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#Centro Cultural Contraviento
gustavocharif · 9 days
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Los dibujos negros de Tulumba Yago
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Los meteoritos son testimonios del pasado remoto del Sistema Solar y han llegado hasta nosotros de la manera más barata posible: ellos mismos penetran en el campo de atracción de la Tierra después de recorrer durante millones de años incontables kilómetros en sus órbitas cósmicas. Los más pequeños se volatilizan a su paso por la atmósfera, los de mayor tamaño la atraviesan y caen a la superficie de nuestro planeta; muchos en el mar, otros en áreas continentales despobladas y sólo para una minoría de ellos se da la casualidad de que sean vistos en su impacto final, lo cual permite que sean recogidos.
-Historia «terrestre» de los meteoritos caídos en Cangas de Onís (Asturias) el 6 de diciembre de 1866; por los licenciados en ciencias geológicas Carlos M. Escorza (Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid), Jorge Ordaz (Departamento de Geología de la Universidad de Oviedo) y Luis Alcalá (Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid). Revista Tierra y tecnología (editada por el Ilustre Colegio Oficial de Geólogos, Madrid, número 19, año 1999, página 38).-
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EN EL ORIGEN FUE EL NEGRO
El 6 de diciembre de 1866, en Margolles, parroquia de Cangas de Onís (Asturias) cayó un meteorito del cual se hallaron fragmentos en distintas aldeas de la zona. En el estudio citado como epígrafe, los mismos expertos geólogos nos informan que el mayor de los fragmentos cayó junto a un arroyo, que fue recogido en la Riega de San Antonio, y que “al impactar sobre una roca de arenisca dejó en ella una huella negra”. También nos cuentan que la mañana de ese día estaba “lúcida y soleada en Asturias”, y precisan la temperatura, la humedad relativa e incluso la presión atmosférica registrada antes del impacto, que se produjo entre las diez y media y las once del día. Pero nada nos dicen del bebé negro aparecido alrededor de la misma hora, como si fuera uno más de los varios fragmentos desprendidos del meteorito, a las puertas de la capilla de San Antonio. La criatura llevaba una pequeña cadena de cobre con un trocito de madera grabado Tulumba, de lo que se dedujo podría tratarse de su apellido, pues no sonaba a nombre cristiano. Y se lo bautizó Capillo, algunos dicen que por caer del cielo a la capilla, otros dicen que por estar envuelto en un capillo, que es el gorro de lienzo que suele ponerse a los niños de pecho, una capucha blanca como leche de la que asomaba una cabecita de carbón.
No tenemos muchos datos de sus primeros años, salvo testimonios aislados que nos hablan de un niño “inquieto, pero nada travieso, y despierto como un demonio”.
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LA ALQUIMIA DEL NIÑO
Para los viejos alquimistas toda sustancia se componía de tres partes: mercurio, azufre y sal. En la Argentina esto fue así hasta que llegó la milonga y nos cambiaron el mercurio por el azúcar y el azufre por la pimienta, alejándonos para siempre del oro. Pero en el siglo XIX, Tulumba Yago todavía podía tener esperanzas. Se sabe que a los diez años huyó a Madrid, donde fue adoptado por una familia de comerciantes en telas y tapices, y que diseñaba tramas mientras estudiaba dibujo y pintura (hay quien dice que con un “tío” pintor de esta familia postiza, hay quien dice que fue autodidacta), hasta que cinco años después es tomado como empleado en una casa de grabados, hecho que, según él mismo contaría más tarde, cambió por completo su vida: “La idea de punzar y surcar sobre el metal y la madera, para terminar imprimiendo en puros negros y blancos, me hizo comprender rápidamente que era imposible pensar un mundo de blancos sin negros o de negros sin blancos, y que, como después supe en mi primer viaje a Oriente, esto ya era claro para los taoístas chinos que ponían un punto negro de yin sobre el blanco yang, y un punto blanco de yang sobre el negro yin” (revista El carromato estelar, número 8, Quito, Ecuador, junio de 1936).
Apenas tres años duró en el taller, tiempo que le fue por demás suficiente para aprender el oficio como el mejor, pues a los dieciocho años la familia emigró con él a Montevideo, y dos años más tarde a Buenos Aires, donde se instalaron definitivamente en 1886. Sin embargo Tulumba continuó siendo un nómada y, entre sus treinta y sus sesenta años de edad, se entretejieron docenas de historias sobre su vida y sus viajes, muchas de las cuales son difíciles de determinar, al punto que ya no sabríamos decir cuáles pertenecen a la biografía real y cuáles al mito. Que en su primer viaje a los Estados Unidos trabajó varios meses en el circo Barnum & Bailey, que luego en México conoció a José Guadalupe Posada y a Pancho Villa, que en 1911 conoció en Viena al joven estudiante de pintura Adolf Hitler, que recorrió el África junto a una orquesta de jazz en la década del treinta... Historias difíciles de probar. Lo cierto, lo que sí sabemos, es que en esas primeras décadas realizó su mejor producción de grabados, mayormente conformados por tres series: Los desastres de la paz, Mis caprichitos, y, la que aquí nos ocupa mayormente, Los grabados negros, la cual nos regala estampas de profundas reflexiones sobre lo negro en la historia universal.
