#Juventudes Socialistas Unificada (JSU)
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José Sampériz Janín (Vida y obra)
José Sampériz Janín. (1910-1941). Nació en Candasnos, Fraga, Bajo Cinca, Huesca, Aragón, (España) el 23 de abril de 1910 y murió gaseado día 26 de septiembre de 1941. Era el menor de los ocho hijos del matrimonio formado por Cosme Sampériz y Ramona Janín. Al igual que sus hermanos Cosme y Julio sus padres lo enviaron a estudiar al seminario de Lérida, Cataluña, (España) con la esperanza de que…
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digitalposterarchive · 4 years ago
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1936 Por Tu Pan Por Tu Tierra. Campesino. Alistate En Las Milicias! JSU
1936 For Your Bread For Your Land. Farmer. Enlist In The Militias! JSU 
Source: Pinterest / Dominique Poggi
Published at: https://propadv.com/1936-1939-spanish-civil-war/spanish-civil-war-republicans-propaganda-collection/
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paoloxl · 4 years ago
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5 agosto 1939 : Le tredici rose
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Nella primavera del 1939 le sorti della guerra civile spagnola erano ormai decise. Il supporto deciso di Germania e Italia e le pesanti divisioni tra i repubblicani avevano determinato il crollo di diversi fronti di guerra in favore dei nazionalisti. Il primo aprile di quell’anno il conflitto ebbe ufficialmente termine. Ma per i molti militanti delle organizzazioni socialiste, comuniste e anarchiche era difficile arrendersi alla dittatura instaurata da Francisco Franco. Il momento era difficilissimo: esponenti di spicco delle organizzazioni che si opponevano al regime erano stati arrestati, uccisi o erano fuggiti all’estero, soprattutto in Francia.
Le giovanili comuniste e socialiste, fuse nel 1936 in un’unica associazione, la JSU (Juventudes Socialistas Unificadas) provarono a riorganizzarsi in clandestinità. Ma ben presto una serie di arresti, ottenuti grazie a infiltrati e a un’ampia attività di repressione, riuscì a infliggere alcuni duri colpi all’organizzazione. Centinaia di arresti si susseguirono da aprile in poi, mandando in carcere ragazzi e ragazze spesso molto giovani. Moltissime delle arrestate venivano inviate al Carcere femminile di Ventas, vicino Madrid: una struttura costruita per ospitare cinquecento detenute dove, al culmine di quell'ondata di arresti, ve ne erano circa quattromila. Le loro colpe erano, nella maggior parte dei casi, legate alla sola partecipazione alle associazioni durante il periodo bellico. Qualcuna aveva anche partecipato alla produzione di volantini e di stampa clandestina contro il regime.
Tra i principali responsabili della repressione a Madrid e dintorni vi era Isaac Galbadon, responsabile del cosiddetto “Archivio della massoneria e del comunismo”. Il 27 luglio l’auto sulla quale viaggiava Galbadon venne fermata nei pressi di Toledo: lui, il suo autista e la figlia vennero uccisi da un commando di ex militari repubblicani. I franchisti decisero di punire severamente i prigionieri arrestati nei mesi precedenti: dopo un processo farsa, 360 imputate e imputati vennero condannati a morte. La quasi totalità delle sentenze venne eseguita nei giorni successivi, nel corso del mese di agosto.
Tra loro vi erano tredici ragazze: Carmen, Martina, Blanca, Pilar, Julia, Adelina, Elena, Virtudes, Ana, Joaquina, Dionisia, Victoria, Luisa. La più grande aveva 29 anni, la più piccola, 18. Nove di loro erano minorenni secondo la legge spagnola del tempo, che fissava la maggiore età a 21 anni. Vennero fucilate poco fuori dal cimitero di Madrid. Nessuna di loro aveva avuto a che fare con l’uccisione di Galbadon. Da quel giorno le 13 ragazze vennero ricordate come le “tredici rose”: in loro memoria è stata creata un’Associazione ed è stato inoltre prodotto un film, Las 13 rosas, uscito nel 2007.
