#Pesca de clarias
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Pesca de clarias, otra forma de “lucharse la vida” en Cuba
SANTA CLARA, Cuba.- A las seis de la tarde José Luis desciende la ladera del río, se posiciona debajo del puente junto a su inseparable saco de nylon que luce vetas amarillentas, un tanto desagradables, como su propio aspecto. El hombre, de 53 años, viste pantalones raídos, botas de goma y una camisa a rallas remendada.
Dentro del jolongo carga con un cuchillo, una caneca de alcohol preparado con agua, lombrices sacadas de la tierra pocos minutos antes y varias latas con metros de pitas enrolladas. Ha bajado a esa hora a uno de los afluentes putrefactos de la ciudad de Santa Clara con el fin de pescar clarias, la plaga de peces que sobreviven en Cuba a cualquier ambiente, hasta en los más sépticos e insalubres.
José Luis es de pocas palabras, las atropella y esboza frases incoherentes, con temor, quizá, porque le han invadido su espacio y no lo dejan trabajar. “Esto no es pa´ que la gente se lo coma”, aclara. “Yo las compro para vendérselas a los que crían puercos o gallinas, que los pollos, te digo a ti, que comen de todo. Mira, muchacha, con esto se saca un pienso buenísimo y se ponen gordos en menos de un año. Lo que pasa es que el arroz se ha puesto caro y hasta la harina de maíz está perdía. Oye, te digo a ti que criar un puerco lleva un dineral”.
Los ríos Bélico y Cubanicay de Santa Clara son dos zanjas antihigiénicas y nauseabundas desde tiempos inmemorables. Las aguas carmelitas arrastran todo tipo de cartones, troncos de árboles, bolsas plásticas, heces fecales, animales en descomposición. En sus orillas los vecinos lanzan escombros, trozos de madera, pomos vacíos altamente cotizados por los recogedores ambulantes. En los ríos Bélico y Cubanicay también habitan las clarias, una especie introducida en el país a finales de los noventa para vender a la población en los llamados puntos de Pescavilla. Hace meses que resulta prácticamente imposible encontrar los filetes o los tronchos de claria en estos establecimientos.
“Al principio, la gente les cogió tremendo asco, pero se fueron acostumbrando porque no hay mucho por ahí pa´ comer. ¿Tú nunca las has visto?, Son babosas y parecen como si tuvieran cerebro, como si te estuvieran oyendo. Hace poco vi una arrastrándose como un majá por la carretera. Estas cosas comen de tó y viven hasta en las fosas. ¿Te cuento algo? Una vez abrí una y tenía una íntima en el estómago, por eso yo sí que no me las como”.
Cuando José Luis ha pescado dos o tres clarias les corta la cabeza y las desolla allí mismo, porque a su mujer no le gusta el olor ácido de esos pejes. Cuando llega a la casa forma pequeños bultos en jabas de nylon hasta que tiene suficientes para proveer a los animaleros.
“A mí nunca me han dicho nada por pescar. Aquí no hay ningún cartel que diga que no se puede. Yo conozco gente que lo hace para vendérselas a las personas, pero yo no soy de esos, te lo juro. Si tú las descueras bien, las limpias y las fileteas nadie sabe de dónde salieron. Puedes decir que las pescaste en la presa de la Minerva o que las trajeron de Los Cayos, porque dicen por ahí que a los extranjeros les encantan, y sí conozco socios que hasta las proponen en los hostales. ¿Tú sabes lo que es venir a Cuba a comer claria? Debe ser que nunca han visto una”.
En los márgenes de los ríos Bélico y Cubanicay, José Luis ha visto a niños pescando, a viejos recogiendo latas de cerveza para vendérselas a materia prima, a fabricantes de puré de tomate y encurtidos que recopilan pomos plásticos de esos sumideros acuáticos. Me cuenta que un pescado, traído de Caibarién, el pueblo costero al norte de la provincia, puede llegar a costar más de 20 CUC, el salario mensual de cualquier cubano. Mientras, la tablilla de Pescavilla solo tiene a la venta croquetas de pollo, picadillo fluvial y mortadela de pescado. “Mira, hay quien se hace de la vista gorda y se come las clarias sin preguntar de dónde salieron. Cuando el refrigerador está vacío, ojos que no ven, estómago lleno y corazón contento”, espeta José Luis y lanza el anzuelo con la esperanza de llenar su saco esa tarde.
Pesca de clarias, otra forma de “lucharse la vida” en Cuba
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De GAESA y otros demonios (IV)
¿Qué pasó en la pintoresca Revolución sanguinaria que importó a #Cuba la claria, esa criatura grotesca que ha acabado con la pesca por orden de un charlatán? Triste es la cola del pan y el canto del tomeguín, pero más triste es la pin... #GAESA hoy come faisán.
Díaz Canel y el sentir del pueblo (foto: Twitter/@ElRuso4k) ¿Qué pasó en la pintoresca Revolución sanguinaria que importó a Cuba la claria, esa criatura grotesca que ha acabado con la pesca por orden de un charlatán? Triste es la cola del pan y el canto del tomeguín, pero más triste es la pin… GAESA hoy come faisán. ***Nota bene: Desde el 30 de noviembre de 2020, he publicado a diario en…
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Supervivencia al desnudo: del agua de arroz a la pesca en las alcantarillas
Cola para comprar en un centro comercial de La Habana (Foto: Internet)
LA HABANA, Cuba. – Cuba podría ser el reino de lo insólito. No es una mera suposición, se trata de una opinión fundamentada en las situaciones que se ven a diario en cualquier vecindario, la mayoría relacionadas con esa pobreza de doble filo que brilla permanentemente en ámbitos de la cotidianidad.
Para muchas familias ya es común usar el agua con que se enjuaga el arroz antes de su cocción como champú, ante la ausencia de este producto en las tiendas recaudadoras de divisas. Fue una sugerencia publicada en medios oficiales debido al reforzamiento de las carencias desde que el coronavirus se instaló en territorio nacional. El champú hace escurridizas apariciones en algunos centros comerciales para pasar a manos de los revendedores. Su precio en el mercado negro llega alcanzar hasta tres veces su valor original. Por tanto, el arroz vietnamita que entregan por la libreta de racionamiento cada mes es el que posibilita la limpieza del cabello, si es que no falta el agua, un problema crónico en la mayoría de las provincias del país.