Justamente, a raíz de esta última serie, el crítico estadounidense Norman N. Namron le pregunta, en una extensa entrevista (Great Fog, número 4, 1936), si el seudónimo “Yago” con el que firma estas tres series, y que luego agregara como segundo apellido, es un velado homenaje a Shakespeare o una alusión a Othello. Pero Tulumba en seguida lo desengaña y aclara: “Not at all, whity. It’s just my humble tribute to the great Goya: Yago means Goya al vesre. [Note: Argentinian slang, al vesre, to define a kind of anagram.]” (“En absoluto, blanquito. No es más que mi humilde homenaje al genial Goya: Yago significa Goya al vesre”, a lo que la redacción de la revista agrega una sucinta nota para explicar la criolla expresión).
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“NEGRO ERES Y AL NEGRO VOLVERÁS”
Eso diríamos si estuviéramos escribiendo una biblia negra, y tomando a la negrura como sinónimo de las tinieblas, de la noche, del misterio. Como si hubiese exorcizado el tema, después de los grabados negros Tulumba se fue desvaneciendo. Abandonó primero el dibujo, luego dejó de frecuentar los habituales círculos y amistades, y fue disgregándose en partículas con la forma de unos pocos cuadros al óleo y de unas pocas y extrañas anécdotas hasta que, rondando los ochenta años de edad, se transformó en un enigma mayor. A comienzo de los años cuarenta hizo un recorrido minucioso al rescate de todas las copias que pudo hallar de su obra gráfica para luego incinerarla, como si no quisiera dejar rastros de su paso por este mundo. Hoy no tendríamos nada, de no haber encontrado en un desván una caja con las veintidós tintas que usó de base para los grabados negros. Eso, más un par de reproducciones en catálogos y revistas y un manojo de lienzos, es todo lo que nos queda de Capillo Tulumba Yago, aparecido en Asturias, y desaparecido en el bar Asturias de Constitución, donde se lo vio por última vez en 1946.
Pero todavía en los años setenta hay un testimonio de quien fuera su amigo, el pintor siciliano Francesco Pancetta (1909-1992), célebre por sus trípticos descarnados. Sabiendo que Tulumba se había convertido en monje taoísta y que vivía en la provincia de Shandong, Pancetta aprovechó un viaje a China para intentar hallarlo. Al fin llegó a los pies de la montaña Tai, donde Tulumba vivía en una pequeña casita hecha con sus propias manos, siempre según el testimonio de Pancetta. Acaso inspirado por el caso de Li Qingyun (李清雲), de quien se dice vivió alrededor de 200 años, parecía haber alcanzado el secreto de una sana longevidad. No le fue tan difícil dar con él, pues en el pueblo más cercano todos lo conocían y lo llamaban afectuosamente Hēi Sēng (黑僧), el Monje Negro, y agrega: “Con ya más de cien años de edad se lo veía ágil y alegre; vestía a la manera tradicional de un ermitaño chino, como si fuera la encarnación de Zhuangzi, un excéntrico Zhuangzi, y me dijo que había perdido la costumbre de elaborar imágenes, que todo eso era de una vanidad que de veras lo avergonzaba” (cito del diario de Francesco Pancetta, Il mestiere di bere vino, publicado por Mondadente Editore en 1989).
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EL SOL ES NEGRO TAMBIÉN
Tal vez fue adrede la elección del lugar elegido para desaparecer, o para vivir con sabia tranquilidad sus últimos años, pues Taishan (泰山), o la montaña Tai, al ser una de las cinco montañas sagradas está, por su lugar en el mapa, en el ojo izquierdo de Pan Gu. Recordemos que Pan Gu (盤古) es el hijo del cielo luminoso y de la oscura tierra, el dios que murió para que de su cuerpo en descomposición naciera todo lo conocido, desde los ríos (brotados de su sangre) hasta el viento (nacido de su voz). El ojo derecho devino en la luna, y el izquierdo se convirtió en el sol. El mismo sol de la renovación constante y que en Kemet (o “Tierra Negra”, hoy llamada Egipto) era alzado por Jepri, el escarabajo azabache que Tulumba forja para su grabado número XIII, La oscuridad que eleva al sol.
Y recordemos al fin que jepri (خبري) es el que llega a ser por sí mismo, por su propio camino, y que también es el sol que se creó solo.
Hice lo que pude por saber cuánto más vivió. Viajé al Oriente, sin la misma fortuna de Francesco Pancetta. No hay noticia de una vida posterior pero tampoco de una muerte, por lo que Tulumba se desvaneció en mi imaginación, tal como era su deseo, perdiéndose en el caos primordial.
