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Exposición “History / Stories”, Colectiva
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#2023#Abel Izquierdo#Alexis Linares#Aluan Arguelles#Armando García Menocal#Consuelo Castañeda#Duniesky Martín#Ernesto Fernández Nogueras#Ernesto González Puig#Ernesto Javier Fernández Zalacaín#Esterio Segura#Frank Mujica#Galería Acacia#Inti Hernández#Jorge Luis Santos#Jorge Wellesley#José Ángel Toirac#José Ángel Vincench#José Emilio Fuente JEFF#José Manuel Fors#Julio Bello#Linet Sánchez#Liset Castillo#Luis Gómez#Muestra Colectiva#Reina Ledón#René Francisco#Ricardo G. Elías
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Recibe Presidente a representantes de diferentes sectores #EnContrasteVeracruz #Córdoba Córdoba, Ver.- Este jueves, el presidente Juan Martínez Flores, recibió a varios grupos de ciudadanos que buscaron un acercamiento para plantear proyectos relacionados con el desarrollo económico, la obra pública y asociaciones civiles, los cuales también fueron escuchados por la regidora Georgina Aguilar, y la síndica, Vania López González. Los integrantes del Patronato del parque Paso Coyol, acudieron con las autoridades municipales para buscar apoyo para el mantenimiento del "pulmón de Córdoba", así como dar continuidad a los proyectos que tienen como el reciclado, la separación de basura y la captación de agua pluvial. "El Presidente está en la mejor disposición de ver de que forma nos puede apoyar, él entiende que es un espacio verde, saludable y cordobés. Nos dio gusto que tiene claros los objetivos para ayudarnos", dijo la directora del patronato Yaqueline Gheno Heredia, quien estuvo acompañada de la vocal de campo y Ecología, Angélica Aguilar; del Secretario Luis Puig Hernández y Ernesto Rivera Pernía, que es Comisario del Patronato. Posteriormente acudieron integrantes del Colegio de Ingenieros Civiles, quienes representaron a un grupo de 20 empresarios de la ciudad, los cuales buscaron un acercamiento para que sean tomados en cuenta para futuros proyectos, con miras a que la inversión se quede en Córdoba y se traduzca en más empleos. "Venimos a solicitar que nos tomen en cuenta para los trabajos que se van a realizar en la ciudad, lo que se traducirá en empleos para profesionistas y la derrama económica quedaría en Córdoba. La intención del Presidente es que la obra se quede aquí, pero nosotros tenemos que poner de nuestra parte con la calidad, el tiempo y la forma para que nos tomen en cuenta", comentó el ingeniero, Alfredo García Suvilla. Por otra parte, con la intención de que haya un lugar para la venta de artesanías en la ciudad, los grupos de "Manos Cordobesas" y "Artesanos con Causa" se reunieron con las autoridades municipales para que puedan comercializar sus productos. https://www.instagram.com/encontrasteveracruz/p/CZQMH4rJi9m/?utm_medium=tumblr
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Con la semblanza que le dedicara Eric Hobsbawm a Francisco Sabaté en su celebrado ensayo Bandidos, el legendario resistente antifranquista entraba en el panteón del bandolerismo social, un fenómeno universal basado en el mito del buen ladrón y en el que se agrupan experiencias tan diversas como las de los cangaceiros de Brasil, los dacoits de India, los forajidos del lejano Oeste americano o los expropiadores anarquistas ibéricos. Fue Sabaté quien en 1957, cuando ya era considerado el enemigo público número uno de la dictadura franquista, ejercería una influencia decisiva en la vida de Lucio Urtubia, el albañil navarro que años más tarde desafiaría al mayor banco del mundo, el First National City Bank, al falsificar miles de cheques de viaje de esa entidad. Bandido sin ánimo de lucro, rara avis de la militancia política y enemigo de las armas, este Robin Hood moderno dedicó su vida a luchar contra las dictaduras y el sistema capitalista. Personaje hobsbawmniano hasta la médula, Urtubia murió el pasado 18 de julio, el mismo día en que falleció Juan Marsé, el escritor que recreó las desventuras de todos aquellos sabatés que pululaban, como espectros de la derrota, en la Barcelona de la posguerra. Pero Lucio, a diferencia de ellos, casi siempre le ganó la partida al establishment.
Lucio no descansaba nunca. La revolución le demandaba noches en vela pero el trabajo de día era fundamental para pasar desapercibido ante la policía
Es precisamente ese detalle –haberse salido con la suya pese a enfrentarse a poderosos gobiernos, banqueros jueces y policías– el que otorga a Lucio un halo especial que lo despoja de toda la épica asociada a los héroes populares con final abrupto y lo convierte en un antihéroe singular y cercano. Si repasamos la trayectoria de los personajes de ese Sherwood insurrecto que exploraron Hobsbawm y otros historiadores sociales, nos encontraremos en la mayoría de los casos con finales trágicos y, en ocasiones, truculentos. El propio Quico Sabaté, a quien Hobsbawm encuadra en el “cuasi bandidismo” de los expropiadores, murió acribillado en las calles de Sant Celoni en enero de 1960 después de haber escapado a un gigantesco cerco policial en el Pirineo oriental. No hay casi registros de algún Robin de los Bosques que haya muerto en la cama. De finales agónicos, sin embargo, los ejemplos abundan. Ahí están los casos del bandolero andaluz Diego Corriente, el francés Gaspard de Besse, o el más fiero de los bandidos de los Cárpatos de finales del siglo XVII, Juraj Jánošík.
