#MBelénKlein
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Tic-tac
20:02. Que rápido pasan las cosas cuando uno se divierte.
20:10. Ya me perdí, no me encuentro. No importa, estoy feliz.
20:13. Como se transforman las cosas de un instante a otro.
21:00. La música es mar y, yo, su sirena.
21:30. De repente todo da un giro drástico.
22:45. Tengo sed, ¿Y ahora de dónde sacó un poco de agua? Para qué me alejé, digo yo.
22:50. Encontré un grupo de chicos divertidos, parecen buenos, me dan de tomar y me regalan sonrisas todo el tiempo. Puede que hasta me haya hecho amigos nuevos.
23:30 Me quiero ir. No eran tan buenos los chicos al final, parecían drogados, seguro que fue por eso. Igualmente, no quiero quedarme más tiempo.
23:31. ¿Cómo me voy? Tuve que guardar un poco de plata, ¡Qué tarada!
23:32. Necesito alguien que me pasé a buscar. Papá no, mamá se va a enojar, mejor me tomo el bondi.
00:00. ¿Qué hace este colectivo que no viene? Está fría la noche para andar sola y los cerros oscuros, los zorros andan sueltos a esta hora.
00:15. “Hasta la terminal”. Hay dos personas nomás.
00:18. No me gusta esta zona, Leila siempre me dice que me cuide cuando vuelvo por acá. No sé, parece inofensiva pero mejor no tentar a la suerte.
00:20. Rojo. Sube un chico, tiene mala cara. El chófer también lo mira raro. Amarillo. ¿Qué le pasa? “Eu, nene, ¿Estás bien?”. No contesta. Verde. No puedo dejar de mirarlo, ¿Qué es eso que tiene en la mano?
00:23. La pareja que estaba cuando subí se bajó, parecían felices. El pibe sigue dos asientos delante mío, tenso.
00:30. Llegamos. Abajo, estoy un poco mareada.
00:32. Escucho los pasos detrás de mí, no quiero girarme. El corazón se me desboca, boom, boom. Seguro es mi imaginación, la esquina me presenta la oportunidad. Boom, boom,boom. Atención, no hay más ruidos, boom...boom. Safe.
00:35. El pibe del bondi está frente a mí, con un chumbo apuntándome, “No andes sola por la noche hija”, “Cuídate nena, que la calle es peligrosa”, “No andes por ahí, siempre hay quilombos”.
00:35. Los demonios salen a pasear de noche y, de esa, nadie te puede salvar.
00:36. Perdón. Gracias. Adiós.
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“Música de la infancia capaz de socorrernos en el instante de la muerte.”
Música propia que nos hace brillar. Algo mío, algo nuestro, algo compartido, eso es la música: patrimonio universal, y a su vez, catástrofe de la belleza individual.
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En una villa nació, fue deseo de Dios crecer y sobrevivir a la humilde expresión, enfrentar la adversidad con afán de ganarse a cada paso la vida. Cuando la nena quiera caminar, se eche andar y se caiga a tropezar, se tiene que levantar, porque así mejora, la nena sigue avanzando, la nena no llora. Cuando sienta que no tiene fuerzas, que se muere, que nada tiene sentido y que nadie la quiere, la nena piensa en papá cantándole él no llora. Terminemos todo, mi vida es un desastre, pero al fin, te seguí por un laberinto de espejos rotos y aparecí en un barrio, del que no puedo salir….
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La torre de márfil
Las palabras se entretejen entre sí dándole un sentido completo a tanto color, como se unen los hilos en los telares de las mujeres del Norte, proclaman un nombre desde lo alto: Elisa. La ilusión de alegría que demuestra choca con la aridez del fondo, cuajado como pared sin revocar, el amarillo te invoca un sólo lugar posible: el desierto se abre paso en la imaginación. A su costado se alza, digno del Norte, un cardón. Una sombra se lamenta con la espalda apoyada en él, siendo prisionera de algo, ¿De qué? ¿De sus propias decisiones? Tal vez. Lo que es seguro es que el dolor la tiene prisionera, como si su cadena en el tobillo fuese hecha de alambre de púa, quizás de su ilusión rota frente a una realidad que no le permite avanzar. Pero todavía hay esperanzas si de un cardón, puede surgir una de las flores asociadas con las más puras de la naturaleza, la rosa blanca.
