como él, tiene tantos y tantos lectores y en donde hasta mi viejo amigo Pere Ordóñez tiene algunos lectores y en donde hasta yo, para qué seguir, para qué ir más lejos, tengo también mi cupo de lectores, los reventados, los golpeados, los que tienen en la cabeza pequeñas bombas de litio, ríos de Prozac, lagos de Epaminol, mares muertos de Rohipnol, pozos cegados de Tranquimazín, mis hermanos, los que chupan de mi locura para alimentar su locura (...) los que quieren sacarse una foto conmigo pero que no soportarían mi presencia más de ocho horas seguidas, son los escritores-presentadores de televisión, los que adoran la locura de Barrendoáin mientras mueven sensatamente la cabeza, y no ella, jamás ella (...) la que se interesa por la literatura sin imaginarse los infiernos que se esconden debajo de las podridas o impolutas páginas (...) la que me sobrevivirá y mi único consuelo. Todo lo que empieza como comedia acaba como un reposo en el vacío.
Felipe Müller, bar céntrico, calle Tallers, Barcelona, septiembre de 1995. Ésta es una historia de aeropuerto. Me la contó Arturo en el aeropuerto de Barcelona. Es la historia de dos escritores. En el fondo, una nebulosa. Las historias que se cuentan en los aeropuertos se olvidan rápido (...) Uno de ellos es peruano y el otro cubano, aunque no sería capaz de asegurarlo al cien por ciento (...) No bien puso un pie en el aeropuerto de Lima cuando Sendero Luminoso, como si lo hubiera estado esperando, se levantó como un desafío tangible, como una fuerza que amenazaba con extenderse por todo el Perú (...) en donde los que no despreciaban su poesía lo odiaban a muerte por revisionista o perro traidor y en donde, a ojos de la policía, había sido, a su manera, es cierto, uno de los ideólogos de la guerrilla milenarista (...) El caso del cubano es distinto. El cubano era feliz y sus textos eran felices y radicales. Pero el cubano era homosexual y las autoridades de la revolución no estaban dispuestas a tolerar a los homosexuales (...) Dos eran, aparentemente, los objetivos de los revolucionarios: que el cubano se curara de su homosexualidad y que, ya sano, trabajara por su patria. Ambos objetivos dan risa. El cubano aguantó. Como buen (o mal) latinoamericano, no le daba miedo la policía ni la pobreza ni dejar de publicar (...) Sus últimos días fueron de soledad y de dolor y de rabia por todo lo irremediablemente perdido. No quiso agonizar en un hospital. Cuando acabó el último libro se suicidó. Eso me contó Arturo mientras esperábamos el avión que lo iba a sacar de España para siempre. El sueño de la Revolución, una pesadilla caliente. Tú y yo somos chilenos, le dije, y no tenemos culpa de nada. Me miró y no contestó. Luego se rió. Me dio un beso en cada mejilla y se fue. Todo lo que empieza como comedia acaba como monólogo cómico, pero ya no nos reímos."
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lachicadeallado · 1 year ago
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¿Cuál es su opinión acerca de escribir poemas hoy en día? Lo pregunto porque me parece que los poemas de forma fija ya no son los favoritos de la mayoría de la gente. Por un lado, son difíciles de escribir y, por otro lado, el mensaje que se transmite es muy limitado y requiere imaginación en todo momento.
Para mí que alguien sea capaz de escribir poesía es algo mágico, a mí siempre me han gustado los poemas, pero jamás e sabido escribir uno, que alguien a día de hoy pueda expresarse mediante la poesía me parece algo mágico y maravilloso, amo la poesía y ojalá más gente se preocupara por escribir en vez de meterse con el mundo, resumiendo la poesía bien escrita es arte y si alguien quiere escribir poesía que no lo deje nunca
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big-mawi · 2 years ago
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Frases Eneatipos 2, 8, 4
El eneatipo 2, también conocido como el "Ayudador" o "Dador", es un tipo de personalidad que se caracteriza por ser generoso, servicial y preocupado por los demás. Aquí hay 20 frases asociadas con este eneatipo:
"¿Cómo puedo ayudarte?"
"Lo que más me importa es que estés bien."
"No te preocupes, yo me encargo."
"Mi felicidad depende de la felicidad de los demás."
"Haría cualquier cosa por ti."
"Me encanta hacer felices a los demás."
"Siempre estoy disponible si necesitas ayuda."
"Siempre estoy pensando en cómo puedo ayudar."
"Me siento mejor cuando estoy haciendo algo por los demás."
"A veces me olvido de cuidar de mí mismo porque estoy ocupado cuidando a los demás."
"Nunca me siento tan feliz como cuando estoy haciendo algo bueno por alguien más."
"Me encanta hacer regalos a la gente que quiero."
"Me gusta ser el que resuelve los problemas de los demás."
"Me da mucha satisfacción ser útil."
"Me siento responsable de hacer felices a los demás."
"Me gusta sentir que soy importante para los demás."
"Me preocupo mucho por las necesidades de los demás."
"Me gusta ser reconocido por mi ayuda."
"Me encanta hacer que los demás se sientan valorados."
"Me siento realizado cuando los demás confían en mí."
El eneatipo 8, también conocido como el "Líder" o "Desafiador", es un tipo de personalidad que se caracteriza por ser fuerte, seguro de sí mismo y protector. Aquí hay 20 frases asociadas con este eneatipo:
"No me gusta que me digan qué hacer."
"Si quieres algo, ve y consíguelo."
"No permitiré que nadie me pisotee."
"La debilidad me enferma."
"Siempre defiendo lo que creo que es correcto."
"La honestidad es muy importante para mí."
"Soy una persona muy protectora con las personas que quiero."
"No tengo miedo a enfrentarme a nadie."
"No toleraré la injusticia."
"Siempre estoy dispuesto a pelear por lo que creo que es justo."
"No me gusta la gente que se rinde fácilmente."
"Siempre doy la cara por los míos."
"La gente debe ganarse mi respeto."
"No me dejo intimidar por nadie."
"La confianza es muy importante para mí."
"Si alguien me traiciona, no volveré a confiar en esa persona."
"No soy alguien que se deja manipular."
"Siempre estoy dispuesto a tomar decisiones difíciles."
"No me importa ser el centro de atención."
"Si alguien me desafía, lo tomo como una oportunidad para demostrar mi fortaleza."
El eneatipo 4, también conocido como el "Individualista" o "Artista", es un tipo de personalidad que se caracteriza por ser creativo, emocionalmente profundo y en busca de su propia identidad. Aquí hay 20 frases asociadas con este eneatipo:
"Soy diferente a los demás."
"Me gusta ser único y original."
"La belleza es muy importante para mí."
"Soy muy emocional y sensible."
"Siento que tengo un propósito especial en la vida."
"Me gusta expresarme a través del arte."
"No me gusta seguir las reglas de los demás."
"A veces me siento incomprendido."
"Me gusta explorar mis emociones y sentimientos."
"Necesito tiempo para estar solo y reflexionar."
"La música me ayuda a conectarme con mis emociones."
"Me gusta vestirme de manera única y creativa."
"No me gusta la superficialidad en las relaciones."
"A veces me siento triste sin motivo aparente."
"Me gusta buscar la belleza en lugares inesperados."
"Soy muy consciente de mi propio sufrimiento."
"Necesito sentir que soy auténtico y verdadero."
"Me gusta expresar mis emociones a través de la poesía."
"No me gusta sentir que estoy limitado por las expectativas de los demás."
"Siento que tengo una perspectiva única del mundo que me rodea."
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