A Lucio, albañil de profesión, lo acompañó casi siempre la fortuna y un peculiar talento para atraerse hasta a sus potenciales adversarios. “Lucio representa todo lo que yo hubiera querido ser”, confesó el magistrado francés Louis Joinet, quien con el tiempo llegaría a ser consejero de cinco primeros ministros de François Mitterrand e invitaría al expropiador a cenar en el Palacio del Elíseo. En el prólogo de una de las autobiografías de Lucio, La revolución por el tejado (Txalaparta), Francisco Rodríguez de Lecea (traductor de una biografía francesa de Urtubia) relaciona las palabras del juez con el deseo de libertad, entendida esta como la autogestión de la propia vida. Una libertad interior, eso sí, en riesgo continuo para un hombre que atracó bancos, falsificó cheques y pasaportes, pisó la cárcel y vivió, al menos, dos vidas paralelas: la del albañil laborioso y la del militante clandestino. Una vida barojiana, en palabras de Rodríguez de Lecea, plena de aventuras.
Lucio Urtubia (Cascante, 1931) llegó a París a mediados de los años cincuenta con un profundo sentimiento antifranquista pero sin una definición ideológica clara. Se pensaba comunista hasta que se topó con varios obreros anarquistas que le vieron en el ADN el sello rojinegro. Y no se confundieron. Lucio no tardó en afiliarse a las Juventudes Libertarias, la única organización política a la que estuvo adscrito en toda su vida. Pese a moverse en su misma órbita, nunca pidió el carné en la CNT. Un día de 1957 recaló en su domicilio parisino Quico Sabaté, convertido ya entonces en una leyenda viva de la resistencia libertaria. El hombre más buscado por la Brigada Político-Social se quedaría varios meses refugiado en el pequeño piso de Urtubia en Clichy. “Nano, lo que hace falta es gente que pase a la acción”, le solía decir Sabaté a un inexperto Lucio mientras preparaba la cena. La vida de Urtubia, desde entonces, sería pura acción. El guerrillero de L’Hospitalet tenía asuntos pendientes con la justicia francesa y negoció una entrega temporal a condición de no ser extraditado a España, donde le aguardaba el garrote vil. Su abogado era el veterano Henry Torrès, que ya había defendido 30 años antes a Durruti y sus compañeros por el intento de asesinato de Alfonso XIII en París. Lucio asiste perplejo al encuentro con Torrès y se siente protagonista de la historia. Aprenderá ahí la importancia de rodearse de buenos abogados y en el futuro le defenderá Roland Dumas, que llegaría a ser ministro socialista de Asuntos Exteriores a mediados de los ochenta. Antes de partir, Sabaté le deja a recaudo su objeto más preciado, una ametralladora Thompson (por si los franceses no cumplen su parte del trato y es necesario llevar a cabo una acción relámpago para rescatarlo).
Bajo el influjo del Quico, Lucio no tardaría en realizar sus primeras expropiaciones. Lo más importante, según su mentor, era no perder los nervios en los primeros segundos. Pero Sabaté era un hombre de hierro, fogueado en mil batallas. Y al solador de pueblo las armas le quemaban en las manos. Muchos años más tarde no tendría reparos en confesar que se orinaba en los pantalones en cada atraco. Su temor era que alguien muriera. Empuñar una ametralladora no era lo suyo. Desde los tiempos de Los Errantes (el grupo de Durruti, Ascaso y compañía que llevó el palo revolucionario a tierras latinoamericanas con éxito dispar), los expropiadores anarquistas se expusieron siempre al enfrentamiento armado, matando y muriendo en el intento. Lucio estaba dispuesto a pasar a la acción y a reivindicar la expropiación como método de lucha contra el sistema. Participó en varios atracos para financiar la causa antifranquista, pero un día cayó en la cuenta de que podía ser más útil con otro tipo de armas: una imprenta y su inagotable imaginación para planear falsificaciones. No fue el primer libertario al que se le ocurrió la idea de desestabilizar al sistema con tinta y paciencia. A finales del siglo XIX, Tomás González Morago –quien pasa por ser uno de los primeros anarquistas ibéricos (promotor de la visita evangélica del revolucionario italiano Giuseppe Fanelli a territorio español en 1868)– también se valió entonces de su trabajo de grabador en la Casa de la Moneda para falsificar billetes. Si el atraco debía entenderse, en palabras de Sabaté, como una suerte de representación teatral, la falsificación suponía la sublimación del robo como una de las bellas artes. Imprimir dólares, para Lucio, era un juego de niños, una tarea sin demasiada dificultad para un equipo de profesionales como el que llegó a conformar. Ni el propio Lucio supo explicar nunca cómo afloraban las ideas a su mente, de qué manera alguien sin muchos estudios, “un muerto de hambre”, como solía presentarse ante jueces y abogados, pudo pergeñar esos planes subversivos a gran escala.
