#Luis Alcoriza
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Los Olvidados
The Young and The Damned
🇲🇽 | Dec 9, 1950
directed by Luis Buñuel
screenplay by Luis Buñuel, Luis Alcoriza
produced by Ultramar Films
starring Estela Inda, Miguel Incián, Alfonso Mejia, Roberto Cobo, Alma Delia Fuentes
1h22 | Drama
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Mexican Movies | director Luis Buñuel | writer Luis Buñuel | writer Luis Alcoriza | studio Ultramar Films | actress Estela Inda | actor Miguel Incián | actor Alfonso Mejia | actor Roberto Cobo | actress Alma Delia Fuentes
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#Mexican Movies#Luis Buñuel#Luis Alcoriza#Ultramar Films#Estela Inda#Miguel Incián#Alfonso Mejia#Roberto Cobo#Alma Delia Fuentes#Drama
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EL ESQUELETO DE LA SEÑORA MORALES/ THE SKELETON OF MRS MORALES (Rogelio A. Gonzalez. Mexico, 1960)
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#Amparo Rivelles#Arthur Machen#Buñuel#El Esqueleto de la Señora Morales#Elda Peralta#Luis Alcoriza#Rogelio A. González#The Skeleton of Mrs. Morales
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To Luis Alcoriza
Paris, 31 March 1974
Dear Luis, I’ve been meaning to write to you for a while and you may have felt the same way, because every time I take a trip to Europe we exchange a few brief letters. Let’s offer mutual forgiveness.
I’ve been filming for eight weeks, five days a week, and still have another two to go. I haven’t even had a cold, although I’m sick of the bloody camera. I’m pleased with some bits of the film and dissatisfied and annoyed with most of it. I’m in the doldrums, because I have no enthusiasm, and I need it to get the project going. Our ‘dear’ public will have ‘the last word’.
I’ve heard something about your film from Jeanne, who was there for some of Jeannette’s (is that how you write it?) physiognomic transformation. Amongst other things, she told me you could have murdered Pancho Córdova, because you had to do one take 21 times. Still, I imagine the film will be good thanks to your interest and abilities as a metteur en scène. How did the 50 vultures go? When I get back to Mexico at the beginning of June the editing will be done, and I’d really like to see it, even if the sound mixing isn’t finished.
You know my thoughts on Jodorowsky. His film La montaña sagrada, in terms of filming and production quality is fantastic. By comparison, Fellini looks like a modest director of little technical skill. Of course, I could do without all that Zen and Buddha; but as a director he’s extraordinary. Over here, the press claim I inspired him, but I know I don’t hold a candle to him. By my calculations, the film must have cost about four million dollars. How did he manage to convince a producer to let him handle that much money? Genius! What a shrewd businessman!
As you know, my film is made up of twelve ‘episodes’ you might call them, linked by some anecdotal character who joins the end of one to the next, providing a kind of overall continuity. One of those episodes is the idea about the kidnapping of a girl, it lasts about five minutes; two scenes, one at a school and the other at the police station. Our treatment didn’t fit in a two or three-reel film, because it was too long and when the disappearing trick had been used once, to repeat it would have been an annoying tautology. Obviously, we didn’t use it, which is why I think I should pay you for any hypothetical sale we might have made. If you agree, I’d like to give you 50,000 pesos compensation. Or more, if you think that’s only fair. Let me know and I’ll pay you whenever you like. This is a personal offer of course, nothing to do with the producer.
I was also thinking of making a film with you that I would just produce, nothing else. But we can discuss that later. We’d have to forget that joke about what a tyrant I’d be to the director of course. I could put up some of the capital with… Alatriste?
Marciano de la Fuente, a Spanish producer, came here to see me and told me you were definitely going to Spain to make Misericordia by Galdós. That could be a stupendous film. It was one of my favourite projects back in the day. When you write back, let me know when you’re going to Spain. I’m thinking of going before I return to Mexico.
Tired out by all this writing, I leave you. Kisses for Janet.
Warm regards, Luis
Jo Evans & Breixo Viejo, Luis Buñuel: A Life in Letters
#jo evans#breixo viejo#luis bunuel: a life in letters#luis bunuel#luis alcoriza#alejandro jodorowsky#federico fellini
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Entrevista para el Chicago Tribune y Los Angeles Times (Otoño 2022)
Metro Underground / Entender la noche del otro
Entrevista a Brontis Jodorowsky
Alfredo Padilla
En mi puericia, al contacto de mis primeros coqueteos con el cine, conocí a Brontis Jodorowsky, en una película del español Luis Alcoriza. Brontis interpretaba el papel del niño Daniel, una especie de ángel hermafrodita que vive con su madre (Fabiola Falcón), en una casona semidestruida de Bogotá, dentro de una atmósfera de claustrofobia sexual, incesto, fetichismo y voyerismo. La cinta llevaba por nombre El muro del silencio (1974), y había marcado profundamente mi niñez, irrumpiendo el sueño de mi razón; el personaje de Brontis era inocente aún en su malicia. Posteriormente lo vería en Bayoneta (2018), de Kyzza Terrazas, en el papel de Dennis, el antiguo entrenador de Miguel “Bayoneta” Galíndez (Luis Gerardo Méndez), un boxeador retirado, cuyo funesto destino lo llevaría a vivir en cierta buhardilla de un complejo habitacional en Turku, Finlandia. Ambos personajes, el ángel colmado de malicia y el coach de boxeo convertido a padre postizo, trazarían una línea narrativa en mi vida, que me llevaría a mi comprensión del Yo y al olvido de los recuerdos que no pude tener, porque como escribió el poeta Enrique Lihn: “no hay nada más difícil de olvidar que las intenciones que no llegaron al acto, los actos suspendidos en la sorpresa y la violencia”.“Hoy cumples siete años, ya eres un hombre. Entierra tu primer juguete y el retrato de tu madre”, le dice el protagonista (Alejandro Jodorowsky) a su hijo (Brontis), en la película El Topo (México, 1970), “¡Destrúyeme! No dependas de nadie”. Un brutal despojo de la infancia perdida, que me ayudaría a quemar las naves de un cruento pasado construido por otros. Hoy, dejando nuevas huellas en arenas que desconozco, me complace presentarles mi entrevista, con el laureado actor y director mexicano-francés, Brontis Jodorowsky, en la que hablamos sobre el reencuentro con la consciencia de la humanidad, la identidad, la noche oscura del alma, las crisis, su libro Algunos cuentos de sabiduría y otras tonterías: ficciones para faltos de tiempo (2017), de su papel en la película Bayoneta (2018) de Kyzza Terrazas y del concepto de la muerte.
A.P. : En Táu (2011), la película de Daniel Castro Zimbrón, interpretas a Gustavo, un hombre que viaja al desierto de Wirikuta, en una expedición que confrontará su más profundo dolor. Tras la pandemia, mucha gente lo perdió todo, o al menos, lo más vital. ¿Qué viaje debemos tomar para reencontrarnos con nosotros mismos?