También circula por ahí una novedosa receta para aliviar los efectos de la sarna, infección que desde principios del año en curso viene ampliando su incidencia en personas de todas las edades. El remedio consiste, a falta de medicamentos adecuados, en el uso del aceite para camiones, previamente pasado por las llamas hasta su punto de ebullición. Según quienes lo han usado, se unta tibio sobre las áreas afectadas. Por fortuna, logra atenuar la picazón.
La desastrosa condición higiénica a nivel nacional debido a la acumulación de basura en las calles, los problemas con el suministro de agua, el hacinamiento en los inmuebles donde conviven hasta cuatro generaciones y las aglomeraciones que tienen lugar en las afueras de las tiendas para comprar alimentos y productos de aseo son parte de las causas que estimulan la proliferación de este ácaro causante de un intenso picor, sobre todo en la noche y las primeras horas de la mañana.
Acceder a la Permetrina en crema al cinco por ciento o el Benzoato de Bencilo en las farmacias es una misión imposible. Por un lado, la oferta es insignificante ante una demanda en pleno auge; por otro, es bastante común el hecho de que parte de estos ungüentos terminen vendiéndose en cualquier esquina a partir del acuerdo entre dependientes que roban y vendedores furtivos dispuestos a sacarle el mayor provecho a su gestión.
La solución del aceite quemado para combatir la escabiosis debería tomarse como referencia para destrozar la aureola mística que rodea a la salud pública en Cuba.
Lamentablemente, no es el único ejemplo dentro de una espiral de acontecimientos en hospitales, policlínicas y farmacias, y que echan por tierra la supuesta excelencia alcanzada en ese rubro desde la instauración del modelo socialista hace más de seis décadas. Sobran evidencias para anular el discurso triunfalista de los personeros y amanuenses de la dictadura.
Por último, he determinado traer a colación la reciente imagen del hombre sumergido en una alcantarilla de la ciudad de Cienfuegos, de donde extrae una decena de peces muertos.
La pesca a mano limpia, en plena inmundicia, es razón suficiente para determinar las paupérrimas condiciones de vida de un cubano que recurre a una faena que atenta contra su salud y la de las personas que gustosamente comprarán el producto sin averiguar su lugar de procedencia.
Este tipo de pez, conocido como claria, es originario de Asia y fue introducido en Cuba en 1999. Habita en agua dulce y tiene la capacidad de buscar alimentos fuera de los estanques donde se reproduce. Es capaz de respirar fuera del agua y sobrevivir a condiciones extremas.
No es la primera vez que se observa ese tipo de capturas dentro o en los márgenes de los desagües. Está claro que la fetidez no es problema para implicarse en esos menesteres, tampoco la posibilidad de contraer una enfermedad a raíz de las zambullidas en la asquerosa mezcla de desperdicios.
El asunto es conseguir unos pesos y resolverle el almuerzo o la cena a un grupo de familias que celebrarán la adquisición a sabiendas de que los peces habitaban entre las aguas residuales.
La suma de escenas como las aquí descritas invita a pensar en el enorme parecido a una pocilga. El hambre no entiende de escrúpulos.
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La amenaza de vivir en Buena Vista
La amenaza de vivir en Buena Vista La bahía de la costa norte central es un foco de infección Jueves, junio 1, 2017 | Pedro Manuel González Reinoso LA HABANA, Cuba.- La bahía de Buena Vista es un espacio natural "protegido". En 2000 fue declarado Reserva de la Biosfera por la Unesco y en 2002 se adhirió al Convenio de Ramsar. Forma parte acuosa del archipiélago Sabana-Camagüey, compartida entre las provincias de Villa Clara y Sancti Spíritus mayormente, y exhibe, no obstante esas lisonjas, una polución cretina y ascendente en salíferos y márgenes, viales o inviables, como otras muchas fuentes biodiversas del país que son también reservorio mundial. El peso específico del agua salada —química pura— permite demostrar tal aserción con las acumulaciones visibles de materias podridas, más los olores peculiares que continuamente ofrece en purga. Uno vacila si no se hartará un mal día mamá natura de tanto reciclar cantidades industriales de excrecencia derramada y decida dejar morir toda especie que de sus bondades dependa. Los habitantes de las periferias ya están habituados a nada extraordinario percibir en el entorno hostil, excepto que un monstruo prehistórico emerja, consecuencia de algún movimiento telúrico. Porque a pesar de advertencias médicas y experiencias dermatológicas, siguen zambulléndose en estas aguas negras sin mucho escrúpulo. La zona aparece circunscrita —según el Atlas que la Academia de las Ciencias de la URSS regaló al susodicho en 1971— como hospedera del mayor y único epicentro que tuvo lugar jamás en toda la costa norte de la isla: 8,50 grados en la escala Richter. Eso equivaldría a entender por qué esta bahía inspira peligro a pesar de su escaso calado, entre un cayerío hoy superpoblado de hoteles y playas traslúcidas (hasta hace poco vírgenes que no se enteran de la cagazón que tienen detrás), y una costa churrosa a más no poder. Como "áreas geográficas con humedales" en extinción es que se les clasifica. El maltrato añadido engrandece el peligro La labor perjudicial de nuevas construcciones "primermundistas" —inminentes campos de golf, por ejemplo, que acabarán con la disponibilidad del agua—, instituye impúdica burla a los ecologistas, pues una planta potabilizadora recién es que se instala en el área, tras 20 años de extenuación del manto freático adjunto al emponzoñamiento paulatino de sus afluentes acuíferos. Los complejos agroindustriales (Chiquitico Fabregat, Heriberto Duquezne, etc.) que aún tributan a sus ríos (porque otros como el Marcelo Salado entró en recesión cuando el desmantelamiento azucarero acaecido en los años 90), descargan los residuos de la producción y destilación de alcoholes, además de las aguas albañales que generan las poblaciones de bateyes y caseríos asentados en el recorrido fluvial hacia los mares cercanos. Las industrias tenera, química y sidero-mecánica también dan lo suyo. El río Guaní, el Reforma, el Jiquibú, y otros arroyos apegostrados de cachaza desde aquellos sitios altos arrastran la porquería varios kilómetros mar adentro. Van, desde la seca hasta las torrenciales lluvias, aportando al desastre que han ocasionado hombres y animales al ecosistema, porque en ellos evacuan, mutan y anidan multitud de gérmenes y parásitos, roedores perniciosos y alimañas poco beneficiosas. Las lagunas de oxidación construidas en los nuevos repartos militares han sido mal calculadas y hoy ayudan a polucionar