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piti2 · 8 years ago
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EL SÁBADO 6 DE MAYO A LA 1PM EN @biquiniwax VERNISSAGE MUSEO @FARC_EPueblo SANCOCHO GUERRILLERADA! @NCprensa @TimoFARC BIENVENIDOS!!
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biquiniwax-blog1 · 8 years ago
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EL DESTINO SABE A POLLO
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Cuando le preguntaba a los adultos a qué podía saber algún animal exótico como armadillo, iguana, conejo o  cocodrilo, siempre le respondían lo mismo: que sabía a pollo. Su papá una vez le contó que había probado iguana en algún restaurante cuando era niño, ya que había crecido en Acapulco. Ni las iguanas ni Acapulco existen, los dos se extinguieron hace mucho tiempo, ella había tenido una iguana de niña también, por muy poco tiempo, se la habían comido sus perros. Le decía Lizzy, era su apodo, su nombre completo era Elizabeth Taylor, ya que su padre le había dicho que Richard Burton era un verdadero fanático de las iguanas. La iguana olía muy feo, comía puros tomates, lo que escandalizaba mucho a su madre, ya que los tomates eran un alimento de lujo.  Le daba tomates porque se acordaba de las iguanas que alguna vez había visto en Manzanillo sobre las rocas. Esas iguanas eran mil veces más grandes, se tragaban los tomates como si fueran pedazos de pollo. Su abuela la había llevado muchas veces, le daban un poco de miedo, parecía que podrían comerse algún niño entero. Le recordaban mucho al dragón de komodo, otra especie temible ya extinta. Su papá le había enseñado fotos viejas de cuando existían. El último de ellos había sido cazado en Indonesia hace muchos años, un macho joven que fue comido por otro depredador, debido a la desesperación de la fauna de aquella reserva al estar en un peligro constante por el hombre. Los dragones de komodo eran caníbales, se comían los unos a los otros como si fueran pollo frito del Kentucky´s Fried Chicken. La foto que le había enseñado su papá de un dragón de komodo, fue cuando hojeaba una revista de su mamá, la cual no había podido sobrevivir a la radiactividad. El artículo hablaba con detalle acerca de cómo uno de estos dragones había atacado a la famosa actriz hollywoodense Sharon Stone y se había comido su pie como si fuera un pedazo de suculento pollo rostizado.  Elizabeth Taylor no tenía nada que ver con estos temibles lagartos, era demasiado pequeña y aburrida como para atentar en contra de Sharon Stone.
“En el departamento que usted comprará habrá muchos muebles, la mayoría de no más de 23 años, esbeltos, rubios y carnosos. Usted podrá disponer de ellos como sea, podrá penetrarlas o comérselas ¡Son realmente suculentas! La mayoría de nuestros clientes aseguran que saben a pollo”
Soñaba en cómo sabría el pollo, nunca lo había probado, pero todos los mayores decían que esas galletitas sabían a pollo, es más, las de color verdoso se asemejaban al pollo frito. A veces se imaginaba que se estaba comiendo un pedazo de suculenta iguana, en Acapulco, se imaginaba que esa textura frita era la piel de un enorme y jugoso lagarto playero.
Sabía que iba a crecer y que no iba a volver a su padre. Sabía que se la iban a llevar con las demás, sabía que iba a volverse como ellas, como se había vuelto su propia madre,  de la cual casi no se acordaba. Sólo se acordaba de las esporádicas visitas que le había hecho en el albergue, su piel y su aliento despedían un rocío verde casi imperceptible, pero que a ella siempre le había parecido asqueroso. La carne de su propia madre le parecía detestable, con ese color a tizne de alga. Sus pezones casi del mismo color se transparentaban a través de la delgada camiseta blanca, lo único que les dejaban usar a las mujeres después de la radiación. Por más que intentaba evocar imágenes más agradables, sólo podía pensar en algas de mar, las cuales sólo conocía por las anécdotas de su padre.
Volvió a comerse otra de las galletas con la esperanza que el recuerdo del plancton materno desapareciera.
La sacó del paquete, eran muy difíciles de sacar, aunque la envoltura tenía todas las advertencias y facilidades para poderse abrir, su papá bromeaba diciendo que eran galletas hechas de la clase media y que no tardarían en desaparecer.
La carne humana sabe a pollo.
“Este vídeo fue traído a ustedes por una mujer roja y una amarilla. Las dos, con alto concentrado vegetal, presentando su más novedoso proyecto: ¡Es verde, es el alimento milagroso con alto contenido calórico hecho de plancton, producto de los océanos del mundo!”