B.J. : Hubieron una variedad de reacciones con la pandemia, tanto a nivel gubernamental como personal, de país en país sobrevinieron actitudes similares, y a la vez muy distintas. Lo que me pareció fundamental y que también tiene que ver con la crisis climática, es que fue un fenómeno que tocó a toda la humanidad. Claro, fue una oportunidad para un trabajo sobre sí mismo, por estar aislados, y mucha gente sintió que tenía que “rentabilizar“ el Covid-19 escribiendo sus memorias, realizando web meditation o tik tok yoga; todo esto tiene que ver con una forma de individualismo que promueva la sociedad. Asocio tu pregunta con la idea de la autoayuda ; el trabajo sobre sí mismo es necesario, sí. Pero la noción de autoayuda tal como se ha desarrollado, con todas sus publicaciones - que alimentan un mercado - tiene un poco que ver con el ombliguismo, el cada cual por su cuenta y esa ilusión del Self-made man, a la raíz de ciertos males de nuestra sociedad. La verdadera apuesta después de la crisis que hemos pasado es cómo reencontrarnos juntos, más que reencontrarse a sí mismo. No podemos hablar sobre lo que todo el mundo perdió dado que hay gente que no perdió nada (muchas empresas de Internet, los servicios de streaming, por ejemplo, bendicen la pandemia). Hay gente que sí perdió mucho, según su clase social y su nivel económico, los ahorros, la talla de su casa, etc. No es lo mismo si te separaste de tu pareja porque resultó difícil convivir 24 horas sobre 24, o si la pareja sobrevivió a ese test y se dieron cuenta de que su amor podía atravesarlo todo. Yo te puedo hablar de lo que yo sentí y de lo que más me dolió: esa separación con mis seres queridos, con mis hijas, la disgregación geográfica. En París, después del primer confinamiento podíamos pasear solo dentro de un área de un kilómetro alrededor de nuestro domicilio, y una de mis hijas vivía a un kilómetro 300. Trampeamos un poco. Entendí como nunca el valor del contacto humano, el valor de compartir momentos, el valor de un simple abrazo. Ciertos aspectos del modo de vida que propone la sociedad nos llevan a enfocarnos en nosotros mismos, las sobre presentes redes sociales nos acorralan con sus algoritmos que siempre te ofrecen lo que te gusta, lo que te mantiene dentro de tu territorio mental y emocional para que con esas pequeñas dosis de dopamina artificial puedas soportar una existencia absurda. Hay que encontrar los caminos para guardar la consciencia de que este fenómeno nos tocó en tanto que humanidad, y que ha durado — en China todavía están con políticas “Zero Covid“ de aislar ciudades enteras, mientras que otras ciudades quedaron abiertas en plena crisis por motivaciones político-económicas y lo pagó muchísima gente por falta de precaución; otras encontraron su equilibrio. Si alejándose de intereses egoístas — que en el fondo son intereses comerciales, la humanidad hubiese tratado el problema de manera global, habríamos hecho un progreso. Hoy en día estamos frente a un problema más grave aún: el de la urgencia climática. Estamos desordenando completamente el medio ambiente gracias al cual vivimos y en una actitud de inconsciencia suicidaría no estamos reaccionando en tanto a humanidad… Me parece que más que preguntarnos qué hacer para reencontrarnos con nosotros mismos, individualmente, deberíamos preguntarnos : ¿cómo hacemos todos para reencontrarnos dentro de la consciencia de la humanidad?
A.P. : Muchos de nosotros tenemos la sensación de que cuando queremos abandonar un espacio denominado como “nuestra identidad”, entramos en otro lleno de incertidumbre, donde nos sentimos a ciegas. La noche oscura del alma es para algunos místicos un periodo de tristeza, miedo y angustia necesario para acercarse a Dios. ¿Estamos pasando por esta etapa, o es simplemente ansiedad generalizada?
B.J. : La cuestión de la identidad es interesante, sobre todo actualmente. Necesitamos pertenecer, el ser humano es un ser social que se desarrolla en contacto con otros seres humanos, según los estímulos que recibe del exterior. Esto es puramente teórico, pero a un bebé recién nacido lo metes en un cuarto totalmente oscuro y en quince días se vuelve ciego, dado que la luz no ha estimulado su nervio óptico. Emocionalmente somos así: un ser no querido, no acariciado, tendrá más dificultades para vivir la empatía y la compasión; en la vida, si recibes amor lo puedes compartir. A la vez, la noción de identidad puede ser es algo que te encierra en modelos de pensar preestablecidos, en modelos de sentir, de actuar. Como todo ser, una sociedad es orgánica, tiene grandes riquezas y grandes trampas, aspectos terribles y otros luminosos. La identidad en su faz oscura, es algo que te va a encerrar, a limitar, que va impedirte el acceso a tu verdadero ser; es un sistema de inhibiciones. La religión, por ejemplo, es pertenencia, es formar parte de un grupo que se identifica con un mito, en principio con el objetivo de elevación espiritual compartida. Pero a la vez la iglesia está llena de prejuicios sobre la sexualidad, de sistemas de poder, de misoginia, etc. Es muy doble eso de la identidad. Hasta políticamente: puede ser una noción de cohesión social o un veneno absoluto. Hay una bonita adivinanza para niños, que a veces a los adultos les cuesta resolver: “¿Qué está más lejos de ti, la punta de tu nariz o el pulgar de tu pie?“ ¡La respuesta es ninguno de los dos, dado que los dos son tú! Cuando realizas que has vivido en pertenencia a una identidad impuesta, o a la cual no te identificas más, querer separarte de ella es delicado; no te vas a cortar un brazo, so pretexto de que de esa manera serás más tú… Hay que saber distanciarse sin perderse. Porque, en el fondo, nuestra identidad está ligada a nuestra vivencia, a nuestro transcurso; somos un relato. Y nuestra historia personal, familiar, social, está ligada — como las grandes obras de teatro de Shakespeare que combinan la pequeña y la grande Historia — con muchas circunstancias de la narrativa que compartimos con los demás, con la sociedad. Dentro de eso, hay que tener clarividencia. Me hablas de identidades, de saber quién eres. “¿Quién soy?“, es una pregunta compleja, a veces angustiante. Pero si “Quién soy“ es complejo, vaporoso, fluido, algo intangible; más accesible es saber quién NO eres y dejar caer lo que no eres, lo que sientes que no eres, lo que van a ser las inhibiciones, los prejuicios, los límites mentales, los miedos emocionales, etc. Eso lo puedes identificar, es palpable, concebible, desechable. Por otra parte, si estamos de acuerdo con Carl Jung, de que el inconsciente tiene una dimensión colectiva, entonces “Quién soy“ no puedes ser nada más tú, tu Yo. La pregunta se transforma entonces por ella misma en “Quiénes somos“. Volvemos a la identidad… Según el sicólogo francés Serge Tisseron una de las preguntas que causa ansiedad es la del sentido de la existencia: “Qué sentido tiene mi vida“ y él argumenta que es una pregunta imposible, a menos de darse cuenta de que, in fine, el sentido de nuestra vida es el sentido que tenemos para los otros. Vale la pena meditarlo. En el mito judeocristiano, Jesús dice: “Por sus obras los conoceréis”. Así como el conjunto te recibe, le da sentido a tu vida. Eso no quiere decir que si el conjunto te recibe bien, ese sea tu verdadero sentido: a veces tienes que ser alguien que rompe las barreras, que sale de los esquemas, del conformismo, que va más allá de lo previsto, que hace avanzar a la humanidad de un salto con un nuevo conocimiento o una inspiración artística; ahí puede haber una forma de rechazo hacia ti. ¿Quiere eso decir que tu vida pierde su sentido? No, puesto que tras un tiempo, lo que es justo permanece y el mundo progresa. El conjunto avanza más lentamente que el individuo. Ahí entramos en otro espacio lleno de incertidumbre: tenemos algo inscrito muy profundamente en nosotros, en lo que algunos llaman el cerebro reptiliano, que es la noción de territorio. Fuera del territorio conocido, está el peligro. Un tigre, por ejemplo, tiene un territorio: lo marca con su orina, en él tiene de qué beber, presas, sol y sombra, etc. Si sale de su territorio, se mete a la comarca de otro tigre, donde puede haber peligro, falta de agua o de presas, es decir peligro de muerte. Nosotros tenemos un territorio mental (me identifico a lo que pienso o a ideas aprendidas), un territorio emocional (me identifico a lo que siento o a mis temores), un territorio sexual (me identifico a lo que deseo o a mis prejuicios), territorios que pueden ser catastróficos, pero que corresponden a lo que conocemos. El conjunto de nuestros comportamientos repetitivos, de nuestra manera de pensar, de lo que hemos sentido, los deseos que hemos podido satisfacer o no, ese es nuestro territorio. Nos cuesta cambiar de rutina, abrirnos a nuevas ideas, abrir nuestro corazón a nuevos sentimientos o aceptar los sentimientos negativos que descubrimos nos habitan y que reprimimos a tal punto que nos ahogan. Tenemos temor al cambio y a lo desconocido porque nos introduce a un territorio oculto. Metafóricamente hablando, a menudo preferimos un aire viciado que conocemos a un aire puro desconocido. Sin embargo, en el momento en que te quieres conocer renunciando a lo que no eres, inevitablemente vas a entrar a un territorio ignorado hasta entonces. La única manera de ampliar tu conocimiento, es ir a lo desconocido y soltar lo que no eres; además de cuestionar tu sentimiento contigo mismo, ello cuestionará tu sentimiento para con los otros. Y viéndote a ti mismo de otra manera, ellos también te van a percibir de otra manera: te pueden rechazar o aceptar. En ese sentido es útil el trabajo con los sueños. En su libro La Maîtrise des Rêves, Marc-Alain Descamps explica que no te puedes morir en tus sueños, porque nuestra mente no conoce el estado de su no consciencia. Si sueñas que estás dentro de un ataúd y que la gente está llorando, hay un punto de vista tuyo, no estás desaparecido. Todos hemos tenido esas pesadillas en las cuales te persigue un monstruo para comerte. Tiene variadas formas, pero es un mismo esquema narrativo de algo que te va a devorar: expresión probable de una pulsión reprimida. Aunque pueda ser a veces el llamado de un proceso positivo, tú lo ves como un angustiante monstruo que va a devorar el ser limitado que eres en ese momento. Cuando trabajas el sueño lúcido, durante una tal pesadilla de persecución devoradora, puedes darte cuenta de que estás soñando. En ese momento, en vez de huir con angustia o esforzarte en despertar, te detienes, haces frente al monstruo, hasta corres hacia él. Ahí va a haber una gran luz y un despertar lleno de orgullo, un sentimiento de fuerza y plenitud que puede durar una semana. Te cuento algo que he vivido. Volviendo a nuestro tema, el miedo a renunciar a lo que NO somos para encontrar quienes somos, es obviamente un proceso en el que debemos aceptar el miedo del que tú hablas y ese miedo, todos lo vivimos. Lo menciono porque es bueno realizar que mucha gente vive lo mismo que tú. Dicen en México: “Mal de muchos, remedio de pendejos”. A menudo cierto es. A menudo también no: el mal de muchos no será un remedio, pero sí ayuda saber que eres parte de un mal general, compartido. Regreso a la idea inicial: no soy un individuo, sino que somos, y ahí está para mí una posible solución.