la orilla al desbordarse. Si las zonas anegadas ya causan conmoción vecinal, cuando el verano arrecie la cosa empeorará. Las casas construidas a la vera de cualquier charco carecían de fosas comunes para albergar la mierda. Y los complejos e instalaciones socioeconómicas o de recreo del pasado siglo que todavía hoy funcionan en municipios grandes como Caibarién, Yaguajay y demás costeros, también ignoraron las ingenierías hidráulica y sanitaria. Pon tanto, el entramado albañal ha sido desiderátum de la sandez y la abulia. La zona, sin embargo, ha sido privilegiada con un subsuelo rico en ríos subterráneos y pozos de grande aforo, pero el uso indiscriminado más el sobredimensionamiento de sus aljibes en épocas cruciales del año han terminado por reventarle la capacidad de abasto. Las zanjas públicas y las alcantarillas de los poblados que desembocan en la bahía cochina, no solo arrastran aguas fluviales ácidas, larvas de insectos y clarias amerizadas, sino que esconden las cárcavas de traspatios que alivian detritus barranca abajo. Y cuando hace calor, se multiplican enfermedades, engordan mosquitos y devienen las calles mal tratadas y peor atendidas por la aséptica dirección de Comunales, desbordadas e intransitables. Entrevistados trabajadores y habitantes de las zonas (porque los directivos/responsables no emiten palabra inteligible, por razón obvia), la mayoría desconoce que debajo de sus recintos, centros laborales y demás instalaciones sociales o culturales, unas madejas de tubos llevan al lecho marino su carga mortífera. De niño, recuerdo que apodaban a toda la pesca —obtenida de la bahía donde crecí y que se extraía birlando las prohibiciones—, como "chopas mojoneras". Y el asco afloraba, naturalmente, pues los puestos de minutas y fritas se nutrían de esas inciertas capturas. Ahora que las prohibiciones han puesto a la pesca de cabotaje al borde de la quiebra, no demuestran otra cosa que el propósito de priorizar un paisaje "virgen" para la industria turística, "preservando los fondos marinos al liquidar el arrastre de pesca que emplea tarrayas y nasas, entre otras artes paupérrimas". Queda claro que la afectación a la salud o la alimentación de potenciales consumidores está exenta de cualquier prerrogativa. Y la gente aquí, como en toda Cuba, sobrevive y sobrevivirá por los siglos de los siglos de la caza furtiva y tragando peces como estén. Aunque hayan digerido el azogue del termómetro que ellos mismos botaron inconscientes cuando terminó la fiebre, como si otra "perla de la mora" fuera. Los biólogos que no accedieron a dar índices de la flagrante inmundicia, ni de planes de limpieza inmediatos o estudios medioambientales, mostraron un arrumaco de espanto ante las preguntas de este indagador, enfático en cuestiones que nadie suele averiguar. Saben que, de hablar demasiado, se les acaba el sostén (que por supuesto, incluye al pescado que reciben desigualadamente). La prensa no ha cubierto un tema que incrimine a las autoridades en sus espacios noticiosos o informativos, y se intuye que no lo hará jamás porque hacerlo la pondría en peligro mayor que las toxicidades de esta bahía. A menos que estalle un escándalo ecológico de menores dimensiones del que ya existe, o algún turista extranjero/dirigente de vacaciones muera ahogado de súbita albañalidad, o se quede ciego al chocar —en tan preclaras inmersiones— con una mole fósil de caca petrificada. Source: La amenaza de vivir en Buena Vista CubanetCubanet - http://ift.tt/2rXqg44 via Blogger http://ift.tt/2si9ZnN
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Inauguran pescadería en Majagua y empezaron con róbalo; terminarán con tenca seguramente y 0 camarón o langosta
Con la inauguración de la pescadería El Róbalo, la población de Majagua apuesta a que comerá róbalo, camarón y langosta por el resto de sus vidas, y da por solucionado el problema de la porción de proteína de carne animal necesaria en su dieta diaria. Pero a juzgar por el acostumbrado accionar del régimen, el futuro inmediato tiene pinta de tenca pareja.
Mucho entusiasmo demostró la comunidad de Majagua y manifestando un gran alivio se acercaron, los que podían pagar los precios marcados, a comprar la porción de pescado que les corresponde según los estándares alimentarios establecidos por el régimen, de 5 kilogramos por mes. Es de recordar que en Cuba no comes cuanto quieras, sino lo que te permiten comer y puedas pagar.
Las principales especies comercializadas el día de la apertura de El Róbalo, fueron camarones, filetes de claria, caballerotes pompones y las croquetas de pescado, lo que alentó más aún a los consumidores de la zona, puesto que se consideraron afortunados de volver a degustar alimentos del mar, ya que aunque parezca insólito, vivir en una Isla no significa que puedas comer libremente pescados o mariscos.
Lo más relevante de la apertura de este nuevo negocio, es que también las autoridades provinciales se personaron en el lugar para brindar su apoyo al pequeño comerciante, en este caso el funcionario del Comité Provincial del Partido Comunista de Cuba, Osmani Carmenate Carballo, entre otros, estuvieron en representación de la cúpula castrista, para inspeccionar el desarrollo del negocio que comenzó con róbalo, pero es casi seguro que terminará con tenca y 0 langosta y camarón.
Expectativa vs realidad del cubano, lo que comenzó con róbalo terminará com “tenca”. Foto/Internet
José Osmundo López Calderón, director de producción de la Empresa provincial de la Pesca, puntualizó sobre los objetivos alcanzados que, a pesar de la falta de combustible en la región para cumplir los traslados, lograron poner en la mesa de los avileños “más de 1320 toneladas de pescado” en los primeros seis meses del año 2020, producción que estará guardada en la nevera de su casa, porque nadie de la provincia de Ciego de Ávila, ha visto carne de pescado desde hace mucho tiempo.
Ahora bien, con la supuesta intervención del régimen en apoyo a la producción de pescado, no es de extrañar que efectivamente durante los primeros días el pueblo haya podido aprovechar de buenas especies marinas, pero como todo lo que hacen al final se vuelve basura, es muy probable que a estas alturas solo se encuentre disponible al consumo, “tenca”; el peor pescado que existe en Cuba, porque lo mejor que se produce debe dirigirse a la exportación, a los bolsillos y las neveras del régimen.
El desagradable sabor que produce la tenca, solo es posible disfrazar con una buena sazón, limón, ajo y sal, cosa que también se dificulta conseguir en Cuba puesto que, los precios de estos condimentos y frutas son exageradamente caros y muy difíciles de conseguir en el mercado, lo que al final se traduce para el cubano en más de lo mismo.
