#LuchaContraLoDesconocido
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LA LLAMADA AL FINAL DEL MUNDO
La ciudad había sido, por décadas, el sueño hecho realidad de la humanidad: una utopía brillante donde el sufrimiento no existía, las emociones eran controladas y cada individuo caminaba como una pieza perfectamente engranaje en la maquinaria social. Desde sus torres de cristal, se alzaba sobre un paisaje estéril, el último vestigio de una civilización que había sido destruida por las guerras, el caos y el descontrol. Cada ciudadano llevaba un implante neural, el SOBA (Sistema Omnipresente de Bienestar Artificial), que regulaba sus emociones y pensamientos, eliminando cualquier rastro de miedo, ira o tristeza. El sistema no solo los mantenía calmados, sino que garantizaba que todo funcionara regularmente: trabajo, descanso, vida. No había margen para lo inesperado. Hasta aquella noche. Irma Bosco, una analista de emociones, llevaba días sintiendo un vacío inquietante en su pecho. En su lujoso apartamento, en el piso 200, el silencio parecía más denso de lo habitual. Mientras revisaba informes de anomalías emocionales, notó algo perturbador: un aumento estadístico en los niveles de ansiedad de la población. Algo había cambiado. El SOBA ya no era infalible. Había grietas en la aparente perfección.
De pronto, la pantalla de su terminal parpadeó, mostrando una alerta urgente. Algunos ciudadanos habían comenzado a desconectarse del sistema por breves momentos, y durante esos lapsos, experimentaban algo que Irma jamás habría esperado: miedo.
—Esto no puede ser —murmuró, mirando con atención los gráficos. Sin embargo, la duda se instaló en su mente.
Por primera vez en su vida, Irma decidió desactivar su propio implante neural. Un simple clic en su consola y el SOBA se apagó. La primera sensación fue una oscuridad aplastante. El mundo a su alrededor perdió gracia y color, como si las paredes de su apartamento se cerraran lentamente sobre ella. De repente, un fuerte golpeteo resonó en la puerta de entrada. El sonido lo sintió como si fuese como un trueno, rompiendo silencio absoluto. Irma se quedó inmóvil, su corazón latiendo con una rapidez que nunca había experimentado antes. El miedo la paraliza por completo. ¿Quién podría estar llamando a su puerta a esta hora?
En la ciudad, las visitas eran programadas, las interacciones, controladas. Nadie hacía nada inesperado. Sin embargo, ahí estaba: una llamada a la puerta, persistente y cada vez más fuerte. Lentamente, con la piel erizada, Irma se levantó del sofá y caminó hacia la puerta de acero cromado.
—"¿Quién está ahí?" —preguntó, pero su voz sonó pequeña, casi frágil.
El golpeteo cesó de repente. El silencio regresó, envolviendo todo de nuevo. Irma esperó, conteniendo la respiración, pero no hubo respuesta. Desbloqueó la puerta y la abrió un poco, solo para encontrar el pasillo desierto. Algo estaba terriblemente mal. El aire parecía más denso, pesado, y una brisa gélida acarició su rostro. Entonces lo sintió: algo la observaba desde la oscuridad.
Se apresuró a cerrar la puerta, pero su mente luchaba por encontrar una explicación racional. Volvió a activar el SOBA y, de inmediato, la calma regresó a su cuerpo. El terror que la había invadido se desvaneció, pero las preguntas seguían allí. ¿Qué había sido esa sensación? ¿Por qué el miedo? ¿Y quién había estado llamando a su puerta?.
A la mañana siguiente, Irma llega al centro de control del SOBA, decidida a investigar lo que había ocurrido. Los informes de ansiedad en la población seguían creciendo. Ciudadanos experimentaban pesadillas y paranoias mientras dormían, y algunos decían escuchar susurros en la oscuridad, voces que les hablaban desde las sombras de sus propios apartamentos.
—"Esto está fuera de control" —le dijo su colega, Samuel, Analista en Jefe—. "Estamos registrando desconexiones aleatorias en toda la ciudad. No sabemos qué las está causando, pero la gente está comenzando a hablar. Algo se está generando…".
La mujer se sentó frente a su terminal y, sin que Samuel se diera cuenta, volvió a desactivar su implante. De inmediato, sintió el peso del ambiente cambiar. Ya no había serenidad, solo una creciente sensación de amenaza que flotaba en el aire. Miró a Samuel, que ahora parecía distante, casi como si estuviera envuelto en una bruma. El golpeteo en la puerta de su apartamento la noche anterior regresó a su mente.