Fonte : Cannibali e re
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pedrophb · 3 years ago
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Marina Ginestà (1919-2014), veterana francesa-catalã da Guerra Civil Espanhola e membro da Juventude Socialista Unificada (JSU)
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kiro-anarka · 5 years ago
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Ana López Gallego, “Anita”, nació en La Carolina (Jaén) en 1918, hija de Juan y Concepción. Su padre era minero. Era tal la situación de hambre y convulsión social en La Carolina, que los padres decidieron marchar a Chamartín de la Rosa (Madrid) en 1922. Desde los 6 años hasta final de su pubertad, Ana estudió en un colegio nacional del barrio de Tetúan, después estudió corte y confección, y muy pronto empezó ganarse la vida como modista. Trabajaba en un taller que cosía para gente «bien» por un escaso jornal que le obligaba a prolongar su jornada en casa si quería llegar a fin de mes, ya que su salario era el único ingreso de la familia.
Las interminables horas doblada hacia adelante en una silla de mimbre, aguja y dedal en mano, y las miles de puntadas diarias, hicieron crecer en ella la semilla del sentimiento de clase. Ana adquirió el compromiso político desde muy joven. Con 18 años, Ana era una mujer comprometida en la lucha contra las injusticias que veía a su alrededor y, cuando llegó la sublevación fascista, no dudó en ofrecer su servicio contra los golpistas formando parte de la Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) como secretaria femenina en Radio Chamartín implicándose en la defensa de la República. Precisamente el barrio Tetuán, donde vivía Ana, sufrió continuos bombardeos nazis y franquistas, que ocasionaron cientos de muertos. Ganar la guerra era el objetivo, las obligaciones de Anita incluían la movilización de la juventud de su Radio, organizar actividades que aportaran medios para las tropas Republicanas, incluso se desplazaba como miliciana a los frentes de guerra con la intendencia, o para aprovisionar de ropa a los jóvenes que luchaban.
Terminada la guerra, su novio, el comunista y comisario político Republicano Francisco Agudo, regresó del frente y le propuso huir a Francia, pero ella no quiso dejar solos a sus 3 hermanos menores, Manuel, Juan y José Luis, nacidos ya en Madrid. Era una época de mucho miedo y hambre, Ana iba cada día a buscar leña o chatarra, y al Auxilio Social en busca de una barrita de pan y una sardina para poder alimentar a sus hermanos, lo que representaba un peligro porque los falangistas o quintacolumnistas de barrio se apostaban en las cercanías y podían reconocerla por su participación activa en las milicias de las Juventudes Socialistas, pero ella tomó el rol con valentía..
El 18 de mayo de 1939, el escritor falangista Ernesto Giménez Caballero dijo en una alocución en Radio Nacional de España: “La guerra no ha terminado. La guerra sigue. Sigue en silencio: en frente blanco invisible. Y una guerra tan implacable como la que sufrieron hasta el 1 de abril nuestros cuerpos y nuestras vísceras. Es la misma guerra, son los mismos enemigos. Es la misma canalla que no se resignará hasta su aplastamiento definitivo, histórico”.
Una tarde, paseando junto con su amiga Martina Barroso (otra de las 13 rosas), les comunicaron que las JSU se habían vuelto a reorganizar en el barrio de Chamartin, para combatir desde la clandestinidad al ejército y el régimen franquista. Ana se incorporó al grupo de la JSU del barrio, que era dirigido por Sergio Ortiz, junto con otras compañeras que también formarían parte de las 13 rosas. Ana fue detenida tras un chivatazo el 16 de mayo junto a 3 compañeras de destino (Martina, Elena y Victoria). El 6 de junio fue trasladada al departamento de menores de edad de la prisión de Ventas, una cárcel construida para unas 450 personas, donde vivían hacinadas unas unas 4000.
Tras ser juzgada junto a otros muchos miembros de las JSU, fue sentenciada a muerte. Después de 24 horas, 43 hombres y 13 mujeres, fueron asesinados ante las tapias del cementerio del Este. A las 4,30 horas de la madrugada sonaron los disparos. Ana López Gallego no falleció con la 1ª descarga y gritó a sus verdugos: “¿es que a mí no me matan?”. La 2ª descarga acabó con su vida. ‘Las tristemente famosas 13 Rosas‘ fueron fusiladas en plena orgía de venganza tras la victoria militar del Ejército sublevado.
Los grupos municipales del Ayuntamiento de La Carolina han nombrado a Ana López Gallego, una de las integrantes del colectivo Las Trece Rosas, alcaldesa honoraria durante la celebración de un pleno extraordinario. Ya hay una calle en el pueblo que lleva su nombre.