Dólares para el Che
¿Inundar el mundo de billetes verdes para devaluar el dólar y dañar así la economía estadounidense? ¡Qué idea alocada!, piensa Ernesto Guevara cuando el albañil navarro se la cuenta en el aeropuerto de Orly en 1962. Lucio se sentía atraído en los primeros años sesenta por la joven revolución cubana e imaginó una gigantesca imprenta clandestina entre manglares y palmas reales. Había conseguido la entrevista con el comandante por mediación de la embajadora cubana. Le entregó algunos billetes de muestra pero el Che no se mostró muy receptivo y Lucio salió de la reunión decepcionado con el guerrillero. Poco tiempo después, los cubanos le transmitieron su rechazo oficial a la propuesta. Urtubia no se desanimó. Siguió a lo suyo. En el tumultuoso París de los años sesenta no le fue difícil encontrar colaboradores comprometidos con la causa antifranquista. Poco a poco fue rodeándose de un selecto grupo de expertos impresores y acondicionando los talleres con materiales prestados de las obras en las que trabajaba. Lucio no descansaba nunca. La revolución le demandaba noches en vela pero el trabajo de día era fundamental para pasar desapercibido ante la policía, la coartada perfecta que mantuvo a lo largo de toda su vida. Los equipos coordinados por Lucio imprimían octavillas y panfletos políticos y falsificaban pasaportes, carnés de identidad y hasta nóminas y cheques de empresa para el cobro de salarios ficticios. El engranaje funcionaba como un reloj y daba cobertura a organizaciones armadas de varios países europeos y sudamericanos (miembros de la resistencia antifranquista, las Brigadas Rojas, Acción Directa, Tupamaros, Montoneros…). Todos tenían en sus papeles la marca de agua del anarquista navarro. Lucio se jactaba de su poder: “Nosotros suplantábamos al Estado”. Pero nunca olvidaba sus orígenes: “Mi suerte fue nacer pobre, porque no tuve que hacer ningún esfuerzo para perderle el respeto a los poderes, al Estado, la Iglesia...”.
Nunca olvidaba sus orígenes: “Mi suerte fue nacer pobre, porque no tuve que hacer ningún esfuerzo para perderle el respeto a los poderes, al Estado, la Iglesia...”
La justicia francesa le involucró en 1974 en el secuestro del director del Banco Bilbao en París, Ángel Baltasar Suárez, obra del GARI (Grupos de Acción Revolucionaria Internacionalista) en respuesta a la ejecución en España del joven anarquista Salvador Puig Antich. Lucio y su mujer, Anne Garnier (una izquierdista de familia burguesa a quien había conocido en el mayo del 68 francés), fueron detenidos por su presunta participación en el secuestro, que se saldó con la liberación de Suárez y la detención de parte de los activistas. Lucio y Anne siempre negaron cualquier responsabilidad en los hechos. Quedaron en libertad y fueron juzgados en 1981, cuando ya se había promulgado una ley de amnistía en España y en Francia no querían saber nada de las cuentas pendientes del franquismo. Ambos fueron absueltos. Al albañil de Cascante le volvía a sonreír la suerte.
El gran golpe
La idea de falsificar dólares siempre rondaba por la cabeza de Lucio, pero la condena de 20 años que conllevaba le disuadió de seguir por ese camino. Alguien le sugirió entonces que orientara su vena artística hacia los cheques de viaje, mucho menos lesivos en términos penitenciarios: solo cinco años a la sombra en caso de que se descubriera el entuerto. A finales de los años setenta, Lucio, que para entonces ya contaba con clientes en medio mundo, se dispuso a dar el golpe de su vida, una expropiación mayúscula, planetaria, en la que llegarían a participar 30 equipos distribuidos en varios países: la falsificación de cheques de viajes del First National City Bank (Citibank). Cuando las planchas de impresión estuvieron preparadas, y tras muchos ensayos previos, Lucio encargó la compra de talonarios bajo identidades falsas para poder duplicarlos en su taller. Llegaría a imprimir 8.000 hojas de 25 cheques cada una: unos 20 millones de dólares. Los equipos comenzaron a actuar. Formados por parejas y perfectamente compenetrados entre sí, entregaron los travellers checks en sucursales bancarias de varias ciudades europeas a cambio de dólares. El mismo día y a la misma hora. Los beneficios se dividían en tres partes: una para el grupo ejecutor, otra para la causa (compra de material, etc.) y una última parte para las familias de los presos y el pago de abogados. “Es un honor robarle a un banco”, piensa Lucio en voz alta.
El Citibank descubrió el fraude demasiado tarde. Había perdido millones de dólares y buena parte de su credibilidad ante sus clientes. Necesitaba frenar la sangría. La policía francesa se esmeró y poco a poco fue tirando del hilo hasta que dio con Lucio, atrapado en una treta urdida por un confidente. Lo detuvieron en julio de 1980 con un maletín lleno de cheques en el café Les Deux Magots de París. Un supuesto comprador le había ofrecido al albañil la compra de cheques al por mayor por el 30% de su valor. Una venta millonaria que eliminaba riesgos innecesarios. Lucio cayó en la trampa. Al ser detenido, negó todas las acusaciones.