Su piel se hacía cada vez más blanca, se le veían las venas verdes cada vez más, y se olía el aliento cada cinco minutos, sabía que se la iban a llevar pronto, ya que la carne se le estaba haciendo como la de su mamá. Los amigos de su papá en las reuniones le decían que cada vez estaba más bonita y a ella le aterraba pensar que podría acabar como un buró o un secreter de esos de caoba que a los hombres tanto le gustaban. No podía dormir pensando en las asquerosas caras de esos señores, mirándola como si fuera una silla o una lámpara. En esas largas noches de insomnio, la atacaba un hambre insoportable. Intentaba pensar en cómo veía a esas deliciosas y verdosas iguanas en Manzanillo, bajaba a la alacena e intentaba apaciguar el hambre con las galletas, su único alimento, pero era una tarea titánica. Al final se quedaba dormida, exhausta de tanto luchar contra su propio organismo.
“Cuando el destino nos alcance” vaya título tan vulgar para unas galletas escuchaba decir a los muebles que estaban en las lujosas casas de los amigos de su padre.
Intentaba no quedarse dormida durante el día, le aterraba que llegara la noche acompañada de una hambruna intolerable. Pero casi siempre se quedaba dormida por toda la casa, encima de los sillones, de las mesas y sobre la sucia alfombra de color marrón. Empezó a ponerse más gorda, más suculenta, y los amigos de su padre no dejaban de admirarla.
Una noche que caminó hacia la alacena a hurtadillas como acostumbraba, como un ninja con sobrepeso, que avanza torpe y ruidoso, hacía ese ritual de silencio obligatorio, aunque su padre nunca estuviera en las noches, así que nadie podría haberla escuchado. Se encaramó en la segunda repisa para poder tomar las asquerosas galletas, casi suelta un alarido cuando se dio cuenta que su mano no había encontrado nada. A su padre se le habría olvidado reabastecer, ya que la mayoría de las veces llegaba directo a recuperar las horas de sueño perdidas.
Se tiró en el piso frío, sintiendo el sufrimiento de sus tripas, una tibia luz del exterior le iluminaba las muñecas. Observó como la verdosidad había desaparecido, sus venas eran casi imperceptibles, había adquirido un saludable color amarillento, sus muñecas se veían deliciosas. Se acercó y se olió las manos, nunca las había olido tan de cerca, olían a arena, le recordaban a su abuela en la playa. Siempre se le había antojado comerse a su propia abuela, tan gorda, tan saludable, tan llena de memorias y buena comida…
¡ÑAM! Le dio una primera mordida a su antebrazo, dios que bien sabía, no podía creer lo delicioso que estaba. Tierno y jugoso. Siguió mordiendo tranquilamente, disfrutando el banquete que los últimos meses, las verdes galletas se habían encargado de alimentar ¡ÑAM, ÑAM! Bajó hacia su panza y encontró la gloria, tenía una consistencia suave y blanca, no sentía ningún dolor, su espectro de sufrimiento era superado ventajosamente por el inalcanzable placer que estaba sintiendo en ese momento. “Así de deliciosa debía de saber la iguana que mi papá se comió en Acapulco” pensaba embriagada en su propio éxtasis culinario. Al final de algunas horas en las cuales ya había terminado con su torso y con la seguridad de que su padre no llegaría hasta la mañana siguiente, se abalanzó a sus gordas rodillas y llegó a un clímax cuasi sexual, ninguna parte de su cuerpo sabía igual que esos pliegues grasosos. Siguió comiendo vorazmente y miles de memorias pasaban rápidamente, al fin, podía recordar, empezó a recordar a su madre, en cómo odiaba la alfombra y en cómo la abrazaba cuando aún no tenía la piel verde. Empezó a sentirse más débil por la cuantiosa pérdida de sangre y los balazos de placer se iban extinguiendo poco a poco, sus espinillas no eran tan deliciosas, aunque la parte trasera de sus chamorros fue una sorpresa, era una piel más dura de lo que se hubiera esperado. Llegó a los pies y era como chupar alitas de pollo barbecue al más puro estilo americano el American way of life los más viejos decían, ella nunca supo a qué se referían ni dónde era ese paradisíaco lugar en donde se podían chupar los huesos de pollo hasta hartarse.
América entonces debía de saber a pollo también.
Sí a eso, a pollo.
““Cuando el destino nos alcance” Vaya título tan vulgar para un video”.
 Texto de Paloma Contreras para la pieza de Alejandro Palomino en Obstante.
                                             “SOYLENT”
Biquini Wax
29 de octubre 2016
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