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unpensadoranonimo · 7 years ago
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Carta abierta a Paquita
Paquita, Te debía esta carta desde que te vi en aquel programa de laSexta prorrumpiendo aquel contundente, e inmediatamente viral, Tengo 91 años, pero no soy gilipollas. Aquel airado alzarse del suelo me sacudió de golpe y me hizo pensar en la cantidad de actos, asambleas, manifestaciones, en los que hemos coincidido y en todos aquellos en los que tú ya estabas, estás, estarás, cuando yo aún no estaba, en los que ya no estoy, o donde nunca estaré. Haber sido secretario general de las CCOO en Madrid me ha traído no pocos sinsabores. Unos previsibles y generalmente llegados de fuera. Otros, de aquellos que, cuando menos te lo esperas, te atrapan desde el interior de las organizaciones. Pero cada uno de ellos se ha visto compensado por decenas de momentos en los que el mundo se ordenaba gracias a la magia de las personas con las que los compartía. Personas cuyos sinsabores y alegrías son muchos y más hondos que los míos. Tú eres una de esas personas. Hace mucho tiempo que descubrimos, gracias a mujeres como tú, que la historia de los trabajadores españoles era también una historia de trabajadoras que se jugaban mucho en los centros de trabajo y que sostenían a sus familias cuando los hombres eran encarcelados. No era sencillo mantener el tipo cuando faltaba el sustento y la supervivencia dependía de cuanto allegaban la familia y las familias amigas. Es cierto que aún se cuenta una historia preciosa sobre los 10 de Carabanchel. Esos diez dirigentes de las CCOO que fueron detenidos mientras se reunían clandestinamente en un convento de los monjes oblatos, en Pozuelo de Alarcón. Era el mes de junio del 72 y fueron juzgados en el proceso 1001, justo antes de las Navidades del 73. Precisamente el día que eligió ETA para culminar la Operación Ogro con el asesinato del almirante Carrero Blanco, el hombre de confianza de Franco. No hay mal que por bien no venga, parece que dijo un decaído y achacoso Caudillo. Las condenas, en aquel juicio, contra pacíficos trabajadores, que sólo defendían la libertad sindical y los derechos laborales, resultaron desmesuradas y la solidaridad internacional, que ya había sido inmensa, se multiplicó, dejando en evidencia la imposibilidad del franquismo de sostenerse como régimen más allá de la desaparición del dictador. Son historias poco aireadas en estos tiempos en los que parece que hay interés en hacer que creamos que nos regalaron la democracia. Y aún menos recordadas, aún más en la sombra, quedan las mujeres que visitaban las cárceles: las que se entrevistaban con altos cargos franquistas, jueces, policías torturadores; las que mantenían a sus familias al tiempo que asistían a las reuniones con embajadores, cargos eclesiásticos, personajes conocidos y reconocidos en aquellos tiempos. Es la historia de Josefina Samper, por mencionar tan sólo a la compañera de Camacho, que conseguía sacar tiempo de donde no lo había para confeccionar los famosos jerséis de cuello alto y cremallera, modelo Marcelino. Pero es la historia de tantas otras mujeres, en los centros de trabajo, en los despachos laboralistas, en las casas trabajadoras. Mujeres sin las cuales no existiría el sindicalismo, ni la propia libertad en España. Entre ellas había una Manuela Carmena, hoy alcaldesa de Madrid; una Begoña San José, defensora incansable de los derechos de la mujer; una María Luisa Suárez, que fundó el primer despacho laboralista en Madrid; la incansable Cristina Almeida; mi inolvidable y divina impaciente Salce Elvira; Dolores Sancho, la esposa de Pedro Patiño, asesinado por guardias civiles en el barrio de Zarzaquemada (Leganés) durante una huelga “ilegal” de la construcción, allá por septiembre del 71. Son incontables, Paquita, los nombres que deberían de figurar antes o después de los que aquí quedan reflejados. Tú podrías recordarme los de centenares de mujeres  con las que has compartido luchas, alegrías y tristezas, pero no puedo olvidar la triste historia de nuestra amiga, la abogada Lola González Ruiz. Perdió a su pareja, Enrique Ruano, en 1969, al caer desde una ventana, durante un registro domiciliario. La policía política del franquismo habló de suicidio. La familia habló