NOTICIA DE INTERÉS: Tener un patio de tierra es una ventaja en Cuba; único modo de poder garantizar alimentos (+VIDEO)
Redacción Cubanos por el Mundo
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Las Tunas: Elaboran croquetas de claria en espera que llegue el pargo
En un intento por palear la escasez de alimentos, en especial de las proteínas, que se incrementó tras el brote del coronavirus, la Empresa Pesquera Pescatún en Las Tunas, elabora unas croquetas de claria, mientras esperan que lleguen mejores tiempos, o mejores “peces”, como el pargo.
En la provincia se desarrollan las labores de la acuicultura y la pesquería marina, por lo que la referida industria aprovecha de sacarle el jugo a la producción.
El director de Producción de la entidad Adalberto Leyva dijo que, basados en la acuicultra, “todo comienza con la producción de alevines y hoy se encuentran en la recuperación de los tanques destinados a producir la semilla, lo que es fundamental para que haya peces como tenca. Esta especie es la que facilita la masa para el conformado de croquetas, picadillo condimentado, embutidos, hamburguesas y otros surtidos”.
La tenca no es para nada popular entre los cubanos, pues se trata de un pescado que hay que sazonar muy bien para eliminar su desagradable olor a tierra que tiene su carne.
Leyva estima que entre 2020 y 2021 se de una producción de 15 millones de crías, luego que se activen 16 hectáreas que están en rehabilitación, para totalizar al menos 45.
Lea también: Detectada una fábrica ilegal de pienso en Las Tunas (+Video)
Pese a las dudas del pueblo, la claria continúa vendiéndose, sin embargo, la necesidad obliga a comprarla por cuestión de economizar, pero las prefieren en filetes.
“Ahora el territorio está inmerso en la corrida del pargo, en el litoral sur, y próximamente viene la de la cojinúa. Ya estamos preparando las embarcaciones y otros aseguramientos que lleva esta campaña. Para octubre será la corrida de macabí. Pero estas producciones no son grandes volúmenes”,
dijo Leyva.
Añadió que en la pesca los productos que mayormente se capturan son el muchuelo y la ancho; “en el año 2019 obtuvimos 348 toneladas de machuelos y en el caso del pargo, apenas tres”.
Para que la claria tenga un poco más de aceptación las elaboran en croquetas, que se venden en al menos 49 mil núcleos familiares con un paquete per cápita, que continuarán siendo distribuidas en las semanas venideras.
El director de de Producción de la provincia admitió que, el pescado es poco para atender la demanda de la población, aunque prometió que en julio mejorará la producción.
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Cuba: hambre e ironías del destino
Hambre en Cuba: Una anciana prepara croquetas para cenar (foto archivo)
LA HABANA, Cuba. – Cuba se propone exportar fiambres de cerdo y res enlatados, además anuncia un congreso internacional sobre ganadería porcina, así como el aumento de la venta de productos del mar a países de Asia y Europa, incluso se dispone a recuperar centros de alevinaje y cultivo intensivos de camarones, con el fin de responder debidamente a los contratos firmados, así como a la demanda del turismo.
Nada en concreto se habla de reservar una parte de lo producido para la venta a la población ni de mejorar la cantidad y calidad de lo que esta consume. Tampoco existe un modo de saber sobre el flujo de mercancías desde los puertos, los almacenes y hasta los destinos. Por contraste, se insiste en elogiar el invento artesanal de un artefacto que triplicará la producción de croquetas de claria (especie de pez gato, abundante en presas y charcas de todo el país), así como la modificación de la fórmula de la jamonada de cerdo, que pronto será a base de harina de arroz o yuca y carne de peces de agua dulce, lo que probablemente será una “sambumbia”, como le llama el cubano a aquello que es incomible pero no queda más remedio que engullir.
En medio de una economía en crisis severa, todas son noticias “alentadoras” divulgadas esta semana en la prensa oficialista, frente a la ausencia de reportajes sobre por qué razón, estando rodeados de mar, no solo aumentan las regulaciones e impedimentos a la pesca y posesión de un bote, sino además en las pescaderías de La Habana se distribuye de manera “libre” pero al mismo tiempo “regulada” (nueva modalidad de venta difícil de comprender) un jurel por cada tres personas, cuya libra tiene un precio de poco menos de un dólar, cuando el salario mensual promedio en la isla apenas rebasa los veinte.
Un jurel que ha sido tema de choteo en las redes sociales, sumándose a esa oleada de noticias burlescas sobre avestruces y jutías que llevan a pensar que algunos, por “allá arriba”, retozan con la situación, aun cuando la historia demuestra que el hambre es muy mala consejera para la estabilidad de los gobiernos.
Lo del pescado es ridículo. Pero ni siquiera los rabiosos debates sobre las colas multitudinarias para comprar pollo y salchichas llegan a rozar el tema sobre las hondas desigualdades entre una capital que al menos puede jactarse de tales absurdos frente a unas provincias o “interior” que durante años jamás han vuelto, ni volverán en mucho tiempo, a saber qué cosa es un jurel congelado, y donde hablar de venta de comida a la población es un asunto mucho más dramático que hacerlo desde una esquina de Centro Habana o un mercado de Miramar donde, entre cerco policial y trifulcas callejeras, al menos es posible decir que sacaron aceite, huevos, harina de trigo y leche en polvo, productos que son un verdadero lujo para quienes no reciben ni remesas del exterior ni logran “vivir del invento”.
Pocos se cuestionan de modo público lo que pareciera responder a un patrón de la endeble economía cubana donde los más graves desabastecimientos sospechosamente coinciden con las temporadas altas del turismo, de modo que el “truco” para muchos astutos es acercarse a los hoteles para “cuadrar” la compra clandestina de eso que no llega a las tiendas y que hará que nuestra cena sea algo más que ese uniforme, constante, insípido y aburrido “pienso de granja” que constituye la alimentación del cubano de a pie.
Ni el llamado “Programa Alimentario” de los años 90 ni los sucesivos experimentos tanto de la industria alimenticia estatal y el ministerio de la agricultura, ni las cooperativas ni las mini-industrias, ni el activar y desactivar las estrategias de acopio, el autorizar o criminalizar el llamado “mercado libre campesino” han logrado resolver el problema del desabastecimiento que hemos visto agudizarse durante décadas, un fenómeno que no solo repercute negativamente en el bienestar de las personas sino que es devastador para la cultura, en tanto significa la pérdida de tradiciones culinarias centenarias.