¿Cómo no creer que las cosas pueden llegar a mejorar para ella?¿ Y si el cardón fuese una metáfora? Qué pasaría si es una manifestación de la actitud que tiene la sombra frente a los acontecimientos que le aborda la vida, tomando una postura defensiva contra el mundo, pero que por dentro, es tan frágil como el resto de nosotros, al final, ¿No era esto lo único que podía salvarla? Tener un poco de luz en tanta oscuridad.
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Basta.
Acallada, cerrada, torbellino de nadas, carreras de todo. Un espacio que llenar. ¿Qué estás haciendo Elisa? ¿Cuál es tu problema? Nadie responde. Nadie se da cuenta, su alma se desarma al caminar, pero nadie se percata del mal. Sus ojos ya no brillan, sus pies tampoco bailan, sus manos no juguetean como antes al hablar, sus labios no sonríen al natural, pero nadie se preocupa ¿Será, acaso, culpable de su propia desgracia? ¿Hay que gritar para llamar la atención? El mundo sigue girando sin ser agradable, ¿Para qué vivir si es para vivir en ignorancia? Ignorante por no saber, y a su vez, ignorada por no ser tenida en cuenta.
Llorá, Eli, llorá. Algún día te vas a levantar, todos nos recomponemos a la larga… como podemos. Mientras cada uno vive su propia tormenta, el mal sigue afuera, deambulando, impaciente por encontrar su siguiente presa.
¿Cómo explicar lo que pasó? A un país que calla lo que pasa en las montañas y hace la vista gorda a las almas que cruzan sus senos tan cotidianamente que da escalofríos, como si fuera un infortuno accidente. ¿Cómo hablar de fantasmas a escépticos? No existen palabras para describir el dolor en el que estás sumergida, perdón Eli, perdón porque no escuché tus gritos ni ningún otro.
Un libro. Contar sin hablar, sin necesidad de que se quiebre la voz cuando lo recordás, así es un poquito más fácil. Alguien va a saber lo que pasó, y va a llorar de impotencia y te vas a sentir más acompañada, aunque no se sepas quién es. Y a otros, su propio ácido les recorrerá las venas, las garganta y no podrán entender qué les pasa.
Respirá, Eli, respirá para llenarte los pulmones de esperanza aunque no haya más aire puro. Escucha el latir de tu corazón, volvé a creer. Tomá aire y prepárate porque cuando las luces se apaguen y la noche se abra paso, cuando los monstruos abunden a tu alrededor, cuando tomes conciencia de la soledad que agobia hasta el extremo de no respirar, recién ahí, gritarás. Un grito que escuche la Pachamama y llore con vos, y con todas las demás, porque cada pisada en sus tierras es un agonizante tirón en la humanidad.
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No les creas cuando te dicen que no podés, no hagas caso cuando te digan que eso es sólo para los privilegiados, hace orejas de palo cuando se rían de vos por intentar. Al final, sólo los que prueban saben de lo que son capaces, sólo ellos pueden ser el semilla de una nueva generación, un nuevo mundo. Todos podemos ser rosas inesperadas.
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Legajo familiar
Rubia como tu mamá, envidia de todas las villeritas eran las dos.
Tu mamá se enamoró de un negrito jujeño, y vos, te enamoraste de Leandro, otro jujeño.
Ambas vivieron lo que gente llama “vergüenza” durante la adolescencia, pero ustedes lo aceptaron como algo normal y erguidas con orgullo. En nueve meses hubo que correrse todos y hacer un espacio más.
Su sueño fue conquistar en el mundo con Naranja Dulce, a vos la música te salvó, la cumbia te ayudo a salir.
Ambas jóvenes. Las dos sin el camino claro, haciendo lo que podían. Vos y ella, mamá e hija, con una oscuridad dentro que las consume.
Te distancias de tu mamá pero son iguales. El ciclo se repite.
Trabajadora como tu abuela, “se enferma quién puede” refrán familiar, ustedes no podían ni querían.