de asesinato. El 24 de enero de 1977 las balas de un comando fascista acabaron con la vida de los abogados del despacho laboralista de la calle de Atocha 55. Su esposo, Francisco Javier Sauquillo, murió en aquel atentado. Ella misma resultó herida de gravedad. Las secuelas la acompañaron el resto de sus días. Cada 24 de enero suponía una prueba de dolor para ella. Un momento muchas veces intransitable. Algunos años, durante esos días, permanecía sólo localizable para un estrecho círculo de personas muy cercanas. Paquita, tienes un año menos que mi madre. Ella nació en 1924 en un pueblecito cercano a Talavera de la Reina y tú en Madrid. Tú fuiste a una escuela republicana y ella no tuvo otros estudios que la vida del campo. La guerra os sorprendió siendo muy niñas y las dos acabasteis en la triste posguerra madrileña. Tú visitabas a tu padre en la prisión y mi madre visitaba a la suya en la cárcel de Ventas. Su padre estaba incomunicado. Habían sido detenidos cuando alguien del pueblo reconoció por la calle a mi madre y la siguió hasta dar con el paradero de ambos. Luego el chivatazo, la detención, la cárcel, las torturas. En la cárcel de Ventas estaban recluidas las Trece Rosas, que serían ejecutadas en la tapia de la Almudena, por pertenecer a las JSU (Juventudes Socialistas Unificadas). La misma organización que mis abuelos dirigían en el pueblo. Las mismas Trece Rosas, a cuya memoria y recuerdo has dedicado buena parte de tu vida. Nada es casual, decía mi amigo Indio Juan. Todo en la vida se comporta como un horizonte de sucesos, en la frontera de un agujero de gusano, que termina conectando espacios lejanos más allá de las limitaciones del tiempo presente. Conexiones que dan sentido a nuestras vidas. A tu vida y a la de mi madre. A la de Carmen, Martina, Blanca, Pilar, Julia, Adelina, Elena, Virtudes, Ana, Joaquina, Dionisia, Victoria, Luisa. Trece Rosas y otrastrece veces trece mujeres luchadoras, que defienden la vida en cada barrio, en cada empresa, en cada familia. Lo dicho, Paquita, te debía esta carta. Os debía esta carta. Fuente: Francisco Javier López Martín
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kiro-anarka · 5 years ago
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Madrid, 5 de agosto de 1939. Apenas han pasado cuatro meses desde el fin de la Guerra Civil. Se oyen disparos al abrigo de uno de los Muros del cementerio del Este -actualmente, el de la Almudena-. Decenas de balas surcan el aire. Más de cincuenta personas caen heridas de muerte, fusiladas por las tropas franquistas. Entre ellas, trece mujeres jóvenes, que se convertirían en un símbolo de la lucha contra el régimen. ‘Trece Rosas’ que mancharon de rojo el pavimento.
Con ese sobrenombre pasaría a la historia este grupo de mujeres, de entre 18 y 29 años, sentenciadas a morir por “un delito de adhesión a la rebelión”. El apelativo lo popularizó una hija de Marie Curie, que lideró varias protestas en Francia denunciando el fusilamiento de las jóvenes. Hoy, cuando se cumplen 81 años de este episodio negro de la Historia de España, recordamos quiénes eran las ‘Trece Rosas’.
Miembros de las JSU
La mayoría de las trece jóvenes en cuestión formaban parte de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) o del Partido Comunista Español (PCE). Tras la llegada a Madrid de las tropas de Franco, las JSU intentaron reorganizarse clandestinamente, bajo la dirección de José Pena, de 21 años. Para entonces, los dirigentes de las Juventudes y el PCE, habían abandonado el país. Pena era el secretario general del comité provincial.
Pero, la detención de éste y el trabajo de Roberto Conesa, un policía infiltrado, causaría la caída de la organización. La mayoría de sus miembros fueron detenidos en la primavera del 39. Entre otros, las ‘Trece Rosas’, quienes fueron trasladadas a la cárcel de Ventas. Luisa Rodríguez fue la primera de ellas en ingresar en prisión, en abril.
Muchas pasaron allí varios meses, hacinadas con miles de mujeres más. Durante su estancia en prisión, algunas escribieron cartas a sus familiares y amigos. Blanca Brisca, la mayor de las trece, le escribió una a su hijo, que le fue entregada por su familia dieciséis años después. Una misiva de Julia Conesa, dirigida a su madre horas antes de morir decía: “Que mi nombre no se borre en la historia”.