Las planchas de impresión no aparecían por ningún lado. Y los cheques falsos seguían intercambiándose. Cuando se celebró el juicio, Lucio logró a través de su abogado que el influyente magistrado Joinet mediara con los directivos del banco para que se alcanzara un acuerdo entre las partes. Al Citibank le interesaba cerrar el episodio cuanto antes. Las falsificaciones eran, a juicio de los técnicos del banco, “de excelente calidad”, las mejores detectadas hasta entonces, obra de “un profesional de la imprenta”. A puerta cerrada se produjo una de las escenas que en más ocasiones relatara Lucio: la surrealista negociación con el equipo jurídico del Citibank. Tras un primer intercambio de improperios, los abogados de la entidad escucharon asombrados las exigencias del expropiador. A cambio de la entrega de las planchas, las películas y los cheques sobrantes, el falsificador les pedía la retirada de los cargos y una jugosa “indemnización”. Uno de los abogados de Lucio, Thierry Fagart, fue el encargado de realizar el canje en un hotel de los Campos Elíseos. Depositó un bolso con las planchas y los cheques y se llevó a cambio un maletín con varios millones de francos franceses. A Lucio le cayó una pena menor: doce meses de prisión de los que ya había cumplido la mitad. Había pasado pocas noches a la sombra durante su dilatada vida de expropiador. Una minucia comparada con los suplicios que sufrieron muchos de sus compañeros, torturados en cárceles franquistas, fusilados en cualquier tapia, encarcelados durante largos años…
Ni siquiera llegó a tener cuentas pendientes en su tierra, pese a haberse dedicado al contrabando y haber desertado en 1954 cuando cumplía el servicio militar y se descubrió su implicación en el robo de prendas del que, por otra parte, participaban también los oficiales. Aunque nunca lo denunciaron, el joven Lucio no estaba dispuesto a regresar. Había cruzado la frontera con dirección a París, donde vivía una hermana suya. La ciudad le fascinó desde el primer día. Allí echaría raíces, se casaría y tendría una hija. Retirado de las actividades ilícitas, en los años ochenta impulsó la creación de una cooperativa de la construcción. En 1996 adquirió una vieja casona en el barrio parisino de Belleville y la transformó en un lugar para vivir y socializar: el espacio cultural Louise Michel (en homenaje a la heroína de la Comuna de París). En el frontispicio de la casa puede leerse: “Les temps de cerises (el tiempo de cerezas)”, la emblemática canción de la Comuna.
En la biografía Lucio, el anarquista irreductible (Ediciones B), Bernard Thomas relata que el albañil ácrata accedió a contarle su vida cuando se enteró de que había escrito con antelación un libro sobre otro expropiador de renombre, Marius Jacob, cabeza visible de los Trabajadores de la Noche, aquellos bandoleros sin pólvora de los albores del siglo XX, arrebatados justicieros que se mataban de risa con sus disfraces de curas y militares. Jacob se suicidaría en 1954. De ese mismo molde transgresor, libertario e irreverente estaba hecho Lucio Urtubia, el último expropiador.
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Tactical Analysis & Statistics: Barcelona vs Cultural Leonesa
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Tactical Analysis & Statistics: Barcelona vs Cultural Leonesa
As we might have expected prior to the game itself, Barcelona cruised past Cultural Leonesa in a convincing 4-1 display that saw them through to the last 16 in Copa del Rey. What was interesting was the fact that 76 398 people arrived at the fabled Camp Nou to watch the game, which is a big number considering it is “just” a cup game.
The Catalans struggled in the away fixture, what for the lack of trying and what for the surge of their Division 2B hosts that gave all they had. Sadly for La Cultu, it was not enough, on both occasions.
This tactical analysis will use statistics to determine what tipped the scales in Barcelona’s favour and how the Blaugrana secured their spot in the next stage of the tournament.
Line ups
Barcelona (4-3-3)
Starting XI: Cillessen; N. Semedo, Chumi, Vermaelen, Miranda; I. Rakitić, Oriol Busquets, Aleñá; Denis Suarez, Munir, Malcom
Bench: Ter Stegen, Vermaelen, Busquets, Riqui Puig, Guillem, Coutinho, Dembélé
Coach: Ernesto Valverde
Cultural Leonesa (4-4-2)
Starting XI: Palatsí; Alonso, Albizua, Bernal, Díaz; Señé, Yeray, Romero, Mance; Rodríguez, Ortiz
Bench: Escalante, Diarra, González, Capilla, Zelu, Aridane, Martínez
Coach: Victor Cea Zurita
Barcelona’s Setup
Ernesto Valverde made a total of four changes from last time these two teams faced off and decided to give a chance to some, as he put it, “less prominent” names in the team. Carles Alena, Chumi, Ivan Rakitić, and Oriol Busquets were the changes from last time.
The biggest surprise was the inclusion of the Croat but it was a forced substitution at the last second due to high fever Arturo Vidal experienced before the game. Lionel Messi, Luis Suarez, and Jordi Alba were excluded from the team and given a well-deserved rest.
The team operated in a standard 4-3-3 formation with Munir as a striker and Denis Suarez and Malcom as wingers. The captain on the night was Ivan Rakitić, operating as one of the seniors in the squad.