La evidencia más irracional es que un simple trozo de carne de cerdo criollo y un poco de jugo de naranja agria, esencial en nuestro mojo tradicional, sean hoy manjares casi imposibles en nuestra vida cotidiana.
Apenas era un chiquillo de nueve años, pero cuando recuerdo aquellos enloquecidos años 80, en plena crisis de la Embajada del Perú y de los actos de repudio contra la “gusanera”, organizados por el Partido Comunista y ejecutados desde los Comité de Defensa de la Revolución, siempre pienso en los huevos de gallina que, por el valor de un peso cubano la docena, eran lanzados contra las personas que decidían emigrar.
Calculo, ahora en la distancia, que en una noche, y contra una sola familia, pudieron ser lanzadas cerca de doscientas o más posturas por el simple placer de gozar con el terror de los asediados.
Fueron decenas de miles de huevos desperdiciados en un país absolutamente mantenido por los soviéticos, comida arrojada con demencia más que desprecio contra aquellos “gusanos” que más tarde, quizás sin resentimientos, han salvado a esos mismos pobres “entusiastas” con remesas e inversiones, con cartas de invitación y reunificaciones familiares. De modo que a veces interpreto la escasez de hoy como una especie de condena colectiva por los excesos de ayer. Una trágica ironía del destino.
Cuba: hambre e ironías del destino
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“Vamos a ver cómo viene la nueva Ley de Pesca”
Pescar para matar el tiempo pero también para llevar comida a la mesa (foto archivo)
LA HABANA, Cuba. – Dado que Cuba es una isla, antes de 1959 el pescado y los mariscos siempre formaron parte de nuestra dieta, y no había restricciones para comprarlo ni venderlo. Sin embargo, desde los inicios de la dictadura de Fidel Castro empezaron las prohibiciones y restricciones, y los productos del mar no estuvieron exentos. Así, se acabó para el pueblo el pargo, la cherna, el bonito, la langosta y el camarón, como también desaparecieron los vendedores que recorrían las calles con todo tipo de productos del mar a precios muy accesibles. En su lugar, nos hicieron comer merluza o macarela, y racionadas además.
Luego, en la década de los ochenta, la flota pesquera se destruyó drásticamente no sólo por el abandono y la ineptitud de sus incapaces dirigentes –lo que ocasionó que parte de sus embarcaciones terminaran vendidas como chatarra–, sino también tras las discrepancias que surgieron con países que habían prestado dinero al régimen: cuando Castro se negó a cumplir manifestando que “la deuda externa es impagable”, como respuesta, los acreedores decomisaron muchas naves pesqueras y de la marina mercante.
Para comienzos del llamado “período especial” ya el pescado había desaparecido, por lo que el gobierno buscó soluciones desesperadas como la construcción de estanques para criar especies como la tilapia, la claria (traída de China) y otros “bichos” cuyo “sabor a tierra” nada tiene que ver con nuestro paladar, por lo que son poco aceptados dentro de la población a pesar de sus propiedades nutricionales.
Pero actualmente y desde hace ya cierto tiempo, las pescaderías que ofertaban estos productos de agua dulce están desabastecidas. Esto no solamente afecta a quienes padecen de enfermedades cardiovasculares, colesterol alto o triglicéridos, sino también a nuestros niños, pues este alimento, por su aporte nutricional, es esencial para el desarrollo en edades tempranas.
“Que en las pescaderías estatales lo que vendían no es pescado bueno y sabe a tierra no se lo discuto a nadie, pero con un buen adobo y un poco de hambre me lo comía bien”, comenta Gertrudis, una vecina, en la cola del pescado en la que esperamos desde temprano. Sin embargo, a la 1 pm no había llegado el camión, por lo que unos esperaban impacientes mientras otros se retiraban decepcionados. Una mujer trató de justificar la escasez y la venta de pescado de agua dulce al pueblo, y la respuesta de otra no se hizo esperar. Dijo ser de Caibarién. Su padre era pescador y vendía sin ocultarse. “Nadie se metía en eso. Ahora para comer pescado de mar hay que comprarlo en bolsa negra a 2 CUC la libra porque está prohibido pescar, y si no, pagarlo más caro en la shopping, en divisas”.
Precisamente, Lázaro, un vecino amante de los productos del mar, fue a Playa Baracoa, como hace cada quince días, y no pudo comprar nada. Según pudo apreciar “la gente está aguantada esperando a ver cómo viene la nueva Ley de Pesca”. En efecto, esta es la actividad comercial fundamental en dicha localidad costera. Muchos de sus pobladores tienen sus embarcaciones y permisos. El gobierno autorizó la pesca comercial privada mediante un convenio de trabajo con el Ministerio de la Industria Pesquera para comercializar su producción con las Empresas Pesqueras, y ellos se han acogido a estos contratos porque les permiten utilizar artes de pesca de captura masiva. Pero como es costumbre, el incumplimiento en los pagos se hace presente. Esa es la razón por la que venden clandestinamente ciertas cantidades de productos del mar para poder cubrir sus necesidades.
“Es momento de estar tranquilo, porque ‘ellos’ están partiéndoles las patas a cualquiera y cuando vengo a ver me confiscan el barquito”, le confesó a mi vecino el pescador que siempre le vende. También se han desaparecido los vendedores callejeros con buenos ejemplares, quienes casi siempre se dedican a la pesca submarina, muchas veces en el Malecón. Conozco a un joven pescador clandestino a quien recientemente detuvo la Policía en Playa con 50 libras de pescado. Se lo confiscaron y le pusieron una multa. Después del susto, reconoce que por ahora va a “refrescar”. “Están anunciando la nueva ley”, comenta, “voy a esperar un poco a ver con qué se bajan, porque esta gente nunca hace nada para beneficiar, cada vez que se aparecen con una ley es para joder al pueblo”.
Contradictoriamente, según el periódico Granma del 28 de marzo de 2019, la Empresa Pesquera Industrial La Coloma, la mayor de Cuba, aportó a la economía del país en el 2018 más de 25 millones de dólares por concepto de exportaciones entre langostas, el 80 % de los túnidos, el pepino de mar y el cobo. Dicha entidad posee más de 100 embarcaciones que operan en aguas de la plataforma insular del occidente cubano y en el Golfo de México.
Así pues, este como tantos otros rubros es explotado por el gobierno, que lucra con nuestros recursos mientras se los escatima al pueblo, que no ve ni los frutos del mar ni se beneficia con las ganancias de su exportación.