A.P. : Como expresa el filósofo español Eugenio Trías: “en esta vida hay que morir varias veces para después renacer. Y las crisis, aunque atemorizan, nos sirven para cancelar una época e inaugurar otra”. ¿Cuál fue la noche oscura del alma que te convirtió en Brontis Jodorowsky?
B.J. : Es que no soy Brontis Jodorowsky, una entidad fija. Uno cree que es todo el tiempo el mismo, pero no: crecemos, nos achicamos; nos crece el cabello, luego se nos cae; tu energía es inextinguible, luego surgen dolores en diferentes partes del cuerpo; pasas de la insaciable curiosidad a la rigidez mental o sigues aprendiendo nuevas cosas, tu manera de comunicarte con los demás es más amena… Físicamente, las células de nuestro organismo se regeneran en permanencia. Al hígado le toma de seis meses a un año renovarse completamente, pero hay partes que en un día ya no son (somos) las mismas. Vivir es un cambio, una regeneración constante. Cuando te identificas a una personalidad, en cierta manera te anquilosas, mientras que el universo mismo está en perpetuo movimiento. En el microorganismo sucede lo mismo, estamos todo el tiempo adaptándonos a este proceso de la vida, ese proceso que es no morir. Como escribí en un aforismo: “Gracias a mis padres, que con la vida me han dado la muerte”. Vivir es en permanencia adaptarse a todo nivel al medio ambiente y a sus cambios. Entonces, ¿cómo imaginar que eres tú algo ya hecho e inmutable? Eso dicho, cuando yo era niño, mis padres hablaban mucho del cambio. Por una razón u otra había que "cambiar". El lenguaje es muy importante; el decirle a una persona « ¡cambia! » o « ¡tienes que cambiar! » me parece un enfoque erróneo. Un árbol no cambia, un árbol se desarrolla. No tengo por qué cambiar, si eso significa ser otra cosa que lo que soy. Cuando una familia te insta a cambiar, es probable que lo que quiere decir es « adáptate a mí », « sé como yo quiero que seas ». Un ejemplo : un árbol crece en un terreno ventoso y ese fuerte viento que sopla contra su tronco hace que crezca inclinado. Digamos que eres ese árbol. De repente te das cuenta de que ese viento te hace crecer chueco, adolorido y por un trabajo de concientización logras deshacerte de la influencia de esa toxicidad. Ahora, no porque cesa ese viento el árbol repentinamente se endereza como con resorte, "cambia" y adquiere a una forma ideal que se supone hubiera de haber tenido. No: tras la toma de consciencia y a partir de esa adquirida inclinación, empieza a crecer hacia la vertical. Pero lo negativo que padeció, es parte de su existencia, de sus ser y su desarrollo, es parte de su historia: somos una historia y todas las circunstancias terribles o maravillosas que vivimos forman parte de nuestro ser, nuestro ser que es relato. Yo no sé que es exactamente "la noche oscura del alma ». Sí sé que uno pasa en su historia por momentos de oscuridad, de dificultad, en los cuales te cuestionas si tienes la fuerza, el anhelo, la valentía suficientes para cuestionarte. Si lo pienso, la noche oscura del alma no es precisamente algo negativo: es un momento en el que el enfoque cambia y puedes ir hacia la comprehensión de lo que te sucede. Como todos, en mi vida he pasado por momentos de sufrimiento. El sufrimiento es parte de nuestra vida, no hay vida sin sufrimiento. La concepción que tenemos del sufrimiento tiene que ver con el dolor, concretamente. Desde los inicios del siglo XX y el descubrimiento de los analgésicos, nuestra civilización se ha vuelto férreamente anti-dolor: nadie tiene que sufrir de lo que sea y mucho menos de dolor físico. Los pain killers son muy recientes. Antes, con todas sus catástrofes y sus guerras — también con toda la maravilla de su desarrollo— la humanidad siempre había interactuado con el dolor: la gente vivía con dolor de dientes, con dolor de estómago, con dolor de cabeza, no era un escándalo, no tragaban una píldora a la menor incomodidad: atravesaban el dolor, por necesidad aprendían de él a vivir, con él. Hoy hay gente que llora porque la simple opinión que el otro expresa "le duele" y la vida en sociedad se vuelve imposible. No estoy en contra del tratamiento del dolor, obviamente, es un progreso importante de la medicina. Pero interrogo nuestra relación a este. Hay momentos en que puede también ser un maestro, una manera de comunicar de nuestro cuerpo con nosotros. ¿Cuándo te das cuenta que tu cuerpo existe? Cuando te duele; si no, lo olvidas. Somos muy mal agradecidos con nuestro cuerpo. De vez en cuando, cuando estoy procrastinando, me acaricio la mano, me acaricio el pie, los hombros, y le digo: “Gracias cuerpo, vas cargando mi consciencia todos estos años de mutación, fiel hasta que un día nos apaguemos; gracias, gracias, gracias.” Recomiendo hacerlo vez en cuando. Es de notar que al mismo tiempo que aparecieron los analgésicos, llegaron los estimulantes, los speed, la anfetamina, las drogas como la cocaína o la heroína, que te engancha porque durante el trip te quita el dolor, físico y psicológico. El alcohol seduce porque desinhibe, salen todas las pulsiones que la sociedad te reprime a veces sin razón, a veces con razón — no queremos que cunda por ahí la pulsión asesina… Esos momentos de la noche oscura del alma, como tú los llamas, son momentos necesarios que nos permiten una mirada introspectiva, a condición de que en esa oscuridad abramos los ojos. Se dice que muchos chamanes son voluntariamente ciegos; por alguna razón será. ¿Para entrar en una oscuridad (de la noche oscura del alma), a partir de la cual se ve mejor? ¿Y a partir de su mirada interior, poder entender mejor la noche del otro? De nuevo la relación con el otro… Cuando alguien fallece se reúne la gente en el velorio, y en general concluye el día de tristeza con una gran cena, en la que se es muy alegre y se come bien, porque la vida continua. La luz y la oscuridad están ligadas mitológicamente en las primeras frases de nuestro relato judeocristiano: lo primero que hace Dios en el cuento de hadas, es separar la luz de las tinieblas, el día de la noche. Es decir que en el origen van juntas, son una y misma cosa. ¿Cómo es eso que la luz y la oscuridad eran una y misma cosa? El mito nos hace aparecer después de que esa separación haya ocurrido, así que no nos es posible concebirlo: no lo "vimos". Pero es como el símbolo de Yin y el Yang: dentro de la coma negra hay un punto blanco, lo que implica que no existe la total oscuridad, como tampoco existe la total luz, dado el punto negro en la coma blanca. La total oscuridad y la total luz, como toda noción de pureza, son nociones en algo totalitarias. La pureza de la raza, por ejemplo, que blanden movimientos de extrema derecha, pureza basada en el rechazo del otro. La verdadera pureza, no es pura en ese sentido: la verdadera luz, nuestra luz mitológica, es día y noche oscura del alma a la vez.