Pero, ¿por qué murieron las ‘Trece Rosas’ ese 5 de agosto de 1939?
El atentado de Gabaldón
Su sentencia de muerte la desencadenaría el atentado contra el comandante Isaac Gabaldón. El 27 de julio de 1939, iba en coche acompañado de su hija Pilar, cuando, cerca de Talavera de la Reina, tres jóvenes armados dispararon a los ocupantes del coche. En el momento del asesinato, las trece jóvenes estaban en prisión, por lo que es poco probable que tuviesen alguna relación con éste.
Gabaldón apoyó durante la guerra al bando nacional en Madrid y, en el momento de su muerte, el encargado del ‘Archivo de la masonería y el comunismo’. Así, el régimen franquista decidió atribuir la autoría del crimen a una red comunista.
Las ‘Trece Rosas’ estaban encarceladas cuando sucedió el asesinato de Gabaldón
El 4 de agosto se organizó un juicio sumarísimo, condenado a muerte a 65 de los 67 acusados en el mismo. La sentencia del fiscal del Consejo Permanente de Guerra hablaba de “un delito de adhesión a la rebelión”.
Al día siguiente, al menos 56 personas, incluidas las ‘Trece Rosas’, fueron fusiladas. De una de ellas, Ana López, se cuenta que no murió en la primera descarga y que preguntó: “¿Es que a mí no me matan?”. Nueve de las chicas eran menores en el momento de su muerte, ya que la mayoría de edad estaba establecida en los 21 años.
En jornadas posteriores, se celebraron más juicios y fusilamientos. Se estima que la mayoría de los 364 detenidos por el atentado fueron ejecutados.
De libros y cine
Los fusilamientos saltaron más tarde a la prensa internacional cuando se supo de la muerte de las trece jóvenes. Una de las críticas más vehementes contra los asesinatos fue la de una hija de Marie Curie, que organizó protestas en París. Pero, aunque tuvieron su eco en Francia, la historia de las ‘Trece Rosas’ caería en el ‘olvido’ durante décadas.
El suceso no se ‘redescubrió’ en España hasta la publicación de la novela del mismo nombre de Jesús Ferrero, en 2003. Esto dio lugar un año más tarde al largometraje ‘Que mi nombre no se borre de la historia’, en referencia a la carta de Julia Conesa, una de las Trece Rosas a su madre. El director Emilio Martínez-Lázaro también llevó la trama a la gran pantalla en 2007, con Pilar López de Ayala como una de las protagonistas.
En los últimos años, algunas voces han acusado a las ‘Trece Rosas’ de “terroristas y asesinas”. Entre otros, el secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, dijo hace unos meses que las muchachas “torturaban, asesinaban y violaban vilmente” en las checas de Madrid.
Las ‘Trece Rosas’, nombre por nombre
Carmen Barrero Aguado. Modista, 20 años. Militante del PCE y la responsable femenina del partido en Madrid tras la guerra.
Martina Barroso García. Modista, 24 años, modista. Miembro de las JSU de Chamartín.
Blanca Brisac Vázquez. Pianista, 29 años. No tenía ninguna militancia política -aunque era votante de derechas-. Fue detenida por relacionarse con un músico perteneciente al PCE.
Pilar Bueno Ibáñez. Modista, 27 años. Afiliada al PCE y secretaria de organización del radio Norte.
Julia Conesa Conesa. Modista, 20 años. Militante de las JSU.
Adelina García Casillas. Activista, 19 años. Miembro de las JSU.
Elena Gil Olaya. Activista, 20 años. Afiliada a las JSU de Chamartin.
Virtudes González García. Modista, 18 años. (18 años, modista). Miembro de las JSU.
Ana López Gallego. Modista, 21 años, modista). Militante de las JSU y secretaria del radio de Chamartín durante la guerra.
Joaquina López Laffite. Secretaria, 23 años. Afiliada a las JSU y secretaria femenina del comité provincial.
Dionisia Manzanero Salas. Modista, 20 años. Militante en el PCE y enlace entre los dirigentes comunistas en Madrid al acabar la guerra.
Victoria Muñoz García. Activista, 18 años. Miembro de las JSU de Chamartín.
Luisa Rodríguez de la Fuente. Modista, 18 años. Afiliada a las JSU.
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