“Vamos a ver cómo viene la nueva Ley de Pesca”
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¿Qué pescado comen los cubanos?
Paquetes de ruedas de tenca (foto del autor)
Atún, salmones y langostinos a precios astronómicos, Mercado 3ra y 70 (foto del autor)
Productos en venta en las pescaderías (foto del autor)
Pescadería Los Fornos desabastecida (foto del autor)
Productos del mar en conservas e importados (foto del autor)
LA HABANA, Cuba.- Podría pensarse que en Cuba, una Isla rodeada de agua, abunda el pescado. La paradoja es tan delirante que durante años —tal vez demasiados— los cubanos han reído a carcajadas con el viejo chiste del “pollo por pescado”, referido a aquella sustitución impuesta por el Estado en el transcurso de la difícil década de 1990, época en que a la ciudadanía le fue confiscado cada componente necesario para una adecuada calidad de vida.
El panorama actual no es tan terrible como el de entonces, pero la crudeza de aquellos tiempos ha permitido al gobierno socialista continuar escamoteando al pueblo. Con el pretexto de que era necesario impulsar el turismo y las exportaciones, un producto tan importante como el pescado desapareció del mercado libre para ser regulado mediante las pescaderías MERCOMAR, una sombra gris y pestilente de las neveras donde, en los años ochenta, se podían comprar filetes de merluza o ruedas de pargo para cocinar en casa, cualquier día de la semana.
Los recuerdos de aquella bonanza se estrellan hoy contra la deprimente relación de productos que venden las pescaderías estatales, reducidos a tres especies —tenca o carpa plateada, tilapia y claria— en sus diversas variantes: filete, rueda, tronchos y picadillo. Ninguna despierta el entusiasmo de la población, pero aún así el gobierno continúa invirtiendo recursos en la cría de estos peces, cuyo sabor a pantano no desaparece ni siquiera bajo la acción de poderosos condimentos.
Hasta hace un par de años en estas pescaderías vendían camarón entero y, ocasionalmente, pescado de mar. Los tumultos eran una triste expresión de pobreza y subdesarrollo; pero quienes perseveraban en la cola durante horas podían irse a casa recompensados con varios kilogramos de un alimento sano y nutritivo.
Con el reciente crecimiento del sector privado la demanda acapar�� incluso estas bondades aleatorias, destinadas a aportar una merecida variedad en la dieta de la gente común. Una vez desaparecida esa alternativa, el pescado de mar quedó confinado por entero a los restaurantes en divisas, donde el filete más barato cuesta 6 CUC (5 USD), un lujo para el pueblo cubano, cuyo salario promedio mensual es de 25 CUC (22 USD).
Como es habitual, el gobierno no ha ofrecido explicaciones sobre el desabastecimiento de productos del mar en las pescaderías, aunque funcionarios del Ministerio de la Industria Pesquera señalan como causas principales el tamaño de la plataforma insular cubana —relativamente pequeña—, la vetustez tecnológica de la propia industria y la pesca ilegal.
A pesar de la constante insistencia en la necesidad de sustituir importaciones, los mercados minoristas en divisas comercian excentricidades —salmones, langostinos— que muy pocos pueden pagar, y mariscos en conservas, procedentes de España para ser vendidos aquí a precios abusivos, sobre todo considerando el tamaño de las porciones. Es una dinámica de oferta y demanda absolutamente ridícula y mal planificada, inaccesible para todo aquel que no tenga una fuente alternativa y próspera de ingresos.
El colmo del absurdo es que cada día más especialistas de la Salud elogian las cualidades del pescado, los beneficios de una dieta sana y el alarmante incremento de enfermedades cardiovasculares que podrían prevenirse con una alimentación rica en carnes blancas, frutas y vegetales. ¿A qué pueblo van dirigidas esas palabras exactamente?
En Cuba cada diabético, cardiópata o paciente con problemas de colesterol se ve amenazado por los elevados precios de esa alimentación sana. A ello habría que sumar las constantes irregularidades en la entrega de dietas de pescado —6 libras mensuales de jurel—, tan codiciadas que los propios enfermos tienen que disputársela al carnicero, quien temerariamente culpa al Estado por la demora en el abastecimiento y vende la libra de jurel a 1 CUC.
La acuicultura no pasa de ser otro recurso mezquino utilizado por el gobierno para privar al pueblo de lo que siempre le ha pertenecido. Ante el rechazo generalizado a la carpa plateada, se ha implementado su gradual sustitución por la tilapia, que tiene menos espinas y el mismo regusto a ciénaga. Ninguno de esos cultivos fangosos puede emular la textura, el aroma, el sabor y los beneficios de las especies provenientes del mar.
La calidad del pescado que se vende a la población es tan mala que muchas personas lo compran para alimentar a sus gatos. Los ancianos de pocos recursos, sin embargo, lo consumen como una alternativa a la croqueta criolla y las salchichas. Es penoso imaginarlos, con sus dedos inseguros y ojos cansados, limpiando las masas de tenca, una por una, para sazonarlas y hacer un aporreado mísero, que no compensa la ardua labor de remover al menos un centenar de espinas.
Mientras la población envejece aceleradamente, más personas jóvenes muestran síntomas de padecimientos propios de una edad avanzada, causados sin duda por la malnutrición. A pesar de la inminente catástrofe social, no se vislumbran programas orientados a mejorar la calidad de vida de los cubanos, que se han adaptado a recibir “gato por liebre” sin ánimo de protestar. Esa es la triste realidad de un pueblo que en su conciencia lleva el grito de “Patria o Muerte” y, aparentemente, ha decidido escoger lo segundo.
¿Qué pescado comen los cubanos?
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La amenaza de vivir en Buena Vista
(Foto: Pedro M. González)
(Foto: Pedro M. González)
(Foto: Pedro M. González)
(Foto: Pedro M. González)
(Foto: Pedro M. González)
LA HABANA, Cuba.- La bahía de Buena Vista es un espacio natural “protegido”. En 2000 fue declarado Reserva de la Biosfera por la Unesco y en 2002 se adhirió al Convenio de Ramsar. Forma parte acuosa del archipiélago Sabana-Camagüey, compartida entre las provincias de Villa Clara y Sancti Spíritus mayormente, y exhibe, no obstante esas lisonjas, una polución cretina y ascendente en salíferos y márgenes, viales o inviables, como otras muchas fuentes biodiversas del país que son también reservorio mundial.
El peso específico del agua salada —química pura— permite demostrar tal aserción con las acumulaciones visibles de materias podridas, más los olores peculiares que continuamente ofrece en purga.