De repente, un estruendo en la entrada del centro de control interrumpió sus pensamientos. Un guardia de seguridad entró corriendo, pálido como una hoja de papel.
—"Alguien está afuera, llamando a las puertas de todos los apartamentos de la Torre 8" —dijo con la voz temblorosa—. "Pero cuando abren… no hay nadie".
Irma sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. Las desconexiones, el miedo, las pesadillas… Todo parecía estar conectado. No eran simples fallos en el sistema. Era algo más profundo. Algo mucho más oscuro. A la noche, Irma regresó a su apartamento. No pudo dejar de pensar en lo que había escuchado. Las puertas siendo golpeadas, la ansiedad que se extendía por toda la ciudad era como una plaga silenciosa. Necesitaba respuestas, así que nuevamente desactivó el SOBA, esta vez por completo. El mundo volvió a oscurecerse, pero esta vez no fue solo una sensación. Las luces del apartamento comenzaron a parpadear. Los electrodomésticos vibraban y emitían sonidos extraños. Un extraño frío llenó el aire, como si la propia ciudad se hubiera convertido en una entidad viva, observando cada uno de sus movimientos.
Irina sintió que alguien la observaba, y entonces lo vio.
A través de la ventana, en el reflejo del vidrio, una figura estaba parada detrás de ella. No era humana. Su cuerpo era una sombra sin forma, y en lugar de ojos, tenía dos abismos oscuros que parecían devorar la luz. El corazón de Irma se aceleró. Quiso moverse para gritar, pero no podía exhalar aquel alarido. Estaba atrapada por el puro terror.
De repente, la figura desaparece, y el golpeteo comienza de nuevo. Esta vez, más fuerte, más violento.
Se dio la vuelta rápidamente y miró hacia la puerta. El sonido continuaba, cada golpe resonando como una campanada en su cráneo. Se acercó lentamente, incapaz de resistirse, como si algo la estuviera llamando. Sus manos temblaban mientras giraba el pomo de la puerta. La abrió de golpe… Pero no había nadie. Solo el vacío del pasillo. Pero entonces, una risa baja, inhumana, reverberó en el aire. Irma retrocede, cerrando la puerta con fuerza. Algo estaba allí, algo que no era de este mundo.
Al día siguiente, la ciudad había cambiado. Las desconexiones del SOBA se multiplicaron, y más personas reportaban haber visto la misma figura sombría. Algunos decían que les susurraba al oído mientras dormían, otros que tocaba sus puertas, esperando ser invitado. Las calles, antes llenas de vida y luces, estaban desiertas. La calma controlada se desmoronaba ante un terror que nadie podía explicar. Desesperada, Irma decide buscar ayuda, Encontró a un misterioso hombre llamado Zion. Había estado investigando durante un buen tiempo las desconexiones y las visiones, y creía que algo se había despertado en las profundidades de la red neural. Un ente que se alimentaba de las emociones reprimidas, aprovechando las grietas en el sistema para manifestarse.
—"No es un fallo del sistema, Irma" —dijo Zion, con los ojos hinchados por la falta de sueño—. Lo que viste no es un error. Es bien real. Es lo que el SOBA nos ha estado ocultando durante todo este tiempo. Y ahora, quiere liberarse.
Irma regresa a su apartamento una última vez. Sabía lo que debía hacer. Debía enfrentarse a la entidad. No podía seguir huyendo. Desactivó su implante por completo, otra vez, dejando que el mundo oscuro y aterrador la rodeara. El golpeteo en la puerta comenzó de inmediato, incesante, implacable. Esta vez, no retrocedió. Se acercó a la puerta, cada paso pesado, sintiendo cómo la presencia detrás de la madera se hacía más fuerte. Giró el pomo, y al abrir la puerta, el vacío la envolvió. La figura sombría estaba allí, esperando, con los ojos vacíos fijos en ella. Un susurro recorrió el aire.
—"Finalmente, me dejaste entrar".
Irina dio un paso hacia atrás, pero no había escapatoria. Había abierto la puerta a algo que nunca debió ser liberado, y ahora estaba aquí para quedarse.
La ciudad nunca volverá a ser la misma.
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