A.P. : Me parece que tu libro “Algunos cuentos de sabiduría y otras tonterías: (Ficciones para faltos de tiempo)”, logra un portentoso ejercicio de prestidigitación literaria, al hacer que las historias cotidianas e íntimas, hechas de detalles, que en otras manos podrían resultar anodinos, se transformen en una poderosa narración de validez universal capaz de curar.
B.J. : Gracias, aunque no haya sido mi objetivo curar a nadie mientras lo escribía; no pretendo ser terapeuta. No me atraen las bonitas frases de sabiduría genérica (a menudo acompañadas de ilustraciones cursis), que plagan las redes sociales en búsqueda de « likes » y seguidores. Trato que todo lo que escribo tenga que ver con un proceso personal; mis micro-cuentos están, de una manera u otra todas ligadas con fantasías y procesos míos. Su breve formato es porque encuentro que hay algo de poético en el aforismo y porque ambicionaba ofrecer un libro que se pudiera leer “entre dos puertas“ o en los transportes públicos, por ejemplo. La multiplicación actual de solicitaciones a nuestra atención roen nuestro tiempo. Así que traté de reducir mis historias al mínimo de palabras, de hacer un proceso de destilación, o digamos de liofilización de mi experiencia, para que al contacto de la imaginación del lector las compactas historias se desarrollen en su mente, que este les dé contexto, marco e interpretación. Si, como dices, esa experiencia metafóricamente compartida le es útil al lector, me alegro; pero con que le arranque una sonrisa ya estaré satisfecho.
A.P. : En Bayoneta (2018), la película de Kyzza Terrazas, interpretas a Denis, el antiguo entrenador del boxeador Miguel “Bayoneta” Galíndez, quien vive exiliado en Finlandia - tras sufrir un fuerte trauma - trabajando de día como sparring en un gimnasio de boxeo, sin más esperanzas que ganar lo suficiente para alcoholizarse. ¿Qué te atrajo de esta historia, de tu personaje y qué te quedaste de él?
B.J. : Me atrajo el papel del coach y su relación con ese joven ex-campeón lidiando con la depresión y la culpa, un rol de humanidad, en un esquema que lejanamente me recordaba a John Wayne en el famoso Western Río bravo (1959). Las buena películas de género son a menudo un pretexto para hablar de otra cosa que lo que implican los cánones del genero mismo: en la película de Howard Hawks, más que de disparos, asaltos de banco o del Grand Canyon, se trata de la historia de alguien que intenta sacar a su amigo del alcoholismo, Wayne tratando de levantar a Dean Martin, una bella película sobre la amistad. En la parte coach/boxeador - Denis/Bayoneta, sentí que podía haber algo así. Ya al ver la película terminada, llegué a la aceptación final y total de que una cinta realmente encuentra su identidad en la mesa de edición. En tanto que actor, conoces el guión original, sabes las escenas que se filmaron, en qué orden estaban y luego ves la película y lo primero que sientes es que “faltan“ muchas de esas cosas. Claro Bayoneta es la historia de Galíndez, Luis Gerardo Mendez estaba en todas las secuencias, era su historia y lo esencial no era la relación con el coach. Pero en el corte final, de lo que había entre esos dos hombres quedó algo un poco esquemático. Había también otros personajes secundarios y otras sub-intrigas con actores finlandeses de mucho talento y también todo eso se cortó. Me encantan las películas que cuentan una historia principal enriquecida con "sub-historias", con personajes secundarios desarrollados, porque la vida está llena de cosas entretejidas, de micro-eventos y relaciones que no son lo esencial pero que le dan sabor y relieve a la narrativa. Luego, cada director hace la película que quiere hacer, la que le habla a él; es su visión la que cuenta, son sus años de arduo esfuerzo para que exista el film. Cuando lo platiqué con Kyzza, me dijo que había optado por un “estudio de carácter”. En general, como público, me interesan más las historias que los estudios de carácter; cuál sea la forma artística, anhelo en una obra la posibilidad de catarsis. Pero lo que cuenta es que un director sea fiel a sí mismo y aunque no fue un súper éxito taquillero, a mucha gente le gustó la película y yo me encuentro bien en las escenas que quedaron. Bueno, perdón: opinar sobre el trabajo de los demás es tan fácil…« opinadores » no faltan: todos tenemos opiniones que tomamos muy en serio. Afrontar el proceso creativo, lograr hacer una película, encontrar su vía personal, es otra cosa y le estoy agradecido a Kyzza por su confianza. A.P : Al final, “Bayoneta” Galíndez ve morir a un alce. ¿Cuál es su relación con su historia, es quizá la aniquilación del pasado?
B.J. : No sé. Esa es una pregunta para Kyzza, no para mí. Yo no actúo de ese alce, entonces no te puedo decir, jajaj. La metáfora del venado existe también en la película que hice con Daniel Castro Zimbrón, su opera prima Tau (2012), pero cobraba otro sentido dado que el contexto era Wirikuta, el desierto mágico, algo que ver con el duelo y con los huicholes…La breve aparición del venado azul es ahí algo bastante bonito. Hay un cineasta que ha tenido mucha influencia en toda una generación: Carlos Reygadas, y desde su reconocimiento internacional han aparecido en otras películas mexicanas elementos de ese tipo, que introducen algo « extraño », metafórico, fantástico, aunque no siempre de manera tan oportuna. A lo que voy es que un cineasta tiene que encontrar su cine, porque en cierta manera todas las historias ya fueron contadas; lo importante es cómo la vas a narrar tú: que seas pintor, escritor, cineasta, dramaturgo, lo que debes buscar es tu forma. Todos nosotros en tanto que seres humanos, en nuestra constitución neurológica, fisiológica, somos iguales; pero a la vez somos todos únicos: no hay dos huellas digitales, dos formas de orejas idénticas en toda la humanidad, no hay un diseño del iris igual a otro - por eso puede existir el reconocimiento facial. Carlos Reygadas encontró su cine, puede gustar o puede no gustar - a mí, por ejemplo, Nuestro tiempo (2018) me encantó: ahí llegó a su forma más completa y tengo mucho apetito por su próxima entrega. Pero ver aquí y allá « reygaderías », elementos sobrenaturales gratuitos o súper lentitud con no actores - por ese temor de ciertos directores de confrontarse a un actor y ese a priori que algunos tienen de que un actor no va a ser auténtico - pues no me interesa tanto. Ahora, cuando un cineasta abre puertas, también se puede explorar ese nuevo campo: en la muy buena Sundown (2021), Michel Franco introduce de repente un elemento así, con unos puercos en una ducha y es formidablemente coherente. Cuando es justo, es justo; cuando no, son efectos estilísticos vacíos.
A.P. : ¿Cómo se afronta con solemnidad la muerte de un ser querido?