Uno vacila si no se hartará un mal día mamá natura de tanto reciclar cantidades industriales de excrecencia derramada y decida dejar morir toda especie que de sus bondades dependa.
Los habitantes de las periferias ya están habituados a nada extraordinario percibir en el entorno hostil, excepto que un monstruo prehistórico emerja, consecuencia de algún movimiento telúrico. Porque a pesar de advertencias médicas y experiencias dermatológicas, siguen zambulléndose en estas aguas negras sin mucho escrúpulo.
La zona aparece circunscrita —según el Atlas que la Academia de las Ciencias de la URSS regaló al susodicho en 1971— como hospedera del mayor y único epicentro que tuvo lugar jamás en toda la costa norte de la isla: 8,50 grados en la escala Richter.
Eso equivaldría a entender por qué esta bahía inspira peligro a pesar de su escaso calado, entre un cayerío hoy superpoblado de hoteles y playas traslúcidas (hasta hace poco vírgenes que no se enteran de la cagazón que tienen detrás), y una costa churrosa a más no poder. Como “áreas geográficas con humedales” en extinción es que se les clasifica.
El maltrato añadido engrandece el peligro
La labor perjudicial de nuevas construcciones “primermundistas” —inminentes campos de golf, por ejemplo, que acabarán con la disponibilidad del agua—, instituye impúdica burla a los ecologistas, pues una planta potabilizadora recién es que se instala en el área, tras 20 años de extenuación del manto freático adjunto al emponzoñamiento paulatino de sus afluentes acuíferos.
Los complejos agroindustriales (Chiquitico Fabregat, Heriberto Duquezne, etc.) que aún tributan a sus ríos (porque otros como el Marcelo Salado entró en recesión cuando el desmantelamiento azucarero acaecido en los años 90), descargan los residuos de la producción y destilación de alcoholes, además de las aguas albañales que generan las poblaciones de bateyes y caseríos asentados en el recorrido fluvial hacia los mares cercanos. Las industrias tenera, química y sidero-mecánica también dan lo suyo.
El río Guaní, el Reforma, el Jiquibú, y otros arroyos apegostrados de cachaza desde aquellos sitios altos arrastran la porquería varios kilómetros mar adentro. Van, desde la seca hasta las torrenciales lluvias, aportando al desastre que han ocasionado hombres y animales al ecosistema, porque en ellos evacuan, mutan y anidan multitud de gérmenes y parásitos, roedores perniciosos y alimañas poco beneficiosas.
Las lagunas de oxidación construidas en los nuevos repartos militares han sido mal calculadas y hoy ayudan a polucionar la orilla al desbordarse. Si las zonas anegadas ya causan conmoción vecinal, cuando el verano arrecie la cosa empeorará.
Las casas construidas a la vera de cualquier charco carecían de fosas comunes para albergar la mierda. Y los complejos e instalaciones socioeconómicas o de recreo del pasado siglo que todavía hoy funcionan en municipios grandes como Caibarién, Yaguajay y demás costeros, también ignoraron las ingenierías hidráulica y sanitaria. Pon tanto, el entramado albañal ha sido desiderátum de la sandez y la abulia.
La zona, sin embargo, ha sido privilegiada con un subsuelo rico en ríos subterráneos y pozos de grande aforo, pero el uso indiscriminado más el sobredimensionamiento de sus aljibes en épocas cruciales del año han terminado por reventarle la capacidad de abasto.
Las zanjas públicas y las alcantarillas de los poblados que desembocan en la bahía cochina, no solo arrastran aguas fluviales ácidas, larvas de insectos y clarias amerizadas, sino que esconden las cárcavas de traspatios que alivian detritus barranca abajo.
Y cuando hace calor, se multiplican enfermedades, engordan mosquitos y devienen las calles mal tratadas y peor atendidas por la aséptica dirección de Comunales, desbordadas e intransitables.
Entrevistados trabajadores y habitantes de las zonas (porque los directivos/responsables no emiten palabra inteligible, por razón obvia), la mayoría desconoce que debajo de sus recintos, centros laborales y demás instalaciones sociales o culturales, unas madejas de tubos llevan al lecho marino su carga mortífera.
De niño, recuerdo que apodaban a toda la pesca —obtenida de la bahía donde crecí y que se extraía birlando las prohibiciones—, como “chopas mojoneras”. Y el asco afloraba, naturalmente, pues los puestos de minutas y fritas se nutrían de esas inciertas capturas.
Ahora que las prohibiciones han puesto a la pesca de cabotaje al borde de la quiebra, no demuestran otra cosa que el propósito de priorizar un paisaje “virgen” para la industria turística, “preservando los fondos marinos al liquidar el arrastre de pesca que emplea tarrayas y nasas, entre otras artes paupérrimas”. Queda claro que la afectación a la salud o la alimentación de potenciales consumidores está exenta de cualquier prerrogativa.
Y la gente aquí, como en toda Cuba, sobrevive y sobrevivirá por los siglos de los siglos de la caza furtiva y tragando peces como estén. Aunque hayan digerido el azogue del termómetro que ellos mismos botaron inconscientes cuando terminó la fiebre, como si otra “perla de la mora” fuera.
Los biólogos que no accedieron a dar índices de la flagrante inmundicia, ni de planes de limpieza inmediatos o estudios medioambientales, mostraron un arrumaco de espanto ante las preguntas de este indagador, enfático en cuestiones que nadie suele averiguar. Saben que, de hablar demasiado, se les acaba el sostén (que por supuesto, incluye al pescado que reciben desigualadamente).
La prensa no ha cubierto un tema que incrimine a las autoridades en sus espacios noticiosos o informativos, y se intuye que no lo hará jamás porque hacerlo la pondría en peligro mayor que las toxicidades de esta bahía.
A menos que estalle un escándalo ecológico de menores dimensiones del que ya existe, o algún turista extranjero/dirigente de vacaciones muera ahogado de súbita albañalidad, o se quede ciego al chocar —en tan preclaras inmersiones— con una mole fósil de caca petrificada.