Frías y distantes, no vaya a ser que terminen lastimadas. Que lástima que uno no puede evitar el dolor, ni elegir quién se lo hace, ni el cómo, ni el dónde.
Ambas elevan oraciones a la Virgencita, para no perder la costumbre, suplicando un poco de ayuda.
Vos y ella aprendieron lo que es llorar hasta quedarse sin lágrimas, abrazada a la almohada esperando sofocar el dolor que invade su alma.
No se puede cruzar el país en un micro, no podés abandonar tus raíces.
Vos, tu abuela, ambas huyeron de su casa buscando la promesa de un futuro mejor, pero se olvidaron que la soga siempre tira de vuelta.
El ciclo se repite.
El amor no se hereda, se construye, ladrillo a ladrillo todos juntos, si falto uno se desmorona. Hicieron lo que pudieron, las tres dieron lo que podían.
El ciclo se repite.
Volver. Todas, siempre, vuelven a su casa.
El ciclo se repite. Sólo que esta vez hay más esperanzas.
Pero una pregunta retumba en vos, hace eco en tu corazón, ¿La marca de la soledad se pasa a los hijos como el pelo rubio? Y, esta vez, deseaste y pediste a Dios con fe plena que esto se quedará sólo dentro tuyo.
Y quizás, por fin, el círculo se rompa.
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LE OGEUF
En el cielo manda Dios, en el infierno domina el Diablo, y en el cruce de ambos, ¿Quién es el rey?
Habitantes de la tierra de nadie, ¿Qué somos? Somos historias mal contadas, sueños frustrados, somos recuerdos. No quiero ser eso. ¿A quién debemos obediencia? Plan de diablos, pelea de ángeles, la vida continúa para los hombres.
Hay que elegir ¿Para quién querés jugar? Una brisa, un aleteo, quiero ser ángel. Una risita, calor, quiero ser diablo. Escuché por ahí, que el hombre es dueño de su propio destino, como si sólo con su voluntad bastará para alcanzar todos sus más secretos deseos, aunque, otro día alguien me dijo que somos libres en partes, dependiendo siempre de la acción de los demás. Era un señor entrado en años, con una mirada que jamás olvidaré, y una sonrisa pendiendo de sus labios, me dijo “el hombre planifica su recorrido, pero eso no garantiza nada”. Ahora lo entiendo, todo depende de las estrategias de los diablos, pero yo sé, que de vez en cuando, Dios manda a sus ángeles para redireccionar las cosas. Porque. siendo justos, los diablos existen porque existe Dios.
Los caminos se empiezan a cruzar sin consentimientos y creyéndose, muy inocentemente, mera casualidad. La historia comienza a entretejerse con un símbolo, que no se conocerá hasta finalizada la trama. Las sonrisas se comparten, la mayoría de los planes se ocultan en ellas. Hay que elegir un bando, el juego todavía no comenzó. Es difícil mantenerse en un solo equipo siendo tan vulnerables a los cambios, ¿Cómo saber si quien me habla no es, por detrás, un trabajo de los diablos? El miedo a terminar en el bando equivocado, bloquea por unos momentos, la necesidad de retirarme.
Ya elegí, pero no me di cuenta, tomé malas decisiones. Ayúdame. Ser soga puede costarnos nuestro propio camino. Las fichas están jugadas, no hay nada más que hacer.
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En el dominio de las aves, todo parece tranquilo. Hasta lo más grande parece insignificante desde las alturas. Para olvidarse de uno mismo, un pedazo de cielo es lo que se necesita.
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Mis ojos, faros de angustia, trazan señales misteriosas en los mares desiertos. Y eterna, la llama de mi corazón sube en espirales a iluminar el horizonte.
Alfonsina Storni
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Repara uno sus faltas cuando llora.
Jacques Benigne Bossuet
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Marcada para siempre
con ese eterno recuerdo
Perdón, mi niña,
no fue con intención
Tal vez mañana se mejore
tu fatídico dolor
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Muchas voces resonando. La muerte rondando. Todas los días la misma historia, ir y volver, trabajar, Leandro, todo menos la Puebla. Los demonios se alimentaban de su oscuridad, de su soledad. Nadie preguntaba, la tomaban de loca, pobre y loca, todos menos Mónica, Diana, Juanita y Guerre. Pero los demonios la habían aislado de ellos, no vaya a ser que se librará. Se acabó, la salvaron, Candela, Pity, Juanita y la nena del Pucará, la salvaron. Volvió a lo mejor de su alma. Se iluminó, los demonios chillaron de rabia, no les alcanzó, “Ahora sí que los diablos están fritos”.
