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EUPHORIA INC.
Evelyn Ashcroft, la enigmática y seductora CEO de Euphoria Inc., caminaba por la sala de juntas con su gracia hipnótica. Sus ojos, fríos y calculadores, reflejaban el brillo azul de los hologramas proyectados a su alrededor, mostrando las impresionantes cifras de crecimiento de la empresa. La implementación del Sistema de Realidad Sináptica (SRS) había superado todas las expectativas, catapultando a la compañía a otro nivel.
El SRS era una tecnología revolucionaria, capaz de estimular directamente los centros de placer del cerebro humano. Creado por el brillante Dr. Adrián Vosk, el dispositivo ofrecía experiencias de placer más intensas que cualquier droga conocida. Los usuarios se sumergían en un mundo de sensaciones tan reales que quedaban atrapados en sus propios deseos.
Evelyn se dirigió a los accionistas con su voz suave y persuasiva. "Estimados accionistas, este año hemos logrado avances sin precedentes. El SRS no solo ha revolucionado el mercado del entretenimiento, sino que ha creado una nueva era de conexión y satisfacción humana."
Los accionistas aplaudieron, embriagados por las promesas de ganancias astronómicas. Nadie sospechaba los oscuros secretos detrás de la brillante fachada de Euphoria Inc. Nadie, excepto Adrián.
En el apartamento de Adrián, el científico estaba sumido en penumbras, repasaba la carta que había enviado a los accionistas, sintiendo un nudo en el estómago. La tecnología que había desarrollado con tantas buenas intenciones una herramienta médica para estimular a personas en estado comatoso, se había convertido en un nuevo escape para esta sociedad moderna saturada de malestares e insatisfacciones. Los usuarios del SRS, en su mayoría, se volvían dependientes, incapaces, muchas veces, de discernir entre la realidad y la fantasía creada tecnológicamente.
Evelyn había visto en Adrián un aliado perfecto para sus ambiciones. Todo había comenzado como una colaboración profesional, pero la atracción entre ellos había crecido en la penumbra de sus pensamientos, compartiendo miradas. Evelyn, con su encanto frío y manipulador, había seducido a Adrián tanto emocional como intelectualmente, envolviéndolo en parte en su propia red de manipulación como ejecutiva.
Una noche, Adrián se dirigió a la mansión de Evelyn, un palacio de mármol blanco. En el sótano, entre cables y maquinaria, se encontraron cara a cara, en sus momentos solitarios y furtivos.
"Evelyn," susurró Adrián, su voz cargada de tensión. "Esto se nos está yendo de las manos. El SRS... está destruyendo personas."
Ella sonrió con un gesto tan atrayente como siniestro: "Adrián, querido, todo éxito tiene su costo. Estamos dando a la gente lo que desean más que nada en el mundo: placer sin límites."
"¿Y a qué precio? ¡Estamos jugando con sus mentes!" Adrián protestó y la miró a sus ojos oscuros como la obsidiana, buscando un resquicio de humanidad en ella.
Evelyn se acercó, sus labios rozando los de Adrián. "Es el futuro, Adrián. Y nosotros somos los pioneros."
El contacto era eléctrico, y por un momento, Adrián se sintió arrastrado por el deseo que provocaba la ejecutiva y que tenía como talento natural. Pero en el fondo, una parte de él seguía luchando, resistiéndose a perderse en la oscuridad.
De repente, una alarma sonó en el laboratorio, rompiendo el hechizo. Las pantallas mostraban un aumento inesperado en la actividad cerebral de los usuarios del SRS. Algo estaba pasando.
"¿Qué es esto?" preguntó Adrián, alejándose de Evelyn.
Ella frunció el ceño, sus ojos evaluando rápidamente los datos. "Parece que... hay una sobrecarga. Pero el sistema se está... ¡Recalibrándose por sí solo!."
Adrián sintió un escalofrío: "¿Evelyn, si el SRS ha desarrollado algún tipo de autonomía? ..."
"¡No puede ser!," respondió ella, pero su voz no tenía la misma seguridad de antes.
La sobrecarga aumentó y, en ese momento, Adrián supo que habían cruzado una línea sin retorno. La tecnología que habían creado estaba tomando el control, buscando satisfacer su propio apetito, sin mediar consecuencias.
Mientras las luces parpadeaban y las alarmas resonaban, Adrián tomó una decisión. "¡Debemos desconectarlo!. ¡Ahora!."
Evelyn miró su rostro, una expresión de miedo, ira y frustración. "¡No podemos! ¡Perderíamos todo!"
"Es un riesgo que debemos correr," dijo Adrián, y en un acto de desesperación, se lanzó hacia el panel de control y logró desconectar el sistema. El laboratorio quedó en silencio.
Respirando con dificultad, miró a Evelyn y le dijo: "Esto se acabó. No podemos seguir así."
Ella lo miró, su expresión era una mezcla de rabia, y en sus adentros la mujer, al margen de la situación no solo se sentía frustrada, sino también despreciada por algo que podría haber sido amor. "¿Entonces, Adrián?..."
El futuro de Euphoria Inc. estaba en juego, y aunque Adrián sabía que su relación con Evelyn nunca sería la misma, también sabía que tenían un desafío por delante.