La amenaza de vivir en Buena Vista
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En el Almendares solo se puede pescar una buena infección
"En el Almendares solo se puede pescar una buena infección" YOSMANY MAYETA LABRADA, La Habana | Marzo 28, 2017 El hedor llena el aire y se pega en la ropa de los vecinos de El Fanguito, en las cercanías del río Almendares. Los residentes del lugar cargan con ese tufo a todas partes, que se mete en la nariz y en los poros. La principal arteria fluvial de La Habana apenas da signos de recuperación a pesar de varios proyectos medioambientales que intentan rescatarlo de la contaminación y la desidia. Gonzalo vivió una vez de la pesca en las inmediaciones de ese río que los indígenas llamaron Casiguaguas y que dio su nombre actual a uno de los equipos de béisbol que fue más popular en el país. El Almendares forma parte de la vida del anciano desde que se levanta hasta que se acuesta. Todos sus recuerdos terminan y comienzan en sus aguas. Vecino de la barriada de El Fanguito desde hace más de 70 años, Gonzalo evoca el cauce cristalino que conoció cuando era niño. En aquellas aguas pescaba con sus amigos, se zambullía para apaciguar el calor y buscaba pequeños tesoros de piedra o metal en el fondo. Pero esas son historias pasadas que solo existen en la memoria de los residentes con más edad. Un estudio publicado en 2005 por el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) advirtió que el cauce principal del río presentaba una "situación higiénico y sanitaria crítica". El informe redactado por especialistas del Instituto Superior de Tecnologías y Ciencias Aplicadas cifraba, en ese momento, en 70 las fuentes que vertían residuos peligrosos a sus aguas con "altos niveles de contaminantes orgánicos e inorgánicos, entre ellos sustancias tóxicas como metales pesados". La ribera del río se ha ido despoblando sistemáticamente de árboles y en sus afluentes se crearon en las últimas décadas unas 17 presas y embalses. Otro estudio del CITMA determinó que el 80% de la contaminación tiene un origen doméstico y que unos 200 litros de aguas albañales llegan cada segundo al cauce del río. "Aquí lo único que se puede pescar es una buena infección", ironiza Gonzalo mientras señala esas aguas quietas y oscuras que llegan hasta cerca de su modesta casa. En la orilla flota una masa compuesta mayoritariamente por botellas y bolsas plásticas, mientras que la superficie se ve tornasolada en muchas zonas debido al vertido de hidrocarburos. Los desechos domésticos e industriales han perjudicado seriamente la biodiversidad del Almendares, según datos del CITMA. Lorenzo Rodríguez Betancourt, especialista de la entidad, declaró a la prensa oficial que la limpieza de la cuenca era "una misión inmediata, pero muy compleja a la vez, pues requiere de una importante inversión de capital y de la creación de conciencia en los vecinos cercanos a la zona". Entre las medidas que ha tomado el Gobierno está el cierre de las dos fábricas de cerveza Tropical y Polar, que vertían parte de sus residuos a las aguas, también se sustituyó la tecnología de la Planta de Gas Mario Fortuny y de la industria de Helados Coppelia. Varias instalaciones que en las cercanías estaban destinadas a la producción de materiales constructivos fueron desmanteladas. Las autoridades señalan a los asentamientos urbanos como una de las principales fuentes de contaminación, pero los vecinos de El Fanguito se defienden. "Este barrio no tiene ni alcantarillado", advierte Rosa, una maestra jubilada que hace dos décadas se instaló en el lugar. "Pagamos las facturas de agua y de electricidad pero fuera de eso hemos sido olvidados por todos", comenta. Cada día, la mujer hace sus necesidades en una lata que en la noche vacía en un montículo cercano. El lugar está lleno de desechos y rara vez entra un camión a recogerlos. Las leyendas sobre cocodrilos y enormes clarias que se tragan cuanto encuentren a su paso recorren el lugar. Durante la noche las familias prefieren mantenerse dentro de las casas y una de las primeras lecciones que enseñan a sus hijos se resume en que "el río no sirve para bañarse". Rosa se llenó de esperanzas hace una década cuando un proyecto dirigido por el entonces vicepresidente Carlos Lage fue anunciado como la solución para el barrio marginal. El proyecto incluía la construcción de nuevas viviendas, el asfaltado de las calles y hasta varios parques infantiles para los niños de la zona. Pero la idea quedó solo en los papeles y Lage fue defenestrado poco después. En lugar de mejoras, el barrio ha seguido creciendo de forma caótica y empobrecida. Más de dos centenares de casas salpican la ribera del río, apretadas y endebles. La policía evita entrar a la zona y en los días de lluvia todo toma el color del fango. Algunas iniciativas logran una momentánea atención sobre el problema como el recién concluido Festival del Río Casiguaguas, que, bajo el lema "Por un agua más limpia", reunió a varios actores sociales e instituciones interesados en el cuidado del medioambiente. Pero pasados los titulares en la prensa y los reportes televisivos, las aguas negras retomaron su lugar. Para Armando Hernández López, representante del Instituto Nacional de Deporte y Recreación (Inder) y quien dio una conferencia en esta segunda edición del evento, muchas comunidades en la ribera tienen "viviendas en mal estado, hacinamiento, condiciones de saneamiento precarias, población con un nivel escolar medio o bajo, deserción escolar y alcoholismo, donde a pesar de las charlas realizadas por diferentes sectores las condiciones higiénicas y sanitarias se agudizan". Clara María Kindelán, especialista del Centro Provincial de Higiene y Epidemiología, considera que las principales acciones deben hacerse en las comunidades y los centros laborales. El estado del río no permite aún "realizar actividades de saneamiento donde los participantes tengan contacto con el agua. Descontaminar el río Almendares será nuestro principal reto en los próximos años", asegura. Una representante del CITMA en la capital señaló que los focos contaminadores se han reducido, pero que todavía son más de 50. La funcionaria agrega a la lista de las fuentes de residuos deshabilitadas "dos papeleras y una empresa de la goma". Aunque esta última, aclara, se comenzó a rehabilitar nuevamente "por decisiones políticas". Para la presidenta del Comité de Defensa de la Revolución de la calle 19 y Río de El Fanguito, la urgencia es pasar de las palabras a los hechos. "Solo nos dan charlas para que eliminemos los desagües que van hacia el río, pero nadie se encarga de hacer o ayudar en realizar un buen alcantarillado". La vecina cuenta que han aparecido en la comunidad "brotes coléricos" porque los niños "juegan alrededor de estas aguas". Mientras tanto, el anciano Gonzalo ya no siente la peste que impregna su casa y su piel. Mira al río de su infancia como a un pariente convaleciente que necesita una terapia urgente. Ha perdido la ilusión de volver a bañarse en sus aguas algún día. Source: "En el Almendares solo se puede pescar una buena infección" - http://ift.tt/2nczeEb via Blogger http://ift.tt/2o2gg7J
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