Cultural Leonesa’s Setup
It’s safe to say that the visitors knew this was an uphill battle, one that they would most likely not win. Zurita decided to deploy his second team to the field and was here to soak the atmosphere, and as funny as it may sound, rest some players for the far more important games to come.
With promotion battles for the second division looming in the near future, Leonesa were mostly focused on their domestic struggles than a possibility to upset the four times in a row champion of Copa del Rey.
Only five players remained from the last encounter with the Catalan giant so we can also be talking about an alternative squad that still wore their hearts on their sleeves but were not expecting much to happen, anyway. They opted for a standard 4-4-2 formation which sometimes looked like a 4-1-4-1.
The Rakitić Show
The game hadn’t even started yet, and the fans were already at Valverde’s throat. Why? Well, the man obviously has difficulties properly rotating the squad. That was evident last season, and it is basically the same in this one so far. Come the second part of the campaign, whether it’s La Liga or the Champions League, the team usually falls off just a bit to give the edge to opponents who can utilize it best.
Seeing the name of Ivan Rakitić in the starting line-up, even though the Croat played every minute of the season so far, with the exclusion of the period where he was injured/ suspended, really did not sit well with the media or the fans alike. Until he started setting the pitch on fire, that is.
The Croat was Barcelona’s best man on the field, even with playing only one half of the game, it was his show from the first until the last second he spent playing. Three assists to his name before the half-time whistle, and 88% passing accuracy to round up a well-deserved man of the match performance. In the end, it went to Denis Suarez, who scored a brace, but only because Raki was subbed off at the start of the second part.
The captain’s armband seemed to give more power to the Croat but it was also Cultural Leonesa’s setup, to begin with. Sure, they contested the possession, and sure their 4-4-1-1 formation allowed them to move higher up the pitch but they made some basic, and yet crucial, mistakes.
The away team did not shy away from contesting possession. They moved out of shape and tried to go toe to toe with Barcelona. Here, they assume a defensive 4-4-1-1 system.
Two of the four goals they conceded happened due to too much space they left for Barcelona to exploit. When you don’t pressure players like Rakitić or Denis Suarez and you give them time to settle and think, you will get punished. And that is exactly what happened to the third-tier visitors.
Notice in the image below how instead of immediately man-marking Denis, Cultural’s line of defence fall back instead, giving the young midfielder the time and space he needs to get the shot away.
Denis Suarez is afforded too much space on the attack. The defensive lines fall back instead of sticking to their men. This hurts them on more than one occasion.
Only when Denis gets into an ideal position to make an excellent shot do the defenders react, but it’s too little, too late, and Palatsi has no chance. Seconds after it’s Barcelona 2, Leonesa 0, and the game was pretty much done and dusted.
Leonesa try to crowd Denis in but it’s already too late.
Fighting The Windmills
Maybe the away team knew what they were in for even before the game started but that did not stop them to come to the Camp Nou and give everything they have. This was not as evident in the final scoreline but to say that Leonesa rolled over would be false.
When the scores were level, and Barcelona’s lead was only a minimum one, the guests were lively and energetic but most of all – proactive. This was visible in the way they decided to approach the game.
We already stated that they contested the possession by pressing and coming out of their defensive shape and pulling the defensive line higher but the most interesting part was how they managed to secure prolonged periods of time on the ball. Against Barcelona of all teams.
The trick was to always have a man free to pass to. Although difficult to execute, Leonesa did this to shrug off Barcelona’s high press.
The trick was to bypass Barcelona’s high press and to recycle possession. This is usually, of course, the Catalan team’s forte but Leonesa was fairly good at it at some points during the game. Always having a free man to pass to is an extremely difficult feat to accomplish but whether it was due to a bit of inexperience in Barca’s ranks or pure skill, the away team went toe to toe with the hosts at their own game.
A sequence of passes Cultural Leonesa used to bypass Barcelona’s press and maintain possession. Quick and short balls were used successfully to progress through the lines. Almost with ease, and almost in a Barcelona-esque manner…
The result was “only” 53% total possession in Barcelona’s favour, which is pretty low for their high standards. Another possible reason for low possession was the difference in style for the Catalans.
As much as they tried building from the back, and playing their own game, we saw different tactics working better against a team with a pretty similar style in this particular game.
They still defended in a 4-4-2 formation if their press was broken and the opponent started advancing higher up the field but this time, they had different tools at their disposal. With the introduction of a pacey Malcom and Denis, as well as energetic Alena in the middle, they had a chance to counter, and transition really quickly.
If their press was broken, Barcelona would revert to a 4-4-2 defensive system.
Rakitić was usually at the core of this once again. The Croat was making a lot of one-twos with his teammates, especially Alena and Denis, and then he would proceed to either break the lines or switch sides as fast as possible to catch the opposition off guard.
This worked wonders, and was effective, especially considering Leonesa would often set up high up the pitch, leaving tons of free space behind their backs. Barcelona was basically countering their counter. And it worked wonders.
Quick transitions are usually Barcelona’s bane but this time they took advantage of it. And it paid off immensely.