B.J. : Lo sabes, mi hermano Cristóbal falleció el pasado mes de septiembre. ¡Qué tristeza! Más que afrontar, diría que la muerte se atraviesa, te atraviesa y transforma tanto a ti como al fallecido en ti. Tu amor por él, sin disminuir, cambia de naturaleza. Es ese el proceso del luto, por eso el tiempo que requiere: aceptación de la ausencia tangible, mutación de la presencia y del sentimiento. “Para que algo quede de ti en mí, debo dejarte ir… “ En fin, no se pueden definir procesos o recetas para todos los seres humanos y para todas las vivencias, todas las muertes. Lo vivo así ahora porque está relacionado con mi historia, mi transcurso. Ya he pasado por varias muertes. La primera, la viví a los 17 años, cuando falleció Renée, mi abuela materna. De familia muy católica, fue madre de 14 hijos, así que puedes imaginar además el numero de nietos y bis-nietos. Tenía más de 80 años, estaba agonizando en la clínica y había literalmente una cola para verla una última vez, con 15 minutos cada cual para despedirse de ella. A mis seis años mi madre se fue a hacer teatro a Polonia y me dejó medio año con mis abuelos. Me querían mucho y aún más quizás porque, dentro de la visión del mundo de esa familia tan tradicional, yo era “el pobrecito”: hijo ilegitimo (mi padre y mi madre eran amantes, él estaba casado), de un padre artista, ¡y judío además de todo!, abandonado en cierta manera ahí por sus genitores… Entonces me arroparon muy bien, con mucho afecto. Fueron probablemente mi primer modelo de pareja estable y amorosa. Recuerdo aún la cálida y tierna mano de Julien, mi abuelo medio ciego, durante los paseos por la tarde, y el delicioso aroma del entre-senos de mi abuela cuando me abrasaba cariñosamente en cualquier momento del día. Al llegar mi cuarto de hora para despedirme de ella, ya estaba a punto de irse – falleció al día siguiente. Me senté a su lado, le di la mano y pasamos los quince minutos mirándonos en silencio. Hay momentos así, en los cuales las palabras están de sobra. Transcurridos mis quince minutos, justo cuando nuestras manos aceptaban soltarse, pronunció suavemente, casi en un suspiro: “Je prendrai soin de toi” (Te cuidaré). ¡Qué gran regalo me hizo ahí! A pesar de que yo considere fundamental haber leído por lo menos el Génesis y los cuatro Evangelios, saber de mitología greco-romana, del sufismo o del pensamiento budista, no soy creyente. Pero ella sí creía. Había nacido católica, ido a Misa todos los domingos, vivido en la fe cada día y en ella moría, totalmente convencida de que al expirar iba a subir al Cielo y entrar en la luz de la Virgen María. Cuando pequeñas, mis hijas me preguntaron si Santa Claus existía. Como nunca quise mentirles, les dije: “Mientras crean en él, existirá”. Para ellas existiría y es lo que contaba para ellas. Reconozco y respeto el total y absoluto derecho de creer en Santa Claus, lo respeto profundamente (lo que obviamente no le otorga el derecho a nadie de obligarme a creer en Santa Claus, ni a imponer en mi casa a fines de diciembre un árbol podado con bolitas de colores - si captas la metáfora). Pero aunque yo no sea creyente, su intención amorosa de decirme que para siempre estaría conmigo, me apoyaría, me cuidaría desde ese cielo al que ella iba a naturalmente acceder, era un mensaje de amor profundo: “Te amaré más allá de la muerte”. Sus palabras se grabaron en mi corazón y han sido desde entonces una fuente de fuerza interior. Unos años más tarde, falleció Bernadette, mi madre, en un accidente de avión, y lo alucinante es que la tarde misma de su vuelo me dijo al despedirnos: “Si muero durante mi viaje, no quiero flores en mi entierro, porque son muy caras y mis amigos son muy pobres”. ¿Qué presciencia fue esa? La misma noche se estrelló su avión en las afueras de Madrid. Al principio no sentí nada. No vertí ni una lágrima, me quedé impávido cuando frente al Château de Vincennes su amigo Michel me anunció con voz temblorosa el accidente. No lograba entender: “Mi madre ha muerto. ¿Cómo es posible que no sienta nada — me dije. ¿Acaso soy un insensible, un ser sin corazón?“. Era simplemente que cuando un shock es tan fuerte, en un reflejo de supervivencia psicológica tu mente se protege del dolor. La mañana siguiente viajé a Madrid y al aterrizar empezó el proceso: vertí las lágrimas contenidas y entré en un extraño estado de lucidez dolorosa, en el que todo se volvió relativo; lucidez tan exigente y pura, que no se puede asumir más allá de un cierto tiempo. Deberíamos vivir en permanencia con la consciencia de la muerte, de nuestra posible muerte en cualquier momento, de la posible muerte en cualquier momento de nuestros seres queridos y, más allá, de la del entorno, hasta de la de la humanidad entera. Nuestra vida, el simple hecho de vivir, la vida misma adquiriría otra dimensión, otra calidad. Lo sabemos, en teoría. Pero ello requeriría un cierto grado de energía, de compromiso, me atrevo a decir de amor - y todos somos hasta cierto punto perezosos con eso, ¿no? Preferimos cerrar los ojos y seguir adelante, tibios, como si fuéramos eternos. Pero volvamos al momento. Con la mejor intención del mundo mi padre me aconsejó de no ver al cuerpo de mi madre. Temía que fuera para mí algo insoportable y traumático. Lo escuché, pero resultó ser un error: como no la vi (una tía monja que fue conmigo es quien asumió reconocer el cuerpo), mi mente no pudo integrar correctamente su fallecimiento. Por algo se dice “ver para creer“. Por no haberlo constatado con mis ojos, algo en mí se negaba a creerlo; hasta tuve un mes más tarde la alucinación de verla pasar en un automóvil frente a mi casa… Aprendí ahí lo fundamental que es el velorio, esa costumbre de pasar un tiempo con el cuerpo del fallecido. Un tiempo que te pone frente al echo, a la ausencia ya del ser dentro de ese cuerpo, un tiempo de “des-encarnación“, el tiempo que tu consiente y tu inconsciente requieren para poder entablar el proceso del luto: periodo de transformación del fallecido en relato íntimo, tanto en el corazón como en la mente de los que continuamos en vida. Sigamos. En 1995 falleció mi hermano Teo, a los 24 años. Repentinamente, de manera inconcebible, prácticamente inaceptable; fue tremendo. Ahí yo tuve que sostener a mi padre y asumir encargarme de muchas cosas: reconocer el cuerpo en la morgue, gestionar la funeraria, con su madre tratar de que no hubiera autopsia - por haber muerto de una sobredosis, había legalmente que practicarla - estar presente a la clausura el féretro, otro requerimiento legal, tras la incineración recibir la urna aún tibia con sus cenizas; hasta imaginar qué hacer con ellas… Que muera antes de ti tu abuela o tu madre, está en cierta manera dentro del orden de la vida (por más ilusorio que sea ese orden). Pero tu hermano menor, en esas circunstancias… El dolor fue tan profundo, para mí como para todos los miembros de la familia que nos tomó prácticamente 20 años poder evocarlo sin que se nos vele la voz. Yo estaba en ese momento ensayando « Le Tartuffe », de Molière, con la compañía francesa Le Théâtre du Soleil. Creo que si no hubiera estado en pleno trabajo creativo, con un papel como el de Orgón y el apoyo de la tropa, hubiera probablemente padecido un trastorno psicológico. Ahí sentí el valor sanador del arte. A la vez, tuve también que aceptar que la muerte de mi hermano había machacado tanto mi corazón, que en algo me llevaba a ser un mejor actor. Fue difícil aceptarlo, despojarme de la idea y culpabilidad de que en cierta manera estaba « devorando al cadaver » de un ser querido para nutrir mi artesanía. Pero me di cuenta de que era parte del proceso, una manera de aceptar la vulnerabilidad y volverla riqueza. En ese momento el teatro me salvó, me salvó no detenerme, sumergirme en el trabajo y el compañerismo artístico, me ayudó a atravesar ese huracán emocional y a canalizarlo para, más aún que un mejor actor, ser un mejor ser humano. En todo caso eso espero. Es un cliché decir que todo fin implica un comienzo, pero puede ser acertado. La siguiente experiencia con la muerte fue la de mi tía Marie-Renée, la hermana mayor de un par de años de mi madre, que en cierta manera la remplazó en el rol de abuela con mis hijas. A ella la pude acompañar hasta el fin, en el hospital. Marie-Renée no se esperaba morir: tenía solo 75 años, era una mujer alegre y llena de energía, pero de repente padeció de algo a priori benigno que se fue complicando y falleció en un par de meses. Espero no suene frío, pero fue muy interesante observar cómo ocurrió: tenemos la idea de que la muerte es instantánea, que llega en un momento dado y preciso; pero no, morir, la muerte misma, también es un proceso que va por etapas. Cuando morimos, no todos los órganos de nuestro cuerpo se apagan al mismo tiempo, los sentidos se van uno por uno, el oído al último; te vas muriendo de las extremidades hacia el centro: la necrosis había empezado en sus pies y en sus manos, pero ella seguía viva. Ya no veía, había perdido el uso de la palabra, pero su corazón seguía latiendo, respiraba profundamente, reaccionaba a la voz… No sé si en esa etapa tu mente está todavía en estado de comprender y aceptar lo que está por ocurrir. Pero la abracé y le dije al oído: “No temas, yo pensaré en ti, te llevaré dentro de mi corazón”. Y en diez minutos su ritmo cardiaco se fue apaciguando, haciéndose cada vez más lento, hasta que con un profundo último suspiro cesó de latir. Toda nuestra vida es ir de una inspiración a una