#Estoy demasiado desactualizado xd
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puduwriter · 27 days ago
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La primera vez que Juan Carlos fumó, él tenía 15 años y Tulio apenas 13. Esa tarde, ambos se alistaban para asistir a la fiesta de un compañero de colegio, uno que era un par de años mayor que ellos.
—Un amigo mío nos invitó —le había dicho Juan Carlos la noche anterior—. Es de cuarto medio, así que tenemos que estar listos. No querrás parecer un idiota, ¿verdad?
Fue en la mañana siguiente cuando Juan Carlos decidió robarle una cajetilla de cigarrillos a la maestra más despistada de la escuela. Tenía la suerte de que ella, tan adicta como era, siempre llevaba al menos diez paquetes en su bolso y se fumaba, por lo menos, tres al día. Así que, pensó, no notaría la ausencia. O eso le había asegurado su mejor amigo.
Bodoque sacó de su chaqueta el paquete saborizado y lo abrió con cierta torpeza, rompiendo un poco el cartón en el proceso.
—¿Cómo me veo? —preguntó, sonriendo de lado mientras se colocaba un cigarro en la boca—. Muy distinguido, ¿no? 
Su voz chillona y puberta resonaba en el estrecho espacio entre la infancia y la madurez. Sin esperar respuesta, Juan Carlos se apresuró a encender la colilla, sintiéndose incómodo y temeroso de tener el fuego tan cerca de su cara. En su primer intento, encendió el cigarro al revés, pero al final logró que funcionara y le lanzó una mirada triunfal a Tulio.
Estaban en el gimnasio techado, donde habían hecho la cimarra durante el recreo, sentados sobre el frío suelo de cerámica. Ocultos bajo las gradas, se encontraban en un espacio reducido entre los viejos fierros oxidados y la madera mal pulida, acomodados de manera poco práctica, con las piernas entrelazadas y los cuellos torcidos.
El polvo del ambiente irritaba la nariz de Tulio; los envoltorios de comida tirados y las telarañas en las esquinas hacían que su mente estuviera hiperconsciente de la suciedad del lugar. Sin embargo, se abstuvo de hacer cualquier comentario, no quería arruinar la experiencia de Juan Carlos, y mucho menos que su amigo le llamara “maniático de la limpieza” otra vez.
Tulio no podía apartar la mirada de su amigo, atento a cada movimiento de su cuerpo, a las muecas que hacía y al intenso enfoque que ponía al encender el cigarrillo. Observaba cómo los ojos de Bodoque se cerraban al inhalar, cómo la luz del fuego iluminaba su rostro y cómo el cigarrillo se posaba entre sus labios.
—Estás muy callado —dijo Bodoque, con la voz algo ronca por el humo.
Tulio salió de su trance, sintiéndose avergonzado y sin saber qué responder. —Yo... bueno... estaba pensando en lo sucio que quedará mi uniforme cuando salgamos de aquí.
Su amigo puso los ojos en blanco, ya sea por la arrogancia de Tulio o por la evidente mentira que acababa de pronunciar. —No seas ridículo. Te conozco, estás asustado.
—No estoy asustado. Simplemente no creo que sea una buena idea.
—No te va a pasar nada si lo intentas una vez.
Juan Carlos le ofreció el cigarro que había estado fumando unos segundos antes. —Vamos, inténtalo. Yo ya lo hice. Creo que podré manejarlo cuando me ofrezcan uno en el carrete.
Tulio se cruzó de brazos, decidido. —No lo haré. —¿Qué podía decir para no sonar asustado? —Mi mamá podría enterarse, o peor aún, mi papá.
Su amigo se encogió de hombros. —De todas formas, ya debes oler a tabaco. En un lugar tan pequeño, es imposible que tu ropa no huela a caladas. Si tus padres te van a regañar, al menos que sea por algo.
Tulio negó con la cabeza, rechazando la propuesta. Bodoque le frunció el ceño, impaciente. —Solo pruébalo, ¿o acaso eres un cobarde?
—¡No soy un cobarde! —gritó, demasiado apresurado para sonar convincente.
—Claro que lo eres. Si no quieres intentarlo por miedo, entonces eres un cobarde. Es matemática básica.
—Pero tú no eres bueno en matemáticas —respondió Tulio, frustrado. A veces olvidaba lo insistente que podía ser su amigo.
—Solo fuma la lesera, idiota. —Sin previo aviso, Bodoque tomó la mano de Tulio y le obligó a sostener el cigarro. —¿Qué esperas?
Tulio sabía que, sin importar cuánto lo intentara, nunca podría negarse a su mejor amigo. Con un suspiro dramático, llevó el cigarro a su boca y dio una profunda calada. Por un momento, su mente se detuvo al pensar que eso había estado antes en los labios de Bodoque. Comenzó a toser; el humo llenó sus pulmones y ardió en su garganta.
Su amigo empezó a reírse, pero le dio palmadas en la espalda para ayudarlo.
Entre risas y miradas burlonas, Juan Carlos logró articular: —Levanta los brazos.
Tulio obedeció, sintiéndose estúpido mientras intentaba alzar los brazos al lado de su cabeza, con el cigarro entre los dedos.
—No aguantaste nada —se rió su amigo. Las mejillas de Tulio se sonrojaron de vergüenza.
Pequeño fragmento del fanfic que estoy planeando y probablemente nunca termine.
Headcanon, Bodoque era el típico cabro agrandado que se juntaba con los de cursos mayores y se creía más maduros que los niños de su edad.
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