Notice how Barca quickly transitions from defence to attack, and how quickly they outnumber Leonesa who fail to take advantage of a cross into the box. Numerical, as well as pace, superiority spells trouble for the away team.
How Rakitić starts and finishes the attack is still to be explained properly but the Croat manages just that. Again, he is left with enough time and space to send a beautiful cross, telegraphed right onto Malcom’s head. Game, set and match Barcelona.
Once again Leonesa allow Barcelona too much time and space. This results in yet another goal, this one to already seal the deal.
Conclusion
At the end of the day, it was still “just” a Copa game at the Camp Nou against lower-tier opposition but it was nice to see some youngsters play and shine in front of the home supporters. Again, some of them really made the best out of it, like Alena, Oriol and especially Riqui Puig.
We already said a lot about this 19-year old La Masia gem who is a “one to look out for”, but yesterday evening he made his official debut for Barcelona and celebrated it with a beautiful assist to Suarez’s second goal.
Some other players, like Miranda, were a bit shaky in a couple of instances and this might be especially problematic. Juan is definitely no Jordi Alba just yet but he is, at the moment, the only sub for the pacey Spaniard Barcelona have at their disposal.
All in all, the game basically went as expected. Stress-free, and entertaining. Just like we are used to.
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La gran espiral del surrealismo socialista
Portada del libro de Llilian Llanes (Foto: Ernesto Santana)
LA HABANA, Cuba.- Hace medio siglo ocurrió un evento cultural de gran relevancia en la convulsa Habana que en aquellos días de 1967 se había convertido en parque temático favorito para la izquierda mundial, que aquí podría encontrar una utopía en plena revelación.
La edición XXIII del Salón de Mayo parisino de aquel año llegó a Cuba para darle un giro más moderno a la visualidad de una revolución que se estancaba en su surrealismo tropical y que daba algunos síntomas de caer en el despreciable realismo socialista que el estalinismo impusiera en sus dominios.
Hasta que Ediciones Arte Cubano, del Consejo Nacional de las Artes Plásticas, publicó hace cinco años Salón de Mayo de París en La Habana, julio de 1967, de Llilian Llanes, no se había vuelto a hablar más de aquel acontecimiento. Ahora, cuando se cumplen 50 años, tampoco se menciona mucho más.
La autora de tal estudio es profesora, curadora e investigadora de arte cubano y latinoamericano, ha publicado varios títulos sobre arte cubano y dirigió, desde su fundación, el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, institución donde organizó, a partir de 1984, las seis primeras ediciones de la Bienal de La Habana.
En un artículo que publicó Diario de Cuba en 2012 sobre esa visita del Salón de Mayo, Carlos Espinosa, que aún no había podido leer el libro, sin dudar de que fuera serio y riguroso, aconsejaba entrar en sus páginas recordando los juicios despectivos, posteriores al Salón, de José Antonio Portuondo, que lo consideró “una de las muestras de cómo todavía no podíamos nosotros librarnos por entero de cierto sentido de neocolonialismo intelectual”.
Aunque resulta válida la advertencia, el libro de Llanes, sin defender tales destimaciones, hace un análisis amplio del evento, incluye diversas opiniones y logra, en general, una remembranza agradecida, concluyendo que “tanto para los políticos cubanos como para los organizadores galos, la presentación de este evento en la Isla resultaba beneficiosa”, pues el Gobierno cubano demostraba que el arte nacional era libre y la directiva del encuentro se defendía de las crecientes acusaciones de anquilosamiento.
París en La Habana
Según la autora, el Salón de Mayo, inaugurado en 1945, en la dura posguerra, “constituyó uno de esos fenómenos artísticos del siglo XX que con frecuencia pasan inadvertidos para la historiografía del arte, sin recibir una justa valoración sobre la eficacia o no de su propuesta y de sus numerosas ediciones” y “había hecho suya la problemática de aquellos tiempos al proponerse ofrecer un espacio nuevo a los artistas europeos y servir de escenario a los principales movimientos y tendencias que tenían lugar en el viejo continente”.
Analizando la época en Cuba, Llanes se refiere a “la universidad para los revolucionarios”, la paranoia ideológica, las polémicas intelectuales, la lucha entre facciones contrarias dentro del Consejo Nacional de Cultura y las tensiones que vivía el mundo cultural de los sesenta, para poner en contexto la llegada al país de aquella invasión de formas e ideas novedosas preparada por Wifredo Lam y Carlos Franqui.
La exposición se inauguró el 29 de julio entre notables acontecimientos. Se festejaba el XIV aniversario del asalto al Moncada —que Fidel Castro había planeado como una fingida “rebelión de sargentos del ejército”— y, unos días antes, había pasado por La Habana el poderoso líder soviético Alexéi Kosiguin. Como era natural, coincidentemente se celebraba la Primera Conferencia Latinoamericana de Solidaridad, que trajo a figuras políticas como el dirigente de los Panteras Negras Stokeley Carmichael.
En su discurso de apertura, el Canciller Raúl Roa celebró “el crecimiento de la guerra de guerrillas en América Latina, la corajuda batalla de la población negra norteamericana, la resistencia victoriosa del pueblo vietnamita y los sonados triunfos de nuestros deportistas en los juegos panamericanos”.