expiración. Nacemos naturalmente cuando nuestro pulmones están listos para nuestra primer inspiración. Cuando alguien muere, se dice que expiró. Y, cosa hermosa, también decimos que tenemos una inspiración cada vez que nace una idea creativa en nosotros. Acompañar a Marie-Renée hasta su último momento, con cariño y paz, asumir en cierta manera el mitológico papel de Caronte, me ayudó mucho a aceptar su partida. Acompañar a un(a) moribundo(a) no tiene nada de macabro, es un acto que te llena de vida y de gratitud, en algo te deja sin “deuda“. Todos deberíamos, por lo menos una vez en nuestra vida, acompañar a alguien que se va. Nadie debería morir solo. Por eso en las mitologías a menudo hay un ser que acompaña el paso de una dimensión a la otra. En cierta manera también, dado que Marie-Renée había asumido el papel de abuela con mis hijas, eso me permitió metafóricamente, por proyección, acompañar simbólicamente a posteriori a Bernadette: estar ahí, acompañarla, que muera en mis brazos, en algo alivió la tristeza de no haber podido despedirme así de mi madre. En el trabajo de teatralización terapéutica, es banal que una persona juegue el papel de otra, para permitir “saldar cuentas“. Luego, el pasado mes de septiembre, fallece Cristóbal, mi hermano tan querido… ¿Cómo hablar de eso? Es tan reciente. Diga lo que diga, cual sea tu experiencia, cada vez que un ser querido muere, vuelves a emprender el camino triste y doloroso. Lo que he aprendido sin embargo de mis pasadas experiencias, que la muerte sea repentina o anticipada, es que ese camino es el de la aceptación del fenómeno, cuan triste sea, y que alguien muera a los 83, a los 47, a los 24, a los 75 o a los 57 años, esa es su vida completa; eso es lo que hay que aceptar. Y, sin entrar en detalles, puedo decir que en el caso de Cristóbal es más verdadero aún… Me parece que solo la aceptación de la separación tangible permite honorar por completo al fallecido y, al dejarlo ir, adquirir una presencia nueva en nosotros, hecha de su transcurso, libre de su encarnación, relato de enseñanza. Pero volvamos a tu pregunta inicial : ¿Cómo se afronta con solemnidad la muerte de un ser querido? Todo depende de la vivencia que has tenido, de la persona que eres, de tu relación con la persona que falleció. No hay recetas, modelo, buena o mala reacción: la fallecida puede ser una persona muy cercana, y sin embargo de repente sentir una rabia tremenda hacia ella, justamente por haber fallecido. “Descanse en paz“ no es algo obvio, es también un proceso que debemos llevar a cabo en nosotros: hay gente que a los 90 años siente todavía resentimiento hacia sus padres fallecidos décadas atrás; yo conozco uno que no ha aliviado todavía del todo de esa mezcla de veneración y rencor. El tiempo emocional, sicológico, inconsciente, no es el mismo que el del calendario. Tanto como antagónicos sentimientos, épocas distantes conviven en nuestro presente interior. La paz del “Descanse en paz“ es un estado que, a travez del duelo, debemos aceptar, desarrollar. Para que en cierta manera, la muerte de un prójimo pueda, más allá de la pena, hacer florecer algo en nosotros. En fin, cuando hablas de solemnidad, probablemente te refieres a la video que subí en las redes pocos días después de la repentina muerte de Cristóbal. Aquí el enlace : https://www.instagram.com/reel/CitanOFjItd/?igshid=MDJmNzVkMjY%3D En ese video me baso sobre lo que sabía en ese momento; luego supe otras cosas que completarían la historia, que le darían otro enfoque. Pero bueno, no hubiera sido muy diferente mi forma de expresarlo. Mi hermano Adán, la hija y los dos hijos de Cristóbal, tres de sus ex-parejas, estábamos todos juntos en el proceso de vaciar su departamento. Aparte de todo lo que evoqué anteriormente, la muerte de un prójimo te echa encima una cantidad de cuestiones prácticas que resolver : acabar de pagar su renta, que no corten la luz mientras se vacía el departamento cuyo dueño quiere recuperarlo para un próximo inquilino, deudas pendientes, gastos funerarios, ¿qué hacer con los libros, muebles, ropa, papeles y otras pertenencias? En el caso de Cristóbal, también sus pinturas, los manuscritos de su nuevo libro, etc. Sin hablar de las cuestiones legales de herencia — otro vasto tema. Todo ello te obliga a estar en la acción, lúcido; sin embargo, en medio de todo eso te sumergen las olas emocionales. Como estás en esa acción con otras personas y que sus olas de tristeza no se derraman al mismo tiempo que las tuyas, se puede seguir adelante, consolarse mutuamente, acompañarse, sostenerse y navegar esa noche oscura del alma sin ahogarse. Durante esos tristes pero híper-activos días, a una de las ex-compañeras de Cristóbal le llegaron comentarios en internet cuestionándola sobre por qué no se había hecho pública la causa de su deceso; a ello se combinaron algunas teorías fuera de lugar sobre la vacuna contra el Covid, accidentes en otro país y un par de divagaciones venidas del espacio intersideral. Hay algo tan misterioso en la muerte… Me di cuenta de que, como cualquiera, cuando leía en un periódico sobre la muerte de alguien, lo primero que yo también buscaba era la causa. ¿Por qué? Hay un largo artículo sobre quién era ese gran pintor y su aporte, ese matemático y sus descubrimientos, o ese político y su lugar en la Historia; sobre transcurso, vida… ¿pero por qué no leo el artículo sin buscar primero la causa de su muerte? Mi conclusión es la siguiente: la causa, la razón, es en cierta manera la puerta entre dos dimensiones; la que conocemos y la inconcebible: la de la desaparición de nuestra consciencia de ser. Recuerda que no podemos soñar que morimos. Nuestra psique no lo puede imaginar concretamente y por ende darle una imagen, aunque sea onírica: siempre estamos ahí, actores o testigos, presentes. Ya escribía Sigmund Freud en Consideraciones actuales sobre la guerra y la muerte (1915) : “(…) nuestra propia muerte no nos es representable y cada vez que tratamos de representárnosla podemos notar que en realidad seguimos estando ahí como espectador. Por eso en la escuela psicoanalítica pudimos aventurar esta afirmación: nadie, en el fondo, cree en su propia muerte o, lo que es lo mismo: en el inconsciente, cada uno de nosotros está convencido de su inmortalidad.“ Bueno, ya hablamos de eso en la primera parte de la entrevista… Ahora, se puede creer en la reencarnación. Pero si la reencarnación existe, de todas maneras no se reencarna con la consciencia de uno mismo: quizá pasamos a ser otra persona, un animal o lo que tú quieras, pero si yo reencarno en ese otro, no recuerdo la vida anterior. Ciertas prácticas pretenden dar acceso a esa memoria… ¿Pero hasta qué punto es verdad ese recuerdo de una vida anterior? Cada quien se cuenta la historia que le hace bien, ¿porqué no? Si eso te hace feliz y te lleva a vivir una vida mejor, a que tu acción en el mundo sea más positiva, perfecto; pero son creencias, como la creencia en Santa Claus o la influencia de Plutón en mi carrera diplomática. Más seriamente, cuando sí conocemos la causa del fallecimiento, nuestra psique concibe una puerta, un río Stix, algo que separa claramente el mundo de los vivientes y el más allá de los muertos. Como la separación de la luz y la oscuridad al momento de la creación, en nuestra mitología judeo-cristiana, para recordar la primera parte de nuestra conversación. “Por ahí pasó: por una intoxicación alcohólica, por un accidente de automóvil, por darse un tiro en la cabeza, porque tenía 97 años y se apagó, lo mató una bala perdida, o demasiada Coca-Cola…“ Ahí tu mente puede aceptar y concebir, visualizar - en una especie de velorio interior. Mientras que si no conoces la causa, en cierta manera la frontera entre vida y muerte se desvanece, y ese momento “pre-creativo”, donde la luz y la oscuridad se combinan, es angustioso: no saber de qué se murió el otro, por qué puerta pasó, abre para nosotros la posibilidad de desaparecer en ese “entre-mundo“, de disolvernos, como en la película End game (2019), con un tronar de dedos. A un nivel inconsciente, sin esa delimitación, la muerte del otro puede simplemente aspirarnos. Bueno, quizás voy un poco lejos para explicar lo que también puede ser una simple curiosidad compasiva… Pero así lo pensé al tratar de entender lo inentendible que abarca la muerte. Después de todo, una de las principales actividades de nuestra mente es darle sentido a lo que no lo tiene. Somos los relatos que nos hacemos a partir del maravilloso caos de la existencia. En todo caso, sentí que para las muchas personas que habían trabajado con Cristóbal en la Gestalt, en la Escuela Metamundo, en las terapias, los talleres y la búsqueda espiritual, había una necesidad emocionalmente vital de saber de qué había muerto. De ahí la video. Salió como salió, conté lo que yo sabía en ese momento, no busqué ser solemne, sino honesto y simple. Recibí una cantidad enorme de respuestas agradecidas y me di cuenta de que había hecho bien. Y que también me había hecho bien hacerlo. No se debe vivir el luto de manera solitaria. Encerrarse en el dolor, es tóxico. Las emociones existen para ser compartidas, tanto como los pensamientos o la experiencia de la vida. Compartir es lo que nos hace humanos. Lo pude hacer con lo que llamas “solemnidad“, quizás porque justamente ya había pasado yo por varias experiencias de muerte y, en cierta manera, renacido de ellas. Sentados aquí frente a ti y al lado mío, están todos mis muertos, mis maestros.