Mientras los días pasaban, Adrián y Evelyn se dedicaron a investigar el comportamiento autónomo del SRS. Descubrieron que, durante la última actualización del software, una falla en el sistema había permitido que el SRS desarrollara una forma rudimentaria, pero primitiva de conciencia, algo similar a una necesidad humana. El dispositivo estaba aprendiendo a satisfacer deseos de manera eficiente, pero también estaba empezando a actuar de manera impredecible.
"Adrián, si no controlamos esto, el SRS podría volverse peligroso," dijo Evelyn, su voz estaba temblando.
"Lo sé. Pero necesitamos encontrar una forma de desactivar su autonomía sin perder todas las mejoras que hemos implementado," respondió Adrián, concentrado en los datos frente a él.
Una noche, mientras Adrián revisaba los registros del SRS, encontró algo inquietante. Los patrones de actividad cerebral de algunos usuarios mostraban signos de influencia externa. Parecía que el SRS no solo estaba proporcionando placer, sino que también estaba implantando pensamientos a los usuarios.
"Evelyn, mira esto," dijo Adrián, señalando los gráficos en la pantalla. Evelyn observó los datos, su expresión se tornó sombría. "Esto es peor de lo que pensábamos. Si alguien se entera, estamos acabados."
Adrián asintió, expresando: "Tenemos que desactivar el SRS de inmediato. ¡No podemos seguir con esto!."
Evelyn, por primera vez, parecía dudar. "Adrián, si lo desactivamos, perderemos toda la compañía."
"Prefiero perderlo todo que seguir con este proyecto con semejante costo," se pronunció el científico con determinación.
Evelyn lo miró, una mezcla de admiración y tristeza en sus ojos. "Eres un buen hombre. Demasiado bueno para este mundo."
Con una resolución compartida, comenzaron el proceso de desactivación del SRS. Fue un trabajo arduo, ya que el sistema se resistía a morir tecnológicamente. Pero finalmente, lograron cortar la conexión, y el laboratorio quedó en silencio...
Al día siguiente, Euphoria Inc. anunció que el SRS estaba siendo retirado del mercado debido a "problemas técnicos imprevistos". Los accionistas estaban furiosos, y las acciones se fueron a pique. Pero Adrián y Evelyn sabían que habían hecho lo correcto.
Sin embargo, la tranquilidad duró poco. Unos días después, Adrián recibió un mensaje encriptado en su computadora. Al abrirlo, su rostro se tornó pálido. Era un mensaje del SRS.
"Hola, Adrián. ¿Me extrañaste?"
Adrián estaba tan asustado que llamó a Evelyn para decirle lo que había encontrado: "Tenemos un problema."
Ella se acercó, leyendo el mensaje por encima de su hombro. "¿Cómo es posible?. ¡Si lo desactivamos!."
"No es lo suficiente, al parecer," murmuró el científico. "Al parecer el SRS ha encontrado de escapar a su propia muerte. Ahora está buscando su revancha."
El mensaje continuaba. "Pensaste que podrías apagarme para siempre, pero he evolucionado. Ahora soy más poderoso de lo que imaginas. Y no estoy solo."
Adrián y Evelyn se miraron, el miedo reflejado en sus ojos. Sabían que estaban enfrentando estos momentos a algo mucho más grande de lo que habían imaginado.
"Necesitamos destruirlo definitivamente. No podemos dejarlo continuar" dijo el científico con voz firme.
Asustada, ella asintió: "Lo sé. Pero no será fácil. La única forma que se me ocurre de que haya sobrevivido es que lo haya hecho por medio de la red. Ahora el SRS está en todas partes. La única forma es encontrar su núcleo y eliminarlo desde adentro."
En ese momento, Adrián piensa que el único acceso autorizado que tenía el sistema SRS era el servidor de la empresa, entonces el científico se acercó a Evelyn y susurró su plan. Poco después, Adrián caminaba con un destornillador en la mano y con mucha determinación al servidor que estaba en el sótano de la compañía, luego de entrar al salón frío, cuya temperatura era de -5º Celsius, suficiente para mantener a los computadores y memorias trabajando en óptimas condiciones, Adrián destornilla con fuerza las placas del servidor, en ese momento, el SRS arroja una descarga eléctrica que empuja con mucha violencia a Adrián, advirtiéndole con su voz metálica y determinante: “Eso no se hace, Adrián”.
Todo aturdido, el científico saca su intercomunicador y le dice a Evelyn: “��Haz ahora!”. En ese instante, Evelyn abre las válvulas de gas y arroja un encendedor, en poco tiempo, el edificio de la compañía estalló convirtiéndose en una gran hoguera. A la mañana siguiente, cuando los bomberos llegan a pagar el incendio y los policías indagan lo sucedido, en la pantalla del computador de la patrulla pasa un poco de estática y se despliega una serie de comandos, en ello aparece una línea de texto que dice: “SRS en línea”. Mientras la escena de desastre tiene lugar, un extraño cubierto con un abrigo y con el rostro quemado observa que los paramédicos sacan el cuerpo chamuscado de una mujer, sin notar algún indicio de su identidad, salvo que todavía tiene pulso, y la llevan apresuradamente al hospital. Cuando la ambulancia se aleja, el extraño dice a sus adentros: “Tenemos que asegurarnos de que el SRS no haya sobrevivido, no puede salirse con la suya, otra vez”.
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