#Margarita Camacho Baquedano

[pachucocholosychundos]

Instante rescatado

Hay días en que estamos tan propicios al llanto, tan sensibles al estremecimiento, tan indefensos al contacto del aire, tan perdidos a la hora del crepúsculo, tan desnudos al frío, tan carne viva al sol, tan pequeños en la gran ciudad, tan tremendamente solos en el silencio, tan enfermos de amor, de olvido, de recuerdo, tan llenos de pena por nosotros mismos; días como ahora, en que todo nuestro ser es llama que arde y se consume en hoguera implacable donde se quema el sueño, la esperanza, el deseo; días como ahora, en que el alma es una flecha tensa en el arco convulso del suspiro, y el corazón violento se desangra en su cárcel absurda.

Por eso en estos días he vivido y he muerto intensamente. Me basta una palabra, una actitud, una sonrisa que tiemble en mi esperanza, para que repentinamente se descubra la belleza ignorada, y me impregne los poros de efluvios aromáticos, y de dulces presencias los rincones oscuros, y de miel sorpresiva los desérticos labios.

Basta también la ausencia de unos ojos para que la alegría del espejo se empañe. Entonces una niebla espesa me conduce, ciega y desamparada, a un sordo litoral, donde se extingue el eco de tu nombre y de mi nombre; donde se precipita la sequía de los brazos; donde nafragan todos los veleros del sueño; donde al final de prolongada búsqueda una flor de ceniza se deshoja en mi pecho.

Pero hoy estás aquí, y juntos descubrimos que a pesar del dolor y la angustia hay bondad en la vida, y que dentro, muy dentro de la corteza amarga de los hombres y de los árboles antiguos una savia vital da calor a sus brazos y sube hasta las ramas, colmándolas de frutos.

El rumor misterioso de los pinos, del manantial recóndito, de las voces ocultas, nos envuelve de pronto, como una sinfonía, y apasionadas nuestras cuerdas íntimas acarician el alma dormida del silencio.

Déjame repetirte lo que dijo el poeta: "Amigo, no te mueras", porque del tiempo móvil de lucha y de tormenta, de fatiga, de empeño, de ansiedad, de conquista, rescataremos sólo unos instantes quietos, plácidos, detenidos a la orilla del mundo, donde nomás se escuche tu voz en mi retiro, donde a ti llegue intacta mi palabra imposible.

(Margarita Paz Paredes. 1922 - 1980)