Tumgik
#ElEscritorErrante
elescritorerrante · 5 years
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Botchling
Un dolor cargaría el rey
Por una hija perdida
Reclamada sin ley.
Ya que un viejo amorío
La reina habia escondido,
Y el pasado cobraría
Lo que pudo ser un hijo.
El pasado se vengaría
Y magia negra utilizaría:
"Hoy quiero curar mi herida
Con la muerte de una hija
Que nazca y muera
Y en bestia se convierta."
Lo que el amante no sabía
Es que a la reina condenaría.
Pues gracias a esa magia
La que una vez fue su amada
Por dentro fue devorada.
El rey a la bestia
Escondió en el castillo
Porque el amor a una hija
No lo quita un hechizo.
El Rey a brujos llamó,
Pero ninguno de ellos
El conjuro revirtió.
El Rey desesperado
Esta vida dejó.
Y su hija viva continuó.
- Alejandro V.
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elescritorerrante · 7 years
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ÉL
Cuando estoy solo “él” se manifiesta; comienza a salir de mi pecho, desgarrando todo a su paso; sus garras atraviesa la blanda piel de mi cuerpo, hace trizas los órganos internos del torso; uno a uno, él los atraviesa y los hace añicos; me mata haciéndome  pedazos. Esa tristeza desarrollada como un milagro comienza a liberarse. Las lágrimas salen sin poder en el mundo que las consiga parar, se acumulan en un río de pesadumbre. Las mismas gotas al chocar con las corrientes hacen un sonido de agonía. La oscuridad se propaga por mi cuerpo, los poros de mi piel sienten como las tinieblas se arrastran por ellos; mis músculos ya no reaccionan, se han rendido; tanto peso que el corazón ha cargado lo ha carcomido; el llanto no cesa. La negrura ya llenó cada rincón de mi habitación. Los rayos de luz ya no entran por mi ventana, la lluvia se apropia de las calles y no se ve ningún alma en ellas. Mis demonios se revelan; los fantasmas de mi mente ahora hablan más fuerte, susurran, “ Eres un perdedor”, “Bueno para nada”, “Inútil”, “ ¡Perdedor!”. Sus  voces se incrementa al par de mis lágrimas, el dolor de mi pecho ya no lo puedo aguantar, mi cuerpo exhausto ya no logra soportar esta tortura. “Él” ya ha llegado; mi llanto anuncia su llegada; es un ser sin cuerpo, no es visible en ningún tipo de luz, “Él” es la oscuridad misma, la oscuridad de mi mente, la oscuridad de mi corazón que se propaga por todo mi cuerpo. La soledad me ha traído a “Él”, las ganas de dejar este mundo lo ha llamado una vez más, y esta vez espero que sea la última. Las manos me tiemblan, mis ojos rojos no paran de derramar lágrimas. “¡¿Por qué?!” , mi mente grita, “¿Por qué lo hiciste? Se suponía que ya no lo harías”. Las lagrimas no paran de salir de mis cuencas, aún siento su presencia, su oscuridad; yo lo hice, es mi creación, es el resultado de todo el dolor que he cargado todos estos años, es “Él”. Ahora quiere su venganza; quiere acabar conmigo, ya he aceptado el destino que he esperado durante años. Aún estoy en el suelo, no lo logro ver, pero siento su cuerpo endotérmico acercándose a mi; el calor que le quedaba a mi espíritu moribundo ya a sido robado por “Él”, se acerca a mi oído izquierdo y me dice: “¿Ya estas feliz? Esto es lo que querías, ¿no?”. Aunque lo intente, las lágrimas no dejan de brotar de mis globulos oculares. “¿Ya está satisfecho?” Dice “Él” con una voz profunda y lenta. Mi mente todavía me grita, pero yo sigo acostado, aceptando mi fortuna. La vida se me escapa, mi alma esta siendo robada por sus afiladas zarpas, mi mente aun grita ,“¿Por qué lo haces? Se suponía que ya no lo harías”. Esa voz comienza a opacar a las demás que me atormentan, “¿Qué es lo que haces? Me prometiste que ya no lo harías”. Cierro mis ojos con toda la fuerza que me queda, dando mi último adiós al mundo. “Prometiste no volver hacerlo, ¡lo prometiste!”, insiste la voz en mi mente. Me aferro al suelo con las uñas de mis dedos, “Él” me sigue robando mi esencia; mi “yo”. Abro los ojos, la luz enceguecedora entra por ellos, la alfombra del suelo está empapada de un líquido color rojo que parece salir de mis muñecas. Junto a la foto manchada de sangre de mi difunta esposa, hay un frasco de neurolépticos tirados, mi vista esta borrosa; aún no se acostumbra a la luz de la habitación.“Prometiste que no lo volverías hacer”, vuelve a mencionar esa voz en mi mente. Puedo ver una figura en la puerta de la habitación en la que estoy, parece ser una persona muy pequeña, es mi . . .  “Papá, dijiste que ya no lo harías, se lo prometiste a mamá antes que muriera, ¡nos mentiste!”, sus ojos celestes, brillosos por sus lágrimas, me miran directamente a los ojos. Antes de que pueda decir algo, ella se va corriendo de la habitación, intenté gritar “¡Naomi!”, pero la efervescencia en mi garganta me lo impedía. “Él” nunca fue él, sino, “yo”. Mi yo interno que me arrastro en este ciclo interminable de cuchillas y píldoras, la debilidad de mi voluntad conspiró con mi dolor para terminar aquí, en este infierno que también, sin darme cuenta, traje a mi hija. Espero que Gabriela y Naomi me perdonen por lo que acabo de hacer, estoy estancado en la oscuridad por siempre, yo me condené a esto y ahora tengo que pagar  por mis pecados.
- Alejandro V.
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