Un poco después, tendría lugar en la Casa de las Américas el Encuentro de la Canción Protesta, otro evento más que se efectuaba “rodeado del aura política y del fervor ideológico que inspiraba la Revolución”, como describe Llanes. No menciona que el Salón pareció programado justo para unos meses antes de que se iniciara el Congreso Cultural de 1968, de tan triste memoria.
La gran mayoría de los 200 expositores era de Europa —algunos solo enviaron sus obras— y entre ellos brillaban nombres como Picasso, Max Ernst, Man Ray, Lucio del Pezzo, Roberto Matta, Jorn, Karel Appel, Alexander Calder, Lulio Le Parc, René Magritte o Antonio Saura. Por Cuba participaron 10 artistas: cuatro residían en París desde hacía años —Lam, Jorge Camacho, Agustín Cárdenas y Tomás Marais— y seis en La Habana —René Portocarrero, Mariano Rodríguez, Raúl Milián, Raúl Martínez, Antonia Eiriz y Tomás Oliva—.
Pabellón Cuba (Foto: Ernesto Santana)
La muestra se instaló en el Pabellón Cuba —construido en 1963 para el Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos—, en plena Rampa y muy cercano al Hotel Nacional, donde se albergaban los invitados.
Carnaval artístico
Si ya desde antes de la inauguración el Salón asumió una atmósfera prodigiosa con la realización del gigantesco mural Cuba Colectiva, muchos otros asombros aguardarían luego al numeroso público, como la obra Bahía de Cochinos, del islandés Erró, que representaba a Fidel rodeado de cerdos, imagen que generó una enorme polémica.
Pero más arrebatada resultó la idea del propio Comandante de exhibir, en un edificio aledaño, varios ejemplares de la ganadería cubana en instalaciones con aire acondicionado. O aquel cañón automático antiaéreo calibre 40. O las copias facsimilares de dos cartas famosas: la de Fidel a Celia, donde asegura que su destino será luchar contra “los americanos”, y la del Che despidiéndose de aquel.
No obstante, cuenta Llilian Llanes en su libro que “en realidad, en el imaginario colectivo lo que permaneció fue aquel extraordinario espectáculo previo, donde los intelectuales y artistas participantes en el evento pintaron un enorme mural ante el público habanero aglomerado en la calle. Ese mural ha quedado hasta hoy como expresión”, afirma la autora, “de unos tiempos donde los intereses colectivos estaban por encima de cualquier otro, de aquellos nuestros años felices donde se aspiraba a la construcción de un mundo más justo para todos”.
El mural tenía 5 metros de alto y 10 de ancho y fue pintado —en la noche del 17 de julio, cuando acababa de arribar el grueso de los visitantes— por escritores, artistas, funcionarios y amigos, en un alucinante carnaval artístico, a la entrada del Pabellón, con música y mulatas de Tropicana y pases de ron y cientos de espectadores en la calle cerrada al tránsito. En torno a los andamios donde se trepaban los que pintarían o escribirían un texto, estaban funcionarios del Comité Central del Partido y de otras instituciones nacionales.
Lam lo describió como “un gran cuadro mural como homenaje a la Revolución Cubana” que llevará el nombre Cuba Colectiva”. Tenía forma de espiral para evitar preferencias y los segmentos se sortearon, excepto el primero —en el centro, que se decidió que fuera para el pintor cubano, el más internacional del momento— y el número 26, por la fecha, reservado a Fidel Castro y que quedó en blanco, como se puede ver en la parte superior de la portada del libro, pues él prefirió participar solo desde lejos con su obra maestra vacuna.
Algunos de los cien participantes fueron Jorge Camacho, Gherasim Luca, Piotr Kowalski, Luis Miguel Valdés, Ramón Estupiñán, Peter Weiss, René Portocarrero, Lesbia Vent Dumois, Oscar Hurtado, Antonio Vidal, Carmelo González, Michel Leiris, José Masiques, Félix Beltrán, Domingo Ravenet, Mariano Rodríguez, Haydée Santamaría, Lisandro Otero, Roland Penrose, René de la Nuez, Juan Goytisolo, Chago Armada, Loló Soldevilla, Tomás Oliva, Heberto Padilla, Tomás Marais, Fernando Luis, Agustín Cárdenas, Sandú Darié, Fayad Jamís, César Leal, Raúl Martínez, Ernesto González Puig, Harald Szeemann, Amelia Peláez y Antonia Eiriz.
Epílogo: socialismo real tropical para todos
Tras su estancia en La Habana, la exposición fue trasladada a Santiago de Cuba hasta el 7 de octubre, cuando se clausuró el Salón de Mayo y el Ministerio de Comunicaciones imprimió una pulcra colección de 25 sellos —que fue muy solicitada entonces y aún sigue teniendo un alto valor en el mundo— en recuerdo del que Llanes considera “el más importante acontecimiento cultural realizado en el país hasta la fecha”.
Ella misma, cuando a principio de los ochenta fundó la Bienal de La Habana, tenía muy claro en su mente como referencia el Salón de Mayo. Por eso, al retirarse, dedicó varios años a investigar todo lo referente al evento y a recogerlo en este libro que, además, cerró con anexos muy útiles, donde encontramos discursos de varios funcionarios y organizadores, entrevistas, caricaturas y textos publicados por la prensa de la época.