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© Gustavo Charif 2024 (texto).
© Imagen de la exhibición de Charif de los dibujos negros de Tulumba Yago en el Centro Cultural Contraviento, Rosario (Argentina), agosto-octubre de 2024.
© ¡Soy la parte más negra de un meteorito! -Autorretrato de Capillo Tulumba Yago- Gustavo Charif 2024.
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charif-films · 30 days
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# 46
Black Planet / El planeta negro (Gustavo Charif, 2024).
Runtime: 17 minutes.
Format: 16:9 HD / Color.
Country: Argentina / USA.
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NOTE
Original in English available for free in YouTube (click here to see the trailer) from November 11, 2024.
Versión en castellano disponible gratis en YouTube (click aquí para ver el avance) a partir del noviembre de 2024.
En exhibición martes a sábado de agosto, septiembre y octubre a las 18 en el Centro Cultural Contraviento, Rodríguez 721 (Rosario, Argentina).
VISUAL EFFECTS, EDITION, SCRIPT and DIALOGUES
Gustavo Charif
ADDITIONAL DIALOGUES
Edward D. Wood Jr.
FOOTAGE in PUBLIC DOMAIN 
Himmelskibet (Holger Madsen, 1918), The Monster (Roland West, 1925), Metropolis (Fritz Lang, 1927), The Vampire Bat (Frank R. Strayer, 1933), The Big Combo (Josepg H. Lewis, 1955), The Violent Years (Wm. M. Morgan, 1956), Carnival of Souls (Herk Harvey, 1962), Zaat (Don Barton & Arnold Stevens, 1971).
QUOTATIONS
Konstantin Tsiolkovsky.
MUSIC
Silent Partner - Godmode - Doug Maxwell / Media Right Productions - Erik Satie
MUSIC (ending credits)
Edmundo Rivero (Milonga en negro)
CAST (archive footage) in order of appearance
Fay Wray : Silent Film Actress
Melvyn Douglas : Silent Film Actor
Candace Hilligoss : Walking girl
SPECIAL THANKS
YouTube Audio Library, Creative Commons, Hal Abelson, Lawrence Lessig III, Eric Eldred, The Internet Archive, Brewster Kahle, Prelinger Archives, Rick Prelinger
Official Charif’s Site: bio.site/charif
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charifpress · 9 days
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Gustavo Charif inaugura "Lo Negro" (Página 12)
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El próximo jueves 22 de agosto, a partir de las 18, en el Centro Cultural Contraviento, Rodríguez 721, el artista visual y escritor Gustavo Charif expondrá una amplia variedad de obra y dialogará, en la inauguración, con la gestora cultural rosarina Lila Siegrist.
La muestra, que se instalará en el salón principal del Centro Cultural, tiene el sello de un creador de largo recorrido, excéntrico y vasto, que experimenta incansablemente y que suele definirse como “apátrida”, tal vez por su rica experiencia en distintas ciudades y culturas del mundo, aunque lo mejor sería aceptar la imposibilidad de encasillarlo.
Listado de obras: I - “La exposición negra” (2024), óleo sobre lienzo de 55 x 42 cm. II - “El sistema de la caja negra” (2024), óleo, acrílico, lápiz y collage sobre lienzo, tríptico de 110 x 180cm. III - “Los grabados negros de Tulumba Yago”, obra-instalación que consta de tres partes: * “Los dibujos negros de Tulumba Yago” (2024), texto que presenta la biografía de un artista apócrifo. * 22 tintas sobre papel, presuntamente realizadas por Tulumba Yago. * “Lo negro en su nigérrima negrura” (2024), texto que cierra la obra-instalación. IV - “Black Planet” / “El planeta Negro” (2024), cortometraje digital.
Como pintor, Charif, nacido en 1966,  expone internacionalmente desde 1986 llegando a compartir paredes con Botero, Dalí, Magritte, Miotte, Pettoruti, Picasso, Xul Solar, entre otros, en museos, galerías y ferias de París, New York, Tokio, Kuala Lumpur y Taipéi, entre otras ciudades, siendo elogiado por artistas tan disímiles como Fernando Arrabal y Milan Kundera.
Como cineasta, trabajó para Leonardo Favio y Jorge Polaco, y dirigió más de cuarenta cortometrajes y videoclips, y dos largometrajes experimentales.
Como escritor, ha publicado artículos en diversos medios digitales y gráficos, y en 2018 un volumen de relatos (Narraciones simples). Acaba de finalizar una novela y un libro de ensayos de próxima aparición.
Sus obras se encuentran en colecciones de Europa, Asia y América (Einaudi, Pescheux, Zakaria, Tan-Yeoh, Fortabat y Christina Burrus, entre otros). Desde 2018 también forma parte del patrimonio del Museo Nacional de Bellas Artes de la Argentina.
Source: https://www.pagina12.com.ar/760882-gustavo-charif-inaugura-lo-negro
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