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alberto bojorquez, luis alcoriza & jorge fons : director´s
full película
“fe, esperanza y caridad”
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OSCAR DE LAS PELICULAS de 1962 correspondiente a la 35.ª edición del galardón.
En 1962 fueron nominadas al Oscar de Hollywood dos películas latina- americanas, una brasileña y la otra hispana hablante de Mexico. Dos películas, aunque de otro siglo, merecen la pena ver y rescatarlas del olvido. También les traigo la película que se llevo la estatuilla ese año subtitulado. Los Oscars es una reseña de calidad y un impulso de reconocimiento mundial por su alcance a las películas galardonadas que destacamos de nuestro ámbito latino-americano.
Anfitrión Frank Sinatra y Dona Reed presentan 53º de los Oscars.
35.ª edición de los Premios Óscar (Enlace: 35.ª edición de los Premios Óscar - Wikipedia, la enciclopedia libre)
La 35.ª edición de los Óscar premió a las mejores películas de 1962. Organizada por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas y presentada por Frank Sinatra, tuvo lugar en el Santa Monica Civic Auditorium de Santa Mónica (Estados Unidos) el 8 de abril de 1963.
Tlayucan (Tlayucan - Wikipedia) es una película mexicana de 1962 dirigida por Luis Alcoriza, basada en la novela de Jesús Murciélago Velázquez. Fue nominada a los premios Óscar a mejor película extranjera.
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830-1 ENLACE: https://youtu.be/PBAJGWJhIw0
Luis Alcoriza de la Vega (Badajoz, España; 5 de septiembre de 1918-Cuernavaca, México; 3 de diciembre de 1992)1 fue un director de cine, guionista y actor español nacionalizado mexicano. (Luis Alcoriza - Wikipedia)
El pagador de promesas es una película de 1962 de Brasil, un drama escrito y dirigido por Anselmo Duarte y basada en la obra homónima de Dias Gomes. (El pagador de promesas)
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830-2 https://youtu.be/kTiF6oPmII0 subtitulada en español
Sibila (película) - Wikipedia
La película francesa que se llevo la estatuilla es la siguiente:
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830-3 https://youtu.be/uSU7H5E8XgA (https://ok.ru/video/1301848525402)
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🍀¡Hola familia!. Un día como hoy, 05 de septiembre, pero del año 1918, en Badajoz, España🇪🇸, nació el Actor🎭, Guionista📙 y Director de Cine📽🎬, Nacionalizado Mexicano🇲🇽: "Luis Alcoriza". Luis Alcoriza de la Vega. Ligado completamente a la historia del cine mexicano, creando infinidad de argumentos para películas que reflejaban la realidad cotidiana, a veces cruda, de ese tiempo. Actor por inercia y necesidad, decía. Todo un fuera de serie.
#LuisAlcoriza
#ElijoSerPositivo
#LeónFelipePeñaNieto
Te invito a conocerle
Mira aquí, súbele 👇
https://youtu.be/5MLUT_FtOZk?si=mZ-hXkEcr-zXjyhS
@todos
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The Exterminating Angel (Luis Buñuel, 1962)
Cast: Silvia Pinal, Enrique Rambal, Claudio Brook, José Baviera, Augusto Benedico, Antonio Bravo, Jacqueline Andere, César de Campo, Rosa Elena Durgel, Lucy Gallardo, Enrique García Álvarez. Ofelia Guilmáin, Nadia Haro Oliva, Tito Junco, Xavier Loyà, Xavier Massé, Ofelia Montesco, Luis Beristáin, Patricia Morán, Patricia de Morelos, Bertha Moss.��Screenplay: Luis Buñuel, Luis Alcoriza. Cinematography: Gabriel Figueroa. Production design: Jesús Bracho. Film editing: Carlos Savage. Music: Raúl Lavista. The Exterminating Angel teeters occasionally on the brink of heavy-handed satire – the sheep entering the now-blocked church at the film’s end, for example – but somehow Luis Buñuel always recovers his balance. I think it’s because he knows that surrealism – the movement which gave him birth – must always be underpinned by a dutiful semi-documentary realism, that we must never be entirely sure whether the improbable characters we’re encountering and the unlikely events we’re witnessing are external to us or are products of our own unstable minds. Take the déjà vu effect near the beginning of the film, when we witness the guests arriving at the mansion of the Nobiles and ascending the staircase only to watch the same scene repeated almost immediately from a somewhat different angle. For a moment we wonder if the projectionist has put on the wrong reel or the film editor has forgotten to excise the repeated scene. Or perhaps we wonder if we dozed off for a second and missed something that would explain the repetition. But no, the director must be playing with us, we conclude. That, or we’re trapped in his own world, just as he is to trap the guests inside a room later, never bothering to provide an explanation of the force that keeps them there. It’s one of those tricks that can only work in the movies, where we, like the house guests, have gathered and found ourselves unable to escape. We can choose to escape from the experience The Exterminating Angel presents to us – nothing prevents us from leaving the theater or turning off the video – but we don’t. So there’s much to be said for the observation that the house guests are us, that Buñuel’s point is not just that the Spanish bourgeoisie of the Franco years were seething in their own corruption and inertia, but also that we are all trapped by something in our psyches and/or societies that limits and lames us.
EL ÁNGEL EXTERMINADOR (dir. Luis Buñuel, 1962)
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MARIA TERESA LEÓN…CINEASTA Y RAFAEL ALBERTI… TORERO
67 AÑOS DESPUES EL POETA SIMULA DAR UN PASE EN LA PLAZA GALLEGA
A veces se encuentra uno con verdaderas sorpresas a través de nuevas lecturas. Para mí la pareja formada por María Teresa León y Rafael Alberti era un icono de la guerra civil y del exilio posterior. Rafael un poeta esencial de la generación del 27 y que con su longevidad tuvimos ocasión de ver y disfrutar durante unos años tras la reinstauración de la democracia; ella, María Teresa, una escritora que como ha ocurrido tantas veces, quedó opacada a la sombra de su pareja y que para mayor caída en el olvido, el Alzheimer la hizo desaparecer prematuramente de la actualidad cultural española.