A los dos días de la clausura moría en Bolivia el Che. Meses después, comenzaba la Ofensiva Revolucionaria, el castrismo apoyaba la invasión soviética a Checoslovaquia y empezaban a abrirse enormes brechas entre la izquierda internacional y el gobierno cubano, quien se ensañaría cada vez más con sus artistas e intelectuales, en una oscura espiral donde participaron solo unas pocas manos.
Uno de los visitantes franceses en la muestra, José Pierre, escribió que “ser surrealista, he aquí una cosa que, para un cubano, no presenta verdaderas dificultades”. Los intelectuales que temían que les fuera impuesto en Cuba el realismo socialista a los escritores y artistas, verían luego que más bien se impuso el surrealismo socialista, o sea, el socialismo real tropical, a todo el país.
Sello conmemorativo por el Salón de Mayo (Foto: Cortesía de Ernesto Santana)
Antonia Eiriz y Umberto Peña dejarían de pintar por las acusaciones ideológicas contra ellos. Innumerables escritores y artistas serían perseguidos y muchos se marcharían del país. Pero en realidad el calvario fue general para todos los cubanos. E indescriptible. Con algo mucho peor que un gris quinquenio o un decenio negro.
Y aquel mural colectivo quedará, entre otras cosas, como una parodia de aquel Sgt. Pepper que los Beatles habían publicado semanas antes. Un Sargento en Jefe rodeado de sargentos nada rebeldes que le dedicaban loas, le temían y recibían su desprecio, del que al final casi todos se apartarían, dejando que envejeciera en el poder entre rejuegos de su fracasado y peligroso Club.
Pero, como decía Kipling, ya esa es otra historia.
La gran espiral del surrealismo socialista
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Premian la XXIX edición del evento ‘Fundación de la Ciudad de Santa Clara’
De izquierda a derecha, Maikel Rdguez, Dadlia León y Otilio Carvajal (Foto: Pedro M. González)
VILLA CLARA, Cuba.- En la tarde-noche del pasado sábado, cumpliendo 328 años de fundada Santa Clara por 18 familias remedianas, en el Teatro La Caridad de esta capital provincial, el que es considerado además como uno de los más prestigiosos del país, fue convocado premio “Fundación de la Ciudad de Santa Clara” por el Centro Del Libro y la Editorial Capiro, cuyos jueces premiaron a tres de las cuatro categorías convocadas para el 2017.
En el apartado de Cuento, el jurado integrado por los escritores Ahmel Echevarría, Ernesto Peña y Rebeca Murga, contaron mediando acta que “por la fuerza narrativa y estilística del argumento, de aparente realismo y en juego con lo absurdo/mágico para crear historias que se complementan en un universo único, se otorga el premio a Morirse no debería ser cosa de animales del santaclareño Otilio Carvajal Marrero”. Consideró además otorgar dos menciones al periodista Yandrey Lay Fabregat por El hombre que se parecía a Julio Cortázar y otros relatos y al novel narrador Nguyen Peña Puig por Evolución de las especies.
En el acápite de Poesía, los poetas Bertha Caluff, Sigfredo Ariel y Edelmis Anoceto, decidieron a coro gratificar a Bon Voyage, libro de la muy joven escritora espirituana Dalila León Meneses, “por su limpieza y coherencia conceptual, así como por la novedad al asumir el tema del viaje como una propuesta poética de gran carga simbólica”. También el claustro de la lira distinguió mencionando a la local Lissy García por su poemario Invítame a un café.
Público presente en el evento (Foto: Pedro M. González)
En cuanto al Teatro, el más controversial de todos los laureles por su carga de símiles y fuerza demostrativa con las que expresar los nodos de la cotidianidad en nación que se debate precisamente con fuerzas poco trasparentes pero aún representables, el tribunal que toc�� evaluar a competidores e integrado por Yerandys Fleites, Carmen Sotolongo y Roberto Viña, votó unánimemente la pieza de Maikel Rodríguez de la Cruz, por su propuesta intitulada Calle G, y añadió que “posee una intensidad expresiva mediante diálogos dinámicos (…) por su crudeza, así como una eficacia teatral estremecedora en la historia de jóvenes protagonistas (…), con lenguaje cínico e ironía objetiva (…) en situaciones insólitas y relaciones conmovedoras a través de una proyección que por instantes adquiere composición documental, más el salto cualitativo al espacio insular de una Cuba Republicana en pugna (…) con los años 30 del siglo pasado, lo que promete la interacción de planos temporales en los que la confrontación resultante de esta simbiosis otorga a la obra su mejor baza, y una trascendencia que seguirá operando en el receptor/lector/espectador más allá de su lectura.
El espacio dedicado a justipreciar el género Testimonio, la última de las categorías de este certamen, quedó desierto “por las escasas participación, calidad y competitividad correspondientes en lo visto”. Así lo dejó patentado la escritora/ensayista Cira Romero, presidenta del Tribunal durante su lectura meramente informativa.
Premian la XXIX edición del evento ‘Fundación de la Ciudad de Santa Clara’
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