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¿Cómo crecer sin agua? ¿Sin aire? ¿Cómo sobrevivir con tanto dolor dentro de uno? Con tanto hombre rondando, tenía que chocar con el bobo del pueblo que perturbaría para siempre el rumbo de su vida. Tilcara no la salvó, la hundió en las más bestiales zonas de la humanidad. Huyó, pero no se recupera un alma rota.
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Hijito:
Te amé, un poquito aunque no te conocí. La ilusión que me creaste se murió con tu partida. A veces sueño con vos y con la Eli, todos juntos como una familia, una familia que jamás seremos. Siento que me estuviera por morir, no fui la mejor mamá con la Eli y esperaba serlo con vos. Hoy está solo mi corazón, Chejuán no me entiende. Te quemaron las alas, amor, pero todavía te puedo encontrar en las estrellas.
Mamá
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Esperar el regreso
11:37 p.m. Estoy sola. El silencio, el ruido. Las risas, el olor a comida frita a unos metros. Un motor que empieza a carburar, olor a humo, llantos y libertad. Doce minutos esperando, nadie que me acompañe. Las manecillas del gran reloj dorado sobre mi cabeza, ruedas de valija rozar contra el suelo sin mucha suavidad, rosas y chocolates, demasiado romántico. Una vuelta a la terminal, nadie me espera. Menos gente, una señora que junta la basura con los auriculares puestos, un chico sentado a unos pasos de mí leyendo. Cada vez gana más terreno el silencio. Olor a café recién hecho, un chófer agotado y una señora, detrás de un escritorio, con cara de pocos amigos. El tiempo sigue arrastrándome con él. Muchos pensamientos, nada concretado, un susurro “quizás sí sea mejor volverme” es acallado por un grito del orgullo “No. Volver sin partir es vergonzoso. Volver como se fue, sin siquiera un centímetro más de cabello. “ Un rato más. Llamadas por el altavoz, gritos de niños, un grupo de gente esperando, como yo, pero no a mí. Más despedidas, micros avanzando como marcha fúnebre. El reloj casi marca las 12. El día no acompañaba la soledad, domingo de lluvia, mal domingo.
Pero sobre todo eso que me rodea, una sola cosa me aprisiona: el terror de volver a quedar sola. Angustia. Los ojos que pican, las manos que sudan, nadie que me pasé a buscar. El calor que asciende desde los pies hasta la cabeza, se instala en el estómago, lo revuelve todo y sigue su camino. Vergüenza, ¿Por qué todos me miran? ¿Por qué nadie pasa a recogerme? ¿Por qué me alejé de Rufina? Pobre viejita, ahora está tan sola como yo. Una lágrima se escapa llevando consigo un poco de dolor. La presión en el pecho disminuye. “Ahora no puedo volver atrás, ya estoy acá”. Las campanas suenan, ya es mediodía. Gente llenando el vacío de la estación, personas acallando el bullicio del silencio. Hambre. Un recuerdo de Rufina, todos me hacen acordar a ella, su voz, su dulce olor. La canción de cuna, suave entre sus labios, toma prisionera mi mente. "Dormite nena, dale que es tarde". Abandono. Yo la abandoné, la dejé sola, la culpa me carcome. Un hombre que se me acerca demasiado, que mira de más, el miedo que vuelve a capturar mis sentidos, una sonrisa, un saludo “Hola, soy el novio de tu tía”, un nombre: Quique, un viaje en auto y el mal presentimiento que no se despoja de mi cuerpo. Incomodidad, ¿Por qué me subí a su auto? ¿Cómo hago para bajarme? ¿Por qué me alejé? Una necesidad: regresar. A fin de cuentas, todos queremos volver a donde pertenecemos, volver a casa. Respirar aire puro, creerse libre, vivir en libertad. Volver a empezar.
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