De Rafael Alberti conocía su afición taurina y su amistad con el torero/intelectual/ humanista Ignacio Sánchez Mejías y conocía la anécdota que relataré al final este capítulo. Por otra parte, conocía que el exilio español – preferentemente en Hispanoamérica – se formó en base a todas las profesiones intelectuales y lógicamente el mundo del cine no fue ajeno a él. Cerca de 500 profesionales de todo tipo del mundo del cine desarrollaron en los años 40 y 50 su actividad en varios países americanos, especialmente en Méjico. Con Luis Buñuel a la cabeza, destacaron Carlos Velo o Luis Alcoriza en la dirección, mientras que como guionistas ejercieron su labor escritores como Max Aub o poetas como Manuel Altolaguirre; pero mi sorpresa fue mayor al leer Memoria de la melancolía, de María Teresa León – libro recomendable por lo demás – y encontrar que la escritora española ejerció de guionista para el cine argentino en varias ocasiones.
María Teresa León (Logroño, 1903-Madrid, 1988) nació en el seno de una familia acomodada y con grandes intereses culturales (su tía, María Goyri, era esposa de Ramón Menéndez Pidal). Estudió en la Institución Libre de Enseñanza y se licenció en Filosofía y Letras. Con 17 años la casaron con Gonzalo de Sebastián con quien tuvo dos hijos. Muy joven comienza a publicar artículos en varios medios de comunicación. Roto su matrimonio se une a Rafael Alberti y en 1932 se casan en ceremonia civil. Viaja en unión de Rafael por toda Europa y se posiciona políticamente en la izquierda.
Durante la guerra civil fundan la revista El mono azul y participa en la protección de los cuadros del Museo del Prado. Tras la guerra marchan a Francia y luego a Argentina donde permanecerán hasta 1963 en que se trasladan a Roma donde estarán hasta Abril de 1977 en que por fin regresan a España. Pronto el Alzheimer se ceba en ella y es ingresada en una clínica donde fallecerá en 1988. La obra de María Teresa León alcanza el teatro, la novela, los cuentos, el ensayo (Crónica General de la Guerra Civil, La historia tiene la palabra, Noticia sobre el salvamento del Tesoro Artístico de España). Está enterrada en Majadahonda y el epitafio de su tumba es un verso de Alberti: “Esta mañana, amor, tenemos veinte años”.
En el exilio argentino María Teresa escribe guiones radiofónicos, realiza adaptaciones teatrales y es llamada desde el mundo del cine para que escriba guiones o adapte obras clásicas de la literatura española para ser llevadas a la pantalla.
Su primera aportación al cine fue el guion de Los ojos más lindos del mundo, de Luis Saslavsky en 1943. El director, de gran prestigio por esos años en Argentina quedó muy satisfecho del trabajo de María Teresa y le propuso adaptar una comedia en verso de Calderón de la Barca. El resultado fue La dama duende en 1945 y que fue todo un éxito. El guion contó además con la colaboración de Alberti en forma de canciones que acompañan la acción de la película (no es de extrañar esta colaboración del poeta gaditano con el cine, pues muy tempranamente lo dejó claro en uno de sus versos: “Yo nací - ¡respetadme! - con el cine”).
Por fin, en 1946 realiza su última aportación al cine escribiendo el guion de El gran amor de Bécquer, de Arturo de Zavalia de la que no se encontró totalmente satisfecha pero que al menos le permitió recoger documentación para la biografía novelada que escribió posteriormente del poeta sevillano.
Por último, señalemos que Rafael Alberti llegó a vestir el traje de luces en una corrida de toros. Es bien conocida su buena relación con el torero Sánchez Mejías y su gran afición taurina (de hecho, Alberti le dedicó un gran poema tras la muerte de Ignacio que no ha llegado a alcanzar la fama mundial del que le dedicó su otro gran amigo Federico). El torero sevillano se empeñó en que le acompañara una tarde como subalterno en una corrida. Rafael logró evitarlo en varias ocasiones, pero al fin, el 3 de Junio de 1927 realizó el paseíllo en la plaza de toros de Pontevedra como banderillero a las órdenes del matador sevillano con un horroroso traje de luces en el que destacaba el color negro pues Sánchez Mejías se lo hizo a raíz de la muerte de Joselito 7 años antes. No he encontrado testimonio gráfico de aquella tarde, pero sí de un simulacro del poeta en dicha plaza casi 70 años después. Según contaba el mismo Rafael no se movió del burladero durante toda la corrida y su experiencia taurina la resumió en dos frases: "Menos mal que aquel público gallego no era de esos que piden 'hule', como el andaluz o el madrileño, y pude pasar desapercibido, dentro del callejón durante toda la lidia”; “A la salida de la plaza, me corté la coleta: quiero decir que di por terminada mi carrera taurina. Tan sólo había durado tres horas”.
10/2/2023
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Milton Rodríguez-Silvia Pinal "Juego Peligroso" 1967, de Luis Alcoriza, Arturo Ripstein.
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Él (Luis Buñuel, 1953).
#él#él (1953)#luis buñuel#arturo de córdova#delia garcés#gabriel figueroa#carlos savage#edward fitzgerald#pablo galván#luis alcoriza#mercedes pinto
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Los Olvidados (1950)
Directed by Luis Buñuel
#bunuel#luis alcoriza#gabriel figueroa#cinematography#carlos savage#mexico#stella inda#alfonso mejia#screengrab
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To Janet and Luis Alcoriza
Madrid, 8 September 1965
My dearest Jeannette and de la Vega
I was delighted to get your telegram and I accept, touched by the label ‘maestro’, but you can keep your ‘venerable’ for your rabbi. Let it be known, Luis, I shall always have my souvenir from Constantinople in the shape of a microscopic stitch. Sans blague!
Over here, I’ve been insulted behind my back and to my face over the blessed Simon of the Desert. I’ve just cut out the umpteenth article from Informaciones saying, as you’ll see, I have nothing to do with Spain. I, who love Spain so much.
I didn’t answer Luis’s two letters because there was nothing to say. I was happy to have them, to hear about your trip and your disappointment as a jury member, but I had nothing to say, because I was just over here making slow and languid progress on the adaptation. I had a wonderful month in El Escorial, which I hardly knew and now love. I went to work there to be less accessible to the five or six friends I see regularly, and that Luis knows well.
I’ll be in Mexico from around the 22nd. I’m going to stop off for a few days in New York to see the boys. I’m very much looking forward to being back in our beautiful Mexico, so proud of my Mexican passport. I’ll be back in Paris in early January next year to prepare and film The Monk, although there’s little of the original left in the adaptation.
They attack me, but the Spanish press occasionally praises Luis. I kept two or three articles about the Cannes Festival for you, but they’ve mysteriously disappeared. The Shark Hunters also went down very well. They’re not all anti-Semites those Falangists at Informaciones.
I imagine Gustavo is puffed-up and super-megalomaniacal with all his awards. Good for him! I hope Luis will inherit my number-one-son mantle and that God is good to him. What I do find absolutely unbelievable is the way he abandoned his Simon in the Desert at the Festival, completely and utterly, when he knew I wasn’t going to be there. I hope that good old Servando will represent our lovely Mexico at the Festival. I’d love to meet up for a bit of our usual bragging.
A theoretical hug for now in place of the real one I shall give you both soon. Even Jeanne doesn’t know when I arrive, but certainly not before the week of the 20th.
Goodbye, Luis
[PS] I am planning to sign my contract with Sarita Matouk as soon as I arrive. Send my best wishes, and to Matouk as well. When do you start Sortilegio?
I can’t find the cutting from Informaciones. It was good. I’m sorry!
Jo Evans & Breixo Viejo, Luis Buñuel: A Life in Letters
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11.7.21
#film#letterboxd#watched#the great madcap#luis buñuel#rosario granados#fernando solar#luis alcoriza#rubén rojo#andrés soler#gustavo rojo
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Mecánica Nacional (1971)
Título original: Mecánica Nacional
Director: Luis Alcoriza
Año: 1971
Género: Comedia
País: México
Duración: 104 min
Idioma: Español
SINOPSIS: El dueño de un taller mecánico va con su familia y amigos a presenciar el final de una carrera de coches, lo que da lugar a una serie de situaciones caóticas y desenfrenadas.
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